Drink Deep - Capítulo Nueve

CAPÍTULO NUEVE
EL CUENTO DE HADAS

Excepto que no había una sola crisis a la vez. Me comuniqué con Jonah en mi camino a la Casa—el río y el lago habían regresado al negro y todavía estaban succionando la magia de la ciudad. Lo que significaba no solo que el problema no había sido solucionado—sino que la entera situación estaba agrandándose. Sentí una gran sacudida de miedo. No tenía idea de a dónde se dirigía esto.

Cuando nos reunimos en Cadogan, nos unimos con docenas de vampiros que estaban de pie en el jardín detrás de la Casa, mirando al cielo. Y nosotros no éramos los únicos. No pasé ni una sola casa entre Wicker Park y Hyde Park donde las personas no estuvieran de pie fuera, con sus dedos apuntando al cielo y las manos sobre sus bocas debido a la sorpresa.

Relámpagos blancos cruzaban el cielo, y los truenos ahogaban los sonidos de la ciudad. No había ni un nubarrón a la vista, y casi podían oír las acusaciones mudas de los ciudadanos de Chicago: Estas cosas no sucedían antes de los vampiros.

Lo que no estaban considerando, por supuesto, era que los vampiros y los otros supernaturales habían estado en Chicago tanto tiempo como los humanos, y esto no tenía nada que ver con nosotros. Desafortunadamente, no sabía como probarles eso.

Le había enviado un mensaje de texto a Malik para avisarle que estaba trayendo un vampiro de la Casa Grey a los terrenos de Cadogan, y le ofreció a Jonah un apretón de manos cuando nos unimos a él y a Luc en el jardín trasero.

“Supongo que no hay ninfas de la Luna allí fuera que puedan ser responsables de esto?” Pregunté. “O tal vez brujas del Viento? O duendes atmosféricos?”

“No que yo sepa,” Malik dijo.

“Ni yo, tampoco,” Jonah agregó. “Pero claramente no podemos negar de que hay algo grande sucediendo aquí.”

“La pregunta ahora es qué hacer sobre ello,” Luc dijo. “Especialmente debido a nuestras actuales limitaciones de operación.”

Apenas terminaba de decir las palabras cuando un relámpago cayó desde el cielo. Instantáneamente nos lanzamos al suelo, justo a tiempo para ver la llama de plasma golpear la veleta en el tejado de la Casa, acompañado por el estallido más fuerte que jamás haya oído.

La cuadra se quedó a oscuras. Las luces de la Casa parpadearon y se apagaron, y luego regresaron pero en un tono naranja enfermizo—las luces de seguridad que sólo había visto durante los simulacros de emergencias. Teníamos un par de generadores de emergencia en el sótano para mantener las luces de emergencia, los sistemas de seguridad, y los refrigeradores de sangre durante apagones.

El silencio que siguió fue llenado por los gritos de los humanos en la cuadra y el sonido de las sirenas que venían en camino. A mi lado, Malik suspiró. “No necesitamos esto. Ni el drama, ni el peligro.”

Cuando otro relámpago iluminó el jardín trasero, Malik lanzó una cautelosa mirada a través del terreno. La multitud de vampiros se estaba separando a medida que alguien los atravesaba. Después de un momento, Frank empujó a través del grupo final y se paró frente a nosotros. Inspeccionó con sospecha el cielo, luego miró a Malik con evidente desdén. Sus pensamientos eran fáciles de leer: Malditos vampiros de Chicago. Incapaces de manejar sus asuntos.

“Qué es esto?” Preguntó imperiosamente cuando se nos unión. No me molesté en presentarle a Jonah. No parecía ser del tipo interesado en los otros, y no tenía sentido meter a Jonah en problemas.

“Esto no es trabajo de vampiros,” Malik le aseguró. “No tenemos más información que esa.”

“Esto no ayudará demasiado a la reputación de las Casas,” dijo Frank.

“No, no lo hará.” Malik estuvo de acuerdo. “Y eso es por qué investigaremos la causa para poder limitar las consecuencias.”

Podías ver las ruedas girando en la mente de Frank. Pero al menos las ruedas estaban girando. Este solía ser el punto en el cual el hombre de confianza del PG nos culpaba a nosotros por lo que sea que estuviera sucediendo, sin importar nuestro rol, y nos hacía jurar que no dejaríamos la Casa para solucionarlo.

No había forma de ganar.

Pero Frank parecía estar considerando verdaderamente el problema y nuestras opciones. Tal vez era capaz de tener pensamientos independientes, en vez de sólo culpar a Cadogan por los problemas del mundo.

“Hay un grupo que pueden contactar,” Frank dijo.

Todos lo miramos expectantes.

“Los maestros del cielo.”

Malik inmediatamente sacudió su cabeza. “No.”

“Quiénes son los maestros del cielo?” susurré.

“Las hadas,” Jonah susurró en respuesta. “Las hadas mercenarias.”

“Hay una razón por la que nos referimos a ellas como hadas mercenarias,” Malik señaló. “Nuestra relación con ellas es tensa, en el mejor de los casos, y sólo es así de buena debido a que se les paga bien por su trabajo.”

“Sea como fuere, este es claramente un asunto de su competencia. No hay un mejor grupo al que preguntarle. No hay otro grupo al que preguntarle. Sugiero que selecciones a alguien y que lo envíes. Ahora.”

Sinceramente, creía que era una idea estúpida. Ya habíamos hablado con dos representantes supernaturales—las ninfas y la sirena—y ninguno había tenido nada que ver con los problemas que la ciudad estaba enfrentando.

Lograría el visitar a un grupo que ya nos odiaba, algo más que aumentar su rabia?

Malik, siempre diplomático, logró un asentimiento de respeto para Frank antes de mirarnos. “Caminen con cuidado dentro del mundo de las hadas. Son una raza diferente de supernaturales, sin doble sentido. Tienen diferentes expectativas, diferentes políticas. Pero saben cosas. Él está en lo cierto; el viaje vale la pena. Encuentren a la reina. Visítenla y descubran quién está haciendo esto.”

“Y deténganla,” Franklin dijo. “Algo menor que eso es inaceptable.”

Con el equipo de viaje organizado y las órdenes emitidas, Malik miró a Luc. “Haz que todos entren a la Casa. No es seguro estar afuera.”

Jonah y yo compartimos un asentimiento y comenzamos el camino de regreso a la Casa. La anticipación comenzó a revolotear en mi estómago, pero fueron las palabras de despedida de Malik que desencadenaron mi pánico.

“Y que Dios nos ayude.”

Las luces de emergencia no proporcionaban mucho ambiente, pero sí suficiente iluminación para que encontrara mi camino a la segunda planta para agarrar mi espada y daga.

Jonah me siguió todo el camino a mi habitación, lo cual me sorprendió. No había esperado que me siguiera, y definitivamente no lo había invitado. Pero para el momento en que me di cuenta que estaba subiendo las escaleras detrás de mí, decirle que se quedara habría sido mucho más incómodo.

Se quedó de pie en el umbral de mi puerta mientras yo le enviaba a Catcher un mensaje. No estaba exactamente emocionada con Catcher en este momento, pero quería que un no-vampiro supiera que me estaba dirigiendo al territorio de las hadas. Su respuesta fue casi inmediata. TU FUNERAL.

Encantador.

Saqué mi daga y la deslicé en mi bota, luego tomé mi envainada katana de su montura horizontal en la pared. Ese había sido un regalo de Luc; había instalado una para Lindsey un sábado lluvioso y ella decidió que era lo suficientemente fabulosa para que yo necesitara una también. No pude estar en desacuerdo—era una hermosa manera de exponer la espada. Incluso en su vaina era un arma hermosa, elegante y brillante, la hoja dentro igual de elegante pero tan mortal como curvada.

“Sus habitaciones no son tan lujosas como las nuestras,” Jonah dijo.

“Ustedes tienen más espacio y menos vampiros,” Señalé, recogiendo mi cinturón. Se hizo a un lado mientras yo cerraba la puerta detrás de nosotros.

“Cierto.”

Él me siguió escaleras abajo, pero me detuvo antes de que saliéramos. “No sé realmente dónde vive la reina—es un secreto que las hadas protegen con sus vidas. Para obtener esa información, debemos ofrecerles algo a cambio.”

Suerte que los supernaturales de Chicago estábamos unidos en esto. “Qué querrán?”

“Metales preciosos o piedras.” Sonrió. “Todavía están en la era del oro. no tendrás algo de oro por aquí, cierto?”

“Oro? No. No tengo. Dejé todo mi oro en la habitación.”

“Qué inteligente,” dijo, pero estaba sonriendo cuando lo hizo. Mientras consideraba nuestras opciones, toqué ausentemente la medalla Cadogan alrededor de mi cuello… y se me ocurrió una idea.

“Sígueme,” le dije y caminé por el vestíbulo principal de la Casa, donde las oficinas administrativas estaban ubicadas. Los vampiros estaban entrando de nuevo en la Casa, y encontramos a Helen en su oficina. Su oficina rosa Barbie.

La habitación estaba iluminada con velas, y ella estaba sentada detrás de su escritorio en un traje rosa, cada pelo de color gris acero estaba en su lugar. Estaba tomando notas en una libreta con una pluma de tinta. Levantó la vista cuando entramos y hundió su pluma de nuevo en un pequeño frasco de vidrio de tina negra.

“Sí, Centinela?”

“No tendrás por casualidad alguna medalla Cadogan de más a mano?”

La alarma atravesó sus ojos; eso no era enteramente inesperado. Ya habíamos perdido una medalla Cadogan; había sido robada y usada por un ex vampiro Cadogan para tratar de culpar a la Casa de una serie de asesinatos. Resultaba lógico que dudara sobre entregarlas ahora.

“Hemos sido ordenados visitar a las hadas por el PG y Malik,” expliqué. “A fin de determinar cómo y dónde hacerlo, necesitamos hablar con las hadas del portón.”

Ella asintió entendiendo. “Y ellos requieren un pago por la información.” Se puso de pie y caminó hasta el gabinete de archivos, luego destrabó el cajón superior. Pero antes de abrirlo, miró con sospecha a Jonah.

“Él es el capitán de los guardias de la Casa Grey,” Le informé. “Ha sido fundamental en ayudarnos a lidiar con estos problemas. Sabes, cooperación entre Casas y todo eso.”

Ella asintió, abrió el cajón y sacó dos medallas Cadogan, que me entregó. “Haz todo lo que puedas,” dijo con su voz temblorosa. “Es difícil saber cómo reaccionar o qué debería hacer… no sé lo que está sucediendo.”

“No creo que alguien lo sepa,” dije, y le prometí que haríamos todo lo que pudiéramos. Pero eso no me hacía sentir menos nerviosa debido al peso colocado sobre mis hombros. No es que dejaría que eso me detenga. Al menos Cadogan, estaba corto de personal y apenas tenía suficiente para que vigilara los alrededores. Quién más podía hacerlo?

Con las medallas en mano, caminamos de regreso a la puerta principal y nos quedamos de pie en el porche de piedra por un momento, observando a las hadas en el portón… y tratando con todas las fuerzas concentrarnos en la tarea en mano y no en el caos a nuestro alrededor.

“Supongo que tendrás más información que yo sobre las hadas,” le dije a Jonah. “Querrías manejar esto?”

Asintió. “Puedo manejarlo. Aunque nunca conocí a Claudia antes.”

“Claudia?”

Sonrió. “La reina hada. Por la que morirían protegiendo.”

“Por supuesto que lo harían,” murmuré, luego le entregué el oro y lo seguí hasta la acera.

Dos hombres hada estaban de pie en el portón, sus rasgos delgados exagerados por su largo, oscuro y lacio cabello, atado hacia atrás con fuerza en las sienes. Eran altos y delgados, ambos estaban de negro y cuando se dieron cuenta que nos acercábamos a ellos, compartieron una mirada no muy halagadora.

Jonah fue directo al grano. “Necesitamos información, y tenemos un tesoro para ofrecer.”

El interés en sus ojos era inconfundible; podría haber sido justo llamarlo “lujuria.” Tenían las mismas expresiones de anhelo que podría haber visto en un jugador empedernido al que se le ofrecía un lugar en una mesa de suerte.

“Qué tipo de tesoro?” Preguntó una de las hadas.

“Oro,” Jonah les dijo. Sacudió las medallas en su bolsillo, sus cabezas se movieron un poco al escuchar el sonido.

“Qué información?” el hada preguntó.

“Necesitamos hablar con la reina.”

Silencio.

“Y si la reina no desea hablar con ustedes?”

Jonah levantó lentamente su mirada al brillante cielo rojo.

“El cielo está en llamas,” él dijo. “Ustedes son los maestros del cielo; es su reino. Sin han hecho esto…” Jonah comenzó, pero una mirada amenazadora de una de las hadas lo hizo detenerse. La mirada en sus ojos dejaba poca duda de que estaría dispuesto a recorrer la distancia para proteger su honor.

Pero Jonah no se dejó intimidar. “Si ustedes han hecho esto,” Jonah repitió nuevamente, “su reina debe tener una razón. Con el fin de mitigar a los humanos, debemos informarles de ello. Y si su reina no está involucrada, entonces indudablemente debe estar preocupada, buscamos conocimiento. Eso es todo.”

Las hadas intercambiaron una mirada. “Déjanos ver el oro,” dijo la conversadora.

Lentamente, como si dejara que la excitación creciera, Jonah deslizó las medallas de su bolsillo. Ellas colgaban de sus cadenas y giraban lentamente, y los ojos de las hadas se agrandaron.

“La encontrarás en la torre de la fortuna,” dijo el hada, extendiendo sus manos. Jonah levantó las medallas.

“Más,” dijo Jonah. “Esta es una gran ciudad.”

“Es la única torre restante que alguna vez se mantuvo en pie inmóvil.” Quiso agarrar las medallas nuevamente, pero Jonah las sacó de su alcance.

“Hay cientos de rascacielos en el Loop,” dijo. “Una torre de pie puede estar en cualquier lugar. Esa es información insuficiente para esta cantidad de oro.”

Las hadas se estaban poniendo cada vez más tensas; podía sentir el aumento de la magia en al aire.

“Hay agua,” dijo. “Tierra, y cielo.”

“De nuevo,” Jonah dijo firmemente luego de esperar un momento, “eso podría ser en cualquier lugar de la ciudad. No significa nada para nosotros.”

Pero toqué el brazo de Jonah. “Está bien. Creo que sé donde es.”

“Estás segura.”

Miré al hada. “Fue el hogar del rey humano de la ciudad?”

Cuando el hada asintió en respuesta, tomé las medallas de la mano de Jonah y las coloqué en la suya. “Gracias por el negocio,” le dije, luego aparté a Jonah. “Vamos.”

Sin objeciones por parte de Jonah, caminamos hasta nuestros autos, entré y nos pusimos en camino.

Condujimos por separado y estacionamos en el cordón de la calle. Salimos, mirando sospechosamente los rastros de rayos que estaban creando un efecto estroboscópico de luz a través del parque.

Había unas cuantas mansiones en Chicago que habían sido una vez hogar de familias famosas. Durante la época de oro de la ciudad, empresarios construyeron casas a lo largo del Lake Shor Drive en el barrio de la costa Gold (ahora casa, no por casualidad, de la Casa Navarro), proporcionándole a los elegantes la vista del lago y el acceso al resto de la ciudad rica.

Algunas de las mansiones todavía estaban en pie; algunas habían sido arrasadas. Una de las más famosas—la Mansión Potter, construida por los ancestros de antiguo alcalde de la ciudad—había sido derribada cuando el alcalde se mudó a Creeley Creek.

Bueno, mayormente derribada.

La familia Potter donó los terrenos a la ciudad, los cuales fueron convertidos en el llamado adecuadamente Parque Potter. La única parte restante de la mansión—una torreta de ladrillos de cuatro pisos—colocada en el centro del parque como una lanza.

“Es esta?” Preguntó Jonah.

Le conté la historia. “La torre fue construida por una familia con una gran fortuna, y eso es todo lo que quedó de la casa. Llega hasta el cielo, está rodeada por verde, y está a doscientos metros del lago.”

“Bien hecho, Nancy Drew.”

“Lo intento. La pregunta más interesante es cómo las autoridades del parque no se han dado cuenta que hay una reina hada viviendo en su torre?”

“Magia, supongo. Aunque me sorprende que le hayan permitido a la reina vivir en una casa construida por manos humanas.”

“He oído que odian a los humanos.”

“Y por una buena razón,” Jonah dijo. “Has oído el mito de changeling?”

Lo había oído. Era una historia destacada en la literatura medieval, y advertía que las hadas ocasionalmente robaban niños humanos saludables, y los reemplazaban por niños hada enfermos. Por lo tanto, se decía que cualquier humano nacido con rasgos inusuales eran en realidad niños hadas que habían sido cambiados al nacer. Los humanos llamaban a los niños enfermos changelings, y los dejaban en los bosques en un ardid para recuperar a sus niños humanos.

“Lo oí.” Dije.

Jonah asintió. “La cosa es que no es un mito. La historia es real—cuentos de hadas en el sentido literal de la palabra. Sólo que tienen mal a los protagonistas. Los niños hada eran robados por los humanos, no al revés. Algunas veces sus niños eran reemplazados por niños humanos enfermos; algunas veces eran tomados por padres desesperados por tener un niño.”

“Y como las hadas eran, en el mejor de los casos, un mito o, al menos, verdaderos monstruos, nadie los consideraba como secuestros.”

Jonah asintió. “Lo entiendes. El trato desigual para los supernaturales tiene siglos de antigüedad. En cualquier caso, no estarán felices de que estemos aquí. Mantén tu espada a mano, un dedo en el acero siempre. El acero y el hierro solucionan el mismo problema—mantienen a las hadas a raya.”

“Pensé que el punto de esto era conseguir su ayuda.”

“El punto de esto es saber si es su culpa. Y desde la perspectiva de Frank, el punto es conseguir molestarlos para iniciar una guerra.”

“Cómo lo va a ayudar que comencemos una guerra con las hadas?”

“Chicago es la única ciudad americana con tres Casas vampiras. Ni siquiera Nueva York y Los Ángeles tienen tantas. Somos el centro del poder vampiro en Estados Unidos, y Cabot lo sabe. La Casa Cabot es pequeña. Elitista, y necesariamente chica. Si minimiza la importancia de Chicago—“

“Aumenta el poder de la Casa Cabot proporcionalmente,” concluí. Sabía que le había dado demasiado crédito a la pequeña comadreja.

“Exactamente. Yo diría que es parte de un plan a largo plazo para conseguir el control de la Casa Cabot para sí mismo. Víctor García es el actual Maestro. Es un buen hombre, un líder sólido. Era la mano derecha de Cornelius Cabot, lo que irritó a Franklin desmedidamente. Franklin era simplemente un primo de una rama lejana en su árbol genealógico, pero pensaba que tenía derecho a la Casa. Que era su derecho de nacimiento.”

“Y Cornelius no estuvo de acuerdo?”

“Oí que el viejo hombre pensaba que Franklin estaba demasiado metido en asuntos humanos como para manejar la Casa efectivamente. Demasiado preocupado el prestigio, autos rápidos y mujeres humanas, lo cual no funcionaba para una antigua Casa de la costa este que estaba bajo el radar.

“Déjame adivinar,” dije. “El PG supone que es ambicioso y está dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso aunque sea contra otra Casa, por lo que lo nombraron receptor de la Casa Cadogan. Él supone que viene aquí, arruina las Casas de Chicago y gana el apoyo del PG, lo que lo posiciona perfectamente en un lugar en la cima.”

“Para mí así es como funciona.”

Dejé salir un suspiro. Tanto drama, y tan poco originándose en la Casa Cadogan. Sea cual sea el objetivo original del PG y del sistema de las Casas, eran ahora herramientas de los narcisistas y manipuladores. Tal vez Jonah estaba en lo cierto sobre la Guardia Roja.

“No lo tomarán como una amenaza si venimos aquí portando armas?”

“Sólo si tenemos suerte,” dijo. “Vamos.”

Con los relámpagos reflejándose a nuestro alrededor, corrimos hacia la torre. El exterior era estrecho y estaba en ruinas. Una puerta abierta conducía a una espiral de escalones de piedra vieja que no estaban en mejores condiciones que el exterior. Tomé el primer paso, deteniéndome en el lugar para asegurarme de que la escalera no se derrumbaría debajo de nosotros.

“Es hasta arriba?”

“Sip. Supongo que prefieren vivir por encima del plano humano.”

Comenzó a hacer su camino hacia arriba y alrededor en espiral. Me aferré a la barandilla y comencé el lento ascenso detrás de él. Después de unos cuantos minutos de ascenso, llegamos al descanso al final de las escaleras.

Una puerta conducía a la habitación de la torre. Era enorme, hecha de largas, franjas horizontales de madera. Dos bisagras gigantes y circulares la conectaban a la pared.

“Una puerta encantadora,” dije.
“Son conocidos por su amor por la belleza,” dijo, luego me miró. “Estás lista para esto?”

“Estoy trabajando a partir de la suposición de que todo irá terriblemente mal. Si salimos con las extremidades intactas y sin astillas de álamo en lugares inconvenientes, lo podremos llamar una victoria.”

“Bien dicho.” Después de un suspiro reconfortante, golpeó con su puño la puerta.

Después de un momento, se abrió con un sonido metálico. Un hombre de negro—un hada vestida de la misma forma que las que protegían a Casa, estaba de pie en el umbral. Hizo una pregunta, en un rápido idioma gutural que no entendí, pero pensé que podría ser Gaélico.

“Nos preguntamos si la reina se dignaría a vernos,” Jonah dijo.

Con cierta dosis de cinismo, el hada nos miró de arriba abajo. “Desangradores,” dijo, la palabra siendo obviamente un insulto.

“Somos lo que somos,” Jonah dijo. “No tenemos intenciones de ocultarlo. Estamos aquí como emisarios de los vampiros.”

El labio del hada se curvó a la mención de los vampiros. “Esperen,” dijo, luego cerró la puerta en nuestras narices.

“Como si pudiéramos hacer algo más,” Jonah murmuró.

“No estás de humor para entrar al enclave de las hadas esta noche?”

“No es lo primero en mi agenda,” dijo. “No es que no te puedas encargar de ellos, por supuesto.”

“Por supuesto,” dije. Antes que pudiéramos continuar con el tira y afloja la puerta se abrió de nuevo, y el hada nos miró con sus ojos completamente negros.

Antes de que un segundo hubiera pasado, su katana estaba en mi garganta, y una segunda guardia—una mujer—estaba posicionada detrás de Jonah, su katana pinchando su espalda.

“Están invitados a su morada,” el hada dijo. “Y sería de mala educación rechazar la invitación.”

Traducido por Luu

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