PERFECCIÓN // Capítulo 8

CAPITULO 8 LA TORRE ALTA

Trasncripo Por Rocio88

La torre de transmisión era la pieza más nueva de la Mansión Valentino; estaba fabricada en acero y pintada con polímeros blancos para evitar su oxidación. Formaba parte del sistema de rastreo de los anillos de comunicación de los habitantes de la ciudad, el cual servía en teoría para localizar a cualquier persona que te perdiera o se lesionara fuera de un edificio inteligente.
Sobre Tally y Zane se alzaban imponentes puntales blancos que se entrecruzaban como en el juego de la cuna y relucían al sol cual porcelana. La torre no parecía difícil de escalar, salvo por el hecho de que medía cinco veces la altura de la Mansión Valentino, siendo más alta incluso que la aguja de una torre de fiesta. Al contemplarla en toda su longitud, Tally percibió un ruido quedo procedente de su estómago, y estaba segura de que no era por hambre.
- Al menos no la custodia ningún dragón -dijo.
Zane bajó la vista de la torre y miró a Tally con una expresión cargada de preocupación.
- ¿Cómo?
Tally negó con la cabeza.
- Nada, algo que tiene que ver con un sueño que he tenido.
- ¿En serio crees que la llave está ahí arriba?
- Eso me temo.
- ¿Y los habitantes del Nuevo Humo suben hasta esas alturas?
Tally recuperó los recuerdos del pasado.
- No. Es posible que hayan subido por el lateral con una aerotabla. Las aerotablas permiten subir hasta esa altura si se mantienen lo bastante cerca de una pieza de metal grande.
- Podríamos requisar una aerotabla.. -propuso Zane en voz baja.
Tally lo miró con cara de sorpresa.
- Claro que eso no quedaría muy chispeante, ¿verdad? -masculló él.
- Pues no. Y todo lo que vuela lleva un sistema de vigilancia ¿Tú sabes cómo trucar el regulador de seguridad de una aerotabla?
- Antes sí, pero ya no me acuerdo.
- Yo tampoco así que tendremos que subir trepando.
- Muy bien - contestó Zane. Pero antes... -Cogió la mano de Tally, la atrajo hacia sí y se besaron de nuevo.
Tally pestañeo una vez y sintió que una sonrisa se dibujaba en su cara.
Para mantenernos chispeantes.

La primera mitad fue fácil.
Tally y Zane avanzaron a la par, trepando por lados opuestos de la torre con ayuda de los asideros que iban encontrando a su paso en la trama de puntales y cables. El viento soplaba de cuando e cuando, tirando juguetón de Tally y poniéndola nerviosa, pero le bastaba mirar abajo un solo instante para recuperar la concentración.
Ya a mitad de camino vio la Mansión Valentino en todas sus dimensiones, los jardines del placer que se extendían en todas direcciones e incluso las plataformas para los aerovehículos en la azotea del hospital central, donde se realizaba la operación. El río refulgía a medida que el sol ascendía hacia el mediodía, y en la orilla opuesta, en Feópolis, Tally divisó su antigua residencia, que destacaba entre los árboles. En el campo de fútbol unos cuantos imperfectos los observaban y señalaban, preguntándose probablemente quién estaría subiendo la torre.
Tally se preguntó a su vez cuanto tiempo pasaría antes de que alguien los viera desde aquel lado del río y avisara a los guardianes.
Gracias a sus nuevos músculos, el ascenso no le suponía un gran esfuerzo físico. Sin embargo, a medida que iban acercándose a lo alto de la torre, la estructura iba estrechándose y los lugares donde asirse no ofrecían tanta seguridad. La capa de polímero resbalaba y seguía mojada en algunos puntos donde el sol de la mañana aún no había secado el rocío. Los puntales estaban llenos de antenas parabólicas y densas madejas de cables trenzados, y a Tally comenzaron a asaltar las dudas. ¿Estaría realmente la llave ahí arriba? ¿Qué razón tendrían los habitantes del Nuevo Humo para hacerle poner en peligro su vida con el único fin de pasar una prueba? A medida que el ascenso se volvía más difícil y la idea de la caída le infundía más pánico, Tally se cuestionaba más y más el motivo por el que había acabado en aquella aguja tan alta azotada por el viento.
La noche anterior su único objetivo era convertirse en una rebelde, hermosa y popular, rodeada por un grupo de nuevos amigos. Había conseguido todo lo que quería... y encima Zane la había besado, lo cual era un chispeante avance que nunca hubiera imaginado antes de aquella mañana.
Claro conseguir lo que uno quería nunca resultaba ser como uno pensaba. Ser una rebelde no era en absoluto sinónimo de sentirse satisfecha, y salir con Zane implicaba al parecer arriesgar la vida y no poder desayunar. Tally acababa de ser admitida en el círculo de los rebeldes, y ahora se veía obligada de nuevo a demostrar su valía.
¿Y para qué? ¿Realmente quería abrir aquella caseta oxidad de la azotea? Hubiera lo que hubiera en su interior, solo serviría para que la cabeza le diera más vueltas, y seguro que le recordaba a David, el Humo y todo lo que había dejado atrás. Tenía la sensación de que, cada vez que avanzaba un paso en su nueva vida, había algo que le arrastraba hacia sus días de imperfecta.
Con la mente enfrascada en estos pensamientos, Tally apoyó mal el pie.
La suela de uno de sus zapatos se deslizó por un cable grueso forrado con un plástico resbaladizo, lo que hizo que perdiera el apoyo de las piernas, que se despegaron de la torre entre sacudidas, provocando a su vez que se soltara del puntal del que estaba agarrada y que seguía mojado por el rocío. Al ver que se precipitaba al vació, la invadió aquella sensación de caída libre que ya conocía de todas las veces que se había montado en una aerotabla o lanzado desde lo alto de un edificio.
El instinto le decía que debía relajarse, hasta que cayó en la cuenta de la gran diferencia que había entre aquella caída y las demás; en aquel momento no llevaba pulseras protectoras ni un arnés de salto. Aquella vez estaba cayendo de verdad; no habría nada que la frenara.
Sus nuevos reflejos de perfecta se pusieron en funcionamiento de golpe, y Tally extendió los brazos para agarrarse de un cable trenzado. Las palmas de sus manos se deslizaron por el plástico aislante, y la fricción le quemó la piel como si el cable hubiera estallado en llamas. Sus piernas se balancearon hacia la torre y Tally, con las rodillas dobladas y el cuerpo en pleno giro, amortiguó el impacto contra el metal con la cadera, recibiendo un golpe que la sacudió de arriba abajo pero que no consiguió soltarla del cable que le abrasaba los dedos.
En busca de un lugar donde apoyar los pies, sus suelas dieron con un puntal ancho, y por fin pudo aliviar la mayor parte del peso que aguantaba con las manos. Tally se abrazó al cable, con todos los músculos en tensión y sin oír apenas los gritos de Zane desde arriba, dirigió la mirada hacia el río, atónita ante su visión.
Todo brillaba, como si hubieran sembrado Feópolis de diamantes. Tally se notó la mente despejada, como el aire tras una lluvia matutina, y entendió por fin la razón por la que había subido hasta allí arriba. No era para impresionar a Zane ni a los habitantes de Nuevo Humo, o para pasar por una prueba, sino porque una parte de ella deseaba vivir aquel momento, aquella claridad que no sentía desde la operación. Aquello era mucho más que chispeante.
- ¿Estas bien? -. Gritó una voz a lo lejos.
Tally alzó la vista hacia Zane. Al ver la distancia desde la que había caído tragó saliva, pero consiguió esbozar una sonrisa.
- Estoy totalmente chispeante. Espérame ahí.
Tally subió a toda velocidad, sin hacer caso a su magullada cadera. Las palmas quemadas de sus manos se quejaban cada vez que se agarraba a algún sitio, pero en menos de un minuto se encontraba de nuevo junto a Zane. Sus ojos dorados estaban más abiertos que nunca, como si la caída de Tally le hubiera asustado más a él que a ella.
Tally volvió a sonreír, comprendiendo que probablemente había sido así.
- Vamos -dijo, antes de impulsarse para subir los últimos metros, dejando atrás a Zane.
Al llegar a lo alto de la torre encontró un imán negro pegado al pie del asta de la bandera, con una llave nueva y reluciente colgando de él. Tally tiró de la llave con cuidado y se la metió en el bolsillo mientras la bandera de Valentino ondeaba con fuerza en lo alto, emitiendo un sonido de frescos similar al de la ropa recién salida de la pared.
- La tengo -gritó, y comenzó a descender. Tally pasó al lado de Zane, que seguía inmóvil, con aquella expresión de asombro petrificada en su rostro.

No fue hasta que volvió a poner los pies en la azotea cuando Tally se dio cuenta de lo mucho que le dolían los músculos. El corazón seguía latiéndole con fuera, y continuaba viendo el mundo con una claridad cristalina. Se sacó la llave del bolsillo y pasó un dedo tembloroso por los dientes, captando los sentidos cada detalle del borde irregular del metal.
- ¡Date prisa! -gritó a Zane, que aún iba por la mitad del camino. Zane comenzó a descender más rápido, pero Tally giró sobre sus talones con un resoplido para encaminarse hacia la caseta a zancadas.
El candado se abrió de golpe cuando Tally hizo girar la llave en su interior; la puerta oxidada crujió por efecto del paso del tiempo cuando el borde inferior se deslizó sobre la piedra. Tally entró en la caseta, cegada por un momento en medio de la oscuridad, viendo lucecitas rojas que latían al ritmo de su corazón, preso de la excitación. Si los habitantes del Nuevo Humo habían planeado todo aquello para hacer que se sintiera chispeante, habían logrado su propósito.
El lugar olía a viejo, y el aire se notaba caliente y estancado. Cuando Tally se acostumbró a la penumbra del interior, consiguió ver las pintadas medio descascarilladas que cubrían hasta el último centímetro de la pared, con capas y capas de eslóganes, frases garabateadas y nombres de parejas que proclamaban su amor. En algunas de las fechas figuraban años que no tenían sentido, hasta que Tally cayó en la cuenta de que estaban escritas al estilo de los oxidados, es decir, contando los siglos anteriores al desplome. También había pintadas en el mecanismo del ascensor en desuso, y el suelo se veía sembrado de restos de antiguos artículos de contrabando: viejas latas de pintura en spray, tubos vacíos y aplastados de nanopegamento de gran adhesividad y material pirotécnico usado que olía a las hogueras de antaño. Tally vio un rectángulo de papel amarillento, aplastado y ennegrecido por una punta, similar a la imagen de un cigarrillo sacada de un libro de historia de los oxidados. Lo cogió del suelo para olerlo y lo soltó enseguida, pues el hedor que desprendía le revolvió el estómago.
¿Un cigarrillo? Se recordó a sí misma que aquel lugar era más antiguo que las alzas, y quizá más aún que la propia ciudad, era como un pedazo de historia extraño y olvidado. Se preguntó cuántas generaciones de imperfectos y nuevos perfectos astutos como los rebeldes lo habrían hecho suyo.
La bolsa que Croy le había enseñado yacía sobre uno de los viejos engranajes oxidados del mecanismo del ascensor, esperándola.
Tally la cogió. El tacto de la piel vieja le resultó extraño y le trajo a la memoria recuerdos de las texturas raídas del Humo. Tally abrió la bolsa y sacó una hoja de papel de su interior. Del suelo de piedra le llegó un leve sonido, y se dio cuenta de que de la bolsa había caído algo diminuto; de hecho, habían caído dos cosas. Tally se arrodilló y, forzando la vista palpó a tientas la piedra fría con la palma de las manos, que aún le quemaban, hasta dar con dos pequeñas pastillas blancas.
Tally se quedó mirándolas, sintiendo que un recuerdo afloraba en su conciencia.
Al notar que el interior de la caseta se oscurecía, alzó la vista. Zane estaba en el umbral de la puerta, jadeando, y sus ojos brillaban en la penumbra.
- Caray Tally. Gracias por esperar.
Tally no dijo nada. Zane dio un paso adelante y se arrodilló junto a ella.
- ¿Estas bien? -le preguntó, poniéndole una mano en el hombro -. No te habrás golpeado la cabeza en la caída ¿verdad?.
- No. Más bien se me ha despejado. He encontrado esto.
- Tally pasó la hoja de papel a Zane, que la alisó y la acercó a la luz que se filtraba por la puerta. Estaba escrita con unos garabatos prácticamente ilegibles.
Tally miró de nuevo las pastillas que tenía en la mano. Al ser blancas y diminutas parecían un par de purgantes. Pero Tally estaba convencida de que harían algo más quemar calorías. Recordó algo...
Zane bajó poco a poco la hoja de papel, con cara de sorpresa.
- Es una carta, y va dirigida a ti.
- ¿Una carta? ¿De quien?
- De ti, Tally -. La voz de Zane resonó en tono quedo de las paredes de chapa de la caseta -. La has escrito tú.

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