Traducido por: Sidonie

CAPÍTULO 15

LLUVIA


Tally se despertó con una mente de feo.

Era lo que ella solía llamar burbujeante—la luz grisácea de la mañana de alguna forma brillante y reluciente lo suficiente como para cortar carne. La lluvia golpeaba la ventana de Zane con medio-congeladas gotas maliciosas, tamborileando como uñas impacientes.

Pero a Tally no le importaba la lluvia. Difuminaba las torres y los jardines de la ciudad, reduciendo la vista a manchas grises y verdes, las luces de otras mansiones proyectaban aureolas en el cristal mojado.

El aguacero había empezado a finales de la noche de la fiesta, extinguiendo por completo la hoguera de los Crims, como si la Dra. Cable hubiera pedido a los cielos que acabara con su celebración. Durante los dos días siguientes, Tally y Zane habían estado atrapados dentro, sin posibilidad de hablar libremente entre las paredes inteligentes de la Mansión Pulcher. Ella tampoco había tenido la oportunidad de contarle sobre la explosión de viejos recuerdos de Shay, o sobre el encuentro con la Dra. Cable en el bosque. No es que ella estuviera esperando a revelar lo que le había confesado a Shay, o mencionar lo que la Dra. Cable le había contado sobre el pasado de Zane.

Esa mañana había traído otra montaña de mensajes, pero Tally no podía enfrentarse a ninguna petición más para unirse a los Crims. El derrumbamiento del estadio y los dos últimos días de cobertura mediática habían hecho de ellos la camarilla más importante en Ciudad Nueva Perfecta, pero un puñado de miembros nuevos era exactamente lo que los Crims no necesitaban, “Lo que ellos necesitaban era permanecer burbujeantes.” Tally se preocupaba, sin embargo, de que un tercer día atrapados dentro por la lluvia aburriría a todo el mundo volviendo a ser cabezas-perfectas.

Zane ya estaba despierto, bebiendo a sorbos café y mirando fijamente por la ventana, acariciando ausentemente su pulsera con un dedo. Él miró hacia ella cuando se movió, pero no hizo ningún sonido. El silencio entre ellos desde que les habían puesto las pulseras había sido cómplice, sus secretos susurrados íntimamente, pero Tally se preguntaba si el hablar tan bajito los estaba alejando gradualmente el uno del otro. Shay había tenido razón en una cosa: Tally apenas conocía a Zane antes de aquel día en el que escalaron la torre. Lo que la Dra. Cable le había dicho hizo darse cuenta a Tally que aún no lo conocía muy bien.

Pero una vez las pulseras estuvieran desactivadas y ellos estuvieran fuera de la ciudad, sus recuerdos se liberarían de la confusión del aturdimiento-de-perfectos, no habría nada que les impidiera contarse todo el uno al otro.

“Tiempo fraudulento, ¿huh?” dijo ella.

“Sólo unos cuantos grados menos y podría nevar.”

Tally se animó. “Si, la nieve sería totalmente algo-perfecto.” Ella cogió una camiseta sucia del suelo, hizo una bola con ella, y se la lanzó a la cabeza. “¡Guerra de bolas de nieve!”

Él dejó que le golpeara, sonriendo suavemente. El dolor de cabeza de Zane de la noche de la fiesta había pasado, pero lo había dejado de un humor serio. Sin haber dicho una palabra, ambos sabían que tendrían que huir pronto de la ciudad.

Todo es cuestión de las pulseras.

Tally le dio un tirón experimental. Se deslizó de su muñeca a su mano, faltando sólo unos centímetros para salir. Ella casi no había comido nada el día anterior, decidida a reducirse a nada si eso era lo que se requería para conseguir sacarla, aunque Tally se preguntaba si sería alguna vez lo suficientemente delgada. La circunferencia de la pulsera parecía más pequeña que la anchura de los huesos de su mano, una medida que ningún grado de hambre iba a cambiar. Ella miró fijamente las marcas rojas provocadas por el metal. El gran hueso de la articulación de su pulgar izquierdo era la mayor parte del problema. Tally se imaginó tirando del pulgar hacia atrás lo suficientemente fuerte para partir en dos el hueso, dejando espacio para que la pulsera saliera, y no podía imaginar nada más doloroso.

Una llamada vino desde la puerta, y Tally suspiró. Alguien se había hartado de ser ignorado y había venido en persona.

“Nosotros no estamos aquí, ¿no?” dijo Zane.

Tally se encogió de hombros. No si fuese Shay, o alguien que quisiera intentar entrar en los Crims. Ahora que lo pensaba, no había nadie a quien ella estuviera de humor para ver.

La llamada se repitió.

“¿Quién es, de todos modos?” Tally preguntó a la habitación, pero la habitación no lo sabía. Lo que significaba que quienquiera que fuese no llevaba su anillo de comunicación.

“Eso es… interesante,” dijo Zane. Ellos se miraron el uno al otro durante un momento, y Tally sintió al momento que la curiosidad podía más que ellos.

“Okay, abre,” le dijo ella a la habitación.

La puerta se deslizó hacia un lado para revelar a Fausto, que parecía un gato lanzado a un río. Su pelo estaba pegado a su cabeza, su ropa empapada, pero sus ojos estaban brillantes. Bajo su brazo llevaba dos aerotablas, sus superficies rugosas chorreando agua en el suelo.

Él entró en la habitación sin decir una palabra y dejó caer las tablas. Ellas se pararon suspendidas en el aire a la altura de la rodilla, mientras Fausto sacaba cuatro brazaletes protectores y dos sensores ventrales de sus bolsillos. Él cogió una de las tablas y la giró, señalando el panel de acceso de su bajo. Tally se estiró en la cama para conseguir una mejor vista. Las tuercas de seguridad del panel estaban desmontadas, y dos cables rojos serpenteaban fuera, sus puntas entrelazadas juntas y selladas con cinta adhesiva negra.

Fausto hizo como que tiraba de los cables hacia un lado, luego abrió sus manos en un gesto que quería decir, ¿Dónde está?. Sonrió burlonamente.

Tally asintió lentamente. Fausto aún estaba burbujeante desde el desprendimiento, su tatuaje de destellos centelleaba. Al menos, él no había malgastado los últimos días y noches de lluvia. Esas tablas estaban trucadas al estilo-de-los-feos. Cuando los cables eran desconectados, sus gobernadores y rastreadores fallaban, liberando las tablas del interfaz de la ciudad.

Una vez ellos se hubieran desecho de las pulseras, Zane y Tally podrían viajar a cualquier sitio que quisiesen.

“Imponente,” dijo ella en voz alta, sin importarle si las paredes lo oían.

Ellos no esperaron a que saliera el sol.

Volar a través de la lluvia era como estar bajo una ducha helada. El hueco de la pared había escupido gafas protectoras y zapatos adherentes de forma que era posible permanecer sobre la tabla, pero sólo apenas. Los fuertes vientos aplastaron el empapado abrigo de invierno de Tally contra su piel, tirando su capucha hacia atrás de su cabeza y amenazando con caerla en cada giro.

Sus reflejos de los días de fea no habían desaparecido, a pesar de todo. Más bien, la operación había mejorado su equilibrio, y la lluvia casi helada mantenía a Tally lejos de caer en una confusión de perfecto, incluso con el termostato de su abrigo al máximo. Con el palpitar de su corazón y el castañear de sus dientes, su mente permaneció clara como el cristal.

Zane y ella salieron disparados hacia le río a la altura de las copas de los árboles, siguiendo el sinuoso recorrido del Parque Denzel. Las ramas bailaban en el viento bajo ellos, como manos agitándose tratando de alcanzarlos y arrastrarlos hacia abajo. A medida que Tally se inclinaba en los giros, cortando el viento con sus manos, las últimas trazas de su aturdimiento-de-perfecta matutino desaparecían. El peso del sensor sujeto a su anillo ventral – el cual le decía a la tabla dónde estaba su centro de gravedad – trajo recuerdos de las expediciones a las Ruinas Oxidadas con Shay, recordándole cuán fácil había sido escaparse fuera de la ciudad en los días de feos.

Sólo la ineludible presencia de la pulsera de comunicación estropeaba su humor. Los brazaletes de protección eran lo suficientemente grandes para encajar sobre la anilla metálica, su suave plástico inteligente se ajustaba a su forma. Sin embargo, Tally se imaginó la esposa cortando su carne.

Ellos alcanzaron el río y giraron para seguir por él, pasando a ras bajo los puentes, su tabla palmeaba las cabrillas revueltas arremolinadas por el viento. Riéndose maníacamente, Zane se situó delante de Tally y descendió la cola de su tabla hasta el agua, enviando una pared de salpicaduras de agua.
Ella se agachó sobre su tabla, esquivando lo peor del agua, y la inclinó hacia delante para lanzarse hacia la delantera. Encauzándose a través del camino de Zane, ella palmeó el río con su tabla, levantando una pared de agua delante de él. Ella lo escuchó gritar de alegría cuando pasó volando en seguida a través de ella.

Empapada y jadeando fuerte, Tally se preguntó si eso es lo que sería ser una Especial – sus sentidos agudos, cada momento intenso, su cuerpo una perfecta máquina puesta a punto. Ella recordó a Maddy y Az diciendo que los Especiales no tenían las lesiones – ellos estaban curados.

Por supuesto, había un precio que pagar para ser Especial – el pequeño asunto de un nuevo rostro: dientes como un lobo y ojos fríos y apagados que aterrorizan a todo aquel que te cruces. Y el look de película de terror no es nada comparado con tener que trabajar para Circunstancias Especiales – rastreando feos fugados y aplastando a cualquiera por el que la ciudad se sienta amenazada.

¿Y qué si la operación a Especial cambia tu mente de alguna otra forma: haciéndote obediente en vez de cabeza-hueca? Con toda esa velocidad y fuerza, huir de la ciudad sería fácil, pero ¿qué si la operación pone algo como la pulsera dentro de ti, algo que siempre les diría dónde estuvieras?

Una tromba de agua le recordó a Tally mantener su mente en el juego, y ella salió disparada alto en el aire, planeando sobre un puente. Zane estaba mirando atrás con incertidumbre, tratando de averiguar por donde desapareció ella.

Tally descendió justo delante de él, golpeando el río con un sonido como el de una cara siendo bofeteada, lanzando una explosión de agua. Pero ello supo instantáneamente que había golpeado a demasiada velocidad. A esa velocidad, el agua era tan dura como el hormigón, y sus pies se resbalaron con el impacto – Tally sintió como se resbalaba…

Ella se estuvo cayendo por un momento, entonces los brazaletes de seguridad tiraron, agarrando sus muñecas cruelmente y girándola en una parada segura.

Ella terminó hundida hasta la cintura en el agua helada, colgada de los brazaletes, gritando mientras descubría un nuevo nivel más amplio de estar empapada. Ella se alegró al ver que su ataque también volcó a Zane.

“Un moviendo realmente burbujeante, Flacucha,” gritó él, tirando de si mismo de vuelta a su aerotabla. Demasiada falta de aliento para contestar, se arrastró sobre la suya y se tumbó sobre su estómago, riendo. Ambos sin decir una palabra navegaron hacia el suelo para recuperar su aliento.

Sobre la fangosa orilla, ellos se acurrucaron cerca buscando calor. Su corazón aún palpitaba, la extensión de la lluvia cayendo se extendía delante de ellos como un campo de flores centelleantes.

“Que hermoso,” dijo Tally, tratando de imaginar lo que sería estar con Zane en plena naturaleza, sintiéndose cada día de esa forma, libre de las restricciones de la ciudad de adormecer la mente.

Su muñeca estaba palpitando, y ella se quitó el brazalete de seguridad para echar un vistazo. En la caída, la pulsera metálica había cortado su piel. Tally le dio un tirón, pero incluso con su piel mojada, se paró en su punto habitual.

“Aún se atasca,” dijo ella.

Zane cogió su mano y dijo suavemente, “No la empujes, Tally.” Él cubrió la pulsera con su abrigo y susurró, “Sólo conseguirás que se hinche tu muñeca.”

Ella juró, tirando de su capucha. La lluvia golpeaba sobre el plástico, como impacientes dedos tamborileando sobre su cabeza. “Pensaba que tal vez con el agua…”

“Nah. El frío hace que los metales se contraigan, así que probablemente ellas se ciñan más aquí fuera.”

Tally miró a Zane, alzando una ceja. “Así que,” ella susurró, “¿se hacen más grandes cuando se calientan?”

Él estuvo callado durante un momento. Entonces, tan suave que ella apenas pudo oirlo en la lluvia, él susurró, “¿Si ellas se calientan realmente? Supongo que se harán un poco más grandes?”

“¿Cuánto?”

Él se encogió de hombros, el gesto casi invisible bajo su abrigo de invierno, aunque él estába interesado ahora. “¿Cuánto calor puedes resistir?”

“No estás hablando de una vela, ¿verdad?”

Zane negó con su cabeza. “Algo mucho más caliente que eso. Algo que podamos controlar, así pues no achicharraremos nuestras manos. A pesar de todo, aún nos quemaríamos.

Ella miró el bulto en su manga y suspiró. “A golpes rompiendo tu propio pulgar, supongo”

“¿Haciendo qué?”

“Sólo algo que estaba…” Su voz se fue apagando.

La mirada de Zane siguió la de Tally a través del río. En la orilla de enfrente, dos figuras sobre aerotablas estaban observándolos, sin rostro en sus impermeables con capuchas.

Tally luchó para mantener su voz baja. “¿Smokies?”

Zane negó con su cabeza. “Esas son chaquetas de residencia.”

“¿Qué estarán haciendo ciudadanos feos fuera con esta lluvia?”

Él se levantó. “Quizás deberíamos preguntar.”

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