Biting Cold - Capítulo VI
CAPÍTULO SEIS
JUEGO DE ESPADAS
El mundo se quedó en silencio una vez
más.
“¿A dónde fue?” Preguntó Todd. Su
sombrero estaba sucio y arrugado, y su ropa estaba desgarrada y sucia. Había
tenido una noche dura.
“No estoy segura.” Dije mirando
alrededor, momentáneamente en pánico por no saber dónde se había metido Ethan.
Se estaba levantando del suelo cerca del límite del bosque, un par de gnomos
ayudándolo. Pero aún se estremecía por el dolor y sus pasos eran trabajosos.
“¿Te encuentras bien?”
“Me duele la cabeza,” dijo. “Y todavía
estoy mareado”.
“¿Está cerca?”
Cerró los ojos y asintió.
“Entonces ¿están definitivamente
conectados?”
Abrió los ojos otra vez. “Emocionalmente,
creo. Siento su rabia, su estrés. Su adicción.” Me miró con una disculpa en los
ojos. “Sus frustraciones.”
Me parecía que quería disculparse por
agarrarme, pero podíamos tener esa conversación en otro momento. “Si todavía
está aquí, ¿dónde está?”
“No fue a través de los árboles,” dijo
Todd. “Por lo que no puede haber ido al silo.”
“¿Y Paige?” Preguntó Ethan. “¿Dónde
está?”
“¿Y cómo pudo haberse perdido la pelea?”
Pregunté en voz baja.
Pero la pregunta se contestó sola en
cuanto la formulé. Cerré los ojos…y sentí el débil aroma a limón y a azúcar.
“¿Qué sucede, Centinela?”
“Tate está aquí.” Mi corazón se aceleró.
“¿Cómo lo sabes?”
“Tiene una esencia—limón y azúcar.” Me
sentí estúpida sugiriéndolo—¿qué criatura supernatural olería a galletitas de
azúcar?—pero no había forma de negar el aroma, o qué significaba.
A Ethan no le pareció extraño. “Si está
aquí, y tú ya lo sabes, ¿por qué no lo sabe Paige?”
“Pienso que necesitamos regresar a la
casa,” dije y comencé a correr con Ethan siguiéndome.
Explorando la propiedad nos habíamos
alejado lo suficiente como para terminar del otro lado de la casa y el silo, y
casi tropiezo atravesando el terreno irregular que me era desconocido. Salté
dos vallas con el corazón desbocado, antes de que la parte trasera de la casa
apareciera en el horizonte. Corrí hasta llegar a la puerta principal, la cual
estaba abierta, el suelo del vestíbulo estaba lleno de libros, los cuales
estaban abiertos con sus páginas revoloteando suavemente por la brisa.
Ethan se detuvo detrás de mí y maldijo
en voz baja.
“¿Paige?” grité, avanzando con cuidado
por el pasillo. La sala de estar estaba vacía y oscura, al igual que la cocina.
Seguí caminando, luego eché un vistazo a la habitación que supuse era el
dormitorio principal. Estaba vacío, la cama pulcramente hecha, las luces
apagadas. “¡Paige!” Grité de
nuevo, pero la casa estaba en silencio, y no había ni siquiera una pizca de
magia en el aire. Nada más que la persistente y empalagosa esencia a limón y
azúcar.
“No está aquí,” dije.
“Supongo que no necesitamos preguntarnos
a dónde ha ido,” respondió.
Yo tampoco lo creía. “El silo,” dije.
“Ellos quieren el Maleficio, y allí es donde está.” Y temía que esa no fuera la
peor parte. Malloy había desaparecido justo antes de que captarla el olor
característico de Tate en el viento—pero ella no estaba cerca del silo o del
Maleficio. Y habíamos estado tan ocupados encargándonos e ella que no habíamos
tenido tiempo de pensar en Paige o en Tate…o en la entrada del silo.
¿Podían Mallory y Tate haber estado
trabajando juntos?
Miré a Ethan. “Creo que Mallory podría
haber sido una distracción.
“¿Una distracción?”
“Ambos, Tate y Mallory quieren el libro.
Mallory sabe que está en el silo, y una pequeña búsqueda en Internet le puede
haber mostrado dónde está la puerta del silo. Si encontrarla era tan fácil,
¿por qué apareció tan lejos de ella?”
“Era una distracción,” dijo Ethan. “Ella
estaba allí para mantenernos lejos mientras Tate encontraba a Paige y la obligaba
a mostrarles dónde estaba el libro en el silo. Pero ¿por qué trabajarían juntos
Tate y Mallory? ¿Cómo se encontraron el uno al otro si quiera?”
“No lo sé,” dije. “Pero, ¿por qué no
trabajar juntos? Mallory quiere el libro, ambos quieren liberar el mal, y hay
más de nosotros que de ellos. Ambos tienen magia, pero también la tiene Paige,
y no podrían haber sabido qué tipo de seguridad los estaría esperando.”
Volví a la puerta y miré para afuera,
pero no había otro signo de que algo anduviera mal. La granja lucía como una
granja en el borde del invierno, esperando que la nieve cayera y que se fuera
para poder plantar semillas otra vez.
“¿Al silo?” preguntó.
Asentí. “Vamos.”
Caminamos en silencio al campo en el que
se encontraba el silo del misil, con los ojos abiertos en busca de cualquier
rastro suyo. Al acercarnos, el aroma se volvió más fuerte, como si una fábrica
de galletitas hubiera abierto en la carretera.
La caja de hormigón lucía igual a como
lo había hecho cuando la dejamos. La puerta estaba cerrada, y no había luces
supernaturales o sonidos que sugirieran que Tate y Mallory estuvieran arrojando
mal al aire.
La esperanza floreció; tal vez no
llegábamos demasiado tarde.
“Están aquí.”
Nos volteamos y encontramos a Todd
detrás de nosotros, un nuevo parche de color carmesí en su hombro.
“¿Te encuentras bien?”
“Curará,” dijo. “Ellos entraron. Me
lanzaron una esfera que me golpeó en el hombro.”
“¿Paige?” Pregunté.
“Paige, la otra bruja y el oscuro.”
Tate, con su cabeza de cabello negro debía
ser el oscuro.
“Mientras luchábamos con Mallory,” dijo
Ethan, “Tate fue en busca de Paige y esperó a que Mallory acabara con
nosotros.”
Tal vez Paige había estado en lo cierto.
Con cada paso que tomaba, Mallory se estaba deslizando más cerca de la amistad
en el tiempo pasado.
“Gracias por tu diligencia,” le dije a
Todd. “Y gracias por tu ayuda antes.”
Asintió. “Hemos tenido suficiente de
esta batalla por ahora. Iremos bajo tierra. Nos reagruparemos. Así es como
funcionamos.”
Cuando levantó la vista, lucía muy
enojado. “Terminen con esto esta noche.”
“Eso es lo que pretendemos,” prometió
Ethan extendiendo una mano. “Me disculpo de nuevo por mi comportamiento más
temprano. Mis comentarios eran ingenuos y equivocados. Estamos mejor por
haberte conocido, y nos honra haber compartido contigo el campo de batalla.”
Todd dudó por un momento, luego tomó la
mano de Ethan. “Buena suerte,” dijo, luego desapareció a través del campo. La
noche se quedó en silencio, las estrellas apresurándose por encima de nuestras
cabezas.
“Me sentiría mucho mejor si bajaran con
nosotros,” dije.
Le llevó tanto tiempo a Ethan contestar
que me volteé a mirarlo.
Sus ojos estaban cerrados, su frente
fruncida.
Puse una mano en su mano. “¿Dónde está?”
“Cerca,” dijo, frotando sus sienes.
“Puedo sentir su desgaste. Pero esto es diferente a lo de más temprano.”
“Probablemente se está preparando para
usar magia negra otra vez—el verdadero asunto. ¿Estarás bien?”
“Sí. Terminemos con esto.”
El chasquido en su voz me convenció de no
forzar el asunto. Era un chico grande. Si quería mi ayuda la pediría.
Con cuidado, con las espadas
desenvainadas, abrimos la puerta del silo. Estaba oscuro, incluso en
comparación a la negra noche, y mis ojos no se terminaron de acostumbrar.
Caminé hacia delante con cuidado.
Pero no con el suficiente cuidado.
“¡Para!” gritó Ethan, envolviendo un
brazo a mi alrededor antes de que saltara en la oscuridad de abajo.
El ascensor ya no estaba.
Ethan me tiró hacia atrás justo cuando
el impulso debería haberme lanzado sobre el borde. Una caída descontrolada
hacia las profundidades no habría terminado con comodidad.
“Jesús,” dijo Ethan apartándome del
borde, sus manos temblando por los nervios.
“Supongo que se llevaron el ascensor,”
dije mirando hacia abajo. “¿Cómo bajaremos?”
“Son diez metros,” dijo Ethan. “Puedo
saltar, pero tú no tienes experiencia.”
“Eso no es completamente cierto.”
Ethan volteó lentamente.
“Cuando no estabas, aprendí a saltar.
Bueno, aprendí a caer. Jonah me enseñó.”
“Ah,” fue todo lo que dijo Ethan. Pero
me miró durante un momento, una expresión de leve curiosidad en su rostro.
“Él me ayudó mientras
estuviste…ausente,” expliqué, no es que me la hubiera pedido pero de todas
formas…
“No estoy celoso, Centinela.”
“Bien.”
“No tengo necesidad de estarlo.”
Su bravuconería me causó gracia y me
excitó. Este era Ethan en el carril rápido abrazando las curvas en vez de
apretar constantemente los frenos políticos.
“De regreso al punto,” recomendé. “El
que vaya primero ¿podría enviar la plataforma de regreso?”
“Demasiado ruidoso. Tendremos que ser
silenciosos una vez que estemos allá abajo. Probablemente ya saben que estamos
en camino, pero no tiene sentido anunciarlo.” Me miró. “¿Estás segura de que
puedes hacerlo?”
Negaría que este salto, al igual que
todos los otros, me asustaba, pero no creía que necesitaba escuchar eso ahora,
y mi miedo definitivamente no era una buena razón para no hacerlo. Si evitara
todo a lo que le temía, nunca saldría de la Casa.
“Yo iré primero,” dijo, y antes de que
pudiera estar de acuerdo desapareció, dejando un whoosh de aire en su estela.
Dos segundos después, oí sus pies golpear el suelo.
Mis ojos se acostumbraron finalmente a
la oscuridad, y miré sobre el borde. Ethan hizo el gesto de pulgares levantados.
Cuando hubo despejado el camino, reenvainé la espada, respiré profundamente y
avancé un paso.
La peor parte de saltar como un
vampiro—y la única parte mala—era el primer paso. Era tan desagradable para los
vampiros como lo era para los humanos—la enfermiza sacudida del estómago, la
repentina sensación de caída, y el miedo a no sobrevivir al salto.
Pero luego todo cambiaba.
El mundo ralentizaba como si quisiera
estar al ritmo de uno. Decenas de metros se convertían en un único paso grácil,
y mientras mantuvieras las rodillas suaves, el aterrizaje no suponía en
absoluto un problema.
Aterricé en cuclillas al igual que una
superheroína, con una pierna doblada y la otra extendida, una mano en el suelo
y la otra en el mango de mi espada. Miré a Ethan a través del cerquillo.
Sus ojos brillaban intensamente con
orgullo.
“Puedes hacerlo,” susurró.
Me puse de pie y acomodé el cinturón de
la katana y la chaqueta. “¿Lo dudabas?”
“No tenía dudas,” dijo. “Sólo…un juicio
reservado.”
Bufé pero lo dejé pasar. Si Dios quería,
habría más que tiempo suficiente para hostigarlo más tarde.
Nos asomamos al pasillo que conducía
lejos del eje del ascensor. Las luces estaban encendidas, y no había ni rastros
de Tate, Mallory o Paige.
Miré a Ethan, alarmada. Estaba haciendo
una mueca mientras luchaba contra lo que asumía era otro dolor de cabeza
provocado por Mallory, pero al menos estaba de pie.
“¿Crees que Paige los condujo
directamente hasta el libro?” Pregunté.
“Depende del estado en el que se
encuentre. Y no lo sabremos hasta que la veamos.”
“¿Cuál es el plan?”
Ethan miró a su alrededor. “Si quieren
el libro, tendrán que llegar al fondo del silo. Pero quiero echar un vistazo
antes de atacarlos. Revisemos la sala de lanzamiento. Podremos comprobar el
agujero y descubrir dónde se encuentran. De aquí en adelante iremos en
silencio. ¿Recuerdas las señas?”
Asentí. Luc había enseñado a los
guardias de la Casa Cadogan una serie de gestos con las manos que podíamos usar
para comunicarnos entre nosotros en las misiones. Habían resultado ser útiles
con anterioridad y seguro lo serían ahora, cuando estábamos tratando de
escondernos de un exalcalde y una bruja quisquillosa. Asumiendo que todavía no
sabían que estábamos aquí, lo cual parecía poco probable.
Con las espadas desenvainadas, avanzamos
por el pasillo. Ethan bordeó el lado derecho, y yo el izquierdo un poco por
detrás de él. Nos detuvimos para escuchar ante cada puerta que pasábamos,
tratando de detectar algún sonido, pero no había rastro de ellos, incluso con
los sentidos vampíricos operando al cien por ciento.
Probablemente no ayudaba que el lugar
estuviera hecho de concreto para protegerlo de ataques. No estaba segura de
cómo afectaría eso a la liberación de un antiguo mal, pero tenía el
presentimiento de que nos enteraríamos pronto.
Ya casi habíamos llegado hasta la
gigante puerta corrediza de la sala el silo cuando vi una brillante gota
carmesí en el suelo. La gotita era pequeña, pero el olor a sangre fresca era
sin duda picante.
Me acuclillé y la limpié con un dedo,
luego la olí con delicadeza. Era sangre definitivamente, picante con magia. No
podía saber si de Mallory o de Paige, pero eso no era realmente importante. Una
de nuestras hechiceras estaba herida.
Me puse de pie otra vez y me limpié las
manos en los pantalones, luego hice un gesto en dirección a la puerta. Ethan
señaló el pestillo, luego la puerta con la espada lista. Cuando asintió, tiré
de ella.
La puerta se abrió y Ethan se deslizó
dentro. Lo seguí. La habitación estaba vacía y casi en total oscuridad. Pero el
silo brillaba desde abajo, en el lugar donde había estado ubicado el Maleficio.
Ethan me hizo un gesto hacia delante.
Tragándome la ráfaga de miedo que me oprimía el pecho, me arrastré hasta el
silo y eché un vistazo.
Por segunda vez en una cuestión de
semanas, el Maleficio había desaparecido.
Pero el drama apenas empezaba.
Repentinamente, el edificio se sacudió por una ola de magia que lo atravesó. Si
ya no era demasiado tarde, lo sería en un minuto.
No desperdicié el tiempo.
“¡Merit!” gritó Ethan, pero yo ya estaba
en el aire y de camino por el eje del misil. Aterricé de cuclillas en el
pedestal en el que el Maleficio había descansado una vez.
Frente a mí, en una gran habitación
circular, estaban los enemigos que buscaba. Mallory estaba encorvada sobre el
Maleficio, el cual estaba abierto en el suelo. Tate estaba de pie entre Mallory
y yo, y Paige yacía herida en el suelo a su lado, sangrienta e inconsciente. No
llevaba ni su abrigo ni su gorra; Tate la habría timado o arrastrado fuera de la
casa.
“Hola, Bailarina,” dijo Tate.
Esta noche llevaba un traje negro sobre
una camisa y corbata oscura. La muerte en un hermoso envoltorio, excepto que él
también lucía exhausto—demacrado y desgastado—no mucho mejor que Mallory.
Tal vez tampoco era inmune a los efectos
de la magia negra.
“Supongo que se podría decir que me
alegra que hayas sobrevivido al viaje,
aunque eso sonaría un poco hipócrita.”
Oí pisadas detrás de mí y supe que Ethan
había aterrizado en el eje.
“Y él también lo hizo,” dijo Tate
rotundamente. “Y en este caso sería completamente deshonesto.”
“Aléjense del libro,” les dije
agachándome un poco, preparada para la acción.
“Sabes que no lo haré.”
Otro pulso de magia iluminó la
habitación, el libro era obviamente su punto de origen. El suelo y las paredes
se sacudieron.
Tendría que estar maldita si muriera
aplastada debajo del acero y el concreto del silo de un misil de cuarenta años
en Nebraska.
“Ethan,” dije, “Voy por abajo.”
“Entonces yo voy por arriba,” dijo
avanzando con la espada extendida.
Retrocedí, luego corrí a toda velocidad
hacia Tate. Sus ojos se agrandaron, pero Ethan lo distrajo con un golpe de su
espada.
Caí de rodillas y dejé que el impulso me
empujara a través del pulido suelo de concreto hasta el lugar donde se
encontraba Mallory al otro lado de la habitación.
Me puse de pie nuevamente, dejando que
Ethan se encargara de Tate, y la señalé con la espada.
“Esta es la última vez que te diré esto,
bruja. ¡Retrocede!”
Levantó la vista del Maleficio, sus
dedos estaban ensangrentados y se cernían sobre el texto, no había nada más que
dolor en sus ojos. Podría haber sido capaz de enfrentar su rabia, temor o
cansancio hablando con ella pero el dolor era su propio demonio y no creía que
hablar causara algún efecto.
Oí el chasquido de carne y hueso y me
volví para mirar a Ethan, quien había optado por el método antiguo y había
golpeado a Tate con un gancho derecho en la mandíbula, probablemente como
agradecimiento por el daño que le provocó a su Mercedes.
Pero esta vez, Tate sabía que el golpe
vendría, y fue lo suficientemente rápido para evitarlo. Había extendido una
mano para atrapar el puño de Ethan, y lo mantuvo allí por un momento. Los ojos
de Ethan eran salvajes.
“Hubiera pensado que mis advertencias
previas habrían tenido algún efecto”.
“Aprendo lento.”
“Supongo que la sabiduría no viene con
la edad después de todo,” Con apenas un movimiento de la mano de Tate, Ethan
voló a través de la habitación y aterrizó contra una columna de soporte de
acero.
La columna se dobló y Ethan golpeó el
suelo.
“¡Ethan!” Mi corazón se salteó un latido
en la fracción de segundo antes de que él mirara Tate. La sangre corría por un
lado de su rostro desde una herida en la cabeza, y le llevó mucho más tiempo
que el usual ponerse de pie nuevamente, pero lo hizo.
Comencé a avanzar hacia él, pero sus
ojos se agrandaron.
“¡Detrás de ti!” Gritó.
Miré hacia atrás. Mallory había creado
una esfera de magia que brillaba en sus manos. La luz azulada se reflejaba de
forma poco favorecedora en su rostro, como una linterna debajo de la barbilla
de un niño. Y entonces, como si yo fuera una extraña, una amenaza en vez de una
amiga de toda la vida—lanzó esa magia directamente hacia mí.
Mi primer impulso fue agacharme. Después
de todo, había sido golpeada por una esfera o dos y las chispas de una decena
más cuando no había sido lo suficientemente rápida en los entrenamientos.
Supuse que esos contenían magia de bajo grado, pero dolían y dejaban feas
quemaduras que desaparecían después de unos cuantos días, incluso con la
sanación veloz de vampiro.
Honestamente, ese instinto se apoderó de
mí rápidamente, y eludí y giré en torno a dos o tres esferas que se estrellaron
contra las paredes detrás de mí.
Pero mientras me agachaba, también
conjeturaba…
Catcher no me dejaba usar la espada
durante los entrenamientos con magia. Había asumido que no quería arriesgarse a
dañar mi antigua katana. Pero si el problema no era el daño a la espada—sino el
daño a la esfera?
Por esa posibilidad, valía la pena
experimentar. Y así, en vez de continuar evadiendo la magia de Mallory, decidí
enfrentarla.
Agarré el mango de la espada con ambas
manos y sostuve la espada frente a mí…como un murciélago.
En marcha, pensé para mis adentros.
Mallory lanzó por el aire una esfera al
igual que un lanzador de las Grandes Ligas, su vuelo fue derecho y certero e
iba dirigido a mi corazón. Moví los dedos por el mango…y cuando fue el momento
justo, la balanceé.
En marcha.
La vibración de magia pura y acero
mágico—acero que había templado con mi propia sangre vampírica todas esas lunas
pasadas—casi me arranca el brazo. Pero mantuve el agarre firme alrededor del
mango de cuero y piel de raya…y observé a la esfera hacerse añicos en un millón
de chispas azules.
“Fuera,” murmuré, observando los fuegos
artificiales hasta que las chispas se disiparon, luego deslicé la mirada de
regreso a Mallory con una ceja arqueada en perfecta imitación de Ethan. “¿No
tienes nada más?”
Pareció tomar el sarcasmo como un reto.
Una esfera detrás de la otra voló en mi dirección, cada una más picante—más
potente mágicamente—que la anterior. Trabajó con esfuerzo—con los dientes
apretados y la frente húmeda del sudor a pesar del frío de noviembre.
Y ella también me hizo trabajar. Saqué a
relucir todos los movimientos y manobrias que había practicado, había visto a
Catcher y a Ethan ejecutar, o que había visto en el estadio Wringley. Golpeé
hacia delante, atrás y por ambos lados. Salté hacia atrás para evitar una
esfera azul pálido, luego me lancé al suelo para evitar un tiro dirigido a mi
cabeza. Falló por más de lo que debería haber fallado. Mallory se estaba
cansando.
Normalmente, habría sido lo
suficientemente inteligente para pensar sus acciones, para planear un par de
pasos por anticipado. Pero esta noche, si ya estaba cansada, tal vez podía
engañarla una vez más.
Me puse de pie y doblé un dedo
llamándola, como Ethan había hecho muchísimas veces conmigo. “¿Me quieres? Ven
y atrápame.”
Mostró los dientes, luego comenzó a
girar los dedos y formó otra esfera de magia.
Abrí
los brazos. “¿Crees que
puedes darme, bruja? ¿En el pecho?”
Acabó y lanzó su golpe.
Liberé todos los sentidos
vampíricos—vista, audición, gusto, olfato. El mundo explotó en sensaciones,
pero los eventos a mi alrededor parecieron ralentizarse. Observé la esfera de
luz azul a pulgadas de mí; en cámara lenta, su superficie era un picado
remolino de energía, que buscaba un lugar donde aterrizar, un hogar.
Era mi intención darle uno.
Antes de que pudiera volver a cargar o
apartarse del camino, levanté la espada—no para destruir la esfera en mil
pedazos…sino para reflejarla. Sostuve la katana directamente frente a mí, el
lado afilado de costado, y el acero especular hacia Mallory.
La esfera golpeó la espada con la fuerza
suficiente para sacudir el acero. Pero templado y afilado, cumplió su objetivo.
El orbe rebotó y voló en dirección a Mallory. Más lento en su viaje de regreso,
pero en la dirección correcta. La golpeó en el pecho y la envió volando a
través de la habitación. Golpeó la pared y luego el suelo, con un ruido sordo
que probablemente significaba que se había roto un par de costillas.
Al menos no podía lastimar a nadie más,
o a sí misma por un rato. Un malo fuera de combate…ahora quedaba el otro.
Y el otro estaba comprometido en su
propia batalla fiera. Tate, quien podía manipular un auto fuera de la carretera
con magia, había querido aparentemente otro tipo de desafío. Había producido
una espada, una espada de dos manos con complicados grabados que atrapaban la
luz al moverla. Una katana estaba destinada a cortar; esta cosa parecía estar
destinada a aporrear.
Ethan tenía su espada, y no se podía
negar que era bueno blandiéndola. Pero Tate era un hombre con una agenda y no sería
disuadido. La sonrisa en su rostro me recordaba a un gato jugando con un ratón antes
de destrozarlo entre sus mandíbulas. Tate tenía toda la intención de terminar
la pelea—y terminar con Ethan—pero antes quería jugar un poco con su comida. La
chaqueta de Ethan ya tenía varios cortes.
“Ow.”
Miré al otro lado de la habitación. Paige
se estaba sentando con una mano sobre su cabeza sangrante.
Me apresuré hasta donde estaba,
esperando que pudiera encontrar un modo de detener todo esto, y me dejé caer de
rodillas a su lado. “¿Te encuentras bien?”
“Me obligó a seguirlo, luego me hizo
decirle donde se encontraba el libro”. Su boca temblaba, las lágrimas se asomaban
por el borde de sus pestañas.
“Está bien. Todos sabíamos que esto iba
a suceder. Él y Ethan están luchando. ¿Hay algo que puedas hacer? ¿Puedes
noquear a Tate o algo?”
Sacudió la cabeza, las lágrimas corrían
por sus mejillas y un feo moretón comenzaba a formarse en una de ellas. “Me
hizo algo. No pude evitar que me trajera hasta aquí o que me hiciera decirle dónde
estaba el libro.”
Sonaba como una violación mágica, un
tipo de extorsión física usada por Tate para conseguir el libro. Como si
necesitara otra razón para detestarlo.
Trozos de hormigón volaban sobre
nuestras cabezas a medida que la espada de Tate cortaba pedazos de pared. Mallory
estaba inconsciente, Tate estaba ocupado, y Paige herida. Si no podía usar su
magia, tal vez podría al menos sacarla de la habitación para evitar que
corriera más peligros—o para evitar que Tate la usara para nada más.
“¿Crees que puedes caminar?”
Se encogió de hombros. “No lo sé. Tal
vez.”
Pasé un brazo debajo del suyo y la ayudé
a ponerse de pie. Pero ese plan no duró mucho tiempo.
“¡Merit!” dijo Paige. “¡Mallory! ¡El
libro!”
Miré hacia atrás. Mallory había
despertado y estaba extendida sobre el suelo de la bóveda, con una mano sobre
el libro, sus labios moviéndose al continuar con el hechizo.
Los sonidos de la pelea se detuvieron
cuando Tate se volteó hacia el sonido de las antiguas palabras. Ethan se
aprovechó de la distracción y clavó su katana hacia abajo.
El golpe debería haber cortado a Tate
desde la garganta hasta el estómago, pero Tate levantó una mano y Ethan salió
volando contra la pared otra vez.
El corazón casi se me detiene una vez más,
pero Ethan gimió y rodó. Desafortunadamente, mi alivio fue eclipsado por la consternación
por el poder de Tate y la violencia que podía generar casi sin esfuerzo.
¿Qué demonios era?
Sin inmutarse por la violencia a su
alrededor, Mallory continuó con su canto. Las palabras que eran grotescas y rítmicas
como el latín, tenían consonantes más graves y un tono que sonaba a ruso. Con Ethan
sometido, Tate saltó una mesa y se acercó para agarrar el libro.
“¡Mallory, detente!” Grité , pero era
demasiado tarde.
Tate se estiró para alcanzar el libro, y
en el momento que sus dedos hicieron contacto con su cubierta de cuero rojo,
Mallory gritó un encantamiento. “¡Adnum malentium!”
Un ruido atronador atravesó el aire, la
energía empujó hacia atrás a Mallory…pero no a Tate.
El Maleficio explotó en una ráfaga de
brillante luz azul que se envolvió alrededor de la mano de Tate que estaba
todavía en el libro y que avanzó por su brazo como una vid serpenteante. En cuestión
de segundos estuvo envuelto en luz. Mallory había hecho algo, terminado algo, y
el Maleficio estaba reaccionando.
La luz brilló a su alredor como un aura
visible, y por un momento sonrió, como si hubiera logrado terminar parte de su
plan.
Pero su júbilo no duró mucho. La luz a
su alrededor comenzó a agitarse al igual que el contorno de su cuerpo. Se tambaleó
y tembló dentro de la nube de luz, y su expresión se convirtió en una de dolor.
Abrió la boca para gritar, pero ningún sonido escapó de la luz, sólo el latido
sordo de la magia.
En cuestión de segundos, su vibrante
forma comenzó a doblarse y extenderse, y luego su cuerpo comenzó a ensancharse.
No creció de altura—se expandió horizontalmente mientras aullaba de disgusto.
El escudo de magia creció al igual que él,
y tuve que correrme para evitar su borde.
De pronto, al igual que una cadena de
ADN dividiéndose, el Tate doblemente ancho comenzó a escindirse en dos. La división
comenzó en su cabeza, avanzándose y deteniéndose de modo no uniforme. Fuertes luces
iluminaron la habitación como flashes estroboscópicos, y luego todo acabó.
Un audible “crack” de magia cruzó el
lugar, y las luces del silo titilaron una, dos veces.
Cuando la habitación estuvo en calma una
vez más, Seth Tate quedó de pie en el medio del lugar, sudando y hecho un
desastre.
Y detrás de él había otro Seth Tate.
Le llevó unos segundos a mi mente el
comenzar a funcionar de nuevo—e incluso entonces no conseguí hacerme a la idea
de lo que había visto.
Seth Tate, el exalcalde de Chicago, se
había convertido en dos Seth Tates.
Los Tates miraron sus manos y luego el
uno al otro, y ambos sacaron pecho. Gritaron—era un sonido totalmente inhumano
y atronador.
Golpee el hormigón con las rodillas,
cubriendo mis oídos para protegerlos del sonido. Toda la estructura vibró, y
podría jurar que el concreto y el acero se combaron debido a la energía.
Por un momento todo quedó en silencio.
Y entonces ambos salieron disparados por
el eje del misil. Corrí hasta la abertura y los observé ascender—veinte,
cuarenta, sesenta, ochenta metros—y luego las puertas de metal del
compartimiento de misiles se abrieron bruscamente, provocando una lluvia de
mugre, raíces y tallos de maíz. Los Tates desaparecieron a través de la
abertura y en la noche, misiles supernaturales de proporciones desconocidas.
El polvo se despejó y las luces
brillaron en el cielo a través del espacio. Y todo quedó en silencio una vez
más en el frente del oeste medio.
Traducido por Luu
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