Friday Night Bites / Capítulo 2

CAPITULO DOS: HOGAR ES DONDE ESTÁ EL CORAZÓN………NO NECESARIAMENTE DONDE DUERMES

Está bien, estaba postergando. Mis maletas estaban apiñadas en el asiento trasero de mi acajonado Volvo naranja, pero en lugar de dirigirme directo a la Casa Cadogan, pasé de largo mi futuro hogar de Hyde Park y continué conduciendo al sur. No estaba del todo lista para atravesar el umbral de Cadogan como residente oficial. Y aún más importante, no había visto a mi abuelo en casi una semana, de modo que opté por hacer las cosas de nietas y darle una visita a su oficina del Lado Sur. Mis abuelos lo tenían todo pero me criaron mientras mis escaladores-sociales padres, Joshua y Meredith Merit, estaban galanteando su camino a través de Chicago. Así que hacerle una visita a mi abuelo era realmente lo menos que podía hacer.
La oficina del defensor del pueblo no era glamorosa, era un precario edificio de ladrillos que se emplazaba en medio de un barrio de clase obrera, de pequeñas y cuadradas casas, prolijos patios, y vallas de alambrado metálico. Aparqué el Volvo sobre la calle en el frente, salí y encinté mi katana. Dudaba que la fuera a necesitar en la oficina de mi abuelo, pero una palabra de que no había ido diligentemente armada era exactamente la clase de conversación que Catcher le pasaría a Ethan. No es que ellos fueran exactamente, compadres, pero hablar acerca de mí parecía ser la clase de cosa que ellos harían.
Eran casi las once en punto, pero las escasas ventanas en la oficina estaban colmadas con luz. La oficina del Ombudsman , o lo que mi abuelo estimaba, servía a criaturas de la noche. Eso significaba un tercer turno horario para mi abuelo, su administradora Marjorie, Catcher, y Jeff Christopher, el segundo hombre de confianza de mi abuelo, un indefinido cambiaformas y niño genio de las computadoras. Quien además tenía un gigantesco enamoramiento sobre esta servidora.
Golpeé sobre la cerrada puerta del frente y esperé a que alguien me dejara entrar. Jeff dio vuelta a la esquina y se dirigió por el pasillo hacia mí, una sonrisa abriéndose por su cara. Él era todo apéndices delgados y cabellos castaños desprolijos, y esta noche él vestía su usual uniforme – pantalones caqui ajustados y una camisa de mangas largas, las mangas arremangadas a mitad de brazo.
Cuando alcanzó la puerta, pulsó el código de la alarma en el teclado a su lado, luego giró la traba y abrió.
“No podías soportar estar alejada de mí?”
“Estaba un poco dolida,” dije, luego entré mientras él mantenía la puerta abierta. “Ha pasado, cuánto, casi una semana?”
“Seis días, veintitrés horas, y cerca de doce minutos.” Él volvió a presionar el código y trabó la puerta, luego me sonrió. “No que lo esté contando.”
“Oh, por supuesto que no,” acordé mientras me escoltaba por el pasillo a la oficina que compartía con Catcher. “Tú eres demasiado ‘suave’ para ese tipo de cosas.”
“Demasiado,” acordó, luego entró al cuarto y se colocó detrás de uno de los cuatro escritorios metálicos de la era atómica, que se emplazaban en dos hileras en la diminuta habitación. La parte superior del escritorio de Jeff estaba tomada por una colección a lo Frankenstein, de teclados y monitores, sobre el cual se ubicaba un muñeco de peluche que aprendí era un modelo del Cthulhu de H. P. Love-craft.
“Cómo estuvo la clase de tap?” preguntó una sarcástica voz al otro lado del cuarto. Eché un vistazo, encontré a Catcher sentado en el escritorio opuesto al de Jeff, sus manos cruzadas sobre su rapada cabeza, una laptop abierta encendida.
“Hip-hop,” corregí, “no tap. Y fue simplemente estrafalaria. Tu chica casi deja inconsciente a golpes a la instructora, pero fue bastante poco notable a parte de eso.” Apoyé la cadera sobre uno de los dos escritorios metálicos vacíos. No estaba del todo segura de por qué había cuatro escritorios en total. Catcher y Jeff eran los únicos dos en esta oficina; mi abuelo y Marjorie tenían escritorios en otras habitaciones. Mi abuelo había localizado a una fuente vampiro dado que Catcher y Jeff representaban las comunidades de hechiceros y cambiaformas de Chicago, pero el secreto vampiro evadía la oficina a fin de evadir el drama de las Casas, de modo que ningún escritorio para él. O ella. O eso, supongo. Aún estaba trabajando en descifrar esa parte.
Catcher echó un vistazo en mi dirección. “Ella casi deja inconsciente a golpes a la instructora?”
“Bueno, quería hacerlo, no que la culpe. La Barbie Aeróbicos es dura de digerir por más de cinco minutos a la vez. Pero gracias a mis excelentes destrezas de mediación y negociación, ningún golpe fue en verdad lanzado.” El recorrido de pasos hacía eco a través del pasillo, y miré hacia la puerta para hallar a mi abuelo en su habitual camisa de franela a cuadros y suaves pantalones, sus pies en zapatos de suela gruesa.
“Y hablando de excelentes habilidades para la mediación y negociación,” dije, saltando del escritorio. Mi abuelo extendió sus brazos y me hizo señas para un abrazo. Entré en su abrazo y apreté, cuidadosa de no romper inadvertidamente sus costillas con mi incrementada fuerza vampírica. “Hola abuelito.”
“Bebita,” dijo, luego puso un beso en la parte superior de mi frente. “Cómo le está yendo a mi ciudadana sobrenatural favorita en esta linda noche de primavera?”
“Eso duele, Chuck,” dijo Catcher, cruzándose de brazos.
“En verdad,” Jeff dijo, su mirada alternando entre monitores de computadoras. “Aquí estamos, esclavizados noche y día --”
“Técnicamente,” Catcher interrumpió, “sólo la noche.”
“Noche.” Jeff delicadamente ajustó. “Tratando de mantener a todos felices en la Ciudad del viento, intentando mantener a las ninfas en orden.” Él balanceó su cabeza hacia arriba en dirección a los afiches de mujeres con muy escasa ropa que cubrían las paredes de la oficina. Eran ninfas de los ríos – mujeres pequeñas, tetonas, de ojos saltones, y cabello largo que controlaban las ramificaciones del Río Chicago. Ellas eran también, como pude ver la noche de mi vigésimo octavo cumpleaños, bastante dramáticas. Habían aparecido en masa en la casa de mi abuelo, todas hablando en forma agitada porque uno de los galanes de las bellezas la había engañado con otra ninfa. Era una pelea de gatos de proporciones monumentales, completada con lágrimas, insultos, y arañazos. Y habían sido detenidas, sorprendentemente, por nuestro Jeff. (A pesar de mi reticencia, Jeff tenía su forma con las mujeres).
“Y todos sabemos cuán difícil puede ser eso,” dije, dándole a Jeff un guiño. Se sonrojó, el carmesí elevándose alto sobre sus mejillas.
“Qué te trae por aquí?” me preguntó mi abuelo.
“Espera, espera, ésta la tengo,” dijo Catcher, tomando un sobre de su escritorio y presionándolo contra su frente, ojos cerrados, el Carnac perfecto. “Merit será sometida a un cambio…….de código postal.” Abrió sus ojos y retornó el sobre al escritorio. “Si estabas tratando de llegar a Hyde Park, te fuiste un poquito demasiado al sur.”
“Estoy postergando,” admití. Había hecho lo mismo la noche anterior a mi Comendación en la Casa, en búsqueda de consuelo entre los amigos y la única familia que importaba antes de que me convirtiera en parte de algo que sabía cambiaría mi vida para siempre. Lo mismo esta noche.
La expresión de Catcher se suavizó. “Ya empacaste todo?”
Asentí. “Todo está en el auto.”
“Ella te extrañará, lo sabes.”
Le asentí. No tenía dudas de ello, pero apreciaba que lo dijera. Él no era de esas dulces-efusivas cosas emocionales, lo que hacía del sentimiento algo mucho más significativo.
Mi abuelo puso una mano sobre mi hombro. “Estarás bien, bebita. Te conozco – cuán capaz y obstinada eres – y esas son cualidades que Ethan llegará a apreciar.”
“Dado cierto tiempo,” Catcher murmuró. “Mucho, mucho y muchísimo tiempo.”
“Eones,” Jeff acordó.
“Inmortal,” les recordé, usando un dedo para señalarme a mí misma. “Tenemos el tiempo. Además, no quisiera hacérsela demasiado fácil.”
“No creo que eso vaya a ser un problema,” dijo mi abuelo, luego me guiñó un ojo. “Podrías hacerle a tu Pop-Pop un favor y darle algo por nosotros?”
Mis mejillas se sonrojaron ante el recordatorio del nombre que le había dado a mi abuelo de pequeña. ‘Abuelito’ era demasiado difícil de decir para mí.
“Seguro,” dije. “Estaría encantada.”
El abuelo le dio un asentimiento con la cabeza a Catcher. Catcher abrió un chirriante cajón del escritorio, luego sacó un grueso sobre de Manila atado con un lazo de cordel rojo. No había ningún destinatario, pero las palabras CONFIDENCIAL, y NIVEL UNO, estaban selladas en mayúsculas negras a un lado. ‘Nivel Uno’ era la versión de la defensoría del pueblo de ‘Ultrasecreto’. Era la única categoría de información que mi abuelo no estaba dispuesto a dejarme ver.
Catcher extendió el sobre. “Maneja esto con cuidado.”
Asentí y lo arranqué de su mano. Era más pesado de lo que hubiera imaginado, y contenía unos buenos dos centímetros y algo de espesor en fajo de papeles. “Asumo que no hay ninguna espiadita libre para la chica de la entrega?”
“Apreciaríamos si no lo hicieras,” el abuelo dijo.
“De esa forma,” Catcher interrumpió, “no tendríamos que recurrir a la violencia física, lo que haría las cosas realmente extrañas entre nosotros, siendo tú la nieta de Chuck.”
“Pienso que podemos confiar en ella,” dijo mi abuelo, su tono seco como una tostada, “pero aprecio tu dedicación.”
“Simplemente un día en la vida Chuck. Sólo un día en la vida.”
Tarea en mano, asumí que ahora era buen momento de dejar de postergar y realmente hacer mi camino a la Casa, había tenido un primer vistazo a mi nuevo alojamiento a esperar.
“Sobre ese comentario,” dije, “voy a dejarlos a ustedes tres en ello.” Miré de regreso a mi abuelo y mantuve en alto el sobre. “Haré la entrega, pero probablemente vaya a necesitar un poquito de alguito algo por mis esfuerzos.”
Él sonrió indulgentemente. “Pan de carne?”
Me conocía tan bien.

**
Ellos lo llamaban ‘perder tu nombre.’ A fin de convertirse en vampiro, para unirse a una Casa, para obtener una membresía en una de los más organizadas (y previamente secretas) sociedades en el mundo, tenías que primero renunciar a tu identidad, entregarte a ti mismo al todo. Renuncias a tu apellido para simbolizar tu compromiso hacia tus hermanos y hermanas. La afiliación a la Casa permanecerá en el lugar de tu antiguo apellido, el sello distintivo de tu nueva familia. Supongo que fui la rara excepción a la regla: Merit era en realidad mi apellido, pero me manejado por Merit durante años, de modo que conservé el nombre luego de la Comendación.
De acuerdo al Canon (capítulo cuatro: “Vampiros – Quién está arriba?”), renunciando a tu nombre, comienzas a aprender los valores comunitarios de la sociedad vampira. El sacrificio compartido. Liderazgo. La rendición de cuentas – no hacia tu familia humana anterior, sino a la nueva colmilluda. Los Maestros Vampiros, por supuesto, tienen que tomar sus nombres de vuelta. Es por eso que era Ethan Sullivan – no simplemente Ethan – quien tenía las riendas de la Casa Cadogan.
Y hablando de Sullivan, eso nos lleva al más importante valor comunitario – tener que besar los traseros de los vampiros de alto rango.
Estaba en tal misión de besa-traseros ahora.
Bueno, estaba en una misión de entrega. Pero dado el pretendido destinatario, besa-traseros venía junto con el territorio.
La oficina de Ethan estaba sobre el primer piso de la Casa Cadogan. La puerta estaba cerrada cuando llegué, post-postergación, con valijas en mano. Me detuve un momento antes de golpear, siempre dilatando lo inevitable. Cuando finalmente me las ingenié para hacerlo, un simple “pase” hizo eco desde la oficina. Abrí la puerta y entré.
La oficina de Ethan, como el resto de la Casa Cadogan, estaba elegantemente decorada justo a este lado de pretenciosos, como corresponde a una dirección el Hyde Park. Había un escritorio a la derecha, una zona de asiento sobre la izquierda, y en el otro extremo, frente a una hilera de ventanas con cortinas en terciopelo, una gigantesca mesa de conferencias. Las paredes estaban cubiertas por estanterías embutidas, las cuales estaban provistas de antigüedades y recuerdos de Ethan de sus 394 años de existencia.
Ethan Sullivan, líder de la Casa Cadogan y el Maestro que me convirtió en un vampiro, se hallaba sentado tras su escritorio, un delgado teléfono celular en su oreja, los ojos sobre los papeles dispersos ante él. Siempre parecía haber documentos ante él; ser Maestro era evidentemente pesado en el papeleo.
Ethan vestía un impecable traje confeccionado negro, con una prístina camisa blanca debajo, los botones superiores desabrochados para revelar el dorado medallón que los vampiros usaban para indicar la afiliación a su Casa. Su cabello, de un rubio dorado y largo hasta los hombros, estaba controlado hoy, metido tras sus orejas.
Aunque me molestaba tener que admitirlo, Ethan era hermoso. Un rostro perfectamente apuesto, ridículamente perfectos pómulos, cincelada quijada, ojos impresionantemente esmeraldas. La cara complementaba al cuerpo, la mayor parte del cual inadvertidamente ví mientras Ethan entretenía a Amber, la antigua Consorte de la Casa Cadogan. Desafortunadamente.
Él miró hacia abajo a las valijas en mis manos. “Te mudas dentro?”
“Lo hago.”
Ethan asintió. “Bien. Es una buena movida.” El tono no era elogioso, sino condescendiente, como si estuviera decepcionado de que me hubiese llevado tanto tiempo como lo hizo – ni siquiera dos meses – el hacer de la Casa Cadogan mi hogar. No era una reacción inesperada.
Asentí. Reteniendo el comentario sagaz en vista de su mal humor. Conocía los límites de molestar a un Maestro vampiro de cuatrocientos años, incluso si los presionaba en ocasiones.
Dejé caer los bolsos, abrí la cremallera de la lona, saqué el sobre confidencial, y se lo extendí a él. “El Ombudsman me pidió que te entregara esto.”
Ethan arqueó una ceja, a continuación tomó el sobre de mis manos. Desenrolló el cordel de su envoltura plástica, deslizó un dedo por debajo de la pestaña, y echó un vistazo dentro. Algo en su rostro se relajó. No estaba segura qué había entregado de la oficina del defensor del pueblo, pero a Ethan parecía gustarle.
“Si no hay algo más,” dije, inclinando mi cabeza en dirección a los bolsos sobre el piso.
No merecí siquiera una mirada. “Puedes retirarte,” dijo en forma ausente, sacando los papeles del sobre y hojeando a través de ellos.
No había visto mucho a Ethan en las primeras semanas. En lo que a reuniones se refería, ésta fue bastante desdramatizada. Podía lidiar con eso.


Habiendo cumplido mi deber familiar, me dirigí a la suite de las oficinas del primer piso reservadas para el personal de Cadogan. Helen estaba tras su escritorio cuando llegué. Vestía un prolijo traje rosa, al parecer se le había concedido una excepción al código de vestimenta de Cadogan completamente en negro. Su
Ella estaba al teléfono, el auricular del teléfono inalámbrico estilo princesa metido perfecta melena de cabello plateado, los dedos cuidadosamente mantenidos alrededor del teléfono.
“Gracias, Priscilla. Te lo agradezco. Adiós.” Lo ubicó de regreso en su receptor, juntó sus manos, y me sonrió. “Esa era Priscilla,” me explicó. “El Enlace de la Casa Navarro. Estamos planificando un evento de verano entre las Casas.” Echó una mirada cautelosa hacia la puerta abierta, luego se inclinó hacia mí. “Francamente,” me confió, “ésta relación entre Morgan y tú ha hecho maravillas para las relaciones entre Casas.”
Morgan Greer era mi aspirante a novio y el nuevo Maestro Vampiro de la Casa Navarro. Él asumió la posición cuando Celina había sido capturada, elevando su rango a Maestro del previo como Segundo al mando. Por lo que había visto, el Segundo era como el vicepresidente vampiro. Un hombre llamado Malik oficiaba como Segundo de la Casa Cadogan. Él parecía trabajar mayormente tras bambalinas, pero estaba claro que Ethan dependía de él, confiaba en él.
Pensando que le debía a Helen ser cortés, sonreí y no le corregí su evaluación de nuestra ‘relación’.
“Me alegro que pudiera ayudar,” dije ladeando mi cabeza hacia los bolsos en mis manos. “Tengo mis valijas, si me pudieras indicar mi habitación?”
Ella sonrió con alegría. “Por supuesto. Tu cuarto está en el segundo piso, en el ala trasera.”
A pesar del equipaje, mis hombros cayeron en alivio. El segundo piso de la Casa Cadogan contenía la biblioteca, el comedor, y el salón de baile, entre otras habitaciones. Aquellas otras habitaciones no incluían los apartamentos de Ethan, los cuales estaban sobre el tercer piso. Eso significaba que un piso completo nos separaban a él y a mí.
Helen me entregó una carpeta azul marino llevando el circular sello de Cadogan. “Estas son las reglas de la residencia, mapas, información de los aparcamientos, menú de la cafetería, etc. La mayor parte de la información está on-line ahora, por supuesto, pero nos gusta tener algo a lo que los novicios vampiros se puedan aferrar.” Ella se paró y me miró con expectativa. “Vamos?”
Asentí, reubicando mis maletas y siguiéndola por el pasillo, luego arriba por una estrecha escalera. Cuando llegamos al segundo piso, giramos, luego giramos nuevamente, y pronto estuvimos frente a una puerta de madera oscura, una pizarra de anuncios de madera pequeña colgando de ella.
MERIT, CENTINELA, se leía en una placa justo por encima de la pizarra.
Helen buscó en el bolsillo de su chaqueta, sacó una llave, y la insertó sobre la cerradura. Giró el picaporte, abrió la puerta y se paró a un lado.
“Bienvenida a casa Centinela.”


Traducido por Chloe♥

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