Biting Cold - Capítulo III


CAPÍTULO TRES

UN HOGAR ORDENADO

Los escalones de madera gastada del porche crujieron cuando los pisamos, y el timbre de la puerta sonó por un largo rato con un sonido pasado de moda.

Un momento más tarde, una mujer en una bata de seda pálida abrió la puerta. Lucía pasada de moda, algo que una mujer usaría en los años cincuenta. Su cabello era un alboroto de ondas rojo brillante, y sus ojos eran de un sorprendente verde—como esmeraldas contra su piel de alabastro. En pocas palabras, era hermosa.

Todavía magullada y llena de barro debido al vuelco, me sentí tímida y torpe.

Ella me dio una mirada apreciativa y luego a Ethan. “¿Puedo ayudarlos?” preguntó, pero luego llenó el espacio en blanco. “Son los vampiros.”

“Soy Ethan Sullivan,” dijo él, “y ella es Merit.”

“Soy Paige,” contestó. “Por favor, entren.” Con la necesaria invitación hecha, Paige se volteó y caminó por el pasillo con los pies descalzos, la puerta abierta detrás de ella.

Miré a Ethan, con la intención de dejarlo pasar primero, pero su mirada estaba en la mujer desapareciendo por el pasillo.

“Ethan Sullivan,” dije, celos aleteando en mi pecho.

“No la estoy mirando a ella, Centinela,” me amonestó él con un guiño, “aunque no soy ciego.” Señaló al pasillo.

Con las mejillas encendidas, miré de nuevo. Las paredes estaban repletas de pilas verticales de libros, una al lado de la otra, tan estrechamente juntas que casi no quedaba lugar entre ellas. Y no eran simplemente libros de tapa blanda en oferta. Eran del tipo de la vieja escuela con tapa de cuero—del que encontraría en la casa de una archivista de la Orden… o en la mesa del sótano de un hechicera rebelde. Por mucho que amara a los libros, me ponía nerviosa entrar en un lugar lleno de tomos mágicos.

Seguí a Ethan a la sala de estar al final del pasillo. Era pequeña pero cómoda, con telas vintage y decoración campestre. Una pequeña chimenea provocaba el olor a humo en el aire, el cual se entremezclaba con el olor a papel antiguo y té fragante.

Paige se acurrucó en un sofá y tomó una taza de té de una mesilla. “Lamento este desastre. Ella no ha aparecido todavía y quería unos minutos de paz y tranquilidad. Tomen asiento”, dijo señalando un sofá frente al suyo con una delicada taza de té y platillo decorado con flores rosas. “¿Les gustaría un poco de té?”

“No, gracias”, dijo Ethan. Nos sentamos en el sofá, y dejamos los bolsos y las espadas a nuestros pies.

“Tienes un montón de libros”, dijo.

“Soy una archivista”, contestó ella. “Es lo que hago”.

“¿Leer?” Pregunté.

“Aprender y catalogar”, contestó. “Recopilo la historia de lo que sucedió antes y recopilo la historia mientras ocurre. Y sinceramente, tengo un montón de tiempo para leer, aquí fuera.”

“Esta no es exactamente la frontera,” dijo Ethan.

“Para los humanos no. Pero ¿mágicamente? Es prácticamente una aspiradora. Aislada, tanto de los hacedores de la magia como de las poblaciones supernaturales. Eso lo convierte en un gran lugar para guardar el Maleficio, cuando es nuestro turno de hacerlo, pero no mucho más.”

“¿Está aquí?” Preguntó Ethan.

“Sano y salvo en el silo,” dijo ella. “Así que, les doy la bienvenida oficial al depósito del Maleficio. Al menos por ahora. Cuando descubrieron que Mallory había escapado, comenzaron a hacer arreglos para trasladarlo.”

“¿No debería haber venido a recogerlo a estas alturas?” Pregunté.

Sonrió. “Estás asumiendo que están ansiosos por trasladarlo. Eso no es así. Baumgartner ha tenido que pedir favores importantes sólo para conseguir que potenciales transportadores lo consideren. Son demasiados riesgos. Cuando alguien se ofrezca finalmente, será una gran cosa el proteger su identidad.” Paige entrecerró la mirada al dirigirse a Ethan. “La Orden no estaba contenta cuando el libro fue robado de la Casa Cadogan. Todos esperábamos que estuviera seguro allí.”

“A riesgo de parecer insensible por tus preocupaciones,” dijo Ethan, “estaba muerto cuando el libro fue robado. Y fue robado por uno de los tuyos, no por un vampiro. Quien trató de convertirme en su familiar.”

Ladeó su cabeza a un lado. “No pareces el familiar de nadie.”

“No lo soy, hasta donde podemos estar seguros. Su hechizo fue interrumpido antes de que lo terminara.”

Pero no antes de que el cielo sangrara y el Midway Plaisance estuviera en llamas, pensé.

Paige lo observó con interés mágico. “Llegó lo suficientemente lejos como para traerte de regreso pero no lo necesario para convertirte en un ciervo descerebrado. Bien por ti. Por otra parte, eso no dice nada bueno de Simon.”

“No es que esté en desacuerdo con el sentimiento,” dije, “pero ¿cómo es eso?”

Paige se encogió de hombros. “Ella trató de crear un familiar, y Simon no se dio cuenta. Eso es magia complicada. Un montón de partes y piezas. Ingredientes, mecanismos, accesorios y en este caso, el Maleficio. Antes de que Baumgartner me dijera esa parte de la historia, estaba dispuesta a darle a Simon el beneficio de la duda sobre no darse cuenta de lo que ella estaba haciendo, pero…”

“¿Ahora no tanto?” Terminó Ethan.

Paige se encogió de hombros. “Para un hechizo pequeño, un encantamiento menor, una hechicera sólo tiene que decir unas cuantas palabras. Ese tipo de magia se parece más a un truco de cartas que a los verdaderos encantamientos. No son más que ilusiones, y no se necesita gran cosa para manejarlos. No me sorprendería que Simon hubiera pasado por alto hechizos de ese tipo. Pero, ¿hacer un familiar? Ese es un gran asunto. Complicado, exigente y laborioso. Hubiera habido señales, no sólo en su lugar de trabajo sino también en ella.”

“Trabajar con magia negra agrietó sus manos,” dije.

“Señales,” dijo Paige asintiendo. “Y Simon es menos que un hechicero por no haberlas notado…por no haberla detenido.”

“¿Y Catcher?” Preguntó Ethan.

El rostro de Paige quedó en blanco. “No es un miembro de la Orden, así que no me corresponde mí hablar de él.”

Ella esquivaba el tema, pero la estrechez de su mirada y la mordaz brisa de magia decían lo suficiente: había sido una muy mala semana para los hechiceros de Chicago. Me hacía sentir mejor el hecho de que los vampiros no eran, por una vez, los que estaban causando problemas.

Paige me miró. “Entiendo que tú y Mallory eran amigas. ¿Han tenido contacto?”

Ella dijo “eran” amigas, como si Mallory y yo nos hubiéramos divorciado e ido por caminos completamente diferentes. Ese pensamiento no me sentó muy bien.

Sacudí la cabeza. “No hubo contacto. La última vez que la vi, estaba siendo arrestada por la Orden.”

“Y ahora quiere otra oportunidad con el Maleficio,” dijo Ethan. “Falló en lograr su meta y quiere intentarlo de nuevo.”

“Estaba tratando de juntar la magia buena y la mala,” expliqué. “El bien y el mal. Su magia la hace sentir incómoda—enferma físicamente—y cree que si libera la oscuridad en el Maleficio se sentirá mejor. Según entiendo, el hechizo del familiar era su medio para lograr ese fin. Pensaba que haciendo magia negra, inclinaría la balanza del bien y del mal en el mundo, y ese desequilibrio liberaría el mal dentro del Maleficio.”

Paige hizo una mueca. “Ese es un método sucio. Podría haber hecho el trabajo, si hubiera terminado el hechizo, pero no es lo que se dice elegante. Un hechizo así de raro es la marca de una hechicera joven. Inexperta,” agregó. “¿Sabemos si tomó libros, materiales o cualquier cosa antes de irse?”

Ethan sacudió la cabeza. “No sabemos, pero no creemos que se haya detenido en busca de algo. Simplemente escapó.”

“Tal vez ya tenía un segundo plan,” Sugirió Paige, “o tiene la confianza suficiente para crear un plan sobre la marcha”.

“Entonces, ¿dónde crees que esté ahora?” Ethan le preguntó a Paige.

“Cerca y planeando, supongo,” dijo Paige. “Si continúa con el mismo método, estará viendo que hechizo usar y tratando de encontrar el modo de entrar, superarme y escapar con el Maleficio.”

“Eres muy indiferente al hecho de que una hechicera está tratando de entrar, superarte y escapar con el Maleficio,” dijo Ethan.

Paige tomó un sorbo de su té, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. “Sé que son sus amigos, y que ella es un gran problema mágico en Chicago…”

“Supongo que hay un ‘pero’ viniendo”. Dijo Ethan.

“Pero”, continuó Paige, “aunque Mallory tiene definitivamente algo de poder, es sólo una pequeña cosa.”

“Trató destruir Chicago”, dijo Ethan, inclinando la cabeza con curiosidad.

“Usando las cenizas de un poderoso Maestro vampiro. Eso no significa que pudiera hacerlo por sí misma.” Paige se encogió de hombros. “Estoy segura que el show de luces fue grande, pero es por eso precisamente que uno querría un familiar con un montón de poder—así podrías usar ese poder para alimentar el tuyo.”

“Miren,” dijo Paige. “No estoy tratando de ser grosera, ni de empequeñecer el caos que Chicago tuvo que enfrentar. Pero soy realista y no tomo ningún lado. Controlar el universo no se trata de hermosas luces y colores y humanos irritantes. Se trata de controlar el universo. Y si consideramos de qué trata el libro, lo que ella hizo ni siquiera califica en el ranking.”

“¿Alguna idea sobre qué hechizo intentará esta vez?” preguntó Ethan.

Paige sacudió la cabeza. “Honestamente, no lo sé. En verdad nunca leí el Maleficio. No porque me faltara curiosidad sino porque es parte de un juramento que tuve que hacer antes de servir aquí. Sin saber no hay tentación.”

“Una política sana,” dijo Ethan llanamente. “Es una lástima que nadie aconsejara a Mallory.”

“Tratará otro hechizo para hacer un familiar?” Preguntó Paige.

Ethan negó con la cabeza. “Parece improbable. Las únicas cenizas de un vampiro en Chicago son las de Celina. No es necesario decir que ya no se encuentran en Chicago.”

Paige asintió. “Siempre podrá seguir el camino del familiar con algo—o alguien—más. Más allá de eso, hay millones de hechizos en el mundo, todos ellos en algún lugar de la escala entre el bien y el mal. Podría elegir cualquiera del extremo maligno de dicho espectro.”

“Hablando de maligno,” dijo Ethan. “Mallory no es la única tras el Maleficio.”

Ethan puso al día a Paige sobre nuestro incidente con Tate y su propia meta de liberar el mal. Cuando hubo terminado, Paige había abandonado su taza de té y estaba inclinada hacia atrás en el sillón, con los brazos cruzados y la mirada pegada a Ethan.

“Y este Tate, ¿qué tipo de criatura es, exactamente?”

“Esperábamos que tú lo supieras,” dije.

Frunciendo el ceño, se levantó del sillón y se dirigió a la pila de libros buscando algo. “Desafortunadamente, hay un montón de opciones, y no tenemos información suficiente para hacer un diagnóstico preciso. ¿Semidios? ¿Genio? ¿Hada?”

Tomó uno de los libros, lo hojeó y luego lo colocó nuevamente en su lugar. “¿Tal vez un íncubo?”
“No sé sobre las otras opciones,” dije, “pero no es un hada.”

“Trabajamos con ellas,” explicó Ethan, ya que las hadas mercenarias custodian las puertas de la Casa Cadogan. Pero no me refería a eso.

“También conocí a Claudia, la reina.”

Los ojos de Paige se agrandaron. “¿Conociste a la reina de las hadas?”

Asentí, pensando en la alta y rubia curvilínea. “Durante la desafortunada muerte de Ethan. Buscábamos la causa de que el cielo se volviera rojo. Ellas son conocidas como las maestras del cielo, por lo que les hicimos una visita. Nos dieron un poco de información, casi muerdo a una de ellas, y bla bla bla, supimos que no tenían nada que ver con el cambio de color.”

“Tú no puedes simplemente casi bla bla bla morder a un hada,” dijo Paige.

“Puedes si la reina de las hadas te provoca al derramar sangre de hadas. Un consejo para el futuro: la sangre de hadas atrae a los vampiros.”

“Tomé nota,” dijo Paige, eligiendo otro libro y trayéndolo al sillón.

“Ya que hablamos de Tate,” dije. “Creo…que algo sobre él ha cambiado recientemente.”

“¿A qué te refieres?” preguntó Paige.

“No es el hombre que solía ser. Durante años hizo campañas a favor de medidas contra la pobreza y llenando su agenda ‘Tate para un Nuevo Chicago’ y de repente ¿comienza a darle drogas a los vampiros?” Sacudí la cabeza. “Eso parece extraño.”

“Es un actor,” señaló Ethan. “Uno mágico. Todo ello fue un acto.”

“¿Durante diez años?”

“Diez años pueden ser simplemente una gota de tiempo para él, por lo que sabemos. Recuerdas que destruyó mi auto. No me estoy sintiendo exactamente amigable con Tate en este momento.”

“Lo sé. Yo tampoco. Si no fuera por él, tú y Celina…”

El pecho se me oprimió al recordar la mirada de Ethan en el momento en que la estaca lo alcanzó, en el momento antes de desaparecer. “De todos modos, no me convertí repentinamente en la fan de Tate. Sólo pienso que hubo una transición.”

Se quedaron en silencio hasta que Paige cerró el libro de un golpe y lo puso en el suelo de nuevo. “Basta de fatalidades y pesimismo. Ya casi sale el sol, y sé que necesitar evitarlo. ¿Qué les parece si les muestro sus habitaciones, y mañana a la noche le echamos un vistazo al silo?”

“¿Dormir es una buena idea?” Pregunté. Tate y Mallory no parecían ser del tipo que cazan el Maleficio de día, pero ¿quién sabe?

“Pondré las alarmas de la casa,” dijo. “Nos alertarán si hay magia cerca. Bueno, se supone que lo hagan.” Miró la puerta cautelosamente. “Tal vez active la alarma normal, también.”

“¿No tendrás algo de sangre?” Preguntó Ethan. “Nuestras provisiones estaban en el auto, y no sobrevivieron al viaje.”

Mi apetito despertó de repente.

Paige asintió. “Pensé que podrían necesitarla, especialmente si las cosas se complicaban con Mallory. Les traeré un poco.”

Recogimos nuestros bolsos y espadas, luego esperamos que Paige resurgiera de la cocina con una bandeja con vasos de cristal antiguos. “Por aquí,” dijo.

La seguimos hasta la escalera, luego al segundo piso y hasta un largo pasillo con habitaciones.

“Los dueños originales de la granja tenían seis niños,” explicó Paige. “La habitación principal está abajo y aquí hay seis habitaciones. Pueden elegir.” Le lanzó a Ethan una mirada apreciativa. “A menos que estés soltero e interesado en compartir una habitación abajo.”

“A pesar de lo considerada que es la oferta,” dijo Ethan, “debo rechazarla. Merit se llevaría indudablemente otra de mis vidas.”

“Que decepcionante,” dijo Paige. “Siempre me pregunté cómo serían los vampiros. Y la mordida.”

“Cada palabra es cierta,” dijo Ethan astutamente.

Una lástima que no pudiera hablarle mentalmente. Podría tener unas cuantas palabras sobre su coqueteo con Paige Martin. En cambio tuve que conformarme con lanzarle una mirada maliciosa que hizo que me sonriera. Ambas, la mirada y su sonrisa me hicieron sentir mejor.

Paige nos dio la bandeja y nos deseó buenas noches, luego desapareció escaleras abajo, dejándonos solos nuevamente.

Las seis habitaciones de la casa eran muy similares, y lucían como si no hubieran cambiado demasiado desde 1940. Cada una tenía una cama de hierro, una mesita de noche, y una cómoda. Las paredes estaban adornadas por un pálido papel tapiz floral. Los pisos eran de madera gastada y la ropa de cama era de felpa anticuada. Lucían como el tipo de habitaciones en las cuales los niños esconderían sus viejas tarjetas de baseball y sus juguetes Cracker Jack en la parte trasera de los cajones de la cómoda o debajo de los colchones.

Cada habitación tenía una sola ventana cubierta por una pesada cortina de terciopelo. Supuse que Paige no quería alentar a los curiosos vecinos.

“¿Prefieres alguna habitación en particular?” Le pregunté a Ethan.

“La que quieras,” dijo, “ya que me quedaré contigo.”

No había ambigüedad en su voz. No era una pregunta, ni una solicitud de permiso. Era una declaración, el anuncio de algo que pretendía hacer. Algo que haría.

“Claro que lo harás,” dije. “Sería de mala educación desordenar dos de sus habitaciones. Podríamos usar una cucheta y evitarle el problema.”

Ethan puso sus ojos en blanco. “Esa no era la razón que tenía en mente.”

“Oh, lo sé,” dije regresando a la primera habitación. “Pero si no mantengo a raya tu ego te volverás insufrible.”

Hizo un sarcástico, pero satisfecho gruñido.

Pensando que tenía sentido elegir la salida más fácil, opté por la habitación cercana a la escalera y dejé el bolso al lado de la cama más cercana a la puerta. Era la Centinela después de todo, y todavía era responsable de la seguridad de mi Maestro.

Sin dudarlo, Ethan dejó caer el bolso al lado de la cama, luego tomó los vasos de sangre de la bandeja. Me entregó uno y bebimos de ellos hasta dejarlos secos en segundos, sedientos debido al hambre y a la curación de rasguños y moretones de nuestros cuerpos causados en el choque.

Las necesidades atendidas, Ethan cerró la puerta de la habitación y le pasó llave. Cuando volteó para enfrentarme, sus ojos se habían plateado—sigo de excitación vampírica, emocional o de otro tipo.

El deseo llenó el lugar, por encima de los olores a sangre, cuero y al acero bien engrasado de nuestras espadas.

“Tenemos negocios sin completar, tú y yo.”

Mis labios se separaron. “¿Negocios sin terminar?” pregunté, pero sus ojos no dejaban lugar a duda.

Levantó una ceja, retándome a llevarle la contraria, pero no pensaba hacerlo. Había estado ausente por dos meses, así que suponía que el universo me debía una…incluso cuando su teléfono sonó audiblemente en el bolsillo de sus pantalones.

Ethan frunció los labios, pero no lo miró.

Por un momento nos quedamos allí en silencio, mirándonos, el deseo encrespándose entre nosotros como las tenazas de un fuego invisible.

“Podría ser Catcher”, dije, nada contenta por la interrupción—y por la posibilidad de que Mallory estuviera merodeando alrededor de la granja y nosotros estuviéramos ignorando la advertencia.

Claramente resignado, sacó el teléfono de su bolsillo y comprobó la pantalla. “Es Malik. Al parecer me perdí unas cuantas llamadas.”

Hice un cálculo rápido. “Es casi el amanecer aquí, lo que significa que ya oscureció allá. Se quedó despierto—pasado el amanecer—para hacerte llegar el mensaje. Deberías atenderlo.”

Frunció el ceño, claramente dividido entre el deber y el deseo. Ya que normalmente hubiera contestado el teléfono inmediatamente, lo tomé como un cumplido.

Al menos podía aliviar la agonía de la elección. “Atiéndelo,” le dije. “No me voy a ninguna parte.”

Me señaló. “Esto no ha terminado,” dijo y contestó el teléfono. Esta vez no activó el altavoz. Como vampiro—y como una depredadora con sentidos agudos—no habría sido difícil escuchar su conversación. Pero respetaba su decisión y no me entrometí. Además, tan pronto como la llamada terminara, me lo contaría todo de todos modos.

Agarré el pijama y un cepillo de dientes de mi bolso y desaparecí en el pequeño baño adyacente a la habitación.

Debería haberme comprobado en un espejo antes. Mi cerquillo oscuro estaba apelmazado, y mi alta cola de caballo era un lío de enredos. Sangre seca salpicaba un ya curado raspón encima de una ceja y la suciedad todavía manchaba mis mejillas. Lucía muy maltrecha, y definitivamente no como el objeto de deseo de nadie.

Las toallas estaban dobladas en una pequeña mesa al otro lado del lugar. Humedecí un paño y me froté la cara hasta que quedó limpia, luego desaté mi cabello y lo cepillé hasta que quedó reluciente. La bañera de cuatro patas había sido equipada con un cabezal de ducha y una cortina y rápidamente limpié la mugre de nuestro viaje dentro de “La zanja que se comió el Mercedes de Ethan”.

Cuando estuve limpia y dentro del pijama, regresé a la habitación, lista para otro intento.

Pero en el instante que entré a la habitación, supe que no estaba destinado a ser. Ethan estaba todavía al teléfono, y la magia punzante en el aire predijo que las noticias de Malik no habían sido buenas. Hablo en voz baja durante unos cuántos minutos más y luego guardó el celular nuevamente.

“Dame las malas noticias primero,” pedí.

“Parece que el ‘vete a la mierda’ de Malik para el administrador no cayó bien.”

Preocupados por el hecho de que la Casa Cadogan estaba causando problemas en Chicago y más allá, el Presidio de Greenwich asignó un administrador, un engendro llamado Franklin Cabot, para encargarse temporalmente de la Casa luego de la muerte de Ethan. Había implementado normas horrorosas durante mandato felizmente breve. No eran restricciones exactamente populares para vampiros que vivían prácticamente en una casa de fraternidad.

Cuando Ethan regresó, Malik echó a Cabot sin miramientos.

“¿Qué tan malo fue?”

“Todavía no se han tomado decisiones, pero Darius ha convocado una shofet. Es una reunión de emergencia en la cual el PG trata asuntos urgentes.”

Darius West era la cabeza del Presidio de Greenwich. Su rango era tan elevado que hasta Ethan se dirigía a él como “señor”.

“¿Cómo una rebelde Casa americana que no parece respetar su autoridad?” Pregunté.

“Exacto”, dijo Ethan pero no dio más explicaciones. Comencé a crear situaciones en mi mente en las cuales los vampiros de Cadogan eran expulsados. Junto con los problemas más graves, tendría que encontrar un apartamento. En Chicago. En invierno. Eso no me haría para nada feliz.

“Exactamente, ¿qué tan serio es?”

“Lo suficiente.” Ethan frunció el ceño y se frotó las sienes.

“¿Te encuentras bien?”

Sonrió apenas. “Es sólo un dolor de cabeza. Pasará.”

La atmósfera de la habitación había cambiado, de deseo insatisfecho a anticipación política y mágica. El sol eligió ese momento para romper el horizonte; no podía verlo a través de las cortinas, pero en repentino peso de mis párpados era prueba suficiente.

“Parece ser que ciertas cosas no están destinadas a ser,” dijo Ethan.

Asentí, sin nada más que hacer. Los vampiros duermen durante el día, no sólo porque la exposición directa a la luz del sol nos mataría, sino porque su salida nos llevaba a la inconciencia. Podíamos luchar contra el cansancio, pero era una dura batalla.

Sucumbiríamos eventualmente.

Parecía entender mis dudas.

“Ambos tenemos otras cosas, otras personas, en nuestra mente,” dijo. “Tendremos un montón de tiempo para el resto cuando hayamos solucionado esta crisis en particular.”

“¿Y si no podemos?”

“Podremos,” dijo. “Te veré malditamente desnuda en circunstancias más propicias antes de que el año termine.”

No pude evitar reír.

Ethan tomó su turno para refrescarse, luego emergió del baño en pantalones de pijama que no dejaban mucho de su cuerpo a la imaginación. Su medalla Cadogan colgaba por encima de la cicatriz que arrugaba su pecho—la marca que llevaba por recibir la estaca de Celina.

Demasiado pronto, apagó la luz, y nos subimos al duro y crujiente colchón. Ethan no perdió tiempo en atraer mi cuerpo contra el suyo.

Disfruté la sensación, la gloria de tenerlo allí. De su calidez, de su olor, su energía, su todo.

“No podemos hacer nada para detener la salida del sol,” dijo. “Descansemos, y presentemos una buena batalla mañana.” Presionó mi espalda más cerca suyo, su brazo se deslizó alrededor de mi cintura.

Me estremecí, por reflejo.

“¿Tienes frío?”

“Es un hábito. Solía tener problemas para dormir.”

“¿Antes de la salida del sol?”

“Antes de la salida del sol,” estuve de acuerdo. “Podía estar exhausta pero mi mente correría con todas las cosas que necesitara hacer, papeles para calificar y otros sinsentidos. Por lo que desarrollé un pequeño truco.2

“¿Estremecerte?”

“Imaginar. Me atrincheraría en las sábanas, cerraría los ojos e imaginaría que era invierno y una tormenta estaba teniendo lugar fuera. Las temperaturas serían congelantes. El viento helado. Y habrían tormentas de nieve.”

“No es un escenario reconfortante exactamente.”

“No era la tormenta lo que era reconfortante. Era la idea de estar segura y caliente dentro.”

“¿Y funcionaba?”

“De algún modo terminaría dormida.”

Ethan rió. “Entonces cuéntame tu historia, Centinela. Cálmame hasta dormir.”

Sonreí y cerré los ojos. “Estamos frente a la costa de Alaska, en un carguero en el mar de Bering. Es fines de verano, y el aire se está volviendo más frío. El mar está calmo, pero hay un fuerte viento.”

Ethan tembló un como y se apretujó contra mí. Más cerca de mí.

“Estamos en un camarote. Nada lujoso, pero hay un grueso y suave colchón. Nos acostamos, el viento silbando fuera, las olas bajo nuestro. Cerramos los ojos, el mundo se inmoviliza, la nieve comienza a caer y nos quedamos dormidos.”

“Una linda historia,” dijo Ethan en voz baja. “Pero yo también tengo una. Imagina un fuego rugiente en la profunda oscuridad del invierno de Chicago. Imagina la calidez del fuego contra tu piel—”

“Probablemente estaría usando un pijama de franela,” bromeé pero Ethan ni se inmutó. Se acercó y puso sus labios contra mi oído.

“No estarías llevando nada más que tu medalla Cadogan y una sonrisa, Centinela.”

“¿Es una predicción?”

“Es una promesa.”

Y con la posibilidad de esa promesa en mente, dejé que mi cuerpo descansara y me quedé dormida.

Traducido por Luu

Anónimo –   – (28 de agosto de 2012, 10:27)  

gracias por el capi Luu !!!! :)

Anónimo –   – (29 de agosto de 2012, 20:32)  

Muchas Graciaaaaasss!!!!!!!!!!!! son geniales espero con ansias el siguiente capítulo.

Saludos Nohelia

Anónimo –   – (7 de septiembre de 2012, 9:52)  

LUU
GRACIAS X LAS TRADUCCIONES ESTAN BUENISIMAS ESPERAMOS MUY PACIENTEMENTE LOS DEMAS CAPIS

SALUDOS
LILA

Marijose  – (13 de septiembre de 2012, 11:02)  

hola!!
me encanta esta saga... y siempre kiero mas de ella...
te importaria enviarme el pdf en ingles??
asi puedo ir adelantando mas...
cada capitulo me deja con ganas de mas...
estoy enganxada a esta saga!!
jejeje

x cierto.. mi e-mail: mj_pdf_5@hotmail.com

spero nuevo capi.. y el correo!!

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