PERFECCIÓN // Capítulo 35

RASTREADOR
transcrito por sidonie


Volvieron a la cima de la montaña, ladeando al máximo las tablas para compensar la fuerza de la gravedad en los virajes. Tally iba delante, convencida de que tenía razón con respecto a Zane. Los médicos del hospital le habían dejado inconsciente durante unos minutos mientras le arreglaban la mano rota, y seguro que habían aprovechado para insertarle un rastreador oculto entre los dientes. Estaba claro que unos médicos de ciudad normales y corrientes no habrían hecho algo así por iniciativa propia… debía de ser obra de Circunstancias Especiales.

El campamento estaba patas arriba cuando llegaron. Por la puerta del observatorio salían y entraban habitantes del Nuevo Humo y rebeldes con material diverso, ropa y víveres que iban amontonando en dos pilas junto a Croy o Maddy, quienes se encargaban de escanearlo todo a un ritmo frenético mientras otros se apresuraban a empaquetar de nuevo los objetos ya inspeccionados, y así tenerlo todo preparado para huir en cuanto apareciera el indicador de posición.

Tally inclinó hacia atrás la tabla e hizo que volara lo más alto posible, pasando por encima del caos en dirección a la cúpula rota. Cuando la tabla alcanzó su altura máxima, las alzas vibraron, y luego se tensaron al encontrar los imanes la estructura de acero del observatorio. La brecha de la cúpula era lo bastante ancha para que pudiera atravesarla planeando; así pues, Tally descendió rodeada por la columna de humo que ascendía por la abertura para detenerse junto a la cama improvisada de Zane y bajar de la tabla de un salto.

Zane la miró con una dulce sonrisa.

“Bonita entrada.”

Tally se arrodilló a su lado.

“¿Qué diente te duele?”

“Pero ¿qué ocurre? Está todo el mundo revolucionado.”

“¿Qué diente te duele, Zane? Tienes que enseñármelo.”

Zane frunció el ceño, pero se metió un dedo tembloroso en la boca para palparse el lado derecho con cuidado. Tally le apartó la mano y le abrió la boca mucho más, lo que arrancó al joven un quejido de protesta.

“¡Chist! Ahora te lo explico.”

Incluso con la tenue luz del fuego, vio que una muela sobresalía del resto, con un tono de blanco diferente al de las demás piezas, lo que evidenciaba que algún dentista le había hecho un trabajito en la boca a toda prisa.

La señal provenía de Zane.

Tally oyó junto a su oído el sonido de un escáner encenderse; David la había seguido por el hueco de la cúpula. El joven pasó el dispositivo por el rostro de Zane y el aparato comenzó a sonar con intensidad.

“¿Lo lleva en la boca?” preguntó David.

“¡En los dientes! Ve a por tu madre.”

“Pero, Tally…”

“¡Ve a por ella! ¡Ni tú ni yo sabemos sacar una muela!”

David el puso una mano en el hombro.

“Ni ella tampoco. No en unos minutos.”

Tally se puso de pie, clavando los ojos en el rostro imperfecto de David.

“¿Qué insinúas?”

“Tenemos que dejarlo aquí. No tardarán en llegar.”

“¡No!” exclamó Tally. “¡Ve a por ella!”

David profirió una maldición y, dando media vuelta, echó a correr hacia la puerta del observatorio. Tally volvió la vista hacia Zane.

“¿Qué sucede?” inquirió él.

“Te han puesto un rastreador en la boca. Cuando fuimos al hospital.”

“Vaya,” dijo Zane, frotándose la cara. “No lo sabía, Tally, de veras. Creía que me dolían las muelas por lo que me he estado comiendo aquí.”

“Cómo ibas a saberlo. Te tuvieron inconsciente durante unos minutos, ¿recuerdas?”

“¿De verdad que van a dejarme aquí?”

“No lo voy a permitir. Te lo prometo.”

“No puedo regresar,” dijo Zane con voz débil. “No quiero volver a tener una mente de perfecto.”

Tally tragó saliva. Si Zane regresaba a la ciudad en su estado, los médicos volverían a provocarle las lesiones típicas de la operación, justo encima del nuevo tejido virgen, y su cerebro comenzaría a crear conexiones a su alrededor… ¿Qué posibilidades tendría entonces de mantenerse chispeante?

No podía permitir que eso ocurriera.

“Te llevaré en mi aerotabla, Zane… escaparemos por nuestra cuenta si es preciso.”

Las ideas se le agolpaban en la cabeza. Tenía que pensar en el modo de deshacerse del rastreador, fuera como fuera. No iba a darle un golpe con una piedra… Tally miró a su alrededor en busca de algún utensilio que pudiera servirle, pero los habitantes del Nuevo Humo habían sacado a fuera todos las herramientas para escanearlas. Desde la oscuridad le llegaron unas voces. Se trataba de Maddy, David y Croy. Tally vio que Maddy llevaba una especie de fórceps en la mano, y le dio un vuelco el corazón.

Maddy se arrodilló junto a Zane y le obligó a abrir la boca. El joven volvió a proferir un quejido de dolor al notar que el utensilio de metal le tanteaba la muela.

“Tenga cuidado,” le suplicó Tally en voz baja.

“Aguanta esto.” Maddy le pasó una linterna. Cuando Tally iluminó con ella la boca de Zane, se vio claramente cuál era el diente que desentonaba con el resto. “No pinta bien,” sentenció Maddy tras observar la boca de Zane con detenimiento. La mujer le soltó la cabeza, y el joven se dejó caer de nuevo en la cama con un gemido y cerró los ojos.

“¡Sáqueselo!”

“Se lo han incrustado en el hueso,” explicó Maddy y, volviéndose hacia Croy, le ordenó: “Acabad de empaquetarlo todo. No hay tiempo que perder.”

“¡Haga algo por él!” le pidió Tally a voz en cuello.

Maddy le cogió la linterna.

“Tally, lo tiene adherido al hueso. Tendría que destrozarle la mandíbula para sacárselo.”

“Pues no se lo saque, pero al menos haga algo para que deje de emitir señales. ¡Rómpale el diente! ¡Zane lo aguantará!”

Maddy negó con la cabeza.

“Los dientes de los perfectos están hechos con el mismo material que se emplea para hacer las alas de los aviones. No se pueden romper así como así. Para ello necesitaría nanos dentales especiales.

Maddy enfocó a Tally con la linterna le puso la mano en la boca.

“Pero ¿qué hace?” protestó Tally, girando la cara.

“Asegurarme de que tú no llevas ninguno.”

“Pero si yo no entré en el hos…” comenzó a decir Tally, pero Maddy le abrió la boca de golpe, arrancándole un gruñido que le salió del fondo de la garganta. Aún así, Tally dejó que la mujer la mirara un momento; era más rápido que discutir con ella.

“¿Satisfecha?” dijo Tally cuando Maddy la soltó con un gruñido.

“Por ahora. Pero tenemos que dejar aquí a Zane.”

“¡Ni hablar!” exclamó Tally.

“Estarán aquí en cuestión de diez minutos,” dijo David.

“En menos,” repuso Maddy, poniéndose de pie.

Tally veía tantas lucecillas en los ojos por la luz de la linterna que apenas distinguía los rostros de los imperfectos en la penumbra. ¿Es que no entendían lo que Zane había soportado para llegar hasta allí, lo que había sacrificado por la cura?

“Yo no pienso dejarlo aquí.”

“Tally…” comenzó a decir David.

“No te molestes,” le interrumpió Maddy. “Estrictamente hablando, sigue teniendo una mente de perfecta.”

“¡Eso no es así!”

“Si ni siquiera te tomaste la pastilla buena.” Maddy puso una mano en el hombro de David. “Tally sigue teniendo las lesiones. Cuando le miren el cerebro, ni siquiera se molestarán en ponerle el bisturí encima. Pensarán que vino hasta aquí por el mero hecho de salir de la ciudad.”

“¡Mamá! ¡No vamos a dejarla aquí!” repuso David a voz en grito.

“Ni yo pienso moverme de aquí,” aseveró Tally.

Maddy sacudió la cabeza.

“Puede que las lesiones no sean tan importantes como pensábamos. Tu padre siempre sospechó que tener una mente de perfecto era simplemente el estado natural de la mayoría de la gente, que en el fondo quiere ser insulsa, perezosa, vanidosa…” Maddy miró a Tally y añadió: “y egoísta. Solo hace falta una vuelta de tuerca para confinar dicha parte de sus personalidades. Él siempre creyó que algunas personas podían liberarse de su pensamiento.”

“Az tenía razón,” dijo Tally en voz baja. “Ahora estoy curada.”

David dejó escapar un gruñido de angustia.

“Curada o no, no puedes quedarte aquí, Tally. ¡No quiero volver a perderte! ¡Mamá, haz algo!”

“¿Quieres quedarte aquí discutiendo con ella? Muy bien, adelante.” Maddy giró sobre sus talones y se encaminó hacia la entrada del observatorio. “Nos vamos dentro de unos minutos,” dijo sin volverse. “Contigo o sin ti.”


David y Tally permanecieron callados durante unos instantes. Se quedaron como cuando se habían visto en las ruinas aquella misma mañana, sin saber qué decir. No obstante, Tally se dio cuenta de que el rostro de David ya no le chocaba. Puede que el pánico del momento o el baño en agua helada hubieran acabado de quitarle los pensamientos de perfecta que aún conservaba. O puede que le hubiera bastado tan sólo con unas horas para alinear sus recuerdos y sueños con la verdad…

David no era un príncipe…apuesto o no. Era el primer chico del que se había enamorado, pero no el último. El tiempo y las vivencias que habías tenido cada uno habían cambiado lo que había habido entre ellos.

Y lo más importante de todo era que Tally tenía ahora a otra persona. Por muy injusto que fuera el hecho de que hubieran borrado de su memoria los recuerdos que tenía de David, Tally había ido acumulando nuevos recuerdos, y no podía sustituirlos por los viejos. Zane y ella se habían ayudado mutuamente a ser chispeantes, habían vivido encerrados junto con las pulseras y habían huido juntos de la ciudad. Ahora no podía abandonarlo solo porque le hubieran privado de su mente.

Tally sabía muy bien lo que era que te volvieran a llevar a la ciudad sola. Zane era la única persona a la que no había traicionado, y no pensaba hacerlo ahora.

“No voy a dejarte,” le aseguró, cogiéndole la mano.

“Piensa con lógica, Tally,” le dijo David con voz pausada, hablándole como si fuera una niña pequeña. “Quedándote aquí, no ayudarás a Zane. Acabaréis los dos apresados.”

“Tu madre tiene razón. No me tocarán más el cerebro, y estando en la ciudad podré ayudarlo.”

“Podemos pasarle la cura a escondidas, como hicimos contigo.”

“Yo no he necesitado la cura, David. Puede que Zane tampoco la necesite. Lo mantendré en un estado chispeante, así podré ayudarlo a que su mente se regenere con nuevas conexiones. Pero sin mí no tendrá ninguna posibilidad.”

David comenzó a hablar, pero por un momento se quedó inmóvil. Luego retomó la palabra con otro tono de voz, entrecerrando los ojos.

“Te quedas con él porque es perfecto.”

“¿Cómo?” replicó Tally con los ojos como platos.

“¿No lo ves? Es como lo que decías tú siempre: una cuestión de evolución. Desde la llegada de tus amigos rebeldes, mi madre me ha estado explicando cómo funciona la perfección.” David señaló a Zane. “Con esos ojos enormes y vulnerables y esa piel de niño impecable, Zane te parece un bebé, una criatura necesitada que te hace sentir el deseo de ayudarlo. No piensas con la cabeza. ¡Te vas a entregar sólo porque es perfecto!”
Tally se quedó mirando a David con una expresión de incredulidad. ¿Cómo se atrevía a hablarle en aquellos términos? El mero hecho de estar allí ponía de manifiesto que podía pensar por sí misma.

Entonces se dio cuenta de lo que sucedía: David estaba limitándose a repetir las palabras de Maddy, quien le habría advertido que no confiara en sus propios sentimientos al ver a la nueva Tally. Maddy no quería que su hijo se convirtiera en un imperfecto que viviera sobrecogido ante la belleza de la joven y que venerara el suelo que ella pisaba. Por eso David pensaba que lo único que veía Tally era el rostro perfecto de Zane.

David seguía viéndola como una cría de ciudad. Quizá ni siquiera creyera que estaba curada. Puede que nunca hubiera llegado a perdonarla.

“No lo hago por su físico, David,” dijo Tally, con la voz temblando de ira. “Lo hago porque hace que me sienta chispeante, y porque hemos corrido muchos riesgos juntos. Podría ser yo la que estuviera postrada en esa cama, y seguro que él se quedaría conmigo.”

“¡Está todo programado!”

“No. Lo hago porque lo quiero.”

David comenzó a hablar de nuevo, pero la voz se le cortó.

Tally suspiró.

“Vamos, David. Sea lo que sea lo que haya dicho tu madre hace un segundo, no va a irse sin ti. Os cogerán a todos si no te marchas ya.”

“Tally…”

“¡Vete!” exclamó ella. Si David no salía de allí a toda prisa, sería el fin para el Nuevo Humo, y esta vez también tendría ella la culpa.

“Pero no puedes…”

“¡Que saques tu cara de imperfecto de aquí!” gritó Tally.

El eco de su voz le llegó rebotado desde las paredes del observatorio, y tuvo que apartar la mirada de David. Luego se acercó al pecho el rostro de Zane y lo besó. El insulto proferido agritos había surtido el efecto que buscaba, pero Tally se vio incapaz de levantar la vista mientras David se retiraba en la penumbra, primero caminado y luego corriendo.

Por el rabillo del ojo, Tally vio siluetas que latían, pero no eran sombras proyectadas por el fuego titilante… se trataba de su corazón, el cual latía con tanta fuerza que Tally veía la sangre chocar contra sus ojos, como si intentara salir de su cuerpo.

Había llamado imperfecto a David, algo que él nunca le perdonaría, ni ella tampoco. Pero no había tenido más remedio que emplear dicha palabra, se dijo Tally a sí misma. Cada segundo contaba, y ninguna otra cosa habría servido para obligarlo a marcharse con tanto poder de convicción. Tally había tomado ya una decisión.

“Cuidaré de ti, Zane,” dijo.

Zane abrió los ojos apenas un resquicio y sonrió débilmente.

“Espero que no te importe que haya fingido quedarme dormido ante semejante situación.”

Tally dejó escapar una risa ahogada.

“Buena idea.”

“¿De veras no podemos huir? Creo que podría levantarme.”

“No. Nos encontrarían.”

Zane se tocó el diente con la lengua.

“Ah, claro. Qué mierda. Y por mi culpa casi cogen a todos los demás.”

Tally se encogió de hombros.

“Qué me vas a contar.”

“¿Estás segura de que quieres quedarte conmigo?”

“Puedo volver a escaparme de la ciudad las veces que quiera. Puedo salvaros a ti y a Shay, y a todos los que se han quedado allí. Ahora estoy curada para siempre.” Tally miró hacia la entrada y vio varias aerotablas elevarse en el aire. Finalmente, los dejaban solos. Tally volvió a encogerse de hombros. “Además, creo que ya no hay nada que hacer. Correr ahora tras David tiraría por tierra mi brillante interpretación en la escena de la ruptura.”

“Sí, supongo que ahí tienes razón.” Zane se rió en voz baja. “¿Me harás un favor? Si alguna vez rompes conmigo, déjame una nota sin más.”

Tally le devolvió la sonrisa.

“Vale. Siempre y cuando me prometas que no volverás a meter la mano en una machacadora.”

“Hecho.” Zane se miró los dedos de la mano y los cerró en un puño. “Tengo miedo. Quiero volver a sentirme chispeante.”

“Y lo harás. Yo te ayudaré.”

Zane asintió, cogiéndole de la mano.

“¿Crees que David tenía razón?” preguntó con voz temblorosa. “¿Qué te has quedado conmigo por mis bonitos ojazos?”

“No. Creo que ha sido… por lo que he dicho. Y por lo que me dijiste antes de tirarte desde el globo.” Tally tragó saliva. “¿Qué opinas tú?”

Zane se tumbó de nuevo en la cama y cerró los ojos, y permaneció tanto rato en aquella posición que Tally pensó que había vuelto a quedarse dormido. Pero de repente dijo en voz baja:

“Es posible que tanto tú como David tengáis razón. Quizá los seres humanos estén programados… para ayudarse mutuamente, incluso para enamorarse. Pero el hecho de que la naturaleza humana sea así no tiene por qué ser algo malo, Tally. Además, nosotros teníamos toda una ciudad de perfectos para elegir, y nos elegimos el uno al otro.”

“Me alegro de que fuera así,” dijo Tally, cogiéndole de la mano.

Zane sonrió y volvió a cerrar los ojos. Un instante después, Tally vio que su respiración se había ralentizado, y se dio cuenta de que había logrado quedarse dormido de nuevo. Al menos los daños cerebrales que sufría tenían sus ventajas.

Tally notó que la poca energía que conservaba aún abandonaba su cuerpo, y deseó poder quedarse dormida igual que Zane, pasar unas cuantas horas inconsciente y despertar en la ciudad… donde volvería a ser una princesa encerrada en una torre, como si todo hubiera sido un sueño. Apoyó la cabeza en el pecho de Zane y cerró los ojos.

Cinco minutos más tarde llegaron los de Circunstancias Especiales.

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