PERFECCIÓN // Capítulo 34

AGUA FRÍA

transcrito por sidonie


A Tally le resultó más fácil quedarse junto a la cabecera de Zane, ahora que él estaba despierto y con ánimo para hablar, que enfrentarse a todo lo que David y ella tenían aún pendiente. Los demás los dejaron solos.

“¿Sabías lo que te pasaba?”

Zane se tomó su tiempo antes de contestar. Su discurso había pasado a estar lleno de largos silencios, casi como las épicas pausas de Andrew.

“Veía que todo se volvía cada vez más duro. A veces tenía que concentrarme incluso para andar. Pero nunca me había sentido tan vivo desde que me había convertido en perfecto; valía la pena sentirse chispeante a tu lado. Y suponía que, cuando encontráramos a los habitantes del Nuevo Humo, podrían ayudarme.”

“Y lo están haciendo. Maddy ha dicho que te ha puesto un nuevo…” Tally tragó saliva.

“¿Tejido cerebral?” sugirió Zane, y sonrió. “Claro, neuronas vírgenes recién salidas del horno. Ahora sólo queda llenarlas.”

“Ya las llenaremos. Haremos cosas chispeantes,” dijo Tally, pero la promesa le sonó extraña en su boca, pues al expresarla en primera persona del plural se refería a Zane y ella, como si David no existiera.

“Si queda lo suficiente de mí para sentirme chispeante,” repuso Zane con voz cansada. “No es que haya perdido todos mis recuerdos. Lo que se ha visto más afectado han sido los centros cognitivos, y algunas capacidades motoras.”

“¿Centros cognitivos? ¿Eso tiene que ver con la facultad de pensar?” preguntó Tally.

“Sí, y las capacidades motoras, como caminar.” Zane se encogió de hombros. “Pero el cerebro está preparado para los daños, Tally. Está concebido como una red de conexiones en la que todo está guardado en todas partes, por así decirlo. Cuando una parte del cerebro resulta dañada, su contenido no se pierde, simplemente se vuelve más borroso. Como cuando uno tiene resaca.” Zane se echó a reír. “De las gordas. Para colmo, me duele todo el cuerpo de estar todo el día en la cama. Hasta me da la sensación de tener dolor de muelas de la comida que me dan aquí. Pero, según Maddy, no son más que dolores fantasma causados por los daños cerebrales,” dijo, frotándose una mejilla con el ceño fruncido.

Tally le cogió la mano.

“Me maravilla la valentía con la que te enfrentas a esto. Es increíble.”

“Mira quién habla.” Zane se incorporó a duras penas, con movimientos temblorosos de enfermo. “Tú has conseguido curarte sin necesidad de destrozarte el cerebro. Eso sí que es increíble para mí.”

Tally miró sus manos entrelazadas. No se sentía muy increíble que digamos, más bien sucia y apestosa, y fatal por no haber tenido el valor de tomarse las dos pastillas, lo que habría evitado que ocurriera todo aquello. Ni siquiera había tenido el valor de hablarle a Zane de David, o viceversa. Y eso sólo podía calificarse de patético.

“¿Te resulta extraño… verlo?” preguntó Zane.

Tally lo miró y soltó una risita de sorpresa.

“Vamos, Tally. No es que te lea la mente. Ya iba sobre aviso. Me hablaste de él la primera vez que nos besamos, ¿recuerdas?”

“Ah, sí.” Así que Zane llevaba esperando todo aquello desde hacía tiempo. Ella misma debía de haberlo imaginado. Puede que simplemente no quisiera enfrentarse a la evidencia. “Sí, es extraño. La verdad es que no esperaba encontrármelo en las ruinas… y vernos allí solos, él y yo.”

Zane asintió.

“Fue interesante que se quedara a esperarte. Su madre decía que no vendrías. Que seguro que te habías rajado, porque en el fondo no te habías curado. Como si hubieras estado siguiéndome el juego, imitando mi estado chispeante.”

Tally puso los ojos en blanco.

“No le caigo muy bien que digamos.”

“¡No me digas!” exclamó Zane con una sonrisa burlona. “Pero David y yo estábamos convencidos de que tarde o temprano aparecerías. Suponíamos que…”

Tally dejó escapar un gruñido.

“¿Es que os habéis hecho amigos o qué?”

Zane hizo una de sus pausas interminables.

“Supongo que sí. Cuando llegamos aquí, no paraba de hacer preguntas sobre ti. Creo que quería saber hasta qué punto te había cambiado el hecho de ser perfecta.”

“¿En serio?”

“En serio. Fue él quien vino a nuestro encuentro cuando llegamos a las ruinas. Croy y él estaban acampados allí, esperando ver alguna bengala. Resulta que habían sido ellos los que habían dejado las revistas para que las encontraran los imperfectos de la ciudad y supieran que volvían a frecuentar a frecuentar las ruinas.” La voz de Zane se oía aletargada, como si estuviera quedándose dormido. “Al menos he conseguido volver a verlo, después de rajarme hace ya tantos meses.” Zane se volvió hacia ella. “David te echaducho de menos.”

“Le arruiné la vida,” dijo Tally en voz baja.

“Nada de lo que hiciste fue a propósito; ahora David lo entiende. Le expliqué que habías planeado traicionar al Humo porque los especiales te habían amenazado con la idea de que serías una imperfecta de por vida si no les ayudabas.”

“¿Le dijiste eso?” Tally dejó escapar el aire lentamente. “Gracias. Nunca tuve la oportunidad de explicarle por qué había ido al Humo, y que ellos me habían obligado a hacerlo. Maddy me echó de allí la misma noche que lo confesé todo.”

“Ya. A David no le gustó nada que lo hiciera. Quería volver a hablar contigo.”

“Ah,” dijo Tally. Había tantas cosas que David y ella no habían podido aclarar entre ellos… Naturalmente, la idea de que Zane y él hubieran estado hablando de su historia largo y tendido no le hacía mucha ilusión que digamos, pero al menos ahora David sabía todo lo que había ocurrido. Tally suspiró. “Gracias por contarme todo esto. Debe de resultarte extraño.”

“Un poco. Pero no deberías sentirte tan mal por lo que pasó.”

“¿Cómo no voy a sentirme mal? Destruí el Humo, y el padre de David murió por mi culpa.”

“Tally, en la ciudad manipulan a todo el mundo. El objetivo de todo lo que nos enseñan es que tengamos miedo al cambio. He intentado explicárselo a David y hacerle entender que, desde el momento en que nacemos, la ciudad entera es una máquina diseñada para mantenernos bajo control.”

Tally negó con la cabeza.

“Eso no te da derecho a traicionar a tus amigos”

“Ya, bueno, yo lo hice, mucho antes de que tú conocieras a Shay. Por lo que se refiere al Humo, yo soy tan culpable como tú.”

Tally lo miró con incredulidad.

“¿Tú? ¿Por qué?”

“¿No te he contado nunca cómo conocí a la doctora Cable?”

Tally clavó los ojos en los de Zane, cayendo en la cuenta de que aquella era una conversación que nunca habían podido terminar.

“Pues no.”

“La noche en que Shay y yo nos rajamos, la mayoría de mis amigos acabaron huyendo al Humo. Los guardianes de la residencia sabían que yo era el cabecilla, y me preguntaron adónde había ido todo el mundo. Yo me hice el duro y no dije ni una palabra, así que los de Circunstancias Especiales vinieron a por mí.” Zane fue bajando la voz, como si aún llevara puesta la pulsera en la muñeca. “Me llevaron a la sede central que tienen en el polígono industrial, como hicieron contigo. Intenté ser fuerte, pero me amenazaron diciéndome que me convertirían en uno de ellos.

“¿En uno de ellos? ¿En un Especial?” Tally tragó saliva.

“Sí. Después de aquello, la idea de tener una mente de perfecto no me parecía tan mala. Así que les conté todo lo que sabía. Les dije que Shay tenía pensado huir, pero que también se acobardó, y así fue como supieron de ella. Y seguro que por eso empezaron a vigilar…” La voz de Zane fue apagándose.

Tally parpadeó.

“A vigilarme, cuando ella y yo nos hicimos amigas.”

Zane asintió con gesto cansado.

“Así que ya ves. Yo fui el que lo empezó todo al no huir cuando se suponía que debía hacerlo. Nunca te juzgaré por lo que ocurrió en el Humo, Tally. Yo tuve tanta culpa como tú.”

Tally le cogió la mano mientras sacudía la cabeza con un gesto de negación. Él no tenía por qué asumir toda la culpa, no después de pasar por todo lo que había pasado.

“No, Zane. No fue culpa tuya. De eso hace ya mucho.” Tally dio un suspiro. “Quizá ninguno de los dos tengamos la culpa.”

Permanecieron los dos en silencio durante un rato, mientras las palabras de Tally resonaban en sus cabezas. Viendo a Zane postrado en la cama, con el cerebro medio muerto, Tally se preguntó de qué servía regodearse en un sentimiento de culpa por hechos pasados, ya fuera él el responsable, ella o cualquier otra persona. Puede que el resentimiento existente entre Maddy y ella tuviera tan poco sentido como la enemistad entre el pueblo de Andrew y los intrusos. Si iban a vivir todos juntos en el Nuevo Humo, tendrían que dejar atrás el pasado.

Por supuesto, las cosas seguían siendo complicadas.

Tally inspiró lentamente antes de retomar la palabra.

“¿Y qué piensas de David?”

Zane miró el techo abovedado con ojos soñadores.

“Es muy serio. Se lo toma todo demasiado apecho. No es tan chispeante como nosotros. Ya me entiendes, ¿no?”

Tally sonrió y le apretó la mano.

“Sí, te entiendo.”

“Y se le ve tan… imperfecto.”

Tally asintió, recordando que, durante su estancia en el Humo, David siempre la había mirado como si fuera perfecta. Y al mirarlo ella a él, a veces había tenido la sensación de ver un rostro hermoso. Puede que cuando se hubiera tomado la cura de verdad rebrotaran en ella aquellos sentimientos. O puede que hubieran desaparecido para siempre, no por la operación, sino por el paso del tiempo, y por lo que había vivido con Zane.

Cuando Zane por fin se quedó dormido, Tally decidió darse un baño. Fausto le dijo cómo llegar hasta un manantial que había en el extremo opuesto de la montaña, un lugar que en aquella época del año estaba lleno de carámbanos de hielo, pero que cubría lo bastante para sumergir todo el cuerpo.

“Pero no olvides llevarte una cazadora térmica si no quieres morir congelada antes de que te dé tiempo a volver,” le aconsejó Fausto.

Tally pensó que la muerte era mejor que estar tan sucia, y que necesitaba algo más que pasarse un paño húmedo por el cuerpo para volver a sentirse limpia. Además quería estar sola un rato, y quizá el impacto del agua helada le ayudaría a tener el valor suficiente para hablar con David.

Mientras bajaba la montaña en aerotabla, con el aire frío de media tarde dándole en la cara, Tally se maravilló de la lucidez con que lo veía todo. Aún le costaba creer que en el fondo no hubiera tomado ninguna cura, pues se sentía tan chispeante como siempre. Maddy había mascullado algo de un <>, como si el hecho de creer que uno estaba curado bastara para arreglarle el cerebro. Pero Tally sabía que había algo más.

Zane la había cambiado. Desde el primer beso que se habían dado, incluso antes de que él se tomara la cura, el mero hecho de estar a su lado había hecho que ella se sintiera chispeante. Tally se preguntó si necesitaría tomarse la cura o podría mantener aquel estado de lucidez para siempre por sí sola. La idea de tragarse la misma pastilla que había corroído el cerebro de Zane no le entusiasmaba, aunque fuera combinada con los antinanos. Quizá pudiera pasar de tomársela, y mientras el cerebro de Zane creaba nuevas conexiones, Tally seguiría luchando contra su mente de perfecta.

Al fin y al cabo, habían llegado hasta allí juntos. Incluso antes de las pastillas se habían cambiado el uno al otro.

Naturalmente, David también había cambiado a Tally. Estando en el Humo, había sido él quien la había convencido para que se quedara allí y siguiera siendo imperfecta, renunciando a su futuro en la ciudad. Su realidad se había visto transformada por aquellas dos semanas en el Humo… pero ¿qué fue lo que cambió todo? El primer beso que se habían dado David y ella.

“Qué suerte la mía,” masculló Tally para sus adentros. “La bella durmiente con dos príncipes.”

“¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Elegir entre David y Zane? ¿Sobre todo ahora que vivirían los tres juntos en Fuerte Humo? En cierto modo, no le parecía justo estar en aquella situación. Tally apenas recordaba a David el día que conoció a Zane… pero tampoco estaba contenta con el hecho de que hubieran borrado los recuerdos de su memoria.

“Gracias otra vez, doctora Cable,” dijo.


El agua parecía estar realmente fría.

Tally había roto de un puntapié la capa de hielo que cubría la superficie, y ahora estaba observando con pavor el agua que salía a borbotones de la fuente. Quizá oler mal no fuera lo peor del mundo. Después de todo, sólo quedaban tres o cuatro meses para que llegara la primavera…

Tiritando de frío, subió la temperatura de la cazadora que había tomado prestada y, dejando escapar un suspiro, comenzó a desvestirse. Al menos aquel bañito surtiría un efecto en ella de lo más chispeante.

Antes de zambullirse en el agua, Tally se embadurnó el cuerpo con un paquete de jabón, echándose un poco en el pelo, pues calculaba que aguantaría unos diez segundos en la fuente medio helada. Sabía que tendría que meterse de un salto, no poco a poco. Solo las leyes de la gravedad harían que siguiera adelante una vez que su cuerpo desnudo entrara en contacto con el agua fría.

Tally inspiró, aguantó la respiración y… se zambulló en el manantial de un salto. El agua helada la aplastó como un torno, sacándole el aire de los pulmones y contrayéndole todos los músculos. Tally se abrazó a sí misma y se hizo un ovillo en la charca poco profunda, pero el frío parecía atravesarle la carne hasta los huesos.

Trató de respirar, pero solo consiguió jadear de forma entrecortada mientras le temblaba todo el cuerpo como si se lo hubieran desmembrado. En un acto de voluntad titánico, sumergió la cabeza en el agua, y con ello desaparecieron todos los sonidos que la envolvían, quedando reemplazados el ruido áspero de su respiración y el borboteo del manantial por el estruendo del agua agitada. Con manos temblorosas, se apresuró a frotarse el pelo con brío.

Cuando su cabeza volvió a salir a la superficie, Tally comenzó a respirar a bocanadas y se puso a reír, pues veía el mundo con una extraña lucidez, más chispeante que si se hubiera tomado una taza de café o una copa de champán, con una sensación más intensa que la que experimentaría precipitándose al vacío con su aerotabla. Se quedó un momento en el agua, asombrada por todo, desde la claridad del cielo hasta la perfección de un árbol sin hojas a orillas del manantial.

Tally recordó su primer baño en un arroyo helado de camino al Humo, hacía ya muchos meses, y la manera en que dicho acto había cambiado su forma de ver el mundo, antes incluso de la operación y de las lesiones que ésta le había producido en el cerebro, antes de conocer a David, por no hablar de Zane. Ya entonces su mente había comenzado a cambiar al darse cuenta de que la naturaleza no necesitaba una operación para estar hermosa, lo era sin más.

Tal vez ella no necesitara a un apuesto príncipe para mantenerse despierta… o a uno feo. A fin de cuentas, Tally se había curado sin ayuda de la pastilla y había llegado hasta allí por sus propios medios. No conocía a nadie más que hubiera logrado escapar de la ciudad dos veces.

Quizá fuera que en el fondo siempre había sido chispeante, y sólo le hacía falta amar a alguien… o estar en plena naturaleza, o tal vez zambullirse en una charca de agua helada, para activar dicha cualidad innata en ella.


Tally estaba aún en la charca cuando le llegó un grito ronco desde el aire que le hizo salir de la fuente a toda prisa. Ya en el exterior, notó el embate de un viento más frío que el agua. Las toallas que Tally había llevado consigo se habían quedado acartonadas con el aire helado, y aún estaba secándose cuando vio aparecer una aerotabla que se detuvo a unos metros de ella.

David no pareció darse cuenta de que estaba desnuda. Bajó de la tabla de un salto y echó a correr hacia ella, con algo en la mano. Al llegar al lugar donde Tally había dejado la mochila, se detuvo en seco dando un resbalón y pasó el escáner alrededor de ella.

“No eres tú. Lo sabía,” dijo.

“Pero si ya me has…” repuso Tally mientras se vestía.

“De repente ha empezado a sonar una señal salida de la nada que estaba transmitiendo nuestra posición. La hemos captado por la radio, pero aún no la hemos localizado.” David miró la mochila de Tally, con una expresión de alivio aún en el rostro. “Y por lo que veo no eres tú.”

“Pues claro que no soy yo.” Tally se sentó para ponerse las botas. El corazón le latía ahora con tanta fuerza que su cuerpo comenzó a entrar en calor. “¿Es que no le pasáis el escáner a todo el mundo que se une a vosotros?”

“Sí. Pero el indicador de posición debe de haber permanecido inactivo hasta ahora… Puede que no haya empezado a emitir señales hasta que alguien lo ha activado, o que lo hayan programado para que suene en cierto momento.” David escudriñó el horizonte. “Los especiales no tardarán en llegar.”

Tally se puso en pie.

“Pues habrá que salir de aquí corriendo.”

David negó con la cabeza.

“No podemos irnos a ninguna parte hasta que no lo encontremos.”

“¿Por qué no?” preguntó Tally, poniéndose las pulseras protectoras.

“Hemos tardado meses en acumular las provisiones que tenemos, Tally. No podemos dejarlo todo aquí, no con todos los rebeldes que acabáis de llegar. Pero no sabremos lo que podemos llevar con nosotros hasta que no averigüemos de dónde procede la señal. Y no hay manera de dar con su fuente de emisión.”

Tally cogió la mochila y con un chasquido de dedos hizo que la tabla se elevara en el aire. Mientras se acercaba a ella, con la mente acelerada aún por el efecto del baño en las aguas heladas, recordó algo que había oído aquel mismo día.

“Dolor de muelas,” dijo.

“¿Cómo?”

“Zane estuvo en el hospital hace dos semanas. Está dentro de él.”

Publicar un comentario

  © Diseño LuxLune by JenV 2010

Back to TOP