Friday Night Bites / Capítulo 16

CAPÍTULO DIECISÉIS

UNA OFERTA QUE NO PUEDEN RECHAZAR

Comimos, bailamos y tomamos champagne por casi una hora, y todavía seguíamos sin ver señales de mi padre o los Breckenridges. Era difícil jugar a ser Nancy Drew sin evidencias.

Cuando capté el aumento de interés al elevarse las cejas de Ethan, miré automáticamente en dirección a su mirada, esperando a ver a Joshua Merit cerca.

Pero en cambio de mi padre, en el medio de un círculo de hombres risueños, estaba de pie el alcalde.

A los treinta y seis, Seth Tate estaba en el comienzo de su segundo término. Se había proclamado a si mismo un reformista, pero no había sido capaz de producir el renacimiento económico que había prometido en su campaña contra la máquina política Potter quién había gobernado antes de su elección a Chicago. Él también le había dado a mi abuelo su posición como el Ombud, abriendo oficialmente la administración de la ciudad y las alas de ejecución sobre los supernaturales de Chicago.

Tate era alto y estaba sorprendentemente en forma para ser un hombre que evaluaba política todo el día. Era también terriblemente guapo. Tenía el rostro de un ángel rebelde-cabello negro, ojos de un azul cristalino.

Miré a Ethan, su mirada en Tate, y vi la extraña mirada de codicia en su rostro. Allí fue cuando las piezas encajaron en su lugar.

Sabía que Ethan quería acceso a mi padre y a esos de su clase. Nuestro intento de mantener las raves apartadas de la prensa era un práctico medio hacia la construcción de esa conexión. Pero con las raves y la historia de lado, Ethan quería acceder a Tate. Acceso que Tate no había, al menos hasta ahora, estado dispuesto a proporcionar.

“Deberías decirle hola a nuestro joven alcalde,” Ethan dijo.

“Yo ya lo he saludado,” dije. Me había encontrado a Tate dos veces antes. Eso había sido suficiente.

“Sí,” Ethan dijo. “Lo sé.”

Lentamente, lo miré, con mis cejas levantadas. “Sabés qué?”

Ethan bebió de su champagne. “Tu sabes que Luc investiga a sus guardias, Merit, y que hizo su investigación también contigo. He revisado ese informe, y puedo leer el Tribune tan bien como cualquiera.”

Lo debería haber sabido. Debería haber sabido que encontrarían el artículo, debería haber sabido que Luc se lo daría a Ethan.

Había estado en casa por un largo fin de semana durante mi primer año en la NYU. Mis padres tenían entradas para el Joffrey Ballet, y un reportero del Tribune nos tomó una foto de Tate y yo estrechando las manos. Ese no es el tipo de cosa que normalmente hubiera sido digno de una foto, excepto por el echo que casi perfectamente reflejaba una imagen de nosotros en el Trib seis años antes. La primera vez tenía catorce años, con un pequeño papel en una gran producción de ballet. Tate había sido un joven concejal en ese momento, con dos años en la escuela de leyes. Probablemente para tener un acercamiento con mi padre, me entregó flores después de la actuación. Todavía estaba con el traje-leotardo, tutú, zapatillas punteadas y calzas-y el fotógrafo lo atrapó en medio de la entrega del ramo de rosas blancas envueltas con papel. El periodista del Trib nos fotografió en la actuación de Joffrey aparentemente como un simbolismo, y las dos imágenes terminaron lado a lado en una página de las noticias locales.

Supuse que no podía culpar a Ethan por pensar en el futuro, por ordeñar cada gota de oportunidades, pero punzaba jugar como intermediaria nuevamente.

“Los humanos no son los únicos animales políticos,” Murmuré.

Con las cejas levantadas, Ethan me echó un vistazo. “Es eso un análisis de mis tácticas, Centinela?”

Sacudiendo mi cabeza, miré nuevamente a la multitud, y sorprendentemente, encontré unos valorativos ojos azules en mí. Sonreí astutamente. “Por qué, no, Sullivan. Si tienes el arma perfecta, deberías usarla.”

“Perdóname?”

“Veamos cuán bien puedo actuar, no?”

Antes de que pudiera preguntar a que me refería, me coloqué la mejor brillante sonrisa de la familia Merit, enderecé mi columna, y me acerqué a la multitud del alcalde.

Su mirada siguiéndome mientras me movía, Tate asintió ausente a esos a su alrededor, luego se dirigió a través de la multitud hacia mí, dos hombres rígidos de traje detrás de él. Su séquito no se desplegó pero aprecié su decisión.

Tate no se detuvo hasta alcanzarme, sus ojos azules chispeando, hoyuelos apareciendo en las comisuras de su boca. Políticamente advenedizo o no, era innegablemente atractivo.

Nos encontramos en el medio del salón, y supuse, dado su rápida mirada detrás de mí, que Ethan me había seguido.

“Bailarina,” susurró, tomando las manos que le había extendido hacia él.

“Sr. Alcalde.”

Tate apretó mis manos. Cuando se inclinó hacia delante, presionando sus labios en mi mejilla, un mechón suave de pelo oscuro-llevado un poco más largo de lo que generalmente se consideraba adecuado para los votantes más conservadores de Chicago-rozó mi mejilla. Tate olía a limón, sol y azúcar, una combinación extrañamente etérea para el administrador de la ciudad, pero delicioso de todos modos.

“Ha pasado mucho tiempo,” susurró, un escalofrío bajó por mi columna vertebral. Cuando se retiró hacia atrás, miré detrás de mí, y vi suficiente fuego en los ojos esmeralda de Ethan por sentirse reivindicado y lo señalé con una mano negligente.

“Ethan Sullivan, mi . . .Maestro.”

Tate estaba todavía sonriendo, pero esa sonrisa no había llegado a sus ojos. Había estado excitado por verme, por razones lascivas o de otro tipo. Pero estaba claramente menos excitado de ver a Ethan. Tal vez había estado evitando encuentros con los Maestros de la ciudad. Y aquí había ido yo a forzarlo.
Por otra parte, no había modo de que mi padre no hubiera mencionado que pretendíamos asistir a la fiesta-esa era información de la que no era capaz de mantenerse para sí mismo. Esa era advertencia suficiente para Tate, decidí.

Ethan dio un paso hacia delante, a mi lado, y Tate extendió una rígida mano.

“Ethan, encantado de finalmente conocerlo.”

Mentiroso, mentiroso, pensé, pero observé la interacción con fascinación.

Ellos sacudieron sus manos. “Es un honor finalmente conocerlo, Sr. Alcalde.”

Tate retrocedió un paso, y me hizo un estudio evidente, la sonrisa en su rostro ablandando una mirada que de otro modo se sentiría completamente denigrante. (Y, se sintió sólo cuarenta a cincuenta porciento denigrante. Chico malo o no, era terriblemente guapo.)

“No te he visto en años,” Tate dijo. “No desde la última fotografía del Tribune.” Sonrió encantadoramente.

“Creo que tienes razón.”

Asintió. “He oído que te has mudado nuevamente a Chicago para trabajar en tu doctorado. Tu padre estaba tan orgulloso de tus logros académicos.” Eso era una novedad para mí. “Lamenté oír que habías . . .detenido tus estudios académicos.”

Tate lanzó una mirada en dirección a Ethan. Desde que había detenido mis estudios solamente porque Ethan me había convertido en vampiro, el disparo hacia Ethan era, completamente obvio y francamente, un poco sorprendente. Había asumido Tate que había animosidad entre nosotros? O estaba simplemente tratando de crearla, de provocar presión?

Mientras que admitía disfrutar retorcer a Ethan, todavía estaba de su lado, y no era lo suficientemente ingenua para pensar que morder la mano que me alimentaba fuera una buena idea, incluso para adular al alcalde.

“Creo que la inmortalidad más que compensa el título,” le dije a Tate.

“Bueno,” dijo, sin esconder su sorpresa. “Ya veo. Aparentemente, incluso el alcalde no siempre está al corriente.” Aprecié que tomara el golpe, que pudiera reconocer que su información sobre la supuesta enemistad entre Ethan y yo, de cualquier fuente que fuera, no había sido enteramente correcta.

Tampoco, para ser honesta, era enteramente incorrecta.

“Quiero agradecerte,” le dije, cambiando el tema, “por la confianza que has puesto en mi abuelo.” Miré a mi alrededor, pensando que era mejor limitar lo que decir sobre la posición de mi abuelo en esta mezclada compañía-y en la casa de mi padre. Como (cortado)
“Sin adentrarnos en detalles, dado que este no es ni el momento ni el lugar para este tipo de discusión,” procedí, y Tate asintió comprendiendo, “está complacido por ser capaz de mantenerse ocupado, para ayudar, y me alegro de saber que tengo a alguien en mi esquina. Todos nosotros lo estamos.”

Tate asintió, como esperarías que lo hiciera un político en una campaña-la seriedad y gravedad de su expresión. “Estamos en la misma página allí. Todos ustedes merecen tener una voz en Chicago.”

Uno de los hombres del cuerpo de Tate se inclinó hacia él. El alcalde escuchó por un momento, luego asintió.

“Lamento tener que dejarte,” me dijo, sus labios curvados en una melancólica sonrisa, “pero debo ir a una reunión.” Extendió una mano hacia Ethan. “Me complace haber sido capaz finalmente de conectar. Deberíamos encontrar algún momento para conversar.”

“Eso sería apreciado, Sr. Alcalde,” Ethan estuvo de acuerdo, asintiendo.

Tate me miró otra vez, abriendo su boca para hablar, pero pareciendo habérselo pensado mejor. Puso sus manos en mis hombros, se inclinó hacia delante, y presionó sus labios contra mi mejilla. Luego cambió, sus labios en mi oído. “Cuando puedas escaparte, ponte en contacto. Llama a mi oficina, ellos te contactarán, día o noche.”

La parte de “día” era superflua, dado mi pequeño problema a la luz del sol. El resto de ello-el echo de que me había solicitado reunirnos a mí, no a Ethan, y el acceso que había garantizado-era sorprendente, pero asentí cuando se apartó.

“Buenas noches,” dijo, con una media inclinación a ambos de nosotros. Uno de sus guardias se paró delante de él y comenzó a llevarlo a través de la multitud. Tate siguió el espacio que provocaba, un segundo guardia detrás de él.

“Quiere que lo llame,” le informé, cuando la multitud se volvió a formar alrededor de nosotros. “Me dijo que me pusiera en contacto, a cualquier hora. Que su oficina me contactaría con él.” Miré a Ethan. “De qué se tratará?”

Ethan frunció el ceño. “No tengo idea.” Siguió mirándome fijamente, una ceja levantada en obvia desaprobación.

“Por qué la cara larga?”

“Hay alguien que no esté encaprichado contigo?”

Sonreí, con dientes. “Si no, es porque no los has asignado a que me conozcan todavía. Mata Hari a tu servicio. Quieres agregarlo a la lista?”

“No aprecio tu sarcasmo.”

“No aprecio ser entregada como un favor de fiesta?”

Un músculo en su mandíbula se apretó. “Qué quieres que diga a eso?”

Abrí mi boca para darle una respuesta tan sarcástica como mi pregunta, pero una bandeja plateada apareció a la altura de mi codo, interrumpiéndome. La bandeja solamente llevaba una tarjeta blanca. JOSHUA MERIT estaba escrito en secas letras mayúsculas en ella.

Mi corazón dio un vuelco incómodo, esos seis centímetros cuadrados de cartulina provocaban el mismo sentido de terrible anticipación en él, que cuando era una niña.
Mi padre había querido tranquilidad, paz y perfección, y en esas ocasiones que solicitaba una audiencia conmigo por algún fallo en alguna de esas categorías, este era el modo en que lo hacía.
Extendí mi brazo y tomé la tarjeta, luego miré a Pennebaker, quien la había entregado.

“Tu padre te verá en su oficina,” dijo con un movimiento de su cabeza, luego desapareció entre la multitud.

Nos quedamos de pie silenciosamente por un momento, mi mirada en la tarjeta en mi mano.

“Estás lista,” Ethan dijo, y comprendí que la declaración había sido dicha como una afirmación.

“Lo suficiente lista,” dije. Alisé la seda en mi cintura, y lo dirigí lejos.



Mi padre se levantó de un sofá negro y cromo Mies van der Rohe cuando abrimos la puerta de madera montada en la cima. Mientras que la oficina de Papa Breck era cálida y masculina, la de mi padre era fría. Encajaba perfectamente con el resto de la decoración ultramoderna de la casa.

“Merit, Ethan,” mi padre dijo, haciéndonos una seña para que entremos con su mano. Oí la puerta cerrarse detrás de nosotros y asumí que Pennebaker había ido a hacerlo.

Merit, oí en mi cabeza, cuando vi lo que no había duda que Ethan tenía intención de advertirme-que Nicholas y Papa Breck estaban de pie en la oficina de mi padre.

Nick estaba en jeans, en una remera, y en una chaqueta deportiva de pana marrón. Papa Breck, un barril solidamente grande, estaba en un esmoquin. Estaban de pie juntos, cuerpos cerca y alineados, ojos sospechosos en nosotros mientras entrábamos.

Miré a Nick, tratando de descubrir su estado de ánimo, lo cual no me tomó mucho dada la ira en sus ojos, la tensión en su mandíbula. Y cuando miró de Ethan a mí, tomó el vestido y el esmoquin, y la decepción se unió a sus otras expresiones. Las otras eran confusas, pero la decepción resaltaba.
Papa Breck asintió hacia mi. Ese asentimiento era aparentemente el único saludo que podía dar a la (vampiro) hija de su mejor amigo, a la ex novia de su hijo. No había visto a Michael Breckenridge, Sr. en años, pero había esperado más que un asentimiento. Quizá palabras, alguna indicación de la cercanía de nuestras familias, de la relación que había existido entre Nick y yo. Había sido prácticamente un miembro de esa familia, por todas las vacaciones de verano que había pasado en su casa, corriendo a través de los pasillos, a través del césped, a través de el camino sucio hasta el laberinto.
Por otra parte, supuse, que me debería haber considerado afortunada, ya que ni siquiera gastó un asentimiento en Ethan.
“Los Breckenridges han recibido información,” mi padre dijo, “sobre la amenaza de violencia contra su hijo.”
La sorpresa era evidente en la expresión de Ethan. “Una amenaza de violencia?”
“No te hagas el tonto,” Nick murmuró. “No pretendas que no sabes sobre lo que estamos hablando.”

La mandíbula de Ethan se tensó, y metió sus manos en los bolsillos. “Lo siento, Nicholas, no tenemos idea de lo que estás hablando. No amenazamos. Y ciertamente no hemos hecho una amenaza contra vos.”
“No yo,” Nicholas dijo. “Jamie.”
La habitación se quedó en silencio, al menos hasta que hablé. “alguien amenazó a Jamie? Cuál era la amenaza?” Pregunté. “Y por qué pensarías que provino de nosotros?”
La mirada de Nick lentamente cambió hacia la mía, había terquedad en la posición de su mandíbula.
“Dímelo, Nick,” Le imploré. “Te puedo garantizar que no hemos amenazado a Jamie. Pero incluso si lo hubiéramos hecho, no pierdes nada en decirnos lo que han oído. O nosotros hicimos la amenaza, por lo tanto sabemos lo que es ya, o hemos sido incriminados, y necesitamos descubrir que demonios está pasando.”
Nick miró a su padre, quien asintió, luego se volteó hacia nosotros. “Antes de que habláramos en el jardín de mis padres, nos llamaron a la casa. De un número no identificado. Ella dijo que los vampiros estaban interesados en Jamie.”
Ella, Nick dijo. La persona que llamaba era mujer. Habría sido Celina? Amber? Algún otro vampiro que la tenía con los Brecks, o quién se moría de ganas de crearle problemas a la Casa Cadogan?
“Hoy,” Nick continuó, “recibí una e-mail. Tenía detalles específicos de cómo planeaba exactamente herir a mi hermano.”
Ethan frunció el ceño, claramente confundido. “Y por qué supuestamente queremos hacerle daño a Jamie?”
“El mensaje no lo decía,” Nick contestó, pero las palabras fueron dichas un poco demasiado rápidas para sonar verdaderas. Quizá el sabía de la historia de Jamie; quizá había otra razón por la que él pensaba que Jamie podría ser el objetivo. Y ese no era el único problema con su evidencia.
“Cómo saben que el e-mail era de un vampiro Cadogan?” Pregunté. “Cómo saben que no fue simplemente un truco?”
“Dame un poco de crédito, Merit. Ellos me dieron información para verificar.”
Ethan y yo intercambiamos una mirada. “Qué información?” preguntó, precaución en su tono.
Nick apartó la mirada, mojó sus labios, luego me miró otra vez. Había frialdad en sus ojos.
“Habían detalles sobre vos,” dijo, luego dirigió esa frígida mirada a Ethan. “Y tú. Juntos.”
Mis mejillas se pusieron carmesí. Ethan, aparentemente mucho menos preocupado, hizo un suave, sonido sardónico. “Te aseguramos, Nicholas, que no tenemos planes de herir a tu hermano. Y puedo asegurarte de que no estabas hablando con un vampiro Cadogan. No hay un ‘juntos’ hasta donde Merit y a mi nos concierne.”
No es que él no lo hubiera considerado, pensé, recordando nuestro baile.
“Oh?” Nick preguntó, como si estuviera fingiendo sorpresa. “Entonces ustedes no compartieron un momento en la biblioteca la noche del Viernes?” Volvió su mirada hacia mi. “Me dijeron que pasaste la historia de nuestro encuentro en el jardín. Que le informaste a tu Maestro que yo iba a ‘ir tras de ti.’ ”
Esta vez, mis mejillas palidecieron. Mientras su deducción era equivocada-nuestro “momento” en la biblioteca había sido completamente platónica-la parte del chisme era verdad suficiente. Alguien había estado (cortado)
Y más importante, alguien estaba traicionando a Ethan. Otra vez.
No quería hacerlo, pero me hice a mi misma girar y chequear la expresión de Ethan. Estaba de pie congelado a mi lado, mandíbula apretada, furia incontrolable en su rostro.
“Nosotros no lo hicimos,” soltó, “ni hemos pretendido nunca emitir una amenaza contra Jamie o cualquier otro miembro de tu familia. Ese no es el modo en que mi Casa funciona. Si un mensaje ha sido enviado a ustedes, no fue enviado desde un vampiro Cadogan, y desde luego no con mi aprobación. Si alguien en mi Casa te ha informado de lo contrario, está . . . profundamente . . . equivocado.”
A pesar de la gravedad del tono de Ethan, la respuesta de Nick encogiéndose de hombros fue descuidada. “Lo siento, Sullivan, pero eso no es lo suficientemente bueno.”
Las cejas de Ethan se elevaron. “No es lo suficientemente bueno?”
“Solamente te estamos pidiendo que no saltes a conclusiones,” le dije a Nicholas. “Eso es todo.”
“Que no salte a conclusiones?” Nick tomó pasos, cerrando la distancia entre nosotros. Tuve que acerarme a mi misma para no retroceder.
“Cuan ingenua eres, Merit? O es algún tipo de negación de conversación vampírica?”
“Nicholas,” Papa Breck dijo, pero Nick sacudió su cabeza.
“No,” escupió. “Te dije que si tratabas de herirlo, iría tras de ti con todo lo que tengo. No me quedaré quieto mientras los vampiros destruyen mi familia, Merit.”
“Nick, hijo,” Papa Breck repitió, pero Nicholas se mantuvo donde estaba, pulgadas lejos de mí, mirándome fijamente con esos furiosos ojos azul ecléctico.
“Nosotros no enviamos una amenaza contra Jamie, Nick.”
“No me mientas a mí, Merit.” Nick se inclinó más cerca y susurró en una voz que asumí solamente yo escuchaba, “Ellos podrán darte un vestido, y ellos podrán darte una espada, pero yo sé quien eres.”
Oh, pero desfrutaría borrarle esa sonrisa de su cara. Dejé caer mi cabeza, cerré mis ojos, y dejé que la rabia se elevara lo suficiente-simplemente lo suficiente-para platear mis ojos. Tuve que apretar mis puños para contener el resto de ella-para evitar que mis colmillos descendieran, para mantener a la vampiro dormida-y la lucha me mantuvo silenciosa por un momento. Estuve en silencio lo suficiente para oír como arrastraban los pies, el resto de la habitación cada vez más nerviosos cuanto más mantenía mi cabeza baja.
Abrí mis ojos nuevamente y lentamente levanté la cabeza, encontrando la mirada de Nick debajo de sus medias-encapuchadas pestañas. Predeciblemente, su sonrisa desapareció, sus propios ojos ensanchándose por la plata en los míos. Tragó, como recordatorio de que yo no era simplemente una chica que había conocido en la secundaria, y no iba a ser intimidada para saciar la ira que fluía de cualquiera que fueran los prejuicios que oscurecían su alma.
“Nicholas,” comencé, mi voz suave y baja, y lujuriosa. “Ocupo el cargo de Centinela de una Casa de trescientos veinte vampiros. No voy a atacar primero, pero él me permite llevar un arma porque sé como usarla. Porque la usaré. Conozco mi posición, mi obligación, y haré lo que sea necesario para protegerlos. Porque tu y yo fuimos amigos una vez, te lo advertiré una sola vez. Retrocede.”
Nick se quedó cara a cara conmigo, su cuerpo inmóvil como una estatua, hasta que Papa Breck puso una mano en su brazo y susurró algo en su oído. Cuando Nick se volteó, se dirigió al bar que mi padre tenía en una mesa de concreto en una esquina de la habitación, pude jurar que sentí algo. Algo cosquilleando, pero fui distraída por el repentino sonido de la voz de Ethan en mi cabeza.
Hay un traidor en mi casa, dijo silenciosamente. Otra vez.
Me dolió el corazón por él, por la traición que debía sentir por segunda vez en tan solo unos pocos meses, aunque estuviera cubierta por una gruesa y gran furia. Lo sé, dije en respuesta, luego prometí. Lo encontraré.
Finalmente Nick se alejó de su padre, con una decisión aparentemente tomada.
“Mi padre ha decidido darles el beneficio(cortado) al Trib, al Sun-Times, y a cada estación de televisión en el área metropolitana. También puedo tener algunas otras cosas para decirles que sé. Y entonces ellos estarán locamente furiosos.*” Dijo haciendo énfasis en la palabra para que no pudiéramos confundir su significado.
“Su supuesta fama,” Nick continuó, aparentemente sin haber terminado su diatriba, “es delicada. Hay muchísima gente que piensan que las investigaciones del congreso eran un chiste, que piensas que ustedes constituyen una amenaza legítima para los humanos. Hay muchísima gente ahí fuera que piensa que todos estaríamos mejor si el problema de los vampiros desapareciera.” Nick chasqueó sus dedos. “Poof.”
Miré a Ethan, observé como sus ojos se ponían verde vidriosos, y supuse que estaba luchando por mantener su propio control. Sin embargo, se las arregló para evitar que sus ojos se pusieran plateados, y que sus colmillos descendieran.
“No puedo garantizar la seguridad de Jamie de las otras partes,” Ethan finalmente contestó. “Y no puedo garantizar resolver este problema en veinticuatro horas, particularmente cuando estamos inconscientes por más de la mitad del tiempo.”
La expresión de Nick se endureció. “Entonces te sugiero a ti y a tu soldado que pongan su culo en marcha.”
*En inglés dice raving mad (locamente furiosos), pero hace referencia a rave, las fiestas en las que beben sangre de los humanos.





Ethan miró hacia el suelo y luego levantó la vista, pero no a Nicholas. En cambio, enfocó su mirada en Papa Breck. “Debería considerar la posibilidad de que si las amenazas fueron hechas contra Jamie, fueron hechas por una razón. Que haya pisoteado demasiados pies, o que se haya involucrado en cosas que no (cortado)

No estaba segura a que información Ethan se estaba refiriendo, o si solo estaba fanfarroneando. Pero le tenía que dar puntos-era una buena refutación.

Nick abrió su boca para contradecir a Ethan, pero su padre extendió una mano. “Nicholas,” advirtió, luego se volteó hacia mi padre. “Él es mi hijo. Lo protegeré a toda costa. Nos entendemos?”

“Claramente,” mi padre contestó.

“Veinticuatro horas,” Nick repitió, y comenzó a dirigirse hasta la puerta.

Puse una mano en el brazo de Nick para detenerlo. El contacto no disipó la amenaza en su mirada.

“Está Jamie trabajando en este momento?”

Su labio se curvó. Supuse que estaba a segundo de gruñirme.

“No voy a herirlo, Nick. Estás pidiendo mucho de nosotros, especialmente cuando no tenemos nada que ver con ninguna amenaza contra tu hermano. Si quieres que lo resolvamos, danos algo a cambio.” Cuando continuó mirándome fijamente, agregué, en un susurro. “Quid pro quo, Nick.”

Nick mojó sus labios, luego asistió. “Inversiones,” dijo. “Jamie está vendiendo inversiones.”

Bingo.

“Envíame el e-mail,” le dije. “Usa mi antigua dirección.”

Me miró por un momento antes de asentir, luego fue hacia la puerta, empujándola a un lado con la fuerza suficiente para hacer crujir las bisagras industriales. Papa Breck lo siguió, sin ni siquiera una mirada en nuestra dirección.

Cuando Pennebaker cerró la puerta otra vez, mi padre y yo miramos ambos a Ethan.

“Hay algo que pueda hacer?”

Ethan sacudió la cabeza por la pregunta de mi padre. “Gracias, Joshua, pero no. Nosotros lo manejaremos internamente. Reuniré a los Maestros. Podríamos tomar prestada tu oficina unos pocos minutos más?”

“Por supuesto,” dijo, luego nos dejó solos.

“Envíame el e-mail?” Ethan repitió, cejas levantadas.

“Jeff Christopher.” Le recordé, “en la oficina de mi abuelo. Él es un joven pródigo con la computadora. Puede ayudarnos, y se emocionará por hacerlo.”

Había duda en la expresión de Ethan. “Es un cambiaformas cierto?”

Fruncí el ceño en respuesta. “Si. Por qué?”
“Como estoy seguro que has notado hasta ahora, los cambiaformas y los vampiros no son exactamente amigos.”

“Seguro, pero no está Gabriel Keene trayendo su Manada a Chicago? Esta es la perfecta oportunidad para hacer una incursión.”

Consideró la idea por un momento, luego asintió. “Has la llamada.”

Ethan masajeó su frente con los dedos de una mano, su mirada en el suelo. “Jamie no está escribiendo para el Chicago World Weekly; Jamie está vendiendo inversiones. Y aunque nosotros creímos que éramos las víctimas aquí, Nicholas cree que hemos enviado una amenaza contra Jamie.” Dirigió su mirada hacia la mía. “Qué hemos aprendido de esto?”

“Que no hay historia de las raves,” Concluí. “O si la hubiera, Nicholas no sabe sobre eso. Aparentemente sabe sobre las raves, pero eso es una pista falsa.” Sacudí mi cabeza. “No, alguien enfrentándonos entre nosotros.”

Ethan asintió acordando conmigo. “Una mujer llama a los Breckenridges(cortado)

“Descubrieron que Nick era el hombre al que tenían que apuntar,” dije. “Quien sea que esté detrás de este lío descubrió que él era el Breck que podría funcionar si querían crear caos.”

“Que es exactamente lo que lograron hacer,” Ethan murmuró. Cruzó sus brazos y caminó hasta un extremo de la oficina, luego apretó sus manos contra el respaldo de una silla de cuero.

“Espera,” dije. “La información sobre la historia primeramente vino de la oficina del Ombud-la cosa que hablamos con Luc. Cómo lo descubrieron?”

“Información anónima,” Ethan dijo. “La información fue dejada en la oficina.”

Demonios, pensé. Eso no nos conducía a ningún lado.

“Bien,” dije, “entonces por qué Cadogan? Y por qué los Breckenridges? Hemos sido enfrentados entre nosotros, aunque no tengo ni idea por qué nos han puesto juntos en la tarjeta de la lucha.”

“Estoy enterado de una única conexión entre nosotros y ellos,” dijo, su mirada en mí, intensidad en sus ojos verdes.

Puse una mano en mi pecho. “Yo? Tu piensas que yo soy la conexión?”

“Tu eres la única conexión entre nuestra Casa y su familia, Centinela.” Ethan cruzó sus brazos sobre su pecho. “Y, desafortunadamente, soy consciente únicamente de un solo enemigo tuyo.”

Hubo un momento de silencio mientras las piezas encajaban en su lugar.

“Nick dijo que ella llamó a la Casa,” murmuré, luego levanté mi mirada hasta Ethan. “Celina? Estás pensando en Celina?”

Ethan se encogió de hombros. “No tenemos evidencia de eso, por supuesto, pero lo considerarías más allá de su capacidad?”

“Crear caos? Difícilmente. Esa es prácticamente su marca personal.”
“Muy a nuestro pesar. Y este caos particular, tiene el beneficio de ponerte justo en el medio.” Ethan sacudió su cabeza. “Ese e-mail debe haber sido enviado por un vampiro Cadogan. Alguien que sabe que te mostré en la biblioteca-”

“Más importante,” interrumpí, “alguien que sabe qué dijimos en la biblioteca, y alguien que sabe nuestra agenda social. Alguien que sabe donde habíamos estado yendo, y que le ha dado información incorrecta Nick.”

Ethan se enderezó lentamente, manos en sus labios, y me devolvió la mirada, ojos anchos. “Qué, precisamente, estás sugiriendo?”

“Hay un solo grupo de vampiros que sabe sobre las raves y la supuesta historia de Jamie,” dije. “Un solo grupo que sabe sobre nuestras excursiones para visitar a los ricos y famosos.”

Me detuve, deseando que hubiera llegado a la conclusión para no tener que decirla en voz alta.

“Ethan, tiene que ser un guardia.”

Traducido por mi

Anónimo –   – (13 de noviembre de 2009, 16:52)  

wow ya el capitulo 16 muchas gracias Luuu y las demas chicas q traducen tambien , les envio saludos por cierto este libro es uno de mis favoritos ;) las espero en mi blog para q nos visiten saludos!!

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