Especiales/ Capítulo 23

CAP 23
REUNIÓN
Traducido por Sidonie



“¡Fausto!” gritó ella, luego se dio cuenta de que no tenía que chillar. Sus EARCANs todavía estaban conectadas, creando una red de dos.

“¿Entonces aún te acuerdas de mí?” bromeó él, su voz susurrada cerca en los oídos de ella.

La intimidad que ella había extrañado durante las últimas semanas – la sensación de ser un Cortador, de pertenecer a algo – envió un escalofrío por su cuerpo, y Tally corrió hacia Fausto, olvidándose del perfecto que la había insultado.

Ella le dio un abrazo. “¡Estás bien!”

“Estoy mejor que bien,” dijo él.

Tally se apartó. Ella estaba tan abrumada, su cerebro agotado por todo lo que había absorbido ese día – y ahora ahí estaba Fausto, justo delante de ella, sano y salvo.

“¿Qué te ha pasado? ¿Cómo escapaste?”

“Es una larga historia.”

Ella asintió, luego sacudió su cabeza y dijo, “Estoy tan confusa, Fausto. Este lugar es tan aleatorio. ¿Qué está pasando?”

“¿Aquí en Diego?”

“Sí. No parece real.”

“Es real.”

“¿Pero cómo sucedió todo esto? ¿Quién dejó que pasara?”

Él miró hacia el precipicio, observando pensativamente las luces de la ciudad. “Todo cuanto puedo decir es que ha estado sucediendo desde hace mucho tiempo. Esta ciudad nunca ha sido como la nuestra. Ellos no han tenido las mismas barreras entre perfectos e imperfectos.”

Ella asintió. “Ningún río.”

Él se rió. “Tal vez eso tuvo algo que ver. Pero siempre han tenido menos cabezas huecas que nosotros.”

“Como los guardabosques que conocí el año pasado. Ellos no tenían las lesiones.”

“Tampoco los profesores, Tally. Todo el mundo aquí creció siendo enseñados por gente no-cabeza hueca.”

Tally parpadeó. No es de extrañar que el gobierno de Diego haya estado simpatizando con el Humo. Una pequeña colonia de librepensadores no les parecería amenazadora en absoluto.

Fausto se inclinó más cerca. “¿Y sabes que es lo extraño, Tally? Ellos no tienen ninguna clase de Circunstancias Especiales aquí. Así que cuando las pastillas empezaron a introducirse, Diego no tuvo ninguna forma de detenerlas. Ellos no podían mantener el control.”

“¿Quieres decir que los del Humo tomaron el poder?”

“Ellos no tomaron el poder exactamente.” Fausto se rió otra vez. “Las autoridades todavía están al cargo. Pero el cambio llegó mucho más rápido de lo que lo hará en casa. Tan sólo tardó un mes o así después
de que la primera pastilla entrara antes de que la mayoría de la gente
despertara, haciéndose pedazos todo el sistema. Todavía está haciéndose pedazos, supongo.”

Tally asintió, recordando todas las cosas que ella había visto en las últimas doce horas. “Tienes razón en eso. Todo este lugar se ha vuelto loco.”

“Te acostumbrarás a ello.” La sonrisa de su cara se amplió.

Tally entrecerró sus ojos. “¿Y nada de eso te molesta? ¿No te diste cuenta de que ellos están aclarando las afueras de la ciudad?”

“Por supuesto, Tally-wa. Ellos tienen que expandirse. La población está aumentando rápidamente.”

Las palabras la golpearon como un puñetazo en el estómago. “Fausto…las poblaciones no aumentan. No pueden hacer eso.”

“No es como si ellos se estuvieran reproduciendo, Tally. Simplemente son fugitivos.” Él se encogió de hombros, como si no fuera una gran cosa, y Tally sintió que algo empezaba a dar vueltas dentro de ella. Su cruel belleza, la intimidad de su voz en sus oídos, incluso sus tatuajes luminosos y dientes afilados no justificaban lo que Fausto estaba diciendo. Era la naturaleza de la que él estaba hablando, siendo masticada y escupida para abrir camino a un puñado de perfectos codiciosos.

“¿Qué te hicieron los del Humo?” dijo ella, su voz repentinamente aguda.

“Nada que yo no pidiera.”

Ella negó con la cabeza furiosamente, no queriendo creerlo.

Fausto suspiró. “Ven conmigo. No quiero que ningún chico de la ciudad nos oiga – aquí hay algunas reglas extrañas sobre ser especial.” Él puso una mano sobre la espalda de Tally, guiándola hacia el extremo más alejado de la fiesta. “¿Recuerdas nuestra gran huida del año pasado?”

“Claro que la recuerdo. ¿Parezco una cabeza hueca?”

“Difícilmente.” Él sonrió. “Bueno, algo pasó después de que ese rastreador en el diente de Zane se activara, y tú insistieras en quedarte atrás con él. Mientras nosotros estábamos huyendo, nuestros Rebeldes llegaron a un acuerdo con los del Humo.” Él hizo una pausa mientras
ellos pasaban una camarilla de jóvenes perfectos comparando sus nuevas cirugías – piel que centelleaba del papel blanco al negro oscuro, siguiendo los latidos de la música.

Dejando que sus EARCANs llevaran las palabras, Tally siseó, “¿Qué quieres decir con un acuerdo?”

“Los del Humo sabían que Circunstancias Especiales habían estado reclutando. Había más Especiales cada día, la mayoría de ellos eran los mismos imperfectos que habían huido hacia el Viejo Humo.”

Tally asintió. “Ya sabes las normas. Sólo los más astutos se vuelven especiales.”

“Claro. Pero los del Humo apenas estaban empezando a comprenderlo.” Casi habían alcanzado las sombras en el otro extremo de la fiesta, donde una arboleda proyectaba unas sombras profundas. “Y Maddy aún tenía los datos de la Dra. Cable, así que ella pensaba que podía hacer una cura para los especiales.”

Tally se paró en seco. “¿Una qué?”

“Una cura, Tally. Pero ellos necesitaban alguien con quien probarla. Alguien bien informado que pudiera darles su consentimiento. Igual que tú diste tu consentimiento para ser curada, antes de que dejaras que te volvieran perfecta.”

Ella miró en sus ojos, intentando ver detenidamente en sus oscuras profundidades. Algo era diferente en ellos… ellos estaban más sosos, como champán sin burbujas.

Al igual que Zane, Fausto había perdido algo.

“Fausto,” dijo ella en voz baja. “Ya no eres especial.”

“Di mi consentimiento mientras nosotros huíamos,” dijo él. “Todos estuvimos de acuerdo. Si éramos capturados y convertidos en Especiales, Maddy podría intentar curarnos.”

Tally tragó saliva. Así que por eso habían conservado a Fausto y habían dejado escapar a Shay. Total consentimiento – la excusa de Maddy para jugar con los cerebros de la gente. “¿Le dejaste experimentar contigo? ¿No recuerdas lo que le pasó a Zane?”

“Alguien tenía que hacerlo, Tally.” Él sostuvo un inyector. “Funciona, y es totalmente segura.”

Los labios de ella se deslizaron hacia atrás mostrando sus dientes, su piel se erizó ante el pensamiento de nanos devorando su cerebro. “No me toques, Fausto. Te haré daño si es necesario.”

“No, no lo harás,” dijo él en voz baja, luego su mano se disparó hacia el cuello de ella.

Los dedos de Tally salieron disparados, cogiendo el inyector a unos pocos centímetros de su garganta. Ella los retorció fuertemente, intentando hacerle soltarlo, y un sonido de rotura vino desde sus dedos. Luego su otra mano se movió, y ella se dio cuenta de que sostenía otro inyector. Tally se tiró al suelo, pasando el golpe de él a pocas pulgadas de su cara.

Fausto continuó insistiendo, ambas manos intentando asestar una inyección en ella. Ella se movió rápidamente hacia atrás sobre la hierba, apenas permaneciendo a distancia. Él golpeó hacia ella desesperadamente, pero ella se defendió con una patada en su pecho, luego otra que dio en su barbilla, enviándolo hacia atrás. Él no era el mismo – todavía rápido como un random, tal vez, pero ya no tan
rápido como Tally. Algo despiadado y seguro había sido succionado fuera de él.

El tiempo se ralentizó, hasta que ella vio una brecha en su predecible ataque. Ella arremetió con una patada muy certera que golpeó uno de los inyectores de sus manos.

Para entonces el traje de camuflaje había detectado la subida de adrenalina de Tally; sus escamas ondearon a lo largo de ella, endureciéndose a modo blindado. Ella rodó a sus pies, lanzándose directa hacia Fausto. El siguiente golpe de él hizo contacto con el codo de ella, el blindaje del traje trituró el inyector, y Tally asestó un golpe en su mejilla con una mano abierta. Él se tambaleó hacia atrás, sus tatuajes brillando frenéticamente.

Los oídos de Tally captaron el sonido de un chasquido desde la oscuridad – algo se dirigía hacia ella a través del aire. Sus lentes de infrarrojos cayeron en su sitio, los sentidos se expandieron mientras ella se tiraba otra vez al suelo. Una docena de figuras luminosas aparecieron en los árboles, la mitad de ellos en postura de arqueros.

El aleteo de plumas pasó sobre su cabeza – flechas con agujas brillando en las puntas – pero Tally ya estaba retrocediendo rápidamente hacia la multitud de la fiesta. Ella gateó rápidamente entre el gentío, derribando fugitivos a su alrededor, creando una barrera de espectadores caídos. Cerveza caía a lo largo de ella, y gritos de sobresalto llenaban el aire por encima de la música.

Tally se levantó de un salto y se abrió camino más profundamente entre la multitud. Había gente del Humo en todas direcciones, figuras que se movían con seguridad entre fugitivos perplejos, suficientes como para apoderarse de ella con números absolutos. Por supuesto, docenas de Individuos del Humo deben estar aquí en el Overlook; ellos habrían hecho Diego su base. Todo lo que necesitaban era un impacto con
un inyector, y la persecución habría terminado.

Ella había sido una tonta por dejar la guardia baja, para pasear boquiabierta por esa ciudad como una turista. Y ahora ella estaba apresada… atrapada entre sus enemigos y el precipicio que daba al Overlook su nombre.

Tally corrió hacia la oscuridad de su borde.

Ella pasó por un espacio abierto y más flechas volaron hacia ella, pero ella se agachó y bloqueó y rodó, todos sus sentidos y reflejos ocupados. Con cada movimiento fluido Tally se volvía más segura de que ella no quería volverse como Fausto – únicamente una medio Especial, plana y vacía, curada.

Ella casi estaba allí.

“¡Tally, espera!” La voz de Fausto llegó por la red. Él sonaba sin aliento. “¡No tienes un arnés de salto!”

Ella sonrió. “No necesito uno.”

“¡Tally!”

Una última tanda de flechas volaron, pero Tally se tiró por debajo de ellas, otra rodada la llevó casi hasta el borde. Ella se levantó de un salto y se lanzó al vacío a sí misma, entre dos fugitivos mirando hacia abajo a su nuevo hogar…

“¿Estás loca?” gritó Fausto.

Ella caía, mirando fijamente las luces de Diego. La pálida superficie del acantilado pasaba deprisa, enrejada con metal para mantener arriba los arneses de los escaladores. Debajo de Tally únicamente había la oscuridad de más jardines, iluminados tan sólo con unas pocas farolas, probablemente sembrados con árboles y otras cosas para ser atravesados.

Impulsándose con sus manos, Tally se giró sobre sí misma en el aire para mirar atrás a sus perseguidores, una hilera de siluetas llegaban de una en una al borde del precipicio. Ninguno de ellos había saltado tras ella – demasiado seguros de su emboscada para haber traído arneses de salto. Ellos tendrían aerotablas en algún lugar cercano, por supuesto. Pero para cuando pudieran llegar hasta ellas, sería demasiado tarde.

Tally giró sobre sí misma de nuevo, mirando hacia el suelo durante los últimos pocos segundos de la caída, esperando…

En el último momento ella siseó, “Hey, Fausto, ¿cómo de loco es esto? Pulseras de protección.”

Dolió como el infierno.

Sobre una red de la ciudad, las pulseras pueden parar la caída, pero estaban diseñadas para caídas desde una altura de vuelo, no para salto de acantilados. No distribuyen la fuerza a lo largo de todo tu cuerpo como un arnés de salto bien atado, simplemente te sostiene por ambas muñecas, balanceándote en pequeños círculos hasta que tu impulso se agotaba.

Tally había tenido algunas caídas malas atrás en sus días de imperfecta – hombros dislocados, torceduras de muñecas únicas en su género que la hicieron desear no haber puesto nunca un pie sobre una aerotabla, accidentes que se sintieron como sí un antipático gigante estuviera arrancando sus brazos de sus sitios.

Pero nada había dolido tanto como esto.

Las pulseras de protección reaccionaron cinco metros antes de que ella se golpeara con el suelo. Ninguna advertencia, ninguna acumulación suave por el magnetismo. Se sintió como si Tally se hubiera atado dos cables a sus muñecas, justo lo suficientemente largos como para pararla en seco en el último momento posible.

Sus muñecas y hombros gritaban de dolor, la sensación fue tan repentina y extrema que la oscuridad inundó su mente durante un momento. Pero entonces su cerebro químicamente especial la empujó de vuelta a la consciencia, forzando a Tally a enfrentarse al clamor de su cuerpo herido.

Ella estaba dando vueltas por sus muñecas, el paisaje giraba y giraba, su salvaje impulso haciendo que toda la ciudad diera vueltas. Con cada rotación su agonía aumentaba, hasta que al final Tally se paró lentamente, la fuerza de su caída agotada, las pulseras bajándola lenta y dolorosamente hasta el suelo.

Sus pies estaban inestables bajo ella, la hierba burlonamente suave. Unos pocos árboles se alzaban cerca, y ella oyó los sonidos de un arroyo. Sus brazos cayeron a ambos lados, colgando inútiles y ardiendo de dolor.

“¿Tally?” Vino la voz de Fausto, próxima a sus oídos. “¿Estás bien?”

“¿Tú qué crees?” le siseó ella, luego apagó su EARCAN. Así es como los del Humo habían sabido donde se encontraba ella, por supuesto. Con Fausto de su lado, ellos podrían haber estado rastreándola desde el mismo momento en que había llegado a la ciudad…

Lo que significaba que también podrían haber detectado a Shay. ¿La habrían cogido ya? Tally no la había visto entre los perseguidores…

Ella dio otros pocos pasos más, cada movimiento enviando olas de agonía por sus hombros heridos. Tally se preguntó si sus huesos de cerámica se habían hecho añicos, y si los músculos de monofilamento se habían dañados sin arreglo.

Ella apretó los dientes, al esforzarse en levantar una mano. El simple movimiento dolió tanto que Tally gritó alto, y cuando cerró los dedos el apretón se sentía patéticamente débil. Pero al menos su cuerpo aún respondía a su voluntad.

Sin embargo, ese no era el momento para felicitarse a sí misma por cerrar un puño. Los del Humo pronto estarían ahí, y si alguno de ellos tenía las agallas de saltar el precipicio en una aerotabla, ella no tenía mucho tiempo.

Tally corrió hacia los árboles cercanos, cada paso enviando una sacudida de dolor por todo su cuerpo. En el oscuro follaje, ella puso su traje de camuflaje en modo de ocultamiento. Incluso la ondulación de sus escamas por sus muñecas y hombros se sentía como fuego.

La sensación de los nanos reparadores había empezado, un hormigueo a lo largo de sus brazos, pero tan malas como eran sus heridas, tardarían horas en sanar. Ella los alzó, ambos brazos gritando de dolor, para ponerse la capucha del traje de camuflaje sobre su cabeza. Casi se desmaya, pero nuevamente el cerebro especial de Tally la mantuvo consciente.

Jadeando, ella se tambaleó hacia un árbol cuyas ramas más bajas estaban cerca del suelo. Saltó, aterrizando inestablemente sobre un pie, y se inclinó contra el tronco, haciendo esfuerzos por respirar. Después de un buen rato ella empezó el arduo proceso de escalar más alto sin usar las manos, pasando de una rama a otra, los zapatos con suela adherente se esforzaban en adherirse.

Era una hazaña lenta y dolorosa, con sus dientes apretados y su corazón latiendo deprisa. Pero de alguna forma, Tally logró empujarse hacia arriba lentamente. Un metro más arriba, luego otro…

Sus ojos captaron un movimiento rápido por los infrarrojos a través de las hojas, y se congeló.

Una aerotabla estaba pasando silenciosamente, exactamente al nivel de sus ojos. Ella podía ver brillar la cabeza del piloto girando de un lado a otro, escuchando cualquier sonido entre la copa del árbol.

La respiración de Tally se calmó, y ella se permitió una sonrisa sardónica*. Los del Humo había contado con Fausto, su Especial domesticado, para cogerla para ellos – ni siquiera se habían molestado en coger trajes de camuflaje. En esta ocasión, ella era la invisible.

Claro que, el hecho de que la invisible no pudiera levantar sus brazos más o menos igualaba las cosas.

Finalmente el dolor había sido sustituido por la sensación de los nanos reuniéndose en sus hombros, empezando sus reparaciones y rociando anestésico. Mientras ella no se moviera demasiado, las pequeñas máquinas mantendrían la agonía controlada en un dolor amortiguado.

A lo lejos, Tally oyó otros buscadores golpeando las hojas, creyendo que podrían hacerla salir como a una bandada de pájaros. Sin embargo el individuo del Humo más cercano estaba cazando silenciosamente, escuchando y observando. El piloto permanecía de perfil, la cabeza todavía moviéndose lentamente de un lado a otro, escrutando los árboles. Su silueta reveló gafas de infrarrojos.

Tally sonrió para sí misma. La visión nocturna no iba a funcionar mejor que el golpear los árboles. Pero entonces la figura se congeló, mirando directamente hacia ella. La aerotabla se detuvo.

Apenas moviendo su cabeza, Tally se echó un vistazo a sí misma. ¿Qué estaba mostrando?

Entonces lo vio. Después de todos los días que ha pasado con el traje de camuflaje, todas las emociones y caídas por las que ha pasado… finalmente, ese último salto desde el Overlook se lo había cargado.

En su hombro derecho, la costura se había descosido. Brillaba casi blanco en los infrarrojos, el calor de su metabolismo salía a borbotones como la luz del sol.

La figura se deslizó más cerca a través del aire, lenta y cautelosa.

“Hey,” gritó ella nerviosamente. “Creo que tengo algo aquí.”

“¿Qué es?” vino la respuesta.

Tally reconoció la voz de la respuesta. David, pensó ella, un pequeño estremecimiento la recorrió. Tan cerca de él, y Tally difícilmente podía cerrar un puño.

La chica del Humo se detuvo, aún mirando directamente a Tally. “Hay un punto de calor en este árbol. Del tamaño de una pelota de béisbol.”

Unas risas vinieron de la dirección de David, y algún otro gritó, “Probablemente tan sólo una ardilla.”

“Demasiado calor para una ardilla. A menos que esté en llamas.”

Tally esperó, cerrando fuertemente sus ojos y ordenando a su cuerpo a tranquilizarse, para dejar de generar tanta energía. Aunque la chica del Humo tenía razón: Entre el motor de carreras de su corazón y los nanos reparando ajetreadamente sus hombros, Tally se sentía como si estuviera en llamas.

Ella intentó mover su mano izquierda para cubrir el desgarrón, pero sus músculos ya no respondían. Todo cuanto podía hacer era aguantar allí e intentar no moverse.

Más figuras brillantes planeaban en su dirección.

“¡David!” algún otro gritó desde lo lejos. “¡Ellos vienen!”

Él juró, girando su aerotabla en mitad del aire. “Ellos no estarán felices con nosotros. ¡Venga, salgamos de aquí!”

La chica que la había descubierto resopló frustrada, luego encauzó su tabla y salió disparada tras él. El otro del Humo siguió la pista de ambos, volando a través de las frondosas copas y hacia lo lejos.

¿Quién venía? se preguntó Tally. ¿Por qué la habían dejado justo allí? ¿De quién tenían miedo los del Humo en Diego?

Entonces el sonido de pies corriendo llegó a través del bosque, y Tally vio destellos amarillo brillantes en el suelo. Ella había visto ese color exacto en los uniformes de los trabajadores de seguridad y los guardias anteriormente ese día – amarillo con rayas negras brillantes, como diminutos disfrazados de abejorros.

Ella recordó lo que Fausto había dicho, a cerca de que las autoridades de Diego aún estaban al mando, y sonrió. Ellos podrían tolerar la presencia de gente del Humo aquí, pero los guardias probablemente no apreciarían intentos de secuestro en fiestas.

Tally se apretó aún más contra el tronco del árbol, sintiendo la rotura en su traje de camuflaje como una herida sangrante. Si ellos tuvieran visión nocturna, la encontrarían igual que hicieron los del Humo. Una vez más, Tally intentó levantar su mano para cubrir la costura abierta…

Un alarmante instante de agonía le envió una oleada de vértigo, y Tally se oyó a sí misma emitir un grito de dolor absoluto. Ella cerró fuertemente sus ojos, intentando no gritar de nuevo.

De repente, el mundo estaba inclinado hacia un lado. Tally abrió sus ojos, dándose cuenta demasiado tarde de que un pie se había resbalado de su rama. Instintivamente sus manos se levantaron para agarrarse, pero el intento sólo le envió una nueva agonía a través de ella. Y después ella estaba cayéndose, fuerade control y golpeándose con el árbol, gimiendo de dolor ya que parecía que se golpeaba con cada rama en su caída.

Ella aterrizó con un gruñido, brazos y piernas extendidos como muñeco arrojado al suelo.

Un círculo de guardias trajeados en amarillo se formó rápidamente alrededor de ella.

“¡No te muevas!” dijo uno bruscamente.

Tally levantó la mirada y gruñó de frustración. Los guardias estaban desarmados, perfectos de mediana edad, nerviosos como una manada de gatos rodeando a un Doberman rabioso. Sin lesiones, ella podría haberse reído en sus caras, bailando entre ellos, derribándolos como fichas de dominó.

Pero tal y como estaban las cosas, los guardias interpretaron su inmovilidad como una rendición.

-fin cap-

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