Some Girls Bite- Capítulo 2 COMPLETO

La gente rica no es amable-solo tienen mejores autos.


Mis padres eran los nuevos ricos de Chicago. Mi abuelo, Chuck Merit, sirvió a la ciudad por treinta y cuatro años como policía—caminando un poco en lado Sur de Chicago hasta que se unió al CPD de los servicios de investigación. Él fue una legenda en el departamento de policía de Chicago.
Pero mientras que logró que su familia perteneciera a la sólida clase media, las cosas se volvieron un poco duras. Mi abuela era de una familia adinerada, pero su dominador rico padre la desheredó. Aunque fue su decisión, mi padre culpó a mi abuelo por el echo de no haber sido criado con el estilo de vida que pensaba que debería de haber estado acostumbrado.
Quemándose por la imaginada traición e irritado por vivir una niñez segura de vivir bajo el salario de un policía, mi padre hizo todo lo posible para acumular tanto dinero como pudo, excluyendo todo el resto. Él era muy, muy bueno en eso. Las Propiedades Merit,
La compañía de desarrollo de bienes raíces de mi padre, manejaban grandes edificios y complejos de apartamentos a través de la ciudad. Él era también miembro del poderoso Cónsul de Crecimiento de Chicago, que parecía estar hecho por representantes de la comunidad de negocios de la ciudad, quienes aconsejaban al reelecto alcalde de la ciudad, Seth Tate, en planear y tratar de resolver problemas de desarrollo.
Mi padre tomó un gran orgullo con esto, y a menudo lo remarcaba como arma, su relación con Tate. Francamente, pienso que solo reflejaba al alcalde.
Claro, porque crecí como una Merit Chicago, y podía utilizar los beneficios que venían con el nombre—gran casa, campamentos de verano, lecciones de ballet, buena ropa.
Pero mientras los beneficios económicos eran geniales, mis padres, especialmente mi padre, no era la persona más compasiva del mundo. Joshua Merit quería crear su legado, el resto que se vaya al demonio. Él quería una esposa perfecta, los hijos perfectos y la posición perfecta en la sociedad de Chicago y su elite financiera. Era entendible que adorara a mis abuelos, quiénes entendían el significado del amor incondicional.
No podía imaginarme a mi padre aceptando la idea de mi nueva identidad vampírica.
Pero ya era una chica grande, así que luego de que limpié las lágrimas de mi cara, me dirigí hacia mi auto—un viejo y compacto Volvo por el que tuve que ahorrar para pagarlo—y conduje hasta mi casa en Oak Park.
Cuando llegué, estacioné el Volvo en el frente de la casa. El lugar era una enorme caja de hormigón maciza, completamente fuera de lugar al lado de los sutiles edificios estilo pradera. El dinero claramente no compraba el gusto.
Caminé hasta la puerta principal. Estaba abierta antes de que pudiera golpear. Miré hacia arriba. Un par de ojos grises me miraron desde siete pies más arriba de donde estaba. “Mrs. Merit.”
“Hola, Peabody.”
“Pennebaker.”
“Eso fue lo que dije.” Claro que sabía su nombre. Pennebaker, el mayordomo, fue la primera gran adquisición de mi padre. Pennebaker tenía una forma de pensar acerca de la niñez y siempre tomaba el bando de mi padre-curioseando, chusmeando, y generalmente divulgando todos los detalles de lo que él creía era una niñez rebelde.
Realisticamente, yo no era tan rebelde, pero tenía a mis hermanos perfectos—mi hermana mayor, Charlotte, ahora casada con un cardiólogo que bombea hijos, y mi hermano mayor, Robert, quién se comprometió con llevar adelante el negocio familiar.
Cómo una soltera de 27 años de edad, estudiante graduada de una de las mejores universidades del país, yo era Merit la de segunda clase. Y ahora me había convertido en un gran desastroso problema. Caminé dentro, sintiendo el “wons” de aire en mi espalda cuando Pennebaker golpeó la puerta firmemente detrás de mí, para luego adelantárseme.
“Sus padres están en el salón delantero.” Él entonó. “La esperan. Ellos han estado excesivamente preocupados por su bienestar. Preocupaste a tu padre con estas— me miró desdeñosamente”—cosas en las que esta involucrada.” Lo tomé como una ofensa,
Pero opté por no corregir su equivocación, en el echo en que yo no consentí haber sido cambiada. No me hubiera creído de todas formas.
Lo pasé, siguiendo el pasillo hasta el salón principal y empujé para abrir la gran puerta.
Mi madre, Meredith Merit, se levantó de uno de los sofás de la habitación. Hasta a las 11 p.m ella llevaba tacones y un vestido de lino, un colgante de perlas alrededor de su cuello. Su rubio pelo estaba perfectamente peinado, y sus ojos grises pálidos.
Mamá se apresuro hacia mí, con sus manos extendidas. “Te encuentras bien?” Ella apretujó mis mejillas con sus largos dedos y me miró nuevamente. “Estás bien?”
Sonreí educadamente. “Estoy bien.” Relativamente para su entendimiento, eso era verdad. Mi padre, alto y escueto como yo, con el mismo cabello castaño avellana, y ojos azules, estaba en el sofá opuesto, todavía con un traje a pesar de la hora.
Me miraba por arriba de sus gafas de leer, un movimiento que parecía haberle pedido prestado a Helen, pero no era menos efectivo en un humano que en un vampiro. Cerró el diario que estaba leyendo y lo dejó encima del asiento al lado de él.
“Vampiros?” Logró decir esa única palabra medio pregunta y medio acusación.
“Fui atacada en el campus.”
Mi madre gritó, y apoyó su mano en su corazón, mirando hacia mi padre. “Joshua! En el campus! Ellos están atacando gente!”
Mi padre mantuvo su mirada fija en mí, pero podía ver la sorpresa en sus ojos. “Atacada?”
“Fui atacada por un vampiro, pero otro diferente me convirtió.” Recordé las pocas palabras que escuché, el miedo en la voz del acompañante de Ethan Sullivan. “Creo que el primero escapó, se asustó, y los otros tenían miedo de que muriera.” No toda la verdad ya que sólo el primero tenía miedo de que ocurriera, Sullivan parecía supremamente confiado. Y eso alteró mi destino cuando lo hizo.
“Dos grupos de vampiros? En la universidad de California?”
Yo me encogí de hombros, preguntándome exactamente lo mismo.
Mi padre cruzó sus piernas. “Y hablando de, porque, en nombre de Dios, que estabas haciendo en el campus en el medio de la noche?” Una chispa se encendió en mi estómago. Rabia quizá, mezclada con un poco de autocompasión, emociones no poco comunes cuando se trataba de lidiar con mi padre. Usualmente me mantenía dócil, no creía que levantar la voz haría cambiar de ideas a mis padres, cuando se trataba de su diferente hija menor. Pero para todo hay una razón, verdad?
“Estaba trabajando.”
Su rostro enfadado lo dijo todo.
“Estaba trabajando,” repetí, veintisiete años de asertividad reprimidos en mi tono. “Yo iba a recoger unos papeles y fui atacada. No fue una opción y no fue mi culpa. Él me desgarró la garganta.”
Mi padre escaneó la piel lisa de mi garganta y lució dudoso—“Y esta Casa Cadogan. Ellos son viejos, pero no tanto como la Casa Navarre.” Desde que no había mencionado la Casa Cadogan, asumí que alguien había llamado a mis padres y habían mencionado la afiliación.


Y mi padre había aparentemente hecho algunas investigaciones. “No sé mucho sobre las Casas,” admití, pensando que ese era más el terreno de Mallory que mío.
La expresión de mi padre dejó claro que no estaba satisfecho con mi respuesta. “Regresé esta noche,” le dije, defendiéndome a mi misma. “Ellos me dejaron en casa hace dos horas. No estaba segura si habían oído de alguien o habían pensado que estaba lastimada o algo, así que vine hasta aquí.”
“Recibimos una llamada.” Su tono era seco. “Desde la Casa. Tu compañera de piso..”
“Mallory,” interrumpí. “Su nombre es Mallory.”
“... nos avisó cuando no volvías a casa. La Casa llamó y nos informó que habías sido atacada. Y dijeron que te estabas recuperando. Contacté a tu abuelo y a tus hermanos, para decirles que no necesitaban llamar al departamento de policía.” Se detuvo. “No los quiero involucrados en esto, Merit.”
El echo de que mi padre no quería que investigaran el ataque de su propia hija no era entendible, y mis cicatrices se habían ido de todas formas. Toqué mi cuello. “Creo que es un poquito tarde para la policía.” Mi padre evidentemente no impresionado por mi análisis forense, se levantó del sofá y se me acerco.
“He trabajado duro para levantar a esta familia de la nada. No la veré caer nuevamente.” Sus mejillas estaban ardiendo. Mi madre, quién se había parado a su lado, tocó su brazo y suavemente dijo su nombre. Me ericé con el “nuevamente,” pero contuve la urgencia de pelear contra el valor de mi padre sobre nuestra historia familiar, recordándole que “Convertirme en un vampiro no había sido mi elección.”
“Tú siempre has tenido tu cabeza en las nubes, siempre soñando con las majaderías románticas.” Asumí que eso había sido otro golpe contra mi deserción. “Y ahora esto.” Él se alejó, andando hacia un ventanal, para mirar fuera. “Sólo—quédate de tu lado de la ciudad. Y mantente fuera de los problemas.”
Pensé que ya estaba echo, que la advertencia había sido el final, pero luego volteó y me miró con sus ojos entrecerrados. “Y si haces algo para empañar nuestro nombre, te desheredaré tan rápido que tu cabeza quedará dando vueltas.” Mi padre, señoras y señores. Para el momento en que estaba de vuelta en el Wicker Park, tenía los ojos rojos, por haber llorado todo el camino. No entendía porque el comportamiento de mi padre me sorprendía; estaba manteniendo su meta principal en su vida: mejorar su escala social. Mi experiencia cercana a la muerte y el echo de que me había convertido en un chupasangre no era tan importante en su pequeño ordenado mundo cómo la amenaza que yo era para su estatus.
Ya era tarde cuando estacioné el auto en el garage cerrado, al lado de la casa—casi la una a.m. el edificio estaba oscuro, el barrio tranquilo, y supuse que Mallory estaría dormida en su habitación en la planta alta. A diferencia de mí, ella todavía tenía un trabajo en su firma en la Avenida Michigan, y ella usualmente estaba en el Loop a las siete a.m. pero cuando destrabé la puerta principal, la encontré en el sofá, mirando fijamente la televisión. “Necesitas ver esto,” dijo, sin apartar la vista. Me saqué los tacones, mientras caminaba alrededor del sofá hasta la televisión, para mirar. El siniestro título en el bode de la pantalla decía, Los Chicagoland vampiros niegan ser parte del asesinato.
Miré a Mallory. “Asesinato?”
“Encontraron a una chica muerta en el parque Grant. Su nombre era Jennifer Porter. Su garganta había sido desgarrada, la encontraron esta noche, pero piensan que fue asesinada una semana atrás—tres días antes de que fueras atacada.”


“Oh, mi Dios.” Me desplomé sobre el sofá detrás de mí. “Ellos piensan que los vampiros hicieron esto?”
“Mira,” dijo Mallory.
En la pantalla, cuatro hombres y una mujer—Celina Desaulniers—estaban parados detrás de un podio de madera.
Un grupo de reporteros, periodistas se pararon ante ellos, con sus micrófonos, cámaras, grabadoras, y cuadernos en mano. En una secuencia perfecta, el quinteto dio un paso adelante.
El hombre que estaba en el medio del grupo, con un derrame de pelo oscuro sobre sus hombros, se inclinó hacia el micrófono.
“Mi nombre,” él dijo, en un tono cálido, “es Alexander. Éstos son mis amigos y asociados. Cómo ustedes saben, somos vampiros.”
La habitación erupcionó en flashes de luz, reporteros frenéticos tomando imágenes del ensamble. Pareciendo no advertir los flashes de luz, ellos seguían parados estoicamente, lado a lado, perfectamente derechos.
“Estamos aquí,” Alexander dijo, “para transmitir nuestra más profunda simpatía a la familia y amigos de Jennifer Porter, y para prometer nuestra ayuda al Departamento de Policía de Chicago y las otras agencias que hacen cumplir la ley, en cualquier modo que podamos. Ofrecemos nuestra ayuda, y condenamos a aquellos que toman las vidas humanas. No hay necesidad de tal violencia, hemos sido aborrecidos por mucho tiempo por la sociedad. Como ustedes saben, aunque necesitemos sangre para sobrevivir, hace tiempo que hemos establecido un procedimiento para prevenirnos de victimizar a aquellos que no nos aceptan. El asesinato se lleva a cabo por nuestros enemigos. Y les aseguro, mis amigos, ellos son sus enemigos y los nuestros, también.”
Alexander se detuvo, pero luego continuó, con la voz tensa. “Ha llamado nuestra atención, que una pendiente de nuestra Casa Cadogan de Chicago, fue hallada en la escena del crimen.”
“Oh, mi Dios.” Mallory susurró.
Yo mantuve los ojos en la pantalla.
“Aunque nuestros camaradas de la Casa Cadogan beben de los humanos,” Alexander continuó, “ellos son meticulosos en asegurarse que los humanos que donan sangre estén informados y den su consentimiento. Y otros vampiros de Chicago no lo hacen, bajo ninguna circunstancia, toman sangre humana, esa es nuestra creencia, aunque solo sea una hipótesis que la medalla fue puesta en la escena del crimen para inculpar a los residentes de la Casa Cadogan. Sugerir por otra parte es una injustificada suposición.”
Sin más palabra, Alexander retrocedió hasta la línea, al lado de sus camaradas.
Celina se adelantó. Al principio, ella estuvo en silencio, su mirada escaneando a los reporteros frente a ella. Ella sonrió suavemente, y hasta casi podías oír a los reporteros suspirando. Pero la inocencia en su expresión, era demasiado inocente para ser creíble. Un poco forzada.
“Estamos devastados con la muerte de Jennifer Porter,” dijo, “y por las acusaciones que fueron dadas hacia nuestros colegas. Aunque la Casa Navarre no beba, respetamos las decisiones de las otras Casas de llevar a cabo esa práctica. Los recursos de la Casa Navarre están a disposición de la ciudad. Este crimen nos ofende a todos, y la Casa Navarre no descansará hasta que el asesino no sea capturado y procesado.”

Celina asintió hacia el banco de reporteros, luego se volteó y caminó fuera de la vista, con el resto de sus seguidores detrás de ella.
Mallory silenció la televisión y volteó hacia mí. “En que diablos te has metido?”
“Ellos dijeron que las Casas no están involucradas.” Respondí.
“Ellos dijeron que la Navarre no está involucrada,” Mallory dijo. “Ella parece muy dulce mientras tira a las otras Casas a los lobos. Además, los vampiros estaban involucrados cuando casi te mueres. Un vampiro te atacó. Eso es demasiada basura para ser coincidencia.” Capté la dirección de sus pensamientos. “Tú piensas que yo soy, la número dos? De que se suponía que yo fuera la segunda víctima?”
“Tú fuiste la segunda víctima,· ella dijo.
“Y pienso que es una enorme horrible coincidencia que tu garganta haya sido arrancada en el campus. No es exactamente un parque, pero se le acerca. Mira,” ella dijo, apuntando a la televisión. Una imagen de Jennifer Porter, un pedazo de una tarjeta de identificación, llenaban la pantalla. Pelo marrón oscuro, ojos azules, exactamente como yo.
Compartimos un momento de silencio.
“Y hablando de personas odiosas,” Mallory dijo finalmente, “cómo estuvo la visita a casa?”
Mallory había visto a mis padres sólo una vez, cuando no pude evitar más la presentación. Ella recién se había teñido el pelo de azul. Sin necesidad de decirlo, ellos no estaban impresionados. La creatividad, aunque fuera benigna, no era tolerada en la casa Merit. Luego de la visita, durante la cual Mal había apenas evitado arrancarle la mandíbula, decidí no forzarlos otra vez.
“No muy bien.”
“Lo siento.”
Me encogí. “Mis expectaciones no eran muy altas, pero no tan bajas como estuvieron.” Tomé una larga mirada a la letra gigante del CANON sobre la mesa de café, lo agarré y lo puse sobre mi regazo.
“Ellos estaban preocupados, pienso, pero mayormente en que avergonzara a la familia.” Alcé mis manos en el aire, moviendo los dedos con un efecto dramático. “Sabes los Merits. Como si eso significara algo.”
Mallory resopló suavemente. “Desdichadamente, significa algo. Sólo tienes que echar un vistazo al TRIB para saberlo. Fuiste a ver a tu abuelo?”
“No todavía”
“Lo necesitas.”
“Lo haré,” respondí rápidamente, “cuándo esté pronta para hacerlo.”
“Mentira,” ella dijo, agarrando el teléfono de al lado del sofá.
“Él es más un padre para ti, de lo que alguna vez fue Joshua. Y sabes que el siempre estará. Llámalo.” Me lo entregó, y miré hacia los botones azules de goma.
“Demonios,” murmuré, pero marqué su número. Llevé el teléfono a mi oído, apretando mi mano para controlar los temblores, y silenciosamente recé para que él lo pudiera entender. El teléfono sonó tres veces antes de que la contestadora sonara.
“Hola abuelo,” le dije a la máquina. “Es Merit. Quería que supieras que estoy en casa y estoy bien. Te veré tan pronto como pueda.” Colgué el teléfono y se lo devolví a Mallory.
“Esa es la manera de ser un adulto,”dijo mientras devolvía el teléfono a su lugar.
“Hey, estoy bastante segura que todavía puedo patear tu trasero, muerta o no.”

Ella resopló desdeñosamente. Estuvo callada por un momento, entonces cautelosamente dijo, “Tal vez esto signifique que algo bueno podría venir de esto.”
La atravesé con la mirada. “Significar?”
“Significar capaz, que te podrías tumbar?
“Jesús, Mallory. Ese no es el punto,” le dije, pero dio sus golpes en mi inexistente vida amorosa.

Mallory echó la culpa a mi hechizo frío, dijo que “no salí lo suficiente.” Pero qué se suponía que debía hacer. Salí. Fui a casas de café, al departamento inglés de FACs.
Mallory y yo salíamos casi todos los findesemana para atrapar bandas. Pero también me tenía que centrar en la deserción. Asumí que habría tiempo para los chicos luego.adiviné que ahora tendría toda la eternidad (no-muerta) para hacerlo.
Mallory puso un brazo alrededor de mis hombros, apretando. “Mira, eres un vampiro ahora. Un vampiro.” Ella me miró de arriba abajo en el look Cadogan. “Ellos definitivamente mejoraron tu sentido de la moda, y muy pronto este gótico-chic estilo hará su efecto.”
Levanté mis cejas.
“Seriamente. Eres alta, inteligente, bonita. Eres como el ochenta por ciento piernas. Ladeó su cabeza y las miró. “Te odio un poquito por eso.”
“Tú tienes mejores senos,” reconocí. Justamente como hacíamos cada vez que teníamos esta conversación senos-versus-piernas, miramos nuestros pechos. Comparando. Mis senos estaban bien, los de ella eran perfectos.
“Si los tengo,” ella dijo finalmente, pero movió su mano en un gesto descartador.
“Pero ese no es el punto. El punto es, que eres muy linda, y tu personalidad te acompaña, eres la hija de Joshua Merit. Todo el mundo conoce su nombre. Y con todo eso, tu nos has tenido una cita, en que, un año?”
Catorce meses, pero quién los cuenta?
“Si sales a hacer las cosas que hacen los vampiros hot, se te abrirá un nuevo mundo para ti.”
“Claro, Mal. Esa es una llamada a casa que voy a hacer.” Levanté mi mano, doblando mis dedos, imitando a una contestadora. “Hola papá. Es tu hija que apenas toleras. Si, sé que estas decepcionado de que sea una no-muerta caminante, pero los vampiros están seriamente calientes.” Hice como si colgara el teléfono. “No, gracias. No voy a salir con un vampiro.”
Ella puso su cabeza en m hombro. “Cariño, tú eres un vampiro.”
Froté mis sienes, que estaban empezando a latir. “Lo sé, y apesta. No quiero hablar de esto nunca más.”
Mallory parecía impaciente, pero no dijo nada más sobre el tema. Se sentó sobre los cojines del sofá y le dio un golpecito a la tapa de la guía sobre la vida de los vampiros, todavía cerca de mi regazo, con un dedo.
“Así que, vas a leerlo?”
“Debería probablemente entender las reglas principales. Y desde que tengo toda la noche...”
“Bueno, yo no tengo toda la noche.” Ella se desperezó. “Debería irme a dormir. Tengo una reunión temprana. Diviértete con tu libro de vampiros.”
“Buenas noches Mal, Gracias por esperarme.”
“No hay problema, llamaré a la Universidad de California mañana y te haré saber que me dijeron sobre reaceptarte.” Ella caminó fuera de la habitación, pero regresó, con su mano sosteniendo la pesada puerta. “Sólo para refrescarme, odias ser un vampiro, y odiamos a este Ethan Sullivan, cierto?

Ojeé el espeso Cannon, a través de las antiguas páginas, desfilando a través del conocimiento y el gran contenido, con mi mirada calma hasta que encontré un título del capítulo dos: “Sirviendo a tu Señor.”



“Oh, claro,” le aseguré. “Lo odiamos.”
Dormí en el sofá, con el libro en manos. Pasé las últimas horas de la noche, mucho después de que Mallory se haya ido a arriba, derramándome en el Canon.
Ya estaba despabilada, la transición ya había invertido mi horario de sueño, al menos hasta que la ola de cansancio me golpeó al amanecer. Cuando el alba se acercó, yo podría sentir el sol que se arrastraba, mientras preparaba para abrir brecha al horizonte. Cuando se alzó hizo más pesado el cansancio. ¿Qué fue lo que dijo ese Carl Sandburg sobre la niebla? ¿Qué se movía como un gato?
Así fue como el cansancio vino. Llegó sigilosamente, silencioso pero seguramente allí, cubriéndome cómo una pesada manta de terciopelo.
Pero dormir era incremental, desperté de repente, encontrándome a mi misma envuelta en una mohosa manta antigua. Me desperecé, y miré a los alrededores y vi a Mallory usando unos encantadores jeans y una remera Cuba, mirándome curiosa.
“Tratas de momificarme?”
“Hay ventanas en esta habitación,” ella argumentó, “y sos muy pesada para poderte llevar a arriba. Te dejé expuesta todo el día al sol y definitivamente no me des la renta de este mes.” Ella se levantó, para acercarse. “Quemaduras o algo?”
Tiré la manta al suelo e inspeccioné mi cuerpo. Todavía estaba en el vestido de seda, y las partes de mi piel que quedaban expuestas estaban bien, quizá mejor de lo que estaban antes del cambio. y me sentía muchísimo mejor de lo que me sentía la noche anterior, la lentitud había finalmente aclarado. Era ahora una saludable chupasangre. Yay!
“Nah,” le dije, apaciguando su monólogo interno. “Creo que estoy bien. Gracias.”
Mallory raspó sus uñas contra sus muslos. “Creo que necesitamos estar un tiempo juntas esta noche, tu sabes, llevarte fuera a algún lado. Deduciendo con quién saldremos, cuáles son tus necesidades. Escribe cosas que tal vez la necesitarás.
Levanté mis cejas expectante. Mallory era brillante, sin ninguna duda. Por eso: ella había llegado a trabajar como una publicista ejecutiva en el McGettrick-Combs justo después de graduarse—literalmente, el día después de graduarse de la universidad Northwestern.
Mallory dijo: “Mr. McGettrick, quiero trabajar para su firma. Dijo gruñonamente a Alec McGettrick. “Este aquí a las ocho a.m. El lunes a la mañana.
Pero Mallory era la persona ideal, no era detallista, que era probablemente porque ella era de tanto valor para Alec en su equipo.
Que ella me sugiriera que hiciera una lista, bueno eso no era típico de Mallory.
“Te sientes bien Mal?”
ella se encogió. “Tú eres mi mejor amiga. Es lo menos que puedo hacer.” Mallory aclaró su garganta, mirando fijamente a la pared. “Dicho esto, el refrigerador esta ahora lleno con sangre, que fue entregada antes de que te despertaras, y hay trescientos números al lado para ordenar más.” Su boca se movió ligeramente, y podría decir que estaba tratando de no reír.
“Por qué te estas riendo de mi comida?”
Ella cerró sus ojos. “La compañía que hace estas entregas de cosas para vampiros? Se llama “Sangreparatí.” Nada original, quiero decir, tienen una clientela segura, pero todavía, tómense su marca seriamente, por la seguridad de Christ. Necesitan un nuevo nombre, una nueva imagen, repaquetar...” sus ojos se movían para todos lados, probablemente, logos y mascotas bailando en su cabeza al ritmo de una canción que sin ninguna duda había conceptualizado.


“No importa,” dijo finalmente, sacudiendo su cabeza para aclararla. “No estoy en el trabajo. Noticias más importantes, compré una cortina gruesa para tu habitación. Es enorme, así que cubre completamente la ventana. Eso te debe dar un lugar seguro para dormir, aunque desentona completamente con la decoración.” Ella miró críticamente alrededor. “Justamente como esta.”
Cuando Mallory se mudó a la casa, no hizo cambios, distribuir las habitaciones, llenar el refrigerador, y trayendo más electrodomésticos. Así que la decoración, tal como estaba, reflejaba el gusto de la tía Rose. La mujer tomó muy en serio su nombre, cubrió prácticamente cada superficie libre con servilletas de flores y alfombrillas floreadas hasta el empapelado tenía rosas.
“Nuevamente Gracias.”
“En caso de que importe, estabas verdaderamente durmiendo.”
Le sonreí. “Lo comprobaste?”
“Puse un dedo debajo de tu nariz. No sabía si estabas respirando, o si eras solo una especie de... muerta. Algunos libros dicen que los vampiros hacen eso, tu sabes, durante el día.”
Y Mallory, siendo una estudiante de lo oculto, lo sabría. Si no hubiera encontrado el trabajo en la agencia de publicidad hubiera dedicado su vida a investigar a los vampiros, y eso era incluso antes de que me convirtiera en uno real. Entonces ella se dedicó a eso en su tiempo libre. Y ahora ella me tenía a mi, su propia mascota vampiro. Vampet?
“Se sintió cómo si hubiera dormido.” Confirmé, y me levanté, dejando el libro en el piso entre nosotras, advirtiendo la ropa que todavía traía puesta. “Llevo puesto este vestido por veinticuatro horas. Necesito una terriblemente larga ducha y cambiarme de ropa.”
“Entonces hazlo. Y no uses todo mi acondicionador, chica muerta.”
Bufé, y me dirigí a las escaleras. “No sé porque te aguanto.”
“Porque algún día querrás ser sólo un poquito genial de lo que soy yo.”
“Por favor. Eres una total bruja colmilluda.”
Las risas estallaron en el living. “Nos divertiremos mucho con esto.”
Lo dudé, mucho, pero me había revolcado lo suficiente, así que me tragué mis dudas y subí silenciosamente. Evité mirar al espejo del baño, sólo por si acaso, temiendo no ver mi reflejo, pero me mantuve bajo el duchero, hasta el agua caliente salió, acariciando los pinchos de calor, y pensando en mi nueva... existencia? Helen mencionó lo básico- estacas, luz del sol, sangre- pero ella había olvidado la metafísica. Quién era? Qué era?
Muerta? No muerta?
Forzándome a enfrentar la menor parte del problema, pasé la manó por el espejo empañado, rezando por un reflejo. El vapor se arremolinó en el baño pequeño, pero me reveló, húmedo y principalmente cubierto por una toalla de baño rosa, el alivio en mi expresión era obvio. Le fruncí el entrecejo al espejo, tratando de captar el resto del reflejo. Nunca había sido especialmente religiosa. Iglesia, para mis padres, siempre había sido una excusa para mostrar sus Prada y sus nuevos Mercedes convertibles.
Pero siempre había sido un poco espiritual. Traté, no obstante mis padres, de dar las gracias y valorar lo que me había sido dado, que me recordaban que era un diente en una gran rueda, era un malhumorado día nublado, la gracia divina de Elgar, “La pintura en el ascenso de Lark”; la dignidad de las pinturas de Casta en el instituto de arte. Me estremecí, desnuda y húmeda, enfrente del espejo del baño, levanté mis ojos al “cielo”. “Espero que sigas estando bien.”

No obtuve respuesta, pero luego, no esperé una. Respuesta o no, no importaba.
Eso era el significado de la fe, no?

Veinte minutos luego, bajé al primer piso, limpia y seca, y nuevamente en jeans.
me conformé con mi par favorito de tiro bajo, y lo combiné con dos finas camisetas en blanco y azul pálido que hacían juego con mis ojos. y un par de Pumas Mihara negros.
Con tres pulgadas cortas de seis pies, no tenía necesidad de tacos. El único accesorio que faltaba, era el elástico negro que tenía en mi muñeca para emergencias de pelo. Hoy, ya había atado mi oscuro pelo en una alta cola de caballo, dejando suelto el cerquillo en la frente.
Encontré a Mallory en la cocina. Estaba sentada en uno de los taburetes, una Coca Dieta en la encimera delante de ella, una copia de Cosmo en sus manos.
“Qué has aprendido anoche con tu Biblia vampírica?” ella preguntó, sin mirar para arriba.
Preparándome a mi misma para el recuento, tomé una lata de soda del refrigerador, le arranqué la tapa, y me desplomé en un taburete a su lado. “Cómo Helen dijo, hay doce Casas de vampiros en los Estados Unidos; tres en Chicago. El arreglo de la Casa es un tipo de... Bueno, Inglaterra feudal. Excepto que en vez de un barón, hay un Maestro vampiro a cargo de todo.”
“Ethan”.
Asentí en acuerdo. “Para Cadogan, Ethan. Él es el vampiro más poderoso en la Casa. El resto de los vampiros son básicamente sus sirvientes—tenemos que hacer un juramento para servirle, jurarle lealtad, ese tipo de cosas. Hasta tiene un título sofisticado.”
Ella me miró, levantando las cejas.
“Él es mi “Liege.” ”
Mallory trató de contener una risita sin obtener mucho éxito —la que terminó en una sonora y animada—antes de volver a su revista. “Tenés que llamar a Sullivan tu “Liege”?”
Sonreí, “Sólo si espero de él una respuesta.”
Ella bufó, “Qué mas?”
“Las Casas son como” —me detuve para pensar una buena analogía—“compañías. Algunos vampiros trabajan para la Casa. Capas que guardias o personas de relaciones públicas o cualquier cosa. Ellos tienen administradores, doctores quienes trabajan fuera de la Casa, hasta algunas posiciones históricas. Todos ellos obtienen una paga.”
“Posiciones históricas?”
Tomé un trago de mi soda. “Ethan tiene un “Segundo”, cómo un segundo al mando o algo así.”
“Ooh, cómo Riker?”
Mencioné que ella también amaba Star Trek: The Next Generation ? “Claro. Hay también un “Centinela” quién es cómo un guardia para la Casa.”
“Para la marca?”
Asentí a la oportuna metáfora. “Exacto. Y la casa misma está en Hyde Park. Es cómo una mansión.”
Mallory me miró apropiadamente impresionada. “Bueno. Si vas a ser atacada y no estás dispuesta a ser un vampiro, pensa que serías una rica y lujosa vampiro.”
“Eso es una argumento”
“Cuántos vampiros hay en Cadogan?”






“trescientos ocho. Ochenta y seis viven actualmente la propiedad de la Casa. Ellos tienen habitaciones o algo parecido.”
“Así que esos vampiros viven en una mansión-fraternidad, y te pagan sólo por tener dientes puntiagudos.”
Ella ladeó su cabeza hacia mí. “Cuánta cantidad de dinero es exactamente.?”
“Decente.”
“Menos el libre testamento” (Minus the free will)
“Ahí está”
Mal aclaró su garganta, puso la lata en la mesada, unió sus manos, y luego me miró. Adiviné que no me iba a gustar para nada la confesión que me iba a hacer.
“Llamé a la universidad.”
El tono de su voz hizo que mi corazón se hundiera. “Les dijiste que nada de esto fue mi opción?”
Su agarre se aflojó sobre la encimera. “Merit, ellos no admiten vampiros. No lo pueden hacer legalmente, y temen por lo que podría pasar si alguno de ustedes, ya sabes” —ella frunció el entrecejo, y sacudió una mano en el aire—“con los dientes y la mordida. Honestamente, si Helen no lo hubiera hecho, la universidad te hubiera echado cuando lo averiguaran.”
Esa semilla de odio se abrió y creció. “Pero no les hubiera dicho,” insistí. “De que otra manera se habrían enterado? Podría haber arreglado mis horarios, haber tomado las clases de la noche . . .”
Mallory sacudió su cabeza, y me entregó, con una sombría expresión, un periódico desdoblado. Era el matutino TRIB, abriendo la página en grandes góticas letras decía, FELICITACIONES!”. El titular que ocupaba toda la página en la sección de estilos de vida. Una lista de nombre, doce columnas de ellos, una docena de nombres en cada una. El texto decía: EL REGISTRO DE VAMPIROS DEL NORTE FELICITA A LOS SIGUIENTES NUEVOS INICIADOS. SU TRABAJO SERÁ FRUCTÍFERO Y CUMPLIDOR. Escaneé las Casas: Navarre, McDonald, Cabot, Cadogan, Taylor, Lincoln, Washington, Herat, Lassiter, Grey, Murphy, Sheridan. Mi nombre se encontraba en la columna de Cadogan.
Mi estómago se encogió.
“Algunos reporteros llamaron,” Mallory dijo tranquilamente. “Ellos dejaron mensajes en la contestadora. Querían hablar contigo sobre ser un vampiro. Un vampiro Merit.”
“Reporteros?” Sacudí mi cabeza y tiré el periódico sobre la mesa. “No lo puedo creer. No puedo creer que hayan hecho esto. Que me hayan expuesto así.” Me llevé las manos a la cara, tratando de contener la rabia que estaba comenzando a sentir.
“Estás bien?” Mallory preguntó.
Bajé mis manos y la miré, esperando que me entendiera. “Podría haber pretendido, asegurarme que nadie se enterara. Todo lo que tenía que hacer era tomar clases nocturnas, que no habría sido tan difícil. Mi comité hubiera trabajado conmigo. Maldición! Ni siquiera tuve la oportunidad de intentarlo!”
La furia aumentó, rápido, caliente y fuerte. Picaba bajo la piel, mi cuerpo era demasiado pequeño para contenerla. Mi cuerpo no encajaba. Sacudí mis hombros irritada, la rabia todavía creciendo.
Quería pegarle a algo. Pelear con algo. Morder algo. Lentamente giré la cabeza, lancé una mirada codiciosa al refrigerador.
“Jesús Merit.” La espanté con la mirada. Los ojos de Mallory eran enormes, sus manos agarrando el borde de la encimera. Oí el rápido golpeteo doble de un ruido sordo de tambor y comprendí que era el latido de su corazón.
“Qué?” Susurré.
Ella extendió una mano, pero se detuvo y la volvió hacia atrás. “Tus ojos. Tus iris están completamente plateados.”
Corrí de la cocina hasta el baño del primer piso. Me miré a mi misma. Ella tenía razón, el azul de mis ojos se había convertido en un plateado brillante, las pupilas se habían dilatado.
Mallory se escabulló en la pequeña habitación polvorienta detrás de mí. “Estas enojada. Debe pasar cuando te pones furiosa.”
Furiosa o sedienta, enmendé silenciosamente, desde que había considerado beber sangre como una manera de aliviarme.
“Abre tu boca.”
Mis ojos seguían plateados, nuestras miradas se encontraron en el espejo. Dudé por un momento, tomando el valor para hacerlo, sabiendo lo que iba a ver cuando lo hiciera.
Abrí mi boca, y vi los colmillos que habían descendido de mi mandíbula superior. Se habían alargado, volviéndose más filosos. Eso debió haber pasado cuando consideré atracar el refrigerador.
No estoy segura sobre que dijeron de quién era ahora que no había notado en el momento. Murmuré una maldición angustiada.
“Esos no estaban allí antes.”
“Lo sé,” Mordí en el aire.
“Lo siento, pero eso está atemorizantemente genial!”
Rápidamente cerré la boca, y apunté a mi mandíbula apretada, “No tan genial la primera vez que tengo la urgencia de convertirte en un aperitivo.”
“No lo harías.”
Su tono era simple, completamente confiado, pero yo no tenía tal fe. “Espero que no.”
Ella agarró un mechón de mi lacio y largo pelo. “Tu cabello está más oscuro.” Ella volteó su cabeza hacia mí.
“Quizá ´sable´ en lugar de ´castaño´. Y tu piel estás más pálida. Tienes ese tipo de. . . brillo cadavérico.
Miré a mi reflejo. Ella tenía razón—pelo más oscuro, piel más pálida, cómo el estereotipo vampiro.
“Qué más sientes? Más fuerte? Mejor audición? Vista? Algo de eso?”
Parpadeé al reflejo. “Veo las mismas cosas, oigo en el mismo nivel, es lo mismo.”
Pensé en los olores de la casa, lo fuerte que se sentían allí. “Tal vez un mejor sentido del olfato? Y no estoy siendo bombardeada o algo, pero cuando me emociono, puedo sentir nuevas cosas.” No mencioné la punzada en el aire que sentía alrededor de ella, o el echo de que una de las nuevas cosas que podía sentir era el latido de su corazón.
Mallory se inclinó en el marco de la puerta. “Desde que mi experiencia con los muertos andantes, es de dieciocho oras, esto es sólo una conjetura, pero apuesto que hay una simple manera de ocuparnos del problema de los ojos plateados.” Eso debería ser bueno. “Y eso sería?”
“Sangre.”

La pusimos en la encimera, con un vaso de martín, un vaso de te helado, un termómetro de comida, una botella de chocolate de almíbar Hershey, una jarra de aceitunas, ambas inseguras de cómo sería mejor atacar.
Mallory pinchó la bolsa con el extremo embotado de una brocheta de bambú. Borbotó, y la depresión en un lado del plástico desapareció. Ella hizo un sonido de disgusto y me miró con ojos simpáticos. “Jesús, Merit.”


Asentí, y miré hacia la bolsa de tipo O. Era una de las siete que habían entregado. Había una de cada tipo—A, B, AB y O— y tres bolsas extras de O. Supuse que era el gusto universal, lo supuse.
“Líquido, líquido por todas partes y ni una gota para beber,” Observé.
“Ugh.”
“Opresora corporativa.”
“Nerd.”
“Pelo azulado-raro.”
“Culpable de cargo.” Ella recogió el vaso de te helado y me lo entregó. “Ahora o nunca, Merit. Ella dijo que necesitas un poco cada tanto”
“Lo asumo como un promedio. Sabes—cuatro sorbos por semana, dar o tomar, promediando un día por medio. Y probablemente ya tomé ayer antes de que me dejaran aquí. Así que no necesito tomarla hasta mañana.”
Mallory frunció el ceño. “Ni siquiera quieres probarla? Es sangre, eres un vampiro. Deberías estar traspasando el plástico con esos dientes afilados sólo para poder tomar la sangre.” Ella sostuvo la bolsa con dos dedos, moviéndola en el aire, haciendo pequeñas ondas en un diminuto océano. Y me estaba haciendo marear.
Puse una mano defensiva sobre mi abdomen. “Sólo baja la bolsa, Mallory.”
Ella lo hizo, y estuvimos paradas allí por otro par de minutos hasta que la miré. “Creo que no estoy lo suficientemente hambrienta para hacerlo. Seguramente será mas apetitoso si realmente, realmente lo deseo.”
“Estás hambrienta de algo?”
Repasé la biblioteca de cajas de cereal encima del refrigerador, había una gran cantidad debido a las preparaciones de Mallory para el Apocalipsis vampírico.
“Alcánzame la caja de Chunkee Choco Bits. Los malvaviscos.”
“Hecho y hecho,” ella dijo y resbaló fuera de su taburete. Ella fue hacia el refrigerador, alcanzó y agarró la caja, y caminó para entregármela. La abrí y agarré una cucharada de cereal, escogiendo los malvaviscos, para llevarlos a mi boca. “Nada para ti?”
“Mark va a venir,” ella dijo cuidadosamente, “Si tu no tienes problema.”
Mark era el tierno, sin objetivos, novio de Mallory. Les daba dos semanas más juntos. “Está bien conmigo, hazlo traer comida China. Pero si me molesta, probablemente lo vaya a tener que morder.”
Ella rodó sus ojos. “Perra vampiro.” Me encogí de hombros y tomé otra cucharada de cereal. “Sólo te estoy advirtiendo, voy a ser probablemente una vampiresa muy mala.”
Mallory bufó y se fue de la cocina, gritando, “Yeah, bueno, tienes un malvavisco violeta en tu mentón, vampiresa malvada.” Me lo quité, con el pulgar y el dedo índice, y lo tiré en el fregadero de la cocina. Cosas como esa iban a arruinar mi reputación.

A los veinticinco, Mark Perkins decidió que quería nadar por el Canal Inglés. A los veintiséis decidió que quería escalar el Everest. Luego fue el Machu Picchu, paracaidista, cazador de fantasmas en Nueva Orleáns, etc. A diferencia de Mallory que raramente planeaba algo, Mark lo planeaba todo.
Él nunca llego a hacer nada. Alto y delgado, con cabello corto y marrón, golpeó nuestra puerta con una potencia, brazos abrumados con guías de libros, mapas, y dos bolsas de papel, con los fondos grasientos.
“Comida china!” Mallory chilló, saltando a la puerta cuando él vino. Besó sus mejillas, tomando una bolsa para llevarla a la cocina. Yo estaba leyendo nuevamente, así que devolví el libro a la mesa ratona.

El asintió a mi dirección, dejando sus propios libros en el asiento encantador, para seguir a Mallory. “Merit.”
“Hola, Mark.” Lo saludé con la mano, pero detuve el movimiento para chequear su literatura.
En el sofá, con letras satinadas leí, La Gran Aventura, Escalando Dunas, y Tu Gran, Gorda Aventura Suiza. Matterhorn era aparentemente el próximo en la lista de Mark. Pobre, dulce, sordo Mark.
“Ella ahora tiene colmillos, Mark” gritó Mallory. “Así que ten cuidado.”
A mitad de camino a la cocina, Mark se detuvo, y volteó para mirarme, sonriendo como un idiota. “Oh. Mi. Dios.”
Rodé los ojos, y arrebaté la bolsa de comida. “Conseguiste el cangrejo?”
Él frunció el ceño “Qué necesitan los vampiros del cangrejo?”
Fuimos hasta la cocina. Puse la bolsa en la encimera, y revolví hasta encontrar la caja de papel con cangrejo frito, y crema de queso, con un paquete de salsa dulce. Las abrí, mojando un poco en la salsa, solo un poco. Estaban todavía calientes—y chillé entusiasmada con el sabor: dulce, crocante, cremoso. Todo un nuevo cambio vampírico que podría haber deseado.
“Orgasmos aparentemente,” Mallory bufó, y sacó fuera sus propios potes de comida.
Tomó uno, y lo abrió, después rompió el envoltorio de los palillos, y los llevó al pote, sacando un poco de brócoli, y lo mascó.

“Así que, cuánto llevas siendo una muerta andante?” Mark preguntó.
Mallory se atragantó, la golpeé animadamente en la espalda.
“Llevo dos días,” le dije, y tomé otro poco del gratuito cielo frito. “Hasta ahora todo ha ido tranquilo.” Famosas últimas palabras, esas.
Estuvimos comiendo como por diez minutos, cuando oímos un vidrio haciéndose añicos en el frente de la casa. Nuestras cabezas voltearon al oír el sonido. Nos paramos simultáneamente, pero mantuve a Mark y a Mallory detrás.
Los ojos de Mallory se ensancharon, y adiviné lo que debía de haber visto: Mi sangre zumbando con la adrenalina, y supe que mis ojos se habían vuelto plateados.
“Quédense aquí,” les dije, y caminé a través de la cocina. Apagué la luz y me moví por el pasillo. No había otros sonidos en la casa, y no oí nada fuera—choque de auto, gente gritando, sirenas. Cuidadosamente agarrando las paredes, entré al living. La ventana del living—una ventana pintoresca compuesta por una sola capa de vidrio—había sido rota desde fuera hacia dentro. Un ladrillo en el suelo, envuelto en papel blanco, la brisa moviéndose de un lado a otro.
Primer cosa primero, pensé, ignorando el misil para tomar mi camino a través de los vidrios hasta la puerta principal para chequear el agujero. La acera estaba vacía y quieta. Estaba oscuro fuera, así que teóricamente, nuestros atacantes podrían haber estado ocultos en los arbustos, pero sabía que no había nadie allí. Podría... decir. No había sonidos, ni olores, ni indicaciones de que alguien había estado cerca de la casa, más allá de la luz, el olor acre de automóvil. Ellos deben haber conducido, haber hecho la entrega y haberse ido.
Me volví hacia el ladrillo, me agaché para recogerlo, y saqué el pedazo de papel. En letra negra, se leía:

Piensas que eres demasiado buena para nosotros, perra Cadogan? La próxima mueres.

La amenaza estaba bastante clara, y supuse que ahora me identificaban como la “Perra Cadogan.” Pero el “demasiado buena para nosotros.” Me dejó perpleja.
Sonaba cómo una elección—cómo si hubiera elegido a Cadogan de un catálogo de Casas de vampiros. Era profundamente mentira, una buena clave—el vándalo no me conocía, al menos no lo suficiente para entender lo inexacta que había sido su declaración. Una pequeña elección que había tomado?
La voz de Mark me llamó. “Merit?”
Levanté la vista, los encontré a los dos acurrucados en el pasillo, y sentí mi pecho apretado protectivamente. Me tomó un momento, uno sorpresivo, darme cuenta que lo que me apretaba no era miedo sino adrenalina.
Los llamé con una mano extendida. “Está bien. Pueden entrar. Sólo tengan cuidado con el vidrio.”
Mallory entró cuidadosamente a la habitación, esquivando los fragmentos. “Jesús. La ventana, qué paso?”
“Demonios,” Mark estuvo de acuerdo, mirando el daño.
Mallory me miró, con los ojos brillando de miedo, “Qué pasó?”
Le entregué la nota. La leyó, luego tomó mi brazo. “Tú eres la perra?”
Me encogí de hombros. “Eso creo, pero no entiendo la amenaza.”
Mark caminó hasta la puerta, la abrió lentamente, y miró hacia fuera. “Nada por aquí.” Gritó. “Sólo algo de vidrio.” Él volvió con su mirada fija en nosotras. “Tenés algo con lo que pueda sacar la ventana?”
Miré a Mallory, quién se encogió. “Tal vez haya algo en el garage.”
Él asintió. “Iré a mirar. Ya regreso.”
Cuando la puerta se cerró tras él, Mallory miró a la nota en sus manos.
“Piensas que deberíamos llamar a la policía?”
“No,” le dije, recordando la advertencia de mi padre. Me una idea me vino a la mente. Tomé la nota y la puse en mi bolsillo.
“Creo que deberíamos ir a la Casa.”
Diez minutos después, Mark se balanceaba en el borde del porche, afianzando una chapa vieja por encima de la ventana, Mallory y yo sacábamos el auto fuera del garage, con la dirección de Hyde Park en mano.
Mark no estaba entusiasmado con que Mallory planear visitar una casa de vampiros en el medio de la noche, pero pienso que había sido más que nada por el hecho de que él no había sido invitado. Protestó acerca de su seguridad, pero la preocupación no le llegó a la expresión de su cara.
Para tranquilizarlo, le prometimos que tendríamos nuestros celulares a mano. Aparentemente pensar en precauciones extras servía.,
Mark corrió abajo la entrada de autos cuando nosotras arrancamos, y cuando Mallory bajó la ventanilla, él le deseó buena suerte y le entregó algo.
“Qué es esto?! Ella le preguntó.
“Ajo.” Me echó una mirada, y luego le levantó las cejas a Mallory. “Vampiros,”
él susurró. Con la mandíbula fuertemente apretada, como si un movimiento de sus labios fuera la piedra Roseta que me iba a dar la llave de un gran secreto.
“Todavía puedo oír Mark,” le recordé.
Se sonrojó y se encogió en forma de disculpa. Mallory sacudió el plástico contenedor del ajo, y lo sostuvo debajo de mi nariz. Arrugué la nariz, esperando una reacción, y cuando nada pasó, me encogí de hombros.




“No estoy segura que tenía Buffy en mente, cariño, pero gracias igual.” Ella envió un beso a Mark, y lo miramos regresar a la ventana. Mientras retiraba al Volvo de la salida Mallory tiró el ajo al asiento trasero, “No estoy segura cuanto más va a durar esto con Mark.”
“Huh,” Remarqué, tratando de mantenerme neutral. “No está yendo bien?”
“Él es una buena persona, y creo que no estamos divirtiendo.” Ella se encogió, “No lo sé. No hay mucho más que eso, nos llevamos bien, quiero decir.
Asentí, “Lo entiendo.”
Ella sacudió una mano en el aire, “enfrentemos el problema más importante.” Ella se giró en su asiento para enfrentarme. “Antes que golpeemos el Hyde Park, quiero estar segura de lo que vamos a hacer. Vamos a patear traseros de vampiros, o sólo vamos a preguntar sobre esta amenaza de muerte?”
Mordí mi labio mientras consideraba su pregunta. Estábamos caminando dentro de un nuevo problema, y nos teníamos solo a nosotras mismas—una ejecutiva y una vampiro de dos días de edad—como armas. Y mientras Mallory gastaba una hora en el gym por día, y yo había tenido diez años de ballet y muchísimo trote debajo de mi cinturón, dudé que cualquiera de esas cosas fuera a ayudar significativamente. Ciertamente no habían ayudado unos días atrás. “Hablaremos con ellos calmadamente y racionalmente,· decidí.
“Y no le dirás a Darth Sullivan tu pensamiento sobre su suposición fascista de la autoridad?”
Contuve una risa. “Quizá no al primer encuentro, no.”
El tráfico estaba ligero, no tomó mucho tiempo. Mallory chequeaba las direcciones que habíamos impreso de la Web. “Nos estamos acercando,” dijo finalmente, y me dijo que girara a la izquierda. Cuando llegamos a la dirección, estacionamos.
“Oh, mi Dios.”
“Lo sé, lo veo.” Aparqué en slot vacío en la calle, entre un Beemer y un Mercedes, y salimos del auto. La Casa, era una mansión, ocupaba todo una manzana. El edificio estaba rodeado por una complicada reja, de diez pies de alto, de hierro. En el interior había plantas, arbustos y helechos, tapaban la vista pública.
La Casa en si misma era gigante, tres columnas pálidas llegaban hasta el tejado, y una torrecilla en una esquina, y una ventana rectangular que iba desde el piso hasta el techo.
Las ventanas de la buhardilla de gablete y la cantidad de ventanas le daban un aspecto gótico. Pero sobre todo, mientras el edificio ocupaba un gran espacio, parecía un hogar al igual que las casa vecinas de Hyde Park. Bueno, excepto por las cosas de vampiros.
Mallory agarró mi mano. “Estás lista?”
“No,” admití. “Pero necesito hacerlo.”
Seguimos el camino, hasta llegar a donde estaban parados dos hombres vestidos de negro, con sus espadas amarradas a los cinturones. Ambos eran altos, con pelo lacio oscuro, atado tirantemente hacia atrás. Ellos lucían iguales a los guardias, sus rasgos faciales eran fraternalmente similares.
El que estaba a la izquierda susurró algo, luego tocó su auricular, y finalmente asintió hacia mí. “Puedes entrar,” me dijo, luego dirigió su mirada hacia Mallory. “Pero ella no.” Simple decisión. “O ella entra, o ninguna de las dos.” Nos dio la espalda, pero yo oía un casi imperceptible susurro, mientras tocaba el aurícular nuevamente.
Cuando se volteó, un asentimiento con la cabeza fue la única afirmación que obtuvimos.
Mientras caminábamos por la acera, Mallory tomó mi mano y la apretó. “Compañeros parlanchines. Ellos tenían espadas.”


No sólo espadas, yo pensé, mirando hacia atrás, vainas ligeramente encorvadas y asas largas, rectas.
“Creo que son katanas.” Esas eran las espadas de los samurai,
un hecho que yo había aprendido mientras investigaba el armamento para mi deserción.
Aunque estaba interesada en el lado romántico de la literatura medieval—pensando en Lancelot y Tristán—el género era duro con el tema de las guerras y las armas.
“Piensas que te darán una espada?”
“Qué demonios haría yo con una espada?” Llegamos a la puerta principal, que no tenían guardias. El pórtico era arqueado, y cuatro símbolos, el más bajo era una estilizada “C”, colgaban arriba de la puerta.
“Hmm,” dije. “Golpeamos o sólo entramos, qué piensas?”
Nos salvamos de tomar la decisión. La puerta fue abierta por una alto, exquisitamente hermoso hombre, con una piel color caramelo. Su cabello era corto, y sus ojos eran verde pálido. Llevaba puesto traje negro que le marcaba perfectamente su figura, y una camisa blanca debajo. Él extendió su mano. “Malik.”
“Merit,” dije, tomando su mano. “Y Mallory.”
Sus orificios nasales se hincharon y levantó las cejas. “Mágica?”
Mallory y yo nos miramos. “Pido perdón?” Pregunté. Él no me respondió, pero se hizo a un lado para dejarnos entrar. El interior de la Casa era tan impresionante como el exterior. Contrariamente con lo que esperaba—tull negro, muebles de cuero, velas rojas, pentagramas—la Casa estaba muy bien decorada. En realidad, lucía como un hotel cinco estrellas. Los pisos eran de madera brillante, os techos altos ceñidos por las vigas antiguas de roble espeso. La decoración—mucha madera, urnas de flores, la iluminación cuidadosamente seleccionada—era sofisticada e inspirada en Francia. Malik nos escoltó mientras pasábamos de un salón a otro. “Quédense aquí.” Nos dijo en un tono que no daba lugar a réplicas. Nosotras obedecimos, Mallory y yo paradas hombro con hombro en la puerta para poder contemplar la habitación.

Diez hombres y mujeres, todos vestidos en sofisticados trajes negros, pulularon, algunos con PDAs en sus manos, otros en sillones usando laptops. Me sentí completamente fuera de lugar en jeans y remera, especialmente cuando sus miradas empezaron a seguirme a Mallory y a mí. “Nueva chica,” susurró Mal. “Es cómo tu primer día de escuela.”
Asentí. “Se siente cómo uno.”
“Piensas que él está aquí? Sullivan?”
Miré alrededor, pero fue en vano. “Capas?” le dije. “No sé cómo luce.” No tenía una buena vista de su cara cuando me mordió, y si él estaba mientras me recuperaba, no lo recordaba.
Tenía el presentimiento que los distantes ojos verdes le pertenecían a él, pero era solo una corazonada.
“Usa tus sentidos de araña.”
Me reí bajito. “Aunque tuviera sentidos arácnidos, no sabría como usarlos.”
Una voz hizo eco a través del salón—más alto que los bajos susurros de los otros vampiros trabajadores.
“Está bien Celina. Aprecio que me hayas llamado.”
Las palabras le pertenecían a un hombro con un celular en su oreja que estaba parado en la puerta opuesta.

Él era alto, dos o tres pulgadas más de seis pies, y fuerte como un nadador—cintura estrecha, hombros anchos, piernas largas. Con cabello lacio hasta los hombros, de un color rubio dorado. Su piel parecía cincelada—pómulos afilados, mandíbula firme, fuerte frente, sus labios llamándome a casa. Estaba vestido con un traje negro que le quedaba perfecto, con una impecable camisa blanca debajo, con el botón superior desprendido, sin corbata.”
“Es más lindo que Beckham,” Mallory suspiró. “Jesús.”
Asentí, en un silencioso acuerdo. El era increíblemente apuesto.
El rubio estaba acompañado por una pelirroja igual de atractiva, con la piel luminosamente pálida- estaba usando solamente un ardiente vestido naranja de cocktail, los desnudos dedos de sus pies pintados de rojo. Sus brazos cruzados sobre su pecho, y mientras ella estaba parada íntimamente cerca del rubio, escaneaba la habitación con una precisión casi mecánica. Ella miró alrededor, y nos vio a Mallory y a mí, y se tensó. Luego se inclinó sobre el rubio y susurró algo. Él levantó la cabeza, con un poco de cabello dorado sobre su frente, y nos miró. Nuestras miradas se encontraron. Él me miro fijamente y yo le devolví la mirada. Un escalofrío subió por mi espalda, una temprana premonición de algo que no podía distinguir.
Vampiros definitivamente tenían sentidos arácnidos, y el mío estaba enviando señales luminosas—señales luminosas enormes y ardientes que avergonzaban a los fuegos artificiales del cuatro de Julio en el malecón de la armada. Alejé la sensación, tratando de dispersar el sentido de la familiaridad. No quería que él fuera familiar. No quería que me conociera, no quería que supiera quién era, que haya tenido que ver en mi cambio. Quería que ese hermoso hombre fuera nuevo en la Casa, un vampiro regular que hacía un duro trabajo nocturno para el Maestro que detestaba secretamente. Quería que se me aproximara, que se presentara, que se alegrara de que fuera un vampiro que recién se les unía al club de los “niños”. No podía apartar mis ojos. Lo miré. Él me miraba, con los labios separados en sorpresa, sus nudillos blancos alrededor de los archivos que sostenía en su mano libre. El resto de la habitación se quedó quieta, mientras nos miraban, esperando una orden—Deberíamos saltar sobre la chica nueva? Golpearla por llevar jeans y zapatillas? darle la bienvenida a la antigua hermandad de vampiros con un desayuno de panqueques?
Tomando una decisión, el rubio cerró su celular, y caminó hacia nosotras, su paso largo seguro y veloz. Cada paso lo hacía verse más hermoso— sus rasgos perfectamente esculpidos entrando en un relieve afilado.
Antes de ese momento, antes de mirarlo caminar hacia mí, había sido una chica normal. Si vi a un chico y lo encontré atractivo, podría haber sonreído, o en una rara ocasión, decirle hola, o darle mi número de teléfono. No podría decir que iba tan lejos, pero hacía un movimiento si estaba interesada. Pero algo sobre este chico, quizá era una mezcla con mi reciente transformación, hacia zumbar cada célula de mi cuerpo. Quería pasar mis dedos por su pelo, y poner mis labios contra él. Quería reclamarlo como propio—una necesidad instintiva haciéndose más profunda, creciendo. El tiempo parecía acelerarse, llevando a mi cuerpo a un destino que mi cabeza no entendía.
Mi corazón golpeaba, como un martillo dentro de mi pecho, y podía sentir la sangre moviéndose por mis venas. Mallory se inclinó sobre mí. “FYI, tus ojos están plateados. Agregaré “excitada”a la lista de razones que lo hacen suceder.”
Asentí ausente. Mi hermoso rubio se movía cada vez más cerca, hasta que no estuvo para frente a mí, hasta poder mirarlo, no podía ver el color de sus ojos.
Eran de un profundo, traslúcido, verde esmeralda.
Un verde imposible.
Y cómo mi corazón se hundió, me di cuenta, familiarmente verdes.
“Mierda” fue todo lo que pude decir.
Nuestro hermoso Beckham era mi enemigo jurado.

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