TWICE BITTEN (adelanto)



TWICE BITTEN

CAPITULO DOS: Fuego en la Sangre

Una semana más tarde

El intento, creo, fue perfectamente inocente. Habíamos sido llamados todos juntos, los vampiros de la Casa Cadogan, para una demostración de técnicas de auto-defensa. No era inusual que estuviésemos entrenando – se esperaba que los vampiros fueran capaces de valerse por sí mismos. Después de todo, miles de años de vivir bajo el radar humano tienden a hacerlos un poquito paranoicos. Y Ethan y yo estábamos disfrutando nuestras propias (también perfectamente inocentes) sesiones de entrenamiento mientras aprendía a manejar mi fortaleza vampírica.

Pero Ethan decidió que las circunstancias (Ej Celina) necesitaban de más entrenamiento. No había estado equipada para hacerme cargo de Celina cuando ella apareció en la Casa para atacarme hacía una semana. Y si yo, la vampiro de la cual Ethan estaba convencido que era más fuerte que la mayoría, no podía hacerlo, él estaría comprensiblemente nervioso acerca de la seguridad del resto de los 319 vampiros de Cadogan.

De modo que hice el viaje desde mi habitación en el segundo piso hacia el cuarto de lucha en el sótano de la Casa Cadogan. Lindsey, compañera en la guardia de la Casa y mi mejor amiga vampira, se había unido a mí para que podamos aprender a cómo protegernos mejor de la banda de vampiros lunáticos de Chicago.

Por supuesto, no habíamos esperado obtener una ojeadita del espectáculo en el trato.

“Por Dios,” Lindsey dijo casi sin aliento, al tiempo que ingresábamos al cuarto de lucha. Nos detuvimos al borde de los tatamis que cubrían el suelo, labios separados y ojos bien abiertos mientras inspeccionábamos la vista ante nosotras.

Dos vampiros en la plenitud de su vida inmortal moviéndose a por todo el suelo, músculos flexionándose mientras se aferraban, a pura mano, en intentos por derribar al otro. Estaban luchando sin armas, sin espadas ni aceros, usando manos y pies, codos y rodillas, y el bocadillo físico extra de ser un vampiro.

Y ambos estaban semidesnudos. Ambos peleando descalzos y sin remeras, vistiendo pantalones blancos al estilo de los de artes marciales, los destellantes discos dorados de sus medallones de la Casa Cadogan alrededor de sus cuellos.

La mirada de Lindsey estaba fijada en Luc, el Capitán de los guardias de la Casa Cadogan. Luc era un ex vaquero convertido en soldado vampiro, a lo que se completaba con amplios hombros, un pectoral muy velloso, una cabellera rizada y dorada por el sol que repentinamente había dejado de quitársela de su cara, y con sus músculos tensándose mientras se movía.

Y al otro lado de Luc, su oponente: Ethan Sullivan, Maestro de la Casa Cadogan y el vampiro de 394 años que me trajo al mundo de los colmilludos – sin mi consentimiento, pero admitiendo que mi otra opción hubiese sido una muerte rápida. Él estaba un poco por encima del metro ochenta, y la parte de arriba de ese metro ochenta –la larga, magra línea de planos abdominales y altos pectorales, el rastro de vello rubio que caía por debajo de su ombligo y desaparecía por debajo de la cintura de sus pantalones – destellaba al tiempo que él se volteaba para una patada giratoria.

Luc, pienso, se suponía que finja ser el atacante, pero Ethan estaba haciendo un buen trabajo conteniéndolo. Para todos los trajes de Armani y la apariencia de supermodelo que tenía, Ethan era un habilidoso guerrero. Algo que había sido recientemente obligada a recordar, cuando revoleé mi katana hacia su garganta unas noches atrás.
Mientras los observaba pelear, se me puso la piel de gallina. Asumí que mi iris azul se estaba virando al plateado al tiempo que el calor comenzaba a elevarse por mi cuerpo, el fuego diseminado por la vista de Ethan en acción, agachándose y esquivando y girando mientras se enfrentaba a su oponente. Humedecí mis labios, repentinamente sedienta aunque había tenido la conveniente sangre, embolsada por nuestro proveedor (Blood4you /Sangre-para-tí) hacía menos de veinticuatro horas. Y más importante aún, había tomado sangre directamente de un vampiro hacía sólo una semana.

La de él.

Él me alimentó durante el capítulo final de mi transición a vampiro, cuando había despertado con una sed de sangre tan fuerte que habría matado por obtenerla. Pero no había necesitado de violencia. Ethan había ofrecido su muñeca voluntariamente y yo había tomado completa ventaja, viendo sus ojos platearse mientras tomaba el nutriente que de alguna forma sellaba mi transformación a un predador. A un vampiro.
Ardía mientras lo observaba, mientras sus músculos rotaban y flexionaban, mientras se desplazaba con la gracia de una pantera. Podría haber justificado el calor en mi estómago, llamarlo una reacción consecuente de mi biología vampira en completo funcionamiento, el resultado de observar a un predador en su plenitud, o la atracción de una Novicia hacia el Maestro que la creó.

Pero eso no le hacía justicia a Ethan Sullivan. Ni de cerca.

Él era casi demasiado apuesto como para ser real. Cabellera rubia enmarcando ese hermoso rostro, mejillas por las que pagarían los modelos de Nueva York, ojos que brillaban como trozos de esmeralda. Metro ochenta de dorada piel tensada sobre músculo, y podía dar fe de que todo ese metro ochenta era igual de perfecto. Había captado un vistazo accidental de Ethan justo a medio satisfacer a su amante, quien lo traicionó para unirse con el bando de regocijados malhechores de Celina.

No era difícil imaginar que él fuera el extremo más alto de cualquier cadena de predadores a la que perteneciéramos. No cuando tú observas la alongada, magra línea suya moviéndose a través de la habitación.

No cuando ves la diminuta, brillante perla de sudor que estaba lentamente – muy lentamente – trazando su recorrido cuesta abajo por el medio del plano abdomen de Ethan, un ladrillo de músculo a la vez, simplemente amenazando con deslizarse hacia la cintura de sus pantalones.

Ethan sentía la atracción también. Había ofrecido que fuera su amante incluso antes de que Amber se marchara para unirse al equipo Desaulniers. Compartimos un par de besos, pero me las ingenié para resistir aceptarle el resto de sus ofrecimientos. Ethan me deseaba, sin lugar a dudas. Y yo no era lo suficientemente estúpida como para discutir su atractivo, el cual era innegable.

Pero Ethan era a su vez completamente enfurecedor – lento para confiar, fácil para acusar – y aún no del todo seguro de cómo se sentía acerca de mí. Sin mencionar su bagaje: su presumido sentido de superioridad y su disposición para utilizar a aquellos a su alrededor, incluyéndome a mí, para alcanzar sus objetivos políticos. También estaba el hecho de que nuestro último beso había ocurrido menos de veinticuatro horas antes de que rompiera mi incipiente relación con Morgan Greer, el vampiro que reemplazó a Celina como Maestro de la Casa Navarro una vez que Ethan y yo nos las ingeniamos para sacar una confesión. Me había alejado de ese beso con fuego en mi sangre y culpa en mi corazón.

Sin lugar a dudas podía encontrar una relación con una mejor mezcla de emociones. Con ese pensamiento en la cabeza, la racionalidad regresando, mi sangre comenzó a enfriarse.
“Debería ser ilegal para vampiros presumidos el lucir tan bien,” dijo Lindsey chasqueando su lengua.

“Eso es tan cierto,” acordé en voz baja, pensando que un poco menos de belleza haría mi relación con Ethan mucho más sencilla. Levanté mi mirada de los vampiros que peleaban para inspeccionar el resto de la habitación. El balcón que rodeaba el cuarto de lucha estaba lleno de vampiros, hombres y mujeres. Las mujeres, y unos pocos de los hombres, miraban fijamente a la acción ante ellos, ojos entornados, mejillas enrojecidas, todos ellos disfrutando de la vista.

“Por el otro lado, ellos son los que están creando este pec-táculo.”

Le deslicé una mirada, arqueando una ceja. “Pec-táculo?”

“Ya sabes, como espectáculo,” se pausó para señalar su busto, “pero con más pezones masculinos. No estás de acuerdo?”

Retorné mi mirada al Maestro vampiro quien estaba actualmente inclinándose para recoger un bokken - una katana de madera para las prácticas - de la colchoneta. Músculos apretados y tensados a medida que se movía, pezones erectos en su musculoso pecho.

“Lejos está de mi estar en desacuerdo,” dije. “Han creado todo un pec-táculo. Y cuando los exponen así, difícilmente puedan esperar que no miremos.”

Lindsey me dio un cabeceo de aprobación. “No sé de dónde sale la bravuconería, pero me gusta.”

“La estoy probando,” le susurré, lo cual era cierto. La transición a vampiro no había sido sencilla – psicológica o físicamente – pero estaba comenzando a tomarle la mano. En esencia había pasado por el cambio físico dos veces, dado que la primera vez no había tenido lugar del todo (Ethan, en un golpe de culpa, me había drogado durante la primera transición, lo cual aparentemente había evitado el cambio completo). Y eso estaba por encima del hecho de que me había mudado de la casa de piedra caliza en Wicker Park que compartía con mi ex compañera – y ex mejor amiga – Mallory, hacia la Casa Cadogan. Me las había ingeniado para contener lo mío cuando tuve que lidiar con mi padre y sus apestosos amigos, un paso tomado a pedido de Ethan cuando estábamos tratando de mantener las fiestas clandestinas de los vampiros lejos de la prensa. Y, sin contar las dos veces que había luchado con Ethan, me las había arreglado para dominar a Celina aproximadamente el cincuenta por ciento de las veces que ella vino buscando pelea, lo cual no era horrible, en cuanto a promedios de batallas se refería.
Con ese entusiasmo bajo mi cinto, aquí estaba yo. Una nueva vampira en la histórica posición de Centinela, cuidando la Casa contra criaturas tanto vivas como muertas. Había pasado de estudiante graduada a luchadora vampira casi de la noche a la mañana. Y ahora Noah Beck quería ser quien capitalizara eso.

“Merit. Merit.”

Aunque Lindsey dijo mi nombre al menos un par de veces, fueron los empujones los que finalmente lo lograron, me apartaron de mis recuerdos de mi reunión con Noah, me trajeron de regreso al cuarto de entrenamiento de la Casa Cadogan, y hacia Ethan, quien estaba parado frente a mí, manos sobre sus caderas, el cabello rubio a la altura de sus hombros echado para atrás, ojos verdes sobre mí, una ceja arqueada de forma condescendiente. Luc no estaba a la vista por ningún lado….y todos los ojos estaban sobre mí.

“Em..si?” pregunté.

Los vampiros echaron risitas por lo bajo.

“Si acabaste de soñar despierta,” dijo Ethan en el silencio de la habitación, “tal vez puedas considerar el unírteme?”

“Lo siento, Liege,” murmuré y salí de mis ojotas, luego hacia las colchonetas, katana enfundada en mano. Ya estaba en mi equipo de entrenamiento – un sostén deportivo negro estilo top y pantalones de yoga, sin los zapatos.

Seguí a Ethan al medio del cuarto, consiente de que casi siete docenas de vampiros estaban siguiendo nuestros movimientos. Él se detuvo, se paró ante mí, y se inclinó en un saludo. Hice lo mismo.

“Es importante,” comenzó, lo suficientemente alto para que todos oigan, “que estén preparados, en caso de necesidad, para pelear. Y para dominar esa pelea, ustedes deben primero dominar los pasos. Como también saben, nuestra Centinela no ha dominado aún el arte de la lucha --”

Se pausó justo el tiempo suficiente como para darme una mirada intencionada. Así que el combate no era lo mío. Era buena con las katas – los pilares en la lucha con espadas de los vampiros. Había sido una bailarina de ballet, y había algo muy fluido acerca de los movimientos. Había posiciones, formas, pasos que podía memorizar y practicar y, por repetición, perfeccionar.

Combatir era diferente. Habiendo crecido con mi nariz metida en los libros, no tenía experiencia en luchar más allá de un par de clases experimentales de kick boxing y unos pocos encontronazos con Celina y sus subordinados de toda clase. Conocía mis debilidades – pasaba demasiado tiempo tratando de pensar durante de la pelea – tratando de hallar las debilidades de mi oponente, para sacarles provecho, y al mismo tiempo evitando cavilar en la lucha. Eso se había vuelto más difícil aún en la última semana, mientras trabajaba con Luc para mantener la cacofonía de olores y sonidos que amenazaban, pasado el cambio, con abrumarme, al punto de un rugido ensordecedor.

“—Pero su trabajo con las katas no tiene paralelo.” Arqueó una ceja hacia mí – medio desafiante, medio insultante – y dio un paso hacia atrás. “Centinela,” dijo, su voz más baja ahora, la orden para mí, “katas, si gusta.”

“Liege,” dije, luego elevé mi espada en ambas manos, la diestra sobre el mango, la zurda sobre la funda, y las separé, desenfundándola con un rápido silbido, la luz haciendo destellar el pulido acero. Caminé sobre la colchoneta, y ubiqué la funda lacada en el borde.

Luego, con toda la confianza y valentía que pude reunir – más fácil ahora que me había sido pedido unirme a los cuerpos secretos de los vampiros guerreros – retorné hacia él, lo enfrenté, y sujeté la katana con ambas manos.

“Comienza,” ordenó, y tomó unos pasos hacia atrás, dándome espacio. Había siete katas de dos manos y tres más de movimientos con una sola. Esos eran nuevos para mí. Pero había estado practicando las tradicionales katas desde que me había convertido en vampiro, y, a decir verdad, quería presumir un poco. En la semana que habíamos estado trabajando juntos, él sólo me había visto practicar las katas en la forma tradicional – una kata a la vez, mis movimientos cronometrados y precisos. Pero eso no era todo lo que podía hacer….

Encorvé mi cuerpo, katana posicionada ante mí. “Rápido o lento?”

Frunció el ceño. “Rápido o lento?”

Sonreí astutamente bajo mi banda de flequillo. “Elige tu velocidad.”

“Vampiros?” preguntó en voz alta, pero su vista en mí. “Rápido o lento?”

Hubo rezagados con ‘lento’, pero la mayoría pidió ‘Rápido!’

“Rápido al parecer,” dijo él.

Asentí, cerré mis ojos, centré mi peso, y me moví. La primera kata, la espada haciendo un arco alrededor de mi cuerpo, luego retornando a la posición centrada. La segunda, un golpe hacia abajo. Tercera y cuarta combinación. La quinta, sexta y séptima, movimientos de doble mano en combinación con giros y paradas.

En la forma tradicional, cuando el foco estaba en la precisión y control, cada kata tomaba de diez a quince segundos.

Pero hecho ‘rápido’, podía recorrer el set completo en veinte segundos. Había aprendido mi velocidad de mi anterior entrenador, Catcher, un hechicero con una afición por las katanas y la lucha con espadas. (Él era además, y no por coincidencia, el novio de Mallory y empleado de mi abuelo). Catcher demandaba que yo practicara los movimientos una y otra vez, pensando que la repetición forzaría mi memoria muscular. Lo había hecho – y me había permitido usar mi creciente fortaleza vampira, la velocidad, y agilidad, para presionarlas en una sola danza de movimientos tan rápidos que mi cuerpo se veía borroso con la velocidad de ellos.

Luego de que desafié a Ethan en nuestro segundo dueto, Ethan había decidido que necesitaba un reemplazante de Catcher como mi entrenador. Pero no sabía cuánto Catcher me había enseñado……

Terminé mi séptima kata, giré y me detuve, espada entre las manos, perpendicular a mi cuerpo. La luz sobre nosotros captó la gentil curva del acero, la habitación completa estaba en repentino silencio.

Ethan se quedó mirando fijo.

“Hazlo nuevamente,” dijo, sus palabras apenas audibles, un destello en sus ojos. No confundí el destello con lujuria. Aunque la química entre nosotros era aguda, Ethan era sin ambigüedades, bien político. Siempre maniobrando.

Y yo era un arma.

Era su arma.

Ese destello? Avaricia, simple y pura.

“Liege,” dije, inclinando mi cabeza en reconocimiento, y regresé a la posición inicial.
Completé los movimientos nuevamente, la espada formando un arco perpendicular al piso, rebanando hacia abajo, y cruzando y combinando hacia arriba, las combinaciones de arco-giro, el tiro de reversa, el golpe sobre la cabeza. Terminé en la posición final.

“Otra vez,” ordenó una tercera vez, y acaté.

Para el momento en que había pasado por las katas en secuencia nuevamente, y luego echo otras siete u ocho repeticiones de una o dos de las katas favoritas a pedido suyo, mi pecho pesaba con el esfuerzo, mis manos resbalosas alrededor del mango tallado de mi espada. Elevé la vista, vi a los vampiros que se habían ubicado en el balcón de madera que rodeaba el cuarto de entrenamiento que estaban inclinados hacia delante, brazos sobre el barandal del balcón, la curiosidad en sus expresiones. Ellos tendían a verme de esa forma – ya sea por mi fortaleza, como una curiosidad, o a causa de mi desafortunado hábito de desafiar a Ethan a duelos, como una fenómeno.

Para que conste, realmente estaba planeando dejar ese hábito.

“Bien hecho,” dijo él calladamente, luego se dirigió al balcón. “Creo que eso responde más que unas pocas preguntas acerca de nuestra Centinela. Y mientras ella está sobre el escenario,” inclinó su cabeza hacia mí, “algo que nuestra nueva Presidenta de Sociales quiera agregar acerca de los eventos de Cadogan que se aproximan? Picnics? Fiestas mixtas?”

El rubor se expandió hasta la raíz de mi cabello. Ethan me había nombrado Presidenta de Sociales de la Casa como castigo por desafiarlo. En lo que a castigos se referían, era bastante ligero. Pero era a su vez mortificante, y me tomó un momento recomponerme.
“Estaba pensando acerca de algo para el solsticio de verano. Una barbacoa, probablemente. Pensé que podríamos invitar a vampiros de las otras Casas.”

El salón se tornó en silencio mientras Ethan consideraba la idea – y su audiencia aguardaba por el veredicto.

“Bien,” finalmente dijo con un autoritario movimiento de cabeza, luego miró a la multitud. Pero su expresión cambió hacia algo mucho más serio.

“Creímos, una vez, que nuestros superiores creían lo que nosotros, que habían aprendido lo que nosotros, que la asimilación era lo mejor. Que estar bajo el radar era la mejor forma de asegurar nuestra supervivencia y mantener la paz con los sobrenaturales que nos rodean.

Hasta cierto punto, Celina ha hecho eso imposible. Con el debido respeto hacia nuestros amigos de la Casa Navarro, ella ha tratado, en cada oportunidad, de aumentar nuestro perfil, de alienarnos de los humanos, y alienarnos de nosotros mismos.” En un extraño momento de humanidad, Ethan miró hacia el piso, la preocupación frunciendo la línea entre sus ojos.

“Estamos al límite,” repitió, “Al límite de qué, exactamente, queda aún por ser visto. De momento, hemos sido congraciados con tiempos de paz y relativa tranquilidad, un tiempo en el cual las Casas han florecido financieramente. Nuestra exposición, por las buenas o por las malas, para bien o para mal, nos ha puesto nuevamente en el ojo público. Un público que no ha sido siempre amable hacia nosotros. Ya sea que nuestra pseudo-celebridad dure – quién sabe?

Por ahora, y como ustedes puede que hayan escuchado, los cambiaformas se están preparando para encontrarse esta semana en Chicago. Hemos sido informados que durante esta convocatoria, ellos decidirán, de una vez por todas, si se quedarán en sus respectivos territorios o removerán su ancestral hogar hacia Alaska. Si se van, y la oleada se torna en contra nuestra – bueno, no necesito recordarles acerca de nuestras históricas experiencias compartidas con los cambiaformas.”

Hubo murmullos en la multitud, una chispa de incómoda magia en el aire. Los cambiaformas se habían retirado antes cuando los vampiros habían estado en problemas. Los vampiros culpaban a los cambiaformas por las muertes que resultaron de ello, y los vampiros ahora temían que si la oleada de humanos se tornaba en contra nuestra, los cambiaformas lo harían otra vez, dejarnos aquí para contener el bagaje sobrenatural.
“Como ustedes saben, no tenemos alianzas formales con las Manadas. Ellos han evadido tales vínculos. Pero permanece mi esperanza de que de tener que enfrentar la animosidad, o ira, o temor, ellos acordarán en ayudarnos.”

Un vampiro se paró. “Ellos nunca nos han ayudado antes!” le gritó a Ethan.
Ethan le miró pensativamente. “No lo han hecho. Pero sugerir que ellos ‘nos la deben’ no ha funcionado. Haremos lo que podamos para formar nuevas conexiones entre nosotros. Y entre tanto….”

Se pausó, y la habitación estaba en silencio mientras los vampiros esperaban sus siguientes palabras. No obstante mis problemas con Ethan, él sabía como manejar a una multitud.

“Entre tanto,” continuó, “les pido, no como su Maestro, sino como su hermano, su colega, su amigo, que sean cuidadosos. Tengan en cuenta las compañías que mantienen. Sean conscientes de sus alrededores. Y por sobre todo, no tengan miedo de acudir ante mí. Cualquiera de ustedes. En cualquier momento.”

Ethan aclaró su garganta, y cuando habló otra vez, su voz era clara y nítida, otra vez como Maestro. “Pueden retirarse,” dijo, y los vampiros en el balcón comenzaron a enfilar fuera del salón de lucha.

Ethan caminó hacia nosotros. “A mis apartamentos,” le dijo a Luc, luego me echó un vistazo. “Tú también.”

“Tus apartamentos?” pregunté, pero Ethan ya se había volteado, sonriéndole amablemente a una vampiro que había bajado del balcón. No la conocía, pero sus objetivos eran suficientemente evidentes en el menear de su cadera, el sutil juego de sus dedos mientras tiraba de su largo oscuro cabello hacia atrás de sus orejas. Se inclinó hacia él y le preguntó algo. Él sonrió y echó unas risas, luego comenzó a explicarle – con asistencia visual – cómo posicionar correctamente sus manos en el mango de la espada.
Mis labios se curvaron involuntariamente, pero antes de que pudiera sacar algún comentario sarcástico, sentí que tiraban de mi coleta. Miré para atrás.

“Vamos,” dijo Luc, “a menos que quieras seguir mirando?”

“Ja,” dije llanamente. “A qué se refería él con ‘sus apartamentos’?

“Tenemos una reunión.”

La última vez que tuvimos una reunión, Ethan me contó acerca de las fiestas clandestinas, la alimentación masiva en la cual los humanos se convertían en involuntarios aperitivos de los vampiros. “Acerca de las fiestas?”

“Hoy no. No hemos oído nada más acerca de las raves desde el intento de chantaje que les salió mal. Malik está trabajando en una estrategia a largo plazo. Hoy hablaremos de los cambiaformas. Vamos – a menos que quieras seguir observando?”

Le saqué mi lengua a Luc, pero lo seguí cuando se dirigió hacia la puerta del salón de lucha.

* * *

El sótano de la Casa Cadogan era puro negocio, la mayor parte violento – cuartos de entrenamiento, salones de lucha, cuarto de operaciones, el de arsenal. El primer piso, al igual que el segundo y el tercero, era todo acerca de la decoración. Luces suaves, antigüedades francesas, maderas, muebles costosos. ‘Hotel de cinco estrellas’ había sido mi primera impresión. El resto de las habitaciones en la Casa eran igualmente ostentosas, desde la masculina oficina de Ethan, a sus lujosos apartamentos.

Tomamos la escalera principal de la Casa hacia el tercer piso. Cuando llegamos a los apartamentos de Ethan, Luc sujetó los picaportes de las puertas dobles con ambas manos, luego las abrió de un empujón.

Había estado en las habitaciones de Ethan antes, pero sólo brevemente. Por lo que pude ver, el pedazo del tercer piso de Ethan tenía tres habitaciones – la sala principal, el dormitorio, y presumiblemente un baño en algún lado de la parte trasera. Estaba puesto igual de elegante que el resto de la Casa – desde los pisos de madera a las cálidas paredes pintadas; desde la estufa de ónix al costoso mobiliario hecho a medida. Lucía más como una suite de un elegante hotel que la casa de un vampiro en la plenitud de su (inmortal) vida.

En este viaje, le di a la habitación una cuidadosa mirada, explorando en busca de pistas de la psique del Maestro de la Casa. Y había numerosos detalles a examinar; los detritos de sus cuatrocientos años de vida manchaban la habitación. Un arco y flecha colgaban de una pared. Una silla de campaña y un escritorio que lucía como si se plegara para viajar, estaban en una esquina; tal vez remanentes de la época en la que Ethan fue un soldado europeo. Un cofre bajo estilo de aparador estaba centrado contra otra pared, un desparramo de objetos por encima suyo. Deambulé sin prisa, manos tras la espalda e investigué los bienes. Había dos trofeos de plata del estilo de gigantescas copas, una foto de hombres en trajes del estilo de los inicios del siglo 19 (pero sin Ethan entre ellos), y una roca plana con símbolos tallados en la parte superior.
Levanté la vista. En una esquina del cuarto, dentro de un alto envase de cristal, se ubicaba un brillante huevo de Fabergé.

“Oh, wow,” dije, caminando hacia él para mirarlo mejor. Una lámpara colgante brillaba sobre él, iluminando el lustroso esmalte verde primavera y el dorado dragón que lo rodeaba.

“Era de Peter,” dijo Luc.

Le miré. “De Peter?”

“Peter Cadogan.” Luc caminó hacia mí, de brazos cruzados, luego hizo un gesto hacia el envase de cristal. “El Maestro vampiro que fundó la Casa Cadogan. Fue un obsequio de un miembro de la realeza Rusa.” Se inclinó, golpeteó con un dedo al cristal. “Peter era de Wales, y es una representación del dragón de Welsh. Ves el ojo?”

Asentí a lo que apuntaba. Una delicadamente tallada gema colorada estaba emplazada en los ojos del dragón. Seis líneas blancas irradiaban desde el medio.

“Es una estrella de rubí,” dijo. “Hermosa, e increíblemente rara.”

“Increíblemente costosa,” dijo una voz detrás nuestro. Ambos nos enderezamos y miramos hacia atrás. Ethan entró, aún en sus pantalones de combate, pero alrededor de su cuello había incorporado una toalla azul marino que llevaba el logotipo de una ‘C’ en plateado.
“Ducha,” dijo. “Siéntanse como en casa.”

Luc y yo nos miramos mientras Ethan caminaba hacia las puertas dobles que dirigían a su recámara. Abrió una, se deslizó dentro, y la cerró tras él nuevamente.

“Me habría venido bien una ducha,” señalé.

“Lo sé. Puedo olerte desde aquí.”

Estaba a medio camino de discretamente olerme el hombro antes de que me diera cuenta de que sólo trataba de sacarme de quicio. “Eres gracioso.”

“Eres fácil.”

“Me estabas diciendo acerca de huevo?”

“Oh,” dijo Luc, luego se rascó de forma ausente la sien. “Así que Peter conoció a esta duquesa rusa, y formaron un lazo. Completamente platónico, según tengo entendido, pero él le hizo alguna clase de favor. Ella quiso corresponderle, de modo que le comisionó el huevo y le metió el rubí.”

“Supongo que paga el tener amigos,” concluí, luego miré a Luc, dejando caer mi tono a algo un poco más serio. “Hablando de los Peter, algún avance en el reemplazo de nuestro ex colega?” Peter Spencer había sido excomulgado de la Casa por traicionarnos por Celina, por asistirla para sus planes de chantaje, y su complot para crear más fervor anti-cambiaformas entre los vampiros, y anti-Cadogan entre los humanos.

Luc se hizo el ocupado recogiendo algo de una caja de cristal alrededor del huevo. “No del todo listo para hablar de ello, Centinela.”

Asentí y enfoqué mi mirada sobre el huevo, no del todo sorprendida por la reacción de Luc. Él había golpeado un montón contra la pared del cuarto de Operaciones cuando descubrió la traición de Peter. El hueco había sido re-emplastado, pero aún no re-pintado. Era como una mancha que marcaba la traición. Y no era sorprendente que Luc no estuviese ansioso por apostar en alguien más.

Un golpe sonó en las puertas del pasillo.

“Preparativos para nuestra visita,” murmuró Luc, al tiempo que las puertas eran abiertas por un hombre con chaqueta blanca de chef. Nos sonrió educadamente a Luc y a mí, luego se movió a un lado de manera que un segundo chef, esta vez una mujer en blanco, pudiese conducir el carro dentro del cuarto.

El carro estaba repleto de bandejas y las bandejas estaban coronadas con domos de plata.
Era servicio al cuarto.

“Qué invitado? Pregunté al tiempo que, con la eficiencia de un servicio de hotelería, la mujer comenzaba a remover los domos de plata y apilarlos unos sobre otros.

Reveló una propagación de comida. Galletas. Quesos. Un arco iris de frutas, desde exuberantes bayas a rebanadas de mango a medallones verde primaveral de kiwis.

Diminutas salchichas ensartadas en palillos. Tuve remordimiento – Mallory amaba esas cosas. Pero dado que aún estábamos distanciadas, pensar en ella aún dolía. Por ahora, enfoqué mi atención de regreso en el banquete móvil, y la bandeja de pequeños pastelillos dispuestos alrededor de algún tipo de baño rosado de semillas de amapola.

“El huésped es Gabriel Keene,” dijo Luc. “Él estará pasando para hablar con tu Liege y el mío.”

Le dí un suave resoplido. “Presumo que eso significa que me están involucrando en los chanchullos de los cambiaformas esta semana?”

“Me sorprende de tí, Centinela.”

Miré hacia atrás. Ethan entrando nuevamente a la habitación, luego cerró las puertas de su recámara. Estaba en pantalón negro de traje y una camisa blanca, sin corbata. El extremo superior estaba desabotonado, y había pasado de usar chaqueta. Con Luc y yo aún en equipo de entrenamiento, era casi prácticamente algo casual de negocios lo de hoy.

“Tan rara vez te involucramos en chanchullos,” dijo, luego le asintió a la mujer quien giró el carro. “Gracias, Alicia. Mis felicitaciones al chef.”

Alicia sonrió, luego recogió su pila de cubiertas de plata. Se volteó y dejó el cuarto, y el hombre que mantenía abiertas las puertas nos dio una sonrisa final mientras salía nuevamente, cerró las puertas tras de sí.

“Tú me envuelves en chanchullos en cada oportunidad.”

“Ella tiene un punto, Liege.”

Ethan chasqueó su lengua. “Capitán de mis Guardias y toma partido por mi Centinela?. Oh cuán rápido se dan vuelta.”

“Usted es primero en mi corazón, Liege. Es primero en mi corazón.”

Esta vez Ethan bufó. “Ya lo veremos. Bueno, en cualquier momento, veremos dónde yacen las alianzas de Gabriel Keene.”

Ethan miró por sobre las bandejas antes de tomar una botella de agua, girar la tapa, y tomar un sorbo.

“Buena repartija,” le dije.

Asintió. “Pensé que sería amable ofrecerle algo para comer, y asumí que tendría una mejor oportunidad de mantener tu atención si te alimentaba antes.”

Le tenía que conceder ésa. Amaba comer, y el incesante metabolismo vampírico no hacía mucho por mermar mi apetito. Todo lo contrario. “Sólo recordemos Ethan, que te quiero por tus carnes ahumadas y por tus carnes ahumadas solamente.”

Echó una carcajada. “Touché, Centinela.”

Le sonreí, luego tomé un trozo de queso de la bandeja y lo coloqué en mi boca. Era sabroso y terrenal, pero tenía ese extraño gusto de fondo que el queso fino siempre parecía poseer. “Así que,” comencé, cuando mordisqueé unos trozos más para una buena mesura, “por qué Gabriel está viniendo a la Casa?”

“Recordarás que él quería hablar acerca de los arreglos de seguridad para la convocatoria?”

Asentí. Gabriel lo había mencionado cuando pasó por la Casa hacía una semana.
“Bueno resulta ser, que tú eres el arreglo de seguridad.”

Quedé en blanco. “Yo soy el arreglo de seguridad? Qué significa eso?”

Ethan sacó una aceituna del palillo con sus dientes. “Significa, Centinela, que te tiraremos a los lobos.”

TRADUCIDO POR CHLOE♥

***

Anuncio: Perdón por dejar el blog abandonado últimamente, es que debido al comienzo de clases no hubo mucho tiempo para pasar por aca, y tampoco lo va a haber ahora que las clases empiezan con todo. Por eso desde ya les pido perdón. Besos y espero que anden bien

LU

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