Escena eliminada por la autora del libro Some Girls Bite

ESCENA BORRADA DE CHICAGO VAMPS BOOK I

La escena: originalmente, la angustia de Merit de haber sido convertida en un vampiro la lleva a la Biblioteca de Washington, donde se da cuenta que los vampiros y el horario comercial no se llevan bien….
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El centro Bibliotecario Washington Harold – la sucursal principal del sistema de bibliotecas públicas de Chicago – era mi hogar lejos de casa. Estaba a mitad de camino entre la Universidad, la cual estaba en Hyde Park, y nuestra casa en Lincoln Park. Si tenía tiempo en las mañanas, pasaba, le dedicaba una hora a la lectura o compra o simplemente observaba la ciudad desde sus ventanales. Conduje al sur hacia la biblioteca, la cual se ubicaba en la esquina de la Sur y la alameda Congreso, estacioné junto a la acera, y me quedé mirando al edificio. Mi corazón se derrumbó – el edificio estaba oscuro y calmo. Los horarios estaban impresos en la puerta. La biblioteca cerraba a las 7 p.m en días de semana, y abría nuevamente a las 9 a.m. a pesar del hecho de que había logrado llegar hasta la biblioteca a dos horas de haberme levantado, estaba cerrada.
Y para mi previsible futuro, no serían más que unas escasas horas de la noche en fines de semana.
Deslicé una mano sobre las puertas vidriadas de la biblioteca. Estaban frías. Sentí el pánico surgir, y tuve que forzarme a mí misma a respirar. Aquí es donde solía vivir. Donde estudiaba. Era el más grande de los edificios de bibliotecas públicas en el mundo, y mi centro personal de meditación. Tenía amigos que se habían casado en los Jardines de Invierno. Me había quedado mirando hacia fuera por esos ventanales de piso a techo y había pasado más tiempo vagando las estanterías de lo que un macanudo, recién creado vampiro probablemente llegara admitir. Y estaba cerrada para mí.
Tal vez en el invierno, cuando los días fueran cortos, sería capaz de pasar una hora antes que la biblioteca cerrara en la noche. Pero no mas cálidas tardes de Agosto en la quietud con aire acondicionado del edificio, el frío aire a respirar de los asadores veranos de Chicago. No más sábados lluviosos acurrucada en una esquina con una copia de Jane Eyre o Wuthering Heights.
Había sido privada de uno de los más importantes pilares de mi vida.
Di un paso atrás, miré hacia arriba al rojizo muro y al diseño platinado de aluminio que enmarcaba el exterior neoclásico del edificio. Y luego me hundí en el piso, puse mi cabeza sobre mis rodillas, y lloré.
Lloré por casi una hora, hasta que pude sentir el amanecer abalanzándose sobre mí – y el sueño corriendo a su lado. Pasando por mis ojos, sabía que debía tomar una decisión. Si iba a ser quemada hasta las cenizas, iba a ser a propósito, no por una clase de accidente en el manejo del tiempo. Elevé mi cabeza, buscando el rosado cielo.


“Largo día? O, noche, supongo?”
Había estado allí una hora, llorando frente a la biblioteca. Podía sentir el amanecer aproximarse – y al sueño acompañándolo – pero no podía despertar el interés por moverme.
Pero alguien había hablado, así que quité el cabello de mi cara, sequé mis ojos con el revés de mis manos, y miré arriba. Un hombre se paraba ante mí, unos metros de distancia, su dorada cabellera al hombro iluminada por la luz de calle. Él era alto, probablemente un centímetro o dos pasando el metro ochenta y algo, y delgado como un nadador – cintura angosta, hombros amplios, piernas largas. Vestía un par de pantalones grises de buen corte y una blanca camisa abotonada. Su rostro era cincelado, una barba incipiente a lo largo de su mentón y mejillas afiladas, sus ojos cubiertos por unas casuales gafas. Muy GQ.
“Noche,” respondí. Él extendió una mano, piernas separadas para ayudarme a levantar, pero lo ignoré. “Estoy bien, gracias.” Saqué una banda elástica de mi muñeca y la enrosqué hacia arriba en una coleta, luego tiré a través del elástico otra vez para anudarla.
“Estabas llorando.”Para un completo extraño, él sonaba genuinamente sorprendido.
“Estoy bien. Gracias por echar un ojo, pero por favor continúa con tus asuntos.” No estaba segura de si iba a hacerlo, forzarme a quedarme hasta que el sol saliera, pero no iba a tomar la decisión frente a un extraño, uno parecido a David Beckham.
Él miró hacia el este por la calle Sur, luego de regreso a mí. “El sol está próximo a salir, y estoy seguro que sabes eso. No preferirías estar dentro?”
Así que él sabía lo que era, o él era uno. Uno de nosotros, él mismo. Todavía tenía problemas con identificarme. “No en particular. Y no recuerdo haberte molestado, así que siéntete libre de arrastrarte nuevamente al hoyo infernal del que saliste.”
Él se rió, sonaba sorprendido de estar haciendo eso, y se quitó sus gafas, las metió en el bolsillo de su camisa. Sus ojos eran de un intenso, translúcido verde, un color que llevaba la intensidad del follaje selvático. Ojos que había visto antes.
Ethan.
“Tú hiciste esto.”
Él echó una mirada a la biblioteca, luego de regreso a mí. “No establecí el horario del sistema de bibliotecas públicas de Chicago, si eso es lo que está sugiriendo. Pero a ti, Merit, sí. Yo lo hice. Estaba allí cuando fuiste mordida. Yo te cambié.”

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