Friday Night Bites / Capítulo 10

CAPÍTULO DIEZ: PUEDES DECIR MUCHO POR EL TAMAÑO DE LA BIBLIOTECA DE UN HOMBRE

Era sorprendente.
Mi boca se abrió de la conmoción, caminé dentro y giré lentamente para captarlo todo. La biblioteca era cuadrada, elevándose a través del segundo y tercer piso. Tres altos ventanales con forma de arco iluminaban la habitación. Una intrincada barandilla de hierro forjado color carmesí delimitaba el piso superior, al cual se tenía acceso por una escalera caracol del mismo metal carmesí. Mesas coronadas por lámparas de latón con sombreados verdes llenaban los centros.
Las paredes – de piso a techo – estaban alineadas por libros. Grandes y pequeños, de cubiertas de cuero y rústicas, todos ellos divididos en secciones – historia, de referencia, fisiología vampira, incluso un pequeño grupo de títulos de ciencia ficción.
“Oh. Dios. Mio.”
Ethan se rió a mi lado “Y ahora estamos a mano por el asunto de convertirte sin tu consentimiento.”
Hubiera acordado con cualquier cosa sólo de tocarlos, así que tiré un ausente “seguro,” caminé hacia una de las estanterías, y acaricié mis dedos por sobre los lomos de los libros. La sección estaba dedicada a (cortado)
Saqué una copia encuadernada en cuero azul marino de ‘La casa Desolada’ de su estante. Abrí el lomo, pasé la apergaminada página frontal, y comprobé la primera hoja desgastada. La impresión era pequeña y tan fuertemente apretada en el papel que podías sentir los relieves de las letras. Lloriqueé felizmente, luego cerré el libro nuevamente y lo deslicé a su lugar.
“Eres una esclava de los libros,” dijo Ethan, riendo. “Si hubiera sabido que eras tan fácil de apaciguar, te hubiera traído a la biblioteca hace semanas.”
Hice un sonido de acuerdo y saqué un delgado volumen de poesía de Emily Dickinson. Hojeaba por las páginas hasta que hallé el poema que quería, luego lo leí en voz alta, “he muerto por la belleza, pero fue apenas acoplado en la tumba, cuando uno que murió por la verdad fue acostado en una habitación contigua. Él cuestionó con suavidad por qué caí? ‘por la belleza,’ contesté. ‘Y yo por la verdad – los dos son uno. Nosotros hermanos somos.”
Gentilmente, cerré la cubierta del libro y lo retorné a su lugar, luego miré por encima a Ethan, quien permanecía en pie a mi lado, su expresión contemplativa. “Moriste por belleza o por la verdad?”
“Yo era un soldado,” dijo.
Eso me sorprendió, y no. La idea de Ethan batallando – en lugar de andar de política en la trastienda – me sorprendió. La idea de Ethan en medio de la guerra no lo hizo.
“Dónde?” pregunté en voz baja.
Se detuvo en un pesado silencio, la tensión clara en la inclinación de su barbilla, luego me dio una evidente fingida sonrisa despreocupada. “Suecia. Hace mucho tiempo.”
Él había sido vampiro por 394 años; hice las cuentas históricas. “La Guerra de los Treinta Años?”
Él asintió. “Muy bien. Tenía diecisiete cuando peleé por primera vez. Llegué a los treinta antes de ser convertido.”
“Fuiste convertido en batalla?”
Otro gesto de asentimiento, sin elaboración. Acepté la sugerencia. “Supongo que yo fui transformada en batalla, en cierta forma.”
Ethan sacó un libro de la estantería ante él y en forma ausente hojeó a través del mismo. “Te refieres a la batalla de Celina por controlar las Casas?”
“Tal y como es.” Me recosté sobre las estanterías, brazos cruzados. “Qué crees que ella quiera en última instancia, Ethan? A los vampiros controlando el mundo?”
Él sacudió su cabeza, cerró el libro y lo colocó de regreso en su lugar. “Ella quiere cualquier nuevo orden mundial que la ponga en el poder – esté a cargo de vampiros o humanos, o ambos.” Inclinó su cuerpo, posó un codo sobre uno de los estantes a mi lado, y apoyó la cabeza en él, pasando sus largos dedos por su cabello. Su otra mano estaba en la cadera. Él lucía, repentinamente, muy cansado.
Mi corazón se apretó en simpatía.
“Y qué quieres tú, Merit?” Él había estado mirando abajo hacia el piso, pero de pronto había elevado sus vidriosos ojos verdes a los míos. La pregunta era lo suficientemente sorprendente; el pseudo resplandor de sus ojos fue brutal.
Mi vos fue suave. “A qué te refieres?”
“Tú no lo habrás planeado, pero eres miembro de una honorable Casa, en una posición única, una posición de algo de poder. Eres fuerte. Tienes conexiones. Si pudieras estar en la posición de Celina, lo estarías?”
Me estaba poniendo a prueba? Rebusqué en sus ojos. Tenía la intención de medirme?, para ver si podía soportar el hambre de poder que se había apoderado de Celina? O era más simple que eso?
“Asumes que ella se volvió mala,” dije, “que ella había estado equilibrada como humana pero que habría perdido de alguna manera el control con el cambio. No estoy segura de que eso sea cierto. tal vez ella siempre fue mala, Ethan. Tal vez ella no se hartaba, no se volvió repentinamente (cortado)
Sus labios se separaron. “Somos diferentes, Celina y yo?”
Miré hacia abajo y tiré nerviosamente de mi falda de seda. “No lo son?”
Cuando miré nuevamente arriba, su propia mirada era íntima y a la búsqueda, tal vez como si considerara la pregunta, sopesando el equilibrio de su larga vida.
“Te estás preguntando si te traicionaría?” le pregunté.
Hubo anhelo en su mirada, en su expresión. No creo que tuviera la intención de besarme, aunque la idea de ello – tal vez el deseo de ello, el miedo de ello – aceleró mi pulso.
Sotto voce, dijo, “hay cosas que quiero decirte – acerca de Cadogan, de la Casa, de la política.” Tragó, tan incómodo como nunca lo había visto. “Hay cosas que necesito contarte.”
Elevé mis cejas, invitándolo a hablar.
Él abrió su boca, luego la cerró nuevamente. “Tú eres joven, Merit. Y no me refiero a la edad – era apenas más grande que tú cuando fui convertido. Eres una Noviciada vampiresa, y una nueva Novata en ello. Y aún así, con siquiera dos meses de tutelaje, has visto la violencia y manipulación de la que somos capaces.”
Miró nuevamente a los libros y sonrió con nostalgia. “En ese aspecto no somos tan diferentes de los humanos después de todo.”
Se hizo el silencio en la cavernosa sala hasta que me miró nuevamente. Cuando lo hizo, su expresión era sombría. “Las decisiones se toman….” Se pausó, parecía organizar sus pensamientos, luego comenzó nuevamente. “Las decisiones son tomadas con un ojo en la historia, con un ojo hacia la protección de nuestros vampiros, de resguardar nuestras Casas.”
Ethan asintió hacia la pared de libros al otro lado de la habitación, un montón de volúmenes amarillos con números rojos en sus lomos.
“El Cannon completo,” dijo, y comprendí entonces por qué el Canon era enviado a los Iniciados Vampiros en la forma de una Referencia de Escritorio. Debía de haber quince o veinte volúmenes en cada hilera, y había múltiples hileras en múltiples estanterías.
“Eso es una gran cantidad de leyes,” le dije, mi mirada siguiendo la línea de libros.
“Es un montón de historia,” dijo Ethan. “Muchos, muchos siglos de ella.” Me miró nuevamente. “Estás familiarizada con el sistema de las Casas, de los Exterminios?”
Lo estaba. La Referencia de Escritorio, aunque no parecía ofrecer una reproducción paso a paso de lo que la colección completa proveía, delineaba la historia básica del sistema de las Casas, desde sus orígenes en Alemania al desarrollo del Tribunal Francés que, por primera vez, colectivamente gobernó a los vampiros del Occidente de Europa, al menos hasta que el Presidio trasladó la convocación a Inglaterra luego de las Guerras Napoleónicas. Ambos actos eran atribuibles al pánico ocasionado por las Exterminaciones.
“Entonces comprendes,” continuó ante mi asentimiento, “la importancia de proteger a los vampiros. De construir alianzas.”
Sí entendía, por supuesto, habiendo sido entregada a Morgan para asegurar una potencial alianza con Navarro. “Los Breckenridges,” dije, “los había considerado aliados. Nuca pensé que él me hablaría de esa forma. No Nick. Él me llamó vampiro – pero no era sólo la palabra, Ethan. Fue una palabrota. Una maldición. Me detuve, elevé mi mirada hacia Ethan. “Él dijo que vendría tras de mí.”
“Sabes que estás protegida?” calladamente preguntó, honestamente preguntó. “Siendo una vampiro de Cadogan. Viviendo bajo mi techo.”
Apreciaba la preocupación, pero no era que le temiera a Nick. Era que lamentaba perderlo por ignorancia. Por el odio. “El problema es,” dije, “que no sólo ellos no son aliados – ellos son enemigos.”
La frente de Ethan se arrugó, esa pequeña línea regresó entre sus cejas. Y en sus ojos – no sé qué era, mas que (cortado)
Fuera lo que fuera, se lo sacudió, puso su expresión en blanco y asumió el tono de Maestro vampiro.
“Te traje aquí – la información está a tu disposición. Sabemos que eres poderosa. Refuerza ese poder con conocimiento. No serviría de nada que permanecieras ignorante.”
Cerré mis ojos con fuerza ante el golpe. Cuando los abrí nuevamente, él se estaba encaminando hacia la puerta, su salida marcada por el sonido de sus pasos sobre el suelo de mármol. La puerta se abrió y cerró nuevamente, y entonces el cuarto estuvo en silencio y quieto, la caja fuerte cerrada a un mundo mejor.
Mientras regresaba a los libros y examinaba las estanterías, me dí cuenta de su patrón. Cada vez que empezaba a verme como algo más que una responsabilidad o un arma, cada vez que nos habábamos el uno al otro sin la barrera del rango y la historia entre nosotros, él retrocedía, más seguido que el no insultarme para forzar la distancia. Conocía al menos algunas de las razones por las que retrocedía – incluyendo su sentido general de mi inferioridad – y sospechaba otras – la diferencia en nuestro rango.
Pero había algo más allí, algo que no podía identificar. El miedo en sus ojos lo revelaba – él tenía miedo de algo. Tal vez de algo que quisiera contarme. Tal vez de algo que no quería contarme.
Sacudí mi cabeza para despejar la mente, a continuación me fijé en mi reloj. Faltaban dos horas para el amanecer, la mayor parte de mi noche había sido ocupada por Ethan, Nick, y mi padre, así que tomé la oportunidad de darle a la biblioteca el examen de una antigua investigadora.
Los libros estaban organizados en sección de Ficción y no ficción como una biblioteca tradicional, cada sección organizada, cada estantería (cortado)
Busqué en los estantes por algo que leer y me decidí en un libro de Fantasía Urbana del estante de Ficciones populares. Dejé la biblioteca luego de una nostálgica y algo nerd, despedida, prometiéndole a las pilas que regresaría cuando tuviera más tiempo, luego me dirigí escaleras abajo y hacia la parte trasera de la Casa. Seguí el largo corredor principal hacia el área de la cafetería, donde un manojo de vampiros estaba apiñado comiendo bocadillos antes del amanecer, sus miradas elevándose a medida que caminaba hacia la puerta trasera. Me deslicé fuera al patio de ladrillos que se extendía por la parte posterior de la Casa, a continuación seguí un camino de acceso al pequeño jardín oficial. En el medio del jardín había una fuente iluminada por una docena de luces en el suelo, y la luz era lo suficientemente intensa como para leer. Elegí un banco, arrollé mis piernas en el asiento, y abrí el libro.


El tiempo pasó, los terrenos vacíos y en silencio a mi alrededor. Dado que la noche se iba diluyendo, me desperecé, cerré el libro y descrucé las piernas. Mientras me paraba observé al fondo de la Casa. Una figura estaba en pie frente a una ventana en el tercer piso, manos en los bolsillos, de frente al jardín.
Era una ventana en el antiguo cuarto de Amber, la suite de la Consorte junto a la de Ethan. Las habitaciones que él había despejado. Ella se había ido, como así también el mobiliario; no podía imaginar que nadie excepto él, estuviese en la habitación, mucho menos mirando fijamente al jardín.
Me quedé en pie allí por un momento, el libro en mis brazos, observándolo meditar. Me preguntaba en qué estaría pensando. Estaría acongojado por ella? Estaría enojado? Estaría avergonzado que no había previsto (cortado)
El horizonte comenzaba a ponerse púrpura. Dado que no tenía ninguna urgencia de ser atrapada en el sol, y reducida a cenizas porque me había acurrucado con un libro de bolsillo en el jardín – o espiando a mi Maestro – regresé a la Casa, mirando ocasionalmente hacia arriba a la ventana, pero él nunca cambió de posición.
Peter Gabriel me vino a la mente, sus letras acerca de trabajar sólo para sobrevivir. Ethan hacía eso. Día y noche, él continuaba cuidando de los más de trecientos vampiros de Cadogan. Éramos como una clase de reino, y él era el señor de la casa, el Maestro literal y figurativo de la Casa. Nuestra supervivencia era una responsabilidad que recaía sobre sus hombros, y que lo hacía desde la muerte de Peter Cadogan.
Era, me dí cuenta, una responsabilidad que le confiaba a él. La falla más grande de Ethan, al menos hasta donde tenía conocimiento, era su incapacidad de separar esa responsabilidad de todo el resto de su vida.
De todos los demás en su vida.
Y así, en una noche a finales de mayo, me encontré a mí misma en pie sobre el césped de una mansión de vampiros de Hyde Park, mirando fijamente hacia arriba a la visión enmarcada en piedra de la cara de un chico vestido en Armani, un enemigo que se había convertido en un aliado. Irónico, pensé, que había renunciado a un aliado hoy, pero había ganado a otro.
Ethan hizo correr una mano sobre su cabello.
“En qué estás pensando?” susurré, sabiendo que no podía oírme.
Dónde había un reproductor de música cuando uno lo necesitaba?

Traducido por Chloe♥

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