Some Girl biten - Capítulo 15 y Epilogo

Bueno aki esta por fin el final de este magnifico libro!!!...y como Luu esta de viaje me encargare yo de los cambios del blog durante 10 días. A Disfrutar de la lectura!!

BESOS HANNA

CAPÍTULO QUINCE - ANTES DEL DILUVIO

La noche siguiente desperté exhausta, habiendo pasado la mayor parte del día rodando, mirando, maldiciendo y recreando los eventos de la noche anterior, mentalmente reviviendo cada momento que Ethan y yo compartimos, preguntándome cómo, por qué, había sido tan fácil para él entregarme como parte del pago por su preciado capital político.
Mientras el misterio tejía en mi mente, tenía trabajo que hacer, así que me levanté, bañé, vestí, comí un bowl de cereales en la oscuridad de mi cocina, me deslicé en la chaqueta de cuero, y agarré la espada en el cinturón con la caja de pastelitos que no había tenido tiempo de entregar la noche anterior, preparando el regreso a la Casa Cadogan y para reportarme al deber.
Había terminado de cerrar la puerta frontal y girarme para descender de los escalones cuando vi a Morgan apoyado contra su auto, brazos y tobillos cruzados. Estaba en jeans de nuevo, una remera negra metida en sus pantalones, sostenida por un gran pesado cinturón negro, y la ubicua chaqueta de cuero. Él estaba sonriendo. “Hola.”
Me quedé parada en el porche, pestañeando, luego bajé los escalones y me dirigí al garage, esperando que el obvio desinterés lo hiciera correr. En cambio, él me siguió, parando en el umbral del garage, con una desarmadora y hermosa sonrisa en su rostro.
“Tú dijiste que podía llamar.”
“Llamar,” repetí. “No aparecerte al anochecer.” Abrí la puerta del garage, caminé dentro y desbloqueé la puerta del auto.
“Me diste permiso para cortejarte.”
Con lo que pensé era una impresionante cantidad de control, me contuve para no ahuyentarlo con la espada, y en cambio abrí la puerta del lado del conductor y deslicé la katana en el asiento trasero, luego coloqué la caja de pastelitos en el de enfrente. Hecho esto, me volteé hacia él.
“Me pusiste en compromiso enfrente de cincuenta vampiros. No podía exactamente decir que no.” Él abrió su boca para responder, pero no le di la chance. “Cincuenta vampiros Morgan. Cincuenta, incluyendo a mi Maestro, otro Maestro, y el líder de los vampiros Rogue.”
Él sonrió abiertamente y se encogió de hombros. “Bueno, quería testigos.”
“Querías marcar tu territorio.”
Morgan caminó a través del garage, pasó entre la estrecha pared y la puerta del chofer y antes de que pudiera escapar, me estampó entre el automóvil y la puerta abierta, las manos a los lados para impedir mi escape. Se inclinó hacia delante. “Tienes razón. Quería marcar mi territorio.”
Hora de desinflar el ego. “No tienes chance.”
“No estoy de acuerdo. Bailaste conmigo. Me alimentaste. No abriste mi garganta cuando te di la oportunidad.” Él sonrió, una sonrisa brillante y malvada. “Quizá estés confundida, pero estás interesada. Admítelo.”
Le di una mirada marchita que no allanó su sonrisa o desanimó a su mirada de ‘Acá estoy Yo’. “Ni. Una. Chance.”
“Mentirosa. Si Ethan te ordenara que salgas conmigo, lo harías.”
No pude hacer otra cosa más que reír. “Claro, ésa es la cura que tu ego necesita-sólo estás saliendo con la Centinela de la Casa Cadogan porque su Liege y Maestro la forzó a encontrarse contigo en Wendy’s.”
Él sacudió su cabeza con una mueca burlona de solemnidad. “No Wendy’s. Bennigans, al menos.”
Levanté una ceja. “Bennigans? Gran derrochador.”
“La Ciudad del Viento está a tu disposición Merit.”
Por un momento, nos quedamos en silencio, solo mirándonos el uno al otro, esperando para que el otro se rindiera. Consideré patearlo fuera, renegar mi promesa de dejarlo cortejarme, pero deseché la opción como políticamente irresponsable. Consideré decirle sí mientras le explicaba que aceptaba sólo porque estaba atada a mi deber. Y luego consideré la otra opción-decir que sí, porque quería ir. Porque era sexy y divertido, porque parecíamos llevarnos bien, porque, aunque tuviera algún tipo de extraño equipaje con Celina, él había tratado de protegerla y se echó atrás cuando se dio cuenta que su método no estaba funcionando. Podía respetar eso, aunque no pudiera entender la lealtad que ella ordenaba.
Tomé una respiración tranquilizadora, y lo miré. “Una cita.”
Él mostró una sonrisa de satisfacción masculina. “Hecho,” dijo, luego se inclinó y presionó sus labios en los míos.
“No reniegues.”
“No reniego,” dije contra su boca.
“Hmmph.” Él no sonó convencido, pero siguió besándome de todos modos, y por alguna razón desconocida lo dejé.
Oh-él no era Ethan.
Cruel? Quizá. Pero por ahora, esa razón era suficiente.

Unos minutos después, unos sorprendentes placenteros minutos, estaba en el auto, tomando mi camino hacia el sur. Pero antes de dirigirme hacia la Casa Cadogan, me quise dejar caer por la oficina de mi abuelo. Necesitaba un oído simpatizante, y no tenía dudas que el vampiro informante de mi abuelo ya lo habría llenado con los detalles de la reunión de la noche anterior. Conduje con la radio apagada, la ventana baja, escuchando a la ciudad en una tranquila noche de primavera, prefiriendo los vehículos apresurados a las letras de canciones sobre emociones en las que no podía confiar.
El barrio estaba, como era usual, tranquilo. Pero había un aditamento- el Mercedes negro de Ethan estacionado afuera. Solamente su auto-ninguna SUV negra a la vista.
Más importante, no había señal alguna de algún detalle de seguridad. Eso estaba fuera de lugar. Ethan nunca viajaba sin sus guardias, usualmente con la SUV detrás de su convertible; estaba en contra del protocolo. Estacioné más abajo en la calle, apagué las luces del auto, agarré mi celular, marcando el número de Luc. Él atendió luego del segundo tono.
“Luc.”
“Es Merit. Has perdido a un Maestro vampiro?”
Él refunfuñó, maldijo. “Dónde?”
“Oficina del Defensor del Pueblo. El Mercedes está fuera en el frente. Asumo que no hay ningún guardia ahí con él?”
“No forzamos guardias sobre él,” Luc respondió irritadamente, y oí el susurro de los papeles a través del teléfono. “Normalmente, puedo confiar en que él no se va a comportar como un idiota y salir fuera solo cuando hay un psicópata suelto, y los Rouges levantándose en armas.”
Hablando de eso, pregunté tímidamente, “Algún progreso adicional desde anoche?
Luc suspiró, y me lo imaginé cruzando sus tobillos sobre la mesa del salón de Operaciones.
“Morgan estaba endemoniadamente alegre cuando finalmente se fue, pero ese es probablemente tú problema. No estoy seguro de cuán productivo fue. Nadie obtuvo respuestas, las pistas apuntaban a todos lados. Ninguna evidencia de las escenas de los asesinatos excepto por las baratijas que alguien dejaba. Pero ellos saben que Ethan no lo haría, claramente no lo justifica. No es el modo en el que él opera.”
Entendía eso. Si Ethan quería algo hecho, se ocupaba de eso, él te haría saber que venía de su parte.
“Escucha,” dije, “mientras estamos en el teléfono.” Me detuve, abrazarme a la disculpa. “Siento haber fallado anoche. Luego de la cosa con Morgan-“
“Perdonada,” Luc rápidamente contestó. “Te manejaste por ti misma, te interpusiste en su camino cuando lo necesitó, y le diste a Morgan una salida pacifica. Hiciste tu trabajo. Estoy bien con eso. Dicho esto, la maldita mirada en tu rostro cuando él se arrodilló.” Estalló en una risa frenética. “Oh, dulce Jesús, Merit,” él dijo, hipando con su risa. “No tiene precio. Ciervo ante los focos delanteros.”
Hice una cara que él no podía ver, comprobé la puerta de la oficina en busca de movimiento, pero no había nadie.
“Estoy complacida de poder ser una fuente de diversión para ti, Luc.”
“Considéralo un ritual de novata. Tu otro ritual, de todos modos.”
Reí, “La Comendación, quieres decir? Eso fue más una novatada para Ethan que para mí, desafortunadamente.”
“No-tu cambio.”
Me congelé en el proceso de hojear por el visor, mi mano todavía en él, y le fruncí el ceño al teléfono. “El Cambio? Cómo cuenta eso como una novatada?”
Su voz se tornó más grave. “Qué quieres decir con, cómo cuenta eso?”
“Quiero decir, no recuerdo mucho de él. Dolor, frío, supongo.”
Estuvo en silencio tanto tiempo que llamé su nombre, y sin embargo le tomó un momento para él regresar. “Yo recuerdo cada segundo,” él dijo finalmente. “Tres días de dolor, de frío, de calor, de calambres. Sudando a través de las mantas, estremeciéndote tan fuerte que pensé que mi corazón se detendría, mientras bebías sangre antes de que estuvieras psicológicamente lista para aceptarlo. Cómo no puedes acordarte de eso?”
Retrocedí hacia los recuerdos en mi mente, tratando de envolver mis manos en las fugaces imágenes que fantasmeaban en los bordes de mi visión, tratando de repetir el video mental de éste. No obtuve nada más que esas selectas memorias, antes del regreso a casa, el vértigo que sentí cuando salí del auto, la flaqueza. Drogas? Había sido drogada? Me había ahorrado la experiencia de alguna porción del Cambio? Me salvé de ofrecerle esa teoría a Luc, un poco desconcertada por las preguntas que surgían-quién me había drogado? Y por qué me había ahorrado esa miseria?-por Ethan emergiendo de la puerta principal, la luz desparramándose en la acera frente a él. Catcher salió detrás de él. “Luc, él está afuera.”
“Mantén un ojo en él.”
Prometí hacerlo y cerré el teléfono, luego esperé hasta que Ethan y Catcher hubieran sacudido sus manos.
Ethan caminó hasta el Mercedes, lanzó una mirada por la calle oscura, luego desbloqueó la puerta y se deslizó dentro. Catcher se quedó en la acera, mirando alejarse el auto de Ethan. Cuando se alejó una cuadra, giré la llave del auto y conduje hasta donde Catcher estaba de pie. Haciéndome señas de que siguiera a Ethan. Catcher levantó su celular, y lo abrió. Mi teléfono sonó casi inmediatamente. “Qué es lo que está tramando?”
“Él se dirige al Lincoln Park,” Catcher dijo, frustración en su voz.
“Lincoln Park? Por qué?”
“Él recibió una nota, el mismo papel, la misma letra, que las que les dejaron a ti y a Celina. Pedía encontrarse con él allí, prometía información sobre los asesinatos. Él tenía que acordar ir solo.”
“Ellos no sabrán que estoy allí,” prometí.
“Quédate unos pocos autos detrás de él. Ayudará que sea de noche, pero tu coche resalta como un pulgar inflamado.”
“Él no sabe que es lo que conduzco.”
“Dudo que eso sea cierto, pero da igual.” Explicó donde Ethan debía encontrarse con su fuente-cerca de la pequeña pagoda del lado oeste del Estanque Norte-que al menos me daba una oportunidad de ser subrepticia. Podía tomar otra ruta, podía llegar allí sin tener que ir detrás de la cola del vampiro Maestro delante de mí.
“Tienes tu espada?”
“Sí, oh capitán, mi capitán, tengo mi espada. He aprendido a seguir órdenes.”
“Haz tu trabajo, entonces,” él dijo y la línea cayó muerta.
Si Ethan sabía que estaba siguiendo sus pasos, no actuaba como si fuera así. Me mantuve tres autos detrás. Agradecida de que hubiera suficiente tráfico en la temprana noche para mantener un escudo entre su auto y el mío. Ethan conducía metódicamente, cuidadosamente, lentamente. Eso no me sorprendía-era en relación a su modo en que vivía su vida, acompañaba sus otros movimientos. Pero en el Mercedes, me decepcionó. Autos como ese debían ser conducidos.
Encontré al Mercedes aparcado en Stockton, el único auto en la cercanía. Lo pasé, estacioné, luego salí del auto, me puse el cinturón con la katana, y en un momento de prevención no característica, agarré una estaca de madera de la bolsa que Jeff me había dado, todavía puesta detrás del asiento delantero. Metí la punzante estaca en mi cinturón, cerré la puerta silenciosamente, y empecé a marchar.
Me arrastré a través del césped, entre los árboles, hasta que estuve lo suficiente cerca para verlo, alto y escueto, parado justo fuera de la pagoda. Sus manos en sus bolsillos, su expresión alerta, su cuerpo relajado.
Me detuve, lo miré. Por qué, en nombre de Dios, él tenía que venir aquí solo? Por qué habría acordado de encontrar a su fuente en el medio de un parque vacío, oscuro, sin guardia? Me mantuve en las sombras. Podía saltar fuera si era necesario, ir a su rescate (nuevamente), pero si su meta era espigar la información de quienquiera que le había pedido que se encontraran, yo no iría a estropear eso.
El chirrido de pasos en el sendero rompió el silencio. Una forma alta apareció. Una mujer. Pelo rojo. Amber. Espera. Amber?
Vi la sacudida de reconocimiento en el rostro de Ethan, el shock, pero el repentino baño de humillación. Simpaticé con él, sentí el flash de éste en la boca de mi estómago.
Él se acercó a ella, con la cabeza inclinada para mirar a su alrededor, extendió un brazo, tomando el de ella justo debajo del codo. “Qué estás haciendo aquí?”
Ella bajó su mirada hacia su mano en el brazo de ella, parpadeó hacia él, luego barrió sus dedos lejos. “Qué piensas que estoy haciendo aquí?”
“Francamente, no tengo idea, Amber. Pero tengo negocios-“
“Ethan, en serio.” Su voz era plana.
Él se detuvo, la miró, comprendiendo, llegando a la conclusión que alcancé segundos después. Sabía que no me gustaba esa pequeña callejera. Voz derrotada, él dijo. “Tú tomaste las medallas. Tú estabas en mis apartamentos, y tú tomaste las medallas.”
Ella se encogió de hombros distante.
Él tomó su brazo nuevamente, esta vez el agarre lo suficientemente fiero para hacer que ella hiciera una mueca. “Tomaste propiedad de la Casa de mis apartamentos. Tomaste de mí. Tú”-él soltó una maldición-“tú mataste a esas chicas?”
Amber gruñó, tironeó su brazo lejos, y retrocedió un par de pasos, puso algo de espacio entre ellos. Ella frotó su brazo, donde las marcas rojas de sus dedos-aún en la oscuridad-eran obvias. “Tú eres-“ Ethan sacudió su cabeza, colocando sus manos en su cadera, y corrió su chaqueta a un lado en el proceso. “Cómo pudiste hacer esto? Tenías todo. Te dí todo.”
Amber se encogió de hombros. “Eres vulgar Ethan. Un cliché. Entre los supernaturales, no lo suficientemente auténtico. Entre los vampiros, un poco demasiado auténtico. La Casa Cadogan es una noticia antigua.”
Amber levantó la vista y sus ojos brillaron con algo-esperanza quizá? “Necesitamos cambios. Dirección. Ella nos puede dar eso.”
Ethan se heló, escaneó su rostro. “Ella?”
Amber se encogió de hombros y, cuando una puerta cerró de golpe, movió su cabeza. “Esa es mi señal para irme. Deberías escuchar, amor.” Ella se inclinó hacia delante, estampó un beso en su mejilla, y susurró algo que no pude oír. Y entonces ella se fue, y él la dejó marcharse, la dejó alejarse. No era la decisión que yo hubiera tomado, pero haber ido detrás de ella, darle su merecido, me habría obligado a abandonar mi posición. Y si la puerta del auto era una indicación, la diversión apenas comenzaba.
Solo le tomó unos segundos a ella, alcanzarlo, caminar-elástica y felinamente -hasta Ethan. Su pelo negro estaba atado en un cómodo moño en la cima de la cabeza, sostenido por alfileres de plata. Ella estaba vestida como una dominatriz encubierta como una secretaria – una imposiblemente ajustada falda de tubo, media de nylon con una puntada que recorría la longitud de sus piernas, unos patentes estilettos negros con pulsera al tobillo, y una ajustada blusa blanca metida dentro de la pollera. Casi esperaba un látigo, pero no vi ninguno. Tal vez se lo dejó en el auto.
Celina caminó hacia Ethan, y se detuvo a unos metros frente a él, una de sus manos dispuesta sobre la cadera. Y entonces ella habló, su voz fluida y sensual como un wisky añejo.
“Cielo, estás aquí completamente solo. Es peligroso en la noche.”
Ethan no se movió. Se enfrentaron el uno al otro en silencio por un rato, la magia ondeando y arremolinándose entre ellos, derramando sus tentáculos a través de los árboles. La ignoré, tuve que resistir a la urgencia de barrer fuera con mi mano la etérea brisa.
Pero utilicé el amparo de su distracción, deslicé mi celular del bolsillo y envié un mensaje de texto a Catcher y a Luc con la frase: CELINA MALVADA. Con la buena de Dios, mandarían a las tropas hacia aquí.
“Luces sorprendido de verme,” dijo ella, luego sonrió. “Y ciertamente sorprendido de ver a Amber. Todas las mujeres, humanas o vampiras, están en la búsqueda de algo más Ethan. Algo mejor. Fue ingenuo de tu parte haber olvidado eso.”
Wow. Nada como un poco de charla sexista como para sellar la noche.
Celina dio un suspiro decepcionado, luego comenzó a rondar en círculos a su alrededor. La cabeza de Ethan giró lentamente, su mirada siguiéndola mientras se movía. Ella se detuvo a su lado, de espaldas a mí.
“Chicago es una encrucijada,” dijo. “Somos la primera ciudad con una población visible de vampiros. Y fuimos los primeros en anunciar nuestra existencia. Por qué arriesgarnos? Porque mientras más tiempo nos mantengamos callados, estaremos destinados a permanecer en las sombras, a ser subordinados del mundo humano. Era tiempo de que diéramos un paso al frente. Es tiempo de que florezcamos. No podemos borrar la historia” – se pausó, mirándolo con solemnidad – “pero podemos hacerla.”
Celina comenzó a moverse nuevamente, rodeando su cuerpo hasta que se paró al otro lado. El sonido de su voz era apagada pero capté lo suficiente.
“Hay pocos vampiros que son capaces de esta clase de liderazgo que necesitamos en este momento. Vampiros que son disciplinados. Inteligentes. Astutos. Navarro encaja en ese molde, Ethan. Yo encajo en ese molde.” Su voz se tornó persistente. “Acaso entiendes cuán poderosos podríamos ser bajo mi liderazgo? Si yo unificara a los vampiros? Si unificara a las Casas?”
“El Presidio jamás permitirá eso,” dijo Ethan.
“El Presido es anticuado.”
“Tú eres un miembro del Presidio, Celina.” La voz de Ethan era perfectamente llana, perfectamente modulada para evitar la furia que sabía yacía por debajo. Digan lo que quieran acerca de su estrategia, de su tendencia a la manipulación, el hombre tenía control. Un control glacial.
Celina desestimó la crítica. “El PG (público en general) no entiende nuestros problemas modernos. No nos permiten expandirnos, Comendar más Iniciados. Estamos encogidos respecto de las otras poblaciones de sobrenaturales, y ellos se están tornando más bravíos. Las ninfas están peleando. Los cambiaformas se están preparando para encontrarse en nuestra ciudad” – ella enfatizó estas últimas palabras con un dedo señalando hacia el piso – “y las hadas demandan más y más cada día para protegernos de los humanos. Y los ángeles” – sacudió su cabeza con rudeza – “los lazos se están rompiendo allí, los demonios se están liberando.”
Elevó su mirada hacia él, mentón arriba en forma desafiante. “No. No permitiré que los vampiros se conviertan en menos de lo que somos. Sólo los más fuertes sobrevivirán al conflicto que está por llegar, Ethan. Ser los más fuertes significa unificarse – vampiros agrupándose, trabajando juntos, bajo la guía de un vampiro con visión.”
Completó su círculo de manera de enfrentarlo nuevamente, tal vez metro y medio entre ellos. Sus ojos destellando en la oscuridad, como los de un gato tocados por la luz, mutando en colores y sombreados, en verdes y amarillos. “Yo soy ese vampiro, Ethan,” ondeó una mano en forma descuidada. “Por supuesto, en toda guerra hay pérdidas. Las muertes de esos humanos fueron una desagradable necesidad.”
Él dijo las palabras al tiempo que yo las pensaba, voz plana. “Tú los mataste.”
Mantuvo en alto un delgado dedo. “Seamos precisos, Ethan. Yo los hice matar. No malgastaría mi tiempo en realmente llevarlo a cabo. Por supuesto, eso plantea ciertos….. problemas de control de calidad.” Ella lanzó unas risitas, evidentemente complacida de su broma. “Encontré un Rogue. Lo convencí, sin ningún trabajo por mi parte, de hacer el trabajo sucio. Tenía que cambiar de caballos luego del ataque a Merit.” Se encogió de hombros.”Realmente odio el trabajo descuidado. Aún así, libraste a Merit del asunto. Un Merit vampiro, Comendado a tu Casa.”
“Déjala fuera de esto.”
Ella se rió sin entretenimiento. “Interesante respuesta. Y lamentable que no tengamos tiempo de explorar tu afecto por tu mascota Centinela.”
Sin previo aviso, Celina alcanzó detrás suyo, y quitó las clavijas de su cabello. O, mas bien, lo que yo había pensado eran clavijas, pero que eran en realidad un juego de cuchillas iguales que brillaban a la luz de la luna. Su cabellera, suelta de su atadura, se desparramaba en una entintada onda por su espalda.
Dio un paso adelante, inclinando su cuerpo de manera que, si no tuviera a Ethan entre nosotras, nos estuviéramos enfrentando directamente.
Di un paso adelante, preparada para defenderlo, pero escuché el eco de un ESPERA, a través de mi cabeza.
Aún no, me dijo. Déjala terminar de confesar.
Entonces él sabía que yo estaba allí. Sabía que yo estaba lista. Así que obedecí la orden, con el mango de la Katana en una mano, ya deslizada de su seguro, a medio camino libre de su vaina, la estaca de madera en la otra.
“Descuido o no, mi plan funcionó,” dijo. “Los humanos ahora están desconfiando de los vampiros de Cadogan – ellos creen que tú mataste a Jennifer Porter. Y están sospechando de los vampiros de Grey, a quienes creen responsables por la muerte de Patricia Long. Eres perverso Ethan. Todos ustedes. Todos excepto Navarro….” Ella se pausó y sonrió, y el efecto fue tan encantador como maniático. “Si yo soy la única en la que los humanos confían, puedo consolidar mi influencia sobre ambos mundos – el humano y el vampiro. Las Casas me necesitarán como su embajadora, y yo ofreceré mi guía. Bajo mi liderazgo nos convertiremos en lo que estábamos destinados a ser.”
“No puedo permitirte hacer eso.”
“Es divertido que creas que la decisión está en tus manos,” dijo meneando los estiletes en el aire. “Tú serás otro sacrificio, desde ya, y uno caro – uno encantador – pero la causa lo vale. Cuántos de nosotros fueron estacados, Ethan? Tú estabas vivo durante las Limpiezas, tú sabes.”
Pero él no sería arrastrado a una discusión de historia. “Si tú querías derribar Cadogan y Grey, por qué las notas? Por qué implicar a Beck y su gente?”
“Las notas estaban intencionadas sólo para la vista de los vampiros. En cuanto a por qué – me sorprendes nuevamente. Solidaridad, Ethan. Es todos juntos o nada. Los Rogues no nos ofrecen nada. Ellos son cuerpos tibios, lo admito. Incrementan nuestros números. Pero como amigos, son inservibles. Sin lealtades – se oponen moralmente. Ciertamente no juegan bien en equipo.” Ella revoleó una mano en el aire, y las cuchillas brillaron. “Necesitan una limpieza.”
Ethan permaneció callado por un momento, sus ojos sobre hacia el piso, antes de levantarlos de nuevo. “Así que convenciste a Amber de ayudarte, de que robara el medallón de Cadogan, y hacer que alguien lo plantara?”
Celina asintió.
“Y el suéter de la Casa Grey? Cómo lo obtuviste?”
Ella sonrió salvajemente. “Tu pelirroja hizo otro amigo. Otra conquista.”
La expresión de Ethan se endureció. Simpatizaba con él. Este no era el momento de averiguar que tu Consorte te había traicionado a ti, a tu Casa y a otros.
“Cómo pudiste hacer esto?”
Suspiró en forma dramática. “Temía que lo verías de esa forma resaltando alguna clase de altos estándares morales. Los humanos nunca son inocentes, cielo. Un humano rompió mi corazón una vez. No le importó en lo absoluto. Ellos son unas cosas frías, insensibles, y estúpidas. Y ahora nos vemos forzados a lidiar con ellos, debíamos haber adoptado una postura siglos atrás, deberíamos habernos aliado juntos para combatirlos. No es una opción ahora, por supuesto. Son demasiados. Pero comenzaremos despacio. Haremos amistades. Construiremos, como siempre andas pregonando, alianzas. Y mientras estamos arrullándolos con nuestros bellos rostros y lindas palabras, nos infiltramos. Planeamos. Los dejamos acostumbrarse a nosotros, y cuando la hora llegue, damos el golpe.”
“Estás hablando de guerra, Celina.”
Ella soltó a través de su mandíbula bien apretada, “Estás malditamente en lo cierto. ellos deberían temernos. Y lo harán.” Su expresión se suavizó. “Pero primero, me amarán. Y cuando el momento llegue, de revelar mi verdadera lealtad – mi amos por los vampiros, mi odio hacia los humanos – beberé en esa traición, Ethan. Me deleitaré en ella. Y comenzará a enmendarme por lo que él me hizo.”
Eso perfectamente definía a Celina Desaulniers, pensé. Ella necesitaba la fama, la atención, el foco de deseo de aquellos a su alrededor. Ella necesitaba amigos casi tanto como necesitaba enemigos.
Celina trazó la punta de la hoja hacia abajo por el frente de su camisa. “Siglos, Ethan. Siglos obedeciendo sus leyes, sus dictámenes, ocultándonos a nosotros, a nuestra naturaleza del mundo. No más. Yo creé este mundo en el cual vivimos. Yo decido las reglas.”
Tiró sus brazos hacia atrás, codo levantados y preparada para el golpe. Salté, abalanzándome a través de los árboles, apuntando hacia ella con una ira ciega que corría como electricidad a través mío, molesta por el pensamiento de ella hiriendo a mi Maestro, mi Liege. MIO.
ABAJO!! Grité, dispuesta a que él me oyera, y lancé la estaca, vertiendo toda mi fuerza en el lanzamiento. Ethan se agachó inmediatamente, agarrando a Celina alto en la parte izquierda de su pecho. Demasiado alto. Le había errado a su corazón. Pero ella tiró las cuchillas, cayó sobre sus rodillas y gritó del dolor, sus dedos tomando la estaca demasiado resbalosa con la sangre como para permitirle un buen agarre. Ethan inmediatamente saltó, la tomó por detrás, inmovilizó sus brazos.
De repente, puertas de auto que se cierran, ecos de pasos. La caballería ha arribado – Luc, Catcher y Malik corriendo a través de los árboles, acompañados por el resto de los guardias de Cadogan.
“Merit?”
No podía parar de mirar. Ella no paraba de gritar obscenidades, reprendiendo a los guardias por estar en su camino, por interferir con sus planes, mientras ellos intentaban someterla. Su cabello, las largas y oscuras mechas se azotaban y volaban por su cara mientras gritaba.
“Merit”
Finalmente oí mi nombre, miré al otro lado, vi a Ethan limpiar la sangre de sus manos – la sangre de Celina – con un pañuelo. Una mancha roja arruinaba su usualmente impecable camisa blanca. La sangre de Celina. Sangre que ella derramó por mí. Me quedé mirando fijo a la mancha carmesí, luego elevé mi mirada hacia su cara. “Que?”
Él dejó de restregarse, de apelotonar el pañuelo en una bola. “Estás bien?”
“Yo no --” sacudí con mi cabeza. “No lo creo.”
Una línea apareció entre sus ojos, y abrió su boca para hablar, pero fue distraído por más autos en la puerta, más pasos. Miró hacia otro lado, seguí la dirección de su mirada.
Era Morgan, en la misma ropa con la cual lo había visto hace una hora, duelo y preocupación grabada en su rostro. Como el Segundo de Celina, él debe haber recibido el llamado de Luc o Catcher luego de mi mensaje de texto.
Morgan se detuvo a un par de metros de nosotros, se quedó mirando a la escena ante él – su Maestro, sangrando a través de una estaca de álamo aún sobresaliendo de su hombro, siendo tirada al piso por una cuadrilla de guardias quienes trabajaban para contrarrestar su fuerza, para someterla.
Él cerró sus ojos, giró en otra dirección. Luego de un momento, sus pestañas se elevaron, y miró a Ethan, evidentemente preparado para la historia.
“Ella confesó,” dijo Ethan. “Planeó los asesinatos, usó los Rogue para ejecutarlos, usó a Amber, de mi Casa, para robar los medallones y el suéter de Grey. Usó las notas para implicar al grupo de Beck.”
“Con qué propósito?”
“Acorto plazo, control. Ella quiere a los vampiros de Chicago. Las Casas de Chicago. A largo plazo – la guerra.”
Estuvieron callados por un largo rato.
“No lo sabía,” Morgan finalmente dijo, las palabras con gran remordimiento.
“No podrías haberlo sabido. Debe haber planeado esto por meses, tal vez más. Ella me trajo aquí para contarme, para matarme, tal vez para tomar Cadogan de Malik cuando yo no esté. Ella atacó primero, Greer. Estiletes.” Ethan apuntó donde las resplandecientes cuchillas yacían sobre el suelo. “Merit defendió.”
Morgan pareció repentinamente darse cuenta de que me encontraba allí, miró hacia abajo a la desenvainada katana en mi mano, luego arriba hacia mí. “Merit?”
Me pregunté si ella lo había llamado, qué palabras estaría deslizando sobre su cabeza. “Si?”
“Tú la estacaste?”
Miré a Ethan, él asintió, así que respondí, “en el hombro.”
Morgan asintió, pareció estar considerándolo, evaluándolo, entonces asintió nuevamente, esta vez con más firmeza. Un poco más sereno, ofreció, “me alegra que no apuntaras hacia su corazón. Eso te salva de una investigación.”
Una investigación, su vida, y el haber cometido yo asesinato. Sonreí débilmente, enfermiza, sabiendo que apunté hacia su corazón – pero le erré.
Morgan se alejó, caminó hacia los guardias, les habló.
“Gracias,” dijo Ethan.
“Hmm.” Los guardias pusieron a Celina sobre sus pies, con sus brazos sujetos a la espalda. “Qué sucederá con ella?”
“Será llevada ante el resto del Presidio y se decidirá su destino. Probablemente sea despojada de su autoridad. Pero ella es la Mestro de la Casa Americana más antigua. Cualquier otro castigo sea probablemente temporal.”
Hubo un suave tirón en el extremo de mi coleta. Miré hacia arriba, y encontré a Luc mirándome, preocupación en sus ojos. “Estás bien?”
Sentí mi estómago apretarse nuevamente, náuseas resurgir, mientras recordaba, otra vez, que casi había matado a alguien, que había intentado hacerlo, que había querido hacerlo para proteger a Ethan. Para mantenerlo vivo, había elegido a alguien para la muerte, y sólo mi mala puntería me había impedido cometer el acto, terminar el trabajo. “Creo que me voy a enfermar.”
Sus brazos estuvieron repentinamente alrededor de mi cintura. “Estarás bien. Respira profundo, y yo te llevaré a casa.”
Asentí, luego le di una última mirada a Celina.
Con una serena sonrisa en su rostro, me guiñó un ojo. “Après nous, le deluge,” ella gritó.
Ella había hablado en francés, pero entendí lo que había dicho. Se trataba de una frase histórica, presuntamente dicha por la francesa Madame de Pompadour (la famosa de cabello grande) a Luis XV.
Traducción literal: luego de nosotros, el diluvio.
Traducción figurada: las cosas sólo van a empeorar a partir de aquí, chica.
Sofoqué un escalofrío al tiempo que Luc comenzó a llevarme hacia la línea de autos. Pasamos a Morgan, quien estaba hablando autoritariamente a otro guardia, sus ojos sobre la mujer que se estaban llevando.
Me dí cuenta de lo que había hecho.
Le había dado la Casa Navarro.
En una décima de segundo, había derrumbado al álamo, había agarrado a Celina antes de que pudiera matar a Ethan. Ella sería castigada y, si Ethan estaba en lo cierto, despojada de su Casa. Morgan era su Segundo, el próximo en la línea de sucesión al trono.
Había, por encargo, hecho a Morgan el líder de la Casa más antigua de los Estados Unidos. Su estatus rivalizaría con el de Ethan, incluso si él era más joven y menos preparado, porque su Casa era más antigua.
Me pregunté cuánto más satisfecho Ethan habría de estar de tener al Maestro de Navarro, no simplemente a su Segundo, pretendiendo a su Centinela.
Miré por encima a Ethan, encontré que no podía soportar la mera vista de él, la bilis ascendiendo por mi garganta. Por él, casi mato a alguien, incluso si lo hubiera hecho – gracias a Dios – fallé la prueba en el último momento. Vaya soldado me había hecho.
Él dio un paso adelante, pero sacudí mi cabeza. “Ahora no.”
Me miró, luego miró en otra dirección, y pasó una mano por su cabello.
Mientras Luc me dirigía fuera, llevándome hacia la SUV negra estacionada en la calle, el túnel se adentró en mí. Te debo mi vida.
Mis rodillas casi colapsaron. No quería saber nada, quería estar en casa, en mi propia cama, no albergar la deuda de alguien. No me debes nada.
No estaba seguro que dieras el paso al frente. No después de lo de anoche.
Me detuve, giré, y le regresé la mirada a través de los amplios hombros de Luc.
La mirada de Ethan era intensa, su expresión irradiando la incredulidad de que lo haya protegido, de un profundo respeto de que lo haya salvado, y ese mismo toque de sorpresa que había visto por primera vez en su oficina, cuando descubrió que no estaba entusiasmada por ser un vampiro de la Casa Cadogan, de que no podía comprar mi lealtad con plata, arte o trajes bien confeccionados.
Me había subestimado nuevamente, no me había tomado la palabra incluso luego que le jurara, en dos juramentos, que protegería a los vampiros de la Casa Cadogan contra todo enemigo, vivo o muerto.
Contra Morgan.
Contra los Rogue.
Contra Celina.
Sus manos estaban metidas en los bolsillos de sus pantalones, y eso casi me hizo irme nuevamente, pero me mantuve firme en la ira, la rabia, en el disgusto, y le envié de regreso, Hice un juramento. Anoche, probé mi lealtad. No había margen para que dudaras de mí.
Asintió. No lo hice. No lo hago.
Una mentira, pero asentí, la acepté.
Tal vez él aprendería a confiar en mí, o tal vez no lo hiciera. Tal vez él supiera que esto me cambiaría, esta primera batalla, este primer atentado a una vida. Tal vez él supiera que la semilla del odio que él había plantado dos semanas atrás, florecería, regada por las cosas que he hecho, y haría, en su nombre.
Él no dijo nada más, sino que se dio la vuelta, y caminó hacia Morgan.
Fui a casa, sollocé sobre el hombro de Mallory, y dormí como los muertos.
Lo cual estoy bastante segura, no era.
EPILOGO

Ella quería el control de la Casa. De todas las Casas. De los vampiros de Chicago, de los vampiros de San Diego. De los vampiros de Norteamérica.
De Todos los vampiros.
Celina confesó hasta ahí la siguiente noche a los representantes del Presidio quienes afrontaron la luz del sol y cruzaron el Atlántico para enfrentarla. Ella fue inexcusable. No loca, precisamente, pero carente de moral. O, en el mejor de los casos, operando con un conjunto de estándares éticos definidos completamente por su propia historia, su odio para con los humanos y su paradójica necesidad de ser amada por ellos.
Ella había trabajado para establecer a Navarro como una de las Casas de Vampiros Decentes. La Casa de los Vampiros Casi Humanos. Y a través de los asesinatos, le tendió una trampa a Cadogan y Grey como fraudes, las Casas del Mal.
Su plan, tal y como era, le había salido para el otro lado. Ella había sido atrapada, y ahora la ira y desconfianza que ella había creado y direccionado hacia Cadogan y Grey recayó sobre el resto de los Navarro. Morgan tendría una buena escalada cuesta arriba con ésa.
Pero mientras puede que ella haya perdido temporalmente la guerra de RP (relaciones públicas), consiguió enormes avances entre vampiros.
Ella hasta donde admitió, no había tenido intenciones de matar a Ethan. Ella había alardeado, tomado la ofensiva, a sabiendas de que alguien – Centinela o guardia – se metería, lo defendería. Lo rescataría. Ella probablemente supiera que yo había estado allí todo ese tiempo, pero permitió a la farsa continuar su curso.
El resultado? Se había martirizado así misma. Ella había renunciado a su Casa, a su rango, a sus vasallos, por su causa.
No todos los vampiros condonarían sus actos. Muchos se habían asimilado, habían vivido con humanos durante siglos, y denunciarían la publicidad que ella había inspirado, la amenaza que había creado a sus vidas y medios de subsistencia. A la relativamente pacífica situación actual.
Pero otros – furiosos de haber sido dejados de lado, ignorados, castigados, hechos sentirse inferiores de lo que eran – concordarían con ella. Se concentrarían calladamente al principio. Reuniones secretas, tal vez, fuera del alcance del PG (público en general). Pero sus números crecerían. Ellos se reunirían en su nombre, convocarían su nombre, atribuirían a Celina cada terreno conquistado.
Por ella, la guerra vendría. Tal vez ahora, tal vez más tarde, luego de que los vínculos con los humanos sean olvidados, luego que sus guardias bajen. Seré llamada a defender a Ethan nuevamente, a pesar de disposición a utilizar y manipular, a pesar de mi corazón roto.
Hasta entonces, enterraré la ira, la traición.
Sonreiré.
Giraré el mango de mi espada.
Ascenderé por los escalones de la Casa Cadogan, y cerraré la puerta tras de mí, y haré mi trabajo.
Soy muy muy buena en ello.
Traducido por: Luu y Cloe

Carolina –   – (26 de junio de 2009, 17:30)  

waaaaaaaaaaaaa!
Segui por o 3 meses casi la publicacion de este libro, una gran traduccion de facil lectura por que lo se nota que la o las traductoras lo tradujeron en un buena forma :D.
Mis felicitaciones y gracias a uds.
saludos.

PD: ¿Tiene continuación???

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