PERFECCIÓN // Capítulo 7

Transcripto por Rocío y corregido por Lu

VALENTINO 317

- Espera un momento- dijo Zane, antes de sacar el anillo de comunicación del dedo de Tally y quitarse después el suyo para adentrarse con ella en el jardín del placer -. Será mejor que nos desprendamos de ellos- sugirió-. ¿No querrás que nos sigan?
- Ah, tienes razón.- Tally recordó sus días de imperfecta, cuando le resultaba tan fácil engañar a los vigilantes de la residencia -. Anoche los guardianes me dijeron que me tendrían... vigilada.
Zane se rió.
- A mí me tienen vigilado siempre.
Zane ensarto los anillos en dos juncos altos, que se inclinaron bajo el peso del metal de las sortijas.
- El viento los moverá de vez en cuando - explicó-. Así no parecerá que nos los hemos quitado.
- Pero ¿no parecerás extraño? ¿Que tú y yo pasemos tanto rato en un mismo sitio?
- Es un jardín del place.- Zane se echó a reír-. La de tiempo que habré pasado yo aquí.
Tally sintió una desagradable vibración en todo el cuerpo, pero se abstuvo de exteriorizarla.
- ¿Y cómo vamos a encontrarlo después?
- Conozco este lugar. Deja de preocuparte.
- Lo siento.
Zane se volvió hacia ella y rió.
- No hay nada que sentir. Hace siglos que no disfrutaba tanto de un desayuno.


Dejaron los anillos allí y se encaminaron hacia el río en dirección a la Mansión Valentino. Durante el trayecto, Tally no dejada de preguntarse qué sería lo que descubrirían en la habitación 317. En la mayoría de las mansiones cada habitación tenía su propio nombre -la habitación de Tally en Komachi se llama Etcétera; y la de Shay cieloazul-, pero Valentino era tan antigua que las habitaciones estaban numeradas. Los valentinos daban mucha importancia a ese tipo de cosas y se aferraban a las antiguas tradiciones de su residencia medio desmoronada.
- Buen sitio para esconder algo- opinó Zane cuando se aproximaban a la enorme mansión-. Es más fácil guardar un secreto donde las paredes no hablan.
- Seguro que por eso pirateó la fiesta de Valentino y no la de cualquier otra mansión- conjeturó Tally.
- Pero no contaban con que llegara yo y lo fastidiara todo- dijo Zane.
Tally lo miró.
- ¿Tú?
- Al principio estábamos en la mansión de piedra, pero, al ver que no os encontrábamos por ninguna parte, propuse subir a la aguja de la nueva torre de fiesta para que las paredes inteligentes dieran con vosotros.
- A nosotros se nos ocurrió lo mismo- dijo Tally.
Zane negó con la cabeza.
- Sí, bueno, si nos hubiéramos quedado todos abajo, los especiales no habrían localizado a Croy tan rápido. Le habría dado tiempo a hablar contigo.
- ¿Así que oyen a través de las paredes?
- Sí. - Zane sonrió-. ¿Por qué crees que sugerí la idea de hacer un picnic en un día tan frío y falso como este?
Tally asintió, pensando en ello con detenimiento. El sistema de comunicación de la ciudad te enviaba mensajes, respondía tus preguntas, te recordaba las citas e incluso encendía y a pagaba las luces de tu habitación. Si los de Circunstancias Especiales querían vigilarte, podían saber todo lo que hacías y la mitad de lo que pensabas. Tally recordó el momento en que estuvo hablando con Croy en la torre de fiesta, y cayó en la cuenta que llevaba puesto el anillo de comunicación y que las paredes debieron captar todo lo que allí se dijo.
- ¿Vigilan a todo el mundo?
- No, no podrían, y a la mayoría de la gente no vale la pena vigilarla. Pero alguno de nosotros recibimos un trato especial. Como en circunstancias especiales.
Tally profirió una maldición al pensar en lo rápido que habían aparecido los especiales la noche anterior. Solo había estado unos minutos con Croy, como si los especiales hubieran estado cerca, esperándolos. Puede que ya hubieran visto que habían pirateado la fiesta. O quizá no hubieran andado en ningún momento muy lejos de Tally Youngblood..
Tally dirigió la mirada hacia los árboles. Las sombras cambiaban con el viento, y en su imaginación vio siluetas grises deslizándose entre ellas.
- No creo que lo de anoche fuera por ti, Zane. Fue culpa mía.
- ¿Por qué lo dices?
- Siempre es culpa mía.
- Eso no es verdad, Tally - dijo Zane en voz baja -. No hay nada malo en ser especial.
La voz de Zane se fue apagando cuando atravesaron el arco principal de la Mansión Valentino. Ya en el interior, entre las frías paredes de piedra, reinaba un silencio sepulcral.
- Aún duraba la fiesta cuando nosotros nos fuimos- susurró Zane -. Seguro que acaban de irse a la cama.
Tally asintió. Aún no había siquiera ni un robot de mantenimiento trabajando. Los pasillos se veían sembrados de jirones de disfraces. El olor de las bebidas derramadas llenaba el aire de un perfume dulzón, y el suelo estaba pegajoso. El glamour de la fiesta se había desvanecido, como cuando lo chispeante se convertía en resaca.
Tally se sentía el dedo desnudo sin anillo de comunicación, sensación que le hizo evocar recuerdos de cuando cruzaba el río a hurtadillas siendo imperfecta, invadida por el terror a que la cogieran. Pero el miedo le sirvió para no dejar de ser chispeante y aguzar los sentidos lo suficiente para oír los residuos de la fiesta vagando a la deriva por los pasillos a merced de las corrientes de aire, así como para distinguir el aroma a uva seca del champán derramado y del tufo a cerveza pasada. Salvo por el ruido de sus propios pasos, la mansión estaba sumida en un silencio absoluto.
- Quienquiera que viva en la 317 debe de estar durmiendo- susurró Tally..
- Pues lo despertaremos- dijo Zane en voz baja, con los ojos brillantes en la penumbra.
Las habitaciones de la primera planta estaban todas numeradas a partir del 101, de modo que procedieron a buscar en los pisos superiores. La mansión se había equipado en un momento dado con nuevos ascensores, pero sin los anillos de comunicación, las puertas no se les abrirían. Una escalera de piedra los condujo hasta la tercera planta. La numeración de las habitaciones comenzaba con 301 e iba ascendiendo a la medida que avanzaban por el pasillo, con los impares a un lado y los pares del otro. Zane apretó la mano de Tally cuando llegaron a la altura de la 315.
Sin embargo, la siguiente habitación era la 319.
Al volver sobre sus pasos para comprobar la numeración del otro lado del pasillo, solo vieron las puertas correspondientes a la 316, 318, 320. Cuando recorrieron el resto de la planta encontraron todos los números comprendidos entre el 320 y el 340, tanto pares como impares, pero ni rastro de Valentino 317.
- Es un misterio de lo más chispeante- dijo Zane, riendo para sus adentros.
Tally suspiró.
- Puede que todo haya sido una broma.
- ¿Crees que los habitantes del Nuevo Humo piratearían una invitación para toda la ciudad, cruzarían el río a escondidas y se colarían en una fiesta con la única intención de hacernos perder el tiempo?
- Probablemente, no - admitió Tally, pero sintió que algo en su interior comenzaba a apagarse. Se preguntó si aquella expedición en busca de un gran secreto que unos imperfectos habían dejado allí escondido tendría algún sentido. A fin de cuentas, colarse en una mansión ajena era algo bastante falso.
- ¿Crees que aún estará caliente el desayuno? -preguntó.
- Tally... -Zane volvió una intensa mirada hacia ella. Con manos temblorosas le puso el pelo detrás de las orejas -. Quédate conmigo.
- Estoy aquí -dijo ella.
Zane se inclinó sobre Tally hasta que sus labios rozaron casi los de ella.
- Me refiero a que te mantengas chispeante.
Tally lo besó, y al notar la presión de los labios de Zane el mundo se agudizó de nuevo. Desterrando entonces el hambre de su mente, dijo:
- Está bien. ¿Y el ascensor?
¿- ¿Cuál?
Tally lo llevó hasta el espacio existente entre la 315 y la 319. La amplia extensión de pared de piedra se veía interrumpida por la puerta de un ascensor.
- Aquí había una habitación - dijo ella.
- Pero la eliminaron cuando pusieron el ascensor - Zane se echó a reír -. Qué vagos son estos perfectos. No pueden subir ni dos pisos por escaleras.
- Así que puede que la 317 sea ahora el ascensor.
- Pues que falso -dijo Zane -. No podemos llamarlo sin los anillos de comunicación.
- Podríamos esperar a que alguien lo llame y colarnos dentro.
Zane miró a un lado y al otro del pasillo vació, cubierto de vasos de plástico y jirones de adornos de papel.
- Pasarán horas -dijo, suspirando -. Para entonces ya no seremos chispeantes.
- Ya. Nada chispeantes - Una capa de borrosidad comenzaba a instalarse de nuevo en la visión de Tally, y su estómago rugió ante la falta de comida, haciéndole evocar un bollo de chocolate recién hecho. Tally sacudió la cabeza para borrar de su mente esta imagen, que se vio sustituida por un uniforme de circunstancias especiales. La noche anterior, la visión de aquella silueta enfundada en seda gris le había servido para centrarse y la había llevado a perseguir a Croy hasta la escalera de incendios. Todo aquello había sido una prueba para ver hasta qué punto funcionaba su mente. Puede que ahora estuviera ante otra prueba. Un chispeante misterio, como había dicho Zane.
Tally se quedó mirando la puerta del ascensor. Tenía que haber una manera de entrar en él.
Poco a poco fue viniéndole un recuerdo. Era de sus días de imperfecta, pero no hacía mucho de ello. Tally recordaba haber caído por el hueco sin luz de un ascensor. Era una de las historias que Shay siempre le gustaba oírle contar, acerca de cómo Tally y David se habían colado en la sede central de Circunstancias Especiales..
- El tejado - dijo Tally.
- ¿Qué?
- Se puede bajar por el hueco de un ascensor desde el tejado. Yo lo he hecho.
- ¿En serio?
En lugar de responder, Tally lo besó de nuevo. No sabía exactamente cómo se podía bajar, pero estaba segura de que, si se mantenía chispeante, tarde o temprano lo recordaría.
- Sígueme.


Acceder al tejado no era tan sencillo como Tally pensaba, pues las escaleras por las que habían subido acababan en la tercera planta. Tally frunció el ceño, sintiendo que la frustración volvía a entorpecerlo todo. En la mansión Komachi se podía subir a la azotea sin problemas.
- Qué mal pensando. ¿Qué hacen si hay un incendio?-
- La piedra no arde -respondió Zane, antes de señalar un ventanuco situado al fondo del pasillo por donde se filtraba la luz del sol a través de unos vidrios de colores - Esa es la salida -dijo, antes de encaminarse hacia ella.
-¿Cómo? ¿Trepar por la pared del exterior?
Zane sacó la cabeza por la ventana y miró abajo, dejando escapar un largo silbido.
- Nada como las alturas para mantenerse chispeante.
Tally arrugó el ceño, dudando de si quería mantenerse chispeante hasta tal punto.
Zane se subió al alfeizar y se inclinó hacia fuera para coger el borde superior de la ventana. Luego se puso de pie con cuidado, irguiéndose poco a poco hasta que Tally no vio más que sus botas apoyadas en la cornisa de piedra. El corazón se le aceleró de nuevo hasta tal punto que lo notó latir en la punta de los dedos. El mundo se volvió de repente tan afilado como un carámbano de hielo.
Durante un largo momento, los pies de Zane permanecieron inmóviles; luego se arrastraron hacia el borde, hasta que Zane quedó apoyado en la piedra únicamente con la punta de los dedos, en un precario equilibrio.
- ¿Qué haces ahí arriba?
En respuesta a su pregunta, las botas de Zane se elevaron un poco en el aire. Al oír después el sonido sordo de las suelas en contacto con piedra, Tally se asomó por la ventana y miró hacia arriba.
Sobre su cabeza vio que Zane pendía del borde del tejado, con los pies balanceándose de una lado a otro y rozando el muro, hasta que una de las botas se agarró a una grieta que había entre las piedras. Zane se impulsó entonces hacia arriba y se perdió de vista.
Un instante después apareció su rostro, luciendo una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Vamos, sube!
Tally volvió a meter la cabeza, y respirando hondo, colocó las manos en el alféizar. La piedra estaba áspera y fría. El viento que pasaba silbando a través de la ventana hizo que se le erizara el vello de los brazos.
- Mantente chispeante - se dijo Tally en voz baja. Acto seguido, tomó impulso para sentarse en la ventana, donde el frío de la piedra le traspasó los muslos y miró un instante al suelo. Había un largo trecho hasta el lecho de hojas y las raíces de los árboles que frenarían su caída. El viento sopló de nuevo, agitando las ramas cercas, y Tally pudo ver cada una de las ramitas que la componían. El olor a pino le abrió las fosas nasales. Mantenerse chispeante no iba a ser ningún problema.
Sacó un pie a la cornisa y luego el otro.
Ponerse de pie era lo que más miedo daba. Tally se aferró al marco de la ventana con una mano mientras se levantaba, buscando con la otra un lugar donde asirse al muro exterior. No se atrevía a mirar hacia abajo. La piedra fría estaba llena de grietas y agujeros, pero no parecía haber ninguno lo bastante grande para poder agarrarse con algo mas que la punta de los dedos.
Ya con las piernas totalmente estiradas, Tally se quedó paralizada un momento, meciéndose ligeramente con la brisa, como una torre con una base insuficiente para soportar su altura.
- Esto sí que te mantiene chispeante, ¿eh? - dijo Zane desde arriba-. Cógete a la cornisa.
Tally despegó los ojos del muro que tenía enfrente y miró hacia arriba. El borde del tejado quedaba fuera de su alcance.
- Eh, esto no es justo. Tú eres más alto que yo.
- No pasa nada-. Zane le tendió una mano.
- ¿Estás seguro de que puedes sujetarme?
- Vamos Tally-wa. ¿Qué sentido tiene tener todos esos músculos de nueva perfecta si no los utilizas para nada?
¿- ¿Cómo para matarse? -dijo Tally entre dientes, pero alargó la mano para coger la de Zane.
Sin embargo, los nuevos músculos de Tally eran más fuertes de lo que ella pensaba. Cogida con fuerza a la muñeca de Zane, se impulsó sin problemas desde el alféizar de la ventana. Con la mano libre se agarró al borde del tejado, y consiguió meter una puntera en una grieta del muro. Con un gruñido logró auparse y pasar rodando por encima de la cornisa. Ya en el tejado se quedó despatarrada sobre la piedra maciza que tanta tranquilidad le inspiraba, riendo ante la sensación de alivio que la invadió de repente.
Zane sonrió.
- Lo que te he dicho antes es cierto.
Tally alzó la vista hacia él con expresión inquisitiva.
- Llevaba mucho tiempo esperando a alguien como tú.
Los perfectos no se sonrojan, al menos no como los imperfectos, pero Tally rodó por el suelo para ponerse de pie y ocultar así su reacción. Después de una acción tan chispeante como aquella arriesgada escalada, la mirada de Zane había cobrado demasiada intensidad. Tally se quedó inmóvil contemplando las vistas.
Desde el tejado vio las agujas de la ciudad de Nueva Belleza alzándose sobre sus cabezas y los verdes senderos de los jardines del placer serpenteando por la colina central. Al otro lado del río, Feo polis ya estaba despierta. Se divisaba un campo de fútbol lleno de imperfectos recién convertidos agolpados alrededor de una pelota negra y blanca, y el viento llevó hasta sus oídos el sonido de un silbato que alguien pitaba con furia. Tally sentía como si no pudiera ver más allá de aquel paisaje, mientras que su sistema nervioso seguía resonando en su interior desde el momento en que había pendido de la mano de Zane.
El tejado de piedra era una azotea donde solo destacaban los extremos giratorios de tres respiradores, el altísimo mástil de transmisión y una caseta de chapa no más grande que el armario de un imperfecto. Tally apuntó hacia la caseta.
- Eso está justo encima del ascensor..
Tally y Zane atravesaron el tejado. En la antigua puerta de la caseta, que era una plancha de metal cubierta de óxido como las que había desparramadas por las ruinas, habían grabado meticulosamente unas letras: VALENTINO 317
- Esto no tiene nada de falso, Tally. Dijo Zane, sonriendo.
Acto seguido, tiró de la puerta, pero una cadena brillante se tensó de un golpe con un quejumbroso chirrido -. Hummm.
Tally miró el dispositivo que impedía que la cadena se soltara, estrujándose la cabeza, que aún le daba vueltas.
- Esto es lo que se llama un... candado, creo - Tally tocó el objeto de acero liso, sosteniéndolo entre los dedos mientras trataba de recordar cómo funcionaba -. En el Humo los tenían para proteger cosas que la gente podía robar.
- Genial. Hemos llegado hasta aquí y seguimos necesitando los anillos.
Tally negó con la cabeza.
- Los habitantes del humo no utilizan anillos de comunicación, Zane. Para abrir un candado se necesita una... -Tally hizo memoria en busca de otra vieja palabra hasta que por fin dio con ella -. Debe de haber una llave en alguna parte.
- ¿Una llave? ¿Cómo una contraseña?
- No. Esta clase de llave es una cosa pequeña de metal. Se mete dentro del candado y al girarla hace que se abra.
- ¿Y cómo es?
- Es una pieza de acero plana, del tamaño de un pulgar, con dientes.
Zane soltó una risita ante aquella imagen, pero empezó a mirar a su alrededor.
Tally se fijó en la puerta y vio claramente que la caseta era mucho más antigua que la cadena que la mantenía cerrada. Se preguntó para qué la habrían utilizado. Acercándose al resquicio que había abierto Zane, Tally se protegió los ojos con las manos y miró a través de la abertura. La vista se le acostumbró poco a poco a la oscuridad del interior, hasta que consiguió distinguir varias formas.
Parecía haber una enorme polea y un rudimentario motor mecánico, como los que empleaban en el Humo. El ascensor había funcionado en su día mediante una cadena que lo subía y lo bajaba. Aquella caseta era antigua; debían de haberla abandonado hacia siglos cuando se inventaron las alzas. El funcionamiento de los ascensores modernos se basaba en el mismo principio que las aerotablas y los arneses de salto (lo cual era muchísimo más seguro que pender de una cadenas... Tally se estremeció solo de pensarlo. Con la incorporación de las alzas, debieron de dejar olvidado el viejo mecanismo allí arriba, en el tejado.
Tally volvió a tirar del candado, pero estaba sujeto con fuerza. Aquel objeto, tan pesado y rudimentario, se veía fuera de lugar allí, en la ciudad. Cuando los guardianes querían proteger algo, colocaban un sensor que advertía a la gente que se mantuviera alejada. Solo los habitantes del Nuevo Humo habrían empleado un candado hecho de metal.
Croy le había dicho que fuera allí, así que debía de haber una llave en alguna parte.
- Otra maldita prueba -refunfuñó Tally.
- ¿Una qué? -preguntó Zane, que en su búsqueda de la llave había trepado a lo alto de la caseta.
- Como Croy disfrazado de especial -explicó Tally -. Y lo de hacernos buscar la 317 de Valentino. Dar con la llave tiene que ser difícil, porque todo esto es una prueba. Lo que pretenden es que nos cueste encontrar lo que Croy dejó escondido para mí. No quieren que lo encontremos a menos que seamos chispeantes.
- O quizá -repuso Zane, sentado en un borde de la caseta -quisieran que la búsqueda nos haga chispeantes, para que así pensamos con claridad cuando lo encontremos.
- Todo puede ser -dijo Tally, y dio un suspiro. Sentía que el enfado crecía en su interior, junto con la sensación de que aquella prueba nunca llegaría a su fin, de que cada solución llevaría simplemente a otro nivel, como en un estúpido videojuego. Quizá la decisión más inteligente fuera dejarlo correr y limitarse a desayunar. ¿Y por qué estaría tratando de demostrar su valía ante los habitantes del Nuevo Humo? Si ellos no importaban. Ella era guapa y ellos feos.
Pero Zane seguía dándole vueltas a la cabeza.
- O sea, que han escondido la llave en alguna parte donde es muy difícil encontrarla. Pero ¿Qué podría ser más difícil que subir hasta aquí?
Tally recorrió el tejado con la mirada hasta fijarse en la torre de transmisión. Arriba del todo, a veinte pisos de altura sobre el nivel de la azotea, la bandera de Valentino ondeaba al viento. Ante su visión, el mundo volvió a cobrar vigor, y Tally sonrió.
- Subir hasta ahí arriba.

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