Friday Night Bites / Capítulo 21

CAPÍTULO VEINTIÚNO

LE DAS AL MORDISCO UN MAL NOMBRE

Como suele pasar, el sol se puso nuevamente. Me duché y vestí, me paré delante de la mesa de conferencias en la Sala de Operaciones en mi negro Cadogan, con mi cinturón y katana, lista, preparada para, como Ethan había dicho, atrapar a mi colega.

Atrapar a Peter, por supuesto, no era la parte difícil. La parte difícil iba a ser convencer a Peter de que acusara a quien sea que hubiera estado en conveniencia con él, quien fuera la “ella” de la llamada telefónica a Nick o si era alguien más que tuviera información infiltrada acerca de los Breckenridges. La trampa, por supuesto era fácil. Habíamos enviado un correo desde una de las direcciones falsas de Peter haciéndonos pasar por la persona que sospechábamos que estaba guiando su mano-Celina-y le pedimos que se encontrara con ella en su lugar “usual.” Si mordía la carnada, confirmábamos que Celina era la manipuladora detrás de escena. Lo seguiríamos hasta el lugar de encuentro, y allí, lo atraparíamos.

“O eso es lo que se supone que pase,” le dije a los guardias, mis manos sudando mientras le explicaba el plan a los vampiros alrededor de la mesa de conferencias. Esta era, supuse, mi primer operación oficial como Centinela, y había un millón de cosas que podrían salir mal.

Entre otros potenciales problemas, nosotros habíamos obtenido acceso a (cortado)

El nombre humano de Celina.

Más importante aún, el correo electrónico estaba fechado una semana antes de que nos reuniéramos con Celina en North Pond y Ethan la hubiera enfrentado acerca de su papel en las matanzas del parque. Peter y Celina se habían comunicado, y lo habían hecho justo antes de que ella tratara de convertir a Ethan en una brocheta. ¿Coincidencia? Quizás. Seguramente no.

Pero incluso si Celina no había sido el instigador de esta nueva traición, el hecho de que ella y Peter se habían comunicado aumentó las probabilidades de que él estaría lo suficiente curioso como para morder el anzuelo, sobre todo porque se le había advertido que probablemente ella trataría de entrar de nuevo en Chicago. De cualquier manera, nos podríamos asegurar de que estaba fuera de la Casa, y nuestros vampiros estaban fuera de peligro-antes de que lo enfrentáramos.

“Lindsey,” Luc apuntó cuando terminé mi revisión.

Ella asintió. “Desde que Jeff no nos pudo hacer entrar en la cuenta existente ‘Marie Collette’, he creado una con un nombre de dominio diferente. Tiene por lo menos seis direcciones de correo operativas, por lo que no debería ser una sorpresa que Celina tenga más de una.”

“Hacemos lo que podemos con lo que tenemos,” Luc dijo. “Solamente lo necesitamos fuera de la puerta. Y el mensaje?”

Apreté un botón para que el texto apareciera en la pantalla de la pared frente a la mesa de conferencias, luego leí en voz alta: “Has sido comprometido. Encontrémonos en el lugar de siempre lo antes posible.”

“Lamentamos no haber podido escoger un momento específico, ya que no estábamos seguros de cuando leería el mensaje,” Juliet dijo. “Pero asumiendo que hemos hecho la hipótesis correcta, y que Celina está detrás de todo esto, no es un mal plan.”

Luc asintió, luego me miró. “Es tu operación, Centinela. Estás lista?”

Pensé en la traición en los ojos de Ethan y asentí, mano izquierda en el mango de mi katana. “Vayamos a atraparlo.”

Lindsey y Luc estaban en su SUV fuera de la Casa, un ojo en el auto rojo deportivo de Peter (que había sido marcado por la RDI con un dispositivo rastreador) , listos para seguir a Peter si él seguía nuestro plan. Me quedé de pie junto a la puerta del sótano, esperando con impaciencia a Juliet, que había sido asignada a conducir para nosotros. Su vehículo, un sedán negro, al parecer era menos visible que mi Volvo de color naranja, que Luc inmediatamente vetó como coche de vigilancia.

Oí pasos en la escalera y me puse derecha, pero no fue Juliet quien apareció doblando la esquina. Cabello rubio atado en la base de su cuello, su cuerpo metido en una remera negra de mangas cortas y jeans negros, katana en una vaina de color azul marino en la cintura, sonrió de tal manera que una esquina de su boca se levantó de manera consciente.

“No me mires tan sorprendida, Centinela,” dijo moviéndose más allá de mí para escribir números en el teclado. “No puedo, en buena conciencia, permitirte tener toda la diversión.”

“Dónde está Juliet?” Pregunté.

Ethan abrió la puerta del sótano y la sostuvo para mí.

“Estoy todavía dentro,” Dijo Julieta, su voz haciendo eco a través de mi pequeño aurícular mientras Ethan y yo caminábamos hasta el Mercedes. “Kel y yo estamos manteniendo un ojo en la Casa mientras ustedes cuatro juegan a la Magnífica Brigada vampírica. Y hablando de diversión, el idiota está todavía en su habitación y Kelley tiene un ojo en la cocina del tercer piso. Todos los demás están en su posición?”

“Auto número uno listo,” Luc dijo. “Y la Rubiecita está aquí, luciendo linda como siempre.”

Me tragué una sonrisa por las maldiciones que sonaron a través del aurícular.

“Tercer piso listo,” Kelley susurró.

“Auto número dos está listo,” Ethan dijo, pitando la alarma del Mercedes. Entramos y Ethan prendió el motor, ajustó su espejo, y nos dirigimos a la rampa.

“Enviando el e-mail en tres, dos, uno, enviado.”

No se oía nada, salvo el ruido de la puerta del garaje levantándose y el zumbido del Mercedes. Ethan sacó el coche a la calle, esta esquina todavía oscura y vacía de reporteros. Se dirigió a un lugar paralelo y estacionó. Esperamos.

Tomó treinta y siete minutos. Tiempo suficiente para que Peter comprobara su correo electrónico, tomara su espada y corriera hacia su auto deportivo rojo, que estaba estacionado fuera de la Casa. Luc y Lindsey estaban en el vehículo menos visible, por lo que fueron primero, saliendo a la calle unos cien metros o más detrás de Peter. Cuando ellos estuvieron un par de cuadras delante de nosotros, arrancamos, todos siguiendo a un presunto saboteador, que conducía hacia el este, y luego hacia el Lake Shore Drive.

Miré a Ethan, quien navegaba a través del tráfico para mantener a los autos delante de nosotros a la vista. Peter voló hacia el norte, al parecer deseoso de ver a Celina, o quienquiera creía que iba a reunirse con él. Si era Celina, me preguntaba si iba por propia voluntad-porque la amaba o creía en ella o algún pedazo indivisible de ambos-o porque había usado con él el glamour. Porque Peter, a pesar de todas sus fuerzas, no podía superar a Celina.

“Qué le vas a hacer?” Le pregunté a Ethan, mientras pasábamos junto al Lago.

“Hacerle?”

“Cuando confiese,” dije, mostrando absoluta confianza de que lo haría. “Qué le vas a hacer? Cuál será su castigo?”

“Excomunión,” Ethan respondió sin dudar. “Será expulsado de la Casa, despojado de su medalla. El mismo castigo que recibió en definitiva Amber, aunque sin su participación.”

“Qué más?” Pregunté, pensando que la excomunión era difícilmente suficiente castigo por una traición.

“El Canon prescribe la muerte por la traición de una Casa,” Ethan había dejado ir a Amber, a pesar de su traición; me preguntaba si Peter sería tan afortunado.

Como si leyera mi mente, ofreció. “Obviamente, no comparto la mayoría de los más arcaicos castigos. No es que no se lo mereciera.”

Retuve mi juicio sobre eso.

Seguimos por Lake Shore por kilómetros, pasamos por el Muelle y la Oak Street Beach, a continuación la North Avenue Beach.

“Jefe.” La voz de Luc resonó a través de nuestros auriculares. “Está tomando la salida. Fullerton. Cerca del Estanque Norte.

Las manos de Ethan se apretaron en el volante. Estanque Norte, situado en una esquina del Lincoln Park, era el lugar en el que habíamos disfrutado nuestro episodio Celina anterior, su atentado a la vida de Ethan, su intento de tomar el control de las otras Casas de Chicago. Entendía la duda de Ethan. Él casi había sido apuñalado, y yo casi había cometido vampirisinato. Ese había sido el gran final en el bullicio de nuestras semanas supernaturales ocupadas.

“La marina,” Luc dijo, “se dirige al puerto.”

“Diversey Harbor,” agregué. “A través del Cañón desde el Estanque Norte.”

Ethan siguió la SUV mientras hacía un par de vueltas a la derecha, pero se detuvo antes de entrar en el estacionamiento del puerto.

“Sigue,” le dije a Ethan. “Hasta el otro lado del estacionamiento.”

Ethan asintió. Pasamos una entrada, luego tomamos una segunda, las luces en el auto de Peter la única cosa moviéndose en el estacionamiento. Nosotros (cortado)

“Ya lo tenemos,” llegó el susurro de Luc. “Linds se queda en el auto en caso de que trate de escapar. Voy a pie. Se dirige hacia el bote. Voy a avanzar, pero me quedaré encubierto hasta su señal.”

“Eso está bien,” susurré, mientras Ethan y yo nos dirigíamos al sur al nuevo punto de encuentro. “Si lo podemos acorralar contra el Lago, quedarían menos rutas de escape.”

“Hazlo,” Ethan dijo.

Segundos de silencio siguieron, segundos en los cuales mi corazón latía contra mi pecho mientras Ethan y yo trotábamos hacia el bote.

“Estoy en el auto,” Lindsey dijo. “Luc está entre los árboles en el sur. Él está aquí, mirando a su alrededor, obviamente esperando por alguien. Se mantiene chequeando su reloj.”

“Esperándola a ella?” Ethan dijo en voz baja.

“A quién le sorprendería?” Pregunté en respuesta. Cuando nos acercamos lo suficiente para verlo-una larga figura contra la oscuridad vacía del Lago-me detuve y extendí una mano para parar a Ethan.

“Voy primero,” susurré.

Él frunció el ceño por un momento, pero luego cedió con un asentimiento. “Luc, vamos a mantenerlo en el medio.”

“Si, si, Centinela.”

Suspiré, y luego ajusté mis manos en el mango de la katana y solté el protector para el pulgar. Tres meses atrás, había sido una estudiante de postgrado parada ante una aula de estudiantes sin graduarse. Y hoy. . .

Hoy estaba parada como Centinela de una Casa de trescientos veinte vampiros. Una Casa antigua. Una Casa honorable. Una Casa que había sido traicionada por uno de los suyos.

No, corregí mentalmente-por otro de los suyos.

Peter volteó repentinamente, katana fuera y preparada delante de él. Detrás suyo, la rampa iba hacia abajo dentro del agua.

“Quién está allí?” gritó.

Detrás de mí, Ethan gruñó.

“Tus colegas,” grité en respuesta.

Salimos de las sombras de los árboles hasta las luces que iluminaban el barco.

Los ojos de Peter se ensancharon, una brisa de magia flotando a través del aire mientras su miedo crecía. “Qué están haciendo aquí?”
“Podríamos preguntarte lo mismo, Noviciado.” Ethan se paró a mi lado, su katana ya desatada.

Refrénate, Sullivan, mentalmente le advertí. Debe haberme oído, porque su katana cayó una pulgada.

“Sabemos por qué estás aquí, Peter,” le dije. “Sabemos que tu le enviaste el e-mail a los Breckenridges sobre la amenaza vampírica, y asumimos que tu le diste la información ‘anónima’ a la oficina del Ombud. No es mucho suponer que le has estado dando información a alguien sobre nuestra agenda social.”

Peter humedeció sus labios.

“La pregunta, Peter, es si querés cooperar o no.”

“No,” Ethan dijo. “La pregunta es por qué.” Las palabras fueron dichas suavemente.

La mirada de Peter cambió nerviosamente de mi a Ethan. “Liege.”

“No,” Ethan dijo, tomando un paso hacia adelante. “Has perdido el derecho de llamarme, de llamar a nadie, Liege. Peter Spencer, has violado el Canon y los pactos hacia la Casa Cadogan.”

Ya no era solo “Peter.” Ahora era “Peter Spencer.” Peter había recuperado su apellido. Eso no era tan bueno.

“No puedes hacer esto,” Peter dijo, una risa nerviosa en su voz.

Ethan se adelantó otro paso. Agarré el mango de mi katana con la mano derecha.

“Has violado tus responsabilidades para con tu Maestro, tus hermanos, y tu Casa, y has roto tus juramentos como un vampiro Noviciado.”

“Actúe en el mejor beneficio para los vampiros,” Peter dijo, apretando su katana. “Actúe cuando tu no lo hiciste.”

Ethan, advertí, sacando mi propia espada.

“Eres, por esto-” Ethan extendió su mano hacia el cuello de Peter. No, no su cuello. Su medalla. Ethan se extendió por el símbolo de Peter pronto-a-ser-ex – miembro de la Casa Cadogan. Su vínculo con el resto de los vampiros Cadogan.

“Está bien, basta!” dijo Peter, dando un paso hacia atrás y fuera del alcance de Ethan. “Para.” Miró a su alrededor, luego nuevamente hacia Ethan. “No lo entiendes, Sullivan. No entiendes lo que necesitamos, lo que ella nos puede dar. Somos vampiros!” Su voz se elevó, extendiéndose por todo el estacionamiento vacío, a través del lago y luego cayó de nuevo.

“Ellos se burlan de nosotros. Ellos son mortales, y débiles, pero se burlan de nosotros. Ellos nos sacarán nuestros derechos. Pero nosotros no podemos permitirlo.”

“Quién se burla de nosotros? Pregunté. “Los humanos?”

Peter me miró, frustración en sus rasgos. “Cambiaformas. Los simuladores.”

Y allí estaba la versión vampírica de la animosidad de Nick, pensé. Nacida de una disputa histórica, y así como arcaica.

“Ethan,” Peter dijo, “Keene está trayendo a los cambiaformas a Chicago. Están prácticamente en camino. No puedes dejar que la Casa Cadogan caiga. No por los cambiaformas, no por los humanos. No puedes dejar que nos convirtamos en una especie de parque de atracciones, un espectáculo vampírico. En la portada de revistas?” Escupió una maldición. “Somos mejores que eso. Somos inmortales. Podemos controlar la noche otra vez, pero tenemos que actuar.”

Cuánta de esta paranoia, le pregunté silenciosamente a Ethan, es Peter, y cuánta es la manipulación de Celina?

No tengo idea, respondió.

“Las Casas necesitan ser despertadas,” dijo Peter. “Hemos dejamos escapar a los cambiaformas por primera vez. Durante las Limpiezas, dejamos que evitaran sus responsabilidades como seres sobrenaturales. Ellos son nuestros enemigos, Ethan, y debemos recordar eso.”

“Estamos en paz,” Ethan dijo. “Con los humanos, con los cambiaformas.”

“Estamos en negación,” Peter retó. “Y es tiempo para que nos preparemos.”

“Es por eso que fueron enviados los mensajes? Es por eso que los Breckenridges fueron marcados como objetivo? Para desencadenar una guerra entre vampiros y cambiaformas?”

“Ellos fueron marcados como objetivo porque son débiles.” Los ojos de Peter brillaron plateados. “Ellos fueron marcados como objetivo para recordarle a Keene quienes somos. De lo que somos capaces. Para recordarle que Chicago es nuestra ciudad. Nuestro pueblo, y no lo cederemos. Especialmente no a los cambiaformas. A los simuladores.”

Como si hubiera hablado su grito de guerra, atacó, katana levantada. Murmuré una maldición, y mientras Ethan se apartaba, levanté mi propia espada para atacar. Ejecuté una media vuelta, girando la katana hacia arriba. Peter desafortunadamente, era mayor y un luchador con más experiencia. Se movió, luego llevó su katana horizontalmente contra mis rodillas. Salté, y por primera vez como vampiro, tomé vuelo, moviéndome con un salto que me llevó hasta el otro lado de Peter.

Alguien me tendría que haber advertido que podía hacer eso, le dije mentalmente a Ethan, luego llevé mi katana hacia abajo con un golpe. Peter encontró mi espada con la suya, la fuerza haciendo vibrar el acero y mi brazo.

Desafortunadamente, la vibración también despertó a la vampiro, como una mano en un hombro despertando a alguien dormido. Solté un suspiro, y la empujé hacia abajo, no queriendo perder el control de la lucha. Yo ya había visto lo mal que podía ir, habiendo detenido el bokken solo a milímetros de la cabeza de Catcher.

Peter y yo hicimos resonar las espadas una y otra vez mientras dirigíamos las katanas de un lado a otro, moviéndome hacia atrás por la rampa mientras él empujaba hacia adelante. El hormigón manchado por el agua y las algas, y yo luchando por mantenerme de pie mientras nos movíamos. Y lo peor-mi cabeza comenzó a latir con fuerza por el esfuerzo combinado de luchar contra sus ataques, haciendo mis propios avances, y tratando de mantener a raya a la vampiro.

“Celina ganará,” Peter dijo.

Y ahí está mi motivación, pensé. Con una explosión de energía que hubiera emocionado tanto a Catcher como a la Barbie aeróbica-pero lo cual hizo sentir más curiosa a la vampiro-me acerqué hacia la rampa, obligando a Peter hacia arriba y hacia atrás con cada golpe y empuje de mi espada. Volvió a tomar distancia y corrió hacia delante katana en el aire. Golpeé hacia abajo, pero se volvió hacia a mí, su propia katana cortando hacia arriba.

“Celina es nuestro futuro,” escupió otra vez, se volvió a mí mientras que la inercia nos forzó por los giros y nos distanció. Empujé la espada debajo de mi brazo derecho, pero él se apartó. Dejé caer mi mano izquierda de la espada y di la vuelta, levantando la katana y trayéndola alrededor mientras volteaba para enfrentarlo nuevamente. No acerté el golpe, pero Peter se tambaleó hacia atrás donde estaba Ethan, que le dio con la culata de su katana en la parte superior de su cabeza.

“Celina es viejas noticias,” Ethan dijo, voz plana, mientras Peter se desplomaba en el suelo. Bajé mi espada, con el pecho agitado por el esfuerzo de la lucha, Ethan se agachó y extendió su mano nuevamente.

“Por la presente quedas excomulgado,” dijo y luego arrancó la medalla del cuello de Peter. Ethan se puso de pie nuevamente, presionó la medalla contra sus labios, luego la lanzó en el Lago. Sin comentarios, sacó el celular de su bolsillo, marcó números, y lo levantó a su oído.

“Dile a los Brecks,” dijo. “Que la amenaza ha sido refrenada.”

Anónimo –   – (7 de septiembre de 2011, 4:03)  

me encantaa tu bog!!! :)
sabes kuando se podra descargar el 5ªlibro de esta saga??

Publicar un comentario

  © Diseño LuxLune by JenV 2010

Back to TOP