Biting Cold - Capítulo II


CAPÍTULO DOS

ÉL ES UN HOMBRE MÁGICO

Salimos del auto al mismo tiempo, dos vampiros enfrentando a un hombre misteriosamente mágico en una oscura noche de Iowa. No era exactamente el modo en el que prefería pasar una noche, pero ¿qué otra opción tenía?

Los ojos de Tate se precipitaron sobre Ethan, agrandándose por la sorpresa. “No esperaba verte aquí.”

“Ya que orquestaste mi muerte, no, imagino que no lo esperabas.”

Tate puso sus ojos en blanco. “Yo no orquesté nada.”

“Tú pusiste los engranajes en movimiento,” dijo Ethan. “Tú pusiste a Merit en una habitación con una vampiro drogada que la odia. Sabrías que la buscaría y que Celina reaccionaría. Ya que fue su estaca la que me atravesó, pienso que ‘orquestar’ es bastante preciso.”

“Tendremos que acordar estar en desacuerdo, Sullivan.” Tate me sonrió adormilado. “Me alegra verte de nuevo, Bailarina.”

Bailaba cuando era más joven y Tate había archivado ese hecho. “No puedo decir que sea mutuo.”

“Oh, por favor. ¿No es ésta una pequeña reunión entre amigos?”

“No eres un amigo,” dije y no estaba de humor para una reunión. “¿Cómo conseguiste que la alcaldesa Kowalcyzk te liberara?”

“Fácilmente, como resultó ser. No hay evidencia en mi contra.”

Esa era una mentira. Habían encontrado las huellas de Tate en las drogas y su secuaz favorito, un tipo llamado Paulie, le había soltado el resto de los detalles al Departamento de Policía de Chicago.

“¿Le dijiste que tu arresto fue parte de una conspiración supernatural?” Le pregunté. “¿La cortejaste con tus cuentos sobre la opresión vampírica?”

“Descubrí que Daiane es una mujer que aprecia los argumentos razonables.”

“Diane Kowalcyzk no podría distinguir un argumento razonable de una alineación,” repliqué. “¿Qué quieres?”

“¿Qué crees que quiero?” Preguntó. “Quiero el libro.”

Ethan cruzó los brazos. “¿Por qué?”
“Porque nuestra chica lo hizo sonar tan interesante.” Su sonrisa era aceitosa. “¿No es cierto?”

“No soy tu chica, y yo no te conté sobre el Maleficio.”

“Entonces mi memoria está defectuosa. Pero puedo suponer que disfrutaste de nuestras visitas, o no lo habrías hecho dos veces.”

A mi lado, Ethan gruñó posesivamente.

“Deja de provocarlo,” exigí. “Te visité para conseguir información, que es lo único que quiero ahora. ¿Por qué quieres el Maleficio?”

“Ya te lo dije,” dijo Tate despreocupadamente. “Te lo dije cuando estábamos en mi prisión, cuando te aconsejé que la división del mal y el bien era antinatural, que ‘mal’ es una construcción humana. Mantenerlo cautivo en el Maleficio es antinatural. Tengo una oportunidad de corregir eso, de liberarlo. Y no pienso dejar pasar la oportunidad.”

Hubo un intento de brillo en sus ojos y un choque frío de magia en el aire. No cabía duda de que no tenía intención de dejar que nos interpusiéramos en su camino.

“No lo tenemos”, le dijo Ethan.

“Dada la dirección en la que están conduciendo, eso es obvio. Pero también asumo que están camino a recuperarlo, tal vez, antes de que la Sra. Carmichael haga algo drástico?”

Una sensación enfermiza floreció en mi estómago. “Mantente lejos de ella.”

“Sabes que eso no es posible. No cuando todos estamos compitiendo por el mismo premio. Y además, puede resultarme útil.”

Sentí la creciente marea de magia aumentar a medida que mi propia furia contribuía al oleaje. “Mantente. Lejos. De ella,” Rechiné. “O te las verás conmigo.”

Tate puso los ojos en blanco. “Podría terminar contigo en un minuto.” Luego me miró de reojo, lo que fue incluso más aterrador aún. Como si estuviera estudiándome. “Apuesto a que duele, ¿no es cierto? El sentir que tu mejor amiga te ha traicionado. No es tan diferente a tu padre en ese sentido, ¿no es así?”

Tate me había dicho—sólo momentos antes de la muerte de Ethan—que mi padre le había ofrecido dinero a Ethan para convertirme en vampiro. Pero esa no había sido toda la verdad.

“Ethan no aceptó el dinero, y tú sabes eso.”

“Pero él sabía, no es así? Ethan sabía que tu padre estaba buscando alguien que lo hiciera y no hizo nada.”

“Eres un hijo de puta,” dijo Ethan. Antes que pudiera detenerlo, se adelantó y golpeó con un gancho de derecha a Seth Tate directamente en la boca.

“¡Ethan!” Grité, tan horrorizada porque hubiera golpeado a alguien en la cara…como orgullosa por el mismo hecho. Ethan lo golpeó. Tal vez no era la mejor decisión dadas las circunstancias, pero eso no significaba que Tate no se lo mereciera y que yo no lo hubiera disfrutado.

 La cabeza de Tate voló hacia atrás, pero no se movió más que para llevar sus nudillos hasta el labio que Ethan había partido. Miró la sangre antes de levantar la mirada hasta Ethan.

La magia llegó hasta nosotros a medida que la rabia de Tate aumentaba.

“Te arrepentirás de esto, Sullivan.”

Las comisuras de la boca de Ethan se elevaron y su mirada se estrechó. “Sólo porque no tuve la oportunidad de hacerlo antes. Considéralo como el pago inicial de lo que te debo por planear la muerte de dos Maestros vampiros y por hacer pasar a un tercero por dos meses infernales.”

La mirada de Tate volvió a mí. “Al menos pude hacerte compañía en su ausencia, Bailarina.”

Otra ola de magia pulsó desde la dirección de Ethan, y enseñó sus dientes maliciosamente. Puse la palma de mi mano contra el pecho de Ethan para evitar que atacara a Tate de nuevo.

“Para,” rechiné.

Se gruñeron entre ellos como animales.

“Si piensas que puedes acertarme otro golpe,” Tate dijo. “Te invito a intentarlo.”

“No tendré que intentarlo,” masculló Ethan, adelantándose un paso. Pero antes que pudiera atacar de nuevo, lo agarré de un brazo y lo hice retroceder.

“¡Ethan! Ya tenemos suficientes problemas.”

Tate ya estaba extraño; lo último que necesitábamos era que Ethan lo irritara más—o que Ethan se irritara más.

Ethan se liberó de mi agarre, luego alisó su camisa.

La pausa no disminuyó la indignación de Tate. Su magia se volvió más profunda y más fuerte. Una espesa niebla comenzó a filtrarse a través de la autopista en nuestra dirección, cubriendo el suelo como humo. Me llevó un segundo darme cuenta que esta no era simplemente niebla. Filamentos de un azul brillante la atravesaban, cada chispa acentuando el aire con un agudo e irritante hormigueo.

La mirada de Ethan no vaciló. “No dejaremos que destruyas el mundo.”

“Nadie va a destruir el mundo. En todo caso, será mejor—más fuerte—gracias al regreso del orden natural y el imperio de las leyes naturales. Al regreso del mundo que existía en la antigüedad.”

El aire se calentó y el viento comenzó a girar en torno a nosotros. Tate me miró fijamente, con el cuerpo inmóvil, la energía todavía aumentando. Pequeñas chispas azules saltaron a través de la niebla, como electricidad comenzando a convirtiéndose en algo grande.

Esto no se trataba del clima. Esto era magia.

Piel de gallina salpicó mis brazos y miré sobre mi hombro. Detrás de nosotros, la niebla de magia comenzó a elevarse, un metro a la vez, convirtiéndose en una pared brillante de chispas. Se me puso el cabello de punta.

Volví la vista a Tate, cuyos brazos estaban cruzados mientras me miraba. Tenía una mirada de malicia indisimulada.

“¿Qué vas a hacer?” Le pregunté.

“Lo que sea necesario. Lo que debe ser hecho. Ustedes buscan interrumpir lo que debería suceder—lo que ya debería haber sucedido mucho tiempo atrás. Vaciar el Maleficio. Los brujos dividen la magia en pedazos, Merit, y es tiempo de juntarlos. No puedo permitir que lo detengas.”

Quienquiera que haya sido Tate antes—reformados, político, mujeriego—había cambiado. Nos quería detener, sin importar lo que costara.

“Métete en el auto, Merit.”

Mi mirada estaba pegada a la de Tate, por lo que le llevó un momento a mi cerebro registrar lo que Ethan estaba diciendo. Lo miré.

“¿Qué?”

“Entra al auto. Ahora.” Ethan todavía tenía las llaves, así que me empujó en dirección al asiento de acompañante mientras él se dirigía al del conductor.
Ambos entramos a toda prisa, encendió el auto y pisó el acelerador, esquivando por milímetros a Tate y poniendo distancia entre la pared de magia y nosotros.

Cualquiera fuera el origen de Tate, debía estar enfocando todo su poder en la nube mágica; asumía que esa era la única razón por la que no estaba controlando el auto nuevamente.

A medida que el velocímetro escalaba me coloqué el cinturón de seguridad. Sesenta millas por hora. Setenta. Ochenta. Estábamos ganando velocidad, pero cuando me volteé para comprobar la luneta, la pared—ahora brillante por los filamentos azules—estaba aún más cerca. Estaba ganando velocidad incluso más rápido que nosotros, su velocidad era exponencialmente mayor que la nuestra.

Y esa no era ni siquiera la peor parte.

Estaba creciendo.

Se estaba extendiendo de derecha a izquierda por el medio y ambos lados de la autopista y no perdonó nada de lo que tocó. El asfalto se dobló y trituró como una galleta cracker, trozos de escombros volaron por los aires. Los árboles se dividieron y cayeron provocando ruidos atronadores. Una señal de kilometraje se dobló por la mitad como si fuera de papel de construcción y no de acero de calidad de construcción. Y la distancia entre nosotros y la pared de destrucción continuaba reduciéndose.

“Nos alcanzará,” grité sobre el aullido del viento.

“Lo lograremos,” dijo Ethan con los nudillos blancos en el volante a medida que intentaba mantener el auto en la carretera. Otra señal voló sobre nosotros, apenas evitando al Mercedes y deslizándose a través de la carretera sobre un campo al otro lado.

La parte trasera del auto comenzó a vibrar a medida que la pared se fue acercando, y el mundo se volvió blanco como la niebla que nos rodeaba.

“Oh, Dios,” murmuré, agarrando el manillar de la puerta con una mano y la correa del cinto de seguridad con la otra.

Inmortales o no, la vida me pareció frágil repentinamente.

El volante giró bruscamente a la derecha y Ethan soltó una maldición al tratar de mantener el control. “No puedo enderezarlo, Merit. Sujétate.”

Se nos terminó el tiempo justo cuando lo dijo. Se sentía como si hubiéramos sido golpeados por una locomotora—en este caso, por una completamente impensada tormenta mágica salida de quién sabe dónde, conducida por un posible ladrón de libros sin reparos aparentes en matar a aquellos que se interpusieran en su camino.

La parte trasera del auto se levantó y nos hizo girar, el lado del acompañante primero, hacia el lado de la carretera—y hacia la baranda que separaba el auto de la cuneta de abajo.

“¡La baranda!” Grité.

“¡Estoy tratando!” Gritó Ethan. Volvió el volante hacia la izquierda, pero fue en vano. El viento se arremolinaba a nuestro alrededor y el auto hacia un giro completo a medida que se deslizaba por la carretera.

Golpeamos la barandilla de metal lo que nos sacudió la cabeza, pero ni siquiera el acero pudo detener a un Mercedes impulsado por la magia. El auto chirrió al hacer contacto con la barandilla tan sutil como uñas contra una pizarra, antes de que otra ráfaga de viento o magia o de ambas lanzara el lado del conductor al aire.

Grité. Ethan agarró mi mano y una vez más nos precipitamos, el auto rodando de costado sobre la barandilla y por la colina, dando volteretas sobre el barranco que separaba la carretera de las tierras vecinas.

Nuestra caída no podría haber durado más de tres o cuatro segundos, pero rememoré toda mi vida, desde mi niñez con mis padres hasta la universidad la noche que Ethan me convirtió en vampiro, y desde su muerte hasta su renacimiento…¿lo había recuperado solamente para perderlo otra vez debido a Tate?

Con un rebote final, aterrizamos de cabeza en el barranco. El auto se balanceó amenazadoramente sobre el capó, el metal crujió, y ambos colgamos de nuestros cinturones de seguridad.

Hubo un momento de silencio, seguido por el siseo del vapor del motor y el chirrido lento de un neumático girando.

“Merit, ¿estás bien?” Su voz era frenética. Puso una mano en mi cara, apartándome el cabello, comprobando mis ojos.

Me llevó un momento responderle. Estaba viva pero desorientada completamente. Esperé hasta que el zumbido de mis oídos se calmó y pude sentir las partes de mi cuerpo otra vez. Sentía dolor en un lado de mi cuerpo y rasguños en los brazos, pero todo parecía estar en su lugar.

“Estoy bien,” contesté finalmente. “Pero realmente odio a ese tipo.”

Cerró sus ojos obviamente aliviado, pero sangre de un corte en su frente entró en sus ojos.
“El sentimiento es enteramente mutuo,” dijo. “Voy a salir; y luego te ayudaré. Quédate aquí.”

No estaba en posición de discutir.

Ethan se preparó y desabrochó su cinturón, luego salió. Un segundo más tarde, su mano apareció en mi ventana. Desabroché mi cinturón, y me ayudó a trepar fuera del auto de regreso al suelo, luego me envolvió en sus brazos.

“Gracias a Dios,” dijo. “Pensé que sería nuestro fin.”

Asentí y apoyé la cabeza en su hombro. El césped estaba húmedo, y el barro se filtraba a través de mis vaqueros, pero estaba agradecida de estar de nuevo en tierra firme. Me senté allí por un momento, esperando que el estómago y la cabeza dejaran de girar. Pero mi pánico sólo se arremolinaba más rápido. Aparentemente, Tate nos quería muertos. ¿Y si todavía seguía allí?

“Tenemos que salir de aquí,” le dije a Ethan. “Podría regresar.”

Ethan limpió la sangre de su cabeza y lanzó una mirada hacia la carretera, con el cuerpo tensado como un animal explorando su territorio. “No siento magia. Creo que se ha ido.”

“¿Por qué se tomaría el trabajo de lanzarnos fuera de la carretera sin asegurarse de haber acabado completamente con nosotros?”

“Tiene prisa para conseguir el libro,” dijo Ethan. “Tal vez sólo quería llegar antes que nosotros.”

Me ofreció una mano. Me puse de pie y volví la vista al auto, cubriéndome la boca con una mano. El auto de Ethan—su hermoso y elegante Mercedes—era un desastre. Yacía boca abajo en la zanja, dos de sus ruedas todavía giraban impotentes. Estaba indudablemente destrozado.

“Oh, Ethan. Tu auto…”

“Gracias a Dios que estamos en Noviembre y teníamos la capota puesta,” dijo. “De haber sido de otra manera estaríamos en problemas. Ven aquí. Veamos si podemos sacar nuestras cosas del maletero.”

El maletero se había abierto por la mitad en la caída, por lo que tuvimos que maniobrar para sacar los bolsos y las espadas.

“No me oíste,” dijo repentinamente.

“¿Oír el qué?”

“Antes que nos lanzara fuera de la carretera, te llamé. ¿No me oíste?”
Sacudí la cabeza. Los vampiros tenían la habilidad de comunicarse telepáticamente, ese poder en general, pero no siempre, se limitaba a los Maestros y a los vampiros que habían hecho. Ethan y yo hablábamos de forma muda desde que me había Iniciado oficialmente en la Casa Cadogan como su Centinela.

“No te oí,” dije. “Tal vez sea un efecto colateral de tu regreso. Porque el hechizo de Mallory fue interrumpido.”

“Tal vez,” dijo.

Terminábamos de sacar nuestras espadas cuando un gritó resonó por la carretera. Levantamos la vista. Una mujer en un abrigo mullido nos hizo una seña. “Vi como ese tornado los lanzó fuera de la carretera. Salió de la nada, ¿no es cierto? ¿Se encuentran bien? ¿Necesitan ayuda?”

“Estamos bien,” dijo Ethan, sin corregirla sobre el tornado pero lanzando una mirada final a su antiguo y orgullo y dicha. “Pero creo que necesitamos un aventón.”

Su nombre era Audrey McLarety. Era una secretaria legal jubilada de Omaha con cuatro hijos y trece nietos dispersos por Iowa, Nebraska, y el Sur de Dakota. Todos sus nietos jugaban al fútbol o al baseball o iban a clases de baile, y Audrey estaba de regreso a la ciudad luego de asistir a una presentación de baile cercana a Des Moines, de tres de las chicas. A pesar de ser tarde, no se le había ocurrido pasar la noche con sus niños.

“Tienen que atender a sus familias,” dijo, “y yo tengo la mía.” Se refería a su esposo, Howard, y sus cuatro terriers.

Por mucho que apreciáramos el viaje, Audrey era una charlatana. Condujimos hacia Omaha a través de una negrura total, pasamos más campos vacíos y fábricas ocasionales con sus luces y vapores palpitando a través de las llanuras como un monstruo de metal y concreto dormido.

Cuando nos acercamos a la ciudad, el horizonte se volvió naranja debido al brillo de las luces de la calle. Afortunadamente, Audrey había crecido cera a Elliott y estuvo de acuerdo en llevarnos hasta la granja.

Fuimos doblemente afortunados, en realidad, debido a que el sol saldría pronto y necesitaríamos un lugar donde dormir.

Cruzamos el río Mossouri y nos dirigimos hacia el norte a través del compacto centro de la ciudad de Omaha, pasando una plaza peatonal con un montón de edificios de ladrillo viejos y una cadena montañosa de rascacielos antes de llegar al barrio residencial. Casas antiguas, y eventuales cadenas de comida rápida le dejaban paso a campos llanos y granjas, y terminamos en un estrecho camino de grava blanca.

El camino era largo y derecho, y dividía los campos ahora despojados de sus cosechas debido a la aproximación del invierno. Levantábamos polvo al pasar y en la oscuridad no había mucho que pudiera ver. Eso me ponía nerviosa. Tate podía estar escondiéndose allí, esperándonos. Listo para atacar otra vez, listo para lanzarnos fuera de la carretera—y en su segundo intento, podíamos no tener tanta suerte. Y arrastraríamos a una humana con nosotros.

Pasamos granjas todas iguales—con una casa principal y unas cuantas edificaciones anexas detrás de una pared de árboles, los cuales, asumía, eran la protección contra el viento. Las casas resplandecían bajo el brillo de los focos, y me preguntaba cómo podían dormir los habitantes con esa luz…o cómo dormían en absoluto.

Algo sobre la idea de dormir bajo el torrente de un foco en el medio de una llanura oscura me ponía nerviosa. Me sentiría demasiado vulnerable, como si estuviera en el centro de atención.

Después de quince minutos más, llegamos a la dirección que Catcher nos había dado, grandes números de acero estaban clavados en un poste que se erguía como centinela al final de un largo camino de grava. Una granja, muy parecida al resto, estaba apostada al final de éste, unos cientos de metros apartada de la carretera, brillando bajo su luz de seguridad. Sus tablillas de madera eran de color rojo oscuro, y toldos blancos y madera de pan de jengibre en las esquinas del pequeño porche la decoraban. Tenía un tejado a dos aguas, y un gran ventanal. Tenía esta idea de una chica de una pequeña casa en la pradera en un vestido de algodón barato sentada detrás del vidrio, pasando largos días de invierno contemplando la infinita nieve de invierno.

Audrey se detuvo, agarramos nuestras espadas y bolsos, le ofrecimos un gran gracias, y miramos la nube de polvo que la llevaría de regreso a Omaha.

“Estará bien,” dijo Ethan.

Asentí, y caminamos por el camino, el mundo silencioso excepto por nuestras pisadas y un búho que ululaba desde el cortavientos. Tuve una repentina imagen mental de unas grandes alas negras descendiendo para arrancarme del camino y depositarme en el pajar de un antiguo granero. Me estremecí y caminé más rápido.

“No eres un gran chica de granja, ¿cierto?”

“No me molesta estar en el campo. Y amo los bosques—hay un montón de lugares para esconderse.”

“¿Le gusta a la depredadora que hay en ti?”

“Exacto. Pero aquí, no lo sé. Es una extraña mezcla de estar aislado y en el foco por completo. No es lo mío. Dame un apartamento en la ciudad, por favor.”

“¿Incluso con los permisos de estacionamiento?”

Sonreí. “Incluso el tráfico durante la hora pico.” Miré a mi alrededor. Más allá del halo de luz, el mundo era oscuro, y me pregunté cómo sería esconderse allí fuera.

Observando.

Esperando.

El búho ululó de nuevo, provocándome piel de gallina.

“Este lugar me produce escalofríos. Entremos.”

“No creo que los búhos se alimenten de vampiros, Centinela.”

“No quiero correr el riesgo,” dije. “Y no falta mucho para el amanecer.” Le di a Ethan un suave empujón hacia la casa. “Entremos, cariño.”



 Traducido por Luu

andrea_fenix  – (21 de agosto de 2012, 14:54)  

Con ganas de más.. que maño que es Tate... gracias Luu por traducirlo :D

Anónimo –   – (24 de agosto de 2012, 9:57)  

gracias Luu x el capi !!!!

Anónimo –   – (13 de septiembre de 2012, 6:34)  

gracias wapa!!!

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