Escena eliminada por la autora del libro Some Girls Bite

ESCENA BORRADA DE CHICAGO VAMPS BOOK I

La escena: originalmente, la angustia de Merit de haber sido convertida en un vampiro la lleva a la Biblioteca de Washington, donde se da cuenta que los vampiros y el horario comercial no se llevan bien….
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El centro Bibliotecario Washington Harold – la sucursal principal del sistema de bibliotecas públicas de Chicago – era mi hogar lejos de casa. Estaba a mitad de camino entre la Universidad, la cual estaba en Hyde Park, y nuestra casa en Lincoln Park. Si tenía tiempo en las mañanas, pasaba, le dedicaba una hora a la lectura o compra o simplemente observaba la ciudad desde sus ventanales. Conduje al sur hacia la biblioteca, la cual se ubicaba en la esquina de la Sur y la alameda Congreso, estacioné junto a la acera, y me quedé mirando al edificio. Mi corazón se derrumbó – el edificio estaba oscuro y calmo. Los horarios estaban impresos en la puerta. La biblioteca cerraba a las 7 p.m en días de semana, y abría nuevamente a las 9 a.m. a pesar del hecho de que había logrado llegar hasta la biblioteca a dos horas de haberme levantado, estaba cerrada.
Y para mi previsible futuro, no serían más que unas escasas horas de la noche en fines de semana.
Deslicé una mano sobre las puertas vidriadas de la biblioteca. Estaban frías. Sentí el pánico surgir, y tuve que forzarme a mí misma a respirar. Aquí es donde solía vivir. Donde estudiaba. Era el más grande de los edificios de bibliotecas públicas en el mundo, y mi centro personal de meditación. Tenía amigos que se habían casado en los Jardines de Invierno. Me había quedado mirando hacia fuera por esos ventanales de piso a techo y había pasado más tiempo vagando las estanterías de lo que un macanudo, recién creado vampiro probablemente llegara admitir. Y estaba cerrada para mí.
Tal vez en el invierno, cuando los días fueran cortos, sería capaz de pasar una hora antes que la biblioteca cerrara en la noche. Pero no mas cálidas tardes de Agosto en la quietud con aire acondicionado del edificio, el frío aire a respirar de los asadores veranos de Chicago. No más sábados lluviosos acurrucada en una esquina con una copia de Jane Eyre o Wuthering Heights.
Había sido privada de uno de los más importantes pilares de mi vida.
Di un paso atrás, miré hacia arriba al rojizo muro y al diseño platinado de aluminio que enmarcaba el exterior neoclásico del edificio. Y luego me hundí en el piso, puse mi cabeza sobre mis rodillas, y lloré.
Lloré por casi una hora, hasta que pude sentir el amanecer abalanzándose sobre mí – y el sueño corriendo a su lado. Pasando por mis ojos, sabía que debía tomar una decisión. Si iba a ser quemada hasta las cenizas, iba a ser a propósito, no por una clase de accidente en el manejo del tiempo. Elevé mi cabeza, buscando el rosado cielo.


“Largo día? O, noche, supongo?”
Había estado allí una hora, llorando frente a la biblioteca. Podía sentir el amanecer aproximarse – y al sueño acompañándolo – pero no podía despertar el interés por moverme.
Pero alguien había hablado, así que quité el cabello de mi cara, sequé mis ojos con el revés de mis manos, y miré arriba. Un hombre se paraba ante mí, unos metros de distancia, su dorada cabellera al hombro iluminada por la luz de calle. Él era alto, probablemente un centímetro o dos pasando el metro ochenta y algo, y delgado como un nadador – cintura angosta, hombros amplios, piernas largas. Vestía un par de pantalones grises de buen corte y una blanca camisa abotonada. Su rostro era cincelado, una barba incipiente a lo largo de su mentón y mejillas afiladas, sus ojos cubiertos por unas casuales gafas. Muy GQ.
“Noche,” respondí. Él extendió una mano, piernas separadas para ayudarme a levantar, pero lo ignoré. “Estoy bien, gracias.” Saqué una banda elástica de mi muñeca y la enrosqué hacia arriba en una coleta, luego tiré a través del elástico otra vez para anudarla.
“Estabas llorando.”Para un completo extraño, él sonaba genuinamente sorprendido.
“Estoy bien. Gracias por echar un ojo, pero por favor continúa con tus asuntos.” No estaba segura de si iba a hacerlo, forzarme a quedarme hasta que el sol saliera, pero no iba a tomar la decisión frente a un extraño, uno parecido a David Beckham.
Él miró hacia el este por la calle Sur, luego de regreso a mí. “El sol está próximo a salir, y estoy seguro que sabes eso. No preferirías estar dentro?”
Así que él sabía lo que era, o él era uno. Uno de nosotros, él mismo. Todavía tenía problemas con identificarme. “No en particular. Y no recuerdo haberte molestado, así que siéntete libre de arrastrarte nuevamente al hoyo infernal del que saliste.”
Él se rió, sonaba sorprendido de estar haciendo eso, y se quitó sus gafas, las metió en el bolsillo de su camisa. Sus ojos eran de un intenso, translúcido verde, un color que llevaba la intensidad del follaje selvático. Ojos que había visto antes.
Ethan.
“Tú hiciste esto.”
Él echó una mirada a la biblioteca, luego de regreso a mí. “No establecí el horario del sistema de bibliotecas públicas de Chicago, si eso es lo que está sugiriendo. Pero a ti, Merit, sí. Yo lo hice. Estaba allí cuando fuiste mordida. Yo te cambié.”

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Descarga Some Girls Bite

Ya tenemos la descarga del libro en español completa!!! Me costo un poko de trabajo crearla y calentarle la cabeza a un par de amigas...jajaja Morena y Analieta sorry!! :D Pero aki esta disfrutad del libro porque es de lo mejorcito!!
BESOS HANNA



Sinopsis del libro:

De seguro la vida de una estudiante recién graduada no es exactamente lo que se dice glamorosa, pero era mía. Lo estaba haciendo bien hasta que los vampiros de chicago anunciaron su existencia al mundo, después un vampiro salvaje me atacó. Pero solo tomo un sorbo antes de que otro chupasangre lo asustara… y éste decidió que la mejor manera de salvar mi vida era convirtiéndome en una no-muerta.Resulta que mi salvador era un Maestro-Vampiro de la Casa Cadogan. Ahora debo aprender a encajar en una mansión en Hyde Park llena de vampiros leales a Ethan “señor DE LA casa” Sullivan. Por supuesto, como es alto, de ojos verdes, de cuatrocientos años de edad, posee un encanto de siglos, que desafortunadamente espera mi gratitud y mi sometimiento. Claro…Pero mis crecientes poderes(repentinamente, soy muy hábil con algunas armas algo serias), una inconveniente alergia a la luz solar y la actitud de Ethan, son las ultimas de mis preocupaciones. Alguien todavía quiere atraparme. ¡Será el vampiro salvaje que me ataco?, ¿un vampiro de la casa rival?, ¿una enojadísima turba de gente sosteniendo antorchas? Mi iniciación en la vida nocturna de chicago puede ser la primera batalla en una guerra, y allí habrá sangre… Descargar

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Some Girl biten - Capítulo 15 y Epilogo

Bueno aki esta por fin el final de este magnifico libro!!!...y como Luu esta de viaje me encargare yo de los cambios del blog durante 10 días. A Disfrutar de la lectura!!

BESOS HANNA

CAPÍTULO QUINCE - ANTES DEL DILUVIO

La noche siguiente desperté exhausta, habiendo pasado la mayor parte del día rodando, mirando, maldiciendo y recreando los eventos de la noche anterior, mentalmente reviviendo cada momento que Ethan y yo compartimos, preguntándome cómo, por qué, había sido tan fácil para él entregarme como parte del pago por su preciado capital político.
Mientras el misterio tejía en mi mente, tenía trabajo que hacer, así que me levanté, bañé, vestí, comí un bowl de cereales en la oscuridad de mi cocina, me deslicé en la chaqueta de cuero, y agarré la espada en el cinturón con la caja de pastelitos que no había tenido tiempo de entregar la noche anterior, preparando el regreso a la Casa Cadogan y para reportarme al deber.
Había terminado de cerrar la puerta frontal y girarme para descender de los escalones cuando vi a Morgan apoyado contra su auto, brazos y tobillos cruzados. Estaba en jeans de nuevo, una remera negra metida en sus pantalones, sostenida por un gran pesado cinturón negro, y la ubicua chaqueta de cuero. Él estaba sonriendo. “Hola.”
Me quedé parada en el porche, pestañeando, luego bajé los escalones y me dirigí al garage, esperando que el obvio desinterés lo hiciera correr. En cambio, él me siguió, parando en el umbral del garage, con una desarmadora y hermosa sonrisa en su rostro.
“Tú dijiste que podía llamar.”
“Llamar,” repetí. “No aparecerte al anochecer.” Abrí la puerta del garage, caminé dentro y desbloqueé la puerta del auto.
“Me diste permiso para cortejarte.”
Con lo que pensé era una impresionante cantidad de control, me contuve para no ahuyentarlo con la espada, y en cambio abrí la puerta del lado del conductor y deslicé la katana en el asiento trasero, luego coloqué la caja de pastelitos en el de enfrente. Hecho esto, me volteé hacia él.
“Me pusiste en compromiso enfrente de cincuenta vampiros. No podía exactamente decir que no.” Él abrió su boca para responder, pero no le di la chance. “Cincuenta vampiros Morgan. Cincuenta, incluyendo a mi Maestro, otro Maestro, y el líder de los vampiros Rogue.”
Él sonrió abiertamente y se encogió de hombros. “Bueno, quería testigos.”
“Querías marcar tu territorio.”
Morgan caminó a través del garage, pasó entre la estrecha pared y la puerta del chofer y antes de que pudiera escapar, me estampó entre el automóvil y la puerta abierta, las manos a los lados para impedir mi escape. Se inclinó hacia delante. “Tienes razón. Quería marcar mi territorio.”
Hora de desinflar el ego. “No tienes chance.”
“No estoy de acuerdo. Bailaste conmigo. Me alimentaste. No abriste mi garganta cuando te di la oportunidad.” Él sonrió, una sonrisa brillante y malvada. “Quizá estés confundida, pero estás interesada. Admítelo.”
Le di una mirada marchita que no allanó su sonrisa o desanimó a su mirada de ‘Acá estoy Yo’. “Ni. Una. Chance.”
“Mentirosa. Si Ethan te ordenara que salgas conmigo, lo harías.”
No pude hacer otra cosa más que reír. “Claro, ésa es la cura que tu ego necesita-sólo estás saliendo con la Centinela de la Casa Cadogan porque su Liege y Maestro la forzó a encontrarse contigo en Wendy’s.”
Él sacudió su cabeza con una mueca burlona de solemnidad. “No Wendy’s. Bennigans, al menos.”
Levanté una ceja. “Bennigans? Gran derrochador.”
“La Ciudad del Viento está a tu disposición Merit.”
Por un momento, nos quedamos en silencio, solo mirándonos el uno al otro, esperando para que el otro se rindiera. Consideré patearlo fuera, renegar mi promesa de dejarlo cortejarme, pero deseché la opción como políticamente irresponsable. Consideré decirle sí mientras le explicaba que aceptaba sólo porque estaba atada a mi deber. Y luego consideré la otra opción-decir que sí, porque quería ir. Porque era sexy y divertido, porque parecíamos llevarnos bien, porque, aunque tuviera algún tipo de extraño equipaje con Celina, él había tratado de protegerla y se echó atrás cuando se dio cuenta que su método no estaba funcionando. Podía respetar eso, aunque no pudiera entender la lealtad que ella ordenaba.
Tomé una respiración tranquilizadora, y lo miré. “Una cita.”
Él mostró una sonrisa de satisfacción masculina. “Hecho,” dijo, luego se inclinó y presionó sus labios en los míos.
“No reniegues.”
“No reniego,” dije contra su boca.
“Hmmph.” Él no sonó convencido, pero siguió besándome de todos modos, y por alguna razón desconocida lo dejé.
Oh-él no era Ethan.
Cruel? Quizá. Pero por ahora, esa razón era suficiente.

Unos minutos después, unos sorprendentes placenteros minutos, estaba en el auto, tomando mi camino hacia el sur. Pero antes de dirigirme hacia la Casa Cadogan, me quise dejar caer por la oficina de mi abuelo. Necesitaba un oído simpatizante, y no tenía dudas que el vampiro informante de mi abuelo ya lo habría llenado con los detalles de la reunión de la noche anterior. Conduje con la radio apagada, la ventana baja, escuchando a la ciudad en una tranquila noche de primavera, prefiriendo los vehículos apresurados a las letras de canciones sobre emociones en las que no podía confiar.
El barrio estaba, como era usual, tranquilo. Pero había un aditamento- el Mercedes negro de Ethan estacionado afuera. Solamente su auto-ninguna SUV negra a la vista.
Más importante, no había señal alguna de algún detalle de seguridad. Eso estaba fuera de lugar. Ethan nunca viajaba sin sus guardias, usualmente con la SUV detrás de su convertible; estaba en contra del protocolo. Estacioné más abajo en la calle, apagué las luces del auto, agarré mi celular, marcando el número de Luc. Él atendió luego del segundo tono.
“Luc.”
“Es Merit. Has perdido a un Maestro vampiro?”
Él refunfuñó, maldijo. “Dónde?”
“Oficina del Defensor del Pueblo. El Mercedes está fuera en el frente. Asumo que no hay ningún guardia ahí con él?”
“No forzamos guardias sobre él,” Luc respondió irritadamente, y oí el susurro de los papeles a través del teléfono. “Normalmente, puedo confiar en que él no se va a comportar como un idiota y salir fuera solo cuando hay un psicópata suelto, y los Rouges levantándose en armas.”
Hablando de eso, pregunté tímidamente, “Algún progreso adicional desde anoche?
Luc suspiró, y me lo imaginé cruzando sus tobillos sobre la mesa del salón de Operaciones.
“Morgan estaba endemoniadamente alegre cuando finalmente se fue, pero ese es probablemente tú problema. No estoy seguro de cuán productivo fue. Nadie obtuvo respuestas, las pistas apuntaban a todos lados. Ninguna evidencia de las escenas de los asesinatos excepto por las baratijas que alguien dejaba. Pero ellos saben que Ethan no lo haría, claramente no lo justifica. No es el modo en el que él opera.”
Entendía eso. Si Ethan quería algo hecho, se ocupaba de eso, él te haría saber que venía de su parte.
“Escucha,” dije, “mientras estamos en el teléfono.” Me detuve, abrazarme a la disculpa. “Siento haber fallado anoche. Luego de la cosa con Morgan-“
“Perdonada,” Luc rápidamente contestó. “Te manejaste por ti misma, te interpusiste en su camino cuando lo necesitó, y le diste a Morgan una salida pacifica. Hiciste tu trabajo. Estoy bien con eso. Dicho esto, la maldita mirada en tu rostro cuando él se arrodilló.” Estalló en una risa frenética. “Oh, dulce Jesús, Merit,” él dijo, hipando con su risa. “No tiene precio. Ciervo ante los focos delanteros.”
Hice una cara que él no podía ver, comprobé la puerta de la oficina en busca de movimiento, pero no había nadie.
“Estoy complacida de poder ser una fuente de diversión para ti, Luc.”
“Considéralo un ritual de novata. Tu otro ritual, de todos modos.”
Reí, “La Comendación, quieres decir? Eso fue más una novatada para Ethan que para mí, desafortunadamente.”
“No-tu cambio.”
Me congelé en el proceso de hojear por el visor, mi mano todavía en él, y le fruncí el ceño al teléfono. “El Cambio? Cómo cuenta eso como una novatada?”
Su voz se tornó más grave. “Qué quieres decir con, cómo cuenta eso?”
“Quiero decir, no recuerdo mucho de él. Dolor, frío, supongo.”
Estuvo en silencio tanto tiempo que llamé su nombre, y sin embargo le tomó un momento para él regresar. “Yo recuerdo cada segundo,” él dijo finalmente. “Tres días de dolor, de frío, de calor, de calambres. Sudando a través de las mantas, estremeciéndote tan fuerte que pensé que mi corazón se detendría, mientras bebías sangre antes de que estuvieras psicológicamente lista para aceptarlo. Cómo no puedes acordarte de eso?”
Retrocedí hacia los recuerdos en mi mente, tratando de envolver mis manos en las fugaces imágenes que fantasmeaban en los bordes de mi visión, tratando de repetir el video mental de éste. No obtuve nada más que esas selectas memorias, antes del regreso a casa, el vértigo que sentí cuando salí del auto, la flaqueza. Drogas? Había sido drogada? Me había ahorrado la experiencia de alguna porción del Cambio? Me salvé de ofrecerle esa teoría a Luc, un poco desconcertada por las preguntas que surgían-quién me había drogado? Y por qué me había ahorrado esa miseria?-por Ethan emergiendo de la puerta principal, la luz desparramándose en la acera frente a él. Catcher salió detrás de él. “Luc, él está afuera.”
“Mantén un ojo en él.”
Prometí hacerlo y cerré el teléfono, luego esperé hasta que Ethan y Catcher hubieran sacudido sus manos.
Ethan caminó hasta el Mercedes, lanzó una mirada por la calle oscura, luego desbloqueó la puerta y se deslizó dentro. Catcher se quedó en la acera, mirando alejarse el auto de Ethan. Cuando se alejó una cuadra, giré la llave del auto y conduje hasta donde Catcher estaba de pie. Haciéndome señas de que siguiera a Ethan. Catcher levantó su celular, y lo abrió. Mi teléfono sonó casi inmediatamente. “Qué es lo que está tramando?”
“Él se dirige al Lincoln Park,” Catcher dijo, frustración en su voz.
“Lincoln Park? Por qué?”
“Él recibió una nota, el mismo papel, la misma letra, que las que les dejaron a ti y a Celina. Pedía encontrarse con él allí, prometía información sobre los asesinatos. Él tenía que acordar ir solo.”
“Ellos no sabrán que estoy allí,” prometí.
“Quédate unos pocos autos detrás de él. Ayudará que sea de noche, pero tu coche resalta como un pulgar inflamado.”
“Él no sabe que es lo que conduzco.”
“Dudo que eso sea cierto, pero da igual.” Explicó donde Ethan debía encontrarse con su fuente-cerca de la pequeña pagoda del lado oeste del Estanque Norte-que al menos me daba una oportunidad de ser subrepticia. Podía tomar otra ruta, podía llegar allí sin tener que ir detrás de la cola del vampiro Maestro delante de mí.
“Tienes tu espada?”
“Sí, oh capitán, mi capitán, tengo mi espada. He aprendido a seguir órdenes.”
“Haz tu trabajo, entonces,” él dijo y la línea cayó muerta.
Si Ethan sabía que estaba siguiendo sus pasos, no actuaba como si fuera así. Me mantuve tres autos detrás. Agradecida de que hubiera suficiente tráfico en la temprana noche para mantener un escudo entre su auto y el mío. Ethan conducía metódicamente, cuidadosamente, lentamente. Eso no me sorprendía-era en relación a su modo en que vivía su vida, acompañaba sus otros movimientos. Pero en el Mercedes, me decepcionó. Autos como ese debían ser conducidos.
Encontré al Mercedes aparcado en Stockton, el único auto en la cercanía. Lo pasé, estacioné, luego salí del auto, me puse el cinturón con la katana, y en un momento de prevención no característica, agarré una estaca de madera de la bolsa que Jeff me había dado, todavía puesta detrás del asiento delantero. Metí la punzante estaca en mi cinturón, cerré la puerta silenciosamente, y empecé a marchar.
Me arrastré a través del césped, entre los árboles, hasta que estuve lo suficiente cerca para verlo, alto y escueto, parado justo fuera de la pagoda. Sus manos en sus bolsillos, su expresión alerta, su cuerpo relajado.
Me detuve, lo miré. Por qué, en nombre de Dios, él tenía que venir aquí solo? Por qué habría acordado de encontrar a su fuente en el medio de un parque vacío, oscuro, sin guardia? Me mantuve en las sombras. Podía saltar fuera si era necesario, ir a su rescate (nuevamente), pero si su meta era espigar la información de quienquiera que le había pedido que se encontraran, yo no iría a estropear eso.
El chirrido de pasos en el sendero rompió el silencio. Una forma alta apareció. Una mujer. Pelo rojo. Amber. Espera. Amber?
Vi la sacudida de reconocimiento en el rostro de Ethan, el shock, pero el repentino baño de humillación. Simpaticé con él, sentí el flash de éste en la boca de mi estómago.
Él se acercó a ella, con la cabeza inclinada para mirar a su alrededor, extendió un brazo, tomando el de ella justo debajo del codo. “Qué estás haciendo aquí?”
Ella bajó su mirada hacia su mano en el brazo de ella, parpadeó hacia él, luego barrió sus dedos lejos. “Qué piensas que estoy haciendo aquí?”
“Francamente, no tengo idea, Amber. Pero tengo negocios-“
“Ethan, en serio.” Su voz era plana.
Él se detuvo, la miró, comprendiendo, llegando a la conclusión que alcancé segundos después. Sabía que no me gustaba esa pequeña callejera. Voz derrotada, él dijo. “Tú tomaste las medallas. Tú estabas en mis apartamentos, y tú tomaste las medallas.”
Ella se encogió de hombros distante.
Él tomó su brazo nuevamente, esta vez el agarre lo suficientemente fiero para hacer que ella hiciera una mueca. “Tomaste propiedad de la Casa de mis apartamentos. Tomaste de mí. Tú”-él soltó una maldición-“tú mataste a esas chicas?”
Amber gruñó, tironeó su brazo lejos, y retrocedió un par de pasos, puso algo de espacio entre ellos. Ella frotó su brazo, donde las marcas rojas de sus dedos-aún en la oscuridad-eran obvias. “Tú eres-“ Ethan sacudió su cabeza, colocando sus manos en su cadera, y corrió su chaqueta a un lado en el proceso. “Cómo pudiste hacer esto? Tenías todo. Te dí todo.”
Amber se encogió de hombros. “Eres vulgar Ethan. Un cliché. Entre los supernaturales, no lo suficientemente auténtico. Entre los vampiros, un poco demasiado auténtico. La Casa Cadogan es una noticia antigua.”
Amber levantó la vista y sus ojos brillaron con algo-esperanza quizá? “Necesitamos cambios. Dirección. Ella nos puede dar eso.”
Ethan se heló, escaneó su rostro. “Ella?”
Amber se encogió de hombros y, cuando una puerta cerró de golpe, movió su cabeza. “Esa es mi señal para irme. Deberías escuchar, amor.” Ella se inclinó hacia delante, estampó un beso en su mejilla, y susurró algo que no pude oír. Y entonces ella se fue, y él la dejó marcharse, la dejó alejarse. No era la decisión que yo hubiera tomado, pero haber ido detrás de ella, darle su merecido, me habría obligado a abandonar mi posición. Y si la puerta del auto era una indicación, la diversión apenas comenzaba.
Solo le tomó unos segundos a ella, alcanzarlo, caminar-elástica y felinamente -hasta Ethan. Su pelo negro estaba atado en un cómodo moño en la cima de la cabeza, sostenido por alfileres de plata. Ella estaba vestida como una dominatriz encubierta como una secretaria – una imposiblemente ajustada falda de tubo, media de nylon con una puntada que recorría la longitud de sus piernas, unos patentes estilettos negros con pulsera al tobillo, y una ajustada blusa blanca metida dentro de la pollera. Casi esperaba un látigo, pero no vi ninguno. Tal vez se lo dejó en el auto.
Celina caminó hacia Ethan, y se detuvo a unos metros frente a él, una de sus manos dispuesta sobre la cadera. Y entonces ella habló, su voz fluida y sensual como un wisky añejo.
“Cielo, estás aquí completamente solo. Es peligroso en la noche.”
Ethan no se movió. Se enfrentaron el uno al otro en silencio por un rato, la magia ondeando y arremolinándose entre ellos, derramando sus tentáculos a través de los árboles. La ignoré, tuve que resistir a la urgencia de barrer fuera con mi mano la etérea brisa.
Pero utilicé el amparo de su distracción, deslicé mi celular del bolsillo y envié un mensaje de texto a Catcher y a Luc con la frase: CELINA MALVADA. Con la buena de Dios, mandarían a las tropas hacia aquí.
“Luces sorprendido de verme,” dijo ella, luego sonrió. “Y ciertamente sorprendido de ver a Amber. Todas las mujeres, humanas o vampiras, están en la búsqueda de algo más Ethan. Algo mejor. Fue ingenuo de tu parte haber olvidado eso.”
Wow. Nada como un poco de charla sexista como para sellar la noche.
Celina dio un suspiro decepcionado, luego comenzó a rondar en círculos a su alrededor. La cabeza de Ethan giró lentamente, su mirada siguiéndola mientras se movía. Ella se detuvo a su lado, de espaldas a mí.
“Chicago es una encrucijada,” dijo. “Somos la primera ciudad con una población visible de vampiros. Y fuimos los primeros en anunciar nuestra existencia. Por qué arriesgarnos? Porque mientras más tiempo nos mantengamos callados, estaremos destinados a permanecer en las sombras, a ser subordinados del mundo humano. Era tiempo de que diéramos un paso al frente. Es tiempo de que florezcamos. No podemos borrar la historia” – se pausó, mirándolo con solemnidad – “pero podemos hacerla.”
Celina comenzó a moverse nuevamente, rodeando su cuerpo hasta que se paró al otro lado. El sonido de su voz era apagada pero capté lo suficiente.
“Hay pocos vampiros que son capaces de esta clase de liderazgo que necesitamos en este momento. Vampiros que son disciplinados. Inteligentes. Astutos. Navarro encaja en ese molde, Ethan. Yo encajo en ese molde.” Su voz se tornó persistente. “Acaso entiendes cuán poderosos podríamos ser bajo mi liderazgo? Si yo unificara a los vampiros? Si unificara a las Casas?”
“El Presidio jamás permitirá eso,” dijo Ethan.
“El Presido es anticuado.”
“Tú eres un miembro del Presidio, Celina.” La voz de Ethan era perfectamente llana, perfectamente modulada para evitar la furia que sabía yacía por debajo. Digan lo que quieran acerca de su estrategia, de su tendencia a la manipulación, el hombre tenía control. Un control glacial.
Celina desestimó la crítica. “El PG (público en general) no entiende nuestros problemas modernos. No nos permiten expandirnos, Comendar más Iniciados. Estamos encogidos respecto de las otras poblaciones de sobrenaturales, y ellos se están tornando más bravíos. Las ninfas están peleando. Los cambiaformas se están preparando para encontrarse en nuestra ciudad” – ella enfatizó estas últimas palabras con un dedo señalando hacia el piso – “y las hadas demandan más y más cada día para protegernos de los humanos. Y los ángeles” – sacudió su cabeza con rudeza – “los lazos se están rompiendo allí, los demonios se están liberando.”
Elevó su mirada hacia él, mentón arriba en forma desafiante. “No. No permitiré que los vampiros se conviertan en menos de lo que somos. Sólo los más fuertes sobrevivirán al conflicto que está por llegar, Ethan. Ser los más fuertes significa unificarse – vampiros agrupándose, trabajando juntos, bajo la guía de un vampiro con visión.”
Completó su círculo de manera de enfrentarlo nuevamente, tal vez metro y medio entre ellos. Sus ojos destellando en la oscuridad, como los de un gato tocados por la luz, mutando en colores y sombreados, en verdes y amarillos. “Yo soy ese vampiro, Ethan,” ondeó una mano en forma descuidada. “Por supuesto, en toda guerra hay pérdidas. Las muertes de esos humanos fueron una desagradable necesidad.”
Él dijo las palabras al tiempo que yo las pensaba, voz plana. “Tú los mataste.”
Mantuvo en alto un delgado dedo. “Seamos precisos, Ethan. Yo los hice matar. No malgastaría mi tiempo en realmente llevarlo a cabo. Por supuesto, eso plantea ciertos….. problemas de control de calidad.” Ella lanzó unas risitas, evidentemente complacida de su broma. “Encontré un Rogue. Lo convencí, sin ningún trabajo por mi parte, de hacer el trabajo sucio. Tenía que cambiar de caballos luego del ataque a Merit.” Se encogió de hombros.”Realmente odio el trabajo descuidado. Aún así, libraste a Merit del asunto. Un Merit vampiro, Comendado a tu Casa.”
“Déjala fuera de esto.”
Ella se rió sin entretenimiento. “Interesante respuesta. Y lamentable que no tengamos tiempo de explorar tu afecto por tu mascota Centinela.”
Sin previo aviso, Celina alcanzó detrás suyo, y quitó las clavijas de su cabello. O, mas bien, lo que yo había pensado eran clavijas, pero que eran en realidad un juego de cuchillas iguales que brillaban a la luz de la luna. Su cabellera, suelta de su atadura, se desparramaba en una entintada onda por su espalda.
Dio un paso adelante, inclinando su cuerpo de manera que, si no tuviera a Ethan entre nosotras, nos estuviéramos enfrentando directamente.
Di un paso adelante, preparada para defenderlo, pero escuché el eco de un ESPERA, a través de mi cabeza.
Aún no, me dijo. Déjala terminar de confesar.
Entonces él sabía que yo estaba allí. Sabía que yo estaba lista. Así que obedecí la orden, con el mango de la Katana en una mano, ya deslizada de su seguro, a medio camino libre de su vaina, la estaca de madera en la otra.
“Descuido o no, mi plan funcionó,” dijo. “Los humanos ahora están desconfiando de los vampiros de Cadogan – ellos creen que tú mataste a Jennifer Porter. Y están sospechando de los vampiros de Grey, a quienes creen responsables por la muerte de Patricia Long. Eres perverso Ethan. Todos ustedes. Todos excepto Navarro….” Ella se pausó y sonrió, y el efecto fue tan encantador como maniático. “Si yo soy la única en la que los humanos confían, puedo consolidar mi influencia sobre ambos mundos – el humano y el vampiro. Las Casas me necesitarán como su embajadora, y yo ofreceré mi guía. Bajo mi liderazgo nos convertiremos en lo que estábamos destinados a ser.”
“No puedo permitirte hacer eso.”
“Es divertido que creas que la decisión está en tus manos,” dijo meneando los estiletes en el aire. “Tú serás otro sacrificio, desde ya, y uno caro – uno encantador – pero la causa lo vale. Cuántos de nosotros fueron estacados, Ethan? Tú estabas vivo durante las Limpiezas, tú sabes.”
Pero él no sería arrastrado a una discusión de historia. “Si tú querías derribar Cadogan y Grey, por qué las notas? Por qué implicar a Beck y su gente?”
“Las notas estaban intencionadas sólo para la vista de los vampiros. En cuanto a por qué – me sorprendes nuevamente. Solidaridad, Ethan. Es todos juntos o nada. Los Rogues no nos ofrecen nada. Ellos son cuerpos tibios, lo admito. Incrementan nuestros números. Pero como amigos, son inservibles. Sin lealtades – se oponen moralmente. Ciertamente no juegan bien en equipo.” Ella revoleó una mano en el aire, y las cuchillas brillaron. “Necesitan una limpieza.”
Ethan permaneció callado por un momento, sus ojos sobre hacia el piso, antes de levantarlos de nuevo. “Así que convenciste a Amber de ayudarte, de que robara el medallón de Cadogan, y hacer que alguien lo plantara?”
Celina asintió.
“Y el suéter de la Casa Grey? Cómo lo obtuviste?”
Ella sonrió salvajemente. “Tu pelirroja hizo otro amigo. Otra conquista.”
La expresión de Ethan se endureció. Simpatizaba con él. Este no era el momento de averiguar que tu Consorte te había traicionado a ti, a tu Casa y a otros.
“Cómo pudiste hacer esto?”
Suspiró en forma dramática. “Temía que lo verías de esa forma resaltando alguna clase de altos estándares morales. Los humanos nunca son inocentes, cielo. Un humano rompió mi corazón una vez. No le importó en lo absoluto. Ellos son unas cosas frías, insensibles, y estúpidas. Y ahora nos vemos forzados a lidiar con ellos, debíamos haber adoptado una postura siglos atrás, deberíamos habernos aliado juntos para combatirlos. No es una opción ahora, por supuesto. Son demasiados. Pero comenzaremos despacio. Haremos amistades. Construiremos, como siempre andas pregonando, alianzas. Y mientras estamos arrullándolos con nuestros bellos rostros y lindas palabras, nos infiltramos. Planeamos. Los dejamos acostumbrarse a nosotros, y cuando la hora llegue, damos el golpe.”
“Estás hablando de guerra, Celina.”
Ella soltó a través de su mandíbula bien apretada, “Estás malditamente en lo cierto. ellos deberían temernos. Y lo harán.” Su expresión se suavizó. “Pero primero, me amarán. Y cuando el momento llegue, de revelar mi verdadera lealtad – mi amos por los vampiros, mi odio hacia los humanos – beberé en esa traición, Ethan. Me deleitaré en ella. Y comenzará a enmendarme por lo que él me hizo.”
Eso perfectamente definía a Celina Desaulniers, pensé. Ella necesitaba la fama, la atención, el foco de deseo de aquellos a su alrededor. Ella necesitaba amigos casi tanto como necesitaba enemigos.
Celina trazó la punta de la hoja hacia abajo por el frente de su camisa. “Siglos, Ethan. Siglos obedeciendo sus leyes, sus dictámenes, ocultándonos a nosotros, a nuestra naturaleza del mundo. No más. Yo creé este mundo en el cual vivimos. Yo decido las reglas.”
Tiró sus brazos hacia atrás, codo levantados y preparada para el golpe. Salté, abalanzándome a través de los árboles, apuntando hacia ella con una ira ciega que corría como electricidad a través mío, molesta por el pensamiento de ella hiriendo a mi Maestro, mi Liege. MIO.
ABAJO!! Grité, dispuesta a que él me oyera, y lancé la estaca, vertiendo toda mi fuerza en el lanzamiento. Ethan se agachó inmediatamente, agarrando a Celina alto en la parte izquierda de su pecho. Demasiado alto. Le había errado a su corazón. Pero ella tiró las cuchillas, cayó sobre sus rodillas y gritó del dolor, sus dedos tomando la estaca demasiado resbalosa con la sangre como para permitirle un buen agarre. Ethan inmediatamente saltó, la tomó por detrás, inmovilizó sus brazos.
De repente, puertas de auto que se cierran, ecos de pasos. La caballería ha arribado – Luc, Catcher y Malik corriendo a través de los árboles, acompañados por el resto de los guardias de Cadogan.
“Merit?”
No podía parar de mirar. Ella no paraba de gritar obscenidades, reprendiendo a los guardias por estar en su camino, por interferir con sus planes, mientras ellos intentaban someterla. Su cabello, las largas y oscuras mechas se azotaban y volaban por su cara mientras gritaba.
“Merit”
Finalmente oí mi nombre, miré al otro lado, vi a Ethan limpiar la sangre de sus manos – la sangre de Celina – con un pañuelo. Una mancha roja arruinaba su usualmente impecable camisa blanca. La sangre de Celina. Sangre que ella derramó por mí. Me quedé mirando fijo a la mancha carmesí, luego elevé mi mirada hacia su cara. “Que?”
Él dejó de restregarse, de apelotonar el pañuelo en una bola. “Estás bien?”
“Yo no --” sacudí con mi cabeza. “No lo creo.”
Una línea apareció entre sus ojos, y abrió su boca para hablar, pero fue distraído por más autos en la puerta, más pasos. Miró hacia otro lado, seguí la dirección de su mirada.
Era Morgan, en la misma ropa con la cual lo había visto hace una hora, duelo y preocupación grabada en su rostro. Como el Segundo de Celina, él debe haber recibido el llamado de Luc o Catcher luego de mi mensaje de texto.
Morgan se detuvo a un par de metros de nosotros, se quedó mirando a la escena ante él – su Maestro, sangrando a través de una estaca de álamo aún sobresaliendo de su hombro, siendo tirada al piso por una cuadrilla de guardias quienes trabajaban para contrarrestar su fuerza, para someterla.
Él cerró sus ojos, giró en otra dirección. Luego de un momento, sus pestañas se elevaron, y miró a Ethan, evidentemente preparado para la historia.
“Ella confesó,” dijo Ethan. “Planeó los asesinatos, usó los Rogue para ejecutarlos, usó a Amber, de mi Casa, para robar los medallones y el suéter de Grey. Usó las notas para implicar al grupo de Beck.”
“Con qué propósito?”
“Acorto plazo, control. Ella quiere a los vampiros de Chicago. Las Casas de Chicago. A largo plazo – la guerra.”
Estuvieron callados por un largo rato.
“No lo sabía,” Morgan finalmente dijo, las palabras con gran remordimiento.
“No podrías haberlo sabido. Debe haber planeado esto por meses, tal vez más. Ella me trajo aquí para contarme, para matarme, tal vez para tomar Cadogan de Malik cuando yo no esté. Ella atacó primero, Greer. Estiletes.” Ethan apuntó donde las resplandecientes cuchillas yacían sobre el suelo. “Merit defendió.”
Morgan pareció repentinamente darse cuenta de que me encontraba allí, miró hacia abajo a la desenvainada katana en mi mano, luego arriba hacia mí. “Merit?”
Me pregunté si ella lo había llamado, qué palabras estaría deslizando sobre su cabeza. “Si?”
“Tú la estacaste?”
Miré a Ethan, él asintió, así que respondí, “en el hombro.”
Morgan asintió, pareció estar considerándolo, evaluándolo, entonces asintió nuevamente, esta vez con más firmeza. Un poco más sereno, ofreció, “me alegra que no apuntaras hacia su corazón. Eso te salva de una investigación.”
Una investigación, su vida, y el haber cometido yo asesinato. Sonreí débilmente, enfermiza, sabiendo que apunté hacia su corazón – pero le erré.
Morgan se alejó, caminó hacia los guardias, les habló.
“Gracias,” dijo Ethan.
“Hmm.” Los guardias pusieron a Celina sobre sus pies, con sus brazos sujetos a la espalda. “Qué sucederá con ella?”
“Será llevada ante el resto del Presidio y se decidirá su destino. Probablemente sea despojada de su autoridad. Pero ella es la Mestro de la Casa Americana más antigua. Cualquier otro castigo sea probablemente temporal.”
Hubo un suave tirón en el extremo de mi coleta. Miré hacia arriba, y encontré a Luc mirándome, preocupación en sus ojos. “Estás bien?”
Sentí mi estómago apretarse nuevamente, náuseas resurgir, mientras recordaba, otra vez, que casi había matado a alguien, que había intentado hacerlo, que había querido hacerlo para proteger a Ethan. Para mantenerlo vivo, había elegido a alguien para la muerte, y sólo mi mala puntería me había impedido cometer el acto, terminar el trabajo. “Creo que me voy a enfermar.”
Sus brazos estuvieron repentinamente alrededor de mi cintura. “Estarás bien. Respira profundo, y yo te llevaré a casa.”
Asentí, luego le di una última mirada a Celina.
Con una serena sonrisa en su rostro, me guiñó un ojo. “Après nous, le deluge,” ella gritó.
Ella había hablado en francés, pero entendí lo que había dicho. Se trataba de una frase histórica, presuntamente dicha por la francesa Madame de Pompadour (la famosa de cabello grande) a Luis XV.
Traducción literal: luego de nosotros, el diluvio.
Traducción figurada: las cosas sólo van a empeorar a partir de aquí, chica.
Sofoqué un escalofrío al tiempo que Luc comenzó a llevarme hacia la línea de autos. Pasamos a Morgan, quien estaba hablando autoritariamente a otro guardia, sus ojos sobre la mujer que se estaban llevando.
Me dí cuenta de lo que había hecho.
Le había dado la Casa Navarro.
En una décima de segundo, había derrumbado al álamo, había agarrado a Celina antes de que pudiera matar a Ethan. Ella sería castigada y, si Ethan estaba en lo cierto, despojada de su Casa. Morgan era su Segundo, el próximo en la línea de sucesión al trono.
Había, por encargo, hecho a Morgan el líder de la Casa más antigua de los Estados Unidos. Su estatus rivalizaría con el de Ethan, incluso si él era más joven y menos preparado, porque su Casa era más antigua.
Me pregunté cuánto más satisfecho Ethan habría de estar de tener al Maestro de Navarro, no simplemente a su Segundo, pretendiendo a su Centinela.
Miré por encima a Ethan, encontré que no podía soportar la mera vista de él, la bilis ascendiendo por mi garganta. Por él, casi mato a alguien, incluso si lo hubiera hecho – gracias a Dios – fallé la prueba en el último momento. Vaya soldado me había hecho.
Él dio un paso adelante, pero sacudí mi cabeza. “Ahora no.”
Me miró, luego miró en otra dirección, y pasó una mano por su cabello.
Mientras Luc me dirigía fuera, llevándome hacia la SUV negra estacionada en la calle, el túnel se adentró en mí. Te debo mi vida.
Mis rodillas casi colapsaron. No quería saber nada, quería estar en casa, en mi propia cama, no albergar la deuda de alguien. No me debes nada.
No estaba seguro que dieras el paso al frente. No después de lo de anoche.
Me detuve, giré, y le regresé la mirada a través de los amplios hombros de Luc.
La mirada de Ethan era intensa, su expresión irradiando la incredulidad de que lo haya protegido, de un profundo respeto de que lo haya salvado, y ese mismo toque de sorpresa que había visto por primera vez en su oficina, cuando descubrió que no estaba entusiasmada por ser un vampiro de la Casa Cadogan, de que no podía comprar mi lealtad con plata, arte o trajes bien confeccionados.
Me había subestimado nuevamente, no me había tomado la palabra incluso luego que le jurara, en dos juramentos, que protegería a los vampiros de la Casa Cadogan contra todo enemigo, vivo o muerto.
Contra Morgan.
Contra los Rogue.
Contra Celina.
Sus manos estaban metidas en los bolsillos de sus pantalones, y eso casi me hizo irme nuevamente, pero me mantuve firme en la ira, la rabia, en el disgusto, y le envié de regreso, Hice un juramento. Anoche, probé mi lealtad. No había margen para que dudaras de mí.
Asintió. No lo hice. No lo hago.
Una mentira, pero asentí, la acepté.
Tal vez él aprendería a confiar en mí, o tal vez no lo hiciera. Tal vez él supiera que esto me cambiaría, esta primera batalla, este primer atentado a una vida. Tal vez él supiera que la semilla del odio que él había plantado dos semanas atrás, florecería, regada por las cosas que he hecho, y haría, en su nombre.
Él no dijo nada más, sino que se dio la vuelta, y caminó hacia Morgan.
Fui a casa, sollocé sobre el hombro de Mallory, y dormí como los muertos.
Lo cual estoy bastante segura, no era.
EPILOGO

Ella quería el control de la Casa. De todas las Casas. De los vampiros de Chicago, de los vampiros de San Diego. De los vampiros de Norteamérica.
De Todos los vampiros.
Celina confesó hasta ahí la siguiente noche a los representantes del Presidio quienes afrontaron la luz del sol y cruzaron el Atlántico para enfrentarla. Ella fue inexcusable. No loca, precisamente, pero carente de moral. O, en el mejor de los casos, operando con un conjunto de estándares éticos definidos completamente por su propia historia, su odio para con los humanos y su paradójica necesidad de ser amada por ellos.
Ella había trabajado para establecer a Navarro como una de las Casas de Vampiros Decentes. La Casa de los Vampiros Casi Humanos. Y a través de los asesinatos, le tendió una trampa a Cadogan y Grey como fraudes, las Casas del Mal.
Su plan, tal y como era, le había salido para el otro lado. Ella había sido atrapada, y ahora la ira y desconfianza que ella había creado y direccionado hacia Cadogan y Grey recayó sobre el resto de los Navarro. Morgan tendría una buena escalada cuesta arriba con ésa.
Pero mientras puede que ella haya perdido temporalmente la guerra de RP (relaciones públicas), consiguió enormes avances entre vampiros.
Ella hasta donde admitió, no había tenido intenciones de matar a Ethan. Ella había alardeado, tomado la ofensiva, a sabiendas de que alguien – Centinela o guardia – se metería, lo defendería. Lo rescataría. Ella probablemente supiera que yo había estado allí todo ese tiempo, pero permitió a la farsa continuar su curso.
El resultado? Se había martirizado así misma. Ella había renunciado a su Casa, a su rango, a sus vasallos, por su causa.
No todos los vampiros condonarían sus actos. Muchos se habían asimilado, habían vivido con humanos durante siglos, y denunciarían la publicidad que ella había inspirado, la amenaza que había creado a sus vidas y medios de subsistencia. A la relativamente pacífica situación actual.
Pero otros – furiosos de haber sido dejados de lado, ignorados, castigados, hechos sentirse inferiores de lo que eran – concordarían con ella. Se concentrarían calladamente al principio. Reuniones secretas, tal vez, fuera del alcance del PG (público en general). Pero sus números crecerían. Ellos se reunirían en su nombre, convocarían su nombre, atribuirían a Celina cada terreno conquistado.
Por ella, la guerra vendría. Tal vez ahora, tal vez más tarde, luego de que los vínculos con los humanos sean olvidados, luego que sus guardias bajen. Seré llamada a defender a Ethan nuevamente, a pesar de disposición a utilizar y manipular, a pesar de mi corazón roto.
Hasta entonces, enterraré la ira, la traición.
Sonreiré.
Giraré el mango de mi espada.
Ascenderé por los escalones de la Casa Cadogan, y cerraré la puerta tras de mí, y haré mi trabajo.
Soy muy muy buena en ello.
Traducido por: Luu y Cloe

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PERFECCIÓN // Capítulo 9

Trascripto por Rocío88

CAPITULO 9 CARTA A UNA MISMA



Querida Tally:
Tú eres yo.
O supongo que otra forma de expresarlo es decir que yo soy tú: Tally Youngblood. Somos la misma persona. Pero, si estás leyendo esta carta, es que somos también dos personas distintas. al menos eso es lo que los habitantes del Nuevo Humo suponemos que habrá ocurrido. Te han cambiado. Por eso te escribo.
Me pregunto si recuerdas haber escrito esta nota. (De hecho, he pedido a Shay que la escriba por mí. Ella hizo caligrafía en el colegio.) ¿A que parece algo que escribiste en un diario cuando eras pequeña o algo escrito en el diario de otra persona?
Si no recuerdas haber escrito esta carta en absoluto, ambas estamos en graves apuros. Sobre todo yo. Porque no acordarme de mí misma significaría que el yo que ha escrito esta carta de alguna forma ha sido borrado del mapa. ¡Ay! Y quizá eso signifique que estoy muerta, en cierto modo. Así que, te lo ruego, al menos haz un esfuerzo por recordar.

Tally hizo una pausa y pasó un dedo por encima de las palabras garabateadas, tratando de recordar haberlas dictado. A shay le gustaba demostrar su habilidad para escribir con buen estilo, uno de los trucos que había aprendido como parte de la preparación para su viaje al Humo. Había dejado una nota para Tally en la que le indicaba cómo seguirla hasta allí. Pero ¿sería aquella realmente la letra de Shay?
Y, más importante aún, ¿sería verdad lo que ponía en aquella carta? Por mucho que lo intentara, Tally no conseguía recordarlo. Respiró hondo y siguió leyendo...

Pero bueno, lo que trato de decirte es lo siguiente: te han hecho algo en el cerebro -en el tuyo, que es el mío-, por eso puede que esta carta te parezca una tanto extraña.
Nosotros (y con ello me refiero a los que estamos aquí fuera, en el Nuevo Humo, no a ti y a mí) no sabemos exactamente cómo funciona, pero estamos convencidos de que algo le pasa a todo aquel que se somete a la operación. Cuando te convierten en perfecto te provocan además una serie de lesiones (una especie de cicatrices minúsculas) en el cerebro. Eso te cambia, y no para bien. Mírate al espejo, Tally. Si eres perfecta, te tienen.

Tally oyó una respiración fuerte junto al oído. al volverse vio a Zane leyendo por encima de su hombro.
- Parece que quizá tenga razón en eso que dices de los perfectos- comentó ella.
Zane asintió lentamente.
- Ya. Genial. - Señaló el siguiente párrafo -. Pero ¿Qué me dices de esto?
Tally volvió a bajar la vista a la hoja de papel.

La buena noticia es que hay cura. Por eso David ha llegado hasta ti, para darte las pastillas que te arreglarán el cerebro. (Espero que te acuerdes de David.) Es un buen tipo, aunque tuviera que secuestrarte para traerte aquí. Confía en él. Puede que te asuste la idea de estar aquí fuera, lejos de la ciudad, donde sea que los habitantes del Nuevo Humo te escondan, pero la gente te provocó esas lesiones estarán vigilando, y tienes que permanecer en un lugar seguro hasta que te cures.

Tally dejó de leer.
- ¿Secuestrarme?
- Parece que ha habido un cambio de planes desde que escribiste esto -dijo Zane.
Tally se sintió extraña por un momento al ver la imagen de David cada vez mas clara en su cabeza.
- Si es que lo he escrito yo. Y en caso de que sea verdad. En cualquier caso, fue Croy quien vino a verme, no... David. -Al pronunciar su nombre le invadieron los recuerdos: las manos de David, ásperas después de años de trabajo, su chaqueta hecha de retazos de piel, la cicatriz blanca que le partía la ceja. Una sensación como de pánico comenzó a apoderarse de ella-. ¿Que le ha ocurrido a David, Zane? ¿Por qué no ha venido él?
Zane hizo un gesto de negación con la cabeza.
- No lo sé. ¿Tú y él estabais... ?
Tally volvió a bajar la vista de la carta. El texto se desdibujó ante sus ojos y sobre el papel cayó una sola lágrima. La tinta se corrió dentro de la salpicadura y la lágrima se volvió negra.
- Estoy segura de que lo estábamos. -Su voz sonó áspera; los recuerdos se enmarañaban en su interior -. Pero algo pasó.
- Ah, ¿sí?
- No sé el qué. - Tally se preguntó por qué no podía recordarlo. ¿Sería realmente por las lesiones, aquellas cicatrices en el cerebro sobre la que advertía la carta? ¿O sería simplemente que no quería?
- ¿Qué es eso que tienes en la mano, Tally? -le preguntó Zane.
Tally abrió la palma enrojecida de la mano para dejar al descubierto las pequeñas pastillas blancas que había escogido del suelo.
- La cura. Déjame acabar de leer esto -dijo, antes de respirar hondo para tranquilizarse.

Una cosa más: Maddy (la madre de David, que ha aparecido con la cura) dice que tengo que añadir esto, algo sobre un consentimiento fundado.
Por la presente, yo, Tally Youngblood, doy mi permiso para que Maddy y David me den las pastillas que revierten la mente de un perfecto a su estado anterior. Soy consciente de que este es un fármaco en fase experimental, y sus efectos pueden ser sumamente perjudiciales. Hasta el punto de causar la muerte cerebral.
Siento lo de esta última parte. Es el riesgo que debemos asumir. Por eso me ofrecí a convertirme en perfecta, para poder probar las pastillas y salvar a Shay y Peris, y a todo aquel al que le han alterado el cerebro.
Así que tienes que tomártelas. Por mí. Te pido disculpas por adelantado si no quieres tomártelas y David y Maddy te obligan a ello.
Estarás mejor, te lo prometo.
Buena suerte.
Un abrazo.
Tally dejó caer la carta en su regazo. No sabía por qué, pero aquellas palabras garabateadas en el papel le habían absorbido la claridad que había cobrado el mundo ante sus ojos, haciendo que volviera a darle vueltas la cabeza y que lo viera todo borroso de nuevo. El corazón seguía latiéndole con fuerza, pero no de aquella manera tan agradable que había sentido al caer de la torre. Era una sensación más parecida al pánico, como si estuviera encerrada dentro de aquella caseta de chapa.
Zane dejó escapar un silbido en tono quedo.
- Así que por eso has vuelto.
- Eso crees, ¿verdad?
Los ojos de Zane emitieron un brillo dorado en la oscuridad.
- Pues claro. Ahora todo tiene sentido. La razón por la que no recuerdas a David o tu regreso a la ciudad. La razón por la que Shay tiene tantas historias confusas sobre su pasado. La razón por la que los habitantes del Nuevo Humo están tan interesados en ti.
- ¿Porque tengo el cerebro dañado?
Zane negó con la cabeza.
- Todos tenemos el cerebro dañado, Tally. Como yo sospechaba. pero tú te entregaste a propósito, sabiendo que existe una cura. -Zane señaló las píldoras que Tally tenía en la mano -. Esas pastillas son la razón por la que tú estás aquí.
Tally se quedó mirando las pastillas, que se veían pequeñas e insignificantes en la penumbra de la caseta.
- Pero en la carta dice que a lo mejor ni siquiera funcionan. Puede que me causen una muerte cerebral...
Zane le cogió suavemente la muñeca.
- Si tú no quieres tomártelas, me las tomaré yo.
Tally cerró el puño.
- No puedo dejar que lo hagas.
- Pero si esto es lo que llevo esperando durante todo este tiempo. Una forma de escapar de la perfección, ¡de ser chispeante en todo momento!
- Pues yo no esperaba esto -exclamó Tally -. ¡Lo único que yo quería era convertirme en una rebelde!
Zane señaló la carta.
- Sí, y lo eras.
- Esa no era yo. Ella mismo lo dice.
- Pero tú...
- ¡Puede que cambiara de idea!
- Tú no cambiaste de idea. Ha sido la operación lo que te ha cambiado.
Tally abrió la boca, pero no dijo nada.
- Tally, te entregaste voluntariamente, sabiendo que tendrías que arriesgarte a tomar la cura. Eso demuestra una valentía increíble. -Zane alargó la mano para acariciarle la cara; sus ojos brillaban con el rayo de sol que incidía directamente sobre él -.Pero si no quieres, deja que yo me arriesgue por ti.
Tally negó con la cabeza, preguntándose qué era lo que más temía, que las pastillas tuvieran efectos nocivos para ella o ver a Zane convertido en un vegetal por ponerse en su lugar. O quizá lo que temía en el fondo era averiguar lo que le había ocurrido a David.
Deseó que Croy no se hubiera cruzado en su camino, o que nunca hubieran encontrado la 317 de Valentino. Si pudiera olvidarse de aquellas pastillas y seguir siendo tonta y perfecta, nada de aquello volvería a ser una preocupación para ella.
- Lo único que quiero es olvidar a David.
- ¿Por qué? -Zane se acercó a ella -. ¿Qué te hizo?
- Nada. No me hizo nada. Pero ¿por qué me dejó Croy esas pastillas en lugar de venir él y sacarme de aquí? ¿Y si está..?
La caseta tembló por un instante, haciendo que Tally se callara de golpe. Ambos miraron hacia arriba; algo grande les había pasado por encima.
- Un aerovehículo... -susurró Tally.
- Seguro que pasaba por aquí, si más. Que ellos sepan, estamos en el jardín del placer.
- A menos que alguien nos haya visto allí arriba, en la... - Tally enmudeció al ver que un remolino de polvo entraba en la caseta a través de la puerta medio abierta, haciendo resplandecer el rayo de sol-. Está aterrizando.
- Saben que estamos aquí -dijo Zane, y comenzó a romper la carta.
- Pero, ¿Qué haces?
- No podemos permitir que encuentren esto - le respondió Zane -. No pueden saber que existe una cura.- Dicho esto, se metió un trozo de papel en la boca, haciendo una mueca al notar el sabor.
Tally miró las pastillas que sostenía en la palma de la mano.
- ¿Qué hacemos con esto?
Zane se tragó el papel con una expresión de tortura.
- Tengo que tomármelas, ya. -Arrancó otro trozo de carta de un mordisco y comenzó a masticar.
- con las pequeñas que son podríamos esconderlas -sugirió Tally.
Zane negó con la cabeza, volviendo a tragar.
- Que nos pillen sin anillo ya es bastante sospechoso, Tally. Querrán saber qué tramábamos. cuando te metas algo de comida en el cuerpo ya no estarás tan chispeante.. y entonces puede que te rajes y entregues las pastillas.
Desde el interior de la caseta oyeron unos pasos que se aproximaban por el tejado. Zane tiró de la puerta hasta cerrarla casi del todo, metió por el resquicio los extremos de la cadena y cerró el candado, con lo que ambos quedaron de repente sumidos en la oscuridad.
- Esto no los detendrá durante mucho tiempo. Dame las pastillas. si funcionan, te prometo que me aseguraré de que te...
Desde fuera se oyó una voz y un escalofrío recorrió la espalda de Tally. La voz le sonó afilada, como si le pasaran una navaja por los oídos. No se trataba de un guardián, sino de un agente de circunstancias especiales.
En la penumbra de la caseta, las pastillas miraron a Tally como dos ojos blancos faltos de expresión. Aunque no sabía por qué, estaba convencida de que lo que ponía en la carta, con aquella súplica explícita de que se tomara las pastillas todo sería chispeante y vería el mundo con claridad en todo momento, como decía Zane.
O quizá no funcionaran y entonces se quedaría como un esqueleto hueco con el cerebro muerto.
O quizá fuera David quien estuviera muerto. Tally se preguntó si después de aquel día parte de ella recordaría el rostro de él, hiciera lo que hiciera. Y a menos que tomara las pastillas, nunca conocería la verdad.
Tally hizo amago de llevárselas a la boca, pero se sintió incapaz de tomárselas. Imaginó su cerebro deshaciéndose. Imagino que quedaba borrada del mapa, como la otra Tally que le había escrito la carta. Clavó la mirada en los ojos de Zane, tan hermosos como suplicantes. Al menos él no tenía dudas.
Quizás no tuviera que hacer aquello sola...
La puerta emitió un chirrido agudo al intentar alguien abrirla desde fuera, y la cadena se tensó. Luego le dieron un golpe que retumbó en el interior de la caseta de chapa como se tratara de un petardo. Los especiales tenían fuerza, pero ¿podían derribar una puerta de metal?
- Hazlo ya, Tally -susurró Zane.
- No puedo.
- Pues dámelas a mí
Tally negó con la cabeza y se acercó a él para hablarle en un tono que quedara apagado por los atronadores golpes que estaban dando en la puerta.
- No puedo hacerte eso, Zane, y tampoco puedo hacer esto sola. Quizá si caso uno se tomara una...
- ¿Cómo? Eso es una locura. No sabemos cómo...
- No sabemos nada, Zane.
Los golpes cesaron, y Tally acalló la respuesta de Zane. Los especiales no solo eran fuertes y rápidos, sino que tenían un oído tan fino como el de un depredador.
De repente una luz brillante se filtró por el resquicio de la puerta, proyectando unas sombras temblorosas en el interior de la caseta y deslumbrando a Tally. La herramienta cortante silbó a medida que atravesaba la cadena y el olor a metal fundido llegó hasta su nariz. Los especiales conseguirían entrar en cuestión de segundos.
- Hagámoslo juntos -susurró Tally, ofreciendo una de las pastillas a Zane. Respirando hondo, se puso la otra en la lengua. Una explosión de amargor le llenó la boca, como si hubiera mordido una semilla de una uva, Tally se tragó la píldora, que le dejó un gusto ácido en la garganta.
- Por favor -suplicó a Zane en voz baja -. Haz esto por mí.
Zane suspiró y se tomó la pastilla, haciendo una mueca al notar el sabor amargo. Luego se quedó mirando a Tally, sacudiendo la cabeza.
- Puede que lo que acabamos de hacer sea una tontería supina.
Tally trató de sonreír.
- Al menos hemos hecho el tonto juntos. -Y, acercándose a él, lo cogió por la nuca y lo besó. David no había ido a rescatarla. O bien estaba muerto o no le importaba lo que pudiera ocurrirle a ella. David era feo, en cambio Zane era guapo, chispeante y estaba allí -.Ahora nos necesitamos en uno al otro -dijo.
Aún estaban besándose cuando los especiales irrumpieron en el interior de la caseta.

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Some Girls Bite- Capítulo 14

Traducido por mi ayudanta oficial♥ jaja osea Chloe!

CAP 14: El amor es un campo de batalla. Así como también lo es la ciudad de Chicago


La siguiente noche, me desperté lista para la batalla. Pero no contra un asesino serial. No contra ninfas guerreras o vampiros de la Rogue . Ni siquiera contra el Maestro que evitaba.
Esta vez, me preparé para Helen. No había manejado nuestro primer encuentro bien, lo cual tal vez no fuere tan inusual dada la naturaleza de ello- la dura, fría realidad con la que ella me había estado agobiando en prepararme. Pero estaba perdiendo mi casa, la casa de Mallory, a Catcher y a sus manos errantes. Necesitaba un lugar donde caer. Era tiempo de preguntar acerca de mudarme a Cadogan.
Si bien no estaba eufórica con esa opción, las alternativas no parecían ser mucho mejor. No me podía mudar con mis padres. No creía que ellos lo permitieran, y lidiar con mi padre era lo suficientemente extenuante a un código postal de distancia.
Conseguir un lugar propio tampoco era una opción viable. Mi salario de Cadogan era bueno, pero no era suficiente como para cubrir la renta en Chicago sin un compañero/a. No estaba lista para el chusmerío, y ciertamente no quería llevar mi drama sobrenatural a la puerta de un nuevo compañero de cuarto. Y a menos que viviera en Hyde Park , tener mi propio espacio no resolvía el problema actual- el hecho de que aún tenía tiempo de viaje entre una crisis en Cadogan y mi persona.
Podría mudarme con mi abuelo, y no había dudas que él habría de invitarme, pero conmigo venía el equipaje - incluyendo ser la cercana a ‘próxima víctima’ de un asesino serial, la reciente beneficiaria de una amenaza de muerte y la nueva guardiana para la Casa Cadogan. Mudarme a Cadogan presentaba su propio set de problemas, especialmente y por sobre todo su metiche Maestro. Pero nunca necesité hacerme problema acerca de molestar a alguien que no pudiese manejarlo. Si había algo placentero que pudiera decir acerca de Ethan Sullivan, era que él estaba equipado para lidiar con el drama sobrenatural.
Yo no había, por supuesto, informado a Ethan que estaba considerando mudarme a la Casa. Imaginé tres posibles respuestas a las noticias, ninguna de las cuales estaba interesada en experimentar.
En el mejor de los casos, supuse me sería dado una fría aprobación de que finalmente había alcanzado a tomar una decisión propia de lo que un Centinela habría hecho una semana atrás. En el peor de los casos, apuesto sobre ácido sulfúrico, en que expresará su seria preocupación de que vaya a espiar a Cadogan o sabotear a la Casa desde el interior.
Pero lo más perturbador era la tercera posibilidad- que él me pidiera nuevamente ser su Consorte. Estaba bastante segura de que habíamos descartado ya esa idea, el hecho de que felizmente nos habíamos estado evitando toda la semana pasada era evidencia suficiente, pero este muchacho era más terco que la mayoría.
Por tanto planifiqué trabajarlo a través de Helen, quien, en su posición de Iniciada de Enlace, también coordinaba las mudanzas de los nuevos vampiros a la Casa, y dejar que la notificación le llegue a Ethan a través de los canales correspondientes. Pero hacerlo a través de Helen significaba disculparse. Disculpas a lo grande, dado que la última vez que la había visto, le grité y la insulté, y provoqué a una hechicera para que le diera un patadón fuera de nuestra casa. Para arreglar las cosas, opté por una simple, y clásica estrategia- el soborno. Iba a comprar mi camino hacia su buena gracia con una docena de pastelitos de cumpleaños rosas con blanco. Los re-empaqueté en una brillante caja de pastelería, y estaba lista para dejarlos en su oficina ni bien llegara a Cadogan.
Pero antes de que hiciera eso………...tenía mis propios asuntos que atender, a saber, en la forma de un desfile de moda vampírico. Luego de que me duché, pero antes de deslizarme dentro del reglamentario negro Cadogan, deslicé mi conjunto de cumpleaños de su percha y me puse los cueros. El traje, tal y como estaba, encajaba como un guante, como si hubiese sido moldeado de mi cuerpo. Con mi cabello en una coleta alta, la espada en mis manos, lucía bastante audaz. Lucía como si estuviera lista para un verdadero combate vampiro. Eso era a todas luces falso, por supuesto, pero no hacía de posar frente al espejo algo menos divertido.
Estaba aún frente al espejo, espada en mano, cuando mi beeper comenzó a vibrar. Salté ante el sonido, pensando en que alguien se había entrado a mi espectáculo de vestimenta vampira. Cuando me di cuenta de la fuente del sonido, tomé el beeper del extremo de mi tocador y eché un vistazo a la pantalla: TRNGRSN.CADGN.VERDE. 911.
Transgresión: sobrenaturales sin invitación en el perímetro.
Verde: el código de Ethan. Él estaba en problemas, necesitaba asistencia, etc.
911: Rápido, ahora/ya, Centinela.
Había pasos en el pasillo. Beeper en mano, abrí la puerta de la habitación y me asomé a la sala. Catcher en jeans y camiseta de mangas largas, caminó hacia mí. Tenía que darle crédito- no hizo nada mas que un simple pestañeo ante mi conjunto.
“Recibiste el mensaje?”
Asentí. Pero antes de que pudiera preguntar cómo sabía de eso, continuó, “la reunión que discutimos, con todos los vampiros? Aquella que Sullivan necesitaba programar? Está sucediendo en este instante, y no por invitación.”
“Mierda,” dije, moviendo mi mano izquierda hacia la empuñadura de la katana , e ignorando por el momento el hecho de que él haya tenido esta información antes que yo. “Necesito cambiarme.”
Catcher negó con su cabeza. “Hoy es el día de alardear ”, dijo, “tendré tu auto listo.”
Me le quedé mirando. “Estás de broma?? Ethan se cagará si aparezco vestida de esta forma en frente de los otros vampiros de Cadogan, y mucho menos frente a los de otras Casas.”
Catcher sacudió su cabeza. “Tú eres la Centinela a cargo no Ethan. Haz tu trabajo en la forma que tú lo haces. Y si vas a engañarlos a tu manera para mantener a Ethan a salvo, preferirías hacerlo en cuero o en un traje y zapatos presuntuosos? Necesitas mostrar los dientes hoy.”
Porque sus palabras hacían eco de mis pensamientos, no discutí.

Me ofreció asesoramiento vía celular todo el trayecto hasta la Casa Cadogan: Mirar a todos a los ojos. Mantener mi mano izquierda en el mango de la espada, ojear al guardia, y únicamente sacar la mano derecha fuera si requiere ser realmente agresiva. Conservar mi cuerpo entre Ethan y cualquier cosa puntiaguda – sea una espada o un diente- que lo esté amenazando. Cuando Catcher comenzó a repetirse, le corté.
“Catcher, ésta no soy yo. No estoy preparada para la guerra. Era una estudiante de doctorado. Pero él me dio este trabajo, presumiblemente, luego de cuatrocientos años de experiencia, porque pensó que yo podría aportar algo a la mesa, algo que él pensó pudiera contrarrestar mi falta de entrenamiento. Aprecio el consejo, y aprecio el entrenamiento, pero ésta es la última hora, y si no lo he aprendido para entonces, probablemente no vaya a aprenderlo en los próximos cinco minutos.” Tragué, mi pecho apretado. “Haré lo que pueda. Han pedido por mí, y yo accedí al puesto de Centinela, y haré lo que pueda.”
Decidí confesar los pensamientos que habían estado rondando por el fondo de mi cabeza, pero no había logrado vociferar aún. Que el vampiro dentro de mí tenía una mente propia. Que en ocasiones sentía como que no nos habíamos fusionado, no realmente, sino más bien como que ella vivía dentro de mí.
Tal vez porque sonaba ridículo, lo encontraba más difícil de verbalizar de lo que había imaginado. “Creo que- creo--”
“Qué, Merit?”
“Ella se siente algo separado de mí.”
Silencio, luego: “ella?”
Él mencionó la palabra como una pregunta, pero tenía la sensación de que sabía exactamente a lo que me refería. “El vampiro. Mi vampiro. Yo. No lo sé. Probablemente no sea nada.”
Silencio nuevamente, luego: “probablemente no sea nada.”
Las cuadras pasaron, y a continuación estaba girando en Woodlawn, con el celular aún apretado entre el hombro y el oído.
“Si necesitaras lucir amenazante, puedes platear tus ojos? Descender tus colmillos? A propósito, me refiero.”
No lo había intentado, pero imaginé que había aprendido lo suficiente la semana pasada acerca de cómo platear mis ojos como para ser capaz de manufacturar el efecto. Método vampírico, si lo era.
“Eso creo, sí.”
“Bien. Bien.” Estacioné el auto arriba de la vereda, frente a la Casa Cadogan. No había ningún guardia en la puerta. La Casa lucía vacía, y eso no predecía nada bueno.
“Mierda,” murmuré y tomé la manija de la puerta. “La Casa luce desierta.”
“Merit, escucha.”
Me pausé, una mano en la puerta, la otra enroscada alrededor del celular.
“La Casa Cadogan no ha tenido un Centinela en dos siglos. Obtuviste el trabajo porque él creyó en ti. Haz el trabajo. Nada más ni nada menos.”
Asentí, a pesar de que él no pudiera verlo. “Estaré bien.”
O no, pensé, mientras arrojaba el teléfono celular al asiento del acompañante, caminé por la acera vacía, y tironeé del dobladillo de la chaqueta de cuero, la cual le había subido la cremallera a la altura del pecho sobre el mero cuerpo desnudo.
De una forma u otra, lo averiguaríamos pronto.


La puerta del frente estaba parcialmente abierta, el primer piso carente de vampiros. Escuché ruidos escaleras arriba y, con una mano en mi espada, subí. Luc permanecía de pie sobre el descansillo, piernas cruzadas, brazos cruzados, una katana enfundada sobre su lateral izquierdo.
Le asentí con la cabeza, esperando que él echara un vistazo a mi conjunto. Cuando me hizo pasar, le pregunté, “A dónde vamos?”
Inclinó su cabeza hacia el salón de baile, y caminamos juntos hacia allí. Su voz era totalmente seria. “Ethan intentó programar una reunión acerca de los asesinatos. Invitó a representantes de Grey y Navarro. El encuentro se suponía sucedería más tarde hoy en la noche. Entonces los de Rogue se enteraron. Noah Beck -él es su representante- apareció hace media hora.”
Cacho de tiempo había pasado entonces, desde el mensaje. Realmente necesitaba mudarme a la Casa Cadogan.
“Ellos están enfados por no haber sido incluidos,” continuó, su expresión tensa, “acerca de nuestra existencia siendo filtrada- no, anunciada- a la prensa.” Claramente Ethan no era el único que dudaba de la decisión tomada por Celina respecto de ese asunto.
Nos detuvimos frente a las puertas cerradas del salón de baile, y planté mis manos sobre mis caderas, le deslicé una mirada. “Cuántos son?”
“Doce Rogues, tal vez unos treinta de Cadogan. Scott Grey y cuatro de los suyos; aparecieron antes para la reunión. Lindsey, Jules, y Kelley están ahí dentro, pero están aguantando en el fondo.”
Elevé mis cejas. “Alguna vez pensaste que un radio de seis guardias para trescientos vampiros de Cadogan no está del todo bien?”
“Son tiempos de paz,” me explicó, con irritación en su voz. “Alzamos demasiadas espadas, y estamos mostrando animosidad, arriesgándonos a una guerra.” Se encogió de hombros. “Demasiado pocos, por supuesto, y nos arriesgamos a que un Rogue tenga a tiro a Ethan.”
Me tomó un tiempo darme cuenta que él no estaba hablando en forma metafórica. “Un tiro? Pensé que los vampiros usaban espadas?” Le hice una seña hacia la katana en su cintura, pero él sacudió su cabeza.
“Eso es el Canon de la Casa, una tradición. Los Rogues rechazan el sistema, rechazan las pretensiones, las reglas. Ellos tienen armas. Tienen su propio Código, tal cual es. Puede que tengan una espada visible, tal vez más escondidas. Pero ellos tienen armas- probablemente revólveres, probablemente semiautomáticas. Posiblemente alguna .45. Son algo proclives hacia las 1119.”
Asentí, recordando la foto que había visto en un Catálogo Kimber en el Cuarto de Operaciones. Eso era todo lo que necesitaba- balas perdidas volando a través de la habitación en mi primera pelea de verdad.
“No puedo defender de los tiros,” le dije, dándome cuenta tardíamente que el arma se esperaba usara en un tiroteo, era mi cuerpo- entre el de Ethan y la corredera de balas.
Como si percibiera me preocupación, probablemente sencillo dada la expresión de puro terror en mi cara, Luc ofreció, “los tiros no lo matarán, a menos que ellos le echen mano suelta a una fumigada . Sólo haz lo que puedas. Y una cosa más.”
Se pausó por tanto tiempo que lo miré por encima, vi sus cejas fruncirse.
“Tu posición,” dijo antes de pausarse nuevamente, “es más política que la nuestra. Nosotros somos considerados soldados de campo, incluyéndome a mí. El Centinela es aún un soldado, pero tradicionalmente los vampiros lo ven como más como una posición estratégica. Y eso significa mayor respeto.” Se encogió de hombros. “Eso es historia, supongo.”
“Lo cual significa,” concluí, “que puedo acercarme más a él de lo que tú puedes. Soy más una muestra de que la situación está siendo tomada muy, muy seriamente, que una declaración de guerra.”
Luc asintió nuevamente, con la expresión evidente de alivio de que le haya entendido. “Exactamente.”
Solté una lenta bocanada de aire, tratando de asimilar esta nueva información- la cual hubiese sido de ayuda antes de la crisis- y de no entrar en pánico ante la presión. Acaricié con el pulgar al mango de la katana, rezando por calma. Dos semanas dentro del vampirismo, y estaba siendo solicitada a defender a la Casa contra una banda de merodeadores vampiros sin Casa.
Qué suerte la mía.
No que importara. Tenía un trabajo, y mientras entraba en pánico ante el pensamiento de en verdad realizar ese trabajo, hacerlo era la única cosa que podía hacer. Entrar en la refriega, dar el paso, y alardear como si mi vida dependiera de ello. Porque probablemente lo hiciera.
Acepté la pequeña pieza para el oído que Luc me ofrecía, la deslicé dentro de mi oreja. “Vamos.”
Cuando Luc asintió, tomé aire, puse mi mano sobre la puerta, y la abrí.

Había cincuenta personas en el salón de baile, pero incluso en el gigantesco espacio, parecía como un enjambre aún más grande. Incluso el aire parecía espeso. Punzaba bastante con una magia amarga, con un flujo de energía que llamaba a mi vampiro. La sentí cambiar, despertar, estirarse, y preguntarse por qué el aire se sentía tan malicioso. Mis pestañas se estremecieron, y tuve que forzar mi palma contra el mango de mi espada hasta coordinar un poco dentro de mi piel, a forzarla a regresar, a mantener mi mente despejada. Pero luego, le prometí, se alimentaría.
Los vampiros estaban quietos formando una masa, de espaldas a la puerta. Reconocí los trajeados en negro de los vampiros de Cadogan, pero por la espalda, no podía decir dónde cualquier otro, incluyendo a Ethan, estaba parado. Le eché una mirada a Luc, y gesticulé con los labios, Dónde está él?
La voz de Kelley sonó en mi oído. “Bonito de tu parte el unírtenos, Centinela. Ethan está frente a la plataforma, de frente a la multitud. Los Rogues están frente a él, de espaldas hacia nosotros, y los vampiros de Cadogan están en un círculo alrededor de todos. Estamos sólo tratando de mantener las cosas en calma.”
Exploré la multitud, en busca de una entrada, y visualicé el lacio y oscuro cabello de Kelley. Ella miró hacia atrás, ligeramente inclinó su cabeza hacia Luc y hacia mí, luego se giró nuevamente hacia la multitud.
Miré por encima de la masa de cuerpos y traté de imaginarme hacia dónde ir, dónde podría estar lo suficientemente cerca como para ver, para proteger, pero no tan cerca como para que yo, como Centinela, intensificara el asunto. La habitación ya estaba lo suficientemente tensa como estaba, los vampiros filtrando energía al tiempo que negociaban con la posibilidad de que un asesino se encontrara entre ellos.
Me moví hacia la izquierda, indiqué mi dirección y Luc asintió, apuntando hacia la derecha, luego haciendo una seña con la mano que nos encontráramos en el medio.
Al menos, esperaba que eso fuera lo que significara.
Tomé aire, lo solté lentamente, estabilicé la vaina, y avancé hacia delante. Bordeé el filo de la muchedumbre, tratando de hacerme invisible a voluntad mientras me desplazaba hacia la izquierda, al tiempo que me acomodé alrededor de la frontera de vampiros de Cadogan. Mi intento de glamour no funcionó- los vampiros de Cadogan observaban mientras me movía, unos pocos asentimientos de cabeza en un silencioso reconocimiento, unas pocas miradas que me daban, lo que sugería en conjunto algo muy distinto que respeto- pero estaba contenta de que, incluso de cara a miradas amargas, ellos oficiaran de amortiguador entre el resto de los intrusos y yo.
Segundos más tarde, estaba lo suficientemente cerca como para ver la acción. Ethan, con Malik a su lado, estaba parado frente a la plataforma ante la cual había sido Comendada a la Casa sólo días atrás. Parado perpendicular a Ethan estaba un hombre alto, de cabello oscuro en una camiseta de los Cachorros y jeans, quien supuse por la inclinación deportiva de su vestimenta, se trataba de Scott Grey. En frente a Ethan, sorprendentemente llamativos en una sala de ordenados, elegantes trajes, y vestimenta deportiva, estaban los Rogues.
Estaban parados en un apretado racimo piramidal, y vestían, como los vampiros en Cadogan, en un ataviado negro. Pero esto no era el negro de la ‘Avenida Michigan’. Este era negro de guerra. Botas negras. Pantalones de ajustados negros. Una pieza pectoral negra de cuero a modo de armadura. Había suficiente negro en ellos como para aspirar toda la luz del salón de baile. Resaltando la apariencia estaba el plateado- cinturones, anillos, muñequeras, cadenas de billetera, y en el medio de cada pecho, un colgante de plata- un símbolo a la anarquía en una cadena de plata.
Esta era la apariencia que Morgan intentaba alcanzar. Urbana, rebelde, peligrosa.
Pero ésta era real.
Ésta era realmente temeraria.
Dicho esto, todos los vampiros de la Rogue estaban vestidos de igual forma. No era algo irónico que la mentalidad de rebaño afectara incluso a los inconformistas? Eso era algo que justificaba ser reflexionado, pero no hoy. Hoy eran negocios.
Uno de los Rogues- alto, de hombros amplios, y musculoso- era el puntero, estaba frente a Ethan. Donde el resto de los vampiros en la habitación, los vampiros de la Casa, lucían pulcros, él aparentaba algo feroz. Era toscamente atractivo, una barba incipiente de algunos días surcaba sus mejillas y quijada. Su cabello castaño tendría unos dos o tres centímetros por sobre un rapado, y se situaba en una clase de espirales desordenadas. Y sus ojos, grandes y azules, estaban delineados con khol . Estaba en pie, con sus brazos cruzados sobre su amplio pecho, cabeza levemente inclinada hacia un lado, escuchando mientras Ethan discutía la investigación en curso.
Ellos estaban aquí definitivamente por negocios. En sus cinturas estaban las pistoleras con las armas metidas dentro, probablemente las 1911 que Luc había mencionado. Mientras que el sentir de ellos era diferente que el del resto de los vampiros de la Casa, de cualquier forma – la energía un poco menos enfocada que la de los vampiros de la Casa, un poco más dispersa- era evidente que ellos estaban portando más que sólo las armas. El poder fluía diferente alrededor de sus cuerpos. No podía verlo, pero podía sentirlo, el cambio en la corriente, como rocas alterando el flujo de un arroyo.
Cuando estuve donde quería estar, a unos pocos cuerpos por detrás del borde de la multitud y aún fuera de la vista directa de los jugadores, revisé a Ethan, vi que estaba ileso e ingeniándoselas para enmascarar la frustración que sabía sentía. Su cuerpo estaba relajado, sus manos en los bolsillos de los omnipresentes pantalones negros, la mitad de su cabellera rubia tirada hacia atrás y atada. Su mirada estaba en el Rogue en frente a él.
“Francamente, Noah,” Ethan estaba diciendo, “no fue un descuido que no fueras invitado a hablar, ni fue un signo de falta de respeto. Fue una elección, basada en mi asunción, aparentemente incorrecta, de que no estarías interesado en participar. Los humanos sólo conocen acerca de las Casas. Hasta donde yo estoy consciente, su existencia es aún un secreto, e imagino estarías más feliz de mantenerlo de esta forma.”
Noah miró fijamente a Ethan. “Fue una suposición desinteresada, entonces. La suposición de que debido a que no estamos afiliados a una Casa, porque no somos ovejas, somos indiferentes acerca de nuestros compañeros vampiros.” Su tono era puro sarcasmo.
Ethan elevó una blonda ceja, respondiendo brevemente, “eso no fue lo que dije.”
Pensando que tal vez fuera de ayuda decir hola, dejarle saber que tenía respaldos por si lo peor llegara a ocurrir, me reporté presente, abriendo mi mente hacia Ethan. Estoy aquí, le envié.
Él no respondió, pero el Rogue en frente suyo, Noah, lo hizo. No, creo, porque Noah me haya escuchado, sino porque había una riña detrás de nosotros lo cual atrajo sus ojos a través de la multitud. Mientras buscaba la fuente del problema, echó un vistazo a través del océano de espectadores vampiros, encontró mis ojos, y elevó ambas cejas. El subtitulado era lo suficientemente sencillo de leer: Y quién eres tú? Amigo o enemigo?
Pestañeé, tratando de adivinar cómo se supone que debiera reaccionar- había alguna etiqueta para esto? La Centinela no presentada, respondiendo a un parpadeo de interés proveniente del portavoz de la Rogue de vampiros de Chicago? Desafortunadamente, no tenía tiempo de evaluarlo a fondo, así que sólo hice lo que se sentía natural dada la incómoda situación en la que nos hallábamos metidos: le di una media sonrisa y un encogimiento de hombros.
No estoy segura qué esperaba de él. Tal vez la reacción que Ethan me hubiese dado - una mirada condescendiente y rodar sus ojos.
Pero Noah no era Ethan. Noah me dio una sonrisa maligna, apretujó sus labios juntos para contener la risa que sacudió su pecho, y rápidamente miró para otro lado, con la boca curvada. Mi primer acto político, y desató un borboteo de risas del hombre que presuntamente había traspasado ilegalmente los muros de la Casa Cadogan. Una reacción suficientemente buena, decidí, esperando que su entretenimiento fuera a distender la evidente tensión en la sala.
Desafortunadamente, no tuve oportunidad de probar esa teoría. Nuestro intercambio duró sólo segundos, pero eso fue tiempo mas que suficiente para que el problema llamara. Los vampiros cuya riña habíamos estado escuchando detrás nuestro se revelaron, Morgan empujando a través de la muchedumbre, a través de los Rogues, hasta que se paró ante Ethan. Tal vez sintiendo su evidente furia, las oleadas de la misma irradiando de su cuerpo, los otros vampiros retrocedieron, cediéndole espacio.
Lucía como un hombre poseído- el pelo desordenado en forma sexy, su chaqueta de cuero por sobre una camiseta verde y jeans, zapatillas negras debajo del dobladillo. Y aunque él vibraba con la energía de la que sabía era capaz, esa no era la única razón, él estaba disgustado. Él estaba portando. Y no una espada, no un arma evidentemente enfundada o encintada. Ésta estaba oculta. Una cuchilla de tamaño mediano, supuse, por el peso diferencial de él. Demasiado pequeña para ser una espada, pero más grande que un cuchillo de cocina promedio.
Reforcé mi agarre a la empuñadura de mi espada, mi pulgar en el pestillo que liberaría la hoja de su vaina, y esperé.
“Tú, maldito hijo de puta.” Las palabras eran tensas, forzadas a través de su apretada mandíbula.
Ethan parpadeó, pero no hizo ningún otro movimiento, su postura aún relajada, confiada. “Perdón?”
“Piensas que esto está bien? Que puedes hacer esto?”
Me encogí cuando Morgan levantó su brazo, casi empujé al par de vampiros que separaban a Ethan de mí, pero me mantuve detrás cuando vi el papel que él sostenía en su mano. Un pequeño rectángulo , con una negra escritura manuscrita a un lado. Habiendo visto algo similar semanas atrás, supuse qué podría estar escrito en ella.
Ethan probablemente lo supiera también, pero se hizo el desentendido. “No sé qué es eso, Morgan.”
Morgan abolló la nota, y la sostuvo en el aire. “Es una maldita amenaza de muerte- eso es lo que es. Estaba en la mesa de luz de Celina. Su mesa-de-luz. Está que se muere del susto.” Morgan dio medio paso al frente, desenroscó la nota, la mantuvo en alto para que Ethan la leyera. Ethan cautelosamente la tomó entre los largos dedos, su vista yendo y viniendo por toda la extensión de papel.
“Es una amenaza,” Ethan anunció a la multitud, con su vista aún en Morgan. “Muy similar a la que Merit recibió. Supongo que es la misma caligrafía, el mismo papel, y que está supuestamente firmada por mí.”
La muchedumbre retumbó. Morgan lo ignoró, bajó la voz a un fiero susurro que inmediatamente acalló a la multitud nuevamente.
“Y eso es malditamente conveniente no es así? Consigues meter a la hija de Joshua Merit a la Casa, luego eliminas a Celina? Échales la culpa a los Rogue, y consolidas tu poder justo bajo las narices de Tate?” Morgan se giró, estudió la multitud, bamboleando un brazo en forma dramática. “Y así repentinamente, la Casa que bebe es la favorita de todos.”
La habitación se tornó inquietantemente silenciosa, y las facciones de Ethan finalmente se endurecieron. Observé el cambio en su postura, y mi estómago se fue a pique como si temiera, y le hiciera frente, a lo peor – que Morgan haya supuesto correctamente, y que Ethan estaba en la plaza principal aquella noche por una muy específica razón. Que no había sido ‘suerte’ para nada.
Ethan se inclinó hacia delante, sus ojos flameando en verde, y un tanto descolocados, “Cuida tus palabras, Morgan, antes de que des pasos que Celina no esté dispuesta a respaldar. Ni yo o cualquier otro vampiro de Cadogan es responsable por esa nota, ni por ninguna violencia o amenaza efectuada contra Celina o Merit.” Elevó su cabeza, miró a Noah, luego a Scott Grey, luego fuera, hacia la muchedumbre. “Cadogan no es responsable por la muerte de Jennifer Porter, ni por la muerte de Patricia Long, de las notas, de la evidencia, de ninguna parte de esos crímenes.” Se pausó, dejó su vista vagar. “Pero si alguien - algún vampiro- es responsable, sean los Grey, o los Rogue o los Navarro, y si la información sale a la luz de que cualquier vampiro o secta de vampiros tomó parte – cualquier parte- en estos crímenes, daremos esta información a la policía, humanos o no. Y ellos responderán ante mí.”
Miró nuevamente a Morgan, y le dio la fulminante mirada de Maestro-a-peón de la que sabía era capaz.
“Y tú mejor que recuerdes tu lugar, tu edad, y dónde estás parado, Morgan de la Casa Navarro.”
“Ella teme por su vida, Sullivan,” dijo Morgan a través de sus dientes apretados, claramente no afectado por la amenaza de Ethan. Su mandíbula estaba fija, su postura era agresiva – pies plantados, manos apretadas en puños, pera apuntando hacia abajo sólo lo suficiente como para fijar su mirada hacia Ethan por debajo de sus cejas. “Soy su Segundo al mando, y eso es inaceptable.”
Simpatizaba con él, entendía su frustración, sabía que Ethan esperaría la misma lealtad de Malik, si no fuera que el drama estaba haciendo que me preguntara acerca de la relación entre Celina Desaulniers y su Segundo. Pero también sabía que Ethan no estaba involucrado. Tal vez los Rogue tendrían alguna participación, tal vez la Casa Grey, incuestionablemente algún vampiro con acceso a los terrenos de Cadogan. Pero podrían tener los vampiros de Cadogan, podría haber, un asesino bajo su vigilancia.
Miré a través de la ansiosa multitud, encontré la mirada de Luc, y obtuve el visto bueno que sabía indicaba la acción. Al tiempo que Morgan echaba hacia atrás su puño, di un paso al frente, empujé a través del remanente velo de vampiros, desenfundé la espada, y extendí mi brazo sólo para que la punta de la misma yaciera bajo el pulso que zumbaba en su cuello.
Le elevé una ceja. “Voy a tener que pedirte que retrocedas.”
El salón de baile se tornó en silencio.
Sus oscuros ojos siguieron la longitud de la espada, contemplando el cuero. Se concentró en la chaqueta, los pantalones, las botas, la alta coleta de caballo que sostenía mi cabello hacia atrás. Si él no hubiera estado completamente desembriagado por el acero, pensaría que acababa de elogiar mi atuendo. Pero éstos eran negocios, y yo me metí en su pelea.
Morgan elevó su mentón cada vez más por encima del filo. “Baja la espada.”
“No tomo órdenes de ti.” Di un paso al costado, mi brazo extendido, y me coloqué directamente entre Ethan y Morgan, forzando a Ethan a retroceder detrás de mí. Era suficiente para ponerlo fuera del alcance de Ethan, y para sustituirlo por mí en la línea de ataque de Morgan.
“Pero tomas órdenes de él ?” su voz escurriendo con sarcasmo.
Pestañeé, pura inocencia, y dejé mi voz sonar a través de la habitación. “Tengo el puesto de Centinela. Soy un vampiro de su Casa, y soy la Centinela a cargo. Si él me ordena bajar la espada, lo haré.”
Ethan permanecía en silencio detrás de mí. Pero no era el hecho de que él no hubiera dado ninguna orden, sino la admisión de que obedecería si ésta viniera, la que impulsó alrededor una serie de susurros. Ethan había tenido razón: los vampiros de Chicago dudaban de mi lealtad, tal vez porque los rumores de la naturaleza de mi cambio se habían filtrado, tal vez por mi padre, tal vez por mi fuerza. Fuere cual fuere la razón, ellos habían dudado.
Hasta ahora.
Ahora sabían. Me había unido a la pelea, había hecho de mi cuerpo un escudo, y me había metido entre Ethan y el peligro, había sacado el acero en su nombre. Había aceptado la posibilidad de lesiones, de muerte, a fin de protegerlo, y había dejado claro públicamente que me prestaba a sus órdenes, dispuesta a someterme a su autoridad.
Tuve que apretar el mango de la katana cuando el túnel se apresuró en mí, cuando oí la voz de Ethan. Yo diría que esto cuenta como una demostración de lealtad.
Casi sonrío por el enorme alivio, de la realización de que no estaba haciendo esto sola, enfrentando a una hostil multitud fuera de la cadena de mando. Pero mantuve mi mirada neutral, recordando la audiencia alrededor nuestro, y sabía que estaban memorizando este momento, lo revivirían, lo rememorarían para amigos, enemigos y aliados – la noche que por primera vez vieron a la Centinela de Cadogan levantarse en armas.
Dije una rápida plegaria para no meter la pata a fondo.
No consciente del sentimiento subyacente, Morgan espetó, “ésta no es tu pelea.”
Le negué con la cabeza. “Hice mi juramento. Es mi pelea – sólo mi pelea. Él me nombró Centinela, y si tú traes esto a la Casa Cadogan, traes esto a mí. Esa es la manera en que funciona.”
Morgan sacudió su cabeza. “Esto es personal, no asunto de Casas.”
Erguí mi cabeza hacia él. “Entonces por qué estás aquí, en la Casa de alguien más?.”
Eso debe haber tenido alguna clase de impacto. Lanzó un gruñido, un sonido bajo y predador. Si yo hubiese sido un animal, hubiera levantado mis crines . Así como era, llamó al vampiro nuevamente, y sabía que mis ojos estaban destellando plateado en sus bordes, pero empujé, tan fuerte como pude, para calmarla otra vez.
“Esto no te concierne,” dijo Morgan. “Sólo vas a salir lastimada.”
Una esquina de mi boca se elevó. “Porque soy una chica?”
Sus labios se tensaron, y se inclinó hacia delante, punzó su cuello contra la afilada punta de la espada. Una única gota carmesí se deslizó descendiendo por su extremo. Analizándolo, hubiera jurado que la espada instantáneamente se calentó al tiempo que la sangre de Morgan recorría el acero.
“Primera sangre!” fue el llamado de alguien en la multitud, y los vampiros que nos rodeaban retrocedieron, ampliando el círculo abierto en el cual nos hallábamos parados. Hubo un movimiento a mi izquierda y derecha, y eché un rápido vistazo a los laterales, vi a Luc y Juliet tomar posición a los lados de Ethan.
Maestro asegurado, le sonreí a Morgan por debajo del margen de mi flequillo y saqué a relucir toda la bravuconería que era capaz de reunir. “Tú estás aquí. Yo estoy aquí. Vamos a bailar?”
Mantuve mi espada nivelada, vi la mirada de Morgan oscilar detrás de mí, luego de regreso a mí. Sus ojos se ampliaron en sorpresa, sus labios se separaron. No tenía idea de lo que se trataba. Pero Morgan comenzó a quitarse su chaqueta, luego la mantuvo en alto a un costado, revelando las correas de una funda. Un vampiro, presuntamente uno que arribó con él de Navarro, dio un paso al frente para tomar su chaqueta, y cogiendo de su espalda, Morgan sacó de su montura una daga de apariencia gótica. La lámina destelló, repleta de extrañas curvas y ángulos, y no podía decir que estuviera impresionada por el hecho de que la hubiera ocultado debajo de su ropa.
Sofoqué la repentina sensación de pánico de que, a los veintiocho, estaba a punto de presenciar mi primera pelea real- no una contienda amistosa, sino un duelo, un combate, mi primera batalla en nombre de Cadogan. Honestamente, aún no estaba segura de que Morgan siguiera adelante con ello, de que realmente intentara derramar mi sangre frente a Ethan, a Scott, a los Rogues, y a testigos de la Casa Cadogan, y sobre territorio Cadogan. Especialmente porque él carecía de evidencia concreta que Cadogan estaba involucrada en la amenaza, porque él sabía que yo misma había recibido una amenaza, y tal vez más importante, porque él me había besado.
Pero aquí estábamos, en este círculo de cincuenta vampiros, y él se lo buscó por sí mismo, así que respondí a su alarde. Cuidadosamente, lentamente, bajé la espada, cambié el contrapeso de la misma para que la empuñadura estuviera arriba, y la mantuve en alto a la derecha, esperando a que Lindsey diera un paso adelante para tomarla.
Los ojos de Morgan se ampliaron cuando bajé el cierre de mi chaqueta, aunque no tan amplios como lo hicieron cuando me la saqué. La única cosa por debajo era una ajustada banda de cuero, la cual dejaba mi abdomen y mis caderas al desnudo hasta el inicio de mis pantalones de cuero. Extendí mi chaqueta con la mano izquierda, sentí el peso de la misma desaparecer, luego mantuve en alto la derecha para recuperar la espada. Cuando el cálido mango estuvo nuevamente en mi mano, lo giré con mi muñeca, acostumbrándome a su peso, y le sonreí.
“Comenzamos?”
Su expresión se oscureció. “No puedo luchar contra ti.”
Asumí la básica posición ofensiva que Catcher me había enseñado – las piernas separadas por un hombro de distancia, peso sobre los talones, rodillas relajadas, espada arriba, ambas manos en posición alrededor del mango.
“Eso es desafortunado,” comenté, luego arremetí ligeramente hacia delante y rebané una tira de la manga de su remera de mangas largas. Fruncí mis labios, le pestañeé, dándole una mirada de inocente cervatillo. “Oops”
“No me presiones, Merit.”
Esta vez mi expresión fue seria. “Yo no soy la que está presionando. Tú desafiaste a mi Casa. Estás aquí para levantarte en armas contra Cadogan, contra Ethan, porque tú piensas que tenemos algo que ver con las muertes de esas mujeres. Y haces esto sobre la base de una nota que alguien ubicó en la habitación de tu Maestro. Dudo que Ethan haya logrado llegar al tocador de Celina sin que nadie lo notara.” La muchedumbre echó en risitas apreciativamente. “Así que, de qué otra forma esperas que nosotros respondamos a esto Morgan?”
“Él no debería haberte convocado aquí.”
“Soy la Centinela a cargo, y estos son asuntos de la Casa. Él no tenía que convocarme aquí, estoy ligada por honor a luchar – por la Casa y por él – y lo haré.”
No sé que habré dicho para encenderlo, pero la expresión de Morgan cambió tan abruptamente que dudé de lo que creí haber oído en su voz cuando él había pretendido proteger a Celina de sus posibles atacantes sólo momentos atrás. Me miró lentamente, un examen de la cabeza a los pies que hubiera derretido a una mujer inferior. Me miró, Morgan de Navarro, y su mirada se tornó ardiente, su voz cayendo en un feroz susurro. “Desiste, maldita sea. No lucharé contigo. Una pelea no es lo que quiero de ti, Merit.”
Sentí el sonrosado entibiar mis mejillas. Podía soportar amenazas, podía aguantar las bravuconerías, pero hacerme proposiciones en frente a cincuenta vampiros estaba totalmente fuera de lugar. Así que nivelé la espada a la altura de su corazón.
“No lo digas. No lo sugieras. Ni siquiera lo pienses. Te lo he dicho antes” – le sonreí en forma maléfica- “No lo hago con colmilludos.”
La muchedumbre lanzó unas apreciativas e irónicas risitas.
Di un paso adelante, obtuve la satisfacción en el hecho de que él diera un paso atrás. “Desiste, Morgan. Si quieres salir de ésta, entonces cede. Discúlpate con Ethan, toma tu nota y sal de la Casa. O” agregué, pensando en la estrategia de ello, “decide quedarte, ser parte del diálogo, para descifrar una solución al problema de la repentina atención humana sobre nuestras Casas.”
Prácticamente podía sentir el resplandor de la aprobación de Ethan en mi espalda. Le había dado opciones a Morgan, incluyendo al menos una que le permitiría salvar su orgullo, dar marcha atrás de la punta de la espada sin arruinar su reputación.
Y entonces el túnel se adentró en mí nuevamente. Pero esta vez, era la voz de Morgan la que sonaba a través de mi cabeza, mi espada temblando al tiempo que enfocaba toda mi voluntad en la lámina en mi mano, tratando de mantener mi postura y la compostura. Pensé que la telepatía era algo compartido sólo entre el Maestro y su Noviciado. Parecía incorrecto de alguna forma que Morgan pudiera estar dentro de mi cabeza. Demasiado personal, y no estaba cómoda sabiendo que él tenía una ‘entrada’ psíquica.
No puedo dar marcha atrás sin algo a cambio, me dijo. Yo también represento a mi Casa, Merit, y tengo mi orgullo. Su nombre estaba en la nota.
Arqueé una ceja de forma sardónica. Tú sabes que nadie de Cadogan está involucrado en esto.
Permaneció en silencio por un momento, luego me dio la más leve de las inclinaciones de cabeza, una señal de que entendía, de que estaba dispuesto a aceptar nuestra inocencia. Tal vez, pero Ethan sabe algo.
No podía discutirle a eso. Ya sospechaba yo de que Ethan sabía más de lo que dejaba saber, pero no tenía mayor evidencia de eso de la que había para que él hubiera escrito esa nota por si mismo.
Entonces quédate, y habla, y descubre qué es, le dije a Morgan. Quédate y soluciona esto por medio de la palabra, no con espadas. Sabes que eso es lo correcto. Nadie te condenará por haber corrido al rescate de Celina. Eres su Segundo al mando.
Por lo que pareció un largo momento, él me miró, con una sonrisa maligna en su rostro. Entonces algo a cambio. Si doy marcha atrás quiero algo a cambio.
Tú trajiste la pelea, le recordé. Tú entraste a mi Casa, amenazaste a Ethan.
Y tú simplemente tomaste mi sangre.
Hice rodar mis ojos. Tú te inclinaste en mi hoja. Dios, pero si él discutiría hasta con un poste.
Tú sacaste tu arma primero, Centinela. Ésa amenaza era suficiente como para provocar una reacción.
Me le quedé mirando por un rato, el tiempo suficiente como para hacer que los vampiros alrededor nuestro se revolvieran nerviosamente, mientras consideraba su posición. Él estaba en lo cierto- él había amenazado verbalmente a Ethan, pero yo saqué el acero primero. Podría haber tomado un acercamiento más suave, haber ojeado la guardia, ir por él sin desenfundar, pero lo había visto echar su brazo atrás y había asumido que iba a tirar el golpe. Ahí fue cuando di el paso al frente. Y en retribución por tomarme la molestia, quedé parada en el medio de una horda de vampiros, con sus ojos sobre mí mientras psíquicamente negocio con el vampiro que inició la revuelta en primer lugar.
Bien, le dije, esperando que la irritación se transportara telepáticamente. Te debo un favor.
Un favor, sin especificar.
Ahí estuvo mi error.
Tengo que darle crédito- él vio su oportunidad, y la tomó. Omití términos, fallé en identificar lo que le debía, fallé en aclarar que lo que le debía era un favor igual al que él me había hecho. Vampiros, tardíamente me di cuenta, ellos negocian a través de intercambios verbales y trueques y, precisamente como recelosos abogados, cada palabra cuenta. Estos eran una clase de contratos orales, respaldados por el acero más que por la ley, pero igual de comprometedores. Y yo acababa de servirle en bandeja a Morgan, un cheque en blanco.
Me sonrió lobunamente, ofreciéndome una sonrisa tan posesiva que hizo que mi estómago retorcerse, y entonces se puso rápidamente en una rodilla. Mis ojos abiertos en grande, lo seguí hacia abajo con mi espada, manteniéndola apuntando a su corazón.
La hiciste demasiado fácil, dijo, luego anunciando a la habitación, “Merit, Centinela de la Casa Cadogan, he por este medio de tener el honor de reclamar el derecho a cortejarla. Acepta usted?”
Me le quedé mirando fijo. Ni siquiera estaba segura de qué significaba- no los detalles, de todos modos- aunque la esencia de ello era ya lo suficientemente malo. No puedes estar hablando en serio, le dije.
Una vez que vas por los colmillos, bebé, nunca regresas.
Estaba a punto de responder con una de las pocas máximas de mi elección, pero el panorama cambió, y estaba siendo arrastrada por otro túnel, con Ethan susurrando al final de él.
Toma su mano. Acepta su reclamo.
Mi estómago se hundió nuevamente, esta vez por una razón completamente diferente. Qué?
Me escuchaste. Toma su mano. Acéptalo.
Tuve que contener la urgencia de girarme hacia él y apuntar mi espada hacia la encogida pepita negra que tenía por corazón. Dime por qué. Explícame por qué. ‘Por qué me estás vendiendo como si fueras un proxeneta,’ era el final tácito de ese pedido.
Silencio, hasta que: porque es una oportunidad para nosotros. Para Cadogan. Si Morgan te corteja, corteja a Cadogan por proximidad. Y él ha hecho su pedido ante los representantes de Cadogan, Navarro, Grey, y los Rogues. Para un Navarro que corteje a una Casa que bebe, cortejar a Cadogan tan abiertamente- no tiene precedentes. Esta podría ser la puerta de entrada a una alianza entre nuestras Casas. Las cosas están….inestables, Merit. Si tú cortejo trae a Navarro más cerca…
No terminó la idea, las evidentes implicancias de que yo era un puente útil entre Cadogan y Navarro, un enlace vestido en cuero entre las Casas. Mis sentimientos, mis deseos, eran irrelevantes.
Miré hacia abajo, a Morgan de rodillas ante mí, su sonrisa brillante y esperanzada incluso cuando él había manipulado su camino hacia una relación, y me pregunté cuál de ellos era el mal menor.
La muchedumbre alrededor nuestro se agitó, poniéndose inquieta mientras esperaba la respuesta. Había parloteos. Escuché comentarios, susurros tras un par de manos.
“Piensas que dirá que sí?”
“Morgan saliendo con alguien de Cadogan – eso es enorme!”
“No sabía que se conocían.”
Y la del premio mayor: “Pensé que Ethan sentía algo por ella?”
Mis ojos aún sobre Morgan, estrujé el mango de mi espada, y le envié a Ethan otra pregunta: Si aceptara su solicitud, ello que significa?
Significa que aceptas su demanda, que reconoces que yo estoy, que tú estás, receptiva a su cortejo.
Fijé mis rodillas y forcé a salir la pregunta que debía ser preguntada, desagradablemente sorprendida de que la respuesta importara tanto. Y lo estás? Receptivo?
Silencio.
Nada.
Ethan no contestó.
Cerré mis ojos, dándome cuenta de que había hecho la lamentable, errónea, suposición de que, al menos, habíamos alcanzado un punto de acuerdo que le habría impedido usarme, pasarme a un rival para satisfacer un objetivo político. Oh, cuán equivocada había estado. Equivocada en descontar el hecho de que él era ante todo, un estratega, sopesando resultados, considerando opciones, debatiendo los mejores medios por los cuales podría alcanzar sus fines. Equivocada al pensar que él habría hecho una excepción conmigo.
Mientras sus fines puede que sean loables – proteger a su Casa, proteger a sus vampiros – él estaba dispuesto a sacrificarme para lograr esos objetivos. Acababa de ser enviada al altar de sacrificio, entregada al hombre quien sólo momentos atrás, y en forma bastante literal, había detentado la daga ceremonial.
Me imaginé a mí misma a salvo de las maquinaciones de Ethan porque pensé, ingenuamente, que le importaba, si no era como amigo, entonces porque yo era una vampiro de Cadogan.
Contuve las lágrimas de frustración. Maldita sea, se suponía que sería una de sus vampiros, para proteger, a resguardar, no a ofrecer.
Pero había algo peor debajo de ese sentimiento de traición de la Casa, una emoción indefinida que hacía doler mi estómago. No quería recavar en ello, examinarlo, considerar por qué las lágrimas asomaban a la esquina de mis ojos, por qué el que él me pasara a otro vampiro dolía tanto.
No porque él me entregara a Morgan.
Sino porque él no había querido mantenerme para sí mismo.
Cerré bien fuerte mis ojos, barrí con mi propia estupidez, preguntándome cómo en el nombre de Dios se me había ocurrido formar un vínculo con un hombre tan evidentemente determinado a alejarme. No era acerca de amor, tal vez siquiera fuera afecto, sino más bien un profundo sentido de que nuestras vidas estaban ligadas en una forma importante. De que había – y podría haber habido- algo más entre nosotros que la incomodidad de la atracción sexual insatisfecha.
Sería tan sencillo, tan simple y práctico, culpárselo al vampiro dentro, atribuirle la conexión al hecho de que él me haya hecho, me haya convertido, de que yo fuera suya para comandar, de que él fuera mío para servir. Pero esto no era acerca de magia o genética.
Esto era acerca de un chico, y una chica….
Con delicadeza, discretamente, Morgan aclaró su garganta.
…..y del otro chico aún de rodillas ante mí.
Abrí mis ojos, recordando que aún me encontraba parada en medio de una habitación llena de expectantes vampiros, todos esperando por mí resolución a la proposición de Morgan. Así que puse a un lado el dolor de la traición que Ethan probablemente siquiera supiera que estaba cometiendo, e hice mi trabajo.
Bajé mi espada, sonreí amablemente hacia Morgan, y tomé su mano. Dejé a mi voz salir sin emoción alguna – no tenía sentido el pretender que estaba entusiasmada por la jugarreta política que se hallaba entremedio – y ofrecí, “Morgan, Segundo de Navarro, acepto tu petición en nombre de la Casa Cadogan, en nombre de mi Maestro, y en nombre mío.”
Los aplausos fueron dubitativos al comienzo, pero pronto retumbaron por el salón. Morgan se paró y presionó mi mano contra sus labios, luego la sujetó con fuerza. Me sonrió de forma extraña. “Tan malo es?”
Elevé mis cejas, reacia a darle la satisfacción de una alegre respuesta. “De ser un peón?”
Sacudiendo su cabeza, dio un paso adelante, inclinando sus labios hacia mi oído. “Sean cuales fueren las ramificaciones políticas, te lo he dicho antes – te quiero” Cuando retrocedió, sus ojos brillaron con un disfrute que apreciaba, pero no compartía. “Especialmente ahora que he visto el cambio de vestuario. Felicitaciones a tu estilista. Cuando puedo verte de nuevo?”
Encontré su mirada, estaba ligeramente calmada de ver que era sincero, y deslicé una mirada por sobre mi hombro al rubio que se hallaba parado detrás de mí. Ethan encontró mi mirada, pero sus pensamientos eran insondables, típicamente en blanco, una pequeña arruga entre sus cejas era el único indicio que había presenciado algo crucial en los últimos minutos.
Sin pensar en las consecuencias, dejé que mis ojos se llenaran con la oleada de sentimientos que él me había forzado a atravesar. Dejé que todos se mostraran – ira, traición, dolor, y de la que sabía me arrepentiría más que ninguna, el irritantemente extenuante pedacito de apego. Y luego, con Morgan esperando frente a mí, esperé a ver qué, si es que algo, Ethan me daría en respuesta.
Por un prolongado momento, él sólo se me quedó mirando, con pura necesidad yaciendo al descubierto sobre su rostro.
Pero luego su boca se tensó, y lentamente, dolorosamente, miró en otra dirección.
Me endurecí, di la vuelta, y le ofrecí a Morgan una brillante sonrisa que esperaba no luciera tan forzada como era.
“Llámame”, le dije diligentemente.


Le tomó minutos a Ethan para calmar a la gente de nuevo. Una vez que obtuvo su atención, me moví de regreso al borde de la multitud, lo suficientemente cerca como para defender si era necesario, pero fuera del círculo interno. Había llenado mi cuota de atención por la noche.
“Ahora que hemos disfrutado ese….interludio romántico,” dijo Ethan con una sonrisa, aprovechando los ánimos mas ligeros, “deberíamos retornar al asunto de las chicas.”
Estática zumbaba en mi oído, y la voz de Luc hacía eco a través del auricular en mi oreja. “Gracias por la distracción, Centinela,” susurró. “Eso fue malditamente entretenido. Pero todos mantengan sus ojos y oídos alertas – puede que hayamos disipado la tensión, pero aún tenemos una endemoniada tormenta con la que lidiar.”
Moví mi cabeza en reconocimiento.
“Ese ‘asunto’ se ha tornado más complicado,” Noah dijo, con sus brazos todavía cruzados sobre su pecho. “Aparentemente se han infiltrado en la Casa Navarro.”
“Así parece,” Ethan acordó, asintiendo con la cabeza. “Estamos tratando con un asesino, o asesinos, que tienen acceso a múltiples Casas, tal vez con una venganza en su contra.”
“Pero ellos tienen una venganza contra los Rogues también,” Noah dijo. “No vayamos a olvidar que cada vez que una Casa niega su participación, ellos están implícitamente acusándonos a nosotros.”
“Implícitamente o no, es difícil acusar a un grupo del que nadie sabe nada,” Scott refunfuñó, uniéndose a la conversación. “El público solamente conoce acerca de nosotros- eso significa que la mierda cae arriba nuestro.”
“Entonces tal vez ustedes no debieran haber dado un paso al frente,” masculló un Rogue que estaba parado a un lado de Noah.
“No fue mi elección,” Scott puntualizó.
“Ni mía,” dijo Ethan. “Pero es demasiado tarde para hacer algo al respecto. La única cosa que podemos hacer ahora es cooperar. Con el DPC (Departamento de Policía de Chicago), la administración, las investigaciones. La cooperación es lo único que nos aislará de las secuelas en las relaciones públicas, al menos hasta que el perpetrador de estos crímenes haya sido identificado.”
“Y nuestra existencia?” Noah calladamente preguntó.
La habitación cayó en silencio, mientras los Maestros, Ethan y Scott, probablemente sopesaban sus opciones.
“Hasta que descubramos quién está generando el daño,” Scott finalmente dijo, “no hay caso en mezclar a otros vampiros.” Se encogió de hombros, le dio un vistazo a Ethan. “Eso es por mi parte.”
Ethan asintió. “Concuerdo.”
“Entonces esperaremos,” Noah se pronunció, llevando sus manos a las caderas. “Y si alguien tiene información acerca de cuál vampiro o vampiros son los responsables de este grupo de mierda, sugiero que se den a conocer. No tenemos ninguna intención de entrar en el ojo público, y no lo haremos ahora. Si las Casas caen, nosotros no daremos un paso al frente. Nos dispersaremos dentro del mundo humano como lo hemos hecho antes.” Echó un vistazo alternando entre Ethan y Scott, a continuación fijó su mirada en Morgan. “Limpien sus Casas,” dijo.
Con ese pronunciamiento, Noah dio media vuelta y comenzó a caminar a través de la multitud, la cual se movió para acomodarlo a él y a los Rogue que le siguieron.
“Y nosotros suspenderemos eso hasta mañana,” Ethan murmuró.


**************************

No privada de la privada reunión de Ethan, Scott y Morgan que le siguió a la partida de los Rogue, me fui a casa, ignorando las miradas de preocupación que recibí en la entrada, me dirigí directamente hacia mi habitación, y cerré la puerta tras de mí. Ubiqué la espada enfundada sobre el brazo de la silla, y tomé mi iPod, me coloqué los auriculares, me recosté sobre la cama, y me dije a mí misma que no importaba que había sucedido antes en la noche.
Nunca he sido una buena mentirosa.

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