Some Girls Bite- Capítulo 13

CAPÍTULO TRECE
DOS SON COMPAÑÍA-TRES SON MULTITUD.

Un día pasó, luego dos, luego cuatro. Fue sorpresivamente fácil caer dentro de la rutina de ser un vampiro.
Durmiendo durante el día. Supliendo mi dieta con sangre. Aprendiendo todo sobre la seguridad de Cadogan (incluyendo los protocolos) y poniendo lo mejor de mí para prepararme a defender la Casa. Sobre ese temprano punto, generalmente involucraba pretender ser tan competente como mis actuales habilidosos colegas.
Los protocolos no eran tan difíciles de entender, pero había mucho que aprender. Estaban divididos, muy parecidos a los katas (secuencia de movimientos), en categorías-planos de acción ofensivos, planos de acción defensivos.
La mayor parte de ellos entraban en la última categoría-cómo se suponía que debíamos reaccionar si grupos atacaban la Casa o cualquier vampiro Cadogan en particular, cómo debíamos estructurar los contraataques. La variedad de maniobras dependiendo del tamaño de la banda de merodeadores o dependiendo si ellos usaran espadas o magia en contra de nosotros. Cualquiera que sea el enemigo, nuestra primera prioridad era la seguridad de Ethan, luego el resto de los vampiros de la Casa y el edificio mismo, coordinando con otros aliados cuando fuera posible. Una vez que Chicago estuviera seguro, debíamos chequear a los vampiros de Cadogan que no vivían en la Casa Cadogan.
Bajo la Casa, debajo de una pequeña estructura de estacionamiento, yo estaba muy debajo en la cadena para poder obtener un lugar para aparcar allí, habían puntos de acceso a túneles subterráneos que estaban en paralelo al extensivo sistema de cloacas de la ciudad. Desde los túneles, podíamos llegar a nuestras seguras casas asignadas. Afortunadamente, sólo se nos daba la dirección de una de las casas para que ellos no nos torturaran para sacarnos la información. Yo estaba trabajando en manejar mi pánico sobre el echo de que ahora formaba parte de una organización que tenía la necesidad de túneles secretos de evacuación y casas seguras, una organización que tenía planes sobre la posibilidad de un grupo de tortura. También aprendí, después de casi una semana de mirar a Luc y a Lindsey interactuando, que él estaba seriamente interesado en ella. el ácido y sarcasmo que él lanzaba en una base diaria-y había mucho de eso-era claramente una súplica por su atención. Una espantosa y fallida súplica.
Luc lo puede haber tenido malo, pero Lindsey no lo estaba comprando.
Siempre curiosa, y eso me quemaría el trasero uno de estos días, decidí preguntarle a ella sobre el tema. Estábamos en línea, bandejas en mano en la cafetería del primer piso, escogiendo de una variedad de casi irritantes opciones saludables del menú, cuando le pregunté, “Quieres contarme sobre tu favorito vaquero y el de todos?”
Lindsey puse tres cajas de leche sobre su bandeja, tomándose un largo tiempo para responderme que me pregunté si ella habría escuchado la pregunta en primer lugar. Eventualmente, ella se encogió de hombros. “Él está bien.”
Eso fue todo lo que obtuve hasta que estuvimos sentadas en las sillas tapizadas de cuero negro por la edad, alrededor de la mesa de madera.
“Bien, pero no lo suficientemente bien?”
Lindsey abrió una caja de leche y tomó un largo sorbo, luego se encogió de hombros con más neutralidad de la que yo sabía que sentía. “Luc es genial. Pero él es mi jefe. No creo que eso sea una buena idea.”
“Tú me alentaste hace unos días a lanzarme sobre Ethan.” Levanté mi emparedado y tomé un mordisco que estaba lleno de vegetales y liviano en sabor. El tipo equivocado de crujido, concluí.
“Luc es genial. Sólo que no es para mí.”
“Ustedes se llevan bien.”
Presioné y ella quebró. “Y eso no sería encantador,” ella dijo, dejando su tenedor con obvia irritación, “hasta que terminemos y después tengamos que trabajar juntos? No, gracias.” Sin levantar la vista hacia mí, comenzó a revolver ausentemente un paquete de Cheetos.
“Okay,” dije, con mi más calmada voz (y preguntándome si ella había encontrado los Cheetos), “así que te gusta.” Sus mejillas se tornaron rosadas. “Pero-qué?-temes perderlo, así que no quieres salir con él en primer lugar?”
Ella no contestó, así que tomé su silencio como una confirmación implícita y la dejé salir del aprieto. “Bien. No hablaremos más sobre ello.”
Lindsey y yo no hablamos más sobre ese tema, pero eso no detuvo a Luc, quién siguió deslizando comentarios aquí y allá, o a ella alimentándolo con sugerencias de rebelión. Y mientras realmente me gustaba Lindsey, y estaba complacida de que estuviéramos en el mismo equipo, simpatizaba con Luc. La chica tenía un ingenio realmente afilado, y no podría ser fácil para él estar constantemente en el extremo receptor de ese ingenio.
Sarcasmo entre amigos está bien y bueno, pero ella se arriesgó inclinando el equilibrio hacia la maldad. Por otra parte, ese sarcasmo era útil, desde que Amber y Gabrielle se habían unido para alardear la relación de Amber con Ethan en mi rostro. Esta vez, habíamos terminado nuestra comida y estábamos de regreso a través del primer piso hacia las escaleras cuando ellas se nos plantaron enfrente a nosotras.
“Cariño,” Gabrielle preguntó a Amber, inspeccionando sus uñas mientras bloqueaba el camino hacia las escaleras. “Quieres tomar una bebida esta noche?” Amber, vestida en un traje de terciopelo negro con un MUÉRDEME escrito en el frente en letras rojas, me miró. “No puedo. Tengo planes con Ethan esta noche, y tú sabes querida”-ella levantó una ceja castaña-“cuán demandante él puede ser.”
Quise amordazarla, justo después de rastrillar mis uñas a través de ese vulgar terciopelo pero estaba lo suficientemente agitada por el mensaje-y el echo de que había visto aceptar su oferta, tan zorra como era-como para pensar una rápida réplica. Afortunadamente, la Capitana Pantalones Desfachatados estaba cerca. Con su aplomo usual, ella tironeó un Cheeto de una bolsa “para llevar” y se lo tiró a Amber. “Escúrrete, pequeña mujer.”
Amber hizo un sonido de disgusto, pero tomó a Gabrielle por la mano, y ellas se retiraron por el pasillo.
“Y he hecho seguro al mundo por un día más,” Lindsey dijo mientras subíamos por las escaleras. “Tú eres una verdadera amiga.”
“Estoy llevado a Connor fuera por un trago luego del cambio. Si soy tan buena amiga, pienso que necesitas unírtenos.”
Sacudí mi cabeza. “Entreno esta noche. No puedo.” Esa era una de las primeras buenas razones que tenía para no tomar su oferta.
Lindsey se detuvo en las escaleras y me sonrió. “Agradable. Yo también escogería un poco de tiempo con Catcher Bell en vez de la salida. Te ha dejado sostener su espada?”
“Creo que Mallory tiene su espada bajo control.”
Llegamos a la puerta del Salón de Operaciones. Lindsey se detuvo, y asintió con aprobación. “Bien por ella.”
“Por ella, menos por mí.”
“Por qué es eso?”
“Porque él está constantemente en la casa, y está comenzando a quedar un poquito pequeña para los tres.”
“Ah. Sabes cual es la solución obvia para eso-múdate para aquí.” Ella abrió la puerta, y caminó dentro del Salón de Operaciones y se movió hasta la mesa de conferencia mientras los guardias todavía en sus estaciones tipeaban las teclas, mirando pantallas, y hablando por sus auriculares.
“La misma respuesta que la última vez,” susurré mientras tomábamos asiento en la mesa- “No, no y no. No puedo vivir en la misma casa que Ethan. Nos mataríamos mutuamente.”
Lindsey cruzó sus piernas y giró su silla para enfrentarme. “No si solo lo evitas. Y mira que bien te has manejado para evitarlo la última semana.”
Le dí a ella una mirada, pero asentí cuando levantó una ceja dudosa. Ella tenía razón-lo había estado evitando, él me había estado evitando, nos habíamos estado evitando los dos. Y a pesar del hecho del vago sentido de ansiedad que tenía siempre que cruzaba el umbral dentro de Cadogan, el haber manejado evitarnos mutuamente hacía la cuestión de vivir aquí al menos posible.
“Así que,” ella dijo, “continuar evitándolo no debería ser un problema. Y solo piensa,”
Lindsey susurró, “es prácticamente el O.C. (Orange County) aquí. Te estás perdiendo un montón de diversión por encabezar todas las mañanas al Wicker Park.”
“Sí, ese es el punto de venta en el que necesitas concentrarte. Porque estas últimas semanas han sido un muermo por otra parte.”
Para ser justos, era un tipo de punto de venta. Yo sí había disfrutado el drama de mis colegas. No necesitaba nada más por mi parte.
Catcher, Mallory y Jeff estaban esperándome en el gimnasio cuando llegué. No estaba segura de porque Jeff estaba ahí, pero desde que él y Mal eran la cosa más cercana que tenía a porristas, no pensé mucho la razón de los cuerpos sobrantes.
O no tendría que haberme importado si hubiera llegado segundos después y no hubiera visto a Catcher manoseando a mi compañera de casa al lado de la fuente de agua.
Aclaré mi garganta ruidosamente mientras pasaba, que no hizo nada que provocara un desenredo de sus cuerpos.
“Gatos en celo,” le dije a Jeff, quién estaba sentado despatarrado en la silla del gimnasio, sus brazos cruzados sobre el pecho, sus ojos cerrados.
“Siguen todavía con eso? Ya han pasado veinte minutos.”
Capté el casi imperceptible tono de melancolía en su voz.
“Ellos siguen con eso,” confirmé, realizando que era la segunda vez en una semana que veía la unión de partes rosadas que no tenía deseos de ver.
Jeff abrió sus ojos azules, y me sonrió.
“Si sentís que te están dejando de lado. . .”
Casi solté un instintivo no, pero decidí tirarle un hueso. “Oh, Jeff. Sería demasiado bueno-tú y yo. Demasiado poderoso, demasiada emoción, demasiado calor. Nosotros estando juntos y boom”-golpeé mis manos juntas-“como una polilla a una llama, no quedaría nada.”
Sus ojos me miraron. “Combustión?”
“Totalmente.”
Se quedó silencioso por un momento, su dedo índice trazando una ruta en la rodilla de sus jeans. Luego asintió.
“Demasiado poderoso. Nos destruiría a los dos.”
Asentí solemnemente. “Muy probable.” Pero me incliné hacia delante y presioné mis labios en su frente. “Siempre tendremos Chicago.”
“Chicago,” él repitió soñadoramente. “Sí, definitivamente.” Aclaró su garganta, y pareció ganar un poquito de compostura. “Cuando cuente esta historia luego, me habrás besado en la boca. Con lengua. Y tu estabas caliente.”
Me reí. “Fue suficiente.”
Catcher y Mallory entraron, Catcher encabezando, Mallory detrás, una mano en la de él, los dedos de su mano libre sobre sus labios, sus mejillas sonrojadas.
“Espada,” Catcher dijo, antes de soltar su mano y continuar a través del gimnasio hasta la puerta del otro lado del salón.
“Fue eso una instrucción o una orden, tú que piensas?” Le pregunté a Mallory, quien se detuvo enfrente a mí.
Ella pestañeó, su mirada en el trasero de Catcher mientras caminaba. “Hmm?”
Levanté una ceja hacia ella. “Estoy enamorada de Ethan Sullivan y vamos a tener bebés vampiros colmilludos y vamos a comprar una casa en Naperville y vamos a vivir felices por siempre.”
Ella me miró, su mirada tan distraída como la de Jeff había estado. “Es solo que-él hace esa cosa con su lengua.”
Ella hizo la mímica, levantó su dedo índice, lo dobló para dentro y para fuera. “Es un tipo de golpecito?”
Antes de saber lo que estaba diciendo, pero finalmente llegando al final de mi “poner al tanto” sobre Mallory y Catcher, solté fuera un plan en una rápida caída de sonido. “Te quiero, pero me voy a mudar a la Casa Cadogan.”
Eso llamó su atención. Su expresión despejada, su ceño fruncido. “Qué?”
Instantáneamente decidiendo que probablemente fuera lo mejor, asentí. “Ustedes dos necesitan su espacio, y yo necesito estar allí para hacer mi trabajo efectivamente.”
Dejé sin decir: No necesito escuchar o ver nada que esté relacionado con las proezas sexuales de Catcher.
“Oh.” Mallory bajó su mirada hacia el suelo. “Oh.” Cuando levantó su mirada de nuevo, había tristeza en sus ojos. “Jesús. Merit. Todo está cambiando.”
La apreté en un abrazo. “No estamos cambiando. Sólo estaremos viviendo en diferentes lugares.”
“Estaremos viviendo en diferentes códigos ZIP.”
“Y, como dije antes, tú tienes al Sexy Bell para hacerte compañía. Estarás bien.”
Yo probablemente esté bien también, asumiendo que me podría convencer a mi misma y a los otros vampiros Cadogan de que podría vivir bajo en mismo techo que Ethan sin meterlo en el negocio del extremo afilado de una estaca de madera. Eso iba a requerir algo del pensamiento creativo y valedero de Mallory.
Mal me apretó en respuesta. “Tienes razón. Tienes razón. Estoy siendo ridícula. Necesitas estar allí, hacer la cosa vampírica, y mezclarla.” Luego levantó una ceja. “Acabas de decir que estabas enamorada de Ethan?”
“Sólo para llamar tu atención.”
Probablemente. Una mierda. (osea mentira)
“Debo decir Mer. No estoy adorando esa idea.”
Asentí arrepentida y empecé a caminar hacia los vestuarios. “Sólo debes estar agradecida que tú no eres yo.”
Minutos más tarde, emergí descalza y con el pelo atado, lista para otra noche de entrenamiento para proteger, entre todos, a un hombre por el que tenía sentimientos conflictivos. Mallory y Jeff sentados en sillas del otro lado del salón.
Catcher todavía no había vuelto de la parte de atrás, así que me moví hasta la bolsa de boxeo que colgaba de una esquina del gimnasio, doblé mis manos en puños, y empecé a golpear.
En el par de sesiones que había tenido con Catcher desde la Comendación, habíamos entrenado con almohadillas, practicando clavados y patadas frontales, guardia y golpes superiores.
La práctica estaba diseñada para aumentar la estamina, para darme el vocabulario básico de las peleas vampíricas, y para asegurar que podría pasar las pruebas requeridas por los guardias Cadogan. Pero yo estaba usualmente demasiado preocupada en aprender los movimientos, las tácticas, en vez de encontrar terapia, y alivio en los movimientos.
Con Catcher en la parte de atrás, no había tal distracción.
Apunté un golpe con los puños desnudos al logo en el medio de la bolsa, golpeó, amando el plano contacto y el vuelo de la bolsa a la otra dirección. Amando el echo de que había hecho el movimiento. Disfrutando el echo de que había imaginado ojos verdes mirando a través del logo, y que había clavado el golpe justo entre esos ojos.
Golpe. Golpe. Un satisfactorio doble golpe, la bolsa en el lugar del hombre al que tenía un lazo de honor, al que debía servir, quién me estaba interesando un poco demasiado.
Caminé hacia atrás, me apoyé en un talón, y giré mi cadera para una patada de lado. Probablemente pareciera al casual observador, de que estaba calentando, tomando algunos bien acertados golpes a un objeto inanimado.
Pero en mi mente, golpe, estaba golpeando, golpe, a un cierto Maestro vampiro, golpe, en el rostro.
Finalmente sonriendo, me paré derecha nuevamente, plantando mis manos en la cadera mientras veía a la bolsa bambolearse en su cadena.
“Terapéutico,” concluí.
La puerta del final del gimnasio se abrió, y Catcher caminó a través de ella, el katana, envainado en la laca negra brillante, en su mano derecha. En la izquierda había una barra de madera con la forma de un katana-una larga hoja, encorvada suavemente, madera brillante-pero sin el puño o cualquier otra distinción física entre asa y hoja. Ésta, había aprendido, era un bokken (espada de madera utilizada en las prácticas por los samurai) un arma de práctica, una herramienta para aprender el manejo de la espada sin los riesgos de un novato rebanando cosas que no se pretendía rebanar.
Catcher se movió hasta el centro de la estera, dejó el bokken en el piso, y con un cuidadoso movimiento, anguló la hoja para desenvainar su katana.
El acero desnudo atrapó la luz, brillando y haciendo un silbido metálico mientras la tiró a través del aire. Luego hizo un movimiento hacia mí, y me uní con él en el centro de la estera.
Él giró el katana, y con una mano cerca del mango, me lo ofreció.
Lo tomé, testé el peso en mi mano. Lo sentí más ligero de lo que imaginaba era una complicada combinación de materiales-madera, acero, piel, seda acordonada. Agarré la espada con mi mano derecha, debajo del mango, y envolví los dedos de mi mano izquierda debajo de él, espacio de cuatro dedos entre mis manos.
No era que lo había estudiado. Sólo me limité a imitar la posición de las manos cuando él demostraba cuando normalmente no me dejaba sostener la espada, la que él trataba con una cuidadosa reverencia.
Le había preguntado a principios de la semana sobre la reverencia, por qué se quedaba quieto cuando desenvainaba la espada, por qué su mirada estaba un poco desenfocada cuando lo hacía. Su respuesta-“es una buena espada”-era menos que satisfactorio, y, supuse, apenas la punta del iceberg.
Espada en mano, la sostuve enfrente de mí, y esperé por una orden de Catcher. Él tenía un montón de ellas. Para faltarle elocuencia al hablar sobre su gusto por la espada, tenía mucho para ofrecer sobre como debería relacionarme con ella-la posición de mis manos sobre el mango (aunque no lograba imitarlo a la perfección), la posición de la hoja con relación al resto de mi cuerpo, la separación de mis pies, y el peso del cuerpo mientras me preparaba para atacar. Catcher me explicaba que esto, mi primera experiencia con la espada, era solo para acostumbrarme a la sensación y al peso de ésta. Había aprendido los movimientos con el bokken debido a que, aunque Catcher estaba muy contento sobre lo que había aprendido hasta ahora, él no tenía confianza en mi habilidad para manejar el katana. No al menos para sus elevadas expectaciones.
Cuando él dijo eso, me detuve en medio de la postura que me había estado enseñando, y miré hacia él. “Entonces por qué tengo este katana en mis manos?”
Su expresión fue inmediatamente seria. “Porque eres un vampiro, una vampiro Cadogan. Hasta que sepas los movimientos, hasta que estés lista para empuñar la espada como una experta”-el tono de su voz dejaba claro que no se conformaría con nada menos-“necesitarás apostar.” Él levantó una mano, apuntó a la hoja del katana. “Ella es, entre otras cosas, tu apuesta.”
Luego, deslizó una mirada a Mallory, una perversa. “Si no estás lista para manejar verdaderamente la espada, al menos aprende como sostenerla.”
Hubo un gruñido sardónico del lado del gimnasio donde estaba ella.
Catcher se rió con obvia satisfacción. “Solo hiere la primera vez.”
“Dónde he escuchado eso antes?” Mallory respondió secamente, una pierna cruzada, moviéndose mientras ojeaba a través de una revista. “Y si te lo he dicho una vez, te lo he dicho cientos de veces-la magia no pertenece a la habitación.” Pero mientras los ojos de ella estaban en la revista sobre su regazo, ella estaba sonriendo cuando lo dijo.
Cadogan Casa, aquí voy, pensé, y acomodé el agarre en el katana. Centré mi peso, rodeé mis hombros, y ataqué.
Dos horas después, el sol preparándose para asomar sobre el horizonte, estaba de regreso a casa en una camiseta sin mangas, y la parte inferior de un pijama de franela. Estaba en mi cama, celular en mano, volviendo a escuchar el mensaje que había encontrado cuando dejé el gimnasio. Era de Morgan, un mensaje de voz que había dejado mientras estaba entrenando. Beep. Hey. Es Morgan. De Navarre, en caso de que conozcas muchos de nosotros. Morgans, quiero decir. Estoy divagando. Espero que la Comendación haya ido bien. Escuché que fuiste nombrada Centinela. Felicitaciones.”
Luego él me dio un pequeño discurso sobre historia de la Centinela de la Casa, y el echo de que Ethan había recreado la posición.
Él habló tanto tiempo que el celular se cortó.
Luego llamó de nuevo.
Beep. “Lo siento. Me enrollé un poco. Probablemente no mi más fino momento. Esa realmente no era la suave demostración de mis malvadas habilidades que tenía planeadas.” Hubo una pausa. “Me gustaría verte de nuevo.”
Aclaración de garganta. “Quiero decir, por ninguna otra razón más que explicarte un poco más minuciosamente esta vez, sobre los beneficios obvios de apoyar a los Packers-la gloria, la historia-”
“La obvia humildad,” murmuré, escuchando el mensaje, incapaz de detener la sonrisa que había empezado a asomar en las esquinas de mis labios.
“Así que, sí. Necesitamos hablar sobre eso. Football. “Eso, significa football. Jesús. Solo llámame.”
Aclaración de garganta. “Por favor.”
Me quedé mirando a la tapa del celular abierto, por un largo tiempo, pensando sobre la llamada telefónica, incluso cuando el sol asomó sobre el horizonte. Finalmente cerré el celular, y cuando me arrollé como una pelota, mi cabeza pesada sobre la almohada, me quedé dormida con el celular en mi mano.
Cuando el sol se ocultó y abrí mis ojos otra vez, deposité el teléfono en la mesita de luz y decidí-era mi día libre y mi vigésimo-octavo cumpleaños-que tenía tiempo para correr. Me desperecé, me puse la ropa de entrenamiento, até mi cabello, y encabecé hacia las escaleras. Empecé mi maratón, una vuelta alrededor del Wicker Park, las partes comerciales del barrio, zumbando con los buscadores de cena, y compadres que buscan una bebida después del trabajo. La casa seguía silenciosa cuando volví, así que me ahorré las vistas y sonidos de un enlace Carmichael-Bell. Sedienta lo suficiente para vaciar la Fuente de Buckingham, me dirigí hacia la cocina y hacia el refrigerador.
Allí fue cuando vi a mi padre.
Estaba sentado en la mesa de la cocina, vestido en su usual y caro traje Italiano, gafas inclinadas en su nariz mientras escaneaba el periódico.
Repentinamente, no me pareció una coincidencia de que Mallory y Catcher no se encontraran por ninguna parte.
“Has sido nombrada Centinela.”
Tuve que forzar a mis pies a que se movieran. Consciente de que sus ojos estaban sobre mí, caminé hacia el refrigerador, agarré una caja de jugo, y la abrí. Casi busco un vaso del armario, pensando que sería más educado verter en jugo en un vaso, que tomar del mismo envase, pero opté por lo último de todos modos. Nuestra casa, nuestras reglas.
Luego de un largo y silencioso sorbo, caminé hacia el lado opuesto de la mesa, bajé el envase y lo miré. “Así es.”
Él hizo una muestra de plegar el periódico ruidosamente, entonces lo puso en la encimera. “Tienes tus contactos ahora.”
Palabras, aún fundamentalmente incorrectas, habían acertado. Me pregunté si mi padre, al igual que mi abuelo, tendría su propia secreta fuente vampírica. “No realmente,” le dije. “Soy solo un guardia.”
“Para la Casa. No para Sullivan.”
Demonios. Quizá sí tenía una fuente. Él sabía un montón, pero la pregunta más interesante era por qué se interesaba en saber todo eso. Tratos potenciales de negocios? Sacar las conexiones de la hija vampiro para impresionar amigos y compañeros de negocios? Cualquiera que fuera la fuente o la razón, él tenía razón sobre la distinción. “Para la Casa,” Confirmé, y cerré la tapa del envase de jugo. “Pero sólo tengo unas semanas de edad, con apenas entrenamiento, y estoy probablemente en último lugar en la lista de vampiros en quien confiar de Ethan. No tengo conexiones.” Pensé y agregué la frase que Ethan había usado, “Ningún capital político.”
Mi padre, sus ojos azules como los míos, me miró silenciosamente antes de pararse.
“Robert tomará el mando del negocio pronto. Necesitará tu apoyo, tu ayuda con los vampiros. Eres una Merit, y eres ahora miembro de la Casa Cadogan. Tienes el oído de Sullivan.”
Eso era nuevo para mí.
“Tienes el acceso. Espero que lo uses.” Golpeó sus dedos sobre el periódico doblado, como para aclarar el punto. “Se lo debes a tu familia.”
Logré no recordarle exactamente cuán compresiva esa “familia” había sido cuando descubrió que yo era un vampiro. Había sido amenazada con ser desheredada. “No estoy segura de que servicio piensas que puedo proveerte a ti o a Robert,” le dije, “pero no estoy en renta. Haré mi trabajo de Centinela, mi deber, porque hice un juramento. No estoy feliz por ser un vampiro. No es la vida que hubiera elegido. Pero es mía ahora, y la honraré. No voy a poner en peligro mi futuro, mi posición”-o a mi Maestro y a su Casa-“por formar parte de cualquier pequeño proyecto que tengas en mente.”
Mi padre enfunfurruñó. “Piensas que Ethan dudaría en usarte si la oportunidad se le presenta?” No estaba segura pero lo pensé, pero Ethan estaba fuera de los límites en los temas de una charla paterna. Entonces me quedé mirando a Joshua Merit, le devolví la misma mirada de ojos azules que él me había dado. “Era eso todo lo que necesitabas?”
“Eres una Merit.”

Pero ya no era solo una Merit, pensé, que hizo que apareciera una sonrisa en mi rostro. Repetí, con tono inexpresivo.
“Era eso todo lo que necesitabas?”
Un músculo se movió en su mandíbula, pero lo contuvo. Sin ninguna otra palabra para su más joven hija, deseos de cumpleaños, o otra cosa, él viró en sus talones y caminó fuera. Cuando la puerta principal se cerró, mantuve mi lugar. Estuve unos minutos en la cocina vacía, manos agarrando el borde de la mesa, llena de urgencia de correr detrás de mi padre, y exigirle que viera quién era yo, que me amara por quien era.
Me tragué las lágrimas, y solté mis manos.
Y mi flujo de sangre, creció otra vez, no sé sí alimentado por la rabia o el dolor, volví al refrigerador, y encontré una bolsa de O positivo, la acuné entre mis brazos y bebí en el suelo. No hubo intoxicación esta vez. Me sacié, un sentido de profundidad, satisfacción, y el olvido que acompañó la distancia que tenía que adoptar para poder beber sangre humana.
Pero allí no hubo ningún emborrachamiento, ningún tropezón. Parecía ser que mi cuerpo aceptaba la cosa a la que mi mente solo se había acostumbrado-la cosa que había admitido a mi padre, a Ethan, a mi misma.
Era un vampiro Cadogan.
No-yo era un vampiro. Sin importar la Casa, la posición, sin importar el echo que no deambulaba por cementerios a la noche, que no volaba (o al menos, asumí que no volaba-no había comprobado eso completamente, supuse), y no me acobardaba si veía el pendiente de crucifijo que colgaba del espejo en el baño del segundo piso.
Sin importar el echo de que comía ajo, que todavía tenía mi reflejo, y el echo de que podía caminar aunque fuera de día, aunque no fuera lo mejor.
Así que no era el vampiro de Hollywood que había imaginado. Era lo suficientemente diferente. Más fuerte. Más rápida. Más ágil. Alérgica al sol. Con la habilidad de curar. Con un raro gusto por la hemoglobina. Había adquirido un nuevo manojo de amigos, un nuevo trabajo, un jefe que estudiosamente evitaba, y una coloración de piel más pálida. Podía manejar una espada, tenía una noción sobre artes marciales, casi había sido asesinada, y había descubierto un entero nuevo lado de la Ciudad del Viento. Podía sentir la magia, podía sentir el poder que fluía a través de la ciudad, un compañero metafísico del Río de Chicago. Podía sentir la voz de Ethan en mi cabeza, había visto un chico malo hechicero lanzar magia en mi dirección, y había perdido a mi mejor amiga y compañera de piso (y habitación) por culpa del mismo chico malo hechicero.
Para todos esos cambios, para toda esa conmoción, que más podía hacer? Actuar? Ser Centinela Cadogan, levantarme en armas y usarlas en contra de la Casa a la que había sido encargada de proteger.
Me levanté del piso, tiré la bolsa de plástico vacía en la basura, limpié mi boca con la parte de atrás de mi mano, y miré fuera de la ventana de la cocina hacia la noche oscura.
Hoy era mi vigésimo-octavo cumpleaños.
No parecía tener más de un día de veintisiete.
Intentando mejorar el resto de mi noche libre, me bañé, me cambié, y estaba en mi habitación-puerta cerrada, sentada de piernas cruzadas en unos cómodos jeans, una copia de Algernon Swinburne’s abierta delante de mí. Estaba fuera del contexto de mi deserción, la versión Swinburne’s de Tristán e Isolde que había sido escrita en 1852, pero a pesar el trágico final, la historia siempre me arrastraba. Había leído y releído el preludio, la oda de Swinburne’s a los amantes cruzados de la historia, su amor a si mismo:
. . . Y siempre a través de nuevos actos y pasión nueva
Brilla el mismo cuerpo divino y el bello pensamiento,
El cuerpo espiritual de fuego y luz
Y esto es el mediodía mundano como la medianoche;
Amor, que se hace presente en el espíritu del hombre
Y espíritu que se hace presente con el primer respiro;
Amor, que guarda todo el coro de vida en el campaneo;
Amor, que es sangre en las venas del tiempo;

Fuego. Luz. Sangre. Las venas del tiempo. Esas palabras nunca habían significado tanto para mí como lo significaban ahora.
El contexto definitivamente importaba.
Estaba mirando el texto, contemplando la metáfora, cuando un sonido retumbó en la puerta de mi habitación. Se abrió, y Lindsey miró dentro.
“Así que aquí es donde la misteriosa Centinela de Cadogan gasta su tiempo libre?”
Ella estaba en jeans y en una camiseta negra, bandas de cuero negro en cada muñeca, su pelo rubio en una coleta de caballo. Ella puso sus manos detrás de su espalda, y giró para supervisar la habitación. “Tengo entendido que es el cumpleaños de alguien.”
Cerré el libro. “No tendrías que estar trabajando hoy?”
Lindsey se encogió de hombros. “Cambié con Juliet. La chica ama sus armas, duerme con esa espada. Ella estaba feliz de tomar el turno.”
Asentí. En los pocos días que había conocido a Juliet, esa parecía mi misma impresión. Ella parecía inocente, pero ella estaba siempre lista para una pelea. “Qué es lo que te trae por aquí?”
“Tu cumpleaños, chica. Tu fiesta espera.”
Arqueé una ceja. “Mi fiesta?”
Ella dobló un dedo hacia mí, camino hasta el pasillo. Curiosa, puse el libro a un lado, desenrollé mis piernas, giré para apagar la lámpara, y la seguí. Ella trotó por las escaleras hasta llegar al living-y hacia una asamblea de amigos. Mallory, Catcher detrás de ella, una mano en su muñeca. Jeff con su peculiar sonrisa en el rostro, y una caja envuelta en papel plateado en sus manos.
Mallory caminó hacia delante, brazos extendidos. “Feliz cumpleaños para nuestra pequeña vampiro!”
La abracé y le guiñé el ojo a Jeff sobre el hombro de ella.
“Te estamos llevando fuera,” ella dijo. “Bueno, no, en realidad, estamos llevándote dentro-a la casa de tu abuelo. Él tiene algo pequeño preparado.”
“De acuerdo,” dije, un poco perdida para argumentar, un poco emocionada de que mis amigos vinieran para barrerme lejos hacia las festividades de cumpleaños. Era una endemoniada mejora desde la visita paternal simulada más temprano en la noche.
Encontré zapatos y agarramos los bolsos, apagamos las luces, cerramos la puerta frontal bajo la mirada de los guardias que estaban parados afuera. Mallory y Catcher se dirigieron a la SUV que estaba aparcada en la curva, vehículo que supuse era de Lindsey cuando ella encabezó hacia el asiento del chofer.
Jeff dudó, pero me ofreció la caja plateada tímidamente. La tomé, la miré y lo miré a él. “Qué es esto?”
Él sonrió. “Un gracias.”

Sonreí, y saqué el papel plateado de regalo, luego abrí la caja de azul pálido debajo de éste. Dentro había una pequeña escultura de plata. Era una forma humana-un cuerpo arrodillado, brazos extendidos. Un poco confusa, lo miré, cejas levantadas.
“Te está haciendo una reverencia. Yo puedo haber”-él tironeó del cuello de su camisa-“difundido el echo de que la Centinela de la Casa Cadogan tiene un pequeño interés por mí.”
“Cuán pequeño?”
Él empezó a dirigirse al auto. Yo lo seguí.
“Jeffrey. Cuán pequeño?”
Levantó una mano mientras caminaba, los dedos apretados juntos.
“Jeff!”
Él abrió la puerta trasera, pero giró antes de entrar, una sonrisa iluminando sus ojos.
“Puede haber estado comenzando, y yo te puedo haber rechazado porque tú eras un poco demasiado . . . . “
Rodé mis ojos, y me deslicé en el asiento trasero a su lado. “Déjame adivinar-demasiado pegajosa?”
“Algo como eso.”
Miré hacia delante, sentí su preocupada mirada a mi lado y la repentina picazón de magia que llenó la parte trasera del auto. No, no solo magia-alarma. Pero él era un amigo, así que ignoré la punzada de interés vampírico-interés predatorio-en el dulce aroma astringente de su miedo. “Bien,” dije.
“Pero no te estoy dando ropa interior.” (*Esa oración no la entiendo, literal sería de esa manera.)
Oí una risita proveniente del asiento delantero, luego sentí los labios de Jeff en mi mejilla.
“Seriamente apestas.”
Mallory miró por el visor, encontró mi mirada en el espejo, y me guiñó.
Habían autos todos alrededor de la casa de mi abuelo-en la curva, estacionados en el césped de en frente. Todos automóviles lujosos-Lexus, Mercedes, BMW, Infiniti, Audi-todos en colores básicos-rojo, verde, azul, blanco, negro. Pero fueron las placas las que me dieron una pista: NORTH 1, GOOSE, SBRNCH. Todas divisiones del Río de Chicago.
“Ninfas,” Concluí, cuando estuvimos fuera del auto y Catcher se me había unido en la vereda. Recordé las designaciones en los posters de la oficina de mi abuelo.
“Esto no estaba programado,” él dijo. “Deben haber necesitado alguna imputación del Defensor del Pueblo. Una mediación, probablemente.”
Él miró hacia donde estaba Jeff, y extendió un dedo señalador. “No tocar. Si están peleando, habrán lágrimas suficientes.”
Jeff levantó las dos manos, sonrió. “No hago llorar a las señoritas, CB.”
“No me llames de esa manera,” Catcher rechinó fuera, antes de mirarme. “Esto no era parte de la fiesta de cumpleaños.”
Miré hacia la casa, brillantemente iluminada, figuras moviéndose, y asentí. “Entonces, debo saber algo? Algo de lo que estar atenta?” Y antes de que me hiciera una pregunta obvia, le di la respuesta obvia. “Y, sí, ya he leído el Canon.”
El libro no era un malo relleno para la guía de referencia supernatural que deseaba-tenía secciones introductorias sobre los principales grupos sobrenaturales, ninfas acuáticas incluidas.
Ellas eran pequeñas, delgadas, malhumoradas, y eran propensas a las lágrimas. Eran territoriales y manejaban un considerable poder sobre el flujo del río y sus afluentes, y se rumoreaba-y solo Dios sabía como evaluar un rumor como este-que eran las nietas del Náyade del mito Griego.

Los límites de las respectivas áreas de las ninfas estaban continuamente encerando y menguando, mientras las ninfas comerciaban pequeñas partes de agua y orilla.
Y aunque los libros de historia de los humanos no lo mencionaban, habían rumores de que ellas jugaron un papel clave, en cambiar el flujo del Río de Chicago en 1900.
“Solo mantente lejos del alcance de sus brazos,” Catcher aconsejó, y se dirigió hacia la puerta.
La casa de mi abuelo estaba llena de mujeres. Todas ellas chiquitas y curvilíneas, ni una más alta que cinco pies cuatro. Todas mojadamente-muertas hermosas. Todas con pelo fluido, grandes, ojos acuosos, pequeños, pequeños vestidos. Y ellas estaban gritando, chillándose unas a otras con voces sobre media octava por lo menos. Ellas estaban también llorando, lágrimas acuosas vertiéndose por sus caras.
Caminamos dentro, los cinco de nosotros, y fuimos saludados por un fagor breve de silencio.
“Mi nieta,” mi abuelo, sentado en su simple silla, un codo en el posabrazos, mano en su mentón, anunció. “Es su cumpleaños.”
Las ninfas parpadearon grandes ojos hacia mí-azules, marrones y verdes traslúcidos-luego voltearon hacia ellas, y los gritos comenzaron nuevamente. Capté algunas oraciones-algo sobre puentes de bascule, tratados y fluido de agua. Ellas estaban claramente poco impresionadas de que yo haya llegado.
Mi abuelo rodó sus ojos divertido. Le devolví la sonrisa y sacudí mi mano-y casi pierdo un pedazo corto y grueso de pelo por el chasquido de dedos rosa-ladeados antes de que Lindsey me tirara lejos de la riña.
Miré hacia donde estaba Catcher, quien me ofreció la Mirada de Sensei Decepcionado.
“Fuera de su alcance,” él dijo, inclinando su cabeza hacia las ninfas, quienes seguían arañándose y tirando de su cabello. Era una pelea de gatos de las preocupantes proporciones de los de YouTube. Los dobladillos fueron tironeados, el pelo arrancado, la piel desnuda arañada con esas hermosas uñas con manicura.
Y además de eso, gritaban y lloraban.
“Por el amor de dios,” dijo una voz detrás de mí, y Jeff pasó a través de nosotros hasta el borde de la guerra de mujeres. “Señoritas!” Dijo, y cuando ellas lo ignoraron, di una pequeña risita, antes de que gritara otra vez, “Señoritas!”
De a una, las ninfas se detuvieron, aún con sus manos enroscadas alrededor de los cuellos y cabellos de las otras más cercanas.
Las cabezas giraron despacio hacia nosotros, buscaron entre nosotros, y se detuvieron cuando encontraron a Jeff. Las ninfas-las nueve de ellas-bajaron sus manos, empezaron a acomodar su pelo y su atuendo, y cuando estuvieron prontas, batieron sus ojos y le dieron seductoras sonrisas a Jeff.
Mallory y yo miramos estupefactas, boca-abierta, al escuálido programador de computadoras que acababa de cortejar a nueve voluptuosas, diosas de agua, y las había puesto en sumisión.
Jeff se meció hacia atrás en sus talones y sonrió hacia ellas. “Así está mejor. Ahora, por qué es todo este escándalo?”
Su voz era tranquilizadora, canturreando, con un borde de juguetón que hizo que las mujeres visiblemente se estremecieran.
No podía hacer nada más que sonreír. . .y preguntarme si le habría estado dando suficiente crédito a Jeff. La más alta del menudo grupo, una rubia de ojos azules cuya perfecta figura estaba metida dentro de un vestido formal azul-y que yo recordaba del póster de la oficina de mi abuelo, como la ninfa de Goose Island-miró hacia el grupo de mujeres, sonrió tentativamente hacia Jeff, luego soltó un riachuelo de invectivas sobre sus hermanas que harían sonrojar hasta a un marinero de agua salada.


“Uh, orejeras?” Mallory susurró a mi lado.
“Seriamente,” Murmuré en respuesta.
La esencia del argumento de Goose Island, sin todo el maldecir, era que (la zorra) la ninfa en su izquierda, la North Branch, había dormido con el (el zorro) el novio de la ninfa rubia a su derecha, West Fork. La razón de la traición, Goose sugirió, era algún tipo de complicada política sobre sus respectivos límites.
Jeff chasqueó su lengua, y consideró a la morena North Branch. “Cassie, querida, eres mejor que esto.”
Cassie se encogió avergonzada, y miró hacia el suelo.
“Melaina,” él dijo hacia la rubia West Fork, “necesitas dejarlo.”

Melaina se limpió los mocos, su cabeza moviéndose mientras jugaba con un mechón de pelo. “Él dijo que era linda.”
Jeff le dio una sonrisa triste y abrió sus brazos. Melaina prácticamente saltó hacia delante y hacia el abrazo de Jeff, chillando mientras él la abrazaba. Mientras Jeff golpeaba su espalda, susurraba consuelos en su oído, Mallory, ansiosamente, me deslizó una mirada dudosa.
Yo solo podía encogerme de hombros. Quién sabía que el pequeño Jeff podía causar ese efecto? Quizá era una cosa cambiador de formas-ninfas? Hice una nota mental de chequear el Canon.
“Tranquila, tranquila,” Jeff dijo, y liberó a Melaina hacia sus hermanas. “Ahora.” Unió sus manos de largos dedos juntas y miró hacia el grupo. “Hemos terminado de molestar al Sr. Merit por hoy? Estoy seguro de que él notó sus preocupaciones, y se las hará saber al Alcalde.” Él miró a mi abuelo en busca de consentimiento, y el Abuelo asintió en respuesta.
“De acuerdo chicas?” Un poco más de limpieza de mocos, un poco más de pasar las manos por las mejillas llenas de lágrimas, pero todas asintieron.
La reconciliación fue de un volumen tan fuerte como lo había sido la disputa, todas se disculparon en voz alta y planearon manicuras, pedicuras y días en el spa. Intercambiaron abrazos, se arreglaron los dobladillos, y reacomodaron el maquillaje.
(Milagrosamente no se les había corrido el maquillaje. Máscaras indelebles debía ser una necesidad para las ninfas del río, supuse) Cuando las ninfas se habían calmado, se reunieron alrededor de Jeff, lo pimentaron con besos y palabras dulces, para luego dirigirse a la puerta. Mallory y yo miramos a través de la pantalla de la puerta como ellas abrían sus celulares y saltaban dentro de sus diminutos automóviles, para luego hacerlos zumbar calle arriba hacia la noche de Chicago.
Volteamos simultáneamente hacia Jeff, quién estaba tecleando con sus pulgares el teclado deslizante de un celular.
“Hoy es noche de warcraft. Quién quiere jugar?”
“Por cuánto tiempo viven los cambiadores de forma? Le pregunté a Catcher.
Él me miró, con una ceja levantada en desconcierto. “Ciento veinte, ciento treinta años. Por qué?”
Así que él era joven, aunque tenía veintiuno, un adulto legal en años humanos. “Por que el va a ser aterradoramente bueno cuando crezca.”
Jeff miró hacia arriba, apuntando a su teléfono. “Seriamente, quién se apunta?” Él me preguntó a mí, sus ojos anchos y esperanzados.
“Puedes ser mi elfo? Tengo gorros combinables.”
“Cuando crezca,” Catcher confirmó, y tomó el celular de las manos de Jeff y lo metió en su propio bolsillo. “Comamos, Einstein.”
Después de intercambiar tardíos abrazos de saludo con mi abuelo, fuimos al comedor.
Comida como para un rey-o un policía, dos vampiros, un cambiador de forma y dos hechiceros-fue puesta sobre la mesa.
Sobre una estera verde yacían potes de frijoles verdes, maíz, patatas majadas, calabaza a la cacerola, macarrones y queso.
Había cestos de rollos y en un bufete lateral estaba el postre-un pastel blanco, decorado con coco, una bandeja de bizcochos de chocolate y nueces, un plato de pastelitos blancos y rosados.
Pero la pieza más importante, que tenía su propia fuente en el medio de la mesa ovalada, era la barra de carne, cubierta con salsa, más grande que había visto en mi vida.
Hice un sonido de felicidad. Amaba la carne, seguro, y podría haber comido cualquier cosa puesta frente a mí, la pinta de sangre que me había bajado más temprano era evidencia suficiente de eso, pero las barra de carne de mi abuelo-hecha de la receta de mi abuela-era por lejos mi comida favorita.
“Cualquiera que toque la barra de carne antes de que tome mi porción, se convierte en juguete para mordisquear,” dije, apuntado un dedo hacia las caras sonrientes alrededor del salón.
Mi abuelo puso un brazo sobre mis hombros. “Feliz cumpleaños, pequeña niña. Pensé que apreciarías el regalo de comida tanto como cualquier otra cosa.”
Asentí, y no pude hacer otra cosa más que reírme. “Gracias, abuelo,” dije, dándole un abrazo antes de tirar fuera una silla.
Ellos se movieron alrededor de la mesa, mis amigos, Mallory a mi lado, Catcher en una punta, el abuelo en la otra, Lindsey y Jeff-quienes tenían una mueca desgraciadamente ávida-del lado opuesto. Hubo un momento rápido de silencio, interesantemente, por Catcher, quién cerró los ojos y dejó caer su cabeza, y dijo una rápida bendición reverencial sobre la comida.
Y cuando todos levantamos la vista nuevamente, compartimos una sonrisa, y empezamos a pasarnos los potes.
Era un regreso al hogar, el regreso al hogar familiar que yo siempre quise. Jeff dijo algo ridículo, Catcher bufó en respuesta. Lindsey le preguntó a Mallory sobre el trabajo; el abuelo me preguntó sobre el mío. La conversación tomó lugar mientras servíamos la carne y los vegetales en nuestros platos, desparramábamos sal y pimienta, bebíamos a sorbos el té helado que estaba en nuestros vasos. Servilletas sobre nuestros regazos, tenedores levantados, y la comida comenzó.
Cuando habíamos comido hasta llenarnos, dejando los potes vacíos pero con migas y con las cucharas de servir, cuando los hombres se desprendieron los botones superiores de sus pantalones y se inclinaron hacia atrás en sus sillas, felices y saciados como gatos, Lindsey retiró su silla, se puso de pie, y levantó su vaso.
“Por Merit,” ella dijo. “Que el próximo año de su vida esté lleno de paz y felicidad, y hermosos chicos vampiros.”
“O cambiadores de forma,” Jeff dijo, levantando su propio vaso.
Catcher rodó sus ojos, pero levantó su vaso también. Ellos me saludaron, mi familia, y trajeron lágrimas a mis ojos. Mientras me sorbía los mocos en mi asiento-y me engullía mi tercera porción de carne-Mallory trajo una gigantesca caja envuelta en papel rosa y violeta con unicornios, y con un enorme moño rosado.



Ella apretó mis hombros antes de ponerla en el suelo al lado de mi silla. “Feliz cumpleaños, Mer.”
Le sonreí, retiré la silla lo suficiente para poner la caja en mi regazo, y saqué el moño. Lo siguiente fue el papel de envoltorio, y complementé su gusto juvenil cuando tiré el papel en pelotas arrugadas al suelo. Abrí la tapa de la caja, saqué la capa de papel de pañuelo, y eché una ojeada dentro.
“Oh, Mal.” Era negra, y era de cuero. Suave cuero mantecoso. Retiré totalmente mi silla, dejé la caja en el asiento, y saqué la chaqueta. Era un buen cuidado cuero con un cuello mandarín.
Como una chaqueta de motociclista, sin los logos. No era diferente a la chaqueta que Morgan tenía, y era tan chic como el cuero negro podía ser.
Miré dentro de la caja, y vi que contenía pantalones negros en combinación. También calientes, lo suficiente para hacer que los ojos de Jeff se iluminaran cuando los saqué.
“Hay una cosa más ahí dentro,” Mallory dijo. “Pero no querrías sacarla en este mismo momento.” Sus ojos destellaron, así que sonreí en respuesta, un poco confundida, pero miré dentro. Podría llamarse discutiblemente un "corpiño," pero era más íntimo que la venda de spandex negra que yo había llevado durante los entrenamientos. Era cuero, rectángulo de éste, presuntamente diseñado para tapar mis pechos, con lazos en la parte de atrás. La banda tendría diez pulgadas de ancho, y revelaba más piel de la que tapaba.
“Vampiresa gótica,” Mallory dijo, encontrando mi mirada otra vez. Reí, asentí, y cerré la caja alrededor de los pantalones y el “top.”
“Cuando dijiste que ibas a comprarme un traje negro, pensé que querías decir como el que ya me habías comprado.” Le sonreí. “Esto va por encima de eso, Mal.”
“Oh, lo sé.” Ella se paró y rodeó la mesa, tomando la chaqueta y ayudando a ponérmela.
“Y no creas que no me lo debes.”
Mallory sostuvo el cuero, y deslicé un brazo dentro, luego el segundo, levanté el cierre, y el cuerpo se ajustó parcialmente. Los brazos y hombros estaban segmentados para darme libertad de movimiento, algo útil cuando necesitara, el algún momento del futuro, utilizar una espada.
Jeff dio un apreciativo silbido, y dí un par de puntapiés, manos puestas enfrente de mí en posiciones de guardia.
Este era un nuevo estilo para mí. No gótico, exactamente. Más como Soldado Vampiro Urbano. Lo que sea que fuera, me gustaba.
Yo podría disuadir mucho mejor en cuero que en un traje negro pretencioso.
Mientras Mallory y Lindsey dieron golpecitos a la suavidad mantecosa del cuero, Catcher se levantó, y con una imperiosa ceja levantada, me hizo señas fuera del comedor. Hice mis excusas y lo seguí.
En el medio de la pequeña cerca de mi abuelo-en el patio, yacía un cuadrado de tela blanca-un mantel de lino que recordaba de las cenas organizadas por mi abuela. Una mano detrás de mi espalda, Catcher se dirigió hacia mí. Tomé lugar enfrentándolo del lado opuesto de la plaza, y cuando se arrodilló enfrente de mí, yo hice lo mismo.
Él tenía una katana en sus manos, pero esta era diferente.
En vez de su usual modelo negro, éste estaba envuelto en laca roja brillante. Sosteniéndola con su mano derecha, envoltorio en la izquierda, Catcher la deslizó. La vaina fue dejada a un lado, y la espada fue puesta en el cuadrado de lino.
Se inclinó hacia ella, sus manos sobre la espada, y pasó la palma de su mano a lo largo de ésta. Podría haber jurado que él dijo palabras, pero nada en un lenguaje que haya oído antes. Tenía el ritmo del Latín, pero no era Latín. Cualquiera que fuere el lenguaje, tenía magia en él. Magia suficiente para erizar mi cabello, para crear una brisa en una noche de Abril.

Cuando terminó, cuando mis brazos se pusieron piel de gallina, él me miró.
“Ella será tuya, Merit. Esta espada ha pertenecido a Cadogan desde que la Casa existe.
Fui pedido para preparártela para ti. Y para prepararte a ti para ella.”
Reconocidamente, había estado evitando a Ethan, así que estaba bien que no estuviera aquí, que Catcher estuviera comandándome el arsenal. Pero todavía no entendía porque él, y no Ethan había sido encargado de darme la espada. “Por qué no un vampiro?”
“Porque un vampiro no puede completar el rito.” Catcher levantó la espada, la volteó para que el mango quedara hacia mi lado, y la dejó caer nuevamente. Luego él asintió hacia mis brazos. “Sostenla con tu mano. Derecha. Palma hacia arriba.”
Lo hice como lo dijo, vi como él sacó un pequeño y afilado cuchillo de su bolsillo, el mango envuelto en una cuerda negra. Tomó mi mano derecha en su izquierda, luego presionó el filo del cuchillo en el centro de mi palma. Hubo un corte inmediato, una gota de sangre cayó, luego dos, aparecieron.
Él agarró mi mano duro contra mi vacilación instintiva, apartó el cuchillo, y rodó mi palma para que fuera posicionada directamente sobre la espada.
El carmesí cayó. Una gota, luego dos, tres. Salpicaron contra el acero, rodaron sobre el filo de la espada para luego llegar al lino debajo de ésta.
Y luego pasó-el acero ondeó. Se parecía el calor ondeante por el asfalto caliente, el acero encorvándose como una cinta en el viento. Duró solo unos segundos, y el acero volvió a ser acero otra vez.
Más palabras fueron susurradas en el mismo cántico rítmico, luego Catcher liberó mi mano. Miré el corte en mi mano cerrarse. Beneficio de la curación vampírica.
“Qué fue eso?” Le pregunté.
“Acabas de dar un sacrificio,” él dijo. “Tu sangre en el acero, así ella podrá evitar que la derrames en batalla. Cuídala, respétala, y ella te cuidará a ti.”
Luego sacó un pañuelo del bolsillo de sus pantalones, y me mostró cómo empapelar y engrasar la hoja.
Cuando la espada estaba de nuevo limpia y disposicionada para que brillara en la luz de las lámparas del traspatio, él se levantó.
“Dejaré que ustedes dos se conozcan,” él dijo.
“Ya que no usarás túnicas, dejé un cinturón dentro. La vaina entra en él. De ahora en adelante, la usarás. Todo el día, todos los días. Cuando duermas, mantenla a tu lado. Entendido?”
Habiendo tenido el mismo discurso sobre mi beeper, y entendiendo la amenaza del asesino todavía perdido, asentí, esperando que se levantara y se fuera, luego bajé mi mirada hacia la espada que estaba todavía frente a mí.
Era un extraño momento íntimo-mi primer momento a solas con ella. Esta era la cosa-la complicada mezcla de acero y seda, piel y madera de laca-que se suponía que me mantendría segura por los próximos cien años, la cosa que me haría capaz de hacer mi deber, de mantener a Ethan y a los otros vampiros de Cadogan con vida.
Nerviosamente, miré a mi alrededor, un poquito nerviosa sobre tomarla, y rasqué ausentemente mi frente. Froté mis dedos, aclaré mi garganta, y me obligué a mi misma a mirarla. “Así que,” dije hacia la espada. Hacia la espada. Sonreí hacia ella. “Soy Merit y vamos a trabajar juntas. Afortunadamente no te. . .romperé. Afortunadamente no dejarás que me rompa. De eso se trata, creo.” Levanté mi mano derecha, doblando y desdoblando mis dedos sobre el metal, de algún modo repentinamente fóbico sobre levantarme en armas por primera vez, entonces dejé caer mis yemas de los dedos a la envoltura alrededor del asa, y los resbalé alrededor de la longitud de ella.
Mi brazo hormigueó.
Agarré el asa, alcé la espada en una mano y me puse pie, mientras orientando la hoja para que tomara la luz que corrió abajo el acero como el agua cayente.
Mi corazón se aceleró, mis pupilas se dilataron-y sentí al vampiro dentro de mí levantarse hacia la superficie de mi conciencia.
Y por primera vez, se levantó pero sin rabia, lujuria o hambre, sino en curiosidad.
Ella sabía lo que sostenía en mi mano, y ella jaraneó.
Y por primera vez, en vez de combatirla, en vez de hacerla hundirse de nuevo, la dejé estirarse y moverse, la dejé mirar a través de mis ojos-solo un vistazo. Solo un vislumbre, yo no tenía las ilusiones que si le daba la oportunidad, ella podría predominarme, trabajar a través de mí, tomarme.
Pero cuando sostuve la espada horizontalmente, paralela al suelo, y cuando la deslicé a través del aire, balanceándola a los lados de mi cuerpo, y la deslicé nuevamente en su vaina, sentí su mirada- sentía el calor moderado de su contento lánguido, como una mujer bien-satisfecha.
Besé el pomo de la espada-de mi espada-luego la deslicé en mi mano izquierda, y me dirigí hacia la casa. Jeff, Catcher, Lindsey, y el abuelo estaban reunidos alrededor de la mesa del comedor.
Mallory estaba en la mesa de al lado, escarbando el pastel de coco.
“Oh, genial!” Jeff dijo, su mirada pasando de la katana en mi mano hacia Catcher. “Le diste a ella la espada?” Catcher asintió, luego me miró, levantó una ceja de manera peculiar. “Veamos si funciona. Está él llevando?”
Pestañeé, luego miré entre Jeff y mi abuelo. “Está llevando qué?”
“Mira a Jeff,” Catcher dijo cuidadosamente, “y dime si está llevando un arma.”
Arqueé una ceja.
“Sólo hazlo,” Catcher insistió, frustración en su voz.
Suspiré, pero miré hacia Jeff, ceño fruncido mientras escaneaba su cuerpo, tratando de figurar el truco.
Se suponía que debía demostrar. “Qué estoy tratando de-“
“Si no puedes verla,” Catcher interrumpió, “entonces cierra los ojos y siéntelo. Vacía tu mente, y permite a tu misma aspirar en él.”
Asentí aunque no tenía idea sobre lo que estaba hablando, y mientras enfrentaba a Jeff, cerré mis ojos. Traté de blanquear mi mente de toda información y concentrarme en lo que estaba frente a mí-a saber, un escuálido, cambiador de forma, programador de computadoras. Allí fue cuando lo noté.
Lo pude sentir. Solo una pista. Su diferente peso, sentirlo. Fue un tipo de-vibración diferente. “Hay. . .Hay. . .” Abrí mis ojos, miré a Jeff, luego volteé mi cabeza para mirar a Catcher. “Él está llevando. Acero. Un cuchillo o algo,” Supuse, dado su peso.
“Jeff?”
“Ni siquiera tengo un arma propia,” Jeff protestó, pero se paró y buscó en el primer bolsillo. Todos miramos, mientras lo daba vuelta. Vacío.
Trató con el segundo, cuando metió su mano, sacó un pequeño, cuchillo envuelto en cordel, su hoja envuelta en una funda negra. Obviamente shockeado, sostuvo el cuchillo en su palma, y nos miró a cada uno de nosotros. “No es mío.”
Catcher, quién estaba sentado a su lado, golpeó su espalda. “Es mío, James Bond. Lo puse en tu bolsillo cuando estabas comiéndote con los ojos a Mallory.”
Las mejillas de Jeff se tornaron rosadas mientras Catcher tomaba el cuchillo, y lo deslizaba en su propio bolsillo. “No estaba comiéndome con los ojos a Mallory.” Él dijo, luego deslizó una mirada apenada a Mal, quien regresaba a la mesa, plato de papel en mano. “No lo estaba,” él insistió, luego miró a Catcher. “Comiéndome con los ojos es algo extremista.”



Catcher rió. “Entonces “golpe bajo””
“Y con esa nota agradable,” Mallory interrumpió con una risa, poniendo el pedazo de torta en la mesa frente a mi, “Comamos.”
Comimos hasta llenarnos, hasta que pensé que mi estómago se iba a abrir como una piñata de coco. La comida fue incomparable, deliciosamente familiar, la dulzura de la torta el postre perfecto.
Y cuando nuestras barrigas estuvieron llenas y mi abuelo empezó a bostezar, yo me preparé para llevarme al equipo a casa.
Puse la espada en el cinto, y agarré la caja con el cuero.
El auto lleno de regalos y pastelitos, entré nuevamente para decir el adiós final, e inadvertidamente caminé dentro de otro momento Catcher-Mallory.
Estaban en una esquina del living, con sus manos en la cadera del otro. Catcher mirando hacia ella, ojos llenos de tal respeto y adoración, que la emoción de esto apretó mi garganta.
Mallory respondió la mirada, encontró la de él, sin pestañear coquetamente, o apartarla. Ella se encontró su mirada y compartido su mirada, con expresión de sociedad.
Y estuve atrapada con el peor, y más nauseabundo sentido de celosía que jamás había sentido. Cómo sería, me pregunté, tener a alguien que me mirara de esa manera? Ver algo en mí, dentro mío, que valiera ese tipo de admiración? Ese tipo de atención?
Aún cuando éramos más jóvenes, Mallory siempre había sido la que los hombres perseguían. Yo era inteligente, la compañera ligeramente más rara. Ella era la diosa. Los hombres le compraban bebidas, ofrecían sus números, ofrecían sus cuentas bancarias, el tiempo, paseos en sus convertibles BMW. Mientras todo ese tiempo yo estaba sentada a su lado, sonriendo educadamente cuando ellos me miraban para analizarme, para determinar si era una barrera para la cosa que ellos querían- la rubia/pelo azul, de ojos azules Mallory.
Ahora ella tenía a Catcher, y estaba siendo adorada nuevamente. Ella había encontrado un compañero, una compañía, un protector. Traté de forzar mis celos hacia la curiosidad, de preguntarme como sería la sensación de ser querida, deseada de una profunda manera. Traté de no envidiar a mi mejor amiga en su momento de sol, su oportunidad de experimentar el verdadero amor.
Sí, eso no funcionó muy bien.
Estaba celosa de mi mejor amiga, mi hermana en todos los sentidos que importaba, que no merecía nada menos que total adoración.
Me odié a mi misma por estar celosa de la felicidad que ella merecía. Pero cuando él la besó en la frente, y ellos levantaron la vista y me sonrieron, no pude hacer otra cosa más que tener esperanza.

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