Some Girls Bite- Capítulo 14

Traducido por mi ayudanta oficial♥ jaja osea Chloe!

CAP 14: El amor es un campo de batalla. Así como también lo es la ciudad de Chicago


La siguiente noche, me desperté lista para la batalla. Pero no contra un asesino serial. No contra ninfas guerreras o vampiros de la Rogue . Ni siquiera contra el Maestro que evitaba.
Esta vez, me preparé para Helen. No había manejado nuestro primer encuentro bien, lo cual tal vez no fuere tan inusual dada la naturaleza de ello- la dura, fría realidad con la que ella me había estado agobiando en prepararme. Pero estaba perdiendo mi casa, la casa de Mallory, a Catcher y a sus manos errantes. Necesitaba un lugar donde caer. Era tiempo de preguntar acerca de mudarme a Cadogan.
Si bien no estaba eufórica con esa opción, las alternativas no parecían ser mucho mejor. No me podía mudar con mis padres. No creía que ellos lo permitieran, y lidiar con mi padre era lo suficientemente extenuante a un código postal de distancia.
Conseguir un lugar propio tampoco era una opción viable. Mi salario de Cadogan era bueno, pero no era suficiente como para cubrir la renta en Chicago sin un compañero/a. No estaba lista para el chusmerío, y ciertamente no quería llevar mi drama sobrenatural a la puerta de un nuevo compañero de cuarto. Y a menos que viviera en Hyde Park , tener mi propio espacio no resolvía el problema actual- el hecho de que aún tenía tiempo de viaje entre una crisis en Cadogan y mi persona.
Podría mudarme con mi abuelo, y no había dudas que él habría de invitarme, pero conmigo venía el equipaje - incluyendo ser la cercana a ‘próxima víctima’ de un asesino serial, la reciente beneficiaria de una amenaza de muerte y la nueva guardiana para la Casa Cadogan. Mudarme a Cadogan presentaba su propio set de problemas, especialmente y por sobre todo su metiche Maestro. Pero nunca necesité hacerme problema acerca de molestar a alguien que no pudiese manejarlo. Si había algo placentero que pudiera decir acerca de Ethan Sullivan, era que él estaba equipado para lidiar con el drama sobrenatural.
Yo no había, por supuesto, informado a Ethan que estaba considerando mudarme a la Casa. Imaginé tres posibles respuestas a las noticias, ninguna de las cuales estaba interesada en experimentar.
En el mejor de los casos, supuse me sería dado una fría aprobación de que finalmente había alcanzado a tomar una decisión propia de lo que un Centinela habría hecho una semana atrás. En el peor de los casos, apuesto sobre ácido sulfúrico, en que expresará su seria preocupación de que vaya a espiar a Cadogan o sabotear a la Casa desde el interior.
Pero lo más perturbador era la tercera posibilidad- que él me pidiera nuevamente ser su Consorte. Estaba bastante segura de que habíamos descartado ya esa idea, el hecho de que felizmente nos habíamos estado evitando toda la semana pasada era evidencia suficiente, pero este muchacho era más terco que la mayoría.
Por tanto planifiqué trabajarlo a través de Helen, quien, en su posición de Iniciada de Enlace, también coordinaba las mudanzas de los nuevos vampiros a la Casa, y dejar que la notificación le llegue a Ethan a través de los canales correspondientes. Pero hacerlo a través de Helen significaba disculparse. Disculpas a lo grande, dado que la última vez que la había visto, le grité y la insulté, y provoqué a una hechicera para que le diera un patadón fuera de nuestra casa. Para arreglar las cosas, opté por una simple, y clásica estrategia- el soborno. Iba a comprar mi camino hacia su buena gracia con una docena de pastelitos de cumpleaños rosas con blanco. Los re-empaqueté en una brillante caja de pastelería, y estaba lista para dejarlos en su oficina ni bien llegara a Cadogan.
Pero antes de que hiciera eso………...tenía mis propios asuntos que atender, a saber, en la forma de un desfile de moda vampírico. Luego de que me duché, pero antes de deslizarme dentro del reglamentario negro Cadogan, deslicé mi conjunto de cumpleaños de su percha y me puse los cueros. El traje, tal y como estaba, encajaba como un guante, como si hubiese sido moldeado de mi cuerpo. Con mi cabello en una coleta alta, la espada en mis manos, lucía bastante audaz. Lucía como si estuviera lista para un verdadero combate vampiro. Eso era a todas luces falso, por supuesto, pero no hacía de posar frente al espejo algo menos divertido.
Estaba aún frente al espejo, espada en mano, cuando mi beeper comenzó a vibrar. Salté ante el sonido, pensando en que alguien se había entrado a mi espectáculo de vestimenta vampira. Cuando me di cuenta de la fuente del sonido, tomé el beeper del extremo de mi tocador y eché un vistazo a la pantalla: TRNGRSN.CADGN.VERDE. 911.
Transgresión: sobrenaturales sin invitación en el perímetro.
Verde: el código de Ethan. Él estaba en problemas, necesitaba asistencia, etc.
911: Rápido, ahora/ya, Centinela.
Había pasos en el pasillo. Beeper en mano, abrí la puerta de la habitación y me asomé a la sala. Catcher en jeans y camiseta de mangas largas, caminó hacia mí. Tenía que darle crédito- no hizo nada mas que un simple pestañeo ante mi conjunto.
“Recibiste el mensaje?”
Asentí. Pero antes de que pudiera preguntar cómo sabía de eso, continuó, “la reunión que discutimos, con todos los vampiros? Aquella que Sullivan necesitaba programar? Está sucediendo en este instante, y no por invitación.”
“Mierda,” dije, moviendo mi mano izquierda hacia la empuñadura de la katana , e ignorando por el momento el hecho de que él haya tenido esta información antes que yo. “Necesito cambiarme.”
Catcher negó con su cabeza. “Hoy es el día de alardear ”, dijo, “tendré tu auto listo.”
Me le quedé mirando. “Estás de broma?? Ethan se cagará si aparezco vestida de esta forma en frente de los otros vampiros de Cadogan, y mucho menos frente a los de otras Casas.”
Catcher sacudió su cabeza. “Tú eres la Centinela a cargo no Ethan. Haz tu trabajo en la forma que tú lo haces. Y si vas a engañarlos a tu manera para mantener a Ethan a salvo, preferirías hacerlo en cuero o en un traje y zapatos presuntuosos? Necesitas mostrar los dientes hoy.”
Porque sus palabras hacían eco de mis pensamientos, no discutí.

Me ofreció asesoramiento vía celular todo el trayecto hasta la Casa Cadogan: Mirar a todos a los ojos. Mantener mi mano izquierda en el mango de la espada, ojear al guardia, y únicamente sacar la mano derecha fuera si requiere ser realmente agresiva. Conservar mi cuerpo entre Ethan y cualquier cosa puntiaguda – sea una espada o un diente- que lo esté amenazando. Cuando Catcher comenzó a repetirse, le corté.
“Catcher, ésta no soy yo. No estoy preparada para la guerra. Era una estudiante de doctorado. Pero él me dio este trabajo, presumiblemente, luego de cuatrocientos años de experiencia, porque pensó que yo podría aportar algo a la mesa, algo que él pensó pudiera contrarrestar mi falta de entrenamiento. Aprecio el consejo, y aprecio el entrenamiento, pero ésta es la última hora, y si no lo he aprendido para entonces, probablemente no vaya a aprenderlo en los próximos cinco minutos.” Tragué, mi pecho apretado. “Haré lo que pueda. Han pedido por mí, y yo accedí al puesto de Centinela, y haré lo que pueda.”
Decidí confesar los pensamientos que habían estado rondando por el fondo de mi cabeza, pero no había logrado vociferar aún. Que el vampiro dentro de mí tenía una mente propia. Que en ocasiones sentía como que no nos habíamos fusionado, no realmente, sino más bien como que ella vivía dentro de mí.
Tal vez porque sonaba ridículo, lo encontraba más difícil de verbalizar de lo que había imaginado. “Creo que- creo--”
“Qué, Merit?”
“Ella se siente algo separado de mí.”
Silencio, luego: “ella?”
Él mencionó la palabra como una pregunta, pero tenía la sensación de que sabía exactamente a lo que me refería. “El vampiro. Mi vampiro. Yo. No lo sé. Probablemente no sea nada.”
Silencio nuevamente, luego: “probablemente no sea nada.”
Las cuadras pasaron, y a continuación estaba girando en Woodlawn, con el celular aún apretado entre el hombro y el oído.
“Si necesitaras lucir amenazante, puedes platear tus ojos? Descender tus colmillos? A propósito, me refiero.”
No lo había intentado, pero imaginé que había aprendido lo suficiente la semana pasada acerca de cómo platear mis ojos como para ser capaz de manufacturar el efecto. Método vampírico, si lo era.
“Eso creo, sí.”
“Bien. Bien.” Estacioné el auto arriba de la vereda, frente a la Casa Cadogan. No había ningún guardia en la puerta. La Casa lucía vacía, y eso no predecía nada bueno.
“Mierda,” murmuré y tomé la manija de la puerta. “La Casa luce desierta.”
“Merit, escucha.”
Me pausé, una mano en la puerta, la otra enroscada alrededor del celular.
“La Casa Cadogan no ha tenido un Centinela en dos siglos. Obtuviste el trabajo porque él creyó en ti. Haz el trabajo. Nada más ni nada menos.”
Asentí, a pesar de que él no pudiera verlo. “Estaré bien.”
O no, pensé, mientras arrojaba el teléfono celular al asiento del acompañante, caminé por la acera vacía, y tironeé del dobladillo de la chaqueta de cuero, la cual le había subido la cremallera a la altura del pecho sobre el mero cuerpo desnudo.
De una forma u otra, lo averiguaríamos pronto.


La puerta del frente estaba parcialmente abierta, el primer piso carente de vampiros. Escuché ruidos escaleras arriba y, con una mano en mi espada, subí. Luc permanecía de pie sobre el descansillo, piernas cruzadas, brazos cruzados, una katana enfundada sobre su lateral izquierdo.
Le asentí con la cabeza, esperando que él echara un vistazo a mi conjunto. Cuando me hizo pasar, le pregunté, “A dónde vamos?”
Inclinó su cabeza hacia el salón de baile, y caminamos juntos hacia allí. Su voz era totalmente seria. “Ethan intentó programar una reunión acerca de los asesinatos. Invitó a representantes de Grey y Navarro. El encuentro se suponía sucedería más tarde hoy en la noche. Entonces los de Rogue se enteraron. Noah Beck -él es su representante- apareció hace media hora.”
Cacho de tiempo había pasado entonces, desde el mensaje. Realmente necesitaba mudarme a la Casa Cadogan.
“Ellos están enfados por no haber sido incluidos,” continuó, su expresión tensa, “acerca de nuestra existencia siendo filtrada- no, anunciada- a la prensa.” Claramente Ethan no era el único que dudaba de la decisión tomada por Celina respecto de ese asunto.
Nos detuvimos frente a las puertas cerradas del salón de baile, y planté mis manos sobre mis caderas, le deslicé una mirada. “Cuántos son?”
“Doce Rogues, tal vez unos treinta de Cadogan. Scott Grey y cuatro de los suyos; aparecieron antes para la reunión. Lindsey, Jules, y Kelley están ahí dentro, pero están aguantando en el fondo.”
Elevé mis cejas. “Alguna vez pensaste que un radio de seis guardias para trescientos vampiros de Cadogan no está del todo bien?”
“Son tiempos de paz,” me explicó, con irritación en su voz. “Alzamos demasiadas espadas, y estamos mostrando animosidad, arriesgándonos a una guerra.” Se encogió de hombros. “Demasiado pocos, por supuesto, y nos arriesgamos a que un Rogue tenga a tiro a Ethan.”
Me tomó un tiempo darme cuenta que él no estaba hablando en forma metafórica. “Un tiro? Pensé que los vampiros usaban espadas?” Le hice una seña hacia la katana en su cintura, pero él sacudió su cabeza.
“Eso es el Canon de la Casa, una tradición. Los Rogues rechazan el sistema, rechazan las pretensiones, las reglas. Ellos tienen armas. Tienen su propio Código, tal cual es. Puede que tengan una espada visible, tal vez más escondidas. Pero ellos tienen armas- probablemente revólveres, probablemente semiautomáticas. Posiblemente alguna .45. Son algo proclives hacia las 1119.”
Asentí, recordando la foto que había visto en un Catálogo Kimber en el Cuarto de Operaciones. Eso era todo lo que necesitaba- balas perdidas volando a través de la habitación en mi primera pelea de verdad.
“No puedo defender de los tiros,” le dije, dándome cuenta tardíamente que el arma se esperaba usara en un tiroteo, era mi cuerpo- entre el de Ethan y la corredera de balas.
Como si percibiera me preocupación, probablemente sencillo dada la expresión de puro terror en mi cara, Luc ofreció, “los tiros no lo matarán, a menos que ellos le echen mano suelta a una fumigada . Sólo haz lo que puedas. Y una cosa más.”
Se pausó por tanto tiempo que lo miré por encima, vi sus cejas fruncirse.
“Tu posición,” dijo antes de pausarse nuevamente, “es más política que la nuestra. Nosotros somos considerados soldados de campo, incluyéndome a mí. El Centinela es aún un soldado, pero tradicionalmente los vampiros lo ven como más como una posición estratégica. Y eso significa mayor respeto.” Se encogió de hombros. “Eso es historia, supongo.”
“Lo cual significa,” concluí, “que puedo acercarme más a él de lo que tú puedes. Soy más una muestra de que la situación está siendo tomada muy, muy seriamente, que una declaración de guerra.”
Luc asintió nuevamente, con la expresión evidente de alivio de que le haya entendido. “Exactamente.”
Solté una lenta bocanada de aire, tratando de asimilar esta nueva información- la cual hubiese sido de ayuda antes de la crisis- y de no entrar en pánico ante la presión. Acaricié con el pulgar al mango de la katana, rezando por calma. Dos semanas dentro del vampirismo, y estaba siendo solicitada a defender a la Casa contra una banda de merodeadores vampiros sin Casa.
Qué suerte la mía.
No que importara. Tenía un trabajo, y mientras entraba en pánico ante el pensamiento de en verdad realizar ese trabajo, hacerlo era la única cosa que podía hacer. Entrar en la refriega, dar el paso, y alardear como si mi vida dependiera de ello. Porque probablemente lo hiciera.
Acepté la pequeña pieza para el oído que Luc me ofrecía, la deslicé dentro de mi oreja. “Vamos.”
Cuando Luc asintió, tomé aire, puse mi mano sobre la puerta, y la abrí.

Había cincuenta personas en el salón de baile, pero incluso en el gigantesco espacio, parecía como un enjambre aún más grande. Incluso el aire parecía espeso. Punzaba bastante con una magia amarga, con un flujo de energía que llamaba a mi vampiro. La sentí cambiar, despertar, estirarse, y preguntarse por qué el aire se sentía tan malicioso. Mis pestañas se estremecieron, y tuve que forzar mi palma contra el mango de mi espada hasta coordinar un poco dentro de mi piel, a forzarla a regresar, a mantener mi mente despejada. Pero luego, le prometí, se alimentaría.
Los vampiros estaban quietos formando una masa, de espaldas a la puerta. Reconocí los trajeados en negro de los vampiros de Cadogan, pero por la espalda, no podía decir dónde cualquier otro, incluyendo a Ethan, estaba parado. Le eché una mirada a Luc, y gesticulé con los labios, Dónde está él?
La voz de Kelley sonó en mi oído. “Bonito de tu parte el unírtenos, Centinela. Ethan está frente a la plataforma, de frente a la multitud. Los Rogues están frente a él, de espaldas hacia nosotros, y los vampiros de Cadogan están en un círculo alrededor de todos. Estamos sólo tratando de mantener las cosas en calma.”
Exploré la multitud, en busca de una entrada, y visualicé el lacio y oscuro cabello de Kelley. Ella miró hacia atrás, ligeramente inclinó su cabeza hacia Luc y hacia mí, luego se giró nuevamente hacia la multitud.
Miré por encima de la masa de cuerpos y traté de imaginarme hacia dónde ir, dónde podría estar lo suficientemente cerca como para ver, para proteger, pero no tan cerca como para que yo, como Centinela, intensificara el asunto. La habitación ya estaba lo suficientemente tensa como estaba, los vampiros filtrando energía al tiempo que negociaban con la posibilidad de que un asesino se encontrara entre ellos.
Me moví hacia la izquierda, indiqué mi dirección y Luc asintió, apuntando hacia la derecha, luego haciendo una seña con la mano que nos encontráramos en el medio.
Al menos, esperaba que eso fuera lo que significara.
Tomé aire, lo solté lentamente, estabilicé la vaina, y avancé hacia delante. Bordeé el filo de la muchedumbre, tratando de hacerme invisible a voluntad mientras me desplazaba hacia la izquierda, al tiempo que me acomodé alrededor de la frontera de vampiros de Cadogan. Mi intento de glamour no funcionó- los vampiros de Cadogan observaban mientras me movía, unos pocos asentimientos de cabeza en un silencioso reconocimiento, unas pocas miradas que me daban, lo que sugería en conjunto algo muy distinto que respeto- pero estaba contenta de que, incluso de cara a miradas amargas, ellos oficiaran de amortiguador entre el resto de los intrusos y yo.
Segundos más tarde, estaba lo suficientemente cerca como para ver la acción. Ethan, con Malik a su lado, estaba parado frente a la plataforma ante la cual había sido Comendada a la Casa sólo días atrás. Parado perpendicular a Ethan estaba un hombre alto, de cabello oscuro en una camiseta de los Cachorros y jeans, quien supuse por la inclinación deportiva de su vestimenta, se trataba de Scott Grey. En frente a Ethan, sorprendentemente llamativos en una sala de ordenados, elegantes trajes, y vestimenta deportiva, estaban los Rogues.
Estaban parados en un apretado racimo piramidal, y vestían, como los vampiros en Cadogan, en un ataviado negro. Pero esto no era el negro de la ‘Avenida Michigan’. Este era negro de guerra. Botas negras. Pantalones de ajustados negros. Una pieza pectoral negra de cuero a modo de armadura. Había suficiente negro en ellos como para aspirar toda la luz del salón de baile. Resaltando la apariencia estaba el plateado- cinturones, anillos, muñequeras, cadenas de billetera, y en el medio de cada pecho, un colgante de plata- un símbolo a la anarquía en una cadena de plata.
Esta era la apariencia que Morgan intentaba alcanzar. Urbana, rebelde, peligrosa.
Pero ésta era real.
Ésta era realmente temeraria.
Dicho esto, todos los vampiros de la Rogue estaban vestidos de igual forma. No era algo irónico que la mentalidad de rebaño afectara incluso a los inconformistas? Eso era algo que justificaba ser reflexionado, pero no hoy. Hoy eran negocios.
Uno de los Rogues- alto, de hombros amplios, y musculoso- era el puntero, estaba frente a Ethan. Donde el resto de los vampiros en la habitación, los vampiros de la Casa, lucían pulcros, él aparentaba algo feroz. Era toscamente atractivo, una barba incipiente de algunos días surcaba sus mejillas y quijada. Su cabello castaño tendría unos dos o tres centímetros por sobre un rapado, y se situaba en una clase de espirales desordenadas. Y sus ojos, grandes y azules, estaban delineados con khol . Estaba en pie, con sus brazos cruzados sobre su amplio pecho, cabeza levemente inclinada hacia un lado, escuchando mientras Ethan discutía la investigación en curso.
Ellos estaban aquí definitivamente por negocios. En sus cinturas estaban las pistoleras con las armas metidas dentro, probablemente las 1911 que Luc había mencionado. Mientras que el sentir de ellos era diferente que el del resto de los vampiros de la Casa, de cualquier forma – la energía un poco menos enfocada que la de los vampiros de la Casa, un poco más dispersa- era evidente que ellos estaban portando más que sólo las armas. El poder fluía diferente alrededor de sus cuerpos. No podía verlo, pero podía sentirlo, el cambio en la corriente, como rocas alterando el flujo de un arroyo.
Cuando estuve donde quería estar, a unos pocos cuerpos por detrás del borde de la multitud y aún fuera de la vista directa de los jugadores, revisé a Ethan, vi que estaba ileso e ingeniándoselas para enmascarar la frustración que sabía sentía. Su cuerpo estaba relajado, sus manos en los bolsillos de los omnipresentes pantalones negros, la mitad de su cabellera rubia tirada hacia atrás y atada. Su mirada estaba en el Rogue en frente a él.
“Francamente, Noah,” Ethan estaba diciendo, “no fue un descuido que no fueras invitado a hablar, ni fue un signo de falta de respeto. Fue una elección, basada en mi asunción, aparentemente incorrecta, de que no estarías interesado en participar. Los humanos sólo conocen acerca de las Casas. Hasta donde yo estoy consciente, su existencia es aún un secreto, e imagino estarías más feliz de mantenerlo de esta forma.”
Noah miró fijamente a Ethan. “Fue una suposición desinteresada, entonces. La suposición de que debido a que no estamos afiliados a una Casa, porque no somos ovejas, somos indiferentes acerca de nuestros compañeros vampiros.” Su tono era puro sarcasmo.
Ethan elevó una blonda ceja, respondiendo brevemente, “eso no fue lo que dije.”
Pensando que tal vez fuera de ayuda decir hola, dejarle saber que tenía respaldos por si lo peor llegara a ocurrir, me reporté presente, abriendo mi mente hacia Ethan. Estoy aquí, le envié.
Él no respondió, pero el Rogue en frente suyo, Noah, lo hizo. No, creo, porque Noah me haya escuchado, sino porque había una riña detrás de nosotros lo cual atrajo sus ojos a través de la multitud. Mientras buscaba la fuente del problema, echó un vistazo a través del océano de espectadores vampiros, encontró mis ojos, y elevó ambas cejas. El subtitulado era lo suficientemente sencillo de leer: Y quién eres tú? Amigo o enemigo?
Pestañeé, tratando de adivinar cómo se supone que debiera reaccionar- había alguna etiqueta para esto? La Centinela no presentada, respondiendo a un parpadeo de interés proveniente del portavoz de la Rogue de vampiros de Chicago? Desafortunadamente, no tenía tiempo de evaluarlo a fondo, así que sólo hice lo que se sentía natural dada la incómoda situación en la que nos hallábamos metidos: le di una media sonrisa y un encogimiento de hombros.
No estoy segura qué esperaba de él. Tal vez la reacción que Ethan me hubiese dado - una mirada condescendiente y rodar sus ojos.
Pero Noah no era Ethan. Noah me dio una sonrisa maligna, apretujó sus labios juntos para contener la risa que sacudió su pecho, y rápidamente miró para otro lado, con la boca curvada. Mi primer acto político, y desató un borboteo de risas del hombre que presuntamente había traspasado ilegalmente los muros de la Casa Cadogan. Una reacción suficientemente buena, decidí, esperando que su entretenimiento fuera a distender la evidente tensión en la sala.
Desafortunadamente, no tuve oportunidad de probar esa teoría. Nuestro intercambio duró sólo segundos, pero eso fue tiempo mas que suficiente para que el problema llamara. Los vampiros cuya riña habíamos estado escuchando detrás nuestro se revelaron, Morgan empujando a través de la muchedumbre, a través de los Rogues, hasta que se paró ante Ethan. Tal vez sintiendo su evidente furia, las oleadas de la misma irradiando de su cuerpo, los otros vampiros retrocedieron, cediéndole espacio.
Lucía como un hombre poseído- el pelo desordenado en forma sexy, su chaqueta de cuero por sobre una camiseta verde y jeans, zapatillas negras debajo del dobladillo. Y aunque él vibraba con la energía de la que sabía era capaz, esa no era la única razón, él estaba disgustado. Él estaba portando. Y no una espada, no un arma evidentemente enfundada o encintada. Ésta estaba oculta. Una cuchilla de tamaño mediano, supuse, por el peso diferencial de él. Demasiado pequeña para ser una espada, pero más grande que un cuchillo de cocina promedio.
Reforcé mi agarre a la empuñadura de mi espada, mi pulgar en el pestillo que liberaría la hoja de su vaina, y esperé.
“Tú, maldito hijo de puta.” Las palabras eran tensas, forzadas a través de su apretada mandíbula.
Ethan parpadeó, pero no hizo ningún otro movimiento, su postura aún relajada, confiada. “Perdón?”
“Piensas que esto está bien? Que puedes hacer esto?”
Me encogí cuando Morgan levantó su brazo, casi empujé al par de vampiros que separaban a Ethan de mí, pero me mantuve detrás cuando vi el papel que él sostenía en su mano. Un pequeño rectángulo , con una negra escritura manuscrita a un lado. Habiendo visto algo similar semanas atrás, supuse qué podría estar escrito en ella.
Ethan probablemente lo supiera también, pero se hizo el desentendido. “No sé qué es eso, Morgan.”
Morgan abolló la nota, y la sostuvo en el aire. “Es una maldita amenaza de muerte- eso es lo que es. Estaba en la mesa de luz de Celina. Su mesa-de-luz. Está que se muere del susto.” Morgan dio medio paso al frente, desenroscó la nota, la mantuvo en alto para que Ethan la leyera. Ethan cautelosamente la tomó entre los largos dedos, su vista yendo y viniendo por toda la extensión de papel.
“Es una amenaza,” Ethan anunció a la multitud, con su vista aún en Morgan. “Muy similar a la que Merit recibió. Supongo que es la misma caligrafía, el mismo papel, y que está supuestamente firmada por mí.”
La muchedumbre retumbó. Morgan lo ignoró, bajó la voz a un fiero susurro que inmediatamente acalló a la multitud nuevamente.
“Y eso es malditamente conveniente no es así? Consigues meter a la hija de Joshua Merit a la Casa, luego eliminas a Celina? Échales la culpa a los Rogue, y consolidas tu poder justo bajo las narices de Tate?” Morgan se giró, estudió la multitud, bamboleando un brazo en forma dramática. “Y así repentinamente, la Casa que bebe es la favorita de todos.”
La habitación se tornó inquietantemente silenciosa, y las facciones de Ethan finalmente se endurecieron. Observé el cambio en su postura, y mi estómago se fue a pique como si temiera, y le hiciera frente, a lo peor – que Morgan haya supuesto correctamente, y que Ethan estaba en la plaza principal aquella noche por una muy específica razón. Que no había sido ‘suerte’ para nada.
Ethan se inclinó hacia delante, sus ojos flameando en verde, y un tanto descolocados, “Cuida tus palabras, Morgan, antes de que des pasos que Celina no esté dispuesta a respaldar. Ni yo o cualquier otro vampiro de Cadogan es responsable por esa nota, ni por ninguna violencia o amenaza efectuada contra Celina o Merit.” Elevó su cabeza, miró a Noah, luego a Scott Grey, luego fuera, hacia la muchedumbre. “Cadogan no es responsable por la muerte de Jennifer Porter, ni por la muerte de Patricia Long, de las notas, de la evidencia, de ninguna parte de esos crímenes.” Se pausó, dejó su vista vagar. “Pero si alguien - algún vampiro- es responsable, sean los Grey, o los Rogue o los Navarro, y si la información sale a la luz de que cualquier vampiro o secta de vampiros tomó parte – cualquier parte- en estos crímenes, daremos esta información a la policía, humanos o no. Y ellos responderán ante mí.”
Miró nuevamente a Morgan, y le dio la fulminante mirada de Maestro-a-peón de la que sabía era capaz.
“Y tú mejor que recuerdes tu lugar, tu edad, y dónde estás parado, Morgan de la Casa Navarro.”
“Ella teme por su vida, Sullivan,” dijo Morgan a través de sus dientes apretados, claramente no afectado por la amenaza de Ethan. Su mandíbula estaba fija, su postura era agresiva – pies plantados, manos apretadas en puños, pera apuntando hacia abajo sólo lo suficiente como para fijar su mirada hacia Ethan por debajo de sus cejas. “Soy su Segundo al mando, y eso es inaceptable.”
Simpatizaba con él, entendía su frustración, sabía que Ethan esperaría la misma lealtad de Malik, si no fuera que el drama estaba haciendo que me preguntara acerca de la relación entre Celina Desaulniers y su Segundo. Pero también sabía que Ethan no estaba involucrado. Tal vez los Rogue tendrían alguna participación, tal vez la Casa Grey, incuestionablemente algún vampiro con acceso a los terrenos de Cadogan. Pero podrían tener los vampiros de Cadogan, podría haber, un asesino bajo su vigilancia.
Miré a través de la ansiosa multitud, encontré la mirada de Luc, y obtuve el visto bueno que sabía indicaba la acción. Al tiempo que Morgan echaba hacia atrás su puño, di un paso al frente, empujé a través del remanente velo de vampiros, desenfundé la espada, y extendí mi brazo sólo para que la punta de la misma yaciera bajo el pulso que zumbaba en su cuello.
Le elevé una ceja. “Voy a tener que pedirte que retrocedas.”
El salón de baile se tornó en silencio.
Sus oscuros ojos siguieron la longitud de la espada, contemplando el cuero. Se concentró en la chaqueta, los pantalones, las botas, la alta coleta de caballo que sostenía mi cabello hacia atrás. Si él no hubiera estado completamente desembriagado por el acero, pensaría que acababa de elogiar mi atuendo. Pero éstos eran negocios, y yo me metí en su pelea.
Morgan elevó su mentón cada vez más por encima del filo. “Baja la espada.”
“No tomo órdenes de ti.” Di un paso al costado, mi brazo extendido, y me coloqué directamente entre Ethan y Morgan, forzando a Ethan a retroceder detrás de mí. Era suficiente para ponerlo fuera del alcance de Ethan, y para sustituirlo por mí en la línea de ataque de Morgan.
“Pero tomas órdenes de él ?” su voz escurriendo con sarcasmo.
Pestañeé, pura inocencia, y dejé mi voz sonar a través de la habitación. “Tengo el puesto de Centinela. Soy un vampiro de su Casa, y soy la Centinela a cargo. Si él me ordena bajar la espada, lo haré.”
Ethan permanecía en silencio detrás de mí. Pero no era el hecho de que él no hubiera dado ninguna orden, sino la admisión de que obedecería si ésta viniera, la que impulsó alrededor una serie de susurros. Ethan había tenido razón: los vampiros de Chicago dudaban de mi lealtad, tal vez porque los rumores de la naturaleza de mi cambio se habían filtrado, tal vez por mi padre, tal vez por mi fuerza. Fuere cual fuere la razón, ellos habían dudado.
Hasta ahora.
Ahora sabían. Me había unido a la pelea, había hecho de mi cuerpo un escudo, y me había metido entre Ethan y el peligro, había sacado el acero en su nombre. Había aceptado la posibilidad de lesiones, de muerte, a fin de protegerlo, y había dejado claro públicamente que me prestaba a sus órdenes, dispuesta a someterme a su autoridad.
Tuve que apretar el mango de la katana cuando el túnel se apresuró en mí, cuando oí la voz de Ethan. Yo diría que esto cuenta como una demostración de lealtad.
Casi sonrío por el enorme alivio, de la realización de que no estaba haciendo esto sola, enfrentando a una hostil multitud fuera de la cadena de mando. Pero mantuve mi mirada neutral, recordando la audiencia alrededor nuestro, y sabía que estaban memorizando este momento, lo revivirían, lo rememorarían para amigos, enemigos y aliados – la noche que por primera vez vieron a la Centinela de Cadogan levantarse en armas.
Dije una rápida plegaria para no meter la pata a fondo.
No consciente del sentimiento subyacente, Morgan espetó, “ésta no es tu pelea.”
Le negué con la cabeza. “Hice mi juramento. Es mi pelea – sólo mi pelea. Él me nombró Centinela, y si tú traes esto a la Casa Cadogan, traes esto a mí. Esa es la manera en que funciona.”
Morgan sacudió su cabeza. “Esto es personal, no asunto de Casas.”
Erguí mi cabeza hacia él. “Entonces por qué estás aquí, en la Casa de alguien más?.”
Eso debe haber tenido alguna clase de impacto. Lanzó un gruñido, un sonido bajo y predador. Si yo hubiese sido un animal, hubiera levantado mis crines . Así como era, llamó al vampiro nuevamente, y sabía que mis ojos estaban destellando plateado en sus bordes, pero empujé, tan fuerte como pude, para calmarla otra vez.
“Esto no te concierne,” dijo Morgan. “Sólo vas a salir lastimada.”
Una esquina de mi boca se elevó. “Porque soy una chica?”
Sus labios se tensaron, y se inclinó hacia delante, punzó su cuello contra la afilada punta de la espada. Una única gota carmesí se deslizó descendiendo por su extremo. Analizándolo, hubiera jurado que la espada instantáneamente se calentó al tiempo que la sangre de Morgan recorría el acero.
“Primera sangre!” fue el llamado de alguien en la multitud, y los vampiros que nos rodeaban retrocedieron, ampliando el círculo abierto en el cual nos hallábamos parados. Hubo un movimiento a mi izquierda y derecha, y eché un rápido vistazo a los laterales, vi a Luc y Juliet tomar posición a los lados de Ethan.
Maestro asegurado, le sonreí a Morgan por debajo del margen de mi flequillo y saqué a relucir toda la bravuconería que era capaz de reunir. “Tú estás aquí. Yo estoy aquí. Vamos a bailar?”
Mantuve mi espada nivelada, vi la mirada de Morgan oscilar detrás de mí, luego de regreso a mí. Sus ojos se ampliaron en sorpresa, sus labios se separaron. No tenía idea de lo que se trataba. Pero Morgan comenzó a quitarse su chaqueta, luego la mantuvo en alto a un costado, revelando las correas de una funda. Un vampiro, presuntamente uno que arribó con él de Navarro, dio un paso al frente para tomar su chaqueta, y cogiendo de su espalda, Morgan sacó de su montura una daga de apariencia gótica. La lámina destelló, repleta de extrañas curvas y ángulos, y no podía decir que estuviera impresionada por el hecho de que la hubiera ocultado debajo de su ropa.
Sofoqué la repentina sensación de pánico de que, a los veintiocho, estaba a punto de presenciar mi primera pelea real- no una contienda amistosa, sino un duelo, un combate, mi primera batalla en nombre de Cadogan. Honestamente, aún no estaba segura de que Morgan siguiera adelante con ello, de que realmente intentara derramar mi sangre frente a Ethan, a Scott, a los Rogues, y a testigos de la Casa Cadogan, y sobre territorio Cadogan. Especialmente porque él carecía de evidencia concreta que Cadogan estaba involucrada en la amenaza, porque él sabía que yo misma había recibido una amenaza, y tal vez más importante, porque él me había besado.
Pero aquí estábamos, en este círculo de cincuenta vampiros, y él se lo buscó por sí mismo, así que respondí a su alarde. Cuidadosamente, lentamente, bajé la espada, cambié el contrapeso de la misma para que la empuñadura estuviera arriba, y la mantuve en alto a la derecha, esperando a que Lindsey diera un paso adelante para tomarla.
Los ojos de Morgan se ampliaron cuando bajé el cierre de mi chaqueta, aunque no tan amplios como lo hicieron cuando me la saqué. La única cosa por debajo era una ajustada banda de cuero, la cual dejaba mi abdomen y mis caderas al desnudo hasta el inicio de mis pantalones de cuero. Extendí mi chaqueta con la mano izquierda, sentí el peso de la misma desaparecer, luego mantuve en alto la derecha para recuperar la espada. Cuando el cálido mango estuvo nuevamente en mi mano, lo giré con mi muñeca, acostumbrándome a su peso, y le sonreí.
“Comenzamos?”
Su expresión se oscureció. “No puedo luchar contra ti.”
Asumí la básica posición ofensiva que Catcher me había enseñado – las piernas separadas por un hombro de distancia, peso sobre los talones, rodillas relajadas, espada arriba, ambas manos en posición alrededor del mango.
“Eso es desafortunado,” comenté, luego arremetí ligeramente hacia delante y rebané una tira de la manga de su remera de mangas largas. Fruncí mis labios, le pestañeé, dándole una mirada de inocente cervatillo. “Oops”
“No me presiones, Merit.”
Esta vez mi expresión fue seria. “Yo no soy la que está presionando. Tú desafiaste a mi Casa. Estás aquí para levantarte en armas contra Cadogan, contra Ethan, porque tú piensas que tenemos algo que ver con las muertes de esas mujeres. Y haces esto sobre la base de una nota que alguien ubicó en la habitación de tu Maestro. Dudo que Ethan haya logrado llegar al tocador de Celina sin que nadie lo notara.” La muchedumbre echó en risitas apreciativamente. “Así que, de qué otra forma esperas que nosotros respondamos a esto Morgan?”
“Él no debería haberte convocado aquí.”
“Soy la Centinela a cargo, y estos son asuntos de la Casa. Él no tenía que convocarme aquí, estoy ligada por honor a luchar – por la Casa y por él – y lo haré.”
No sé que habré dicho para encenderlo, pero la expresión de Morgan cambió tan abruptamente que dudé de lo que creí haber oído en su voz cuando él había pretendido proteger a Celina de sus posibles atacantes sólo momentos atrás. Me miró lentamente, un examen de la cabeza a los pies que hubiera derretido a una mujer inferior. Me miró, Morgan de Navarro, y su mirada se tornó ardiente, su voz cayendo en un feroz susurro. “Desiste, maldita sea. No lucharé contigo. Una pelea no es lo que quiero de ti, Merit.”
Sentí el sonrosado entibiar mis mejillas. Podía soportar amenazas, podía aguantar las bravuconerías, pero hacerme proposiciones en frente a cincuenta vampiros estaba totalmente fuera de lugar. Así que nivelé la espada a la altura de su corazón.
“No lo digas. No lo sugieras. Ni siquiera lo pienses. Te lo he dicho antes” – le sonreí en forma maléfica- “No lo hago con colmilludos.”
La muchedumbre lanzó unas apreciativas e irónicas risitas.
Di un paso adelante, obtuve la satisfacción en el hecho de que él diera un paso atrás. “Desiste, Morgan. Si quieres salir de ésta, entonces cede. Discúlpate con Ethan, toma tu nota y sal de la Casa. O” agregué, pensando en la estrategia de ello, “decide quedarte, ser parte del diálogo, para descifrar una solución al problema de la repentina atención humana sobre nuestras Casas.”
Prácticamente podía sentir el resplandor de la aprobación de Ethan en mi espalda. Le había dado opciones a Morgan, incluyendo al menos una que le permitiría salvar su orgullo, dar marcha atrás de la punta de la espada sin arruinar su reputación.
Y entonces el túnel se adentró en mí nuevamente. Pero esta vez, era la voz de Morgan la que sonaba a través de mi cabeza, mi espada temblando al tiempo que enfocaba toda mi voluntad en la lámina en mi mano, tratando de mantener mi postura y la compostura. Pensé que la telepatía era algo compartido sólo entre el Maestro y su Noviciado. Parecía incorrecto de alguna forma que Morgan pudiera estar dentro de mi cabeza. Demasiado personal, y no estaba cómoda sabiendo que él tenía una ‘entrada’ psíquica.
No puedo dar marcha atrás sin algo a cambio, me dijo. Yo también represento a mi Casa, Merit, y tengo mi orgullo. Su nombre estaba en la nota.
Arqueé una ceja de forma sardónica. Tú sabes que nadie de Cadogan está involucrado en esto.
Permaneció en silencio por un momento, luego me dio la más leve de las inclinaciones de cabeza, una señal de que entendía, de que estaba dispuesto a aceptar nuestra inocencia. Tal vez, pero Ethan sabe algo.
No podía discutirle a eso. Ya sospechaba yo de que Ethan sabía más de lo que dejaba saber, pero no tenía mayor evidencia de eso de la que había para que él hubiera escrito esa nota por si mismo.
Entonces quédate, y habla, y descubre qué es, le dije a Morgan. Quédate y soluciona esto por medio de la palabra, no con espadas. Sabes que eso es lo correcto. Nadie te condenará por haber corrido al rescate de Celina. Eres su Segundo al mando.
Por lo que pareció un largo momento, él me miró, con una sonrisa maligna en su rostro. Entonces algo a cambio. Si doy marcha atrás quiero algo a cambio.
Tú trajiste la pelea, le recordé. Tú entraste a mi Casa, amenazaste a Ethan.
Y tú simplemente tomaste mi sangre.
Hice rodar mis ojos. Tú te inclinaste en mi hoja. Dios, pero si él discutiría hasta con un poste.
Tú sacaste tu arma primero, Centinela. Ésa amenaza era suficiente como para provocar una reacción.
Me le quedé mirando por un rato, el tiempo suficiente como para hacer que los vampiros alrededor nuestro se revolvieran nerviosamente, mientras consideraba su posición. Él estaba en lo cierto- él había amenazado verbalmente a Ethan, pero yo saqué el acero primero. Podría haber tomado un acercamiento más suave, haber ojeado la guardia, ir por él sin desenfundar, pero lo había visto echar su brazo atrás y había asumido que iba a tirar el golpe. Ahí fue cuando di el paso al frente. Y en retribución por tomarme la molestia, quedé parada en el medio de una horda de vampiros, con sus ojos sobre mí mientras psíquicamente negocio con el vampiro que inició la revuelta en primer lugar.
Bien, le dije, esperando que la irritación se transportara telepáticamente. Te debo un favor.
Un favor, sin especificar.
Ahí estuvo mi error.
Tengo que darle crédito- él vio su oportunidad, y la tomó. Omití términos, fallé en identificar lo que le debía, fallé en aclarar que lo que le debía era un favor igual al que él me había hecho. Vampiros, tardíamente me di cuenta, ellos negocian a través de intercambios verbales y trueques y, precisamente como recelosos abogados, cada palabra cuenta. Estos eran una clase de contratos orales, respaldados por el acero más que por la ley, pero igual de comprometedores. Y yo acababa de servirle en bandeja a Morgan, un cheque en blanco.
Me sonrió lobunamente, ofreciéndome una sonrisa tan posesiva que hizo que mi estómago retorcerse, y entonces se puso rápidamente en una rodilla. Mis ojos abiertos en grande, lo seguí hacia abajo con mi espada, manteniéndola apuntando a su corazón.
La hiciste demasiado fácil, dijo, luego anunciando a la habitación, “Merit, Centinela de la Casa Cadogan, he por este medio de tener el honor de reclamar el derecho a cortejarla. Acepta usted?”
Me le quedé mirando fijo. Ni siquiera estaba segura de qué significaba- no los detalles, de todos modos- aunque la esencia de ello era ya lo suficientemente malo. No puedes estar hablando en serio, le dije.
Una vez que vas por los colmillos, bebé, nunca regresas.
Estaba a punto de responder con una de las pocas máximas de mi elección, pero el panorama cambió, y estaba siendo arrastrada por otro túnel, con Ethan susurrando al final de él.
Toma su mano. Acepta su reclamo.
Mi estómago se hundió nuevamente, esta vez por una razón completamente diferente. Qué?
Me escuchaste. Toma su mano. Acéptalo.
Tuve que contener la urgencia de girarme hacia él y apuntar mi espada hacia la encogida pepita negra que tenía por corazón. Dime por qué. Explícame por qué. ‘Por qué me estás vendiendo como si fueras un proxeneta,’ era el final tácito de ese pedido.
Silencio, hasta que: porque es una oportunidad para nosotros. Para Cadogan. Si Morgan te corteja, corteja a Cadogan por proximidad. Y él ha hecho su pedido ante los representantes de Cadogan, Navarro, Grey, y los Rogues. Para un Navarro que corteje a una Casa que bebe, cortejar a Cadogan tan abiertamente- no tiene precedentes. Esta podría ser la puerta de entrada a una alianza entre nuestras Casas. Las cosas están….inestables, Merit. Si tú cortejo trae a Navarro más cerca…
No terminó la idea, las evidentes implicancias de que yo era un puente útil entre Cadogan y Navarro, un enlace vestido en cuero entre las Casas. Mis sentimientos, mis deseos, eran irrelevantes.
Miré hacia abajo, a Morgan de rodillas ante mí, su sonrisa brillante y esperanzada incluso cuando él había manipulado su camino hacia una relación, y me pregunté cuál de ellos era el mal menor.
La muchedumbre alrededor nuestro se agitó, poniéndose inquieta mientras esperaba la respuesta. Había parloteos. Escuché comentarios, susurros tras un par de manos.
“Piensas que dirá que sí?”
“Morgan saliendo con alguien de Cadogan – eso es enorme!”
“No sabía que se conocían.”
Y la del premio mayor: “Pensé que Ethan sentía algo por ella?”
Mis ojos aún sobre Morgan, estrujé el mango de mi espada, y le envié a Ethan otra pregunta: Si aceptara su solicitud, ello que significa?
Significa que aceptas su demanda, que reconoces que yo estoy, que tú estás, receptiva a su cortejo.
Fijé mis rodillas y forcé a salir la pregunta que debía ser preguntada, desagradablemente sorprendida de que la respuesta importara tanto. Y lo estás? Receptivo?
Silencio.
Nada.
Ethan no contestó.
Cerré mis ojos, dándome cuenta de que había hecho la lamentable, errónea, suposición de que, al menos, habíamos alcanzado un punto de acuerdo que le habría impedido usarme, pasarme a un rival para satisfacer un objetivo político. Oh, cuán equivocada había estado. Equivocada en descontar el hecho de que él era ante todo, un estratega, sopesando resultados, considerando opciones, debatiendo los mejores medios por los cuales podría alcanzar sus fines. Equivocada al pensar que él habría hecho una excepción conmigo.
Mientras sus fines puede que sean loables – proteger a su Casa, proteger a sus vampiros – él estaba dispuesto a sacrificarme para lograr esos objetivos. Acababa de ser enviada al altar de sacrificio, entregada al hombre quien sólo momentos atrás, y en forma bastante literal, había detentado la daga ceremonial.
Me imaginé a mí misma a salvo de las maquinaciones de Ethan porque pensé, ingenuamente, que le importaba, si no era como amigo, entonces porque yo era una vampiro de Cadogan.
Contuve las lágrimas de frustración. Maldita sea, se suponía que sería una de sus vampiros, para proteger, a resguardar, no a ofrecer.
Pero había algo peor debajo de ese sentimiento de traición de la Casa, una emoción indefinida que hacía doler mi estómago. No quería recavar en ello, examinarlo, considerar por qué las lágrimas asomaban a la esquina de mis ojos, por qué el que él me pasara a otro vampiro dolía tanto.
No porque él me entregara a Morgan.
Sino porque él no había querido mantenerme para sí mismo.
Cerré bien fuerte mis ojos, barrí con mi propia estupidez, preguntándome cómo en el nombre de Dios se me había ocurrido formar un vínculo con un hombre tan evidentemente determinado a alejarme. No era acerca de amor, tal vez siquiera fuera afecto, sino más bien un profundo sentido de que nuestras vidas estaban ligadas en una forma importante. De que había – y podría haber habido- algo más entre nosotros que la incomodidad de la atracción sexual insatisfecha.
Sería tan sencillo, tan simple y práctico, culpárselo al vampiro dentro, atribuirle la conexión al hecho de que él me haya hecho, me haya convertido, de que yo fuera suya para comandar, de que él fuera mío para servir. Pero esto no era acerca de magia o genética.
Esto era acerca de un chico, y una chica….
Con delicadeza, discretamente, Morgan aclaró su garganta.
…..y del otro chico aún de rodillas ante mí.
Abrí mis ojos, recordando que aún me encontraba parada en medio de una habitación llena de expectantes vampiros, todos esperando por mí resolución a la proposición de Morgan. Así que puse a un lado el dolor de la traición que Ethan probablemente siquiera supiera que estaba cometiendo, e hice mi trabajo.
Bajé mi espada, sonreí amablemente hacia Morgan, y tomé su mano. Dejé a mi voz salir sin emoción alguna – no tenía sentido el pretender que estaba entusiasmada por la jugarreta política que se hallaba entremedio – y ofrecí, “Morgan, Segundo de Navarro, acepto tu petición en nombre de la Casa Cadogan, en nombre de mi Maestro, y en nombre mío.”
Los aplausos fueron dubitativos al comienzo, pero pronto retumbaron por el salón. Morgan se paró y presionó mi mano contra sus labios, luego la sujetó con fuerza. Me sonrió de forma extraña. “Tan malo es?”
Elevé mis cejas, reacia a darle la satisfacción de una alegre respuesta. “De ser un peón?”
Sacudiendo su cabeza, dio un paso adelante, inclinando sus labios hacia mi oído. “Sean cuales fueren las ramificaciones políticas, te lo he dicho antes – te quiero” Cuando retrocedió, sus ojos brillaron con un disfrute que apreciaba, pero no compartía. “Especialmente ahora que he visto el cambio de vestuario. Felicitaciones a tu estilista. Cuando puedo verte de nuevo?”
Encontré su mirada, estaba ligeramente calmada de ver que era sincero, y deslicé una mirada por sobre mi hombro al rubio que se hallaba parado detrás de mí. Ethan encontró mi mirada, pero sus pensamientos eran insondables, típicamente en blanco, una pequeña arruga entre sus cejas era el único indicio que había presenciado algo crucial en los últimos minutos.
Sin pensar en las consecuencias, dejé que mis ojos se llenaran con la oleada de sentimientos que él me había forzado a atravesar. Dejé que todos se mostraran – ira, traición, dolor, y de la que sabía me arrepentiría más que ninguna, el irritantemente extenuante pedacito de apego. Y luego, con Morgan esperando frente a mí, esperé a ver qué, si es que algo, Ethan me daría en respuesta.
Por un prolongado momento, él sólo se me quedó mirando, con pura necesidad yaciendo al descubierto sobre su rostro.
Pero luego su boca se tensó, y lentamente, dolorosamente, miró en otra dirección.
Me endurecí, di la vuelta, y le ofrecí a Morgan una brillante sonrisa que esperaba no luciera tan forzada como era.
“Llámame”, le dije diligentemente.


Le tomó minutos a Ethan para calmar a la gente de nuevo. Una vez que obtuvo su atención, me moví de regreso al borde de la multitud, lo suficientemente cerca como para defender si era necesario, pero fuera del círculo interno. Había llenado mi cuota de atención por la noche.
“Ahora que hemos disfrutado ese….interludio romántico,” dijo Ethan con una sonrisa, aprovechando los ánimos mas ligeros, “deberíamos retornar al asunto de las chicas.”
Estática zumbaba en mi oído, y la voz de Luc hacía eco a través del auricular en mi oreja. “Gracias por la distracción, Centinela,” susurró. “Eso fue malditamente entretenido. Pero todos mantengan sus ojos y oídos alertas – puede que hayamos disipado la tensión, pero aún tenemos una endemoniada tormenta con la que lidiar.”
Moví mi cabeza en reconocimiento.
“Ese ‘asunto’ se ha tornado más complicado,” Noah dijo, con sus brazos todavía cruzados sobre su pecho. “Aparentemente se han infiltrado en la Casa Navarro.”
“Así parece,” Ethan acordó, asintiendo con la cabeza. “Estamos tratando con un asesino, o asesinos, que tienen acceso a múltiples Casas, tal vez con una venganza en su contra.”
“Pero ellos tienen una venganza contra los Rogues también,” Noah dijo. “No vayamos a olvidar que cada vez que una Casa niega su participación, ellos están implícitamente acusándonos a nosotros.”
“Implícitamente o no, es difícil acusar a un grupo del que nadie sabe nada,” Scott refunfuñó, uniéndose a la conversación. “El público solamente conoce acerca de nosotros- eso significa que la mierda cae arriba nuestro.”
“Entonces tal vez ustedes no debieran haber dado un paso al frente,” masculló un Rogue que estaba parado a un lado de Noah.
“No fue mi elección,” Scott puntualizó.
“Ni mía,” dijo Ethan. “Pero es demasiado tarde para hacer algo al respecto. La única cosa que podemos hacer ahora es cooperar. Con el DPC (Departamento de Policía de Chicago), la administración, las investigaciones. La cooperación es lo único que nos aislará de las secuelas en las relaciones públicas, al menos hasta que el perpetrador de estos crímenes haya sido identificado.”
“Y nuestra existencia?” Noah calladamente preguntó.
La habitación cayó en silencio, mientras los Maestros, Ethan y Scott, probablemente sopesaban sus opciones.
“Hasta que descubramos quién está generando el daño,” Scott finalmente dijo, “no hay caso en mezclar a otros vampiros.” Se encogió de hombros, le dio un vistazo a Ethan. “Eso es por mi parte.”
Ethan asintió. “Concuerdo.”
“Entonces esperaremos,” Noah se pronunció, llevando sus manos a las caderas. “Y si alguien tiene información acerca de cuál vampiro o vampiros son los responsables de este grupo de mierda, sugiero que se den a conocer. No tenemos ninguna intención de entrar en el ojo público, y no lo haremos ahora. Si las Casas caen, nosotros no daremos un paso al frente. Nos dispersaremos dentro del mundo humano como lo hemos hecho antes.” Echó un vistazo alternando entre Ethan y Scott, a continuación fijó su mirada en Morgan. “Limpien sus Casas,” dijo.
Con ese pronunciamiento, Noah dio media vuelta y comenzó a caminar a través de la multitud, la cual se movió para acomodarlo a él y a los Rogue que le siguieron.
“Y nosotros suspenderemos eso hasta mañana,” Ethan murmuró.


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No privada de la privada reunión de Ethan, Scott y Morgan que le siguió a la partida de los Rogue, me fui a casa, ignorando las miradas de preocupación que recibí en la entrada, me dirigí directamente hacia mi habitación, y cerré la puerta tras de mí. Ubiqué la espada enfundada sobre el brazo de la silla, y tomé mi iPod, me coloqué los auriculares, me recosté sobre la cama, y me dije a mí misma que no importaba que había sucedido antes en la noche.
Nunca he sido una buena mentirosa.

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