Hard Bitten - Capítulo XIX

CAPÍTULO DIECINUEVE

ROJO, ROJO VINO

Nuestra fiesta nocturna estaba ubicada en otra habitación, a la que se llegaba a través de la entrada, un espacio en la bodega casi tan larga como había sido la oficina conjunta. Ésta parecía una sala usada para eventos especiales; esta noche, una simple mesa rectangular estaba colocada en el centro de la sala, con un puñado de sillas de aspecto moderno rodeándola.

Gabriel Keene, el representante de los cambiantes de Norteamérica, estaba de pie detrás de la mesa con su mujer, Tonya. Los Maestros estaban yendo hacia sus sillas, aparentemente habiendo hecho ya las presentaciones, lo que me dejaba a los cambiantes.

Caminé hacia ellos, ignorando los vampiros que estaban detrás de mí y a los demás de la sala. No podría llamar a Gabriel y Tonya amigos per se, pero Gabriel tenía más prudencia que Darius, lo que respetaba.

“Entiendo que las felicitaciones están al orden del día,” dije, ofreciéndoles una sonrisa a ambos.

Gabriel era tan varonil como se suponía- grande, musculoso, de pelo moreno, y ojos color miel con un amor por el cuero y por las Harleys- pero su rostro se iluminó con orgullo paternal. “Tenemos un maravilloso bebé varón en casa,” confirmó. “Apreciamos tu agasajo.”

“Fue maravilloso que decidierais acompañarnos esta noche,” dije con una sonrisa burlona. “No puedo imaginar que prefiráis la compañía de los vampiros por encima de la de vuestro hijo recién nacido.”

Gabriel lanzó una mirada suspicaz a Darius y los demás. Entendía ese sentimiento.
“Hay cosas en la vida que necesitamos hacer,” dijo, “y hay cosas en la vida que debemos hacer. Aunque no creo que nos quedemos mucho tiempo.”

Sonriente, Tonya sacó una pequeña cartera de su bolso. “¿Cómo podríamos dejar a esta carita por tanto tiempo?” Sostuvo una pequeña foto de un asombrosamente adorable bebé vestido con un mono azul. Gabriel sonrió al ver la foto. Estaba claramente encantado.

Había una gran cantidad de orgullo y amor en sus ojos, pero cuando alzó la mirada hacia mí, pude ver el miedo detrás de ello. El miedo que viene con amar tanto a alguien que te sientes abrumado por ello, casi aplastado. El miedo de la posible pérdida, de que te rompan el corazón, de que podrías perder aquello por lo que tanto trabajaste para traer al mundo.

Miedo paternal, supuse, empeorándolo el hecho de que ser el líder- Ápex- de la Manada fuese hereditario. Connor había nacido siendo un príncipe entre lobos. Había sido dado a luz bajo un manto de poder, pero tal vez teniendo que soportar una responsabilidad que no podría ni empezar a desentrañar. Debía haber sido duro para Gabriel soportarlo, sabiendo la responsabilidad que tendría que depositar algún día sobre los hombros de su pequeño.

“Lo hicisteis bien,” susurré. No estaba muy segura de si las palabras eran suficientemente elegantes, pero parecían estar bien por ahora. Y el pequeño asentimiento de Gabriel me indicó que había dicho lo correcto.

“¿Cómo están las cosas por lo demás?”

“Bien, no estamos siendo usados como experimentos científicos,” dijo Gabriel de forma seca. “Eso es una pequeña victoria.” Una de sus preocupaciones acerca del anuncio de la existencia de los cambiaformas al mundo, era el miedo de convertirse en pasto de los militares o de la investigación médica- la clase de cosas que ves en las películas de terror y monstruos. No era exactamente un pensamiento agradable, y me alegraba saber que no había ocurrido.

“No es como si pensase que los humanos no creen que seamos amenazas,” añadió. “Tan solo no saben qué hacer con nosotros.”

Los cambiantes eran considerados por normal general los seres sobrenaturales más fuertes, al menos por los grupos que yo conocía. Consideré la ignorancia de los humanos sobre éste hecho como algo beneficioso.

“¿Y los cambiantes que atacaron la Casa?”

Su expresión se oscureció. “Están siguiendo su camino a través del sistema judicial como cualquier preso humano promedio.”

Cuando hice una mueca, Scott juntó las manos en una palmada. “Bienvenidos, todos, a la Casa Grey. Aprecio vuestra presencia, y espero que esto pueda ser un paso más hacia una amistad en común. ¿Vamos a cenar?”

Antes de que pudiéramos contestar, hombres y mujeres vestidos con ropa blanca de chef, comenzaron a entrar en la sala portando bandejas de plata con tapa en forma de cúpula. Tomé un asiento junto a Ethan antes de que las bandejas fueran depositadas delante nuestro. Dos vampiros se pasearon alrededor de la mesa con jarras de agua con limón y botellas de un vino de color rojo oscuro, sirviendo según les dijesen los vampiros invitados. Tan solo Ethan, Jonah y yo optamos por el vino; supongo que necesitábamos un trago más fuerte que el resto.

Otros vampiros depositaron las bandejas, revelando una comida que podría ser descrita como “el Placer del Depredador.” Lomo, asados, chuletas. Salchichas, bistecs, filetes. Todo dispuesto con una perfección artística. Oh, para estar seguros, también había añadidos. Pequeñas y alargadas patatas, maíz, y algo de ensalada de alguna clase. Pero en una sala llena de vampiros y cambiaformas- más depredadores que humanos- el ansia carnívora era innegable.

Mi estómago escogió ese momento para rugir con un estruendo que casi se escuchó por toda la habitación.

Como mis mejillas enrojecieron, todas las miradas se fijaron en mí. Sonreí ligeramente.

Gabriel me devolvió la sonrisa, y entonces levantó su vaso de agua cuando los chefs abandonaron la sala de nuevo.

“Gracias, señor Grey por la oportunidad de compartir lo vegetariano y lo animal con vosotros. Es un gesto cargado de significado para nosotros, y espero que nuestras familias puedan continuar conviviendo en paz por años.”

“Oye, oye,” dijo Darius levantando su vaso de la misma forma. “Ahora somos vecinos de esta fantástica ciudad, y esperamos que nuestros días de lucha queden atrás, y que podamos trabajar juntos en paz y lealtad los milenios que están por venir.”

Gabriel ofreció un educado asentimiento e hizo un gesto con su vaso de nuevo, pero no se comprometió exactamente con la “lealtad”. Los vampiros coleccionan las alianzas formales como cromos de béisbol; los cambiaformas no estaban exactamente entusiasmados con esa idea.

“Y como realmente prefiero que Merit se centre en su comida antes que en mí,” Gabriel dijo con un guiño, “vamos a dejar de hablar y comenzar a comer.”

Pero, por supuesto, eso podría haber sido mucho más simple.

No sé por qué me había sorprendido que Scott ofreciese un festín de carne. El hombre amaba a los Cachorros, tenía una fantástica bodega transformada en Casa, y Benson era el bar de su casa. Esas cosas gritaban “Maestro de gran calidad,” a los cuatro vientos.

La comida no fue una excepción. Los trozos de carne estaban escogidos de tal manera que incluso mi particular padre podría habérselos servido a sus invitados tal cual. Era lo bastante tierna como para hacer irrelevante el uso del cuchillo y estaba perfectamente hecha por la parte de fuera. No la podrían haber hecho mejor, especialmente para un grupo de depredadores.

Honestamente, si fuese un tío, hubiese terminado mi plato, me hubiese repantingado en la silla, y desabrochado el primer botón del pantalón. Alimentos tan sabrosos merecían una tranquila digestión.

Desafortunadamente, no sería así.

Acababa de tomar otro trago de vino- haciendo muecas por lo seco que estaba- cuando la puerta del final de la sala se abrió de golpe. Cinco vampiros entraron, algunos en ropa de calle negra, pero un par de ellos llevaban camisetas estilo hockey, azules y amarillas, con las letras GREY HOUSE en mayúsculas, impresas en la parte frontal. Todos llevaban espadas desenfundadas y una maliciosa expresión.

“¿Así es como nos tratas?” preguntó un vampiro de la Casa Grey que llevaba el número 32 en la camiseta. “¿Algunos jodidos cambiaformas y sus putas alimentándose como reyes?”

El otro vampiro de la Casa Grey, situado en el lado contrario, llevaba el número 27.

“¿Y el GP también? ¿Está lloviendo mierda en los Estados y servimos bistecs a un vampiro del Reino Unido? ¿Eso te parece bien?”

Sin perder un segundo, mi daga apareció en mi mano. Y no era la única que estaba alerta.

Scott Grey se levantó de la silla y caminó hacia el final de la mesa. “Matt, Drew, iros a la mierda. Dejar las espadas, y largaos por la puerta ahora mismo.”
Los vampiros de la Casa Grey vacilaron, tal vez como resultado de algún tipo de magia mental que Scott les estaba enviando. Pero el resto no se vieron afectados por ello.

Cuidadosamente me levanté y me moví hacia ellos, girando la daga en mi mano, con anticipación. Los cinco vampiros se tambalearon sobre sus pies, sus movimientos erráticos, sus ojos moviéndose con rapidez. Cuando me moví aún más cerca, pude ver el problema de sus ojos- estaban casi completamente plateados.

“Scott, es V,” le avisé.

“¿Tienes alguna solución fácil para detenerlos?”, preguntó.

“No sin una hechicera,” le expliqué. “Tendremos que dejarlos fuera de combate de la forma antigua.”

“Entonces eso es lo que haremos,” dijo Ethan, de pie detrás de mí, sosteniendo en su mano un cuchillo de la mesa.

“Es encantador que te hayas unido a nosotros, Sullivan,” bromeé, mi mirada siguiendo los movimientos de los vampiros según se colocaban en fila, preparados para luchar, dando igual lo que costase. Y con Darius, un Ápex, y tres Maestros en la habitación, el coste sería alto…

“Vamos, viejo,” dijo Treinta y Dos. “¿Quieres pelear contra tus propios vampiros? ¿Prefieres tomar su lado por encima del nuestro?”

“Liege,” dijo Jonah. “Como tu capitán, voy a pedirte que te traslades a una posición más segura.”

“Pide lo que quieras, Red,” le dijo Scott sonriendo sin alegría. “Pero eso no va a hacerme dejar de poner a esos estúpidos en su lugar. Eso es lo que les toca por tomar V.”

Lo mismo digo, Centinela, me dijo Ethan mentalmente. Supuse que no me dejaría discutirle que él también había estado en la misma situación.

Los vampiros de la Casa Grey parecían bastante ansiosos de pelar. “Oh, vete al infierno, hombre,” dijo Veintisiete.

“Sólo si me acompañas,” respondió Scott con calma, y un segundo más tarde la habitación estalló en violencia. Jonah y Scott tomaron para sí a los vampiros de la Casa Grey. Gabriel, Darius y Tonya permanecieron sentados esta vez. Aquello debaja a los Rogues para mí, Ethan, y Morgan.

“Me pido el del medio,” les avisé.

“Eso deja a los otros dos para nosotros,” dijo Ethan. “Greer, toma el de la izquierda.”

Y con eso dicho, nos movimos. Me deslicé evitando la disputa doméstica hasta alcanzar al Rogue con cara de enfadado que estaba detrás, sus ojos tan plateados como habían estado los de los vampiros Grey. Eran un tío grande, con gotas de sudor deslizándose por sus sienes, mientras luchaba contra la alojada en su torrente sanguíneo. Pero a éste tío no le preocupaba de si era la rabia o las drogas lo que le empujaba a luchar. Desnudó sus dientes y se movió hacia mí.

Tenía que darle crédito- era más rápido de lo que había imaginado dado su tamaño. Se movía como una araña- su peso siendo trasladado de forma delicada en pequeños y remilgados pies.

Acuchilló, manteniéndose en movimiento todo el rato, como un luchador profesional.

Bloqueé el cuchillo con mi daga, pero calculé mal su velocidad y sentí el quemazón de dolor en el revés de mi mano. Mi propia sangre perfumó el ambiente, encendiendo mis sentidos vampíricos.

Miré hacia abajo a la fina línea color carmesí. Tan solo un par de pulgadas (5cm) de largo, y nada realmente profundo. Fue un corte superficial, pero eso no quería decir que no ardiese.

“Eso no está bien,” dije, girando, la daga rajando la parte frontal de su camisa. Él murmuró unas pocas frases, pero saltó hacia atrás. Me mantuve en la ofensiva, mi intención era hacerle sentir a este tío lo más incómodo posible- para mantenerle sin equilibrio todo el tiempo que pudiese- mientras buscaba una oportunidad de dejarle sin sentido.

“¿Te crees mejor que ellos?” murmuró, alzando la espada por sobre su cabeza, y atacando. Salté fuera de su camino, pero mi talón se enganchó en una de los nudos de los tablones. Me tropecé y caí hacia atrás y contra una de las columnas gigantes de madera de la habitación, salvándome por los pelos de su ataque.

La voz preocupada de Ethan se escuchó en mi cabeza. Centinela.

Estoy bien, le aseguré, y me quité los zapatos de una patada. Un vampiro no necesita luchar en tacones de aguja, de todas formas.

Cuando estaba de nuevo en pie, recuperé la daga y fui de nuevo hacia el vampiro. “¿Qué estabas diciendo?”

“Perra,” me llamó, balanceando su katana en un torpe movimiento, cruzándola por delante de su cuerpo, lo cual hubiese encajado mejor si estuviese sosteniendo un sable, no un acero japonés. Me encogí y agaché esquivándolo, y sentí el estremecimiento de la columna cuando la katana le cortó- y quedó encajada. Menudo desperdicio.

Hice una voltereta por debajo de él, y aflojó el agarre de la espada, y comenzó a caminar hacia atrás, los ojos ampliándose como si súbitamente se hubiese dado cuenta de la presencia de la Centinela de la Casa Cadogan.

Tal vez la droga estaba comenzando a abandonarle.

“Voy a darte una condición,” dije, sosteniendo mi daga. “Voy a lanzar esto, para que podamos tener una pelea justa.”

Vi el alivio de su expresión cuando arrojé mi arma. Y cuando sus ojos se desplazaron para contemplar la habitación, hice mi movimiento. Lancé una patada alta que conectó con su cabeza. Cayó al suelo con fuerza, como un saco de patatas de vampiro, y rodó un poco hasta que finalmente se detuvo.

Claro, que una patada alta de alguien que lleva un vestido de cóctel no fue algo precisamente femenino, pero fue realmente efectivo.

Con mi Rogue fuera de combate, miré hacia Ethan. Estaba haciendo caer a su vampiro- con una retorcida llave de judo- quien sacudió el piso al caer. Cuando estaba en el suelo, Ethan le noqueó de un codazo.

Cuando el tipo estuvo listo, miró hacia mí, y entonces se percató de que mi vampiro había caído. ¿Patada alta? Preguntó mentalmente.

Es un clásico, le respondí sosteniendo su mirada. El resto de los aguafiestas habían sido vencidos de igual manera, los cinco se encontraban tirados en el suelo.

Jonah echó un vistazo alrededor, su mirada deteniéndose cuando me alcanzó. “¿Estás bien?” articuló sin pronunciar palabra.

Le asentí. Aquello definitivamente parecía personal.

“Scott,” llamó Darius. “¿Qué cojones era eso?”

Antes de que Scott pudiese contestar, me metí por medio. “Con el debido respeto, Sire- esos eran tus vampiros errantes.”

La guardia de Scott, incluyendo a los amigos de Jonah, Jeremy y Danny, entraron de golpe en la habitación al momento, sacando a los tipos inconscientes. Pero dejaron la katana encajada en la columna- un signo visible para el resto de la casa de cuán estúpido era probar V.

Les dijimos adiós a Gabriel y Tonya, quienes, comprensiblemente, abandonaron la Casa tan pronto como el camino estuvo despejado. Scott nos acompañó al resto hasta la entrada mientras el proceso de limpieza de la cena se llevaba a cabo. Charlie y Darius se mantuvieron juntos; Morgan estuvo solo. Yo estaba de pie junto a Ethan cuando Scott y Jonah se acercaron.

Scott nos miró a ambos. “Gracias por la ayuda.”

Ethan asintió con gracia. “Cosas como ésta nos ocurren hasta a los mejores, desafortunadamente.”

“¿Cómo están los vampiros?” Pregunté.

“Aún están desmayados. Están en la enfermería bajo vigilancia, por el momento. Cuando se despierten, tendremos una larga charla acerca de las drogas y la responsabilidad.”

“¿Los conoces bien?” Le pregunté.

“Tan sólo como solicitantes a la casa,” dijo Scott. “Son relativamente nuevos, recién llegados. Miembros de tu grupo de Iniciados.”

“¿Qué es “recién llegado” en términos inmortales?” Pregunté.

Scott sonrió de medio lado. “Cualquier cosa por debajo de la década.”

Lo que me hacía algo así como un bebé vampiro.

Ethan miró hacia donde estaba Darius, ofreciendo ahora algún tipo de instrucciones mientras Charlie tecleaba en un teclado de ordenador. “¿Crees que considerará la amenaza más real ahora?”

“El GP tiene una postura extraña sobre este tipo de cosas. Aún no estoy seguro de que nos vea como algo más que alborotadores, incluso ahora. Gamberros ruidosos que le están manteniendo lejos de negocios realmente importantes en UK.”

“¿Vas a investigar?”

Scott resopló. “Eso es una cosa difícil. Este es un problema de mi Casa. Tiene que resolverse aquí.”

“¿Y si descubres que Celina tiene algo que ver aquí?”

“Entonces no hemos tenido esa conversación, pero las Casas de Chicago acordaron hacerle frente al problema siempre que exista.”

Scott y Ethan se miraron el uno al otro antes de que Scott extendiese una mano. Ethan la sacudió, formando el pacto.

Scott hizo un gesto hacia su oficina. “Voy a tener una charla con mi guardianes un momento. Asumo que Darius querrá hablar con nosotros antes de que os marchéis.”

“Esperaremos aquí”, convino Ethan.

“Creo que Luc tenía razón,” añadió cuando estuvieron fuera de nuestro radar. “No podré sacarte nunca más.”

“Tan sólo me deshice de un vampiro del doble de mi tamaño mientras llevaba un vestido de cóctel y tacones de 8 centímetros (3 pulgadas), creo que me merezco algo de crédito por ello.”

“¿Es así?”, preguntó.

Esa fue la primera vez que lo sentí- un latido surgió desde algún lugar profundo, cerca del hueso, avisándome de que algo no iba bien. Pero lo ignoré y le desafié.

“Sí,” dije con gravedad. “Eres afortunado de que estuviese aquí para ayudarte.”

“¿Afortunado? Creo que me deshice de mi propio rival, Merit. Tal vez deberías agradecerme por mi auxilio.” Deslizó su mirada por mi cuerpo de arriba a abajo.

“Estoy seguro de que puedo sugerir una pequeña muestra de gratitud.”

La sangre comenzó a palpitar en mis oídos, mi piel hormigueó con repentina intensidad. No tenía ninguna duda de que mis ojos estaban plateados, pero no me importó. Deslicé un dedo por una de las trabillas de sus pantalones y tiré de él para acercarlo. “¿Qué tienes en mente?”

Sus ojos cambiaron, las pupilas eran simples alfilerazos negros en medio del plateado de sus irises. Comenzó a moverse hacia mí, haciéndome retroceder, y no se detuvo hasta mi espalda estuvo literalmente contra la pared de ladrillos del hall.
Antes de que pudiera protestar, sus manos estaban en mi cara, su boca contra la mía. Sus labios empujaron contra mi boca besándome hambriento, codicioso.

En algún lugar perdido en mi cabeza, se me ocurrió que era extraño que Ethan me estuviese besando en la Casa de alguien más. Y aún así, a pesar de que pensase que era raro, mi sangre comenzó a calentarse y hervir con una intensidad que nunca antes había experimentado. Me hormigueaba por debajo de la piel, la adrenalina corriendo por mis venas como si todavía estuviera en mitad de la batalla con los vampiros de la Casa Grey.

“Ethan,” me las arreglé a decir, pronunciando su nombre con advertencia, incluso cuando le había dejado besarme aquí, en medio de la Casa Grey. Él cambió de táctica y me besó de forma lenta, lánguidamente, antes de finalmente abrir los ojos y mirarme. Había una disculpa en sus ojos.

“Algo está… mal.”

Asentí con la cabeza, sabiendo que se refería a que esto no era amor o lujuria, era una clase de fuerza diferente, pero el pensamiento fue distante, y la ardiente necesidad estaba aquí y ahora.

Fue inmediato.

Intenso.

Puse la cabeza hacia un lado, pestañeando, la invitación evidente.

“¿Necesitas algo de mí?” Su voz fue baja, más como el gruñido de advertencia de un tigre que la pregunta de un vampiro.

Tragué… y asentí. Me sentía como una adolescente en su primer baile. No conocía la música, no comprendía los pasos, pero las emociones eran tan primigenias, tan fundamentales, que era imposible bailarlas mal.

Ethan levantó una mano hacia mi cuello, el toque de sus dedos desnudos casi haciendo que me temblasen las rodillas. Y antes de que pudiera preguntar por qué se disculpaba, me besó. Su beso era firme, insistente, e inquisitivo. Se movió más cerca, rodeándome con sus brazos, y profundizando el beso. Su lengua exploró al tiempo que se empujaba más fuerte contra mí, la súbita dureza de su inconfundible erección presionando contra mi estómago.

Debería haber estado sorprendida. Debería haberle recordado que éste no era el momento ni el lugar, que habíamos visto lo mal que podrían llegar a ponerse las cosas.

Pero con cada posesivo gruñido de su garganta, nuestras magias se enlazaron. Fui atraída- por la magia, por el beso, por el posesivo agarre de sus dedos. Le empujé contra mí, mis dedos agarrándose a las trabillas de su pantalón, inclinándome contra él para profundizar el beso. Estaba más hambrienta de él de lo que había estado nunca de sangre, pero esta hambre era ahora. Era urgente, y demandaba ser satisfecha.

El amor era una peligrosa droga.

Oh, Dios. Eso era. Ethan no estaba siendo vencido por amor o lujuria o la repentina comprensión al puro estilo novela romántica de que Tenía que Tenerme Ahora. Ésta agresión repentina, aunque de una variedad ligeramente diferente de la que habíamos visto antes…

“Ethan, creo que hemos sido drogados.”

Él me ignoró, en su lugar gruñendo, y enredando sus dedos en mi pelo. Mi corazón se disparó, no de lujuria esta vez, sino de miedo, porque el gruñido había cambiado, volviéndose peor.

Cambié de táctica, enviándole una orden telepática que esperaba pudiese penetrar a través de la neblina de las drogas hacia esa parte de su cerebro que aún estaba aún en funcionamiento. Ethan, detente.

Levantó la cabeza y pude ver el conflicto en sus ojos. Su cerebro le ordenaba parar, pero su cuerpo le impulsaba hacia mí- la prueba estaba en sus ojos. Estaban casi por completo plateados.

“¿Qué?” preguntó.

“Creo que hemos sido drogados. Alguien nos deslizó V. ¿Tal vez en la comida?”

Una oleada de calor y una ardiente picazón se precipitaron a través de mi cuerpo.

Cerré los ojos con fuerza, y las manos en puños, presionando hasta que el dolor en mis palmas ayudó a ralentizar mis pensamientos.

“La ira encontró una nueva salida,” dijo, su voz ronca. “Quizás una dosis diferente.

¿Tal vez en una de las carnes?”

Negué con la cabeza. “El vino,” respondí. “Creo que fue el vino. Tenía un sabor extraño. Realmente amargo.”

“¿Quién más bebió vino?”

Lo pensé. Yo había tomado vino, y también Ethan. Y la otra única persona que había tomado vino fue Jonah. Pero me ahorré el problema de decírselo a Ethan.
Ambos vimos a Jonah irrumpiendo a través de la vegetación hasta estar en frente nuestro. Sus ojos, ya plateados, se volvieron más salvajes cuando miró a Ethan.

“No es agradable el no compartir.”

Ethan gruñó en voz baja, el sonido retumbando en su garganta, advirtiendo a Jonah.

“Yo no comparto.”

Jonah chasqueó la lengua. “Deberías. La vida es mucho más interesante cuando todos probamos un poco, ¿no crees?” Había oído hablar acerca de chicas encantadas de tener una pelea por ellas, pero no me gustaba sentirme como una propiedad.

“No soy de nadie para ofrecerme,” dije.

“Pues podrías hacerlo mucho mejor,” fue la réplica de Jonah.

Tan solo es por el V, le recordé mentalmente a Ethan. Tomó el vino también.

“Sin importar la causa, podría comportarse mejor,” Ethan gruñó. Miró fijamente a Jonah, mostrando los colmillos. Eran casi de la misma altura, casi de la misma constitución. Ethan era más rubio que Jonah, pero habrían sido unos oponentes muy igualados, si no fuera por la posición de Ethan, lo que seguramente podría atribuirle más problemas a Jonah de lo que una simple pelea podría merecer.

“Jonah,” le advertí, manteniéndome firme. “Lárgate.”

Pero, en lugar de retroceder, mostró sus colmillos a Ethan, silbando con la advertencia de que había encontrado un premio, y no planeaba dejarlo marchar.
No estaba segura de dónde había venido ese repentino interés, pero dudaba seriamente que tuviese que ver conmigo. Lo más seguro era que Jonah hubiese sido atraído por la magia que Ethan y yo habíamos derramado en la habitación. Y tal como era la clásica moda del V, se había vuelto irrazonablemente furioso.

“Jonah, vamos,” le urgí. “Necesitas irte. No quieres luchar contra un Maestro, especialmente no mientras Darius esté aquí.”

Mi voz fue suplicante, y me lanzó una mirada. Sus cejas estaban fruncidas, como si estuviese intentando averiguar por qué exactamente estaba en la entrada, preparado para luchar por una chica que tan solo recientemente había comenzado a respetar, mucho menos a gustarle.

Pero Ethan aparentemente no había tenido noticia de la auto-reflexión, y se adelantó unos pasos hacia él, amenazante. “Ella es mía.”

Jonah se deshizo de la racionalidad y le enfrentó. “Esa decisión es suya para hacerse, y no parece como si ya la hubiese hecho.”

“Jodidamente seguro de que no te escogerá a ti,” gruñó Ethan.

Jonah sacó su arma. Mis propios instintos me golpearon, poniendo la protección de Ethan al principio de la lista.

“Retrocede, Jonah,” le advertí, pero él aún estaba siendo dominado por la V. Se echó hacia atrás con un giro. Extendí la mano para empujarle pero él se movió a un punto ciego. Como si el tiempo se hubiese detenido vi su movimiento contra mí, un golpe fuerte para empujarme lejos. Hizo contacto.

Las luces se apagaron.

Traducido por Bess

Lit  – (6 de julio de 2011, 12:54)  

Uff! Esto ya se fue a a pique!!! Estoy segura que a partir de ahora todo se va a volver cada vez más un desastre! Sólo pido y espero que no sea tan arrollador como el golpazo que nos llevamos las entusiastas de la saga Fever con el final del libro 4!!! No sé si mi corazón lo aguante!!!

Anne Polet  – (6 de julio de 2011, 13:25)  

AHHHH!!!!1 no nos puedes hacer estooo!!! no puede quedar asi!!! px ojala que subas luego el otro capitulooo para aguantar la emocion!!!
Muchas gracias!!! saludosss

zhiio  – (6 de julio de 2011, 16:01)  

aaawww! graciiias x subir los capitulos :)

Anónimo –   – (7 de julio de 2011, 19:13)  

oigan alguna sabe cuantos capis kedan ?????????

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