Twice Bitten- Capítulo 12



CAPITULO DOCE: EMPACA LA LUNA

Hasta que Gabriel se subió a una otomana en medio del living de los Breck, parecía, como Adam dijo, como si fuéramos invitados en una reunión familiar.

Hasta ese momento.

Gabriel llamó la atención de la multitud con un potente chiflido que casi hizo estallar mis tímpanos. Ese sonido fue seguido por una cacofonía de tintineos de cientos de tenedores de plata sobre cientos de copas que se detuvieron sólo cuando saltó encima de la otomana y elevó sus manos en el aire.

“Manada!,” gritó, y la sala explotó con el sonido de cientos de voces – gritos, alaridos, silbidos, arengas y aullidos. Y junto con los sonidos se detonó una súbita carga de magia. El aire crepitaba con el eléctrico zumbido de la misma, la existencia toda en una – reafirmante y amenazadora. Después de todo, ésta era una energía predatoria que no era la mía.

Me urgía la necesidad de moverme, y prácticamente saltar fuera de mi piel hasta que Ethan se acercó lo suficiente como para alinear los flancos de nuestros cuerpos. No estaba segura de si él se estaba moviendo hacia mí o alejándose de los miembros de la Manada a nuestro alrededor, pero había algo innatamente reconfortante acerca de la sensación de tenerlo a mi lado. Era tranquilizadora, algo familiar en medio de sensaciones que mis instintos vampíricos no estaban demasiado interesados en sentir.

Quédate quieta, dijo silenciosamente, expresando las palabras no de un amante sino la orden de un Maestro a un Novato vampiro para calmarme. Y como si lo ordenara, mi pulso comenzó a desacelerarse.

Jeff, en su camino hacia el frente del salón, se detuvo a nuestro lado. “Está llamando a la Manada,” explicó. “Hasta donde sé, ustedes son los primeros vampiros en presenciarlo.”

“En Chicago?” pregunté.

“En la historia,” dijo, y siguió avanzando.

“Somos la Manada!” Gabriel anunció, y los cambiaformas comenzaron a juntarse, a agruparse frente a él. Al tiempo que el fondo del salón se despejaba ví a Nick, de pie solo en el límite de la muchedumbre, una posición que asumí él tomó desde que está distanciado con Gabriel. Y estar distanciado con Gabriel, supuse, era como estar distanciado de la Manada.

El resto de ellos abrazados, los brazos entrelazados bien apretados en un enlace al estilo rugby. Pero esta vez, la magia no se filtró fuera. Se condensó a medida que se reunían, sólo el límite tangible desde nuestra posición al borde de la multitud. Entrelazaron los brazos en anillos alrededor de Gabriel, y entonces los aullidos comenzaron nuevamente. Algunos eran constantes, como una armonía en cuatro tiempos de sonidos animales; otros eran chillidos al azar. Los sonidos se elevaron al unísono en un frenético crescendo, las amuchadas hileras de cambiaformas balanceándose en bandos alternados mientras cantaban.

La realización golpeó – éstas no eran simples vocalizaciones; eran comunicaciones – reafirmaciones entre los miembros de la Manada de que estaban juntos, de que sus familias estaban a salvo y que la Manada estaba segura.

Es hermoso, le dije a Ethan, y me consideré afortunada de ser testigo de algo que ningún vampiro ha visto antes.

El llamado continuó por otros diez o quince minutos, los cambiaformas lentamente disgregándose – un anillo por vez – hasta que estuvieron nuevamente separados.

Gabriel aún estaba parado sobre la otomana, manos en el aire, con su ceñida camiseta oscura empapada en sudor. Convocar a la Manada – tal vez el reunir toda esa magia – debe de haber sido un trabajo arduo.

“Bienvenidos a Chicago,” dijo, sonriendo agotado y recibiendo otros alaridos de la audiencia. “Pronto, convergiremos. Tomaremos nuestro destino colectivo para las Manadas, y decidiremos si nos quedamos o nos iremos.”

La multitud de calmó.

“Llegará el momento de realizar esa decisión,” dijo. “Pero ese momento no es esta noche.” Se agachó, y cuando se irguió nuevamente, sostenía a un pequeño de sonrosadas mejillas en sus brazos. Presionó un beso en la frente del niño.

“Nuestro futuro es incierto. Pero perseveraremos, sin importar el resultado. La Manada es eterna, imperecedera.” Se agachó y entregó el niño nuevamente a los brazos extendidos de su madre, y se levantó para enfrentar otra vez a la multitud, manos sobre sus caderas.

“Esta noche, le damos la bienvenida a extraños a nuestro seno. Los llamamos vampiros, pero los conocemos como amigos. Ellos han cuidado de uno de los nuestros, por lo que los invitamos aquí esta noche en nombre de la amistad.”

Gabriel gesticuló hacia nosotros, y en respuesta los miembros de la Manada se voltearon para enfrentarnos a Ethan y a mí. Algunos llevaban sonrisas. Otros llevaban expresiones de absoluta desconfianza y desprecio. Pero incluso aquellos hombres y mujeres asintieron, aceptando de mala gana a los vampiros en medio de ellos, vampiros que habían salvado a uno de los suyos.

Gracias a Dios por Berna, silenciosamente le dije a Ethan.

Gracias a Dios que tú fueras lo suficientemente veloz como para avanzar, respondió.

“Todas nuestras vidas están entrelazadas,” dijo Gabriel. “Vampiro o cambiaforma, hombre o mujer, nuestros latidos son el eco del mismísimo pulso de la tierra. Y los nuestros no son los únicos corazones que están interconectados.” Miró a Ethan, luego me miró a mí. Alguien le pasó una copa, y Gabriel la alzó hacia nosotros. “Les ofrecemos nuestra amistad.”

Los ojos de Ethan se ampliaron instantáneamente, pero encubrió la emoción y ofreció una humilde reverencia a los cambiaformas a nuestro alrededor mientras hacían el brindis.

“Pero no convocaremos esta noche,” dijo Gabriel. “Esta noche, vivimos y respiramos, amamos y disfrutamos de la compañía de nuestros amigos y familiares. Esta noche,” dijo guiñándome un ojo, “comemos.”









Otros diez o quince minutos pasaron antes de que Gabriel atravesara la multitud ofreciendo amables palmadas en los hombros hasta llegar a nosotros, su expresión un rejunte de emociones. Incluso la magia alrededor suyo parecía conflictuada.

“Gracias por permitirnos la oportunidad de estar aquí,” le dijo Ethan. “Fue algo grandioso de presenciar.”

Gabriel asintió. “Ustedes tomaron un riesgo que no todos hubieran tomado.”

“Era lo mínimo que podíamos hacer,” dijo Ethan.

Gabriel me miró. “Fuiste por ella. Te arriesgaste a tí misma para sacarla del peligro, para salvaguardarla.”

“Hice lo que cualquiera hubiese hecho.”

“Salvaste una vida.” Las palabras eran entusiastas, pero aún así había algo filoso en su tono, algo no muy feliz en su expresión.

Él parece bastante conflictuado por ello, le dije a Ethan.

“Estás. . . preocupado por algo?” le preguntó Ethan.

Sacudió su cabeza. “Estaré en deuda con Merit,” dijo. “He pagado parte de ella – lidiando con los Breckenridge y su infundada animosidad.”

Ya conocíamos esa parte – Gabriel la había confesado cuando visitó la Casa Cadogan. No tenía idea de a qué deuda él estaba haciendo referencia, pero debía de ser algo, pensé, relacionado con la familia. Ya sea la suya o la mía, Manada o vampiros, no lo sabía.

Y supuse que no había daño en preguntarlo. “Qué deuda deberás?”

“No puedo develar eso, Centinela. El futuro es fluido. Puedo ver las ondas a lo lejos en el agua, pero eso no significa que el futuro sea inmutable, que los eventos no puedan ser alterados.” Los cambiaformas eran diferentes de los hechiceros en ese aspecto; los hechiceros profetizaban cada vez que podían, aunque las profecías en sí mismas eran, usualmente, difíciles de comprender.

“Puedes darme una pista? Tú mencionaste algo acerca de la familia. La tuya? La mía?”

Gabriel alzó la vista hacia el salón. Seguí su mirada hasta la mujer que estaba en pie al borde del mismo, amigos o conocidos a su lado. Su oscura cabellera estaba suelta alrededor de su rostro, sus mejillas rozagantes, sus manos dando soporte al inflamado vientre. Esta era Tonya, su mujer, y Connor, su hijo, o futuro miembro del clan Keene y de la Manada Central Norteamericana. Un futuro líder?

“No estaré revelando demasiado,” dijo, “al sugerir que la seguridad de mi familia yace en tu esfera de influencia.”

Estuvimos todos en silencio por un momento, el peso de dicho pronunciamiento entre nosotros. No estaba segura de si debería estar halagada de que Gabriel me considerara capaz de proteger a su familia – o preocupada por la responsabilidad que yacía sobre mis hombros.

“Por otro lado, las Manadas no deberían cargar con el peso de mis deudas hacia otros.” Tragó con dificultad. “No puedo ofrecer ninguna garantía acerca de las alianzas. Todo lo que puedo decir es que no descartaré de lleno la idea. Eso es todo lo que puedo ofrecer.”

Y con esa simple sugerencia – la idea de que puede que estuviese dispuesto a considerar una alianza con los vampiros – Gabriel Keen hizo historia.

“Antes de irnos,” dije, llevándonos de regreso a las preocupaciones actuales, “has oído acerca de la motocicleta de Tony? De los resultados de las pericias?”

Asintió. “Sé que hallaron residuos de pólvora.”

“Has sabido algo de él?” Ethan preguntó.

“Ni una palabra. Por qué?”

“Nos preguntábamos si se ha hecho responsable por lo del bar,” dijo Ethan, “tal vez intente adoptar una oposición abierta en contra tuyo o de la convocatoria. Si él estuvo involucrado, y realmente está intentando dar vuelta el balance de poder, ése sería el camino lógico a seguir.”
Gabriel frunció el ceño, luego sacudió la cabeza. “No hemos sabido de él, y el lugarteniente de Tony tampoco ha sabido de él. Asumo que ha ido bajo tierra para salvar su trasero.”

“Esa es una posibilidad,” acordó Ethan.

La mirada de Gabriel viró al tiempo que Fallon le hacía señas desde el otro lado del salón. “Tengo que irme. Los veré mañana en la noche.”

Sin mediar otra palabra, se volteó y caminó de regreso a la barra, dejándonos a Ethan y a mí mirándolo.

Ethan no esperó antes de llegar a la mejor parte. “Puede que él no haya ofrecido una alianza formal, pero eso es por lejos, lo más cerca que hemos llegado a una.”

“Somos un buen equipo,” dije con una sonrisa descarada.

Él bufó, pero había una sonrisa en su rostro.

“Ahora que nos he metido en una comida de la Manada y tal vez tirado en tu regazo una alianza, voy a echar un vistazo al buffet.”

“Acabas de comer.”

Le dí una mirada sardónica. “Soy un vampiro con un metabolismo más rápido que una bala. Además, ese plato era pura carne y guarnición. No recibí el postre.”

“Ve,” dijo, despachándome con una mano. “Vete a buscar chocolate.”

Sonreí ampliamente, luego marché hacia el gigantesco buffet.

Era aún más impresionante de cerca de lo que lo había sido a la distancia. La comida era casera, desde las humeantes cacerolas con guisos y vegetales asados a las tortas de glaseado rosado y cubiertas de coco. Le apunté directo hacia los postres, recogiendo un plato pequeño y tenedor en el camino para almacenar mi recompensa.

Los problemas llegaron llamando tan pronto coloqué una galleta casera sobre mi plato.

“Vampiro, eh?”

Eché un vistazo al cambiaformas que había hablado. Era alto y de hombros amplios, su espesa oscura cabellera recogida en una coleta baja. La mayor parte de su cara estaba cubierta por una densa barba.

“Sip,” dije gentilmente, ofreciéndole una sonrisa. “Vampiro.”

Gruñó, luego se inclinó hacia mí, el aroma a cuero, whiskey barato, y humo de cigarros moviéndose con él. “Te crees que eres la gran cosa, verdad? Pequeña vampiro?”

La predisposición de Gabriel de extender su amistad a los vampiros era claramente una moción para nada unánime. Pero esa amistad estaba en juego, de modo que mantuve mi creciente ira para mí misma y me desplacé un par de pasos por la mesa.

“Simplemente estoy tomando algo de postre,” dije con ligereza. “Luce delicioso.”

Hizo un par de resoplidos al estilo de un jabalí, como si le asombrara que tuviese el descaro de ignorar su intento por sacarme de quicio. “Te estaba hablando,” dijo finalmente, su voz baja y amenazadora.

“Y yo estaba cortésmente ignorándote.” Hice acopio de mi bravuconería y le deslicé una mirada de advertencia. “Soy una invitada en esta casa, y planeo actuar como una. Tal vez tú deberías de hacerlo también.”

Ése fue el final de la discusión – porque su siguiente paso fue físico. Se extendió y tomó mi brazo, entonces me jaló hacia adelante, lanzando maldiciones a medida que se movía. Me eché hacia atrás para intentar liberar mi brazo, tirando el plato en mi mano. Se cayó al suelo e hizo añicos, las migajas y porcelana desparramadas por el piso.

Pero antes de que pudiera reaccionar, él se había ido.

Porque antes de que pudiera reaccionar, Ethan tenía al hombre por el cuello de su camisa y lo estaba empujando hacia la pared.

“Mantén tus manos lejos de ella,” dijo entre dientes apretados.

Con un rápido giro de sus manos, el cambiaformas apartó bruscamente los brazos de Ethan, luego le dio un poderoso empujón para medirlo. “Quién carajo te crees que eres?”

Ethan trastabilló hacia atrás un par de pies, pero se aventó hacia adelante rápidamente otra vez, aparentemente en el intento de ir por una segunda vuelta con el tipo. “Te le llegas a acercar nuevamente, y responderás ante mí, al demonio con la Manada.”

Asombrada de tener semejante conciencia política, me extendí y tomé su brazo, luego lo arrastré de manera que él y el cambiaformas ya no estuvieran frente a frente. “Ethan,” susurré encarnizadamente. “Cálmate.”

Gabriel se abalanzó hacia nosotros, Fallon y Adam detrás suyo.

“Que demonios está sucediendo aquí?”

El salón de baile se tornó completamente en silencio, todos los ojos sobre los vampiros creando el caos en medio de su fiesta.

El cambiaformas hizo rodar sus hombros, como descartando el insulto, luego señaló a Ethan. “Estaba teniendo una conversación con este vampiro, y luego este imbécil me empujó. Y ahora voy a empujarlo yo.”

Gracias a Dios que era un vampiro, como si esa dosis extra de fortaleza fuera lo único que me permitiese contener a Ethan. Él hizo otro amague, lo suficientemente potente como para arrastrarme un par de pies antes de que pudiera detenerlo otra vez.

Adam y Fallon saltaron entre los dos, listos para intervenir si lo intentaba de nuevo.

Ethan, le dije mentalmente. Detente! Ya es suficiente!

“Él la agarró,” dijo Ethan rechinando los dientes, luego se sacudió bruscamente de mi agarre. “Estoy bien.” Pasó sus manos sobre su cabello. “Estoy bien, y tú necesitas poner a tus cambiaformas bajo control.”

Gabriel miró fijo a Ethan, su expresión feroz, con sus manos apretadas en puños. La magia se alzó nuevamente, una nube sofocante, como si estuviera decidiendo nuestro destino.

Maldije mentalmente, asumiendo que éste era el fin de nuestra distensión con los cambiaformas.

Pero justo entonces, Tonya se paró detrás suyo. Con una mano sobre su estómago, estiró la otra para tocar la espalda de Gabriel. Como si respondiera a sus preocupaciones, Gabriel miró entre Ethan y yo. Y luego de un momento, observé al entendimiento suavizar la furia de su rostro.

Él se había dado cuenta de que Ethan casi había se había tirado sobre uno de sus miembros de la Manada porque ese miembro de la Manada casi se había sobre mí.

Luego de un momento de silencio, Gabriel dio un paso hacia Ethan, luego se inclinó como si le ofreciera un consejo a un colega. “Si quieres que esta amistad funcione, entonces te mantendrás a raya. Entiendo tus razones,” dijo, pausando para dar énfasis, “pero esta clase de mierda no trascenderá. No con mi Manada. No con mi gente.”

Ethan asintió, su vista fija sobre el piso.

La voz de Gabriel se suavizó. “Vas a estar preparado para trabajar en la convocatoria mañana?”

“Por supuesto.”

Luego de un instante, asintió. “Entonces te tomaré la palabra, y esos es suficiente para mí.” Se enderezó nuevamente. “Hemos terminado aquí,” anunció al salón. Se terminó. Terminó, y todo está bien, así que regresemos a la cena, quieren?” A continuación tomó la mano de Tonya y se acercó a mi agresor, sujetando con una gran mano sobre su hombro. “Vayamos por un trago y conversemos acerca de los buenos modales.”

A medida que se movió entre la multitud, el ruido ensordecedor y las conversaciones comenzaron a envolvernos nuevamente.

“Deberíamos irnos,” dijo Ethan.

Asentí y le dejé guiarme fuera.




Estuvo en silencio en su camino hacia el auto. Ese silencio y la consiguiente tensión espesó el aire en el coche hasta que estuvimos bien lejos de la propiedad de los Breckenridge y en nuestro camino de regreso a Hyde Park.

Había visto su proteccionismo dos veces ya. Sus gestos habían sido poderosos, pero también habían puesto intranquilidad entre nosotros – como si los gestos fueran demasiado poderosos para una relación tan nueva y verde como la nuestra.

“Mi reacción estuvo fuera de lugar,” finalmente dijo.

“Pensaste que iba a lastimarme.”

Ethan sacudió su cabeza. “He estado criticando a Morgan. Me he quejado de que él sobrerreacciona. De que permite que sus emociones se entrometan en el camino de las necesidades de su Casa.”

Mi estómago se revolvió, y tuve la enfermiza sensación de que sabía hacia dónde iba esta conversación. “Ethan,” dije, pero él sacudió su cabeza.

“Si Morgan hubiese hecho semejante escena, lo habría sacado. Lo habría sacado a rastras por la puerta principal y le hubiese recordado sus obligaciones. Sus deberes hacia su Casa y el resto de los suyos. Francamente me sorprende que Gabriel no haya tomado acción por cuenta propia.”

Gabriel no lo había hecho, pensé, porque con un toque, Tonya le había recordado a Gabriel la razón, Ethan había actuado así – por mí.

“Te metiste para protegerme. Es comprensible.”

“Es inaceptable,” contrarrestó.

Esa palabra golpeó como un puñetazo, y di vuelta mi cara hacia la ventana del acompañante para que él no pudiera ver las lágrimas que comenzaban a llenar mis ojos. Sin importar su gran gesto en casa de los Breck, Ethan estaba preparando su excusa.

“Podría haber puesto en peligro todas las propuestas de Gabriel, destruido toda la buena armonía que él ha estado construyendo entre cambiaformas y vampiros, a causa de mi reacción. Así como así,” agregó, chasqueando sus dedos.

A continuación se calló por un momento.

“Ha pasado mucho tiempo desde que me ha importado alguien. Desde que he permitido al instinto tomar el control.” Su voz se suavizó, como si hubiera olvidado que yo estaba en el auto. “Debería haberlo visto venir. Debería haber considerado la posibilidad de que reaccionara en esa forma.”

Se suponía que apreciara la admisión de que le importaba cuando se estaba ahogando en el arrepentimiento por ello?

“Qué si Gabriel sí ofreciera una alianza, amistad, a causa de lo que hiciste con Berta? Si continuáramos nuestra relación, y nuestras emociones se interpusieran en el camino, se enmarañaran y derivaran en el mismo resultado que entre tú y Morgan – qué sucedería entonces? Toda la amargura? Los malos sentimientos.”

Qué se suponía que dijera? Se suponía que discutiera con él? Que le recordara del éxtasis físico? Que le reafirmara que él no era Morgan, y que nuestra relación era diferente?

“Si formamos una alianza con la Manada, habremos hecho historia. Habremos hecho una alianza que es única en la historia. Y ahora mi reacción ha puesto esa alianza en riesgo. Si así es como voy a reaccionar, entonces no estoy listo para esto – tal vez no sea capaz de esto. No cuando el bienestar y la seguridad de la Casa está en riesgo.” Estuvo en silencio por un momento. “Hay trescientos vampiros de Cadogan, Merit.”

Y yo soy una de esos trescientos, pensé, y me forcé a realizar la siguiente pregunta. “Entonces, qué estás diciendo?”

“Estoy diciendo que no puedo hacer esto. No ahora. Las cosas están uy frágiles.”

Esperé para hablar hasta que estuviese segura de que mi voz no titubeara. “No quiero simplemente pretender que no sucedió.”

“No tengo el lujo de recordarlo. Una chica no es razón suficiente para tirar por la borda mi Casa.”

Tragué ante el nudo en mi garganta y, con las lágrimas secándose sobre mis mejillas, tomé mi decisión. Había desairado los avances de Ethan cuando él había ofrecido sólo sexo. Pero había cedido cuando dijo que me necesitaba.

De hecho, había decidido que yo era desechable.

Me sentí estúpida – ingenua. Pero no le podía dejar que lo vea, así que sellé mi corazón y me encontré con que podía hablar con ese mismo tono frío que él empleaba. “Has cambiado de parecer antes. Si lo terminas ahora y cambias de parecer nuevamente, no regresaré. Me quedaré como Centinela, pero sólo como tu empleada. No como tu amante.”

Le tomó un momento el responder . . . y romperme el corazón.

“Entonces es un riesgo que tomaré.”



* * *


Nos dirigimos a casa en silencio, interrumpido sólo por el recordatorio de Ethan de que nos encontraríamos con Luc antes del amanecer para discutir la convocatoria. Me las ingenié para no tirarme hacia la consola y acelerar por él, pero tan pronto como estuvimos estacionados en el garage, salté fuera del coche y me dirigí hacia las escaleras del sótano y salí por la puerta principal nuevamente.

Faltaban horas aún hasta el amanecer, y no podía pasarlas en la Casa.

Estaba demasiado avergonzada como para quedarme allí, demasiado humillada de haber sido tan informalmente dejada ante la posibilidad de la floreciente amistad de Ethan con Gabriel. Me había entregado porque el salir conmigo ponía en riesgo su lazo con la Manada.

Un lazo que, vaya ironía, yo había ayudado a crear.

Me metí en mi auto y me dirigí al norte atravesando el río, con la esperanza de que la distancia ayudase a aliviar el dolor. Al menos no tendría que llorar dentro del rango de audición de los vampiros de Cadogan.

Debí haberlo sabido. Debía de haber sabido que él no sería capaz de adaptarse, que siempre escogería la estrategia por sobre el amor, que sin importar las palabras que usara, él aún era el mismo frío chupasangres.

Consideré llamar a Noah y aceptar el unirme a la Guardia Roja justo en ese instante, aceptar ser compañera de Jonah para vigilar a los Maestro, para juzgarlos, para tomar acciones cuando cayeran por debajo de su potencial. Pero esa era una traición a la que todavía no podía comprometerme. Ethan tenía sus razones para decidir que una relación entre nosotros no funcionaría. Aún cuando no estaba de acuerdo con ellas, las entendía.

Nada de eso, desafortunadamente, paliaba la vergüenza, la sensación de que me había ofrecido y había sido hallada deficiente, la sensación de que ser puesta a un lado era completamente a causa mía.

Y más importante todavía, la sensación de que por haberme puesto del lado de Ethan, me había enfrentado a una de las dos personas en el mundo que me amaba incondicionalmente.

Ese arrepentimiento me envió hacia Wicker Park, siquiera segura de si ella estaría allí, pero sin una mejor idea. Aparqué fuera de su estrecha casa de piedras rojizas, subí las escaleras, y llamé a la puerta.

Ella la abrió un segundo después. Su cabellera azul estaba más larga y ahora le llegaba a los hombros. Tenía puesta una pollera sencilla y una camisa de manga corta, los pies descalzos, sus uñas pintadas en un arcoiris de colores, desde el índigo al rojo.

Su sonrisa se desvaneció casi al instante. “Mer? Que pasa?”

A pesar del discurso que había planeado en el camino, un ‘Lo siento’ repleto de arrepentimiento fue todo lo que pude ingeniármelas para largar fuera. “Lo siento tanto, tanto.”

Mallory me examinó de arriba a abajo antes de encontrar mi mirada nuevamente. “Oh, Merit. Dime que no lo hiciste.”

TRADUCIDO POR NUESTRA GENIAL CHLOE♥

Perdón por si encuentran algún error again, por temas de no querer demorar más el capitulo se subió sin revisar. Pero ya lo haremos con este y el anterior para cuando armemos un solo documento. Ademas chicas, diganme si Chloe no es maravillosa, ha tenido problemas con su mano y aca esta trayendo un nuevo capi ♥ Sos genial :D

Beeesos y espero que lo devoren lentamente, por nuestro bien...

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Twice Bitten- Capítulo 11



CAPÍTULO ONCE: TODOS EN FAMILIA

La finca Breckenridge-y era una finca-estaba ubicada en las afueras de Illinois en Chicago, así que tuvimos que conducir para llegar. Sabiendo que tendríamos tiempo de sobra para hablar, esperé hasta que estuvimos en el auto antes de soltar las noticias sobre Celina.

“Morgan vio a Celina antes de que viniera a Cadogan,” Le dije. “Le dio una nueva medalla Navarro. Ella la estaba usando cuando me atacó.”

“Triste de decir, eso no me sorprende enteramente. Alguna otra información?”

“Morgan no cree que esté todavía en la ciudad. Apuesta que partió hacia Europa. Pero que si está aquí, piensa que probablemente esté en un lugar elegante.”

“Eso encajaría con el modo de ser de Celina.”

“Por mucho que odie admitirlo, una vez que la conminada haya terminado, probablemente necesitemos empezar a tomar algunos pasos activos para, no lo sé, minimizar el daño que ella podría causar?”

“No hay mucho que podamos hacer en ese sentido, dada la inutilidad del PG. Escogieron liberarla, después de todo.”

“Lo sé. Pero si el PG no va a evitar que enloquezca a las Casas y a la Manada, eso es precisamente porque necesitamos tener alguna idea creativa.”

“Tal vez,” dijo, luego se detuvo. “Se me ocurre que fue un error animarte a que salieras con Morgan.”

Contuve una sonrisa. “Estás admitiendo que te equivocaste?”

“Sólo en una manera de hablar. Hay tensión entre ustedes dos que nos hubiéramos ahorrado si no hubieran salido. Apenas pueden soportar estar en la misma habitación juntos.”

Mi estómago se revolvió un poco por su conclusión, y me pregunté si la próxima oración que saliera de su boca sería algo parecido a, Y hablando de relaciones poco aconsejables. . . Pero si tenía alguna preocupación sobre nosotros, no dijo nada.

“Bueno, es agua debajo del puente ahora,” dijo.

“Sabes, una vez me dijiste que él era demasiado humano. No estuve de acuerdo en ese momento, siendo recientemente humana yo misma, pero ahora lo entiendo. Él es inteligente, capaz, divertido-“

“Quizás ustedes deberían estar saliendo.”

“Ha. Pero puede ser realmente infantil. Ha sido un vampiro por cuarenta años. Debería haber pasado la adolescencia y la crisis de la mediana edad.”

“Centinela, hay hombres que han sido humanos por cuarenta años, quienes no han pasado la adolescencia y la crisis de la mediana edad.”

Le dí un punto por eso. También se me ocurrió que en realidad no había oído el teléfono de Ethan sonar. “Fingiste una llamada telefónica para dejarnos a Morgan y a mí a solas?”

“No lo hice. Aunque pensé que les haría bien a los dos aclarar los aires.”

“Ya veo. Quién llamó?”

“Catcher, desafortunadamente. La unidad forense comprobó la moto de Tony. Encontraron pólvora en el tanque, y en el asiento.”

“Hmm. Eso no lo une al tiroteo totalmente; no luce bien dadas las circunstancias. Han Tony o su Manada tomado crédito por el ataque?”

“No que yo esté enterado,” Ethan dijo. “Planeo preguntarle a Gabriel esta noche.”

Ethan encendió la radio, y escuchamos una estación pública durante el recorrido. Los edificios y estacionamientos le cedieron paso eventualmente, a los árboles y terrenos, y el château francés ubicado en el medio de la estancia Breckenridge llena de acres. Ethan entró en el largo camino, flanqueado hoy, por docenas de motos dispuestas en dos filas. Éstas eran un interesante contraste con la mansión de lujo, con sus chimeneas, techo inclinado y pálida piedra.

Ethan aparcó el coche al final de una de las filas de motos. Dudé, preguntándome si llevar la katana conmigo. Sostuve la funda, la pregunta en mi expresión.

“Tráela,” Ethan dijo, anudándose su propia espada. “Si el ataque al bar estaba dirigido a Gabriel, no podemos estar seguros de que un miembro de la Manada no estuvo involucrado.”

“Suficientemente justo,” dije y anudé la mía, también.

Caminamos el resto del camino hasta la puerta principal. La última vez que habíamos estado aquí, un asistente de guantes blancos nos había ayudado a salir del auto, y la Sra. Breckenridge-la mamá de Nick-nos había esperado dentro.

Hoy, nuestra bienvenida fue un poco diferente.

Ella abrió la puerta con fuerza, luego apoyó una mano en su cadera. “Lo tengo, Sra. B,” gritó, nos miró expectante. Era alta y en forma, llevaba una remera ajustada. Botas negras hasta la rodilla, cubriendo sus apretados jeans, y sus cortas uñas estaban arregladas y pintadas en con un negro brillante. Una docena de aros penetraban cada oreja, y sus muñecas estaban tatuadas con tribales pareciendo brazaletes. Tenía delicados rasgos y los mismos ojos dorados de Gabriel, su cabello era una masa de rizos bañados por el sol, que caían hasta sus hombros.

Otro Keene, supuse.

Me dio una rápida mirada, luego cambió su mirada a Ethan. “Sullivan?”

Ethan inclinó su cabeza. “Y Merit.”

“Están en el lugar adecuado,” ella dijo.

“La Sra. B dijo que ya habían pasado la parte de la invitación vampírica, así que extendió la invitación por esta noche o lo que sea.”

Se adentró, sosteniendo la puerta abierta para permitirnos entrar. “Vamos, entren.”

Ethan entró; yo lo seguí, captando una nube de perfume de cítricos y especies mientras pasaba a la chica.

“No escuché tu nombre,” Ethan dijo.

Ella extendió una mano. “Fallon Keene.”

“Ethan Sullivan,” dijo él, sacudiendo su mano.

Se volteó hacia mí.

“Merit,” dije, haciendo lo mismo.

“Le diré a Gabe que están aquí,” dijo, luego nos miró torcido. “Vampiros en una fiesta de la Manada. Esta es definitivamente una nueva era.” Su tono fue lo suficientemente abierto, que no estaba segura si aprobaba o desaprobaba esta nueva era.

La respuesta de Ethan no fue tan equívoca. “Esperemos que sí. Esperemos que sí.”

La casa rebosaba de gente, felicidad y terrosa, magia picante. Hombres y mujeres, comían y bebían, hablaban mientras niños corrían de aquí para allá entre ellos, dicha en sus expresiones, juguetes en mano. Las puertas del elegante salón de baile estaban abiertas, y un largo buffet lleno de comida estaba alineado contra una pared. Parecía más una reunión navideña que una última (pre-convocación) cena.

“Merit!”
Antes de que pudiera reaccionar, Jeff estaba frente a mí, brazos a mi alrededor, sus labios presionados en mi mejilla. “Estamos tan contentos, de que estés aquí.”

Sonreí y lo abracé en respuesta. Asumí que su júbilo tenía que ver con su enamoramiento por mí, al menos hasta que llegó a Ethan y le dio el mismo aplastante abrazo. Ethan, impotencia en su rostro, me miró. Le guiñé en respuesta.

“Esto es enorme, ustedes estando aquí,” Jeff dijo, liberando a Ethan y retrocediendo un paso. “Enorme. Nunca hemos tenido vampiros en una cena antes.”

“Esto es absolutamente una cena,” Ethan dijo, su mirada escaneando la multitud.

“Esto es fabuloso. Ustedes dos deberían obtener algo para comer. Conocieron a Fallon?”

Asentí. “Nos encontró en la puerta. Es la hermana de Gabriel?”

“Su única hermana. La segunda en la línea de sucesión al trono, por así decirlo,” Jeff confirmó.

“La mayoría del resto de ellos están aquí esta noche.” Apuntó a través de la multitud a varios hombres con melena de león, todo de ellos compartiendo el cabello leonado de los Keene. Adam levantó la vista y saludó, hoyuelos animándose en las comisuras de su boca. Dos jóvenes niños, con autos de plástico en mano, corrieron repentinamente entre nosotros, dejando sonidos de vroom en su despertar.

“Es una ocasión de dicha,” Ethan observó.

“Estamos juntos,” Jeff dijo. “Una familia, reunida. Esa es una buena razón para celebrar, incluso si la ConManada significa que deberíamos dejarlos a ustedes.” Me miró con preocupación en sus ojos. “No me quisiera ir. No quisiera tener que abandonarte.”

“Lo sé,” lo conforté, luego apreté su mano. “No quisiera que te fueras.”

Sus ojos se agrandaron, un rubor carmesí subiendo repentinamente por sus mejillas.

“En un modo Platónico, Jeff. En un modo de querido amigo.”

“Menos mal,” dijo, sus hombros balanceándose de alivio. “En realidad quería hablarte sobre eso.”

Por el rubor en sus mejillas, hice una suposición. “Jeff, hay alguien más?”

Ofreció algunos inciertos ums y uhs, pero cuando su mirada retrocedió entre la multitud-y siguió al cabello rizado de Fallon Keene a través del salón-obtuve mi respuesta.

“Ella lo sabe?”

Volvió la mirada hacia mí, y el rubor juvenil se había convertido en algo mucho más maduro. “Por supuesto que sabe. Tengo un juego muy serio, Merit.”

Me incliné y presioné un beso en su mejilla. “Sé que lo haces, Jeff. Ahora, además de tu romance con Fallon Keene, que hay en la agenda esta noche?”

Jeff se encogió. “Esto es casi todo. Recordar. Disfrutar de la companía del tro. Gabe dirá algunas palabras después. Y comida, por supuesto.” Alzó sus cejas. “Has visto el buffet?”

“Sólo desde este lado del salón.”

Jeff chasqueó su lengua a Ethan. “Si vas a hacer lo correcto con ella, mejor consíguele un plato.”

Con eso, desapareció entre la multitud. Ethan y yo nos quedamos de pie allí en silencio por un momento. “Debería suponer que él es mi competencia?”

“Entonces estarías en lo cierto.” Le deslicé una mirada. “Tienes una estrategia para atraerme mejor?”

Sonrió lentamente, maliciosamente. “Creo que he demostrado mi valor atrayéndote, Centinela.”

Gruñí, pero por dentro sonreí, por la réplica inesperada, y mucho más divertida. Estábamos realmente juntos? Estaba esto realmente sucediendo?

“Bueno, adivino que podría seguir su consejo. Estás hambrienta?”

“Lo suficientemente sorprendente, no en este momento.”

“Los milagros nunca cesarán?”

“Ja,” dije, luego escaneé la masa de cambia formas. Padres cargando niños, platos eran pasados entre miembros de la familia, y enamorados abrazados. “Esta no es una típica fiesta Breckenridge.”

“Mis padres hacen todo tipo de fiestas,” dijo una voz detrás de mí.

Ambos miramos hacia atrás. Nick Breckenridge-alto, oscuro, y guapo-estaba de pie detrás nuestro, manos en sus bolsillos. Llevaba una oscura camisa abotonada, las mangas arrolladas, y jeans oscuros. Su cabello tenía un corte César, sus ojos eran azules. Tenía una nariz romana y una frente pesada, y era guapo en el modo en que lo era un solado espartano-estoicamente hermoso.
Por el momento, estaba manteniendo un agarre estoico en sus emociones. Ya veríamos cuánto duraba eso. . .

“Vengadora Encoletada?” Pregunté en voz alta.

“No fue mi idea.”

“Asumo que la historia no lo fue, tampoco?”

Nick asintió con su cabeza. “El editor originalmente se la dio a alguien más. Los convencí de que la historia sería una carga para escribir y se la quité de las manos. No necesitamos que un periodista emprendedor se metiera alrededor del bar, preguntándose sobre los chicos en chaquetas de la NAC.!

“Fue horriblemente pro-Casa Cadogan. Y pro-Centinela.”

“Es posible que me haya apurado a juzgar,” Nick dijo. “Soy capaz de admitir cuando me equivoco. Pero, más importante, mantiene el foco en los vampiros-“

“Y fuera de los cambia formas?” Terminé.

Asintió.

“Entendible. No sabía que estabas trabajando para el diario.”

“Solo por cuenta propia por ahora.” Nick miró entre Ethan y yo. “Es una gran cosa, ustedes estando aquí. Gabriel vetándolos.”

“Es lo que hemos oído,” Ethan dijo. “Y apreciamos la oportunidad.”

Se quedaron en silencio por un momento, midiéndose uno al otro, asumí, y debatiendo si hacer la paz o la guerra.

“Hablando de Gabriel,” dije, haciendo un gesto hacia el salón, “es esto una forma de reparar las vallas?”

“Como tu sabes, fui el principal motor detrás de algunos efectos por los que no está emocionado,” Nick estuvo oscuramente de acuerdo, “pero espero que eventualmente pueda recuperar su confianza. Este es un paso en esa dirección. Y sobre la ConManada, no creo que la Manada vote por quedarse.”

“Es una posibilidad que se vayan,” Ethan dijo. “Y si ese es el voto que ellos hacen, supongo que descubriremos el modo de adaptarnos.”

Me pregunté si los Brecks tendrían que adaptarse, también. Por lo que había visto, ellos no parecían típicos cambia formas-sin Harleys y sin cuero. En cambio, ellos eran una familia con un fuerte lazo con Chicago y con lazos más fuertes con su tierra.

“Si ellos votan por irse,” Le pregunté, “ustedes se irían? Tomar a Michael, Fin y Jamie, con tus padres y dirigirse al norte?”

“No puedo contestarte eso.”

Incliné mi cabeza hacia él. “Porque es un secreto?”

“Porque no lo sé.”

Había derrota-y culpa-en su voz. Era la culpa de un hombre que quería creer, pero que no se había decidido realmente si actuar como seguidor del líder.

Incluso considerando el drama que Nick le había creado a los vampiros, mi corazón se apretó por simpatía. La duda era una cosa cruel, aterradora.

Nick se liberó de futuras predicciones al separarse la multitud. Pude ver unas cuantas personas volteándose en nuestra dirección, y luego Berna estaba frente a nosotros, habiéndose abierto paso entre los cambia formas, con un plato rebosante de comida en mano. Se desbordaba por un surtido de carnes, verduras y un rollo de repollo hervido colocado en la cima como una cereza en un helado.

Los cambia formas a nuestro alrededor quedaron en silencio y voltearon sus miradas a las dos mujeres de pie, enfrentándose: yo, la alta delgada vampiro con una oscura coleta y brillante funda roja, y Berna, la baja, mujer con forma redonda, cabello blanqueado y dedos nudosos, sus brazos extendidos con la ofrenda.

Empujó el plato hacia mí. “Come.”

Comencé a replicar, pero el veneno en sus ojos me hizo pensarlo dos veces. “Gracias Berna. Fue muy considerado de tu parte traerme un plato.”

“Humph,” dijo, luego sacó un tenedor del bolsillo del pecho de su camisa de algodón. Me lo entregó, también. Le deslicé una mirada a Ethan, y con su asentimiento-y para la diversión de los cambia formas que observaban el intercambio-hundí el tenedor en la cazuela de papas, y tomé un mordisco.

Mis ojos se cerraron mientras saboreaba la mezcla de las papas, mantequilla, páprika y más crema de la que debería estar permitida en un solo plato.

“Oh Berna. Esto es increíble.

“Mmm-hmm,” ella dijo, auto-satisfacción en su voz. Abrí mis ojos para verla voltearse en sus talones y alejarse, la multitud tragándola nuevamente.

Tragué otro bocado de la cacerola, luego apunté el tenedor hacia Ethan. Lo miró por un momento, pero, con mi propia mirada amenazadora, se inclinó.

Medio segundo después, sus ojos se cerraron para disfrutar el bocado.

“Te lo dije.” Le dije, luego tomé de regreso el tenedor.

“Tienes un don.”

“Lo sé, cierto?” Dije ausente, pero ya estaba lejos otra vez, a la deriva en un mar de carbohidratos.

Después de un rato, Nick se fusionó de regreso en la multitud, y Ethan se alejó para hacer una llamada, dejándome en el medio de la Manada. Ahí fue cuando Adam hizo su acercamiento. Estaba vestido de forma casual-una fina camisa de algodón sobre sus jeans, gruesas botas, y una larga cadena con un pendiente celta alrededor de su cuello.

“Ustedes dos parecen estar impactando,”dijo ”Berna no cocina para muchos. Sé que aprecia lo que hiciste por ella.”

“Estoy simplemente contenta de haber podido llegar a tiempo,” dije, luego asentí hacia la multitud alrededor de nosotros. “Parece que todos están pasando un gran momento.”

“Usualmente lo hacemos. Este es el tipo de cosas que hacemos en casa. Grandes reuniones, parrilladas, ese tipo de cosas.”

“He oído que Gabriel vive en Memphis. Es allí donde tú vives, también?”

Adam sonrió con malicia, labios curvándose, con sus profundos impertinentes hoyuelos. Supongo que podrías haberle llamado su sonrisa lobuna, ya que había algo definitivamente predador en ella. “Vivo en donde sea que quiero.”

“Eres nómade, o solamente le temes al compromiso?”

Esta vez sonrió con dientes. “Quieres probarme?”

Bufé. “Ya tengo suficientes problemas manejando a los vampiros en mi vida.”

“Cómo sabes que los cambia formas no seríamos más fáciles de manejar?”

“No es sobre cuán fáciles o difíciles son de manejar. Es sobre controlar a las personas que necesitan que las controlen. Prefiero una existencia libre de drama.”

“Probablemente no te deberías haber convertido en vampiro.”

“No tuve exactamente elección.”

Eso lo detuvo. Su sonrisa cayó, remplazada por una expresión de leve mórbida curiosidad. “No tuviste opción? Pensé que los vampiros tenían que tomar juramentos? Consentir la transformación o algo así?”

Aparté la vista y humedecí mis labios nerviosamente. Aunque la ciudad entera sabía que había sido convertida en vampiro, los detalles de mi cambio-el detalle de que no lo había consentido particularmente-eran sólo sabidos por muy pocos. Había hecho la declaración sin pensar. . . pero no estaba segura de estar preparada para decirle a este chico la verdad, con o sin hoyuelos.

“Habían más consideraciones que el drama,” le dije, esperando que eso contestara su pregunta lo suficiente para evitar que pregunte más. “No era sobre convertirme en vampiro.” Era sobre mantenerme con vida. “Esa es la realidad para unos cuantos de nosotros.”

Cuando miré hacia él nuevamente, había algo sorprendente en sus ojos-respeto.

“Eres una luchadora,” concluyó. “Una guerrera de algún tipo.”

“Soy Centinela de la Casa,” dije. “Una guardia, en un modo de hablar.”

“Un caballero entre reyes?”

Sonreí. “Algo como eso. Y cómo pasa sus horas de vigilia, Sr. Keene? Además de cortejar chicas con esos hoyuelos?”

Bajó la vista tímidamente, pero no me lo compré, definitivamente no cuando levantó su mirada nuevamente, sonriendo con malicia. “Soy un hombre de simples placeres, Sra. Centinela.”

“Y cuáles son esos?”

Se encogió de hombros negligentemente, luego ondeó una mano a un hombre que pasaba con tazas plásticas con jugo en una bandeja. Para familia, supuse. Adam agarró dos, luego me entregó una.

“La próxima vez que tomemos una bebida, lo haré más elegante. Cuáles son mis oportunidades?•

Tomé un sorbo del cálido jugo de manzana. “De cero a ninguna.”

Se rió de buena gana. “Tomada?”

“Y sin interés.”

“Ouch,” dijo, soltando la palabra, “eres del tipo descarado. Me gusta eso.”

A pesar de mí misma, sonreí. No estaba tentada por su oferta-y de hecho, al parecer, estaba tomada-pero eso no lo hacía menos adulador. Adam Keene era una combinación letal de buena apariencia, encanto y un trasfondo de maldad.

“También soy del tipo curioso,” Admití. “Y en los pocos minutos que hemos estado aquí, has evitado cada pregunta personal que te he hecho.”

Sostuvo su mano libre en el aire. “Lo siento, lo siento. No pretendí ser evasivo. Eres un vampiro; yo soy un cambia formas. Y aunque me encanta la vibra Romeo y Julieta nosotros tendemos a ser un poco cautelosos cuando se trata de contestarle a los colmilludos.”

“Puedo entender eso,” Asentí. “Pero eso no me hace menos curiosa.”

“Eres obstinada, no es verdad?”

Estaba escuchando eso demasiado últimamente. “Lo soy,” Admití. “Intentemos nuevamente. Qué disfruta hacer, un cambia formas como tú, en su tiempo libre?”

“Bueno,” dijo, bajando la vista al suelo y parpadeando mientras lo consideraba. “Hago parrilladas. Un poco de levantamiento. Ondeo bastante bien la guitarra.”

Levanté mis cejas.

“Ondeas una guitarra? Es decir, lanzarla?” Me había imaginado a dos hombres en un intercambio de artes marciales mixtas, sacando la mierda del otro con guitarras acústicas, madera y cuerdas volando.

Soltó una risita. “Ondear es tocar. Yo molesto con una de doce cuerdas. Nada formal. Algo solamente para relajarme, quizá de vuelta en el terreno con una cerveza, mirando las estrellas.”

“Eso suena como una buena manera de pasar la noche.” Me pregunté dónde estaba ubicado ese terreno. “De dónde eres?” Pregunté otra vez.

Hizo una pausa, jugando con el borde de la taza de plástico, luego levantó la vista hacia mí. “Tenías razón sobre Memphis,” dijo finalmente. “Tenemos una guarida en el Lado Este-fuera de la ciudad, así el brillo no se cruza en el camino de las estrellas.” Frunció el ceño. “Es raro estar aquí-gran ciudad, montón de cosas para ver, y me gusta el agua-pero no hay estrellas.”

“No muchas,” estuve de acuerdo. “Pero no he visto realmente muchas de ellas de todos modos. He vivido en New York y en California.”

“Parece que te agrada el concreto.”

“Parece ser de ese modo. Aunque la idea de estar al aire libre en el terreno con una cerveza en mano suena bastante bien ahora, también.”

“Ese es exactamente el punto, no lo es?”

Incliné mi cabeza hacia él. “Qué quieres decir?”

Adam hizo un gesto hacia el salón. “Esto. Todo esto. Todos podríamos estar en el terreno con una cerveza en mano. En vez de estar haciendo esto, estando en una elegante casa en Chicago, esperando para discutir sobre el futuro.” Se encogió de hombros. “Haré lo que Gabe me pida hacer, pero entiendo la urgencia de regresar a casa.”

“Hablando del drama, ha habido alguna noticia de Tony? Ha aceptado la responsabilidad del ataque? De retar a Gabriel?”

Adam sacudió su cabeza. “No hasta donde yo sé. Pero esa es una pregunta para Gabriel,”

“Tu sabes, creo que acabamos de tener una verdadera conversación. Eso no estuvo tan mal, no es cierto?”

Levantó una mano hasta su cuello. “Mi carótida parece estar intacta, entonces, no, no fue tan duro.”

“No todos nos lanzamos de cabeza para abrir una vena, sabes.”

Bueno, a menos que me pusieras en una habitación con Ethan Sullivan.


TRADUCIDO POR LU ♥


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Perdón si hay algún error, no me dio el tiempo de revisarlo ya que tengo que seguir estudiando.

Besos!

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Twice Bitten- Capítulo 10



CAPÍTULO DIEZ: EL REGRESO DE MI (EX-) NOVIO

La oficina de Morgan era una amplia habitación rectangular que tenía vista hacia el patio trasero de la Casa Navarro, un pequeño pero bien cuidado espacio acuñado entre los edificios de la cuadra. La entera pared del fondo era una lámina de vidrio, el jardín detrás bien iluminado para facilitarle al Maestro una visión del espacio-y para facilitarle a cualquier vampiro Navarro en el lugar una visión de su Maestro. Era definitivamente, el tipo de arquitectura de Celina, su oficina, un escenario para el público de vampiros en el jardín trasero.

Altos paneles de seda carmesí colgaban de cada extremo de la ventana, probablemente para ser soltados en las horas de luz. El resto de la oficina era elegante y moderna y mucho menos femenina. En el fondo de la habitación había un escritorio de cristal, sobre el cual se encontraba una computadora blanca y una gran variedad de accesorios blancos de oficina. Dos sillas negras ultramodernas de acero estaban ubicadas frente a él, y un área de living con modernos muebles, que mis padres probablemente hubieran apreciado-buena línea, pero no luciendo muy cómodos-estaba ubicada en el otro extremo de la habitación. La oficina estaba prácticamente vacía de adornos, libros y objetos de colección. No estaba segura si era debido al moderno diseño, o simplemente porque Morgan, quien solamente tenía setenta años, no había tenido tiempo para coleccionar mucho.

El Maestro vampiro estaba de pie con su espalda hacia la puerta, enfrentando al vidrio. Nadia dijo suavemente, respetuosamente, “Liege. La comitiva de la Casa Cadogan.” Él miró por sobre su hombro.

Su cabello oscuro parecía haber crecido pulgadas desde la última vez que lo había visto, a pesar de que eso había sido solo una semana atrás. Se agitaba alrededor de su profundos, oscuros ojos azules y las largas cejas negras sobre ellos. Había un montón de hombres guapos en el mundo, y un montón de hombres con hermosos ojos. Pero los de Morgan eran diferentes.

Soñadores, los había llamado yo, porque su mirada parecía hundirse en ti, invitándote, tentándote, con su profundidad.

Esa mirada rozó a Nadia, luego se oscureció cuando vio a Ethan y se nubló completamente cuando me vio a mí. Morgan tenía una personalidad dramática, pero apagó las emociones en su rostro-rabia, traición, tristeza-lo suficientemente rápido.

Tal vez estaba cambiando al modo Maestro después de todo.

Se volteó. “Gracias, Nadia,” dijo, y Nadia asintió y abandonó la habitación. Desde sus reacciones deferentes, estaba obteniendo la sensación que el Maestro vampiro de Navarro ocupaba un diferente tipo de posición que el Maestro de Cadogan. O quizá la deferencia era sólo parte de ser segundo de un Maestro vampiro-ser aquiescente hasta que la corona era entregada a ti. Malik, después de todo, generalmente parecía aplazar a Ethan.
Y hablando de Ethan, corona firmemente en mano, ofreció su táctica de apertura. “Merit no ha tenido contacto con Nicholas Breckenridge en lo que se refiere a la historia. Ningún contacto en absoluto, de hecho, desde el incidente.”

Morgan me miró. “Es cierto?”

Asentí.

Caminó hasta su escritorio, luego tomó asiento. Ethan hizo un gesto hacia el las ventanas. “Puedo?”

“Sé mi invitado,” Morgan dijo secamente. Cambiaron lugares, lo que todavía me dejaba de pie entre ellos. Poético, pensé.

“Sabes que Gabriel nos visitó después de que el chantaje fue aclarado?” Ethan preguntó, su mirada en el patio detrás.

“Lo sé ahora. También sé, gracias al Sun-Times, que tú y Merit aparentemente realizaron una visita a un bar en el Barrio Ucraniano. Te importaría iluminarme?”

Ethan giró, brazos cruzados sobre su pecho. Supuse que no había mantenido a Morgan al tanto sobre nuestras interacciones con los cambia formas. No es que eso me sorprendiera; él tendía a mantener los detalles para sí mismo.

“Gabriel nos pidió que estuviéramos presentes en una pre-reunión de los alfas. Le hicimos un favor.”

Morgan se recostó en su silla y cruzó sus manos detrás de la cabeza. “Por qué los quería allí?”

“Por seguridad, fundamentalmente. También quería que vampiros estuvieran presentes, individuos que les recordaran a los cambia formas el propósito de la convocación.”

“Mmm-hmm,” Morgan dijo, luego levantó una copia plegada del Sun-Times. “Parece ser que no lograron la mejor seguridad.”

La mandíbula de Ethan se tensó. “El ataque fue externo. Uno de los líderes de la Manada se fue. Disparos alcanzaron al bar unos pocos minutos luego de eso. Es posible que esas dos cosas estén conectadas, pero Gabriel parece tener sus dudas. Ellos están investigando.” Ethan se detuvo y bajó la vista, como si estuviera contemplando cuánto decirle a Morgan.

Ethan, yo sabía, tenía sus dudas sobre el temperamento de Morgan, sobre su habilidad para mantenerse en calma y realizar el tipo de decisiones políticas difíciles que necesitaban ser tomadas.

Levanté la vista hacia Morgan y encontré su mirada surcada en mí, su cabeza inclinada hacia un lado. Podría haber hablado silenciosamente conmigo; aunque solamente un Noviciado y el Maestro que lo hizo se suponen tienen la capacidad de hablar telepáticamente, Morgan y yo habíamos establecido esa conexión cuando él había retado a Ethan por una ofensa imaginaria contra Celina. Tal vez no quería hablar. . .

Él simplemente tenía sus propios puzzles que desentrañar.

La mirada de Morgan saltó repentinamente de regreso a Ethan. “Así que los lobos invitaron a las ovejas dentro de su guarida.” Agitó el diario en el aire.
“Te ahorraré el discurso sobre la necesidad de mantener a todos los Maestros de Chicago informados, Ethan, ya que dudo que eso haga alguna diferencia.”

Un punto para el Maestro novato, pensé, incluso aunque tuviera razón-y por lo tanto fuera de suerte. Un discurso de Morgan no iba a detener a Ethan de ocultar información debido a sus estrategias.

“Si los ayudamos,” Ethan dijo, cansancio en su voz-probablemente desde que no estaba acostumbrado a que sus decisiones fueran cuestionadas por esos de su mismo rango- “que es lo que haremos, les mostraremos nuestra disposición a actuar como una comunidad supernatural unificada. Les hacemos un favor, y nosotros, tal vez, obtengamos un favor en retorno.”

“Si ellos realmente los necesitan por seguridad,” Morgan dijo, “podrías tener razón. Pero los cambia formas pueden cuidarse a sí mismos. Dos vampiros con espadas no cambiará eso, incluso si la visten a ella en cuero de prostituta.”

Tuve que trabajar para mantener la rabia fuera de mi rostro. Ethan podía ciertamente ser frío, pero Morgan podía ser francamente detestable.

“Tu opinión es notada,” Ethan dijo planamente. “Y actuaremos como lo consideremos en el mejor interés por nuestra Casa.”

“Oh, somos conscientes de eso,” Morgan respondió, luego arrojó el diario a través de la habitación. Con la ayuda de la fuerza vampírica de Morgan, voló a través del aire, comprimido como un Frisbee, finalmente descansando en los pies de Ethan. Ethan bajó la vista hasta él, luego levantó su mirada al Maestro Navarro nuevamente.

“Nada en el artículo fue nuestro hacer,” dijo. “No teníamos idea lo que estaba siendo escrito, y no tuvimos comunicación con el autor.”

Tomó un paso amenazador hacia delante, sus ojos fríos y brillantes.

“Pero, más importante,” dijo, su voz una octava más baja, “nada de la información en el artículo es incorrecta. Es posible que desees esconderte detrás de tu posición como Maestro, pero recuerda la Casa de la cual surgiste. Celina es responsable de la muerte de humanos, muertes no relacionadas con su necesidad de sangre. Muertes que al parecer provocó porque los humanos eran peones convenientes en su búsqueda de poder. Puedes encontrar que la negación sea conveniente, pero ella era la Maestro de esta Casa, y esta Casa llevará la carga de las decisiones que ella tomó, por más horribles que sean esas decisiones, por más pesadas que sean esas cargas. Si quieres cambiar la percepción pública de la Casa, entonces cambia la Casa. Hazla tu Casa, una Casa de honor, una Casa que se extiende a otras comunidades, una Casa que defiende a todos los vampiros en vez de levantar las armas para esa que nos ha hecho a todos perjuicios con sus actos. Un profundo perjuicio,” agregó.

Morgan se sentó en su silla por un momento, luego tragó. La habitación quedó en silencio, al menos hasta que el celular de Ethan zumbó. Abrió los bolsillos de su chaqueta de traje hasta que lo encontró, luego lo sacó y miró la pantalla. Levantó la vista hacia Morgan. “Podría retirarme a tomar ésta?”

Morgan se quedó quieto por un momento. La puerta de la oficina se abrió y Nadia entró.

“Liege?” preguntó. La debió haber llamado telepáticamente.

“Ethan necesita tomar una llamada. Lo llevarías a tu oficina?”

“Por supuesto,” dijo. Sonrió e hizo un gesto hacia la puerta. Ethan caminó fuera y ella hizo lo mismo, luego cerró la puerta detrás de sí, dejándonos a Morgan y a mí solos en su oficina.

Juntos.

Mantuve mi mirada en el suelo, tratándome de hacer invisible.

Sin más preámbulos, Morgan habló. “Cómo están las cosas entre ustedes dos?”

Teniendo en cuenta el rubor de mis mejillas, me alegré de haberme volteado hacia la ventana, pero ignoré el trasfondo de su pregunta. “Creo que tenemos una muy buena relación de trabajo.”

“Eso no es a lo que me refería.”

“No,” corregí, no dispuesta a responder respetuosamente cuando él no conseguía llevar una conversación civilizada conmigo, “eso no era lo que querías oír, pero eso responde tu pregunta.”

“Oí que lo atacaste. Fue eso provocado por nuestra conversación?”

“Fue provocado por Celina atacándome en la calle.” No ofrecí detalles, asumiendo que Ethan al menos lo había puesto al corriente del regreso de su ex Maestro a Chicago.

Hubo silencio por un momento, lo suficientemente largo que miré a Morgan.

Había arrepentimiento en su expresión.

“Tú sabías,” adiviné, volteándome hacia él. “Sabías que ella estaba de regreso, y no le dijiste a nadie.” Y luego recordé lo que había visto cuando Celina me atacó. “Ella estaba usando una nueva medalla Navarro. Pasó por aquí,” Dije con repentina comprensión. “Ella vino a la Casa, y tú la viste. Así fue como obtuvo la medalla.”

Morgan bajó la vista al suelo, su mirada cambiando entre derecha e izquierda mientras preparaba su alocución. “Ella construyó esta Casa,” dijo tranquilamente. “Es mi Maestro, y ella construyó mi Casa. Me pidió una medalla para reemplazar la que le habían quitado.”

Cuando levantó su mirada hasta la mía, pude ver el conflicto en sus ojos. El realmente quería honrar al vampiro quien le había dado la inmortalidad, hacer lo correcto para ella. Pero no estaba segura que darle refugio a una criminal-Maestro o no-era el modo correcto de hacerlo.

Y con pensamientos como ese, tal vez yo estaba lista para pensar sobre la membresía en la Guardia Roja. . .

“Todavía está en Chicago?”

“No lo sé.”

Actué como Ethan, arqueándole una ceja en respuesta a Morgan.

“Honestamente,” dijo, ambas manos levantadas, “le dije que no se podía quedar aquí. Le dije que no la reportaría al PG, pero que no podía quedarse aquí.” Y luego algo interesante pasó-hubo un repentino brillo en sus ojos, un signo de digna estrategia de Maestro. “Pero no prometí no decirte.”

Amable de su parte poner esa carga sobre mí, pero no había nada que hacer sobre eso ahora.

“Alguna idea de dónde pueda estar?”

Morgan se recostó en su silla. “Nada específico. Pero es Celina-ama la moda, la elegancia.” Señaló la oficina a su alrededor. “Un ejemplo, este lugar es prácticamente un museo.”

“Un homenaje en su nombre?”

Morgan me miró, humor en sus ojos, y por un momento vi la cosa que me había atraído de Morgan en primer lugar. Aunque Ethan se quejaba sobre Morgan siendo “demasiado humano,” era la humanidad que despertaba su precoz sentido del humor y que alimentaba su compasión por su ex-Maestro, aunque no lo tuviera merecido.

“Algo como eso, si,” dijo. “Si ella ha decidido acampar en Chicago, tienes que esperar que sea en un lugar agradable. No compartiría un fourplex. Tienes que buscarla en Hyde Park, Gold Coast, Streeterville. Algún lugar con portero, un ascensor, vista. Un penthouse. Un condominio en el Lago. Una mansión de los años dorados. Algo como eso. Pero no creo que se haya quedado aquí. Su rostro estuvo por toda la televisión, y hay simplemente demasiados ojos en la tierra.”

No estaba segura de creerme el argumento de que había viajado de regreso a los Estados para herirme, y luego había despegado a Europa nuevamente. Pero entonces, Celina no estaba exactamente operando bajo las mismas reglas que el resto de nosotros. “Entonces donde piensas que está?”

Morgan dejó salir una respiración. “Honestamente? Apostaría por Francia. Allí es de donde viene, y permaneciendo en Europa mantiene a la Policía y al PG fuera de su camino.”

Dejando mis dudas de lado, él tenía razón. “Bueno, aprecio la inteligencia.”

Se encogió de hombros. “Qué harás ahora?”

“Le diré a Ethan.” No estaba segura de lo que Ethan querría hacer, aunque el hecho de que había una chance, sin importar cuan pequeña, de que Celina estuviera todavía en Chicago era algo que probablemente él querría investigar después de la convocación. Pero por hoy teníamos suficiente en nuestro plato.

“Por supuesto que lo harás,” Morgan dijo. Y allí estaba el inconveniente de su humanidad-esa sarcástica, petulancia de adolescente.

“Deberías recordar que él es mi Maestro. Así que todo ese respeto que tu le muestras a Celina, yo se lo muestro a él.”

Morgan se sentó derecho nuevamente, luego giró su silla para enfrentar los papeles desparramados en su escritorio. “Y estoy seguro que su relación es completamente profesional, ya que siempre te pones de su lado.”

“Me pongo del lado de Cadogan. Ese es el punto de ser Centinela.”

“Lo que sea,” dijo. “Atacaste a Ethan.”

“Lo hice.”

“Y sin embargo, estás aquí.” Me miró de arriba abajo, la mirada que una vez había encontrado innegablemente atractiva asumiendo una inclinación incómodamente lasciva. “No hubo castigo para la mascota del profesor?”

“Fui castigada,” le aseguré, incluso si estaba de acuerdo en que ser nombrada la Presidente Social de la Casa, hasta para un introvertido, era uno liviano. Por otra parte, Celina estaba libre después de un ataque violento. Quizá los estándares de castigo vampírico eran simplemente bajos.

“Mmm-hmm.” Dijo.

“Entiendo que no estés feliz, pero podemos tratar de trabajar juntos sin los ataques?”

Morgan abrió su boca para retrucar, pero antes de que salieran palabras, la puerta de la oficina se abrió. Ethan entró, metiendo el celular en su bolsillo.

“Tenemos algunas cosas de que encargarnos,” dijo, mirando entre nosotros, “si hemos terminado aquí?”

Morgan me miró por un momento antes de finalmente voltearse hacia Ethan. “Aprecio que hayan pasado por aquí.”

“Tal vez todos necesitamos recordar que hay tres Casas en Chicago.” Ethan dijo, “y que esas Casas no son enemigos.” Con esto se volvió hacia mí, me atrajo, e hicimos nuestra salida.

TRADUCIDO POR LU ♥

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Twice Bitten- Capítulo 9



CAPÍTULO NUEVE: VOLUNTARIAMENTE DENTRO DE LA GUARIDA


Estaba en mi camino de regreso al vestíbulo – bañada y vestida en jeans y una camisa manga corta negra con un elegante cuello Mandarín, katana y el medallón de Cadogan completando mi conjunto – cuando mi celular sonó. Inmediatamente lo saqué, esperando que fuera un mensaje de texto de Mallory.

Era un mensaje, pero no proveniente de un viejo amigo – sino de uno nuevo en potencia. Noah había enviado una simple pregunta: “TODAVÍA DECIDIENDO?”

Dado que definitivamente aún lo estaba haciendo, borré el mensaje – y la evidencia.

“Buenas noches, solcito.”

Eché un vistazo detrás de mí, a la escalera, mientras deslizaba el teléfono de vuelta a mi bolsillo. Lindsey estaba rebotando escaleras abajo, su rubia coleta botando mientras se movía. Hoy estaba de servicio y claramente preparada para un día en el Cuartel de Operaciones de la Casa, vestida toda en negro Cadogan, con su katana encintada a su lado.

Llegó al recibidor, luego caminó hacia mí y apoyó sus manos sobre sus caderas. “No luces ni remotamente tan cansada como esperaba estuvieras. Tal vez él era la cura para lo que te afligía.”

Me le quedé mirando. “Perrdón?”

Rodó sus ojos. “Oh, vamos, Mer. Todos los escuchamos a ustedes dos anoche, y parte de hoy, en realidad. Pero gracias a Dios, diría. Ya era hora de que ustedes concretaran el hecho.”

No obstante su aprobación; un rubor, impulsado por la profunda mortificación, ascendió por mi rostro. “Nos escuchaste?”

Sonrió. “Sacudieron los cimientos. Lanzaron un montón de magia al aire.”

Estaba demasiado aturdida para hablar. Se me había ocurrido que podría haberse corrido la voz, por Margot o algún otro, de que había estado en los apartamentos de Ethan. No se me había ocurrido que las personas pudieran habernos oído, o sentido la magia que derramamos.

“Santo cielo,” murmuré.

Lindsey me dio unas palmaditas en el brazo. “No te sientas avergonzada. Ya era hora de que ustedes dos hicieran la bestia de doble espalda. ”

Tuve que trabajar para formar las palabras. “Hay tantas cosas mal con esa declaración, que no sé por dónde comenzar.”

“Comienza por los detalles, Sister Sledge . Cómo estuvo? Cómo estuvo él? Era tan fenomenal como todas pensamos que sería? En serio. No escatimes detalles, anatómicos o de los otros.”

“No te daré ningún detalle. Anatómico o de los otros,” agregué, antes de que pudiese modificar su pedido.

Había disgusto en su expresión. “No lo puedo creer. Lo hiciste con el Maestro y piensas tener los labios sellados al respecto?” chasqueó su lengua. “Eso es penoso. Al menos dame los pormenores de la charla posterior. Ya están oficialmente juntos ahora? Están saliendo? En una relación? Qué?”

“Bueno, en verdad no profundizamos en los detalles, pero él aún estaba allí cuando desperté esta noche. Ningún arrepentimiento nocturno posterior, hasta donde tengo entendido. Y él sabe que no estoy interesada en un amorío. He dejado eso bien claro.” Sonreí un poco.

Me devolvió la sonrisa. “Ésa es mi chica. Vaya manera de demostrarle quién el es el jefe.”

“En verdad estamos debatiendo quién es el jefe en esta Casa?”

Nos volteamos en simultáneo. Ethan estaba en parado al pie de las escaleras, cabello dorado alrededor de su cara, manos en los bolsillos, el periódico bajo el brazo.

“Buenas noches, mi querido Liege. Cómo estuvo su día?”

Ethan alzó una ceja a Lindsey, luego me miró. “Linda camisa. Tenemos que hacer un breve desvío antes de tomar para lo de los cambiaformas.”

“Oh,” entonó a sabiendas Lindsey. “Van a la Casa Navarro?”

“Vamos a la Casa Navarro,” confirmó Ethan.

Parpadeé. Cuando mencionó ‘desvío’, inmediatamente imaginé ir por un regalo para los anfitriones; un viaje a la Casa Navarro no figuraba en la lista. Nunca antes había estado allí, y la idea de ir ahora no me emocionaba. Y por qué no, se preguntan? Breve reseña: estaría enfrentando a un ex novio por primera vez desde nuestra separación oficial, del brazo del hombre con que él pensó que lo había estado engañando, y a sólo horas de realmente haber tenido sexo con él.

Fabuloso.

“Ella sabe?” preguntó Lindsey, meneando su cabeza hacia mí.

“Estoy aquí parada. Si sé qué?”

“Voy a contarle,” dijo Ethan. “Pero estamos cortos de tiempo. Olvidé llamar a Luc – por favor dile que quiero hablarle antes del amanecer para revisar los planes para la convocatoria.”

“Sí, si Sr,” pero se inclinó hacia mí antes de partir. “En verdad, bien hecho. Y lo digo en serio.”

Le sonreí y alcé una mirada inquisitiva hacia Ethan. “Qué necesito saber? Y por qué vamos a Navarro?”

Gesticuló para que lo siguiera, luego se dirigió hacia las escaleras del sótano. Cuando me alineé con él, sacó el periódico de debajo de su brazo. Era una copia del día del Chicago Sun Times. La abrió, a continuación la giró hacia mí.

“Oh mi Dios,” murmuré, quitando el periódico de sus manos.

El titular en la primera página – de la primera plana – decía, VENGADORA ENCOLETADA SALVA BENEFACTORES EN UN TIROTEO. Una foto mía asistiendo a Berna en la ambulancia estaba emplazada bajo el titular. Y había una sorpresa más – la segunda línea. Nick Breckenridge estaba listado como el autor del artículo.

Al tiempo que cuidadosamente tomaba las escaleras detrás suyo, leí la primer parte de la historia, la cual hablaba del tiroteo y mi trabajo de emergencia. Hasta ahí todo bien, pero no tenía idea de por qué Nick Breckenridge, de entre toda la gente, lo había escrito. No era que el escribir un artículo de primera plana no fuere lo suyo; él era un reportero inquisitivo con una reputación impecable. Simplemente yo no le agradaba mucho.

“Cómo – por qué?”

“Tal vez viraste la marejada Breckenridge – de animosidad a reportaje de primera plana.”

Nos detuvimos junto a la puerta del sótano. “Esto no puede ser pleitesía de un héroe. Ya sabes lo que Nick siente acerca de mí.”

“Escuchaste la vacilación de Gabriel cuando mencionó la casa de los Breckenridge. Tal vez, como Nick y Gabriel están aún en deuda. Después de todo, Gabriel sí se disculpó. No estaba exactamente emocionado de que Nick estuviera molestando a los vampiros.”

“Bien, ero convencer a un reportero ganador del Premio Pulitzer de escribir una historia glorificando a un vampiro – vampiro con el que él no está particularmente feliz – requeriría de mucha presión. No estoy segura de que Gabriel quisiera desperdiciar capitales políticos en mí. Además, no puedo imaginar que él haya puesto presión sobre Nick para colocarnos en la primera plana del Sun Times. Gabe no desea esa clase de atención. Levantaría demasiadas preguntas acerca de por qué vampiros armados estaban en el bar, o arriesgarse a que los paparazzi piensen que hay un nuevo punto de encuentro vampírico de última moda. Él definitivamente no querría eso. Tiene que existir otra razón.”

Y esa misteriosa razón me hacía preguntarme qué precio tendría que pagarle a Nick. No estaba segura de si era mejor o peor que él hubiese escrito esa nota porque tuvo un empujoncito nada sutil de su jefe. “Probablemente de la misma manera en que me sentiría si recibiera el empujón de un Maestro,” mascullé.

“Qué fue eso?”

“Nada. Qué tiene esto que ver con ir a la Casa Navarro?”

“La historia se torna considerablemente más desagradable a medida que avanza.”

“Como cuán desagradable?”

“Le recuerda al lector que los vampiros de la Casa Navarro no fueron ni remotamente tan, digámosle filantrópicos, como los vampiros de Cadogan.”

“Habla de los asesinatos en el parque?” Aquellos fueron el resultado de la cruzada asesina de Celina a través de los parques de Chicago. . . y el campus de la UC (Universidad de Chicago). Se suponía que yo fuere la segunda víctima, al menos antes de que Ethan me encontrara.

Él asintió. “Por eso es que Morgan desea vernos. Dado que estás destacada en el artículo y eran amigos con Nick, probablemente asuma que tuvimos algo que ver con esta creación.”

Llamarnos amigos le daba a mi relación con Nicholas Breckenridge muchísimo más crédito del que merecía.

Ethan ingresó su código, luego abrió la puerta del sótano.

“Y cómo te sientes acerca de lo que dice el artículo?” pregunté, siguiéndolo hacia el garaje.

“Bueno, evidentemente estoy saliendo con la Vengadora Encoletada, así que bastante feliz por ello.”

Me detuve para ofrecerle una mirada mordaz. Cuando me pasó de camino al auto, con una sonrisa presumida en su rostro, puse mis ojos en blanco. Pero a duras penas lo sentía. Después de todo, él había dicho ‘saliendo’.

Unos minutos más tarde estábamos en camino, el silencio reinaba en el Mercedes mientras terminaba de leer la historia. El artículo se leía como un texto elemental sobre Cadogan y Navarro, desde las posiciones de liderazgo a sus historias. También mencionaba que una mujer llamada Nadia era la nueva Segunda al Mando de Morgan. No sabía que él había promovido a alguien. Por otro lado, no había pensado realmente en preguntarle al respecto.

Esa omisión probablemente dijera mucho acerca de nuestra falta de potencial como pareja.

“De dónde sale la información?” pregunté, alzando la vista y dándome cuenta de que habíamos pasado de Hyde Park a Lake Shore Drive. Navarro estaba localizada en la Costa Dorada de Chicago, un área de cursis viviendas citadinas, condominios, y mansiones próximas al Lago y al norte del centro de Chicago.

“Ésa fue mi segunda pregunta,” respondió Ethan en forma sombría, “justo por detrás de preguntarme qué impolíticos actos nuestro joven Maestro de Navarro pudo haber tomado luego de verlo.” Me echó un vistazo. “Has hablado con él recientemente?”

“No desde la pelea.”

Hubo un momento de silencio en el auto, la tensión evidenciada por el tenue zumbido de magia. “Ya veo,” dijo.

Había desaprobación en su voz. Me tensé, anticipando una discusión. “Hay algo que quisieras decir acerca de eso?”

Cuando miró, su expresión era suave. No pude distinguir si era forzada o no.

“En absoluto,” dijo. “Pero puede que se añada a su irritación de haber visto el artículo.”

Pensé en las cosas que Morgan había dicho en nuestras últimas dos conversaciones, las acusaciones que había lanzado, la condescendencia de su tono. “Seeh, él probablemente no vaya a estar en el mejor de sus ánimos.”

“Alguna sugerencia?”

“A parte un completo ajuste de actitud, se te ocurrió de casualidad traer contigo algunos pedacitos de esa torta de mousse de chocolate?”


La Casa Cadogan era una histórica mansión de Hyde Park transformada en una residencia vampira – una belleza restaurada.

La Casa Navarro, por otro lado, era grande, chillonamente blanca y abarcaba la esquina de uno de los fragmentos más costosos en bienes raíces de la ciudad. Eran cuatro pisos de altura y se caracterizaba por una gigantesca torreta en una esquina, la fachada completa envuelta en la misma clase de mármol blanco.

“Creo que su torreta es más grande que nuestra torreta,” dije mientras Ethan estacionaba en la acera.

“Celina siempre ha tenido predilección por lo dramático,” estuvo de acuerdo.

Puse una mano sobre su brazo al tiempo que caminábamos hacia la puerta principal, la cual estaba toda menos oculta, por masivos y frondosos árboles. Se detuvo y echó un vistazo abajo, a mi mano, luego hacia mí.

“Uno de nuestros desacuerdos – entre Morgan y yo. . .” elegí mis palabras, tratando de descifrar una manera de explicarlo sin ser demasiado, para usar los términos de Lindsey, anatómica.

“Morgan pensó que tú y yo estábamos involucrados. Con anterioridad, quiero decir.” Me detuve allí, con la esperanza de que Ethan haya entendido el punto de manera que no tuviese que detallar exactamente de qué Morgan me había acusado de estar haciendo con Ethan.

“Ah,” dijo. “Ya veo.”

“No lo estábamos, por supuesto, pero no se convencía. Así que, en adición a las otras razones por las que no estará feliz de verme, puede que no vaya a estar muy emocionado de verme contigo.”

Ethan lanzó un semi bufido, luego subió las escaleras. Sin siquiera llamar, abrió la puerta del frente y me hizo señas para que ingresara.

“Qué es tan gracioso?” le pregunté cuando lo alcancé.

“La ironía. Por acusarte de semejantes actos lascivos, él consiguió la mismísima cosa que buscaba evitar.”

“No estoy segura de si lo llamaría ‘lascivo’. ”

Ethan se reclinó, sus labios en mi oído. “Yo, Merit, definitivamente diría ‘lascivos’. ”

No pude detener la sonrisa que elevó una esquina de mi boca, o el rubor que calentó mis mejillas.

“Además,” susurró Ethan, siguiéndome dentro de la Casa, “he decidido que si el artículo del Sun Times no encabeza su listado de acusaciones hacia nosotros hoy, hay menos esperanzas en sus habilidades como Maestro de las que pueda haber imaginado.”

No había habido seguridad afuera de la Casa Navarro, ninguna verja de tres metros, ningún hada mercenaria manteniendo un ojo vigilante sobre el perímetro. Los vampiros de Navarro se ahorraban esa diversión para el vestíbulo. . . pero los guardias no eran del tipo fornido que había esperado.

Tres mujeres estaban sentadas tras un mostrador semicircular de recepción hecho de cristal y acero que estaba justo por detrás de la entrada. Cada mujer estaba posicionada frente a un elegante monitor de computadora. Todas tenían el cabello oscuro y grandes ojos marrones, y todas vestían ceñidas chaquetas blancas de traje. Cada una llevaba su cabello recogido pero con un estilo diferente – de izquierda a derecha, extravagantemente abombado, coleta de caballo, y prolijo rodete.

Levantaron la vista al tiempo que entramos, luego comenzaron a susurrar y digitar en sus respectivos teclados.

Presumo que éstas son las Guardianas? Silenciosamente pregunté.

Bien podrían ser las Moiras de los Griegos , respondió.

“Nombre,” dijo la que estaba en el medio, elevando la vista del monitor para observarnos con suspicacia.

“Ethan Sullivan, Maestro, Casa Cadogan,” dijo Ethan. “Merit, Centinela, Casa Cadogan.”

Las otras dos mujeres dejaron de tipear y me miraron. Sus expresiones denotaban un rango de emociones – disgusto, curiosidad, pura apreciación femenina. Todas las emociones, asumí, motivadas por las idas y vueltas que había tenido con su ex Maestro, Celina, y su actual, Morgan. Iba cero a dos en cuanto a Maestros de Navarro.

“Identificación,” dijo la mujer más cercana a Ethan. Metió su mano dentro de su chaqueta y sacó una tarjeta del bolsillo interno de la misma, luego con dos dedos se la pasó a la mujer. Ella le echó un vistazo, a continuación comenzó a tipear con avidez.

Pensando que íbamos a estar aquí un buen rato, aproveché para escarbar a fondo. . . y me sorprendí.

La habitación frontal que estaba abierta era enorme, dos escaleras encontrándose en un balcón en el segundo piso. El atrio completo estaba abierto hasta el techo, el salón coronado por un enjaulado al estilo invernáculo de tragaluces victorianos. Aunque esas cosas parecían demasiado europeas para mí, la decoración lucía como si hubiese sido tomada de un museo de arte moderno. No había demasiado en la forma de los muebles o adornos, y las pocas cosas que había tenía una cualidad escultural. Había un sofá tapizado en cuero blanco, una mesita de café que consistía en un gigantesco, curvilíneo núcleo de madera laqueada, y luces empotradas destellando sobre imponentes lienzos de arte pop y fotografías en blanco y negro. Todo ello estaba dispuesto entre relucientes pisos de mármol blanco y paredes igualmente blancas.

“Esto es - ,” comencé, mi vista sobre un cuadro que parecía representar los agarres de goma que encajan en los lápices número dos, pero no hallé palabras para describirlo.

“Si,” dijo Ethan. “Definitivamente lo es.” Se movió a mi lado, probablemente no acostumbrado a tener que esperar por un servicio, luego miró nuevamente a las chicas. “Nos aguardan.”

Sin mirar para arriba, la chica en el centro apuntó un dedo con su larga uña hacia atrás nuestro. Ambos nos volteamos. Un banco situado en un rincón junto a la puerta principal, tres aparentemente aburridos y sobrenaturalmente atractivos vampiros lo llenaban – dos mujeres y un hombre entre medio. Todos vestían trajes y tenían maletines en sus regazos. Todos perfectamente pulcros, pero había cansancio en sus ojos y en la caída de sus hombros. Parecía como si hubieran estado aquí un buen rato.

“Fabuloso,” mascullé.

Ethan soltó un suspiro, pero su sonrisa retornó cuando se volteó para enfrentar a los Detinos otra vez. “A su conveniencia,” dijo con grandilocuencia.




Al final resultó ser que, su conveniencia fue siete minutos más tarde. “Merit,” la chica de la derecha finalmente dijo. Miré hacia su mano extendida, la cual contenía un identificativo plástico translúcido del tamaño de una tarjeta de crédito. Tenía la palabra VISITANTE estampada de un lado, y portaba un holograma de una abeja de alas amplias – un símbolo de las raíces francesas de la Casa, pensé, pero traducido en la tecnología del siglo XXI.

“Sofisticado,” dije, luego abroché la tarjeta sobre el dobladillo inferior de mi camisa.

“Nosotros también tenemos pases de visitas,” Ethan murmuró, como si le ofendiera la posibilidad de que la Casa Navarro fuera más organizada. Aceptó el broche y lo incorporó a su traje, luego miró expectante a la mujer.

Silencio.

Hizo señas hacia las escaleras. “Deberíamos simplemente - ”

“Nadia bajará para guiarlos,” dijo la del medio.

“Estamos agradecemos por su ayuda,” dijo Ethan, luego se movió hacia el centro de la habitación.

“Necesitamos un atrio de cuatro pisos,” le dije.

“La Casa Cadogan es perfecta tal y como está. No la cambiaremos para que se ajuste a los antojos de una Centinela arquitectónicamente envidiosa. Ah!,” añadió alegremente, “aquí está ella.”

Miré para arriba.

Una mujer estaba bajando al trote por las escaleras, una delicada mano sobre el barandal de mármol al tiempo que se deslizaba hacia nosotros.

No – no sólo una mujer. Una supermodelo. Era una completa belleza sin ningún esfuerzo. Sus ojos eran amplios y verdes, su nariz recta y delgada, sus pómulos altos. Su cuerpo era largo y elongado, y estaba vistiendo leggings, con botas altas a la rodilla, y una blusa larga tejida con una faja. Era la clase de conjunto que podría haber usado mientras vagaba por las calles de Manhattan en mis días de universitaria. Su cabello era largo y castaño mediano, y se derramaba por sus hombros como seda. Me incliné hacia Ethan. “Podrías haberme avisado del hecho de que la nueva Segunda al Mando de Morgan fuera prácticamente una chica de portada.”

“Celosa otra vez?”

“Ni siquiera un poco,” respondí con sequedad, luego le di un codazo en las costillas. “Pero tú estás jadeando, Sullivan.”

Ofreció un fingido uff ante el codazo, luego, con la mano extendida, caminó hacia Nadia.

“Ethan,” dijo Nadia con una beatífica sonrisa, tomando su mano. Intercambiaron besos en la mejilla y susurros que hicieron que algo se revolviera dentro de mi estómago. Esos serían los celos entrando en acción, silenciosamente pensé.

“Nadia, esta es Merit, mi Centinela,” dijo, gesticulando hacia mí. Nadia me miró resplandeciente, luego extendió ambas manos.

“Merit,” entonó, inclinándose para besar mi mejilla también.

“Es un placer conocerte.” Su voz arrastraba el más leve dejo de acento francés, y su perfume era exótico. Por partes iguales complejo y anticuado, como algo que elegirías en una boutique en algún perdido distrito Parisino. Una armonía de flores, limones, potentes especias y la luz del sol, todo junto embotellado.

“Mi Liege está en su oficina, ¿si gustan seguirme?”

Ethan asintió y me alineé tras Nadia, quien trotó nuevamente escaleras arriba, su cabellera rebotando sobre sus hombros mientras se movía. En verdad – era como estar viendo un comercial de shampoo. Al final de las escaleras, giramos a la izquierda, luego tomamos por un amplio corredor de mármol otros nueve o diez metros. La puerta estaba abierta. Solté un respiro y me preparé para el drama.


TRADUCIDO POR CHLOE♥


Gracias por sus comentarios♥

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Twice Bitten- Capítulo 8

Hoy me siento un alma caritativa por eso pienso hacer este aviso:

SI ALGUNA PERSONA QUE SIGUE LA TRADUCCIÓN SUFRE DE PROBLEMAS CARDÍACOS ABSTÉNGASE DE LEER EL SIGUIENTE CAPÍTULO, YA QUE PROBABLEMENTE LE CAUSARÁ UN INFARTO, TAMBIÉN PUEDE CORRER EL RIESGO DE SUFRIR UN ATAQUE DE ANSIEDAD EL NO LEERLO. PERO ESO QUEDA EN LA DECISIÓN DE CADA UNO..

A LOS VALIENTES..

DEVÓRENLO!




CAPITULO OCHO: OJOS HAMBRIENTOS


Lo besé. Deslicé mis manos alrededor de su cintura mientras él deslizaba las suyas alrededor de mi cuello, enroscaba sus dedos en mi pelo, y me llevaba más cerca. Me besó con avidez, con ansia, como si hubiera estado hambriento de mí.

Mi cuerpo se encendió, cada célula en llamas, y le devolví el beso como si no pudiera acercarme lo suficiente. Mordisqueé sus labios y enredé mi lengua con la suya, la magia comenzando a esparcirse a través de la habitación al tiempo que la pasión flameaba entre nosotros.

“Camiseta, quítatela,” dije, y se echó atrás, sus ojos ampliándose ante mi audacia.

Me reí en secreto. Supongo que trabajar en mi bravuconería había valido la pena.

Ethan dio un paso atrás y se relamió sus labios. “He esperado mucho tiempo por tí.”

Mis dedos, que se sacudían con nervios y anticipación, tiraron de la parte inferior de su camiseta gris, y muy lentamente la levantaron para revelar una banda cada vez mayor de perfecta piel por encima de su cintura.

“No quiero apresurarte,” dijo en voz baja, “pero aún tengo cosas planeadas para antes de que salga el sol.”

“La paciencia es una virtud,” le dije. Deslicé mis manos hacia arriba por la plana superficie de su estómago, alzando la camiseta un bloque de músculo a la vez. Cuando llegué tan lejos como me fue posible, levantó sus brazos y tiró de ella por sobre su cabeza.

“Sólo gozaré de la provocación por un tiempo,” dijo, pero cerró sus ojos y suspiró, sus músculos tensándose bajo mis manos al tiempo que descendía un dedo por el centro de su estómago. Sentí la cortada inspiración y ví el doloroso placer en su rostro mientras tironeaba de la correa de su cinturón. Con los dedos ágiles por la práctica de espadas, desabroché la hebilla y tiré de él a través de las presillas, luego lo dejé caer al suelo.

Sus ojos se abrieron de golpe – y relampaguearon en plata. “Merit,” gruñó.

Elevé la vista hacia él a través de mi flequillo, me quité mi chaqueta de cuero, y tiré del elástico en mi cabello, dejándolo caer alrededor de mis hombros.

Ethan dio un paso adelante, deslizando sus manos en mi pelo y presionando su boca contra la mía.

Luego de un largo y fogoso beso, Ethan finalmente se echó atrás, jadeando, los labios entreabiertos. Me quedó mirando fijo, sus pupilas completamente plateadas, y dejó a sus colmillos descender.

Mi corazón latía con fuerza, la humana nerviosa con anticipación, la vampira ávida de acción.

“Merit,” dijo, luego inclinó su cabeza hacia mi cuello, dejando que sus colmillos rozaran la piel por encima de la sangre que pulsaba por mis arterias. “Sabes cómo sería,” susurró, su aliento cálido en mi cuello, seduciéndome hacia otro recuerdo de la sangre que compartimos. “Sabes cómo se sentiría. El que tomes lo que te ofrezco.”

Me estremecí por el recuerdo, el tibio sabor a vino de su sangre sobre mis labios, un sabor que había florecido con calor, vida y magia. Había sido como beber un buen vino impregnado con electricidad pura.

Y ahora él lo ofrecía nuevamente. . . el ser dos veces mordido.

Abrí mi boca para responder – aún no muy segura de qué palabras se derramarían de mi boca – pero se apartó.

“Primero, lo primero,” dijo, luego tomó mi mano y me condujo hacia las puertas dobles a su habitación.

Me pausé en el umbral, nuestros brazos extendidos entre nosotros, la vacilación repentinamente apoderándose de mí. Él había hecho esto antes con una mujer que lo traicionó, una mujer asignada para proveerle de placer.

Era yo simplemente la segunda ronda?

Ethan echó un vistazo hacia atrás, y lo miré, la renuencia en mis ojos. Sonrió con suavidad, y me jaló hacia delante. Cuando nuestros cuerpos se alinearon nuevamente, descendió sus labios a mis oídos. “Más de lo que alguna vez he querido cualquier cosa,” repitió, a continuación dando otra vez un paso atrás, cejas levantadas. “Y estás con demasiada ropa.”

Estuve a punto de jugar a la recatada, pero me encontraba más allá de la necesidad. El deseo en los ojos de Ethan hacía del pudor innecesario. Entré a la habitación y cerré la puerta detrás de nosotros. Luego tiré del top por sobre mi cabeza y desabroché la cremallera de los pantalones de traje, dejándolos caer al suelo.

Eso me dejó en medio de los apartamentos de Ethan Sullivan, vistiendo nada más que la extensión de mi oscura cabellera y un par de retazos de seda negra.

Y entonces me quité la seda.

Muy difícilmente podría haber planeado una mejor seducción.

Dejó escapar un entrecortado suspiro, la mirada plateada cayendo a mis pechos desnudos. Ethan humedeció su labio inferior, luego elevó la vista, observándome bajo pestañas de una milla de longitud y párpados entrecerrados. Era una mirada de tal hambre y deseo que mis propios colmillos descendieron.

Con velocidad vampírica, se quitó los jeans y slips. Y entonces se quedó desnudo ante mí, este hombre que había visto imperios desmoronarse y tenía un almacén de conocimiento que ningún humano jamás será capaz de igualar. La mera visión de este hombre desnudo – este vampiro que ha sido mi más grande enemigo, mi más feroz deseo – expulsaba todo pensamiento racional de mi cabeza. Los primeros segundos luego de convertirme en un vampiro, el mundo se había desplazado de su eje, tornándose más ruidoso, más brillante, más.

Pero la totalidad de ese nuevo mundo era nada comparado a la vista delante de mí, su considerable erección demostrando la ferocidad de su deseo, sus hambrientos ojos sobre mí. Cada músculo esculpido, desde sus largas, elongadas piernas, a las líneas de los músculos en su cadera, a los tendones en sus brazos.

Sin esperar, como el predador que él era, acechó hacia mí, un pie a la vez. Instintivamente, a pesar de mis propias necesidades, me aparté, la presa escapando del predador.

Eso sólo lo sedujo más.

Retrocedí hasta que choqué con la puerta. . . hasta que no hubo dónde correr.

Cabellera dorada cayendo alrededor de su rostro, me sonrió a medias, la victoria en su expresión. Tomó mis muñecas en sus manos, las elevó por encima de mi cabeza, y las presionó contra la madera detrás nuestro.

“Estás atrapada, Centinela.” Su voz era áspera.

Lo miré a través de mis propios ojos entrecerrados. “No estaba tratando de escapar, Sullivan.”

Incluso en la lujuria, éramos desafiantes, nuestros cuerpos los marcadores en nuestra batalla personal contra el otro.

Me besó, sus labios jugando con los míos, el calor, la fricción y la piel desnuda entre nosotros. Y entonces avanzó otro centímetro y presionó su cuerpo contra el mío, uno de los muslos entre los míos, su marcada erección entre ambos.

Soltó mis manos, y envolví mis brazos a su alrededor, circundando mis dedos en la piel de su espalda. Sus manos se movieron a mi cara, dedos en mi mandíbula mientras me debilitaba con besos, con los provocativos pellizcos de sus dientes, con sus colmillos y las posibilidades que ellos representaban.

Sin advertencia previa, Ethan se dejó caer de rodillas, sus manos deslizándose mientras se movía, y luego sus largos dedos estaban alrededor de mis pechos. Mis ojos se cerraron, mi cuerpo arqueándose hacia adelante en sus manos.

“Hermosa,” susurró, y a continuación su boca en mi estómago, dando besos a mi ombligo, sus manos en mis pechos, sus dedos ocupados construyendo una voraz y furiosa necesidad.

Gemí ante la sensación – encantadora e incitante y completamente insatisfactoria al mismo tiempo. Di un respiro entrecortado y sentí como si mi piel estuviera ardiendo.

Ethan echó unas risitas. “Pareces estar disfrutándolo, Centinela.”

Lentamente, abrí mis ojos. “Nada de ‘Centinela’. Nada de ‘Sullivan’. Ethan y-” me detuve, insegura de si estaba dispuesta a dar ese paso, a ofrecer mi nombre de pila, a darle ese derecho.

Él sonrió con delicadeza. “Y Merit,” decidió por mí, ese tono crispado ausente. Sonaba no como un Maestro entre vampiros, sino como un dios entre hombres. Presionó su mejilla contra mi estómago.

“Estoy deshecho,” dijo suavemente.

Me derretí, mi corazón alborotando su ritmo. Mis manos encontraron su pelo, y acaricié los sedosos mechones dorados hasta que él apartó una mano y presionó sus labios contra mi palma.

A continuación estaba en pie nuevamente. “Cama,” susurró con la voz ronca y, con una mano rodeando mi muñeca, me guió hacia allí. Cuando llegamos, cambió nuestras posiciones y me bajó. Observé, con los ojos completamente abiertos, mientras él se movía encima de mí, arrastrándose a lo largo de mi cuerpo. Y entonces el peso de su delgaducho cuerpo estaba sobre el mío y sus labios y dientes estaban en mi boca, y sus besos se tornaron frenéticos, labios, lenguas, dientes y manos empujando, jalando, mordisqueando, intentando furiosamente estar más cerca.

Apoyó un codo sobre la cama y usó su otra mano para torturarme, las yemas de los dedos deslizándose contra mis costillas, la provocación casi llevándome fuera del colchón, y luego contra mi estómago y la parte superior de mis muslos.

Y entonces sus dedos alcanzaron el centro de mi cuerpo, y me arqueé hacia arriba, incluso el más ligero roce como flamas lamiendo por mi piel.

“Ethan.”

Rió desinhibidamente. “Apenas he comenzado, Merit,” advirtió, y luego comenzó en serio.








Algunos minutos u horas o días más tarde, cuando yacía lánguida y bien satisfecha, Ethan alzó su mirada a la mía nuevamente. Sus ojos estaban plateados, sus colmillos descendidos.

“No hay vuelta atrás,” dijo. “No después de esto.”

Pero ya había tomado la decisión de seguir adelante. No tenía ningún interés en retroceder.

“Te deseo,” le dije, inclinándome para presionar un beso en su quijada.

Esa fue prueba suficiente para él. Se movió hacia adelante nuevamente, y cuando nuestros cuerpos estuvieron alineados, siguió adelante. . . y expulsó el aire de mis pulmones.

Arqueé mi espalda, mi mano extendiéndose hacia la cabecera tras de mí, saboreando el fuego en mi estómago, el calor de su cuerpo, el aroma de su colonia, más intensa ahora que estábamos juntos.

En todas las formas posibles.

Mis párpados volvieron a caer.

Con un brazo sobre la cama para soportar su cuerpo, acunó su otra mano en mi rostro.

“Merit,” suspiró contra mis labios. Había dicho que no había vuelta atrás, pero me estaba preguntando otra vez sin palabras: estaba segura? Estaba lista? Para el acto, para el hecho, y todo lo que le seguiría? Los cambios que derivarían?

Respondí en la misma forma que él preguntó – con mi cuerpo. Arqueé mis caderas hacia arriba, presioné mis uñas contra su piel, tirando de él más fuerte contra mí.

“Ethan.”

Gimió, luego dejó caer su frente a la mía y comenzó a mover sus caderas, a llenar mi cuerpo, embistiendo el suyo contra el mío. Se movió peligrosamente lento al principio, sus labios en los míos, el movimiento una provocación, una incitación, una promesa de de lo que podría ser.

Una promesa de lo que vendría.

“Ethan,” dije, mordisqueando sus labios.

“Si, Merit?” Había diversión en su voz.

“Sólo gozaré de la provocación por un tiempo.”

Se rió desde el fondo de su garganta. “Alguien una vez me dijo que la paciencia es una virtud.”

Envolví mis piernas alrededor de su cintura. “Alguien no tenía prisa en ese momento.”

Se movió hacia adelante con tal fuerza que en verdad quedé sin aliento, mis ojos abriéndose de repente, como si mi cuerpo estuviese conmocionado por la sensación primitiva del mismo. “Alguien debería aprender a no apresurarse,” dijo él, labios sobre mis oídos, luego mordisqueó en mi cuello.

“Ethan,” dije, mis párpados ya revoloteando. Lo tomó como una orden, y comenzó a moverse violentamente, sus labios animando a los míos con besos al tiempo que trabajaba sus caderas contra las mías. Mi cuerpo quemándose desde el interior, ardiendo mientras él avivaba aún más el fuego.

“Quiero tus dientes en mí,” susurró con voz ronca. “Ahora.”

Las partes de mi cuerpo que no estaban ya en llamas instantáneamente se encendieron.

Con las caderas aún embistiendo, bajó su cabeza, poniéndola al alcance de los colmillos. Deslicé mis manos en su cabello y besé la piel sobre su yugular, sintiendo su pulso bajo mis labios.

Mis colmillos se elongaron nuevamente.

“Ahora,” dijo, y sin pensarlo dos veces, me incliné, y mordí. Saboreé el vino y el fuego y a Ethan, la esencia de su vida, su fuerza vital. La bebida de todas las bebidas. El apetito de todos los vampiros.

Su sangre.

Mi garganta se movió al compás de sus feroces embistes. Encima de mí, gemía, el sonido espeso y gutural, como si le estuviese dando voz al éxtasis.

La piel de gallina se alzó por mis brazos, la magia escurriéndose en el aire mientras tomábamos nuestro placer.

Y luego su cuerpo se arqueó, y puso una mano en mi mandíbula para así poder mirarme a los ojos. Para así poder observar la expresión en mi rostro. “Merit,” dijo.

La mirada en sus ojos – primitiva y posesiva – me puso al límite. Tomé aliento y grité su nombre, el fuego derramándose por mi cuerpo, mis ojos cerrándose con la fuerza del mismo, cada músculo tensándose, contrayéndose, y, al tiempo que la flama y poder se alzaba entre nosotros. . . la liberación.

Segundos o minutos u horas más tarde, me aferré a su espalda, sus labios en mi oreja, su respiración jadeante, incluso mientras los temblores sacudían mi cuerpo, mi respiración entrecortada.

Luego de un momento, Ethan se apoyó sobre sus codos, me besó con rudeza, y presionó sus labios contra mi frente. Luego se dejó caer nuevamente a la cama, posicionándose a sí mismo de lado, y tiró mi cuerpo contra el suyo. Me anidé frente a él, su brazo bajo mi cabeza, el calor de su cuerpo haciendo de capullo del mío nuevamente.






Nos quedamos allí juntos en silencio, incluso mientras el sol batallaba en el horizonte tras las persianas de su habitación, dos amantes saboreando la fugaz cubierta de oscuridad.

“Cuál es tu cosa favorita?” susurró, sus labios en mi oído.

“Mi cosa favorita?” tracé mis yemas a lo largo de sus largos dedos, a lo largo de las venas en sus manos.

“Cuéntame algo que no le hayas contado a otro vampiro.” La pregunta era tan triste como dulce. Él quería conocer algo que atesorara. . . siempre y cuando fuera un secreto que mantuviera resguardado de los otros. Algo que no haya traído aún al mundo sobrenatural al cual él me trajo.

“Sabes que soy una fanática de Los Cachorros?”

“Sí, aunque el por qué sigue siendo un misterio.”

Eché un vistazo atrás, a él. “No eres fanático de los Medias Blancas, verdad?”

“Por supuesto que no,” bufó. “A duras penas sigo el béisbol.”

“Pero si lo hicieras?”

Hubo silencio por un momento. “Si tuviera que hacerlo, hincharía por los Yankees.”

Dejé escapar un gimoteo. “No puedo creer que acabo de hacerlo con un fanático de los Yankees. En verdad deberías de haberme dado una pequeña advertencia. Incluído un reembolso. Algo”

“Es sólo beisbol.”

“Dicho como un fanático de los Yanquis. De todas formas, tú me preguntaste cuál era mi cosa favorita. Bueno, un año, hice la promesa de obtener una pelota de béisbol firmada por cada uno de los Cachorros. Iba a donarla a esta cosa de la caridad en la que mi mamá estaba metida. Tenía diez, y pasé largo tiempo ese verano en Wrigley, en la práctica, intentando hacer que los muchachos la firmaran. Me tomó cuatro meses completos conseguir que todos la firmaran – hubo un motín.

“Para una Merit? Di que no es cierto.”

“Lo sé, verdad? Joe Mitchell era el lanzador en esa época, y él seguía negándoseme. Sabía lo que estaba tratando de hacer, pero también estaba al tanto de quién era yo. Me las ingenié para acorralarlo una vez, pero él no firmaría hasta que consiguiera las firmas de cada uno de los otros jugadores por mi cuenta. Era una prueba, creo. Un ejercicio de formación del carácter – veamos si es que Merit puede hacer algo por cuenta propia, sin depender de su padre.”

“Asi que, él firmó?”

“Lo hizo. Me concedió un ‘Buen trabajo, niña’, y todo, igual que en el comercial. Pero para esa época, ya era casi Septiembre, y había estado siguiendo a los muchachos por ahí durante meses. Había conseguido lo que me había propuesto, esa pelota fue difícil de dejar ir.”

“No te la quedaste, cierto?”

“Oh, no. La doné, pero me mató. Esa pelota de béisbol era como una reliquia. No porque fuera coleccionable – aunque sí habían hecho una grandiosa temporada ese año - ”

“Arriba los Cachorros.”

Sonreí. “Ése es mi chico. Era más como si la pelota fuera un álbum de recortes – un álbum de cómo pasé aquel verano. Un recordatorio de los juegos, los jugadores, el calor, los panchos , la experiencia completa.” Me quedé en silencio por un momento. “Desearía que aún la tuviera. Para recordar los días de verano, la luz del sol. El calor.”

“Ayuda tener esas reliquias,” dijo. “Recuerdos tangibles de la gente, los lugares y las cosas que desearías recordar cuando no estén.”

“Es por eso que tienes tantos artículos de colección?”

“Bueno, parte del por qué es simplemente el paso del tiempo. He vivido la extensión de la vida de varios hombres. He visto cosas, y he traído al presente mis propias reliquias, como tú dijiste. Pero sí, estás en lo cierto. Ésas cosas nos recuerdan quienes éramos. Ser inmortal no hace eso menos importante.”

“Eso tiene sentido,” dije, pero me tomó tiempo responderle, forzar las palabras en mis labios. El sol había salido, y me estaba arrastrando al sueño.

“Duerme,” dijo Ethan, y como si hubiere emitido un comando del que no fuera capaz de desobedecer, lo hice.




En algún momento durante el día, mientras yacía grogui y apenas despierta, me volví consciente de sus manos sobre mi abdomen. Emití un sonido de interrogación.

Presionó un beso en mi hombro. “Te necesito.”

Con mi cuerpo lerdo y perezoso como si me estuviera moviendo en el agua, giré mi cabeza y miré de reojo al reloj sobre su mesa de luz. “Son las dos de la tarde,” refunfuñé, y me acurruqué apartada de él, llevando mis rodillas hacia arriba y enroscando mis manos hacia mi pecho. “Vuélvete a dormir. Podrás tenerme de nuevo al atardecer.”

Hubo una risa retumbando detrás de mí antes de que sus dedos se extendieran y profundizaran entre mis muslos. Besó mi cuello, luego chasqueó su lengua contra el lóbulo de mi oreja. “Merit, por favor?”

Con mis ojos aún cerrados, sonreí con una sonrisa de puro deleite femenino. Estoy bastante segura de que ésa fue la primera vez en que Ethan me haya dicho por favor. Cómo se suponía que fuera a decir que no a eso?

Pero entonces su voz se volvió más apremiante. “Ahora,” gruñó, su erección contra mi espalda.

En respuesta, deslicé mi mano tras de mí, alrededor de la parte baja de su espalda, presionando más cerca su cuerpo.

“Si seguimos a este ritmo,” dije en voz baja, “nos vamos a matar el uno al otro.”

Se movió para llevar su cuerpo sobre el mío, ojos color plata observándome. “Somos inmortales. Ésa sería una gran de batalla.”

Quité un mechón de cabello de sus ojos. “Una batalla histórica.”

“Una batalla de las épicas. Podrías escribir acerca de ella.”

Lo atribuí a la hora, al hecho de que el sol estaba en lo alto por encima de nosotros, pero eso parecía lo más gracioso que alguna vez haya escuchado. Reí y reconforté mis manos por los esculpidos músculos de su espalda. “Lejos está de mí el rechazar un proyecto de investigación.”






Algunas horas y dos interrupciones extras más tarde, el sol se puso otra vez. Desperté, mi estómago punzando de nervios. Finalmente habíamos cruzado la frontera entre nosotros.

Ahora qué?

Bostecé y me estiré, aún enterrada en montones de frescas sábanas de algodón, luego abrí mis ojos. Ethan estaba de pie junto a su despacho, ya duchado y vestido con pantalones negros aún desabrochados. Había empezado a abotonarse su camisa que yacía abierta contra su torso. Miró, sonrió cortésmente, y terminó de abrochar su camisa. “Buenas noches.”

“Buenas noches?” No fue mi intención que sonara como una pregunta, no a propósito, pero incluso yo pude escuchar el cambio de tono al final de la frase.

Ethan sonrió, a continuación se movió hacia la cama, se inclinó hacia mí, y plantó un beso en mi frente. Debe de haber visto la sorpresa en mis ojos. “Ya te dije que yo no era tu padre.”

“Claramente no te estaba dando suficiente crédito.”
“Estoy seguro que ésa no es la primera vez.” Se sentó sobre el borde de la cama, se colocó los calcetines, y luego se metió en los rechonchos zapatos de diseñador negros.

Me senté, tirando de la colcha alrededor mío. “Ni probablemente vaya a ser la última.”

Ethan bufó y, cuando estuvo calzado, regresó al despacho metió baratijas y algo de cambio en sus bolsillos. “Son las ocho treinta. Necesitamos irnos para la hacienda de los Breck en breve, así que si quisieras estar bonita antes de que partamos, ahora sería un buen momento para hacerlo.”

Miré hacia abajo al acolchado. “Probablemente el edredón sea un poquito extremadamente casual.”

“Probablemente,” acordó.

“Va en contra de todo lo que creo el preguntarte esto pero, qué quisieras que vista?”

Posó un codo sobre el escritorio, luego entrecruzó sus dedos. “Quieren que los veamos en su ámbito natural, por así decirlo. Presumo pretenden lo mismo de nosotros.”

“Armani para ti?”

Hizo un gesto a sus pantalones de traje y camisa. “Y jeans, supongo, para ti?”

“Pero por supuesto. Las oportunidades de usar denim en la oficina no aparecen con frecuencia en la Casa Cadogan.”

Ethan se echó a reír, luego se apartó del escritorio y sacó una chaqueta de traje negro de la estantería. “He oído que el Maestro puede llegar a ser un tremendo dolor en el culo.”

Él definitivamente tenía sus momentos.

TRADUCIDO POR CHLOE♥

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Ñam ñam, verdad?

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