Hard Bitten - Capítulo XIV

CAPITULO CATORCE: LA LISTA DE ANTES DE PARTIR


Al tiempo que el amanecer se aproximaba, el resto de los vampiros comenzaron a emerger del bar, tropezando un poco entre las luces estroboscópicas de los patrulleros y los flashes de las cámaras. Estaban repletos de moretones que ya estaban verduzcos, resultado del veloz proceso curativo de los vampiros. Apuesto que las heridas de la comunidad tomarán más tiempo en sanar, desafortunadamente.

Mi abuelo y Catcher hablaron con los policías, probablemente compartiendo notas y teorías. Eventualmente Jeff llevó la computadora portátil al bar, posiblemente para descubrir todo lo que pudiera acerca de las cintas de seguridad.

Cuando la policía removió su cinta y los patrulleros comenzaron a partir, me dirigí hacia el sector donde Lindsey y los vampiros desafectados estaban aguardando.

Ella se puso en pie mientras me acercaba. “Sabes algo?”

“Aún no. Las escenas de crimen aparentemente implican un montón de espera y quedarse parado por ahí. Tú?”

Lindsey echó un vistazo hacia atrás a los vampiros, quienes lucían conmocionados por la combinación de drama policial, detectives, arco iris de alcohol, y paparazzi. “Aún nada. Escuché de uno de los paramédicos que tu abuelo trajo a un consejero para charlar con los humanos.”

“Fue una pelea de bar,” me quejé. Los humanos estaban ciertamente en su derecho a sus respectivos sentimientos, pero ninguno de ellos había sido lastimado – siquiera habían estado realmente involucrados.

“Pero fue una pelea de bar con locos y aterradores vampiros,” dijo ella exageradamente, moviendo sus dedos como un amenazante monstruo.

Bufé, pero reconocí que no era una pelea que fuera a ganar, no cuando los humanos estaban rodeados por reporteros y cámaras. Eché un vistazo hacia el bar. “Tal vez deberíamos regresar adentro. Limpiar un poco. Quieres reunir a las tropas?”

“Dios, por favor, sí. Luc quería que nos quedemos hasta que la policía nos diera el ok a todos, de modo que he estado aquí y aburrida. Voy a considerar tu pedido como el visto bueno.”

Esa racionalización me servía. “Dame un minutote ventaja. Quiero echar un vistazo.” Ella asintió con la cabeza, así que me dirigí adentro.

El piso del bar estaba en ruinas, no muy diferente al piso de Cadogan luego del ataque de los cambiaformas, aunque con una decoración más informal. Los recuerdos de los Cachorros, afortunadamente, habían logrado sobrevivir a la embestida, sin embargo las mesas y sillas estaban en su mayoría patas para arriba. Recorrí la habitación en busca de cualquier cosa que me diera una pista de por qué nuestros vampiros se estaban volviendo locos, pero asumí que cualquier cosa que pudiera haberlos ayudado ya no se encontraba, habiendo sido recogido por la policía. Y no había ningún hombre bajito con invitaciones a raves a la vista.

Si Celina estaba involucrada y de alguna manera, estaba dirigiendo esta masiva histeria vampírica, se las había ingeniado para conseguir echarnos de nuestro propio bar. Era justo la clase de cosa que ella hubiera disfrutado. Mientras estaba en pie allí sola, me imaginé a Celina apareciendo desde detrás de la barra, repleta de globos, con los brazos alzados en señal de victoria.

“Oh, el poder de la fantasía,” murmuré, y comencé a recoger mesas de bar volteadas.

Lindsey apareció por la puerta, su banda de vampiros a su espalda. “Muy bien niños y niñas,2 dijo. “Pongamos a este lugar de nuevo en forma para la lucha. Por así decirlo.”

Los vampiros se quejaron pero obedecieron, enderezando mesas y sillas. Colin gimoteó a tiempo que atravesaba la puerta y evaluaba su lugar.

Miró en mi dirección. “Vas a resolver esto?”

“Estoy trabajando en ello,” le aseguré. “Y hablando de eso, necesito un favor más. No se supone que sepas silbar no?”

Puso dos dedos sobre su boca y dejó escapar un chiflido agudo. Tomó solo un momento antes de que tuviera la atención de todos los vampiros en el bar.

“La discreción es la mejor parte del valor,” dije, “de modo que voy a ir para la oficina del fondo. Si alguien tiene información, éste sería un buen momento para hablarme.”

Como una irritada maestra de escuela primaria, me les quedé mirando hasta que obtuve un par de expresiones avergonzadas cruzando por sus caras. Esto probablemente no fuera a hacer nada por mi popularidad, pero necesitaba hacerse. Interpretar a la organizadora social de eventos era secundario a interpretar a la Centinela y en verdad mantener intacta a la Casa.

Miré de reojo a Colin y extendí una mano hasta que me ofreció las llaves de la oficina. Cuando las tuve en la mano, me dirigí de regreso a la oficina. Quité el cerrojo y me fui inmediatamente al gabinete de archivos. Me vendría bien un trago, y no pensaba que a él le fuera a importar si testeaba su petaca. Abrí el cajón superior, saqué la petaca, y le dí a su contenido una olfateada previsora. Arrugué mi nariz. Sea cual fuere su mezcla secreta, olía potente. Cerré mis ojos con fuerza y tomé un sorbo.

Era…no tan malo en realidad. No era un sabor que pudiera fácilmente describir – “avinagrado” le pegaba cerca, pero también estaba el sabor de la sangre y un toque dulce que balanceaba el sabor, no muy diferente de un vinagreta de frambuesa. Por supuesto, no quería beberme toda una vinagreta de frambuesa, así que la tapé y me prometí una Mallocake de más cuando finalmente regresara a casa.

La noté en la puerta tan pronto cerré el gabinete de archivos. Era una vampira que había visto por la Casa pero que no conocía realmente, una linda morocha con cabello largo y ondulado y una figura curvilínea.

Miró a ambos lados por el pasillo como si temiera que pudiera llegar a ser vista próxima a la puerta de la maestra.

“Puedes cerrar la puerta si lo deseas,” le dije.

Se metió dentro y cerró la puerta tras ella. “Soy Adrianna,” dijo. “Estoy en el tercer piso de la Casa.”

“Un placer conocerte.”

Fue directo al punto. “No me gusta jugar a la chismosa, pero soy leal a mi Casa, y soy fiel a Ethan.” No había duda de la ferocidad de ese afecto en su mirada. “Y si alguien amenaza eso, o a la Casa, es hora de hablar.”

Asentí con solemnidad. “Te escucho.”

“Lo vi por primera vez un par de semanas atrás. Fue en una fiesta – sin humanos – y a un vampiro de la Casa Grey usándola. La probó y veinte minutos más tarde estaba dándole una paliza a alguien que, según él, había intentado una movida con su novia.”

Adriana se pausó, pareció reunir coraje, y luego alzó su mirada hacia mí nuevamente. “Y luego, esta noche, encontré esto en el baño.” Extendió un puño cerrado, y luego lo abrió. En su palma se hallaba un pequeño envoltorio con una V inscripta en el frente.

No necesité ver dentro para saber qué contendría. Cerré mis ojos con fuerza, irritada ante mi propia estupidez. Las drogas no eran para los humanos. No las habían estado usando para hacer a los humanos más dóciles; eso era simplemente el buen y viejo glamour.

Eran para los vampiros. No era el derramamiento de magia o un virus o alguna clase de histeria masiva lo que los estaba haciendo agresivos – había sido una droga la cual ellos habían sido lo suficientemente estúpidos como para tomar.

Tal vez debilitara sus inhibiciones hacia la violencia, tal vez aumentara su testosterona. Cual fuera su química, ésta era la razón de que los vampiros en el bar pelearan por un trago arco iris….. y probablemente las razones de por qué el Alcalde Tate pensara que tres humanos habían sido asesinados en West Town.

“gracias,” dije, abriendo nuevamente mis ojos y extendiendo mi mano. Ella entregó las drogas.

“Si es de algún consuelo, la inmortalidad hace que algunos de ellos se aburran,” dijo Adrianna, “de modo que hacen cosas – prueban cosas – que comúnmente no probarían. Pero ahora está circulando a través del Bar Temple, y no quiero ver que se infiltre en la Casa.”

“Excelete decisión. Alguna vez conociste al traficante?” pregunté.

Negó con la cabeza. “estas cosas se mueven de vampiro en vampiro. A menos que estás buscando drogarte, cosa que no hago, ni siquiera te pones en contacto con el traficante.”

Otro fallo, pero al menos logré reunir algo de información. Alguien por ahí estaba vendiendo V a los vampiros de Cadogan. Otro alguien – tal vez el mismo? – que estaba solicitando humanos para las raves.

Quien quiera que sea que estuviera orquestando esto, pon las dos cosas juntas y tendrás una situación explosiva.

“Gracias por hacérmelo saber. Veré que Ethan se entere acerca de V para que podamos detenerlo, pero no le diré quién me lo dijo.”

Podía ver el alivio en su rostro, pero rápidamente se enderezó de hombros. “Tú averígualo,” dijo. “Averigua quién está poniendo esto por ahí, quien nos pone en riesgo.”

“Tengo la intención de hacerlo,” le prometí.

Para la hora en que regresé al bar, las sillas y mesas estaban nuevamente en pie. Christine estaba limpiando los vidrios rotos mientras que otro miembro de nuestra clase de Noviciados le sostenía la pala. Colin estaba de regreso tras la barra, limpiando el alcohol vertido y las botellas rotas de cerveza.

Las cabezas se giraron mientras ingresaba, los vampiros mirándome con curiosidad. Probablemente se preguntaran qué sabía ahora – y en cuántos problemas iban a estar a causa de ello. Era una buena pregunta. Porque en este preciso momento, a nombre mío, de Ethan, y de la Casa, yo estaba molesta. Podría haber sido comprensiva con los alborotadores cuando imaginé que esto era algún tipo de histeria pasajera. Pero esto era algo que ellos había elegido hacer. Todo este problema – la policía, la mala prensa que inevitablemente íbamos a recibir, la furia de Tate, las raves – eran causados porque vampiros idiotas decidían tomar drogas.

Habían hecho una elección que desató estragos, y no tenía compasión para con eso.

Aceché la barra y la salté, luego tomé la soga de la gigantesca campana que colgaba tras ella. Era usada para tonterías vampirescas, usualmente como señal del inicio de un juego de tragos basado en la idiosincrasia de Ethan.

Pero ahora la usaría como señal de algo más serio. Tomé la soga y la agité de lado a lado hasta que la campana resonó a través de la habitación. Entonces saqué una cubeta de hielo de una estantería y la puse justo en medio de la barra. Eché un ojo a la multitud para asegurarme de que sólo había vampiros, y cuando la magia se disipó, dejé fluir los improperios.

“Así que esto se trata de drogas,” dije, y me sentí algo mejor cuando algunos de los vampiros desafectados se mostraron sorprendidos; al menos ellos no la habían esta consumiendo.

Pero aparentemente, ellos habían sido los únicos.

“Algunos de ustedes la han estado co0nsumiendo,” dije. “no sé por qué, y no estoy segura de que me importe. De cualquier forma, no podían haber elegido peor momento. Darius está en la ciudad, y Ethan ya está en problemas. La Casa está en el banquillo de los acusados con Tate, y esto ciertamente no va a ayudar.”

Dejé que eso se asentara por un momento, embebiéndome de los susurros y miradas de preocupación. “Las cosas están cambiando,” dije, con mi tono algo más suave. “Nuestra Casa ha atravesado un infierno recientemente, y el futuro no luce mucho mejor. No voy a decirle a Ethan quiénes de ustedes estuvieron aquí esta noche.” Hubo miradas de evidente alivio alrededor del salón. “Pero no podemos permitir que esto suceda otra vez. Nosotros no podemos – yo no puedo – permitir a V dentro de la Casa. Además, dado que yo tendré que contarle a la policía acerca de las drogas, hay una gran posibilidad de que todos sean registrados antes de salir.”

Extendí la cubeta para demostrarles que hablaba en serio, luego la puse nuevamente sobre la barra. “Si tienen V con ustedes, va a la cubeta. La sacaré del bar yo misma y la entregaré a la policía. Será mejor viniendo de mí que de ustedes en forma individual. No podemos permitir que esto empeore. Así que por el bien de la Casa, hagan lo correcto.” Me volteé, de cara a la pared, dándoles la privacidad para hacer sus depósitos. Tomó unos segundos, pero finalmente escuché pasos y movimientos de sillas, y luego el sonido de las pastillas o el silencioso sonar de un sobre, tocando la pared de la cubeta.

El sonido de la conciencia limpiándose.

Luego de un momento, Collin gritó mi nombre. “Creo que ya han terminado,” me dijo silenciosamente cuando miré en su dirección. Asentí, luego miré nuevamente a la multitud.

“Gracias. Me aseguraré de que él sepa que ustedes colaboraron, que comprendieron sus responsabilidades. Y que pueden siempre, siempre, venir a mí si tienen algún problema.” Dicho eso, pero aún sintiéndome como una completa narcotraficante, agarré la cubeta y me dirigí hacia la puerta.

Ahora sabía por qué esto estaba sucediendo, sabía por qué las raves eran más grandes y malévolas que antes. Esperaba ser capaz de mantener el caos lejos de nuestra Casa.

Ahora tenía que hallar al traficante y ponerle un alto al caos en cualquier otro lado.

Me hice camino afuera y encontré a mi abuelo, Catcher, y Jeff. Mi abuelo estaba sentado en el cordón, con su expresión sombría.

Se puso en pie cuando me acerqué y lo guié detrás de uno de los patrulleros – y lejos del camino de los reporteros – antes de entregarle la cubeta.

“Esto es V,” dije. “La misma cosa que vimos en la fiesta en Streeterville. Aparentemente difundida desde Benson a la Casa Grey, al Bar Temple, donde los vampiros fueron lo suficientemente estúpidos como para probarla.” Miré a Catcher. “Esta es la razón por la que habían sido tan violentos. No es el glamour ni la magia --”

“Son las drogas,” acordó con un movimiento de cabeza. “No eran para los humanos, sino para los vampiros.”

“Supongo que estás en lo cierto acerca de eso,” dijo mi abuelo, sacando dos pequeñas, bolsas plásticas de evidencia del bolsillo de su chaqueta. Había píldoras y sobres en cada una.

“En dónde encontraste esas?”

“En el piso del bar,” dijo. “Alguien debe haberlas tirado en la confusión. Tal vez la V sea de ‘vampiro’ o ‘violencia’?”

“Como quieras llamarle,” dijo Catcher, “es malo. V está en los boliches, en las fiestas, en los vampiros.”

Mi abuelo echó un vistazo a los reporteros, quienes estaban tomando fotos desde detrás de las cintas de la policía, sus lentes grises y negras haciendo zoom mientras intentaban tomar cada centímetro de la escena. “No puedo evitarles que tomen fotos,” dijo, “pero retendré el asunto de V tanto como me sea posible. A estas alturas, el único objetivo de la droga son los vampiros, y no parece haber ningún riesgo evidente para los humanos.”

“Aprecio eso, y estoy segura de que Ethan también lo hace.”

Un policía abatido se acercó a mi abuelo, echándome el ojo mientras lo hacía. Catcher, Jeff y yo estábamos en silencio mientras mi abuelo se hacía a un lado, charlando en voz baja con el oficial y, cuando hubieron terminado, le pasó la cubeta.

Cuando mi abuelo regresó, con sus cejas fruncidas, asumí que nada bueno iba dirigido en mi camino.

“Cómo te sientes acerca de venir conmigo al precinto y dar una declaración?”

Mi estómago se retorció. Me estaba haciendo un favor por dejar que sea yo la que hable – dejándome controlar el destino de la Casa, por así decirlo – pero eso no significaba que estaba ansiosa con la idea de ir voluntariamente a la estación de policía.

“No genial, para serte realmente honesta. Ethan tendrá un ataque.”

“No si la otra opción es un vampiro de Cadogan al azar sin tu entrenamiento ni alianzas. Necesitamos hablar con un vampiro de Cadogan,” dijo, “y serás mejor tú que cualquier otro.”

Suspiré. Ahora yo no sólo era la portadora de malas noticias; era la mugrosa rata encargada de reportar todos los sucios detalles al Departamento de Policía de Chicago. Pero mi abuelo estaba en lo cierto – qué mejor opción teníamos?

Asentí mi consentimiento, dejé salir una bocanada de aire, y saqué mi celular nuevamente.

Puede que no fuera la portadora de buenas noticias pero al menos le podía dar una pequeña advertencia – y rezarle a Dios que él no estuviera esperando a despojarme de mi medallón para el final de la noche.

Me subí al asiento delantero del vehículo del Defensor del Pueblo, la adrenalina convirtiéndose en cansancio mientras conducíamos hacia la Estación de Policía en el distrito bucle. Él estacionó en un sector reservado y me escoltó al edificio, con una mano en mi espalda para contenerme.

Dada la tarea en mano, apreciaba el gesto.

El edificio era relativamente nuevo y bastante estéril – la pintura descascarada y los muebles antiguos de metal de las series policiales reemplazados por cubículos y kioscos automáticos y resplandecientes pisos de azulejos. Eran casi las cuatro de la mañana, de modo que el edificio estaba tranquilo y en su mayor parte vacío excepto por un manojo de oficiales uniformados moviéndose a través de los pasillos con perpetradores esposados: una mujer de falda corta y botas altas con un innegable agotamiento en sus ojos; un nervioso hombre con mejillas huesudas y jeans sucios; y un chico corpulento cuyo pelo lacio cubría sus ojos, y su amplia camiseta gris manchada de sangre. Era una escena triste, una foto instantánea de tipos teniendo una indudable noche miserable.

Seguí a mi abuelo a través de lo que parecía un calabozo para detectives, hileras de escritorios idénticos y sillas llenando una habitación bordeada por un anillo de oficinas. Los detectives alzaban sus miradas mientras pasábamos, ofreciendo algún saludo a mi abuelo y curiosas – o simplemente suspicaces – miradas hacia mí.

Al otro lado del calabozo, nos trasladamos por un corredor hacia un cuarto de interrogación que contenía una mesa de conferencia y cuatro sillas. La habitación, parte de la renovación, olía como un salón de exposición de muebles - a madera cortada, plástico, y esmalte de limón.

Ante el gesto de mi abuelo, tomé asiento. La puerta se abrió justo mientras él tomaba asiento a mi lado. Un hombre – alto, de piel oscura, y vistiendo un traje a rayas – entró y cerró la puerta. Tenía un anotador amarillo y una lapicera en mano, y usaba su placa en una correa alrededor de su cuello.

“Arthur,” dijo mi abuelo, pero Arthur extendió una mano antes de que mi abuelo pudiera pararse a saludar.

“No se moleste por mí, sr Merit,” dijo Arthur, intercambiando un apretón de manos con mi abuelo. Luego me miró, con algo más de sospecha en sus ojos. “Caroline Merit?”

Caroline era mi nombre de pila, pero no el usaba. “Llámeme Merit, por favor.”

“El detective Jacobs ha estado en la División por quince años,” explicó mi abuelo. “Él es un buen hombre, un hombre de confianza, y alguien a quien considero un amigo.”

Eso era indudablemente cierto dada las miradas de mutuo respeto que compartieron, pero el Detective Jacobs claramente no se había decidido respecto de mí. Por supuesto, no estaba aquí para impresionar a nadie. Estaba aquí sólo para contar la verdad. Así que eso es lo que intenté hacer.

Revisamos lo que yo había visto en la rave, lo que me había enterado por Sarah, y qué había visto esta noche. No ofrecí un análisis o sospechas – sólo hechos. No había necesidad, ni razón alguna que pudiera imaginar, para insertar a Celina o el drama del PG en eventos que ya eran suficientemente dramáticos de por sí.

El Detective Jacobs hizo preguntas en el camino. Rara vez hizo contacto visual mientras hablábamos, en su lugar, mantuvo sus ojos sobre su papel mientras tomaba nota. Como su traje, su caligrafía era clara y prolija.

No estaba segura de que él estuviera menos suspicaz para el final de mi perorata, pero me sentí mejor por haberle contado. Puede que él sea humano, pero también cuidadoso, analítico, y enfocado en los detalles. No me dio el presentimiento de que estuviera ante una cacería de brujas, sino más bien su profundo interés en resolver un problema que casualmente involucró a vampiros.

Desafortunadamente, él no tenía ninguna información acerca de V o de dónde podría provenir. Como había dicho Catcher, como la tercera ciudad más grande del país, Chicago no era exactamente inmune a problemas de drogas.

El Detective Jacobs tampoco compartió ninguna estrategia conmigo, de modo que si tenía planes para hacer su propia tarea de infiltración, no estaba al tanto. Pero sí me dio una tarjeta y me pidió lo llamara si descubría algo más, o tenía algo que pensara que él me pudiera ayudar. Dudaba que Ethan quisiera que involucre a un veterano del Departamento de Policía de Chicago en las investigaciones de nuestro problema de drogas.

Pero es por eso que había sido nombrada Centinela, pensé, metiendo la tarjeta en mi bolsillo.

Ethan estaba sentado en una silla plástica en el pasillo. Estaba encorvado, con los codos sobre sus rodillas, las manos juntas. Estaba golpeteando sus pulgares entre sí, con su cabellera rubia metida tras sus orejas. Era la clase de postura que le has visto a un miembro de la familia en la sala de espera de un hospital – cansado, tenso, anticipando lo peor.

Su cabeza se elevó al sonido de mis botas sobre el piso de baldosa. Se paró de inmediato, luego se movió hacia mí. “Te encuentras bien?”

Asentí. “Estoy bien. Mi abuelo pensó que sería mejor conseguir la historia de parte mía.”

“Parecía la decisión más justa,” dijo una voz detrás de mí.

Eché un vistazo atrás para ver a mi abuelo caminando por el corredor hacia nosotros. Ethan extendió su mano. “Sr Merit. Gracias por su ayuda.”

Mi abuelo le estrechó la mano, pero a su vez negó con la cabeza. “Agradece a tu Centinela. Ella es una muy buena representante de su Casa.”

Ethan me miró, con orgullo – y amor? – en sus ojos. “Estamos de acuerdo en eso.”

“estoy cansada,” dije, “y no tengo auto. Podríamos regresar a la Casa?”

“Por supuesto.” La mirada de Ethan se desvió hacia mi abuelo. “Necesita algo más de parte nuestra?”

“No. Hemos terminado por el momento. Disfruten del resto de su noche – hasta donde sea posible.”

“Poco probable,” dije, dándole unos golpecitos en el hombro. “Pero haremos lo mejor que podamos.”

Pero antes de que pudiéramos dar un paso hacia la salida, las puertas al final del pasillo se abrieron de golpe. Tate las atravesó, seguido de un escuadrón de asistentes trajeados. Lucían soñolientos, y me compadecía; era un trabajo de porquería que requería de pelmazos para vestir trajes a las cinco y media de la mañana.

Tate se nos acercó a toda prisa, tanto con simpatía como con irritación en su expresión. Supuse que su irritación era ofrecida por su otra estratégica mitad, el potencial líder anticipando desagradables comerciales acerca de “el problema vampírico.” La simpatía probablemente sea ofrecida por su mitad besa-bebés.

Miró a mi abuelo primero. “Está la situación contenida?”

“Lo está, sr Alcalde. Las cosas en el bar están en mano, y Merit vino y nos proveyó de una muy detallada declaración de modo que podamos manejarnos en el asunto.”

“El cual es?”

“Aún estamos descifrando eso, señor. Tendrá mi reporte tan pronto pueda redactarlo.”

Tate asintió. “Aprecio eso, Chuck.” Miró a Ethan. “Está esto relacionado con el problema que te pedí te encargaras?”

“Puede que lo esté,” dijo Ethan vagamente. “Merit está pasando la mayor parte de su tiempo libre investigándolo, incluyendo esta noche.”

La expresión de Tate se suavizó y se tornó completamente política. “No puedo decirte cuánto aprecio eso.”

Oh, me doy cuenta, pensé a la ligera. Probablemente lo apreciarías de diez a quince puntos en las encuestas.

Tate se acercó y estrechó mi mano, y luego la de mi abuelo. “Merit, mantengámonos en contacto. Chuck, espero con ansias su reporte.”

Se acercó para estrechar la mano de Ethan, pero en lugar de una simple sacudida de manos, se inclinó hacia Ethan y susurró algo en su oído.

Los hombros de Ethan se tensaron, y se quedó mirando ausentemente hacia delante, apenas controlando su furia, cuando Tate se alejó.

El auto de Ethan estaba estacionado en un lote asegurado junto al precinto. A duras penas hice la corta caminata. El drama estaba comenzando a pasar factura colectiva; por toda mi fuerza vampira de más, estaba agotada. Mi cerebro estaba borroso, mi cuerpo exhausto, y mi temperatura estaba de ese extraño y profundo frío que tienes antes de que el resfrío se ponga en marcha.

Ethan abrió la puerta por mí y la cerró de nuevo cuando estuve dentro. Verifiqué la hora sobre la consola; eran casi las cuatro cuarenta y cinco, cerca de veinte minutos antes del amanecer. Otra trasnochada – y otra corrida contra el sol en ascenso.

Silenciosamente, Ethan se subió al auto y encendió el motor.

Hice una última jugada como obediente Centinela. “Quieres el interrogatorio ahora?”

Él debe de haber visto el agotamiento en mis ojos, porque negó con su cabeza. “Luc me puso al tanto de los puntos principales, y los programas de noticias matutinos ya están sobre el caso. Descansa por ahora.”

Debo haber tomado la directiva literalmente, porque recuerdo asentir en acuerdo – pero no el resto del viaje a casa. Tan pronto como él salió de su lugar de estacionamiento y comenzó la espiral de regreso a su propio garaje, dejé caer mi cabeza sobre el respaldo del asiento. Me desperté nuevamente mientras el auto descendía hacia el estacionamiento de Cadogan.

“Estás cansada,” dijo.

Puse una mano sobre mi boca para esconder el creciente bostezo. “Es casi el amanecer.”

“Así es.”

Nos sentamos allí torpemente por un momento, como una pareja al final de su primera cita, no muy segura de qué esperar del otro.

Ethan dio el primer paso, abriendo su puerta y saliendo. Hice lo mismo, tambaleando un poco mientras salía del auto, pero manteniéndome en pie. Podía sentir el jaleo del sol, mis nervios carcomiéndome del cansancio, mi cuerpo gritando que era hora de encontrar un lugar suave, oscuro donde pasar el día.

“Lograrás llegar arriba?” preguntó.

“Lo lograré.” Me concentré en poner un pie delante del otro, parpadeando para mantener mis ojos en foco.

“El sol hace estragos sobre ti,” dijo Ethan mientras ingresaba el código de la puerta del sótano, luego la mantuvo abierta mientras yo la atravesaba casi como una zombie. Estaba lo suficientemente conciente como para darme cuenta de que él no tenía el mismo problema.

“Tú estás menos afectado?” pregunté mientras caminábamos hacia las escaleras.

“Soy más viejo,” explicó. “Tu cuerpo está todavía adaptándose a la genética del cambio, a las diferencias entre ser diurno y nocturno. Tan pronto te vuelvas más vieja, te encontrarás con que el tirón es más fácil de manejar. Más como una gentil sugerencia que como un toma-y-vé.”

Fui capaz sólo de mascullar un sonido de acuerdo. De milagro logré llegar hasta el descanso del segundo piso sin caerme.

“Hablaremos mañana,” dijo Ethan, y se dirigió hacia las escaleras. Pero lo llamé para detenerlo. Miró nuevamente.

“Qué es lo que Tate susurró en tu oído?”

“Él dijo, ‘Arregla esto, maldición, o de lo contrario…’ Hablaremos de eso mañana.”

No tuvo que decírmelo dos veces.

Traducido por Chloe♥

Grecia B.  – (19 de junio de 2011, 18:36)  

hdgbfdhjfbdnijhfdn

GRACIAAAS *O*

Pobre mi Ethan, cuando se entere que Merit trabaja con Joanh o como se llame dhnfdjhfn

Anónimo –   – (20 de junio de 2011, 16:16)  

aaaaaaaaai quiero saber cada cuento subenn los capitulos traducidos por que me muero por saber como siguee!

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