Friday Night Bites / Capítulo 7

CAPÍTULO SIETE

LA BELLA DEL BAILE

Me desperté de repente, golpes en la puerta empujándome de la inconciencia. Traté de sacudirme el sueño que había estado teniendo sobre la luna encima de la oscura agua, me senté y restregué los ojos.

El golpe sonó otra vez.

“Solo un segundo.” Me desenredé de las sábanas con las que me había cubierto durante el día y lancé una mirada al reloj alarma al lado de mi cama. Eran solo pasadas las siete p.m, solamente una hora más o menos del comienzo de los cócteles en la fiesta de los Breckenridge. Balanceé mis pies sobre el borde de la cama y encima del suelo. Un segundo para ponerme de pie, luego me arrastré hasta la puerta, todavía, me di cuenta, en la arrugada camisa y pantalones de ayer.

Pasé la cerradura y la abrí. Ethan estaba de pie en mi umbral, limpio en sus pantalones de traje y camisa blanca. Su cabello echado para atrás, la medalla Cadogan en su cuello. Mientras yo tenía todo arrugado él estaba inmaculado, sus ojos verdes esmeralda brillantes, alertas. Su expresión era una mezcla de desconcierto y decepción, como si no pudiera decidir que emoción elegir.

“Larga noche, Centinela?”

Su voz era plana. Me tomó un momento darme cuenta de la conclusión a la que habría llegado, que una cita me había mantenido fuera tarde en la noche y que me habría impedido cambiarme el uniforme de anoche. Su Centinela, la mujer a la que él había pasado al Maestro de la Casa Navarro para asegurarse su alianza, estaba todavía en las ropas de ayer.

Por supuesto, no había visto a Morgan en días. Pero Ethan no necesitaba saber eso.

Escondí mi sonrisa y contesté provocativamente. “Si. Lo fue, de echo.”
Una ceja arqueada en desaprobación, Ethan extendió una funda de traje negra.

Me estiré y la tomé. “Qué es esto?”

“Es para esta noche. Algo un poco más... oportuno que tus usuales opciones.”

Casi bufé en respuesta-Ethan no estaba entusiasmado con mi sentido de la moda en jeans y en varias remeras superpuestas-pero decidí que apreciaba el gesto más que necesitar la última palabra. Esta noche iba a regresar al rodeo. Regresar a la mayor elite del círculo social de Chicago. Esta era mi chance de vestirme en un vestido y en actitud, de actuar como pertenecía. De usar mi nombre como el ticket de entrada que era en verdad. Pero con ese nombre o no, la tarea iba a ser un infierno más fácil con un lindo vestido que con cualquier cosa que tuviera en mi armario en este momento.

Entonces, “Gracias,” dije.

Miró hacia abajo y tiró de la manga de su camisa, revelando un ancho reloj de plata. “Encontrarás zapatos a juego en tu armario. Hice que Helen los dejara allí anoche. Como estoy seguro de que sabes, es un largo viaje hasta Loring Park, por lo que tenemos que ir directamente. Baja en media hora.”

“Cuarenta y cinco minutos,” contradije, y por su ceja levantada, ofrecí, “Soy una chica.”

Su mirada volvió a ser plana otra vez. “Estoy enterado de eso, Centinela. Cuarenta minutos.”

Saludé secamente, antes de que se volteara y se alejara por el pasillo, (cortado)

“Cinco dólares a que es negro,” Aposté, y abrí la cremallera.

Tenía razón.

Era de tafetán negro, un vestido de cóctel con un corpiño apretado y una ondulante justo-encima-de-las-rodillas falda. El tafetán estaba tableado en bien construidas pinzas, convirtiendo un clásico vestido negro en algo mucho más descarado.

Descarado o no, todavía era más elegante que mis usuales jeans y Pumas. Era el vestido que había evitado usar exitosamente por diez años.

Lo saqué de la bolsa y lo descolgué de la percha, luego lo sostuve contra mi pecho frente al espejo de cuerpo entero. Lucía, a los veintiocho, casi exactamente como cuando tenía veintisiete. Pero mi lacio pelo era más oscuro, mi piel más pálida.

Excepto por algún desaconsejado viaje al sol o alguna corrida equivocada a la punta de una katana o de una estaca de madera, luciría igual a como lo hacía ahora-los veintisiete años que tenía cuando Ethan me había cambiado-por el resto de mi vida. Por una eternidad, si me arreglaba para durar tanto tiempo. Que, por supuesto, dependería en cuántos enemigos hiciera, y cuanto iba a ser pedida a sacrificar por la Casa Cadogan.

Por Ethan.


Con ese pensamiento en mente, dejé salir una lenta respiración y ofrecí un silencioso rezo por paciencia. El reloj haciendo tictac, estiré el vestido negro sobre la cama y me dirigí a por una ducha.

Quizá sin sorprenderme, tomó un tiempo que el agua se calentara en la antigua Casa.
Me metí en la bañera de cuatro patas-garras y corrí la cortina de la ducha alrededor de mí, luego, sumergí la cabeza debajo de la espuma, disfrutando del calor. Echaba de menos la luz del día, siendo capaz de permanecer en la calidez de un día de primavera, con el rostro inclinado hacia el sol, disfrutando del calor del mismo. Ahora estaba relegada a las luces fluorescentes y la luz de luna, pero una ducha de agua caliente era un sustituto sorprendentemente bueno.

Me quedé en la bañera acurrucada bajo el agua hasta que el pequeño cuarto de baño estuvo empañado con vapor. Una vez fuera, me sequé con la toalla e hice un turbante con ella en mi pelo, luego arreglé mi conjunto. Los zapatos que Ethan había mencionado estaban en el armario, cuidadosamente envueltos en papel de seda blanco y ubicado dentro de una caja de color negro brillante. Los desenvolví. Eran zapatos de charol, con tirantes finos y tres pulgadas de tacón aguja.

Los saqué fuera por las correas y los dejé colgando en el aire, dándole una mirada supervisora general mientras giraban. Solía bailar en pointe (forma de ballet), pero durante mi época de estudiante universitaria, me había acostumbrado a los Converse y a los Pumas, no a los Louboutin y Prada. Los usaría debido a Ethan, pero realmente esperaba no tener que correr por él en la fina de los Breckenridge.
Elegí la ropa interior, preparé y sequé mi pelo, y me apliqué maquillaje. Brillo de labios. Máscara de pestañas. Rubor, ya que era una ocasión especial. Cuando mi oscuro cabello brillaba, me lo até en una alta cola de caballo, largo flequillo en la frente, lo cual pensé que era lo suficientemente moderno para combinar con el hermoso vestido de cóctel y tacos.

Me observé a mi misma en el espejo, agradablemente sorprendida por el resultado. Brillaba bajo el maquillaje, mis ojos azules, un bonito contraste con mi pálida piel, mis labios del color rosa de una picadura de abeja. Cuando era humana, podría haber sido llamada “bonita,” pero había estado demasiado ocupada con libros y estanterías en la biblioteca, anteojos y Chuck Taylors para jugar con mis atributos más femeninos. Irónicamente, ahora que había sido convertida en una depredadora, mis atributos eran más atractivos aún.

Satisfecha de que había hecho lo que había podido, fui hasta la cómoda y saqué una caja de terciopelo añil que había traído conmigo del Wicker Park. Contenía las perlas Merit, una de las primeras compras que mi padre había hecho con su nueva fortuna, se las había comprado a mi madre para su décimo aniversario. Mi hermana, Charlotte, las había llevado para su debut, y yo para el mío. Algún día, se las pasaría a Mary Catherine y a Olivia, las hijas de Charlotte.

Toqué las esferas suaves como la seda, y luego miré a la fina (cortado)

Era una interesante decisión-debería llevar accesorios de acuerdo a los dictados de mi padre o de mi jefe?

Descarté ambas posibilidades y elegí una tercera-opté vestirme por Merit, Centinela Cadogan. No iba a lo de los Breck por una urgencia de ver a mi padre, o algún sentido de obligación familiar. Iba a allí porque eso había prometido hacer-actuar según las mejores conveniencias de Cadogan.

Con la decisión tomada, puse la medalla alrededor de mi cuello, me puse el vestido y los tacos, prendiendo las correas. Llené una pequeña cartera de mano con lo que necesitaría, luego agarré mi espada. Después de todo, estaba trabajando.

Miré el reloj-dos minutos para llegar abajo. Ya que me había quedado sin tiempo para demoras, tomé el celular de la cómoda y mientras dejaba la habitación y cerraba la puerta detrás de mí, marqué el número de Morgan.

“Morgan Greer.”

“Merit, um, bueno, Merit. Porque es el único nombre que tengo.”

Soltó una risita. “Por cuánto tiempo permanecerá la cuestión,” dijo, lo cual tomé como un cumplido sobre mi estado como futuro Maestro. “Qué estás haciendo?”

“Trabajando,” contesté rápidamente, incapaz y no deseosa de darle más detalles que ese. Tenía la sospecha de que Morgan tenía preguntas sobre mi relación con Ethan, no había necesidad de avivar esas llamas. Pero podía hacer una cosa. . .

“Escucha, Mallory empieza su internado de hechicería el Domingo, por lo que vamos a tener una cena de despedida mañana en la noche. Ella, Catcher y yo. Puedes unírtenos?”

Hubo alegría en su voz, aliviado de haber sido invitado.
“Absolutamente. Wicker Park?”

“Sí, quiero decir, a menos que estés deseando almorzar en la cafetería de Cadogan. Oí que mañana habrán dedos de pollo y una taza de Jell-O.”

“Entonces Wicker Park.” Hizo una pausa. “Merit?”

“Sí?”

“Estoy feliz de que hayas llamado. Feliz de que llegue a verte.”

“Yo, también, Morgan.”

“Buenas noches, Mer.”

“Buenas noches.”

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Ethan estaba escaleras abajo, su dorada cabellera resplandeciendo mientras se ajustaba empuño de una almidonada manga. Los vampiros se arremolinaban alrededor suyo, todos en su negro Cadogan. Pero pese a que él vestía la misma tonalidad – un vivificante traje negro y una impecable corbata plateada – se destacaba. Él estaba, como siempre, ridículamente apuesto, fácilmente eclipsando a los inmortales a su alrededor.
Mi corazón se disparó un poco ante la vista de él, sujeté el barandal con mayor fuerza, la katana con su vaina y la cartera en mi mano libre, y me abrí paso escaleras abajo en los zancos que él llamaba zapatos.
Atrapé el enganche en su mirada cuando me vio, el pequeño sobresalto, el puro reconocimiento. Su mirada fue de incrédulo a evidentemente apreciador, ceja arqueada al tiempo que me miraba de arriba abajo, sin lugar a dudas asegurándose de que satisfaga su lista mental.
Alcancé el pie de las escaleras y me quedé en pie frente a él.
Dado el brillo en sus ojos esmeralda, asumí que había pasado.
“Estás usando tu medallón,” dijo.
Rocé el oro con la punta de mis dedos. “No estaba segura de si debiera, de si era lo suficientemente elegante?”
“Deberías. Considéralo tu medalla de perro.”
“En caso de que me pierda?”
“En caso de que te frías hasta cenizas y ese trocito de oro sea todo lo que quede de ti.”
Tacto vampírico, pensé, dejaba mucho que desear.
Malik surgió desde el pasillo, corriendo en su propio negro Cadogan (sin corbata), y entregó a Ethan una lustrosa bolsa de regalo negra con asas en un cordel de satén negro. No podía ver lo que había dentro, pero sabía lo ue contenía. Acero. Un arma. Dada la conexión que había establecido con mi propia katana – un temple forjado a coste de mi sacrificio de unas pocas gotas de sangre a la hoja – podía sentir el acero, podía sentir el cambio en las corrientes mágicas alrededor de alguien que lo portara.
“Como lo requeriste,” Malik dijo, luego movió la cabeza en mi dirección. Sonreí un poco ante el reconocimiento.
Bolsa en mano, Ethan asintió y comenzó a caminar. Malik hizo un paso a su lado. Asumiendo que yo iba a seguir, lo hice. Nos dirigimos hacia las escaleras del sótano.
“No estoy anticipando problemas,” Ethan le dijo. “No esta noche de todas formas.”
Malik asintió. “Los partes diarios están despejados. Si Celina intenta cruzar la frontera, será señalizada.”
“Asumiendo que no haya compelido a los de la AST (Administración de Seguridad del Transporte),” dijo Ethan.
Y asumiendo que ella no esté ya aquí, pensé.
Ethan rodeó la esquina al pie de las escaleras del sótano, luego caminó hacia una puerta de acero, junto a la cual había montado un pequeño teclado. Esta era la puerta del garaje, brindando acceso a los escasos y codiciados espacios de estacionamiento de Cadogan fuera de la calle. No estaba ni de casualidad lo suficientemente alto en el rango como para tener uno.
Ethan y Malik se detuvieron ante la puerta y se enfrentaron el uno al otro. Entonces presencié un sorprendente momento de ceremonia.
Ethan extendió su mano, y Malik la tomó. Las manos juntas, y con seriedad, Ethan dijo, “La Casa es entregada a tu cuidado.”
Malik asintió. “Reconozco mi derecho y obligación de defenderla, y esperamos su retorno, Liege.” Gentilmente, Ethan ahuecó la parte posterior de la cabeza de Malik, se inclinó hacia delante, y susurró algo en su oído. Malik asintió y los hombres se separaron. Luego (cortado)
“Es él es Maestro mientras no estás?” pregunté.
“Sólo de los alrededores,” Ethan respondió mientras dábamos los pasos hacia su lustroso Mercedes negro descapotable, el cual estaba cómodamente estacionado entre columnas de concreto. “Permanezco como Maestro de la Casa como una entidad, de los vampiros.”
Abrió la puerta del acompañante para mí, y luego de que me metiera dentro de la tapicería en cuero roja y negra, cerró la puerta y se movió de su lado del auto. Abrió su puerta, ubicó la lustrosa bolsa negra sobre la consola entre nosotros, y se subió. Cuando encendió el motor, maniobró el descapotable entre las columnas y en dirección a la rampa y puerta de seguridad que surgieron cuando tomó la pendiente.
“La ceremonia,” dijo, “es un anacronismo de la influencia del feudalismo Inglés sobre los vampiros que formalizaron el sistema de las Casas.”
Asentí. Había aprendido del Cannon que la organización de las Casas era feudal en origen, de fuerte mentalidad Liege – vasallo, en el sentido de que el Noviciado vampiro le debía a su Liege y estaba obligado a creer en la bondad paternal de su Liege.
Personalmente, no estaba cómoda pensando en Ethan en una manera paternal.
“Si el rey deja su castillo,” ofrecí, “él dejará instrucciones para su defensa con su sucesor.”
“Precisamente,” dijo Ethan, balanceando el coche hacia la calle. Alcanzó la mano al espacio entre nosotros, levantó la bolsa de regalo y me la entregó.
La tomé, pero arqueé una ceja en su dirección. “Qué es esto?”
“La espada necesita permanecer en el vehículo,” dijo. “Seremos suficiente espectáculo sin los enseres.” Dejado a Ethan para hacer referencia a un metro y medio de acero, cuero y curvatura como ‘enseres’.
“La bolsa,” dijo, “es un sustituto. Al menos en cierta forma.”
Curiosa, espié dentro y saqué el contenido. La bolsa contenía una vaina negra, la cual contenía un filo – una delgada, poderosa daga, con un nácar recubriendo el mango.
“Es hermosa.” Deslicé a la daga de su cubierta y la mantuve en alto. Era una elegante y brillante cuña de acero pulido, afilado de ambos bordes.
Pasamos bajo una farola, y el reflejo capturó el extremo de la empuñadura, revelando un plano disco de oro. Lucía como una versión más pequeña de los medallones de Cadogan, éste también portando mi cargo. CENTINELA DE CADOGAN, se leía.
Era una daga creada para mí. Personalizada para mí “Gracias,” dije tocando con el pulgar el disco.
“Hay un artículo más en la bolsa.”
Ceja arqueada, metí mano dentro nuevamente y saqué una funda – dos correas de cuero unidas a una delgada funda.
No, no simplemente una funda – una funda de muslo.
Miré hacia abajo a mi pollera, luego arriba a Ethan. Realmente no estaba ansiosa por colocarme una funda de muslo, mucho menos frente a él. Tal vez porque no quería levantar mi falda para mi jefe. Tal vez, porque una daga de unos cuantos centímetros no sería ni de cerca tan efectiva como mi katana en una revuelta. No que anticipara un ataque por parte de los genios de la alta sociedad, pero cosas más extrañas habían sucedido. Sobre todo recientemente.
Además, era la única guardia de Ethan para el evento, y estaría condenada si llegara a retornar remolcando a la Casa Cadogan un Maestro herido. Incluso si sobrevivía al ataque, nunca sobreviviría a la humillación.
Suspiré, sabiendo cuando había perdido, decidiendo que la daga sería mejor que nada.
“Mantén tus ojos en la carretera,” ordené, luego desaté las hebillas.
“No voy a mirar.”
“Seeh, bueno, mantenlo de esa forma.”
Hizo un desdeñoso sonido, pero mantuvo su mirada sobre el parabrisas. También se apoderó del volante un poquito más fuerte. Disfruté de esa grieta en su fachada probablemente más de lo que debería.
Era diestra de modo que resbalé hacia arriba un poco la mullida falda de mi vestido sobre el lado derecho y extendí mi mano derecha, tratando de descifrar dónde quería posicionar la hoja por si necesitara sacarla de apuro. Me ubiqué sobre un punto casi a medio camino del muslo, la funda justo sobre el borde externo. Abroché la primer hebilla, luego la segunda, y me retorcí un poco en el asiento para asegurarme que estuviera asegurada.
La funda tenía que estar lo suficientemente ajustada como para permanecer tensada cuando sacara la hoja. Esa era la única forma de asegurarse de que podría liberar el cuchillo rápidamente y en forma segura. Por otro lado, demasiado apretada y me cortaría la circulación. Nadie necesita eso, mucho menos un vampiro.
Cuando estuve satisfecha de que se hallaba segura, al menos tan segura como podría estarlo en el asiento delantero de un descapotable acelerando hacia los suburbios, inserté la hoja. Un tirón trajo la daga fuera en un golpe limpio, la funda aún en su lugar.
“Lo suficientemente bueno,” concluí. Enderecé mi falda nuevamente, luego miré a Ethan. Nos estábamos dirigiendo a través de un tráfico relativamente ligero sobre la interestatal, pero su expresión en blanco lucía un poco en exceso relajada. Estaba trabajando muy duro para lucir desinteresado.
Dado que nos estábamos dirigiendo hacia el campamento enemigo, pensé en picar su interés – y le ofrecí una actualización de Centinela obediente. “Nunca adivinarás quién estaba acampando en la fila de fotógrafos anoche,” dije, tirándole la carnada.
“Jamie?” su voz era irónica. Creo que estaba bromeando. Desafortunadamente, yo no.
“Nicholas.”
Sus ojos se ampliaron. “Nicholas Breckenridge? En la Casa Cadogan”
“En vivo y en directo. Estaba con los paparazzi en la esquina.”
“Y dónde estaba Jamie?”
“Esa fue mi pregunta también. Estoy empezando a creer, Sullivan, que no hay ningún Jamie – quiero decir, sé que existe un Jamie, pero no estoy segura de que Jamie sea la verdadera amenaza aquí. Como mínimo, no tenemos la historia completa.”
Ethan hizo un sonido seco. “Esta no sería la primera vez para ello, como bien sabes. Espera – acaso dijiste anoche? Viste a Nick Breckenridge fuera de la Casa y no le dijiste a nadie? Pensaste en mencionarme esto a mí? O a Luc? O a cualquier otro con la autoridad para manejar la situación?”
Ignoré al cuasi pánico en el tono de su voz. “Lo estoy mencionando ahora,” señalé. “Él hizo algunas preguntas bastante punzantes acerca de las Casas, acerca de Celina. Quería saber si pensábamos que su castigo era suficiente.”
“Qué le dijiste?”
“La línea de juego,” dije. “Ustedes chicos fueron bastante oportunos con los puntos de discusión.”
“Sabías que él estaba de regreso en Chicago?”
Sacudí mi cabeza. “Tampoco sabía que estaba curioso acerca de nosotros. Es como una enfermedad abriéndose camino a través de esa familia.”
“Supongo que es doblemente fortuito que nos estemos dirigiendo hacia la finca Breck.”
O doblemente problemático, pensé. Duplica el número de aspirantes a agitadores en la residencia.
“Ethan, si las raves podrían llegar a causarnos semejantes problemas – una atención y repercusiones negativas – por qué nos estamos enfocando en la historia, quien sea que la esté escribiendo? Por qué estamos conduciendo a Loring Park, tratando de manipular la prensa en lugar de tratar de detener las fiestas clandestinas?”
Estuvo en silencio por un momento hasta que preguntó con seriedad, “no estamos tratando de detenerlas?”
Eso me hizo sentarme un poquito mas recta. Había asumido, siendo la Centinela de la Casa, que si alguna clase de misión se estaba elaborando, yo sería parte de ella. Claramente ese no era el caso.
“Oh,” dije, no feliz de descubrir que había planes secretos en marcha y no había sido incluida.
“Detener la historia no es la polémica, no para los vampiros de todas formas,” dijo Ethan. “Detener las raves lo es. Las raves suceden fuera del establecimiento de la Casa, pero eso no significa que la Casa no sepa que ocurren. Y no tengo ninguna autoridad sobre los otros Maestros, sobre las otras Casas de vampiros de la que tengo para con los Rogues de la ciudad.”
Muy a tu disgusto, pensé.
“Francamente, aunque los planes están en obra, en gran parte a través de los esfuerzos de tu abuelo, es poco probable que podamos ponerle un fin por completo a ello. Tu abuelo tiene excelentes conexiones, poderosas habilidades de mediación, y un leal personal. Pero los vampiros, siendo vampiros, beberán.”
“Y entonces le damos la vuelta,” dije
“El primer frente es la prensa,” acordó él. “No es el único frente, pero es la batalla que pelearemos esta noche.”
Solté una bocanada de aire, nada ansiosa por la escaramuza. Merit versus el mundo que ella dejó atrás.
“Va a estar bien,” dijo Ethan, y miré hacia él con sorpresa. Por ambas, de que me haya leído tan bien y de que respondiera dando apoyo.
“Eso espero,” le dije. “No estoy emocionada con la posibilidad de toparme con Nick nuevamente, y tú sabes cómo me siento acerca de mi padre.”
“Pero no por qué,” Ethan dijo en voz baja. “Por qué la animosidad? Esta brecha entre ustedes?”
Fruncí el ceño mirando por la ventana, insegura de cuánto quería compartir con él. De cuántas municiones quería darle.
“No era la hija que mi padre quiso,” finalmente dije.
Silencio. Entonces, “Ya veo. Eres cercana con Charlotte y Robert?”
“No diría que hay animosidad allí, y nos mantenemos en contacto, pero no están en mi discado rápido.” No le dije que no había hablado con mis hermanos en un mes. “Simplemente no tenemos mucho en común.” Robert se estaba preparando para tomar la posta del trabajo de mi padre; Charlotte estaba casada con un físico y repoblando el mundo con pequeños nuevos Merits. Bueno, la Sra del Dr.Corkburger – Merits.
Oh, seeh. Corkburger.
“Comparten tu animosidad hacia tu padre?”
“No realmente,” le dije, mirando fuera por la ventana. “No me aclimaté bien a la socialización. Robert y Charlotte sí. Todos nacimos dentro de ella, pero en ellos prosperó. Ellos están, no lo sé, equipados para eso. Para esa clase de estilo de vida, esa clase de atención, para la competencia constante. Creo que a causa de ello había menos fricciones entre ellos y mi padre. Su relación era, no lo sé, más sencilla?”
“Y qué hiciste mientras ellos disfrutaban de las ventajas de los Merit?”
Me reí. “Pasé montones de tiempo en las bibliotecas. Pasé mucho tiempo con los libros. Quiero decir, mi casa era pacífica. Mis padres no peleaban. Teníamos, materialmente, todo lo que necesitábamos. Era afortunada en muchas formas, y me doy cuenta de ello. Pero era una soñadora, no muy interesada en los valiosos bienes de la alta sociedad.” Reí en voz alta. “Soy una lectora, no una luchadora.”
Ethan hizo rodar sus ojos ante la pésima broma. “Y claramente no una comediante,” dijo él, pero hubo un atisbo de sonrisa sobre su rostro. Guió el Mercedes fuera de la autopista y hacia una dividida carretera. Vi pasar los vecindarios, algunas casas encendidas, otras oscuras, familias humanas comprometidas en el acto de vivir.
Miré por encima hacia él. “Nos estamos acercando, cuál es el plan?”
“Congraciarse y trabajo de campo,” dijo él, ojos explorando el camino. “Te reintroduces a ti misma a estas personas, les dejas saber que estás de regreso y que perteneces. Que todo lo respectivo a los Merits que se les debe – el respeto, el acceso, la aprobación – se te debe a ti también. Determinamos lo que podemos acerca de esta supuesta historia, la participación de Jamie, la participación de Nick.” Sacudió su cabeza. “Tus noticias de la visita de Nick enturbia las aguas de alguna forma, y necesitamos saber dónde estamos parados. Y basados en esa información, si tu padre está allí, consideraremos si hay formas en las que él pueda ayudar.”
Mi estómago se retorció en una desconfortante anticipación. Estaba más que dispuesta a renunciar a lo que se me ‘debía’ como una Merit a fin de evitar a mi padre. Pero esto era acerca del acceso, acerca de neutralizar una amenaza. Era una chica suficientemente grande como para resistir una por el equipo.
“Y nosotros somos el soborno?” pregunté.
Ethan asintió. “Tu padre es un hombre ambicioso, con metas ambiciosas para su negocio y su familia. Tú le provees a él acceso a cierto segmento de la población.”
“El segmento colmilludo,” añadí. “No tengamos dudas de sus verdaderos intereses: le estoy llevando un Maestro vampiro.”
“Ya sea que sea a uno de nosotros o a ambos a quienes quiera ver, recuerda quién eres. Ni un Maestro ni simplemente Merit, sino una poderosa vampiresa en su propio derecho.”
Entramos a los acres rurales, boscosos, una señal de que nos aproximábamos a nuestro destino. Acabábamos de girar en una calle delimitada por árboles, oscura en ausencia de farolas, cuando Ethan – sin previo aviso – desaceleró y acordonó el Mercedes. Cuando el motor se detuvo y el auto estuvo en silencio, él encendió la lucecita por encima nuestro y me miró.
Lo miré, esperando, preguntándome por qué él había detenido el auto.
“La liberación de Celina me preocupa,” finalmente dijo.
“Te preocupa?”
“Como sabes, en el pasado, el foco del PG había sido la protección de las Casas vampiras y la asimilación a la sociedad humana. Asegurando nuestra inmortalidad.”
Asentí. El precursor del PG había sido creado en secuela al Primer Exterminio. La supervivencia era la directiva.
“Y estás preocupado de que la liberación de Celina señalice, qué, una nueva era?”
Ethan se pausó, pasó una mano por su cabello, y finalmente asintió. “Seres humanos morirán. Vampiros morirán. No puedo imaginar ningún otro final a la historia.”
Se calló nuevamente, esta vez cuando me miró, su expresión era diferente – llena de determinación. Discurso motivacional en camino, asumí.
“Le hemos recordado a los humanos acerca de nuestra existencia. Esta noche, les recordaremos acerca de nuestras conexiones. Necesitaremos de cada ventaja que podamos conseguir, Merit. Para cualesquiera que sean sus planes a largo plazo, a corto plazo, alguna clase de insurrección, absolutoa rebelión, el demandamiento de derechos políticos – algo se está viniendo.”
“Algo maléfico.”
Ethan asintió. “El inicio ha sido aguijoneado, al menos proverbialmente.”
Elevé una mano a mi cuello, ahora curado y libre de cicatrices, una vez desgarrado por un vampiro que ella había convencido de matarme. “No proverbialmente,” dije. “Cualquiera sea el hechizo que ella esté ‘conjurando’, ya ha derramado sangre, vuelto a vampiros contra sus Maestros, convencido al PG – y traidores o no, admito que no estoy impresionada hasta el momento – que la muerte de seres humanos fue meramente daño colateral.”
Hizo un sonido de acuerdo pero sujetó el volante de nuevo, los pulgares golpeteando nerviosamente contra la cubierta de cuero. Dado que aún estábamos estacionados, asumí que todavía había más.
Miré hacia él, traté de descifrar su motivación, alguna pista de qué más restaba. “Por qué me estás diciendo esto ahora?”
“He hablado con Malik y Luc,” dijo, casi a la defensiva, como si estuviera cuestionando su adhesión a su propia cadena de mando.
“Eso no fue lo que te pregunté.”
“Eres la Centinela de mi Casa.”
Una respuesta demasiado sencilla, pensé, y demasiado rápida como respuesta. “Por qué, Ethan?”
“No sé si sea lo suficientemente fuerte como para decirle no a ella.”
Esta vez, me tomó un tiempo responder. “Decirle no?”
Con la voz suave, las palabras en forma lenta, dijo, “Si intenta convencerme de unirme a su causa usando sangre o glamour en mi contra, no estoy seguro de que pueda decir no.”
Un podría haber escuchado la caída de un alfiler en el auto. Me quedé mirando hacia delante, conmocionada ante la admisión, de que él haya compartido esta información – su debilidad – conmigo. Con la chica a la que le había pedido ser su Consorte. La chica que lo había rechazado. La chica que había atestiguado, de primera mano, la traición de Amber. La chica que había visto expresión en su rostro cuando Amber confesó su pecado, su participación en la conspiración de Celina.
La chica que había sentido el impulso del glamour de Celina, y alimentado a través de él. Pero también él.
“Tú dijiste que no en el parque,” le recordé. “Cuando ella confesó su participación en los asesinatos, cuando ella te quería de su lado, tú dijiste no.”
Ethan sacudió su cabeza. “Ella quería ser capturada, hacerse la mártir. Ese fue a duras penas la extensión de glamour, las herramientas que ella está utilizando contra el PG.”
“Y Malik y Luc?”
“Ellos no son tan fuertes como yo.” La desafortunada implicancia siendo que si Ethan estaba preocupado acerca de su habilidad para contrarrestar el glamour, con Luc y Malik había poca esperanza.
“El glamour,” dijo Ethan, “se basa en convencer a alguien de que haga algo que no haría ordinariamente. No es como el alcohol.”
Manipulación psíquica, de todo menos perceptible. Gracias a Dios que la CIA no se había enterado de eso todavía.
“Y porque el poder es de tipo psíquico, el único rastro de que ella ha usado su poder en esta manera es la magia que se filtra cuando se realiza. Los vampiros que pueden utilizar el glamour pueden convencer a los sujetos de su glamour a que tengan deseos completamente distintos. Es más fácil, por supuesto, sobre mentes frágiles, sobre aquellos que podrían haber sido convencidos con un poco de presión extra. Es más arduo en aquellos con mentes más firmes. En aquellos más acostumbrados a hallar sus propios caminos.”
Ethan me miró y elevó una ceja, como si me dispusiera a comprender.
“Creer que repelí a su glamour porque soy una testaruda?”
“Pienso que es, tal vez, una de las razones.”
Poniendo el absurdo general de la conversación a un lado – debatiendo la metafísica del glamour vampiro – obtuve mucho de su admisión, y no pude contener mi sonrisa. “Así que estás diciendo que mi testarudez es una bendición.”
Con un gruñido, encendió el Mercedes y lo puso suavemente de regreso sobre el camino. Supongo que lo animé sacándolo de su mal humor.
“Sabes, los vampiros son agotadores,” le dije, repitiendo una de las quejas favoritas de Catcher.
“Esta vez, Merit, no voy a estar en desacuerdo contigo.”



Traducido por Chloe y por mi

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