Friday Night Bites / Capítulo 11

CAPÍTULO ONCE

EN EL CUAL NUESTRA HEROÍNA ES ENVÍADA A LA OFICINA DEL DIRECTOR

Me desperté para comenzar, sentándome derecha en la cama. El sol se había finalmente ocultado, permitiéndome unas pocas horas de conocimiento que se me habían permitido cada día durante mi primer verano como vampiro. Me pregunté si la vida iría a ser diferente en el invierno, cuando teníamos horas y horas de oscuridad para disfrutar.

Por otra parte también teníamos el efecto de nieve en el lago para disfrutar. Eso iba a causar mucho frío, horas oscuras. Hice una nota mental para encontrar un lugar templado en la biblioteca.

Me levanté, bañé, até mi cabello, y me puse el conjunto de entrenamiento que había sido ordenada a usar hoy. Aunque no estaba oficialmente en hora y tenía la fiesta ‘no yéndose tan lejos’ de Mallory y una siguiente cita con Morgan, los guardias de Cadogan y yo teníamos programado un entrenamiento en grupo para que podamos aprender a ser mejores, o al menos violentos vampiros más eficientes.

El uniforme de entrenamiento oficial era un top deportivo medio-torso negro con tirantes entrecruzados y pantalones ajustados a la cadera del tipo de los de yoga que llegan hasta la pantorrilla. Ambos, por supuesto, en negro, excepto por la estilizada C en plata en la parte superior izquierda del top.

No sería un conjunto terriblemente interesante, pero cubría mucho más piel que el traje que Catcher me había forzado a usar durante sus sesiones de entrenamiento; los jugadores de voleibol en la arena tienen que usar más ropa.

Me metí en chancletas(ojotas, sandalias chatas e informales) para ir a la planta baja, agarré mi espada, y cerré la puerta detrás de mí antes de hacer mi camino hasta el segundo piso y luego hasta las escaleras principales, para luego subir al tercero.

La puerta de Lindsey estaba abierta, su habitación tan estridente como había estado dos días atrás, ahora un episodio de South Park sonando a todo volumen desde la pequeña televisión.

“Cómo puedes dormir aquí?” Le pregunté.

Lindsey, en el mismo traje que yo, su cabello rubio en una baja cola de caballo, sentada en el borde de su cama mientras se ponía sus zapatillas. “Cuando sos forzada a la inconciencia por la salida del sol, como que eso se ocupa del problema.”

“Buen punto.”

“Cómo estuvo tu cita con Ethan anoche?”

Debería haber sabido lo que venía. “No fue una cita.”

“Lo que sea. Estas caliente para el maestro.”

“Estuvimos en la biblioteca.”

“Oh, sexo en las estanterías. Tendría que haber adivinado que eras de las que tienen ese tipo de fantasías, escuela de postgrado y todo.” Sus pies calzados con zapatillas de correr que habían visto muchos, muchos mejores días, saltó de la cama y me sonrió.
“Vayamos a aprender algo.”
En la planta baja en el Salón de Operaciones, Lindsey y yo echamos un vistazo a nuestros archivos (vacíos) antes de dirigirnos a la gigantesca habitación en el final del pasillo. Este era el Salón de Entrenamiento-el lugar donde reté a Ethan durante mi primer viaje a la Casa Cadogan. Tenía un techo alto y estaba cubierta de esteras de lucha y un arsenal de armas antiguas. La habitación también estaba rodeada por un balcón, dando a los observadores una visión de primera mano de la acción de abajo.

Hoy, afortunadamente, el balcón estaba vació. El salón en cambio, (cortado)

Estaba detrás de Lindsey y casi me estampo contra ella cuando se detuvo repentinamente y dio un bajo silbido en dirección a Catcher. Me miró. “Hablando de ser caliente para profesor. Todavía está saliendo con Carmichael, cierto?”

“Demasiado.”

Murmuró una mala palabra que provocó una risita en Juliet y un bajo y posesivo gruñido de Luc. “Esa es una maldita pena.”

“Puedes al menos pretender ser profesional hoy?”

Lindsey se detuvo y miró hacia Luc. “Muéstrame profesionalidad, y yo te mostraré profesionalidad.”

Luc bufó, pero su expresión era de regocijo. “Dulzura, no sabrías lo que es la profesionalidad aunque te mordiera en el trasero.”

“Prefiero mis mordiscos en otros lugares.”

“Es eso una invitación?”

“Si solo fueras tan afortunado, vaquero.”

“Afortunado? Enredarte conmigo sería el día más afortunado de tu vida, Rubiecita.”

“Oh, por favor.” La palabra fue dicha con tanto sarcasmo que extendió el último par de sílabas.

Luc rodó sus ojos. “Muy bien, ya has tenido tu entretenimiento, ahora lleva ese trasero a la estera, si puedes prescindir de mi unos minutos.” Se alejó antes de que ella pudiera responder, moviéndose alrededor para reñir a otros guardias a sus posiciones.

En el borde de las esteras, mientras nos quitábamos nuestro calzado, le dí una mirada de costado. “La tortura no es amable.”

Hizo un asentimiento de reconocimiento, y sonrió en respuesta. “Cierto. Pero te aseguro que es divertido como el infierno.”

Cuando estuvimos descalzas, caminamos hasta las esteras e hicimos la posición seiza, manos izquierdas en los mangos de nuestras espadas, listas para escuchar.

Cuando estuvimos prontas, Luc se movió para colocarse al lado de Catcher, manos en sus caderas, y nos estudió.

“Señoritas y. . . señoritas,” Luc dijo, “ya que el acoso sexual ha comenzado, supongo que se han dado cuenta de que tenemos un invitado especial. En dos semanas, los estaremos evaluando en sus habilidades con la katana, el reconocimiento de las Katas, y la habilidad para ejecutar los movimientos.

En lugar de que se pateen los traseros entre ustedes, por más agradable que sería eso para mí, Catcher Bell”-inclinó su cabeza en dirección a Catcher-“un ex guardián de las Llaves, les mostrará como se hace. Como guardias de Cadogan, y bajo mi prometedora dirección, ustedes son, por supuesto, los mejores de los mejores, pero los haremos mejores aún.”

“Top Gun,” Le susurré a Lindsey. Habíamos comenzado a señalar referencias ubicuas de la cultura pop de Luc, habiendo decidido que era debido a que cortó sus colmillos en el lejano oeste, y que había estado fascinado por el cine y la televisión. Tu sabes, ya que vivir en una sociedad mágica realzada por los vampiros no exigiera suficiente disposición al suspenso y desconfianza.

“Él ya no es un miembro de la Orden,” Luc nos dijo, “sino un civil, por lo que no hay necesidad de saludarle.” Luc se rió de si mismo, aparentemente divertido por su chiste. Un par de guardias se rieron en efecto, pero la mayoría gimió.

Lindsey se inclinó. “Podrías llamarlo. Bonito trasero,” susurró, “pero no, original.”

Estaba orgullosa de que al menos Luc fuera punteado como un “bonito trasero.”

Catcher se adelantó un paso, y la gravedad de su mirada-la cual se detuvo consecuentemente en cada uno de nosotros-cortó inmediatamente el chiste.

“Pueden saltar,” el dijo, “pero no volar. Viven como (cortado)

Levantó su katana, y pestañeé cuando la hoja captó la luz y brilló. Se detuvo frente a Peter. “Pero ustedes pelean con honor. Pelean con acero.”

Tomó otro paso, y se detuvo frente a Juliet. “Son más fuertes.”

Otro paso, y estaba ante Lindsey. “Son más rápidos.”

Se detuvo frente a mí. “Son más de lo que eran.”

Se me puso la piel de gallina.

“Lección número uno,” dijo. “Este no es un juego de espada. Llámenlo así alrededor de mí y arriésguense a las consecuencias. Lección número dos. Han sido lo bastante afortunados que han tenido paz por casi un siglo, al menos entre las Casas, pero eso va a cambiar. Celina está fuera, Celina es narcisista, y Celina, tal vez ahora, tal vez después, causará daño si puede.” Catcher golpeó un dedo contra un lado de su cabeza.

“Ese es el modo en que opera.”

Bajó su katana, la sostuvo horizontalmente ante él. “Esta es su arma, el objeto de su seguridad, su vida. Esto no es un juguete, capiche?”

Asentimos colectivamente.

Catcher se dio vuelta, caminó hasta el otro borde de la estera, y agarró la funda para su katana. Enfundó la hoja, luego agarró dos espadas de madera para entrenar que igualaban en peso y forma a las katanas (bokken)-y volvió. Giró una espada en su mano, como si se estuviera ajustando a su peso. La segunda, la apuntó hacia mí. “Vamos, Solcito.”


Demonios, pensé, no estaba ansiosa de ser el centro de atención en la lección de Catcher con las espadas.

“La próxima vez que hagamos esto,” le dijo a la banda de guardias, quienes lucían demasiado ansiosos por verme luchar, “lo haremos con los ojos vendados. Sus sentidos son los suficientemente buenos incluso sin su aguda visión. Pero hoy”-Catcher cambió su cuerpo, un pie delante del otro, rodillas flexionadas, ambas manos alrededor del mango de su espada-“podrán usar sus ojos. En guardia,” ordenó, indicando que pudiera defender su ataque sin tener que levantarme y actuar sin mi desenvainada espada.

Imité su postura, dos longitudes de espada entre nosotros, con ellas levantadas sobre nuestras cabezas.

“Primera Kata,” dijo, antes de golpear por delante de mí. Mis músculos se tensaron debajo de la brisa de la madera cortante, pero él no me toco. Respondí con mi propio golpe descendente, mis movimientos suaves y fluidos. No era un Maestro, pero estaba lo suficientemente cómoda con las Katas, los cimientos de la lucha con las katanas. Era la misma idea que las posiciones básicas de ballet-aprendías los fundamentos, y los fundamentos te daban el conocimiento activo necesario para los más complicados movimientos.

Cuando habíamos completado la primera Kata, volvimos a nuestra posición del comienzo, luego trabajamos a través de las restantes seis. Él parecía generalmente complacido con mi trabajo, en un punto retrocediendo y haciéndome repetir las finales tres Katas contra un oponente invisible para chequear mi forma.
Era un profesor exigente, con comentarios sobre el ángulo de mi columna, la colocación de mis dedos alrededor del mango, si mi peso estaba apropiadamente distribuido. Cuando habíamos terminado, y después de que le hiciera comentarios al grupo, se volteó hacia mí.

“Ahora lucharemos,” dijo, cejas arqueadas en reto.

Mi estómago se hundió. Era lo suficientemente fácil desviar su atención de múltiples vampiros.

Dejé salir una respiración, y posicioné mi cuerpo otra vez, la espada ante mi. Meneé los dedos, ajustando su posición en la espada, tratando de evitar que mi corazón se acelerara por la anticipación de la siguiente batalla.

No. Corrección: batallas.

Entre Catcher y yo, y entre ella y yo. La vampiro en mi interior.

“Preparados. Listos. Lucha,” Catcher dijo, y atacó.

Vino hacia mí con sus brazos levantados, y trajo la katana hacia abajo en un limpio, derecho golpe.

Me aparté del camino, trayendo mi propia espada horizontal y ondeándola alrededor en un movimiento que hubiera abierto su vientre. Pero para un humano, Catcher era rápido, sin mencionar lo ágil. Golpeó a través del aire, su cuerpo en un ángulo que evitaba el golpe de mi espada. Estaba tan impresionada con el movimiento-lucía como uno que hubiera hecho Gene Kelly, era su marca de desafiar la gravedad-que dejé caer mi guardia.

En ese instante, él me agarró.
Catcher llevó a cabo el giro, un giro de 360ª y llevó su propia espada, la inercia de su cuerpo detrás de él, a través de mi brazo izquierdo.

El dolor explotó. Solté una maldición y cerré mis ojos contra él.

“Nunca bajes la guardia,” Catcher advirtió como disculpa. Levanté la vista y lo encontré nuevamente en la posición del comienzo, espada levantada. “Y nunca apartes los ojos del agresor.” Inclinó su cabeza hacia mí. “Sanarás, y probablemente obtengas mayores heridas que eso cuando esté todo dicho y hecho. Empecemos de nuevo.”

Murmuré una maldición sobre “mi agresor” pero levanté mi espada. Mis bíceps palpitaban, pero yo era un vampiro; sanaría. Era parte de nuestra cosa genética.

Él no sería un vampiro, pero era bueno. Yo era rápida y fuerte, pero no tenía ni su maña natural ni su experiencia en luchar. También estaba herida. Y estaba tratando, tan fuerte como podía, de pelear sin pelear. De apisonar el flujo de adrenalina y la rabia que la traerían a ella a la superficie-en frente a una multitud de vampiros entrenados para combatir. Y perder una medio-formada vampiro en el mundo, y frente a una audiencia, no sería una buena cosa.

Pero era una dura línea para caminar.

Como una vampiro novata, y una ex-estudiante graduado, todavía estaba reaccionando a cualquier cosa que Catcher me arrojaba: girar para salir del camino o rozar mi propia espada cuando él no podía bloquear en lugar de realizar mi propio plan de ataque. Se movía demasiado rápido para mí para que pudiera reaccionar de manera defensiva y a su vez tomar golpes ofensivos por cuenta propia, aunque lo trataba. Trataba de analizar sus movimientos, trataba de observar sus debilidades.

Cuanto más seguíamos luchando, más difícil se convertía el análisis.

Con cada giro de mi espada, cada golpe y cada corte, mis miembros se debilitaban y mi mente relajó, y comencé a luchar.

Desafortunadamente, al segundo que empecé realmente a luchar, a dejar a la adrenalina fluir y dejar que mi cuerpo bailara con la espada en mis manos, el vampiro en mi interior comenzó a gritar para ser liberada.

Mientras luchaba, la espada ante mí, ella se estiraba a través de mis miembros, y los me ojos latieron con fuerza por la sensación de ello, como un derrame templado a través de mis venas mientras ella se movía. La calidez era lo suficientemente divertida-era difícil entrar a un cuerpo vampírico-pero luego ella fue un paso demasiado lejos.

Sin advertencia, empujó demasiado y tomó el control, como si alguien más hubiera entrado en mi cuerpo. Observé los eventos que ocurrían ante mí, pero como si fuera ella quien moviera mis brazos, ese, era mi armamento.

Tenía poca paciencia para las maniobras de un humano. Cuando yo peleaba defensivamente, ella avanzaba, golpeando a Catcher y forzándolo a apartarse y a retroceder casi hasta el otro borde de la estera. Todo pasaba como si fuera una película para mí, como si estuviera sentada en un teatro en mi mente, mirando la pelea ocurrir.

Cuando mi espada rozó el lado de la cabeza de Catcher, milímetros del cráneo y del cuero cabelludo, el pensamiento de que podría haberlo herido, y gravemente, me empujó-empujó a Merit-nuevamente hacia la superficie. Solté un jadeo mientras apartaba un golpe, forzándola a retroceder nuevamente.

Cuando tragué el oxígeno lo miré, encontré algo inesperado en sus ojos. No reprobación.

Orgullo.

No había miedo de que casi le había dado un golpe en su cuello, ni rabia por haber ido demasiado lejos. En cambio, sus ojos brillaban con la emoción de un hombre en batalla.

Pensé que esa mirada era casi peor. La emocionaba, ese orgullo, ese entusiasmo en sus ojos.

Me aterrorizó. La había liberado momentáneamente, y casi le causé una conmoción cerebral a mi profesor de entrenamiento. La cuestión era bastante simple-la vampiro iba a mantenerse reprimida. Desafortunadamente, aunque la represión de la vampiro iba a reducir la chance de que Catcher perdiera un apéndice vital, también iba a disminuir mi habilidad de mantener su ritmo. Justo como Yeats predijo, las cosas comienzan a desmoronarse. Las partes de mi cerebro que habían estado concentradas en luchar y mantenerla a ella aprisionada también tenían que pensar cuan cerca había estado de tomar su sangre, de golpear al hombre que estaba tratando de prepararme para combatir.

Experto en la Segunda Llave o no, Catcher estaba agotado, utilizando el bokken en su efecto máximo. Pero todavía era un humano (o eso asumía), y yo era una vampiro. Tenía más resistencia. Pero lo que no tenía-cuando estaba luchando para mantenerme junta-era ninguna habilidad de batalla. Lo cual significaba que incluso si él estaba cansado, yo estaba poniéndome peor. Soporté sus críticas, humillada como estaba. Pero sus golpes eran más difíciles de soportar.

Dos veces giró en torno a su bokken en una especie de medio arco. Dos veces, me golpeé contra ésta. Una vez en mi brazo izquierdo-el cual todavía ardía por el último contacto-y una vez detrás de mis pantorrillas-un golpe que me puso de rodillas frente a mis colegas.

“Levántate,” Catcher dijo, haciendo señas con la punta de su espada. “Y esta vez, al menos trata de moverte fuera del camino?”

“Estoy intentando,” murmuré, levantándome de mis rodillas e incorporando mi cuerpo otra vez.

“Tu sabes,” Catcher dijo, realizando una serie de movimientos con su bokken provocando que retrocediera al lado opuesto de la estera. “Celina no te va a dar la chance de que calientes. No va retirar sus golpes. Y no va a esperar a que llames refuerzos.”

Dio media vuelta, luego llevó su espada alrededor en un movimiento ondeante como un lanzamiento de tennis al revés.

“Estoy haciendo,” dije mientras evitaba un golpe y trataba de encontrar mi camino de regreso a ese lado del salón, “lo mejor”- balanceé mi katana, pero la detuvo con su propio acero-“que puedo.”

“Esto no es lo suficientemente bueno,” bramó, y encontró mi bokken con un golpe de dos manos que azotó la madera de mis manos sudorosas. Como si estuviera avergonzada por mi torpeza, la espada voló, rebotó en la estera una, dos veces, y finalmente se detuvo después de rodar.

El salón quedó en silencio.

Me arriesgué a lanzar una mirada. Catcher estaba de pie frente a mí, espada en una mano, la piel húmeda por el esfuerzo, desconcierto en su expresión.

No estaba interesada en contestar la pregunta en sus ojos, así que me incliné, manos en las rodillas, mi propia respiración dificultosa. Aparté el sudoroso flequillo de mi rostro.

“Levántala,” ordenó, “y dásela a Juliet.”

Caminé hasta donde estaba la espada, me agaché y la recogí. Juliet dio un paso adelante, y después de su mirada compasiva, la tomó de mi mano. Asumiendo que había sido despachada, di la vuelta y limpié el sudor de mis ojos.

Pero Catcher llamó mi nombre, lo miré para encontrar su mirada una vez más. Buscó en mis ojos, escaneando mis iris en una forma preternatural que tendría que haber esperado de un hechicero investigador. Segundos pasaron antes de que se enfocara y me mirara a mí nuevamente, en vez de a través de mí. “Hay algo que necesites decirme?”

El pulso me latía en los oídos. Se había olvidado, aparentemente, que habíamos sacado a colación el tema anteriormente, que había tratado de hablar con él sobre el mal funcionamiento de mi vampiro. Era más que feliz de mantenerlo de esa forma. Sacudí la cabeza.

Podía decir que no estaba satisfecho con eso, pero miró a Juliet y se preparó para luchar.

Catcher trabajó con Juliet a través de las mismas siete katas, sus movimientos prácticos y precisos, la delicadeza de su forma de desenmascarar su habilidad blandiendo el arma larga. Cuando hubo terminado con ella, nos pidió críticas. Los guardias, primero con temor y luego con confianza, ofrecieron sus observaciones sobre la actuación. En general, los sobrenaturales estaban impresionados, pensando que la subestimación del enemigo sobre ella trabajaría a su favor.

Peter también recibió entrenamiento antes que Catcher dijera que la sesión había llegado a su fin. Terminó con unos pocos comentarios de despedida y generalmente evitando contacto visual conmigo, antes de estrechar la mano de Luc, tirando de su camiseta, agarrando sus armas y saliendo de la habitación.

Recogí mi espada y me calcé, con la intención de tomar una ducha post-entrenamiento. Lindsey se me acercó y puso una mano sobre mi brazo mientras se colocaba sus zapatos.

“Está todo bien?” Preguntó.

“Ya veremos,” susurré en respuesta mientras Luc doblaba un dedo hacia mí.

“A la oficina de Ethan,” fue todo lo que dijo cuando me le aproximé. Pero dada la irritación en su voz, eso fue suficiente.

“Debería ducharme primero? O cambiarme?”

“Arriba, Merit.”

Asentí otra vez. No estaba enteramente segura de que había hecho para merecer una visita a la oficina del director, pero supuse que mi actuación durante el entrenamiento tendría algo que ver con esto. O estaban impresionados por el minuto o dos que había permitido a la vampiro tomar el control, o habían estados decepcionados por el resto. O, dados los golpes que había conseguido y el echo de que había dejado caer la espada, habían sido ofensivos. De cualquier manera, Catcher y Luc deberían tener preguntas, y suponía que esas preguntas serían realizadas arriba.

Espada en mano, troté hasta el primer piso y me dirigí a la oficina de Ethan, luego cuando alcancé la puerta la golpeé.

“Entra,” dijo.

Abrí la puerta y lo encontré sentado en su escritorio, manos unidas sobre él, mirada fija en mí mientras entraba. Eso fue una primicia. Lo que usualmente tenía su atención era el papeleo de trabajo, no el vampiro en su puerta.

Cerré la puerta detrás de mí y me quedé de pie ante él, con el estómago agitándose por los nervios.

Ethan me hizo quedarme de pie allí por un buen minuto, quizás dos, antes de hablar. “Viajes de orden.”

“Orden?” Pregunté.

“Merit,” comenzó, “estas posicionada como Centinela de esta Casa.” Me miró expectante, cejas levantadas.

“Eso fue lo que oí,” respondí secamente.

“Mi expectativa,” continuó sin comentarios, “la expectativa de esta Casa, es que cuando sos pedida a mejorar tus habilidades, a reforzar tus habilidades, lo hagas. Sobre pedido. Cuando sea que sea requerido, si es durante un entrenamiento uno-contra-uno o si es enfrente de tus colegas.”

Se detuvo, aparentemente esperando una respuesta.

Yo simplemente lo miré. Podía admitir que lucía descuidada allí. Pero si ellos supieran el trabajo por el que me estaba haciendo pasar, estaba segura de que estarían impresionados.

“Hemos hablado sobre esto,” continuó. “Necesito-necesitamos una Centinela activa en esta Casa. Necesitamos un soldado, alguien que hará el esfuerzo que sea necesario, cuya dedicación a esta Casa no sea débil, cuyo esfuerzo y atención sea siempre dado. Necesitamos a un vampiro que dé todo de si misma, a esta causa.”

Arregló una grapadora plateada en su escritorio, alineándola con el plateado dispensador de cinta a su lado.

“Había pensado, dado el echo que confiamos en vos respecto a los Breckenridges, y las raves, que lo habías entendido. Que no necesitarías una lectura elementaria respecto a el nivel de tu esfuerzo.”

Lo miré, y me contuve para no mostrarle el moretón que se había formado en mi brazo izquierdo-despareciendo pero no yéndose todavía-como una evidencia obvia de mi esfuerzo. De la representación de mi ejercicio en el auto-control.

“Estoy siendo claro?”

Allí, de pie ante él, sudorosa en mi equipo de entrenamiento, con la katana enfundada en la mano, pensé que tenía tres opciones. Podía discutir con él, decirle que me había matado trabajando (con todas las evidencias de lo contrario), lo que probablemente llevaría a preguntas que no quería responder. O, podía ir limpio, decirle mi problema de vampiro medio-horneado, y esperar a ser entregada al GP (Presidio de Greenwich) para ser manipulada.

No, gracias. Opté por la opción número tres.

“Liege,” reconocí.

Eso fue todo lo que dije. Aunque tenía cosas para decir sobre su problemas de confianza, le dejé tener el punto, y mantendría guardado mi secreto.

Ethan me observó por un largo tiempo, un momento silencioso antes de bajar la mirada y escanear los documentos en su escritorio. Los nudos en mi espalda aflojándose.

“Te puedes ir,” dijo, sin levantar la vista otra vez.

Me fui.

Una vez arriba otra vez, me duché y vestí con ropas que decididamente no iban con el código de vestimenta Cadogan-mi par favorito de jeans, y un top rojo de manga corta hasta la cintura con un escote descentrado. Tenía una cita con Morgan y una fiesta de no-yéndose-tan-lejos para Mallory a las que asistir. El escote revelador del top era muy apropiado para una cita con un vampiro novio.

Me apliqué brillo, máscara de pestañas y rubor, dejé mi cabello suelto sobre mis hombros, me deslicé dentro de unas rojas valerinas chatas, de punta cuadrada, luego agarré mi beeper y mi espada-ambos accesorios requeridos por los guardias de la Casa-y cerré mi habitación detrás de mí. Caminé hasta el pasillo del segundo piso y doblé la esquina.

Cuando tomé las escaleras, desvié mi mirada de los escalones al chico ascendiendo del otro lado. Era Ethan, con la chaqueta del traje sobre un brazo.

Su expresión mostró un tipo de vago interés masculino, como si todavía no se hubiera dado cuenta a quién estaba examinando precisamente. Dado el cambio de las ropas sudadas de Merit post-entrenamiento a las de Merit pre-cita, no era sorprendente que no me reconociera.

Pero mientras pasaba, cuando se dio cuenta que era yo, sus ojos se ensancharon. Y hubo un increíblemente satisfactorio enganche en sus pasos.

Me mordí una sonrisa y continué caminando. Mientras pasaba a través del primer piso hacia la puerta frontal, probablemente lucía indiferente.

Pero supe que siempre recordaría ese pequeño trastabilleo.

Traducido por mi♥

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Friday Night Bites / Capítulo 10

CAPÍTULO DIEZ: PUEDES DECIR MUCHO POR EL TAMAÑO DE LA BIBLIOTECA DE UN HOMBRE

Era sorprendente.
Mi boca se abrió de la conmoción, caminé dentro y giré lentamente para captarlo todo. La biblioteca era cuadrada, elevándose a través del segundo y tercer piso. Tres altos ventanales con forma de arco iluminaban la habitación. Una intrincada barandilla de hierro forjado color carmesí delimitaba el piso superior, al cual se tenía acceso por una escalera caracol del mismo metal carmesí. Mesas coronadas por lámparas de latón con sombreados verdes llenaban los centros.
Las paredes – de piso a techo – estaban alineadas por libros. Grandes y pequeños, de cubiertas de cuero y rústicas, todos ellos divididos en secciones – historia, de referencia, fisiología vampira, incluso un pequeño grupo de títulos de ciencia ficción.
“Oh. Dios. Mio.”
Ethan se rió a mi lado “Y ahora estamos a mano por el asunto de convertirte sin tu consentimiento.”
Hubiera acordado con cualquier cosa sólo de tocarlos, así que tiré un ausente “seguro,” caminé hacia una de las estanterías, y acaricié mis dedos por sobre los lomos de los libros. La sección estaba dedicada a (cortado)
Saqué una copia encuadernada en cuero azul marino de ‘La casa Desolada’ de su estante. Abrí el lomo, pasé la apergaminada página frontal, y comprobé la primera hoja desgastada. La impresión era pequeña y tan fuertemente apretada en el papel que podías sentir los relieves de las letras. Lloriqueé felizmente, luego cerré el libro nuevamente y lo deslicé a su lugar.
“Eres una esclava de los libros,” dijo Ethan, riendo. “Si hubiera sabido que eras tan fácil de apaciguar, te hubiera traído a la biblioteca hace semanas.”
Hice un sonido de acuerdo y saqué un delgado volumen de poesía de Emily Dickinson. Hojeaba por las páginas hasta que hallé el poema que quería, luego lo leí en voz alta, “he muerto por la belleza, pero fue apenas acoplado en la tumba, cuando uno que murió por la verdad fue acostado en una habitación contigua. Él cuestionó con suavidad por qué caí? ‘por la belleza,’ contesté. ‘Y yo por la verdad – los dos son uno. Nosotros hermanos somos.”
Gentilmente, cerré la cubierta del libro y lo retorné a su lugar, luego miré por encima a Ethan, quien permanecía en pie a mi lado, su expresión contemplativa. “Moriste por belleza o por la verdad?”
“Yo era un soldado,” dijo.
Eso me sorprendió, y no. La idea de Ethan batallando – en lugar de andar de política en la trastienda – me sorprendió. La idea de Ethan en medio de la guerra no lo hizo.
“Dónde?” pregunté en voz baja.
Se detuvo en un pesado silencio, la tensión clara en la inclinación de su barbilla, luego me dio una evidente fingida sonrisa despreocupada. “Suecia. Hace mucho tiempo.”
Él había sido vampiro por 394 años; hice las cuentas históricas. “La Guerra de los Treinta Años?”
Él asintió. “Muy bien. Tenía diecisiete cuando peleé por primera vez. Llegué a los treinta antes de ser convertido.”
“Fuiste convertido en batalla?”
Otro gesto de asentimiento, sin elaboración. Acepté la sugerencia. “Supongo que yo fui transformada en batalla, en cierta forma.”
Ethan sacó un libro de la estantería ante él y en forma ausente hojeó a través del mismo. “Te refieres a la batalla de Celina por controlar las Casas?”
“Tal y como es.” Me recosté sobre las estanterías, brazos cruzados. “Qué crees que ella quiera en última instancia, Ethan? A los vampiros controlando el mundo?”
Él sacudió su cabeza, cerró el libro y lo colocó de regreso en su lugar. “Ella quiere cualquier nuevo orden mundial que la ponga en el poder – esté a cargo de vampiros o humanos, o ambos.” Inclinó su cuerpo, posó un codo sobre uno de los estantes a mi lado, y apoyó la cabeza en él, pasando sus largos dedos por su cabello. Su otra mano estaba en la cadera. Él lucía, repentinamente, muy cansado.
Mi corazón se apretó en simpatía.
“Y qué quieres tú, Merit?” Él había estado mirando abajo hacia el piso, pero de pronto había elevado sus vidriosos ojos verdes a los míos. La pregunta era lo suficientemente sorprendente; el pseudo resplandor de sus ojos fue brutal.
Mi vos fue suave. “A qué te refieres?”
“Tú no lo habrás planeado, pero eres miembro de una honorable Casa, en una posición única, una posición de algo de poder. Eres fuerte. Tienes conexiones. Si pudieras estar en la posición de Celina, lo estarías?”
Me estaba poniendo a prueba? Rebusqué en sus ojos. Tenía la intención de medirme?, para ver si podía soportar el hambre de poder que se había apoderado de Celina? O era más simple que eso?
“Asumes que ella se volvió mala,” dije, “que ella había estado equilibrada como humana pero que habría perdido de alguna manera el control con el cambio. No estoy segura de que eso sea cierto. tal vez ella siempre fue mala, Ethan. Tal vez ella no se hartaba, no se volvió repentinamente (cortado)
Sus labios se separaron. “Somos diferentes, Celina y yo?”
Miré hacia abajo y tiré nerviosamente de mi falda de seda. “No lo son?”
Cuando miré nuevamente arriba, su propia mirada era íntima y a la búsqueda, tal vez como si considerara la pregunta, sopesando el equilibrio de su larga vida.
“Te estás preguntando si te traicionaría?” le pregunté.
Hubo anhelo en su mirada, en su expresión. No creo que tuviera la intención de besarme, aunque la idea de ello – tal vez el deseo de ello, el miedo de ello – aceleró mi pulso.
Sotto voce, dijo, “hay cosas que quiero decirte – acerca de Cadogan, de la Casa, de la política.” Tragó, tan incómodo como nunca lo había visto. “Hay cosas que necesito contarte.”
Elevé mis cejas, invitándolo a hablar.
Él abrió su boca, luego la cerró nuevamente. “Tú eres joven, Merit. Y no me refiero a la edad – era apenas más grande que tú cuando fui convertido. Eres una Noviciada vampiresa, y una nueva Novata en ello. Y aún así, con siquiera dos meses de tutelaje, has visto la violencia y manipulación de la que somos capaces.”
Miró nuevamente a los libros y sonrió con nostalgia. “En ese aspecto no somos tan diferentes de los humanos después de todo.”
Se hizo el silencio en la cavernosa sala hasta que me miró nuevamente. Cuando lo hizo, su expresión era sombría. “Las decisiones se toman….” Se pausó, parecía organizar sus pensamientos, luego comenzó nuevamente. “Las decisiones son tomadas con un ojo en la historia, con un ojo hacia la protección de nuestros vampiros, de resguardar nuestras Casas.”
Ethan asintió hacia la pared de libros al otro lado de la habitación, un montón de volúmenes amarillos con números rojos en sus lomos.
“El Cannon completo,” dijo, y comprendí entonces por qué el Canon era enviado a los Iniciados Vampiros en la forma de una Referencia de Escritorio. Debía de haber quince o veinte volúmenes en cada hilera, y había múltiples hileras en múltiples estanterías.
“Eso es una gran cantidad de leyes,” le dije, mi mirada siguiendo la línea de libros.
“Es un montón de historia,” dijo Ethan. “Muchos, muchos siglos de ella.” Me miró nuevamente. “Estás familiarizada con el sistema de las Casas, de los Exterminios?”
Lo estaba. La Referencia de Escritorio, aunque no parecía ofrecer una reproducción paso a paso de lo que la colección completa proveía, delineaba la historia básica del sistema de las Casas, desde sus orígenes en Alemania al desarrollo del Tribunal Francés que, por primera vez, colectivamente gobernó a los vampiros del Occidente de Europa, al menos hasta que el Presidio trasladó la convocación a Inglaterra luego de las Guerras Napoleónicas. Ambos actos eran atribuibles al pánico ocasionado por las Exterminaciones.
“Entonces comprendes,” continuó ante mi asentimiento, “la importancia de proteger a los vampiros. De construir alianzas.”
Sí entendía, por supuesto, habiendo sido entregada a Morgan para asegurar una potencial alianza con Navarro. “Los Breckenridges,” dije, “los había considerado aliados. Nuca pensé que él me hablaría de esa forma. No Nick. Él me llamó vampiro – pero no era sólo la palabra, Ethan. Fue una palabrota. Una maldición. Me detuve, elevé mi mirada hacia Ethan. “Él dijo que vendría tras de mí.”
“Sabes que estás protegida?” calladamente preguntó, honestamente preguntó. “Siendo una vampiro de Cadogan. Viviendo bajo mi techo.”
Apreciaba la preocupación, pero no era que le temiera a Nick. Era que lamentaba perderlo por ignorancia. Por el odio. “El problema es,” dije, “que no sólo ellos no son aliados – ellos son enemigos.”
La frente de Ethan se arrugó, esa pequeña línea regresó entre sus cejas. Y en sus ojos – no sé qué era, mas que (cortado)
Fuera lo que fuera, se lo sacudió, puso su expresión en blanco y asumió el tono de Maestro vampiro.
“Te traje aquí – la información está a tu disposición. Sabemos que eres poderosa. Refuerza ese poder con conocimiento. No serviría de nada que permanecieras ignorante.”
Cerré mis ojos con fuerza ante el golpe. Cuando los abrí nuevamente, él se estaba encaminando hacia la puerta, su salida marcada por el sonido de sus pasos sobre el suelo de mármol. La puerta se abrió y cerró nuevamente, y entonces el cuarto estuvo en silencio y quieto, la caja fuerte cerrada a un mundo mejor.
Mientras regresaba a los libros y examinaba las estanterías, me dí cuenta de su patrón. Cada vez que empezaba a verme como algo más que una responsabilidad o un arma, cada vez que nos habábamos el uno al otro sin la barrera del rango y la historia entre nosotros, él retrocedía, más seguido que el no insultarme para forzar la distancia. Conocía al menos algunas de las razones por las que retrocedía – incluyendo su sentido general de mi inferioridad – y sospechaba otras – la diferencia en nuestro rango.
Pero había algo más allí, algo que no podía identificar. El miedo en sus ojos lo revelaba – él tenía miedo de algo. Tal vez de algo que quisiera contarme. Tal vez de algo que no quería contarme.
Sacudí mi cabeza para despejar la mente, a continuación me fijé en mi reloj. Faltaban dos horas para el amanecer, la mayor parte de mi noche había sido ocupada por Ethan, Nick, y mi padre, así que tomé la oportunidad de darle a la biblioteca el examen de una antigua investigadora.
Los libros estaban organizados en sección de Ficción y no ficción como una biblioteca tradicional, cada sección organizada, cada estantería (cortado)
Busqué en los estantes por algo que leer y me decidí en un libro de Fantasía Urbana del estante de Ficciones populares. Dejé la biblioteca luego de una nostálgica y algo nerd, despedida, prometiéndole a las pilas que regresaría cuando tuviera más tiempo, luego me dirigí escaleras abajo y hacia la parte trasera de la Casa. Seguí el largo corredor principal hacia el área de la cafetería, donde un manojo de vampiros estaba apiñado comiendo bocadillos antes del amanecer, sus miradas elevándose a medida que caminaba hacia la puerta trasera. Me deslicé fuera al patio de ladrillos que se extendía por la parte posterior de la Casa, a continuación seguí un camino de acceso al pequeño jardín oficial. En el medio del jardín había una fuente iluminada por una docena de luces en el suelo, y la luz era lo suficientemente intensa como para leer. Elegí un banco, arrollé mis piernas en el asiento, y abrí el libro.


El tiempo pasó, los terrenos vacíos y en silencio a mi alrededor. Dado que la noche se iba diluyendo, me desperecé, cerré el libro y descrucé las piernas. Mientras me paraba observé al fondo de la Casa. Una figura estaba en pie frente a una ventana en el tercer piso, manos en los bolsillos, de frente al jardín.
Era una ventana en el antiguo cuarto de Amber, la suite de la Consorte junto a la de Ethan. Las habitaciones que él había despejado. Ella se había ido, como así también el mobiliario; no podía imaginar que nadie excepto él, estuviese en la habitación, mucho menos mirando fijamente al jardín.
Me quedé en pie allí por un momento, el libro en mis brazos, observándolo meditar. Me preguntaba en qué estaría pensando. Estaría acongojado por ella? Estaría enojado? Estaría avergonzado que no había previsto (cortado)
El horizonte comenzaba a ponerse púrpura. Dado que no tenía ninguna urgencia de ser atrapada en el sol, y reducida a cenizas porque me había acurrucado con un libro de bolsillo en el jardín – o espiando a mi Maestro – regresé a la Casa, mirando ocasionalmente hacia arriba a la ventana, pero él nunca cambió de posición.
Peter Gabriel me vino a la mente, sus letras acerca de trabajar sólo para sobrevivir. Ethan hacía eso. Día y noche, él continuaba cuidando de los más de trecientos vampiros de Cadogan. Éramos como una clase de reino, y él era el señor de la casa, el Maestro literal y figurativo de la Casa. Nuestra supervivencia era una responsabilidad que recaía sobre sus hombros, y que lo hacía desde la muerte de Peter Cadogan.
Era, me dí cuenta, una responsabilidad que le confiaba a él. La falla más grande de Ethan, al menos hasta donde tenía conocimiento, era su incapacidad de separar esa responsabilidad de todo el resto de su vida.
De todos los demás en su vida.
Y así, en una noche a finales de mayo, me encontré a mí misma en pie sobre el césped de una mansión de vampiros de Hyde Park, mirando fijamente hacia arriba a la visión enmarcada en piedra de la cara de un chico vestido en Armani, un enemigo que se había convertido en un aliado. Irónico, pensé, que había renunciado a un aliado hoy, pero había ganado a otro.
Ethan hizo correr una mano sobre su cabello.
“En qué estás pensando?” susurré, sabiendo que no podía oírme.
Dónde había un reproductor de música cuando uno lo necesitaba?

Traducido por Chloe♥

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Friday Night Bites / Capítulo 9

CAPÍTULO NUEVE

EL SECRETO JARDÍN DE LOS SECRETOS

“Me preguntaba cuanto tiempo te tomaría llegar hasta aquí,” Nicholas dijo, brazos cruzados sobre su pecho mientras me miraba. Dos lámparas resistentes al viento lanzaban un brillo dorado sobre su torso, el cual estaba precisamente cubierto con una remera de la Maratón de Chicago. Había sustituido el traje por la remera, y también cambió los pantalones de vestir por jeans.
Caminé hasta el centro del círculo y miré hacia él, mi sonrisa tenue. “Casi olvido que esto estaba aquí.”
Nicholas hizo un sonido sarcástico y movió sus hombros. “Lo dudo mucho, Merit, de que hayas olvidado nuestro castillo.”
Aunque una esquina de su boca se elevó cuando lo dijo, su expresión se enserió de nuevo lo suficientemente rápido. Escaneó mi vestido, luego deslizó su mirada a la mía. “Los vampiros parecer haber logrado lo que tu padre no pudo hacer.”
Lo miré fijamente por un segundo, insegura de si trataba de insultarme a mí, a mi padre, o a Ethan, aunque sentí que eran un disparo para los tres. Opté por ignorarlo, y caminé alrededor de él para trazar el perímetro del círculo que marcaba el centro interno del laberinto. Tenía probablemente quince pies de ancho, marcado por espacios frontales en (cortado)
“No esperaba encontrarte fuera de la Casa Cadogan,” admití.
“No esperaba encontrarte dentro de la Casa Cadogan. Los tiempos cambian.”
“Las personas cambian?” Le pregunté mirándolo por sobre mi hombro.
Su expresión se mantuvo igual. Inexpresiva, recatada.
Decidí comenzar con sutilezas. “Cómo has estado?”
“Estoy más interesado en como tú has estado. En la... cosa que te has convertido.”
Levanté las cejas. “La cosa?”
“El vampiro.” Casi escupió la palabra, como si el sonido en sus labios lo disgustara. Apartó la mirada, dirigiéndola hacia los bosques. “Las personas cambian, aparentemente.”
“Sí, lo hacen” estuve de acuerdo, pero me contuve de mantener mis pensamientos sobre su actual actitud para mi misma. “No sabía que estabas de regreso en Chicago.”
“Tenía negocios.”
“Estás de vuelta para quedarte?”
“Ya veremos.”
Una pregunta más importante: “Entonces estás trabajando? En Chicago, quiero decir?”
Su mirada cambió otra vez hacia mí, una oscura ceja arqueada. “No estoy segura de estar cómodo discutiendo mis panes contigo.”
Era mi turno de arquear una ceja. “Tú me pediste que te encontrara aquí fuera, Nick, no al revés. Si no te sentís cómodo discutiendo cosas conmigo, probablemente deberías haberme dejado quedarme en la casa.”
Me miró por un largo rato. Un intenso rato, esos ojos gris acero fijados en los míos, como si pudiera ver a través de mí para desentrañar mis intenciones. Tenía que contenerme para no cambiar mis pies en el silencio.
“Quiero saber por qué estás aquí,” dijo finalmente. “En la casa de mis padres. En la casa de mi familia.” Dada la desconfianza en su voz, supuse que no era una coincidencia de que Julia fuera la única Breckenridge en la fiesta.
Coloqué mis manos detrás de mi espalda, y lo miré. “Es tiempo de que recuerde las obligaciones de mi familia.”
Él respondió con una mirada seca. “Te he conocido por veinte años, Merit. Las obligaciones familiar no están alto en tu lista de prioridades, especialmente cuando esas obligaciones involucran asuntos de traje de etiqueta. Trata de nuevo.”
No sabía lo que se proponía, pero no iba a soltar todos mis secretos. “Dime por que estabas fuera de la Casa Cadogan.”
Levantó su mirada, su expresión un reto: Por qué debería contestar tus preguntas?
“Quid pro quo,” le dije. “Tu respondes las mías, y yo contestaré las tuyas.”
Humedeció su labio inferior mientras consideraba la oferta silenciosamente, luego me miró. “Estoy investigando,” dijo.
“Estás escribiendo una historia?”
“No dije que estuviera escribiendo una historia. Dije que estaba investigando.”
Bien, entonces estaba investigando, pero no con el fin de escribir una historia-sobre vampiros u otro tema. Entonces que estaba investigando? Y si tenía preguntas, por qué estaba buscando por respuestas en una montonera de reporteros fuera de la Casa, en vez de usar sus propias conexiones? Más importante, por qué Nick y por qué no Jamie?
Nick metió sus manos dentro de los bolsillos e inclinó su cabeza hacia mí. “Quid pro quo. Por qué estás aquí?”
Me tomé un segundo de consideración antes de decirle. “Estamos haciendo nuestra propia investigación.”
“De quién?”
“No es precisamente quien, sino que. Estamos tratando de mantener a nuestra gente segura.” No era la entera verdad, pero era verdad suficiente.
“De qué?”
Sacudí mi cabeza. Era tiempo de excavar un poco más profundo. “Quid pro quo. Mientras estamos discutiendo, los Brecks, qué ha estado haciendo la familia? Cómo está Jamie en estos días?”
La expresión de Nick cambió tan repentinamente que casi retrocedo un paso. Su mandíbula se tensó, sus narinas se hincharon, y sus manos se cerraron en puños. Por un segundo, pude haber jurado sentir un breve pulso de magia-pero después ya no estaba.
“Mantente. Alejada. De Jamie,” soltó.
Fruncí el ceño, tratando de adivinar de donde había venido la rabia. “Simplemente pregunté como estaba, Nick.” En realidad para descubrir si estaba tratando de sacrificarnos para ganar el apoyo de Papa Breck, pero Nick no necesitaba saber eso. “Por qué necesito mantenerme lejos de él? Qué piensas que voy a hacer?”
“Él es mi hermano, Merit. Historia familiar o no, historia personal o no, lo protegeré.”
Le fruncí el ceño, puse mis manos en las caderas. “Estás bajo la impresión de que voy a herir a tu hermano? Porque puedo decirte-prometerte de echo-que ese no es el caso.”
“Y los vampiros son conocidos por su confiabilidad, no es cierto, Merit?”
Eso dolió, y ensanchó mis ojos. No era simple animosidad, ni solamente algún sentido de protección fraternal, sino también un gran, agrio prejuicio. Simplemente lo miré fijamente.
“No se que se supone que deba decir a eso, Nick.” Mi voz era tranquila. En parte shockeada, en parte consternada de que una amistad se hubiera torcido tanto.
Nick aparentemente no compartía esa consternación; me atravesó con una mirada que levantaba los cabellos de mi cuello. “Si algo le pase a Jamie, iré tras de ti.”
Una última mirada amenazadora, luego volteó y desapareció a través del espacio en el seto de enfrente.
Miré fijamente como se iba, golpeé mis dedos contra mi cadera, tratando de entender lo que acababa de pasar. No solo el hecho (cortado)
Dejé salir una respiración y eché una mirada alrededor del laberinto. El brillo de las lámparas resistentes al viento comenzó a titilar debido a que el aceite se estaba terminando. La luz desvaneciéndose, y con más preguntas con las que llegué, comencé mi camino de regreso a través del boj.
La rabia de Nick, su desconfianza, hizo la caminata de regreso a través de los bosques un poco menos sentimental-y un poco menos temible. Nocturna o no, no estaba emocionada por merodear por los bosques en el medio de la noche. Elegí cuidadosamente mi camino de regreso a través de los árboles, ojos y oídos alertas a la presencia de cosas sigilosas y en movimiento que viven y crecen en la oscuridad.
Repentinamente, sin advertencia, algo revolvió los árboles.
Me congelé, mi cabeza girando rápidamente de lado para atrapar el sonido, el corazón latiendo en mis oídos...
Y el sentimiento de interés de mi vampiro.
Pero el bosque estuvo silencioso otra vez.
Tan silenciosa como pude, deslicé mi mano debajo del dobladillo de mi vestido para alcanzar mi daga enfundada. Siempre tan lenta, siempre tan silenciosa, saqué la daga. No estaba enteramente segura de lo que iba a hacer con ella, pero tenerla en mi mano tranquilizaba la persecución de mi corazón.
Entorné los ojos en la oscuridad, tratando de perforar el bosquecillo de árboles.
Algo se movió sigilosamente a través del bosque. Un animal, de cuatro patas por el sonido que hacía. Estaba probablemente a yardas de distancia, pero lo suficientemente cerca para que pudiera oír el pat-pat de las pisadas en la maleza.
Apreté los sudosos dedos alrededor del mango de la daga.
Pero luego, parada allí en la oscuridad, espada en mano, mi corazón latiendo con la prisa del miedo y la adrenalina, recordé algo que Ethan me había dicho sobre nuestra naturaleza predadora: Para mejor o peor, estamos en la cima de la cadena alimenticia.
No humanos.
No animales.
No la cosa que vagaba en los bosques junto a mí.
Vampiros.
Yo era una predadora, no una presa. Entonces, en una voz que sonó un poco demasiado airada para ser la mía, mis ojos en el lugar entre los árboles donde imaginaba que estaba, y le aconsejé al animal en la oscuridad, “Corre.”
Un segundo de separación de silencio antes de un repentino movimiento, el sonido de tierra pisoteada y ramas rotas, patas moviéndose lejos mientras el animal se precipitaba hacia la seguridad.
Segundos después, el bosque estaba silencioso otra vez, lo que sea que había estado allí se había ido en busca de la seguridad en otra dirección, lejos de la amenaza.
Lejos de mí.
Esa era una habilidad útil, una ligeramente perturbadora.
“En la cima de la cadena alimenticia,” Susurré, luego reanudé mi viaje de regreso a la casa, el mango de la daga ahora húmedo en mi mano.
Lo mantuve allí hasta que aclaré el bosquecillo de árboles, hasta que pude ver el acogedor brillo de la casa. Cuando golpeé el césped, enfundé el cuchillo, luego corrí las yardas finales. Pero como la esposa de Lot* no pude resistir un último vistazo por encima de mi hombro.
Cuando me volteé, el bosque era denso, inhóspito y poco acogedor, y envió un escalofrío por mi columna vertebral.
“Merit?” Alcancé el patio, levanté la vista. Ethan estaba de pie en la cima de los escalones de ladrillo, manos en sus bolsillos, cabeza inclinada hacia un lado con curiosidad.
Asentí, lo pasé de largo, y me moví hasta el escondite de mis accesorios que había dejado en la barandilla. La caminata por el césped húmedo por el rocío había limpiado el bosque de mis pies, y me coloqué los tacos de nuevo.
Sin palabras, caminó hasta mí, se quedó de pie y observó como me calzaba, y recogía mi bolso.
“Se encontraron?” Preguntó.
Sacudí mi cabeza. “Te diré después.” Miré una última vez hacia atrás, a la extensión de árboles. Algo destelló en el bosque-ojos o luz no podría decirlo-pero temblé de todos modos. “Entremos.” Me miró y luego lanzó un vistazo hacia los árboles, pero asintió y me siguió hasta la casa.

*Lot y su esposa son personajes del Antiguo Testamento, ellos y sus hijos estaban escapando, y les habían advertido que no miraran hacia atrás. La esposa desobedeció y echó una última mirada y se convirtió en una estatua de sal.
La Sra. Breck habló, agradeció a los invitados por asistir. Los voluntarios fueron presentados, hicieron discursos políticos sobre la importancia de la Coalición de Cosecha para la ciudad de Chicago, y fueron aplaudidos. El dinero fue recolectado, los números intercambiados, y Ethan y yo nos hicimos un lugar a través de los ciudadanos más adinerados del área metropolitana de Chicago.
Simplemente una noche de Viernes promedio en los escalones superiores.
Cuando nosotros habíamos hecho nuestras partes y nuestra propia contribución a la causa en el nombre de Cadogan, Ethan firmando un próspero cheque, nosotros agradecimos a la Señora Breckenridge por la invitación y escapamos a la tranquilidad Mercedes.
El interior del auto olía como su colonia, limpia y jabonosa. No había notado eso antes.
“Y tu reunión?” Preguntó cuando estábamos de regreso en la ruta.
Fruncí el ceño y crucé mis brazos sobre mi pecho. “Quieres buenas noticias o malas noticias?”
“Necesito ambas, desafortunadamente.”
“Hay un laberinto detrás de la casa. Él me estaba esperando. Me dio algunos gruñidos por haberme convertido en vampiro, luego dijo que estaba esperando en frente de Cadogan porque estaba investigando. No trabajando en una historia,” aclaré antes de que Ethan pudiera preguntar, “pero investigando.”
Ethan frunció el ceño. “Lo cual nos indica qué sobre la supuesta historia vampírica de Jamie?”
“Sin pistas,” Dije. “Y ahora las malas noticias-le pregunté sobre Jamie, una pregunta totalmente inocua, y se volvió loco. Me dijo que me mantuviera alejada de Jamie. Parece pensar que la tenemos con él.
“Nosotros?” Ethan preguntó.
“Vampiros. Dijo algo sobre como no somos conocidos por nuestra confiabilidad.”
“Hmm,” dijo. “Y cómo lo dejaste?”
“Antes de que saliera de sí, prometió que si algo le ocurría a Jamie, vendría tras de mí.”
“Estas personas con las que te asocias son encantadoras, Centinela.” Su tono se había vuelto frío, remilgado. Odiaba ese tono.
“Son las personas con las que pediste que me asociara, Sullivan. No te olvides de eso. Y hablando de ese tema, por qué el cambio de planes? Desde cuando mi padre tiene total acceso a los secretos de los vampiros?”
“Opté por un cambio de estrategia de último minuto.”
“Y es quedarse corto,” murmuré. “Cuál era exactamente el supuesto resultado de esa estrategia?”
“Tuve una corazonada. Tu padre está increíblemente bien conectado, pero le falta relaciones entre los supernaturales. No hay duda de por qué estaba impaciente por trabajar contigo, esa impaciencia de reunirse conmigo. De todos modos, su falta de conexiones no quiere decir que no haga sus deberes.
Algo de su reacción te sorprendió?”
“Su total falta de sorpresa me sorprendió.” Levanté la mirada hacia él, una sonrisa apreciativa inclinándose en una esquina de mi boca. “Muy astuto, Sullivan. Sin preguntar, te arreglaste para que te indicara de que está prestando una muy cercana atención a la situación de Celina.”
“Administro ideas rescatables una y otra vez.”
Hice un sonido sardónico.
“Pero tienes razón-parece improbable que nada de lo que discutimos viniera con una sorpresa.”
“Dile lo que pienses que sea necesario,” dije, “con tal de que sepas que si él piensa que puede lograr alguno de sus fines, usará esa información contra nosotros.”
“Lo sé, Merit. Soy lo suficientemente sagaz para haber tomado su medida hasta ahora.” Mi estómago gruño siniestramente, y apreté una mano contra él. Podía sentir el dolor roer por el hambre, y no estaba a punto de arriesgarme de tener esa lujuria de sangre mientras estaba atrapada en un descapotable con un hombre con el que ya había tenido problemas. Podía admitir que Ethan era un pedazo bastante delicioso, pero no estaba ansiosa de tener a mi vampiro deseosa por una probada.
“Necesito un recreo,” le advertí. Miré fuera por la ventana y noté una salida en la carretera frente a nosotros, luego golpeé un dedo contra el vidrio. “Allí.”
Inclinándose hacia un lado para chequear la salida, arqueó una ceja. “Un recreo. Un recreo para qué?”
“Necesito comida.”
“Tu siempre necesitas comida.”
“Es comida o sangre, Ethan. Y dado que somos solo vos y yo en este auto en este preciso momento, comida sería considerablemente menos complicado, no crees?”
Ethan refunfuñó, pero pareció captar el gran punto y dirigió el Mercedes hacia la salida, luego costeó el parque de estacionamiento de una hamburguesería al lado de la carretera. Dada la hora-casi las tres de la mañana-éramos uno de los pocos orgullosos, tarde-en la noche, hambrientos de hamburguesas, en el estacionamiento.
Estacionó al lado del edificio y lanzó una mirada a través de la ventana del lado del conductor al revestimiento de aluminio de mal gusto, al paisaje cubierto de maleza, y al cartel del antiguo Dairy Litz (cartel que ahora decía solamente DA RY LITZ), el cual claramente había tenido mejores días.
Bajé la ventana, y el olor a carne y patatas y grasa caliente flotaron a través del coche.
Oh, esto iba a ser bueno. Simplemente lo sabía.
Él se volteó para mirarme, una ceja arqueada. “El Dary Litz, Centinela?”
“Lo amarás, Sullivan. Huele esas patatas fritas! Esa tanda es justo para ti.”
“Acabamos de tener una comida de cebiche y parfait de camarón.” Hubo una risita en su voz que aprecié.
“Seriamente-comimos marisco fustigado, puedes creer eso? Y tu me diste la razón. Da la vuelta.”
Hizo un vago sonido de desacuerdo, pero no uno muy serio, antes de dar marcha atrás y maniobrar al auto para colocarlo contra el carril.
Escaneé el menú iluminado, dudando entre una hamburguesa de queso con simple o doble tocino antes de decidirme en la triple. Era la luz del sol o una estaca de madera, no el colesterol, lo que de todos modos me traería abajo.
Ethan miró fijamente el menú. “No tengo ni idea de qué hacer aquí.”
“Ahí está la prueba positiva de que tomaste la decisión correcta al traerme en el personal.”
Ofrecí algunas sugerencias y cuando discutía conmigo, ordenaba lo suficiente para ambos-hamburguesas, papas fritas, batidos de chocolate, y una orden extra de aros de cebolla. Pago con efectivo que deslizó de una larga, delgada, carpeta de cuero del bolsillo interior de su chaqueta.
Cuando el Mercedes estaba lleno de vampiros y comida frita, condujo hasta la salida, luego se detuvo en la curva mientras doblaba el papel que envolvía su hamburguesa.
Cuando se la entregué, la miró fijamente por un momento, cejas arqueadas, antes de tomar un mordisco.
Hizo un vago sonido de apreciación mientras masticaba.
“Tú sabes,” dije, mordiendo un aros de cebolla, “Siento que las cosas serían mucho más calmadas para vos si simplemente admitieras que siempre tengo la razón.”
“Estoy deseoso de darte la ‘razón sobre la comida,’ pero eso es tan lejos como puedo ir.”
“Tomaré eso,” dije, sonriéndole, mi humor elevado por nuestro escape de Nick y mi padre, y probablemente por el impacto de grasienta comida rápida en mi nivel de serotonina.
No sintiendo necesidad de las delicadezas de una dama, tomé un gigantesco mordisco de mi propia hamburguesa de tocino, cerrando mis ojos mientras masticaba. Si había algo por lo cual le debía a Ethan Sullivan un gracias, era el echo de que podía comer lo que quería sin ganar peso.
Seguro, estaba hambrienta todo el tiempo, y una vez casi había saltado sobre su carótida, pero a pesar de todo era un pequeño precio a pagar. La vida era una mezcla heterogénea!
Toda esa serotonina, ese alivio, probablemente motivó mi próximo comentario. “Gracias,” le dije.
Hamburguesa desenvuelta en mano, volvió hacia la ruta otra vez, y retomamos nuestro viaje de regreso a Hyde Park. “Por qué?”
“Por cambiarme.”
Hizo una pausa. “Por cambiarte?”
“Claro. Quiero decir, no estoy diciendo que no ha habido un período de adaptación-”
Ethan bufó mientras se extendía hacia la caja de aros de cebolla encaramada entre nosotros. “Eso es más bien un eufemismo, no te parece?”
“Dame un respiro, estoy tratando de ser Agradecidamente Condescendiente.”
Ethan soltó una risita a la referencia de la tradición anacrónica del Canon-Agradecidamente Condescendiente siendo la actitud que se suponía que debía adoptar hacia Ethan, mi Liege. Y no del tipo de condescendencia que usualmente obtenía de él-esta era la versión de vieja-escuela de Jane Austen. Del tipo que aplaza hasta tus superiores y empleados todas las sutilezas sociales. Definitivamente no mi estilo.
“Gracias,” dije, “porque si no hubiera sido cambiada, no podría comer esta increíble comida insalubre. No sería inmortal. Sería completamente inútil con una katana-y esa es una habilidad que toda ciudadana de veintiocho años de Chicago necesita.” Por su sonrisa plana, lo empujé suavemente en broma con un codo. “Cierto?”
Rió suavemente.
“Y no me tendrías a mi para hostigarte. No tendrías mis conexiones ni mi fabuloso sentido de la moda.”
“Yo escogí ese vestido.”
Pestañeé fuera la sorpresa. La admisión me sorprendió y medio emocionó, aunque no lo iba a admitir. Señalé que no se vería tan bien en él, y obtuve un ‘hmph’ para mi problema.
“De todos modos, gracias.”
“De nada, Centinela.”
“Te vas a comer el resto de esas patatas fritas?”


Comimos hasta que llegamos a la Casa nuevamente. Tomamos el largo camino hasta el edificio, evitando el enredo de reporteros fuera de la verja. Ethan ondeó su tarjeta de entrada en la puerta del estacionamiento, una de las que se deslizan a un lado para permitirle la entrada a la rampa subterránea. Después de colocar el Mercedes en su lugar de estacionamiento, salimos del auto, cerramos las puertas detrás de nosotros, y Ethan-a pesar del hecho de que el auto estaba estacionado detrás de una verja de diez pies de acero debajo de la Casa de vampiros en un garage con acceso únicamente con un código secreto-activó el sistema de seguridad del Mercedes.
Medio camino a la puerta, se detuvo. “Gracias.”
“Por?”
“Por tu buena disposición de ir a casa, y aunque parecemos tener preguntas adicionales respecto a la participación de Nicholas, hemos hecho algunas incursiones, y sabemos más ahora que antes.” Aclaró su garganta. “Lo hiciste bien hoy.”
Le sonreí. “Te gusto. Realmente, realmente te gusto!”
“No exageres tu mano, Centinela.”
Abrí la puerta del sótano y con un movimiento de mano hice que pasara primero. “Edad antes de belleza.”
Ethan hmphed (sonido que muestra molestia), pero capté el destello de una sonrisa. “Graciosa.”
Cuando volteé para caminar hacia el salón de operaciones, suponiendo que debería hacer (cortado)
“Qué estás haciendo?”
Arqueé una ceja hacia él. “No estoy para un post-fiesta si eso es lo que estás ofreciendo.” Debido a su mirada plana, expliqué. “Necesito chequear mi archivo en el Salón de Operaciones.”
Soltó mi brazo, luego deslizó sus manos dentro de los bolsillos. “No estás dispensada todavía,” dijo, “Esperaré.”
Frunciendo el ceño, giré y caminé hacia las puertas cerradas del Salón de Operaciones. No tenía idea de que se traía entre manos, y no era el tipo de misterios que disfrutaba.
Cuando abrí las puertas y me deslicé dentro, fui saludada por silbidos que hubieran hecho sentir orgulloso a un obrero.
Juliet giró en su silla para obtener una mirada, luego me guiñó. “Luciendo bien, Centinela.”
“Ella tiene razón,” Lindsey dijo desde su propia estación. “Te arreglaste sorprendentemente bien.”
Rodé mis ojos, pero apreté el dobladillo de la falda e hice una pequeña reverencia, luego me tiró la carpeta que colgaba en su lugar en la pared. Había solamente un pedazo de papel dentro, una copia de la nota que Peter le había enviado a Luc. La nota contenía los nombres de los reporteros quienes habían sido asignados a cubrir la Casa Cadogan, y los diarios, sitios Web, y revistas para los que trabajaban.
Levanté la mirada, encontré a Peter mirándome curioso. “Ese fue un trabajo rápido,” dije sacudiendo el papel hacia él.
“Estarías sorprendida por lo que los colmillos te pueden conseguir,” dijo. Me dio una inexpresiva mirada, luego volvió a su computadora, dedos volando a través del teclado.
Él era extraño.
“Asumo que tu Liege y el mío sobrevivió a la noche?” Luc preguntó.
“Vivito y coleando,” dijo una voz detrás de mí. Miré hacia atrás. Ethan estaba de pie en el umbral, brazos cruzados sobre su pecho.
“Vamos?” preguntó.
Silenciosamente maldije la pregunta, sabiendo exactamente lo que irían a pensar el resto de los guardias sobre eso. es decir, se podría imaginar cosas mucho más lascivas en su agenda. Su atracción a mí no obstante, sabía mejor. Era una herramienta en el maletín de herramientas de vampiro de Ethan, una tarjeta de pase a ser sacada cuando necesitara el acceso.
“Seguro,” dije, después de darle a Lindsey una mirada de advertencia. Sus labios estaban apretados juntos, como si estuviera intentando no reír.
Deslicé mi archivo nuevamente a su lugar y, nota en mano, seguí a Ethan al pasillo, luego hasta el primer piso. Tomó el pasillo hasta las escaleras principales, luego hacia la esquina y tomó las escaleras hacia el segundo piso. Se detuvo frente a las puertas que sabía que llevaban a la biblioteca, pero todavía no había tenido tiempo de explorar.
Me paré a su lado. Me dirigió una mirada. “No has estado dentro?”
Sacudí mi cabeza.
Pareció complacido por mi respuesta, una extraña sonrisa de satisfacción en su rostro, agarró los mangos de la puerta en cada mano. Los giró, los empujó y abrió las puertas. “Centinela, tu biblioteca.”

Traducido por mi♥

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Friday Night Bites / Capítulo 8

CAPÍTULO OCHO

PAPA NO SERMONEES

La finca de los Breckenridge, anidada en las afueras de Illinois, era un enorme, sería en Francés, château (castillo), inspirado en el Biltomore de Vanderbilt, después de que uno de los antepasados de los Breckenridge, hinchado por los beneficios, hiciera un viaje fortuito a la villa Ashe, Carolina del Norte. Aunque la finca de los Breck casi ni rivalizaba con el tamaño de la casa de George Vanderbilt, la mansión de pálida piedra era un homenaje asimétrico macizo, completada con agujas puntiagudas, chimeneas, y altas ventanas punteando el abruptamente inclinado techo.
Ethan bajó la velocidad del Mercedes mientras conducía por el camino a través del parque-extendido hasta el césped de frente a la puerta principal, donde un valet con guantes blancos le señalaba que se detuviera.
Cuando un sirviente abrió la puerta, cuidadosamente salí fuera, la hoja y el estuche un peso en mi muslo no familiar. Mientras el Mercedes-mi vehículo de fuga- se alejaba, estiré mi cuello para mirar hacia la casa. Habían pasado seis o siete años desde que había estado aquí. Mi estómago se anudó, una combinación de nervios por el pensamiento de volver a entrar a una vida de la que había escapado a la primera oportunidad y por lo posibilidad de una confrontación con mi padre.
El césped crujía mientras Ethan se paraba a mi lado. Nos dirigimos (cortado)
“Necesitamos una invitación,” me recordó tranquilamente.
Lo había olvidado. A diferencia de las cosas sobre crucifijos y fotografías, este mito vampírico era actualmente cierto-no podíamos entrar a un hogar sin una invitación. Pero este mito no era sobre magia o maldad. Era, como lo eran muchos otros temas vampíricos, sobre reglas y regulaciones. Sobre el paradigma vampiro.
Esperamos un minuto más o menos, lo suficiente para que la Sra. Breck terminara de sacudir manos y charlar con la pareja que había llegado justo antes que nosotros. Cuando se alejaron, ella levantó la vista. Vi un parpadeo de reconocimiento al darse cuenta de que éramos nosotros esperando fuera. Su rostro se iluminó, y esperé que fuera porque estaba encantada de verme oscureciendo su umbral nuevamente.
Caminó hacia nosotros tan elegante y esbelta como la Princesa Grace, toda femenina a pesar de haber criado a un puñado de chicos alborotadores. Julia Breckenridge era una mujer hermosa, alta y elegante en una simple funda (se refiere al vestido) de color champagne, cabello rubio en un ordenado moño en su nuca.
Ethan se inclinó un poco. “Madam. Ethan Sullivan, Maestro, Casa Cadogan. Mi acompañante y guardia, Merit, Centinela, Casa Cadogan. Sobre su invitación”- sacudió la invitación que le había dado a Luc de su bolsillo y la sostuvo entre dos lagos dedos ante ella, su prueba de nuestra legitimidad-“buscamos admisión a su casa.”
Ella extendió su mano, y cuidadosamente, elegantemente, Ethan la levantó, sus ojos en los de ellas mientras presionaba sus labios en su mano. La Sra. Breck, quien probablemente cenaba con cabezas de estados y estrellas de películas, se sonrojó, luego le sonrió a Ethan cuando soltó su mano.
“En esta noche,” ella dijo, “usted y su acompañante pueden entrar en nuestra casa con nuestra bendición.”
Su respuesta fue interesante, su invitación formal y específica (cortado)
“Hice que mi gente investigara acerca del protocolo apropiado,” La Sra. Breck dijo, moviéndose a un lado para permitirnos entrar. Cuando estuvimos justo dentro del vestíbulo, ella me alcanzó y acunó mi cara en sus manos, la esencia de cálido jazmín elevándose de sus muñecas. “Merit, cariño, luces hermosa. Estoy tan contenta de que pudieras unirte a nosotros esta noche.”
“Gracias. Es agradable verla nuevamente, Sra. Breckenridge.”
Puso un beso en mi mejilla derecha, luego se volteó a Ethan, un brillo de apreciación femenina en sus ojos. Podía compadecerla. Él lucía, en su modo irritante, bueno suficiente para morder.
“Tu debes ser el Sr. Sullivan.”
Sonrió lentamente y rapaz. “Ethan, por favor, Sra. Breckenridge.”
“Ethan, entonces. Y tu llámame Julia.” Miró a Ethan por unos pocos segundos, un tipo de vaga expresión de placer en su rostro, hasta que un bajo, hombre calvo con gafas redondas se nos aproximó y la pinchó con su portapapeles en el codo.
“Invitados, Julia. Invitados.”
La Sra. Breck-no la había llamado Julia cuando estaba corriendo por sus pasillos cuando era niña, y no iba a empezar ahora-sacudió su cabeza como para aclararla, luego asintió al hombre a su codo.
“Lo siento, pero tendré que excusarme. Fue encantador conocerte, Ethan, y es encantador verte nuevamente, Merit. Por favor, disfruten la fiesta.” Indicó el camino hacia el salón de baile y luego regresó hasta la puerta para saludar a un nuevo grupo de invitados.
Adiviné que la expresión vacía de su cara había sido un trabajo de Ethan. “Ah,” Susurré mientras caminábamos lejos, “pero él puede encantar a los humanos sin utilizar el glamour?”
“Celosa?”
“No en tu vida.”
Estábamos justo fuera del salón de baile cuando se detuvo y me miró. “Es una tradición.”
Me detuve, también, frunciendo el ceño mientras trataba de figurar el contexto. “Usar glamour en el anfitrión en una tradición? Eso explica porque los vampiros estuvieron tanto tiempo escondidos.”
“La espada. Tu espada. La daga que te dí. Malik investigó el Canon. Es una tradición que el Maestro regale una daga a la Centinela de su Casa.”
“Oh,” dije, dedos presionando el lugar donde mi vestido yacía justo sobre el cuchillo. “Bueno. Gracias.”
Asintió rápidamente, luego ajustó su corbata, todo vigor y sofisticada confianza. “Un pequeño consejo?”
Solté una respiración y alisé mi falda. “Qué?”
“Recuerda, quién y qué eres.”
Eso me hizo reír. Realmente no tenía idea en el pozo al que estaba a punto de caminar.
“Qué?” Preguntó, dirigiéndome una mirada de reojo.
“Colmillos o no, somos todavía forasteros.” Mecí mi cabeza hacia las puertas del salón de baile.
“Ellos son tiburones, esperando para rodearnos. Allí es como Gossip Girl. Que vengo del dinero, y que somos vampiros, no nos garantiza una entrada.”
Pero como si fuera una señal, dos porteros en esmoquin abrieron las puertas para nosotros. Literalmente, nos habían dado acceso. Simbólicamente, ellos nos habían dado acceso. Pero el juicio todavía no había comenzado.
Tomé aliento y adopté mi mejor sonrisa a -derecho-Merit reconocimiento, luego levanté la vista hacia mi acompañante.
Él, de pelo dorado y ojos verdes estudió la resplandeciente fiesta ante nosotros. “Entonces, Merit, Centinela de mi Casa, les mostraremos a ellos quienes somos nosotros.”
Su mano en mi espalda, una sensación de calor resbalándose por mi espalda, caminamos dentro.

* * *

El salón de baile estaba bañado con la luz de candelabros de cristal. Debajo de ellos, en el resplandor estaban de pie personas que recordaba. Las matronas de la sociedad. Las dos familias de doctores. Las amargas esposas. Los encantadores, infieles, esposos. Los niños quienes eran adulados únicamente por haber sido engendrados en la riqueza.
Técnicamente, suponía que el último grupo me incluía a mí.
Encontramos un lugar en una punta del salón e hicimos campamento. Ahí fue cuando comencé la educación de Ethan. Señalé algunas familias antiguas de Chicago adineradas-los O’Briens, los Porters, y los Johnsons, quienes habían hecho su dinero con transacciones de mercancías, pianos y carne, respectivamente. El salón estaba también rociado con el nuevo dinero-celebridades, músicos, magnantes quienes habían hecho sus casas en la Ciudad del Viento, miembros de la Cámara de Comercio, y presidentes de equipos de deportes.
Algunos invitados Ethan conocía, otros hacía preguntas sobre ellos-sus conexiones, sus vecindarios, la manera en la cual habían hecho sus fortunas. Para las familias que conocía, yo preguntaba sus relaciones con lo supernatural: Tenían ellos lazos con nuestras comunidades? Hijos o hijas en las Casas? Él estaba, no sorpresivamente, bien informado, dada su predilección por las conexiones y estrategias. Realmente, la entera conversación podría haber salido de una novela de Jane Austen, ambos punteando y evaluando las matriarcas y patriarcas de la elite social de Chicago.
Notoriamente ausente de la fiesta estaban el resto del clan Breckenridge-Nicholas y sus hermanos y Michael Breckenridge, Señor, quien era conocido en los círculos amigos como Papa Breck. No estoy diciendo que estaba emocionada con la idea de saltar a otro encuentro con Nick, pero si quería saber más sobre este negocio Nick/Jamie, necesitaría al menos estar en la misma habitación con él nuevamente. La cosa de no mostrarse iba a mandar al traste mi investigación.
Tampoco vi ni pellejo ni cabello de mi padre. No era que estuviera buscando demasiado fuerte.
Lo que si vi fue a un grupo de personas de mi edad, un grupo de veintialgos.
“Cómo piensas que habría sido?” le pregunté.
Ethan levantó dos delicadas copas de champagne de una bandeja de un mozo que pasaba y me entregó una a mí. “Qué cosa?”
Tomé el champagne, el cual era frío y flamante y sabía a manzana, luego hice un gesto a la multitud alrededor de nosotros. “A esto. Si me hubiera salteado la escuela en Nueva York o Stanford, quedado en Illinois, conocido a un chico y unido con mi madre de ayudante.”
“No serías un vampiro Cadogan,” dijo oscuramente.
“Y te hubieras perdido mi chispeante personalidad.” Hice contacto visual con otro mesero en esmoquin, este llevando comida, y le hice señas de que se acercara con un dedo plegado. Sabía del puñado de galas a las que le había echado una ojeada cuando era un niña que el dinero en los eventos de caridad tendían a ir a un lado extraño-líquido de esto y canapés de aquello. Pero mientras ellos escaseaban en lo hecho en casa más hacían en cantidad.
El mesero se nos aproximó, aguados ojos azules en el medio de una expresión aburrida, y extendió su bandeja y un puñado de servilletas de cóctel con una “B” grabada en ellas.
Repasé el arreglo de hors d’oeuvres (bocadillos), los cuales descansaban artísticamente en una cama de roca de sal. Una involucraba pequeños cubos pálidos de algo empapado en una taza de endibia. Otra formaba un cono de varias capas rosa. Pero para la endibia, no tenía pista de lo que eran. Levanté la vista hacia el mozo, cejas levantadas, buscando ayuda.
“Un napoleón de langostino, y mousse de langostino ,” dijo, asintiendo a las columnas rosa, “y atún ceviche en endibia.”
Ambas combinaciones raras de comida de mar, pensé, pero, eternamente valiente cuando se trataba de temas de gastronomía, tomé uno de cada uno.
“Tu y la comida,” Ethan murmuró, con lo que pensé que era diversión.
Mordí la endibia. Estaba un poquito extrañada por el tratamiento del ceviche, pero me estaba acomodando a un hambre del tamaño de vampiro que no era ni cerca tan tiquismiquis como lo era yo. Levanté mi mirada del aperitivo que comía, deteniéndome a medio mordisco cuando realicé que el grupo de veintialgos en la otra punta del salón me estaba mirando fijamente. Hablaban entre ellos y, con alguna decisión aparentemente hecha, una de ellos comenzó a caminar hacia nosotros.
Terminé mi mordida, luego masqué el napoleón de langostino, el cual era bueno pero un poco exótico para mi paladar arruinado por la comida chatarra. “Tiburones, dos en punto.”
Cejas levantadas, Ethan lanzó una mirada al lejano equipo, luego me sonrió, con dientes.
“Humanos, dos en punto,” corrigió. “Tiempo de hacer un poco de acting, Centinela.”
Tomé de mi champagne, borrando el gusto de marisco batido. “Es eso un reto, Sullivan?”
“Si así es como lo tomas, Centinela, entonces sí.”
La líder morocha del grupo, su pequeña figura metida en un vestido plateado de lentejuelas, se acercó, con su séquito mirando desde el otro lado del salón.
“Hola,” dijo educadamente. “Eres Merit, cierto?”
Asentí hacia ella.”
“No sé si me recuerdas, pero estábamos juntas en la misma clase de cotillón*. Soy Jennifer Mortimer.”
Fui a través de mis recuerdos y traté de colocar su cara. Me pareció vagamente familiar, pero había pasado la mayor parte de mi cotillón siendo humillada por el echo de que había sido atada y metida en un vestido blanco ondulante para ser desfilada como una vaca delante de los adinerados de Chicago. No había prestado mucha atención a las personas de a mi alrededor.
Pero fingí. “Es agradable verte otra vez, Jennifer.”
“Nick Breck fue tu acompañante, no es cierto? Quiero decir, en nuestro cotillón?”
Bueno, le había prestado atención a él, así que asentí, luego usé mi (cortado)
“Un placer,” Ethan dijo.
“Puedo...” ella medio sonrió, apartó la mirada incómodamente, luego giró un anillo en su mano derecha. “Puedo... hacerte una pregunta?”
“Seguro.”
“Noté antes... con los aperitivos...”
“Comemos comida,” Ethan contestó suavemente. Él se había dado cuenta de lo que quería saber antes que yo, lo que era gracioso, ya que esa fue una de las primeras preguntas que hice como nueva vampiro.
Jennifer se sonrojó, pero asintió. “Bien, seguro. Es solo, la cosa de la sangre, obviamente, no estábamos seguros sobre el resto, y, Dios, eso fue realmente grosero de mi parte?” Presionó una mano sobre su pecho, e hizo una mueca. “Soy completamente torpe?”
“No hay problema,” dije. “Mejor preguntar que asumir lo peor.”
Su rostro se iluminó. “Bien, bien, genial. Escucha, una cosa más.”
No estaba segura de lo que esperaba-otra pregunta, seguro, pero no su próximo movimiento. Deslizó una delgada tarjeta de negocios de su corpiño, y con sus dedos de manicura que de algún modo funcionaban bajo el peso de un gigantesco anillo de compromiso con un diamante marqués y me la entregó.
Esta vez cuando habló, su voz era toda completa confianza. “Sé que me estoy sobrepasando un poco, pero quería darte mi tarjeta. Creo que te podrías beneficiar de mi representación.”
“Perdona?” bajé la mirada a la tarjeta, la cual tenía escrito su nombre debajo de un título que decía:
REPRESENTANTE DE ARTES DE CHICAGO
Ella era una agente.
Casi dejo caer mi copa.
Jennifer le lanzó una mirada cauta a Ethan, y luego de vuelta a mí.
“Yo-uh-”
“No estoy segura de tu experiencia o de tus intereses-modelaje, actuación, ese tipo de cosas-pero estoy segura de que podremos encontrarte un hueco.”
“Ella te llamará,” Ethan dijo, y Jennifer, toda sonrisas y gracias, se alejó.
“Ya no me sorprende nada más.” Dijo.


*Cotillón: baile en el que las jóvenes son presentadas a la sociedad.
“Y yo.” Giré la tarjeta entre dos dedos, y se la mostré. “Qué demonios acaba de pasar?”
“Creo, Centinela, que estás siendo cortejada.” Rió suavemente, y disfruté del sonido de esa risa un poco más de lo que debería haberlo hecho. “Eso no tomó tanto como pensé que lo haría.”
“Estoy entretenido de que pensaras que era inevitable.”
“Sí, bueno.” Otro mozo se aproximó, y esta vez Ethan tomó un rollo de endibia de la bandeja. “Las cosas se han convertido decididamente menos predecibles desde que entraste en el staff. Creo que estoy comenzando a apreciar eso.”
“Tu apreciás tener la oportunidad de reforzar tus conexiones sociales.”
“Eso ayuda,” admitió, mordiendo su endibia. Masticó, entonces, su rostro se contorsionó por el disgusto, tomando de su champagne. Estaba agradecida de que no fuera la única.
Sin advertencia, mi principal conexión social, apareció repentinamente a mi lado y tocó mi codo.
“Usaremos la oficina de Michael.” Mi padre dijo a modo de saludo, luego caminó lejos, aparentemente confiando en que lo seguiríamos. Ethan y yo intercambiamos una mirada, luego lo hicimos.
Mi padre anduvo con paso arrogante por los pasillos de la propiedad Breck como si lo hubiera hecho un millón de veces antes, como si él fuera (cortado)
La oficina de Papa Breck estaba ubicada en una esquina de la parte de atrás del primer suelo. Estaba lleno de muebles, libros, globos, mapas enmarcados, y los restos de riqueza coleccionados por la familia Breck. Olía confortablemente familiar, a puros y papel antiguo y colonia. Era el respiro de Papa Breck del mundo, un santuario secreto que Nicholas y yo habíamos ocasionalmente atrevido a violar. Habíamos pasado algunos días lluviosos en la oficina, escondiéndonos entre las antigüedades, pretendiendo ser náufragos en un barco del siglo diecinueve y corriendo abajo a toda velocidad cuando oíamos a su padre aproximarse.
La puerta se cerró detrás de nosotros. Pestañeé para regresar de mi memoria.
Mi padre se volteó hacia nosotros, manos en sus bolsillos. Inclinó su cabeza hacia mí, luego miró a Ethan. “Sr. Sullivan.”
“Llámeme Ethan, por favor, Sr. Merit,” Ethan dijo. Ellos sacudieron sus manos, el hombre que me hizo, y el vampiro quien me hizo algo más. Eso pareció fundamentalmente equivocado. O tal vez incómodamente correcto.
“Leí sobre su Indemnización del Edificio Nacional,” Ethan dijo. “Felicitaciones. Eso es todo un logro.”
Mi padre ofreció un varonil movimiento de cabeza de reconocimiento, luego deslizó una mirada hacia mi. “Usted ha ganado apropiarse de Merit por propia cuenta.”
Casi me lanzó hacia delante para borrarle esa sonrisa engreída de la casa de mi padre, al menos hasta que recordé mi hermoso vestido de fiesta.
“Sí, bueno,” Ethan dijo, un rastro de sequedad en su voz. “El vampirismo tiene sus beneficios.”
Mi padre hizo un sonido de acuerdo, luego me observó por encima de sus gafas.
“Tu madre me informó de que querías, usando tus palabras, reconstruir algunas relaciones. Conocer a la gente correcta.” Usó el mismo tono que había adoptado cuando, como un (cortado)
“He reconsiderado tu pedido de ayudar a Robert.”
Pareció congelarse por un momento, como si estuviera totalmente shockeado por la oferta. Dada nuestra interacción la última vez que me lo pidió-no había hecho más que echarlo de la casa de Mallory-quizás si lo estaba.
“Qué, exactamente, tienes en mente respecto a eso?” finalmente preguntó.
Dejemos que la actuación comience, pensé y me preparé para dejar salir el guión que Ethan y yo habíamos preparado- detalles que podrían ser útiles como Robert tratando de construir conexiones entre la población sobrenatural de la ciudad. Unas pocas palabras sobre la población (la cual era, excepto por los vampiros, desconocida por los habitantes), las finanzas de las Casas, y nuestras conexiones con la administración de la ciudad-dejando fuera, por supuesto, el echo de que mi abuelo estaba jugando a ser el protector del pueblo de la ciudad. Sería suficiente, o eso esperaba Ethan, para hacerle creer a mi padre que le estábamos ofreciendo mordiscos de una manzana mucho más grande.
Pero antes de poder hablar, Ethan le entregó una entera Roja Deliciosa.
“Celina ha sido liberada por el Presidio.”
Volteé mi cabeza para mirarlo. Ese no era el plan.
No pensaba que podría activar la conexión mental entre nosotros-el lazo telepático que él había iniciado cuando había sido Comendada a la Casa-pero el sarcasmo estaba hirviendo dentro de mí, así que tuve que intentarlo. Ese es tu pequeño “mordisco”??
Si me escuchó, me ignoró.
Y el regalo de Ethan fue solo la primera sorpresa.
“Cuando?” mi padre preguntó, su tono tan insulso como si estuviéramos discutiendo sobre el clima.
Aparentemente, la liberación de una -vendría a ser- asesina serial-mujer que acordó tener a su hija muerta-no era más interesante que la temperatura máxima del día.
“Entre la semana,” Ethan contestó.
Mi padre hizo un movimiento con su mano, y Ethan lo siguió a un grupo de sillas, donde se sentaron. Yo los seguí, pero me quedé de pie detrás de Ethan.
“Por qué fue liberada?” Mi padre preguntó.
Ethan cubrió el terreno que habíamos discutido. Pero a diferencia de la sorpresa que yo había mostrado, mi padre reaccionó con asentimientos y sonidos de comprensión. Allí había una familiaridad con los sobrenaturales y con los funcionamientos de las Casas y con el GP (Presidio de Greenwich) que me sorprendió. No era tanto que tuviera información lo que me sorprendía-la Internet estaba completamente llena de echos vampíricos. Pero él también parecía entender las reglas, los jugadores, las conexiones.
La oficina del Ombud tenía un empleado secreto vampiro, una fuente de información sobre las Casas. Tal vez mi padre tuviera una, también. Después de que Ethan terminara su explicación, mi padre me miró. “Han ciertamente picado mi curiosidad,” dijo. “Pero por qué el cambio de actitud?”
Bien, así que había estado equivocada en asumir que si le ofrecíamos información que podría ayudar a Robert, mi padre no formularía preguntas.
Prosigue, Ethan dijo mentalmente, y repartí mis líneas.
“Me gustaría volverme más involucrada con las actividades sociales de la familia. Dada mi nueva posición en la Casa, y la posición de la familia, volverme más involucrada podría ser, digamos, mutuamente beneficioso.”
Mi padre se recostó, colocó un codo en el respaldo de su silla, y golpeó un nudillo doblado contra su barbilla. Difícilmente podría haber lucido más escéptico. “Por qué ahora?”
“Estoy en una posición diferente ahora,” le dije. “Tengo diferentes posibilidades. Diferentes habilidades.” Lancé una mirada hacia Ethan. “Diferentes conexiones. Soy lo suficientemente mayor para entender que el nombre Merit hace ciertas cosas más fáciles. Por (cortado)
Me miró, me evaluó en silencio, luego me dio un solo asentimiento.
“Asumo que por nuestros propósitos no me estás mintiendo. Pero eso no contesta mi pregunta.” Miró a Ethan. “Por qué ahora? Por qué esta noche?”
Ethan alisó la rodilla de sus pantalones con un movimiento de sus manos. El movimiento fue tan casual, casi descuidado, que sabía que era forzado. “Los Breckenridges pueden estar... entrometiéndose en nuestro mundo.”
“Entrometiéndose,” mi padre repitió. “En que sentido?”
Un momento de duda, y luego Ethan decidió-unilateralmente, debería agregar-en confiar en mi padre. “Estamos informados que Jamie Breckenridge planea publicar una historia muy perjudicial.”
“Perjudicial para los vampiros?”
Ethan sacudió su cabeza. Le estaba quitando importancia a la historia, dándole a mi padre semillas impasibles de información, sin ninguna pista del miedo o preocupación que me había mostrado antes.
“Y asumo que el contenido de la historia es muy... delicado para ser compartido aquí?”
“Entonces estarías en lo correcto,” Ethan dijo. “Yo asumo que no estás enterado de nada respecto a ese tema?”
“No lo estoy,” mi padre dijo. “Sin embargo, estoy asumiendo que no hay coincidencia en que hayan hecho del hogar de los Breckenridge su primer parada social?”
“Actualmente fue una coincidencia,” Ethan respondió. “Pero una fortuita.”
Mi padre arqueó una ceja dudosa.
“De hecho, supongo que han notado que Julia es la única Breckenridge en casa esta noche?”
“Pienso que eso es extraño,” Ethan dijo.
“También lo hicimos nosotros,” mi padre estuvo de acuerdo. “Y no entendemos visitantes en su casa.”
Su mirada fue acusatoria, y una no ganada. Tampoco la historia ni la ausencia de los Breckenridges tenía que ver conmigo. Bueno, nada que hubiera hecho a propósito, de todos modos. Pero él estaba deseoso, de asignar culpas.
Encantador, Ethan comentó telepáticamente.
Te lo dije, dije en respuesta.
Ethan se puso de pie. “Aprecio tu tiempo, Joshua. Confío en que la información que hemos compartido sea sostenida en confianza?”
“Si así lo prefieres,” dijo mi padre, sin molestarse en levantarse. “Confío en que serán prudentes con sus preguntas? Mientras que entiendo que estén preocupados, sea por lo que sea, esta gente-estas familias-son mis amigos. No serviría que el chisme viajara por una indebida difamación.”
Ethan se alejó de mi padre, y vi cruzar una mirada de irritación por su rostro, probablemente a la sugerencia de que sus aspersiones eran "indebidas. " No obstante, siempre un jugador tranquilo, resbaló sus manos en los bolsillos, y cuando volteó de nuevo, su expresión era una vez más apacible y sagaz. "Claro. "
“Me complace que nos entendamos,” mi padre dijo, luego chequeó su reloj. Esa era nuestra despedida, así que me dirigí hasta la puerta, Ethan detrás de mí.
“Recuerda,” mi padre dijo, y nosotros nos giramos. “Lo que sea que es, si cae en pedazos, cae en vos. En ustedes dos.”
Fue el golpe final. Caminamos dentro del pasillo, y lo dejé tener la última palabra.

En el camino de regreso al salón de baile, Ethan y yo nos detuvimos en la ventana del corredor que unía las partes privadas y públicas de la casa.
Miró fijamente fuera por la ventana, con sus manos en las caderas. “Tu padre...”
“Es un problema,” terminé. “Lo sé.”
“Él puede ayudarnos… o arruinarnos.”
Miré a mi lado, noté la línea de preocupación entre sus ojos, y ofrecí al vampiro de casi cuatrocientos años un pequeño consejo. “Y nunca olvides, Ethan, que la decisión la tomará él.”
Levantó la vista, cejas alzadas.
Me volteé y miré al oscuro, inclinado césped. “Nunca olvides que cualquiera que sea el favor que ofrezca, cualquier sugerencia que haga, está calculada. Tiene el dinero y el poder para ayudar o herir a mucha gente, pero sus razones son usualmente propias, usualmente son egoístas, y no son fáciles de desentrañar. Juega sus piezas tres o cuatro movimientos por delante, sin obvias consecuencias. Pero nunca dudes que lo hace.” Ethan suspiró, largo y demacrado. Una paloma arrulló en la distancia.
“Srta. Merit.”
Ambos nos volteamos para encontrar a una mujer en el pórtico de la puerta. Usaba un simple vestido negro, delantal blanco, y zapatos de suela gruesa en sus pies. Su cabello estaba en un aseado moño. Una ama de llaves tal vez.
“Sí?” Pregunté.
Extendió un pedazo de papel. “El Sr. Nicholas me pidió que le entregara esto.”
Levanté una ceja, pero caminé hasta donde estaba de pie y tomé el papel. Cuando ofrecí mis gracias, desapareció nuevamente por el pasillo.
“Sr. Nicholas?” Ethan preguntó cuando estuvimos solos Nuevamente.
Ignore la pregunta, y desdoblé la nota, la cual decía:

Encuéntrame en el castillo. Ahora.
-NB

“Qué dice?” Ethan preguntó.
Miré fuera de la ventana, luego hacia él mientras volvía a doblar la nota y la metía en mi bolso.

“Una oportunidades de hacer algunas conexiones por cuenta propia. Estaré de regreso,” agregué, y antes de que pudiera responder o expresar cualquiera de las dudas que provocaban esa línea entre sus ojos otra vez, caminé hasta el final del pasillo hasta la puerta del patio.

El patio fue construido en una cuidadosa forma de medialuna, la cual terminaba en un arco de escalones que bajaban hasta el césped. Me apoyé contra el pasamano de ladrillo y desaté las correas de mis zapatos, entonces los puse a ellos y a mi bolso sobre un escalón. La noche estaba gloriosamente templada, blancas linternas de papel colgando de florecientes árboles que punteaban el césped trasero.
Liberada de los tacos, me dirigí hacia el césped, los ladrillos fríos bajo mis pies, luego caminé por la gramilla. Estuve un momento de pie en silencio, ojos cerrados, deleitándome de la suave, fresca alfombra de verde.

La propiedad de los Breckenridge era enorme-cientos de hectáreas de tierra que había sido cuidadosamente peinada y manicureada para parecer solamente este lado salvaje-el descanso primaveral de los Breck de los días de trabajo del mundo. El césped llevó abajo a una madera que cubría los acres traseros de la propiedad, un sendero cuidadosamente trazado que pasaba a través de ellos.

Había pasado mucho tiempo en ese sendero como una niña, persiguiendo a Nicholas a través de los árboles espesos en días de verano y a través de las ramas escarchadas, hielo-ladeadas en las mañanas del noviembre frías. Yo dejé los vestidos y delantales para Charlotte-yo quería correr y ramas caídas y aire fresco, el mundo imaginario al aire libre de un niño con una imaginación expansiva y una vida de casa constrictiva.
Pero esta vez, cuando alcancé el estrecho, sucio camino, tuve que empujar los miembros de mi rostro. Era más alta de lo que había sido la última vez que lo había atravesado; entonces, había sido lo suficientemente baja para pasar a través de las ramas. Ahora crujían cuando me movía, hasta que llegué al claro.
Al laberinto.
El cerco era bajo, solo tres o cuatro pies de alto, una delicada y oxidada-reja que corría por yardas en ambas direcciones alrededor del laberinto de setos que Papa Breck había comisionado en los bosques traseros de su casa. La reja estaba entreabierta. Él ya estaba aquí, entonces.
El propio laberinto era simple, anillos de círculos concéntricos con finales muertos y pasadizos a lo largo de su extensión, un modelo que yo había memorizado hace muchos años. El tejido de boj (arbusto) había sido nuestro castillo, defendido por Nicholas y mí contra bandas de merodeadores-normalmente sus hermanos. Nosotros habíamos usado espadas del palo y cartón de escudos, los dos luchando hasta que sus hermanos se aburrieran y se retiraran a la comodidad de la casa principal. Éste había sido nuestro jardín confidencial, nuestro reino diminuto de hojas.
Me acerqué al centro interno resplandeciente de éste, mis pasos casi silenciosos en el camino de suciedad, la noche silenciosa excepto por el susurrar ocasional de árboles o el movimiento precipitado de la maleza alrededor de mí. Y todavía estaba silencioso cuando lo encontré en el medio.

Traducido por mi ♥

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Friday Night Bites / Capítulo 7

CAPÍTULO SIETE

LA BELLA DEL BAILE

Me desperté de repente, golpes en la puerta empujándome de la inconciencia. Traté de sacudirme el sueño que había estado teniendo sobre la luna encima de la oscura agua, me senté y restregué los ojos.

El golpe sonó otra vez.

“Solo un segundo.” Me desenredé de las sábanas con las que me había cubierto durante el día y lancé una mirada al reloj alarma al lado de mi cama. Eran solo pasadas las siete p.m, solamente una hora más o menos del comienzo de los cócteles en la fiesta de los Breckenridge. Balanceé mis pies sobre el borde de la cama y encima del suelo. Un segundo para ponerme de pie, luego me arrastré hasta la puerta, todavía, me di cuenta, en la arrugada camisa y pantalones de ayer.

Pasé la cerradura y la abrí. Ethan estaba de pie en mi umbral, limpio en sus pantalones de traje y camisa blanca. Su cabello echado para atrás, la medalla Cadogan en su cuello. Mientras yo tenía todo arrugado él estaba inmaculado, sus ojos verdes esmeralda brillantes, alertas. Su expresión era una mezcla de desconcierto y decepción, como si no pudiera decidir que emoción elegir.

“Larga noche, Centinela?”

Su voz era plana. Me tomó un momento darme cuenta de la conclusión a la que habría llegado, que una cita me había mantenido fuera tarde en la noche y que me habría impedido cambiarme el uniforme de anoche. Su Centinela, la mujer a la que él había pasado al Maestro de la Casa Navarro para asegurarse su alianza, estaba todavía en las ropas de ayer.

Por supuesto, no había visto a Morgan en días. Pero Ethan no necesitaba saber eso.

Escondí mi sonrisa y contesté provocativamente. “Si. Lo fue, de echo.”
Una ceja arqueada en desaprobación, Ethan extendió una funda de traje negra.

Me estiré y la tomé. “Qué es esto?”

“Es para esta noche. Algo un poco más... oportuno que tus usuales opciones.”

Casi bufé en respuesta-Ethan no estaba entusiasmado con mi sentido de la moda en jeans y en varias remeras superpuestas-pero decidí que apreciaba el gesto más que necesitar la última palabra. Esta noche iba a regresar al rodeo. Regresar a la mayor elite del círculo social de Chicago. Esta era mi chance de vestirme en un vestido y en actitud, de actuar como pertenecía. De usar mi nombre como el ticket de entrada que era en verdad. Pero con ese nombre o no, la tarea iba a ser un infierno más fácil con un lindo vestido que con cualquier cosa que tuviera en mi armario en este momento.

Entonces, “Gracias,” dije.

Miró hacia abajo y tiró de la manga de su camisa, revelando un ancho reloj de plata. “Encontrarás zapatos a juego en tu armario. Hice que Helen los dejara allí anoche. Como estoy seguro de que sabes, es un largo viaje hasta Loring Park, por lo que tenemos que ir directamente. Baja en media hora.”

“Cuarenta y cinco minutos,” contradije, y por su ceja levantada, ofrecí, “Soy una chica.”

Su mirada volvió a ser plana otra vez. “Estoy enterado de eso, Centinela. Cuarenta minutos.”

Saludé secamente, antes de que se volteara y se alejara por el pasillo, (cortado)

“Cinco dólares a que es negro,” Aposté, y abrí la cremallera.

Tenía razón.

Era de tafetán negro, un vestido de cóctel con un corpiño apretado y una ondulante justo-encima-de-las-rodillas falda. El tafetán estaba tableado en bien construidas pinzas, convirtiendo un clásico vestido negro en algo mucho más descarado.

Descarado o no, todavía era más elegante que mis usuales jeans y Pumas. Era el vestido que había evitado usar exitosamente por diez años.

Lo saqué de la bolsa y lo descolgué de la percha, luego lo sostuve contra mi pecho frente al espejo de cuerpo entero. Lucía, a los veintiocho, casi exactamente como cuando tenía veintisiete. Pero mi lacio pelo era más oscuro, mi piel más pálida.

Excepto por algún desaconsejado viaje al sol o alguna corrida equivocada a la punta de una katana o de una estaca de madera, luciría igual a como lo hacía ahora-los veintisiete años que tenía cuando Ethan me había cambiado-por el resto de mi vida. Por una eternidad, si me arreglaba para durar tanto tiempo. Que, por supuesto, dependería en cuántos enemigos hiciera, y cuanto iba a ser pedida a sacrificar por la Casa Cadogan.

Por Ethan.


Con ese pensamiento en mente, dejé salir una lenta respiración y ofrecí un silencioso rezo por paciencia. El reloj haciendo tictac, estiré el vestido negro sobre la cama y me dirigí a por una ducha.

Quizá sin sorprenderme, tomó un tiempo que el agua se calentara en la antigua Casa.
Me metí en la bañera de cuatro patas-garras y corrí la cortina de la ducha alrededor de mí, luego, sumergí la cabeza debajo de la espuma, disfrutando del calor. Echaba de menos la luz del día, siendo capaz de permanecer en la calidez de un día de primavera, con el rostro inclinado hacia el sol, disfrutando del calor del mismo. Ahora estaba relegada a las luces fluorescentes y la luz de luna, pero una ducha de agua caliente era un sustituto sorprendentemente bueno.

Me quedé en la bañera acurrucada bajo el agua hasta que el pequeño cuarto de baño estuvo empañado con vapor. Una vez fuera, me sequé con la toalla e hice un turbante con ella en mi pelo, luego arreglé mi conjunto. Los zapatos que Ethan había mencionado estaban en el armario, cuidadosamente envueltos en papel de seda blanco y ubicado dentro de una caja de color negro brillante. Los desenvolví. Eran zapatos de charol, con tirantes finos y tres pulgadas de tacón aguja.

Los saqué fuera por las correas y los dejé colgando en el aire, dándole una mirada supervisora general mientras giraban. Solía bailar en pointe (forma de ballet), pero durante mi época de estudiante universitaria, me había acostumbrado a los Converse y a los Pumas, no a los Louboutin y Prada. Los usaría debido a Ethan, pero realmente esperaba no tener que correr por él en la fina de los Breckenridge.
Elegí la ropa interior, preparé y sequé mi pelo, y me apliqué maquillaje. Brillo de labios. Máscara de pestañas. Rubor, ya que era una ocasión especial. Cuando mi oscuro cabello brillaba, me lo até en una alta cola de caballo, largo flequillo en la frente, lo cual pensé que era lo suficientemente moderno para combinar con el hermoso vestido de cóctel y tacos.

Me observé a mi misma en el espejo, agradablemente sorprendida por el resultado. Brillaba bajo el maquillaje, mis ojos azules, un bonito contraste con mi pálida piel, mis labios del color rosa de una picadura de abeja. Cuando era humana, podría haber sido llamada “bonita,” pero había estado demasiado ocupada con libros y estanterías en la biblioteca, anteojos y Chuck Taylors para jugar con mis atributos más femeninos. Irónicamente, ahora que había sido convertida en una depredadora, mis atributos eran más atractivos aún.

Satisfecha de que había hecho lo que había podido, fui hasta la cómoda y saqué una caja de terciopelo añil que había traído conmigo del Wicker Park. Contenía las perlas Merit, una de las primeras compras que mi padre había hecho con su nueva fortuna, se las había comprado a mi madre para su décimo aniversario. Mi hermana, Charlotte, las había llevado para su debut, y yo para el mío. Algún día, se las pasaría a Mary Catherine y a Olivia, las hijas de Charlotte.

Toqué las esferas suaves como la seda, y luego miré a la fina (cortado)

Era una interesante decisión-debería llevar accesorios de acuerdo a los dictados de mi padre o de mi jefe?

Descarté ambas posibilidades y elegí una tercera-opté vestirme por Merit, Centinela Cadogan. No iba a lo de los Breck por una urgencia de ver a mi padre, o algún sentido de obligación familiar. Iba a allí porque eso había prometido hacer-actuar según las mejores conveniencias de Cadogan.

Con la decisión tomada, puse la medalla alrededor de mi cuello, me puse el vestido y los tacos, prendiendo las correas. Llené una pequeña cartera de mano con lo que necesitaría, luego agarré mi espada. Después de todo, estaba trabajando.

Miré el reloj-dos minutos para llegar abajo. Ya que me había quedado sin tiempo para demoras, tomé el celular de la cómoda y mientras dejaba la habitación y cerraba la puerta detrás de mí, marqué el número de Morgan.

“Morgan Greer.”

“Merit, um, bueno, Merit. Porque es el único nombre que tengo.”

Soltó una risita. “Por cuánto tiempo permanecerá la cuestión,” dijo, lo cual tomé como un cumplido sobre mi estado como futuro Maestro. “Qué estás haciendo?”

“Trabajando,” contesté rápidamente, incapaz y no deseosa de darle más detalles que ese. Tenía la sospecha de que Morgan tenía preguntas sobre mi relación con Ethan, no había necesidad de avivar esas llamas. Pero podía hacer una cosa. . .

“Escucha, Mallory empieza su internado de hechicería el Domingo, por lo que vamos a tener una cena de despedida mañana en la noche. Ella, Catcher y yo. Puedes unírtenos?”

Hubo alegría en su voz, aliviado de haber sido invitado.
“Absolutamente. Wicker Park?”

“Sí, quiero decir, a menos que estés deseando almorzar en la cafetería de Cadogan. Oí que mañana habrán dedos de pollo y una taza de Jell-O.”

“Entonces Wicker Park.” Hizo una pausa. “Merit?”

“Sí?”

“Estoy feliz de que hayas llamado. Feliz de que llegue a verte.”

“Yo, también, Morgan.”

“Buenas noches, Mer.”

“Buenas noches.”

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Ethan estaba escaleras abajo, su dorada cabellera resplandeciendo mientras se ajustaba empuño de una almidonada manga. Los vampiros se arremolinaban alrededor suyo, todos en su negro Cadogan. Pero pese a que él vestía la misma tonalidad – un vivificante traje negro y una impecable corbata plateada – se destacaba. Él estaba, como siempre, ridículamente apuesto, fácilmente eclipsando a los inmortales a su alrededor.
Mi corazón se disparó un poco ante la vista de él, sujeté el barandal con mayor fuerza, la katana con su vaina y la cartera en mi mano libre, y me abrí paso escaleras abajo en los zancos que él llamaba zapatos.
Atrapé el enganche en su mirada cuando me vio, el pequeño sobresalto, el puro reconocimiento. Su mirada fue de incrédulo a evidentemente apreciador, ceja arqueada al tiempo que me miraba de arriba abajo, sin lugar a dudas asegurándose de que satisfaga su lista mental.
Alcancé el pie de las escaleras y me quedé en pie frente a él.
Dado el brillo en sus ojos esmeralda, asumí que había pasado.
“Estás usando tu medallón,” dijo.
Rocé el oro con la punta de mis dedos. “No estaba segura de si debiera, de si era lo suficientemente elegante?”
“Deberías. Considéralo tu medalla de perro.”
“En caso de que me pierda?”
“En caso de que te frías hasta cenizas y ese trocito de oro sea todo lo que quede de ti.”
Tacto vampírico, pensé, dejaba mucho que desear.
Malik surgió desde el pasillo, corriendo en su propio negro Cadogan (sin corbata), y entregó a Ethan una lustrosa bolsa de regalo negra con asas en un cordel de satén negro. No podía ver lo que había dentro, pero sabía lo ue contenía. Acero. Un arma. Dada la conexión que había establecido con mi propia katana – un temple forjado a coste de mi sacrificio de unas pocas gotas de sangre a la hoja – podía sentir el acero, podía sentir el cambio en las corrientes mágicas alrededor de alguien que lo portara.
“Como lo requeriste,” Malik dijo, luego movió la cabeza en mi dirección. Sonreí un poco ante el reconocimiento.
Bolsa en mano, Ethan asintió y comenzó a caminar. Malik hizo un paso a su lado. Asumiendo que yo iba a seguir, lo hice. Nos dirigimos hacia las escaleras del sótano.
“No estoy anticipando problemas,” Ethan le dijo. “No esta noche de todas formas.”
Malik asintió. “Los partes diarios están despejados. Si Celina intenta cruzar la frontera, será señalizada.”
“Asumiendo que no haya compelido a los de la AST (Administración de Seguridad del Transporte),” dijo Ethan.
Y asumiendo que ella no esté ya aquí, pensé.
Ethan rodeó la esquina al pie de las escaleras del sótano, luego caminó hacia una puerta de acero, junto a la cual había montado un pequeño teclado. Esta era la puerta del garaje, brindando acceso a los escasos y codiciados espacios de estacionamiento de Cadogan fuera de la calle. No estaba ni de casualidad lo suficientemente alto en el rango como para tener uno.
Ethan y Malik se detuvieron ante la puerta y se enfrentaron el uno al otro. Entonces presencié un sorprendente momento de ceremonia.
Ethan extendió su mano, y Malik la tomó. Las manos juntas, y con seriedad, Ethan dijo, “La Casa es entregada a tu cuidado.”
Malik asintió. “Reconozco mi derecho y obligación de defenderla, y esperamos su retorno, Liege.” Gentilmente, Ethan ahuecó la parte posterior de la cabeza de Malik, se inclinó hacia delante, y susurró algo en su oído. Malik asintió y los hombres se separaron. Luego (cortado)
“Es él es Maestro mientras no estás?” pregunté.
“Sólo de los alrededores,” Ethan respondió mientras dábamos los pasos hacia su lustroso Mercedes negro descapotable, el cual estaba cómodamente estacionado entre columnas de concreto. “Permanezco como Maestro de la Casa como una entidad, de los vampiros.”
Abrió la puerta del acompañante para mí, y luego de que me metiera dentro de la tapicería en cuero roja y negra, cerró la puerta y se movió de su lado del auto. Abrió su puerta, ubicó la lustrosa bolsa negra sobre la consola entre nosotros, y se subió. Cuando encendió el motor, maniobró el descapotable entre las columnas y en dirección a la rampa y puerta de seguridad que surgieron cuando tomó la pendiente.
“La ceremonia,” dijo, “es un anacronismo de la influencia del feudalismo Inglés sobre los vampiros que formalizaron el sistema de las Casas.”
Asentí. Había aprendido del Cannon que la organización de las Casas era feudal en origen, de fuerte mentalidad Liege – vasallo, en el sentido de que el Noviciado vampiro le debía a su Liege y estaba obligado a creer en la bondad paternal de su Liege.
Personalmente, no estaba cómoda pensando en Ethan en una manera paternal.
“Si el rey deja su castillo,” ofrecí, “él dejará instrucciones para su defensa con su sucesor.”
“Precisamente,” dijo Ethan, balanceando el coche hacia la calle. Alcanzó la mano al espacio entre nosotros, levantó la bolsa de regalo y me la entregó.
La tomé, pero arqueé una ceja en su dirección. “Qué es esto?”
“La espada necesita permanecer en el vehículo,” dijo. “Seremos suficiente espectáculo sin los enseres.” Dejado a Ethan para hacer referencia a un metro y medio de acero, cuero y curvatura como ‘enseres’.
“La bolsa,” dijo, “es un sustituto. Al menos en cierta forma.”
Curiosa, espié dentro y saqué el contenido. La bolsa contenía una vaina negra, la cual contenía un filo – una delgada, poderosa daga, con un nácar recubriendo el mango.
“Es hermosa.” Deslicé a la daga de su cubierta y la mantuve en alto. Era una elegante y brillante cuña de acero pulido, afilado de ambos bordes.
Pasamos bajo una farola, y el reflejo capturó el extremo de la empuñadura, revelando un plano disco de oro. Lucía como una versión más pequeña de los medallones de Cadogan, éste también portando mi cargo. CENTINELA DE CADOGAN, se leía.
Era una daga creada para mí. Personalizada para mí “Gracias,” dije tocando con el pulgar el disco.
“Hay un artículo más en la bolsa.”
Ceja arqueada, metí mano dentro nuevamente y saqué una funda – dos correas de cuero unidas a una delgada funda.
No, no simplemente una funda – una funda de muslo.
Miré hacia abajo a mi pollera, luego arriba a Ethan. Realmente no estaba ansiosa por colocarme una funda de muslo, mucho menos frente a él. Tal vez porque no quería levantar mi falda para mi jefe. Tal vez, porque una daga de unos cuantos centímetros no sería ni de cerca tan efectiva como mi katana en una revuelta. No que anticipara un ataque por parte de los genios de la alta sociedad, pero cosas más extrañas habían sucedido. Sobre todo recientemente.
Además, era la única guardia de Ethan para el evento, y estaría condenada si llegara a retornar remolcando a la Casa Cadogan un Maestro herido. Incluso si sobrevivía al ataque, nunca sobreviviría a la humillación.
Suspiré, sabiendo cuando había perdido, decidiendo que la daga sería mejor que nada.
“Mantén tus ojos en la carretera,” ordené, luego desaté las hebillas.
“No voy a mirar.”
“Seeh, bueno, mantenlo de esa forma.”
Hizo un desdeñoso sonido, pero mantuvo su mirada sobre el parabrisas. También se apoderó del volante un poquito más fuerte. Disfruté de esa grieta en su fachada probablemente más de lo que debería.
Era diestra de modo que resbalé hacia arriba un poco la mullida falda de mi vestido sobre el lado derecho y extendí mi mano derecha, tratando de descifrar dónde quería posicionar la hoja por si necesitara sacarla de apuro. Me ubiqué sobre un punto casi a medio camino del muslo, la funda justo sobre el borde externo. Abroché la primer hebilla, luego la segunda, y me retorcí un poco en el asiento para asegurarme que estuviera asegurada.
La funda tenía que estar lo suficientemente ajustada como para permanecer tensada cuando sacara la hoja. Esa era la única forma de asegurarse de que podría liberar el cuchillo rápidamente y en forma segura. Por otro lado, demasiado apretada y me cortaría la circulación. Nadie necesita eso, mucho menos un vampiro.
Cuando estuve satisfecha de que se hallaba segura, al menos tan segura como podría estarlo en el asiento delantero de un descapotable acelerando hacia los suburbios, inserté la hoja. Un tirón trajo la daga fuera en un golpe limpio, la funda aún en su lugar.
“Lo suficientemente bueno,” concluí. Enderecé mi falda nuevamente, luego miré a Ethan. Nos estábamos dirigiendo a través de un tráfico relativamente ligero sobre la interestatal, pero su expresión en blanco lucía un poco en exceso relajada. Estaba trabajando muy duro para lucir desinteresado.
Dado que nos estábamos dirigiendo hacia el campamento enemigo, pensé en picar su interés – y le ofrecí una actualización de Centinela obediente. “Nunca adivinarás quién estaba acampando en la fila de fotógrafos anoche,” dije, tirándole la carnada.
“Jamie?” su voz era irónica. Creo que estaba bromeando. Desafortunadamente, yo no.
“Nicholas.”
Sus ojos se ampliaron. “Nicholas Breckenridge? En la Casa Cadogan”
“En vivo y en directo. Estaba con los paparazzi en la esquina.”
“Y dónde estaba Jamie?”
“Esa fue mi pregunta también. Estoy empezando a creer, Sullivan, que no hay ningún Jamie – quiero decir, sé que existe un Jamie, pero no estoy segura de que Jamie sea la verdadera amenaza aquí. Como mínimo, no tenemos la historia completa.”
Ethan hizo un sonido seco. “Esta no sería la primera vez para ello, como bien sabes. Espera – acaso dijiste anoche? Viste a Nick Breckenridge fuera de la Casa y no le dijiste a nadie? Pensaste en mencionarme esto a mí? O a Luc? O a cualquier otro con la autoridad para manejar la situación?”
Ignoré al cuasi pánico en el tono de su voz. “Lo estoy mencionando ahora,” señalé. “Él hizo algunas preguntas bastante punzantes acerca de las Casas, acerca de Celina. Quería saber si pensábamos que su castigo era suficiente.”
“Qué le dijiste?”
“La línea de juego,” dije. “Ustedes chicos fueron bastante oportunos con los puntos de discusión.”
“Sabías que él estaba de regreso en Chicago?”
Sacudí mi cabeza. “Tampoco sabía que estaba curioso acerca de nosotros. Es como una enfermedad abriéndose camino a través de esa familia.”
“Supongo que es doblemente fortuito que nos estemos dirigiendo hacia la finca Breck.”
O doblemente problemático, pensé. Duplica el número de aspirantes a agitadores en la residencia.
“Ethan, si las raves podrían llegar a causarnos semejantes problemas – una atención y repercusiones negativas – por qué nos estamos enfocando en la historia, quien sea que la esté escribiendo? Por qué estamos conduciendo a Loring Park, tratando de manipular la prensa en lugar de tratar de detener las fiestas clandestinas?”
Estuvo en silencio por un momento hasta que preguntó con seriedad, “no estamos tratando de detenerlas?”
Eso me hizo sentarme un poquito mas recta. Había asumido, siendo la Centinela de la Casa, que si alguna clase de misión se estaba elaborando, yo sería parte de ella. Claramente ese no era el caso.
“Oh,” dije, no feliz de descubrir que había planes secretos en marcha y no había sido incluida.
“Detener la historia no es la polémica, no para los vampiros de todas formas,” dijo Ethan. “Detener las raves lo es. Las raves suceden fuera del establecimiento de la Casa, pero eso no significa que la Casa no sepa que ocurren. Y no tengo ninguna autoridad sobre los otros Maestros, sobre las otras Casas de vampiros de la que tengo para con los Rogues de la ciudad.”
Muy a tu disgusto, pensé.
“Francamente, aunque los planes están en obra, en gran parte a través de los esfuerzos de tu abuelo, es poco probable que podamos ponerle un fin por completo a ello. Tu abuelo tiene excelentes conexiones, poderosas habilidades de mediación, y un leal personal. Pero los vampiros, siendo vampiros, beberán.”
“Y entonces le damos la vuelta,” dije
“El primer frente es la prensa,” acordó él. “No es el único frente, pero es la batalla que pelearemos esta noche.”
Solté una bocanada de aire, nada ansiosa por la escaramuza. Merit versus el mundo que ella dejó atrás.
“Va a estar bien,” dijo Ethan, y miré hacia él con sorpresa. Por ambas, de que me haya leído tan bien y de que respondiera dando apoyo.
“Eso espero,” le dije. “No estoy emocionada con la posibilidad de toparme con Nick nuevamente, y tú sabes cómo me siento acerca de mi padre.”
“Pero no por qué,” Ethan dijo en voz baja. “Por qué la animosidad? Esta brecha entre ustedes?”
Fruncí el ceño mirando por la ventana, insegura de cuánto quería compartir con él. De cuántas municiones quería darle.
“No era la hija que mi padre quiso,” finalmente dije.
Silencio. Entonces, “Ya veo. Eres cercana con Charlotte y Robert?”
“No diría que hay animosidad allí, y nos mantenemos en contacto, pero no están en mi discado rápido.” No le dije que no había hablado con mis hermanos en un mes. “Simplemente no tenemos mucho en común.” Robert se estaba preparando para tomar la posta del trabajo de mi padre; Charlotte estaba casada con un físico y repoblando el mundo con pequeños nuevos Merits. Bueno, la Sra del Dr.Corkburger – Merits.
Oh, seeh. Corkburger.
“Comparten tu animosidad hacia tu padre?”
“No realmente,” le dije, mirando fuera por la ventana. “No me aclimaté bien a la socialización. Robert y Charlotte sí. Todos nacimos dentro de ella, pero en ellos prosperó. Ellos están, no lo sé, equipados para eso. Para esa clase de estilo de vida, esa clase de atención, para la competencia constante. Creo que a causa de ello había menos fricciones entre ellos y mi padre. Su relación era, no lo sé, más sencilla?”
“Y qué hiciste mientras ellos disfrutaban de las ventajas de los Merit?”
Me reí. “Pasé montones de tiempo en las bibliotecas. Pasé mucho tiempo con los libros. Quiero decir, mi casa era pacífica. Mis padres no peleaban. Teníamos, materialmente, todo lo que necesitábamos. Era afortunada en muchas formas, y me doy cuenta de ello. Pero era una soñadora, no muy interesada en los valiosos bienes de la alta sociedad.” Reí en voz alta. “Soy una lectora, no una luchadora.”
Ethan hizo rodar sus ojos ante la pésima broma. “Y claramente no una comediante,” dijo él, pero hubo un atisbo de sonrisa sobre su rostro. Guió el Mercedes fuera de la autopista y hacia una dividida carretera. Vi pasar los vecindarios, algunas casas encendidas, otras oscuras, familias humanas comprometidas en el acto de vivir.
Miré por encima hacia él. “Nos estamos acercando, cuál es el plan?”
“Congraciarse y trabajo de campo,” dijo él, ojos explorando el camino. “Te reintroduces a ti misma a estas personas, les dejas saber que estás de regreso y que perteneces. Que todo lo respectivo a los Merits que se les debe – el respeto, el acceso, la aprobación – se te debe a ti también. Determinamos lo que podemos acerca de esta supuesta historia, la participación de Jamie, la participación de Nick.” Sacudió su cabeza. “Tus noticias de la visita de Nick enturbia las aguas de alguna forma, y necesitamos saber dónde estamos parados. Y basados en esa información, si tu padre está allí, consideraremos si hay formas en las que él pueda ayudar.”
Mi estómago se retorció en una desconfortante anticipación. Estaba más que dispuesta a renunciar a lo que se me ‘debía’ como una Merit a fin de evitar a mi padre. Pero esto era acerca del acceso, acerca de neutralizar una amenaza. Era una chica suficientemente grande como para resistir una por el equipo.
“Y nosotros somos el soborno?” pregunté.
Ethan asintió. “Tu padre es un hombre ambicioso, con metas ambiciosas para su negocio y su familia. Tú le provees a él acceso a cierto segmento de la población.”
“El segmento colmilludo,” añadí. “No tengamos dudas de sus verdaderos intereses: le estoy llevando un Maestro vampiro.”
“Ya sea que sea a uno de nosotros o a ambos a quienes quiera ver, recuerda quién eres. Ni un Maestro ni simplemente Merit, sino una poderosa vampiresa en su propio derecho.”
Entramos a los acres rurales, boscosos, una señal de que nos aproximábamos a nuestro destino. Acabábamos de girar en una calle delimitada por árboles, oscura en ausencia de farolas, cuando Ethan – sin previo aviso – desaceleró y acordonó el Mercedes. Cuando el motor se detuvo y el auto estuvo en silencio, él encendió la lucecita por encima nuestro y me miró.
Lo miré, esperando, preguntándome por qué él había detenido el auto.
“La liberación de Celina me preocupa,” finalmente dijo.
“Te preocupa?”
“Como sabes, en el pasado, el foco del PG había sido la protección de las Casas vampiras y la asimilación a la sociedad humana. Asegurando nuestra inmortalidad.”
Asentí. El precursor del PG había sido creado en secuela al Primer Exterminio. La supervivencia era la directiva.
“Y estás preocupado de que la liberación de Celina señalice, qué, una nueva era?”
Ethan se pausó, pasó una mano por su cabello, y finalmente asintió. “Seres humanos morirán. Vampiros morirán. No puedo imaginar ningún otro final a la historia.”
Se calló nuevamente, esta vez cuando me miró, su expresión era diferente – llena de determinación. Discurso motivacional en camino, asumí.
“Le hemos recordado a los humanos acerca de nuestra existencia. Esta noche, les recordaremos acerca de nuestras conexiones. Necesitaremos de cada ventaja que podamos conseguir, Merit. Para cualesquiera que sean sus planes a largo plazo, a corto plazo, alguna clase de insurrección, absolutoa rebelión, el demandamiento de derechos políticos – algo se está viniendo.”
“Algo maléfico.”
Ethan asintió. “El inicio ha sido aguijoneado, al menos proverbialmente.”
Elevé una mano a mi cuello, ahora curado y libre de cicatrices, una vez desgarrado por un vampiro que ella había convencido de matarme. “No proverbialmente,” dije. “Cualquiera sea el hechizo que ella esté ‘conjurando’, ya ha derramado sangre, vuelto a vampiros contra sus Maestros, convencido al PG – y traidores o no, admito que no estoy impresionada hasta el momento – que la muerte de seres humanos fue meramente daño colateral.”
Hizo un sonido de acuerdo pero sujetó el volante de nuevo, los pulgares golpeteando nerviosamente contra la cubierta de cuero. Dado que aún estábamos estacionados, asumí que todavía había más.
Miré hacia él, traté de descifrar su motivación, alguna pista de qué más restaba. “Por qué me estás diciendo esto ahora?”
“He hablado con Malik y Luc,” dijo, casi a la defensiva, como si estuviera cuestionando su adhesión a su propia cadena de mando.
“Eso no fue lo que te pregunté.”
“Eres la Centinela de mi Casa.”
Una respuesta demasiado sencilla, pensé, y demasiado rápida como respuesta. “Por qué, Ethan?”
“No sé si sea lo suficientemente fuerte como para decirle no a ella.”
Esta vez, me tomó un tiempo responder. “Decirle no?”
Con la voz suave, las palabras en forma lenta, dijo, “Si intenta convencerme de unirme a su causa usando sangre o glamour en mi contra, no estoy seguro de que pueda decir no.”
Un podría haber escuchado la caída de un alfiler en el auto. Me quedé mirando hacia delante, conmocionada ante la admisión, de que él haya compartido esta información – su debilidad – conmigo. Con la chica a la que le había pedido ser su Consorte. La chica que lo había rechazado. La chica que había atestiguado, de primera mano, la traición de Amber. La chica que había visto expresión en su rostro cuando Amber confesó su pecado, su participación en la conspiración de Celina.
La chica que había sentido el impulso del glamour de Celina, y alimentado a través de él. Pero también él.
“Tú dijiste que no en el parque,” le recordé. “Cuando ella confesó su participación en los asesinatos, cuando ella te quería de su lado, tú dijiste no.”
Ethan sacudió su cabeza. “Ella quería ser capturada, hacerse la mártir. Ese fue a duras penas la extensión de glamour, las herramientas que ella está utilizando contra el PG.”
“Y Malik y Luc?”
“Ellos no son tan fuertes como yo.” La desafortunada implicancia siendo que si Ethan estaba preocupado acerca de su habilidad para contrarrestar el glamour, con Luc y Malik había poca esperanza.
“El glamour,” dijo Ethan, “se basa en convencer a alguien de que haga algo que no haría ordinariamente. No es como el alcohol.”
Manipulación psíquica, de todo menos perceptible. Gracias a Dios que la CIA no se había enterado de eso todavía.
“Y porque el poder es de tipo psíquico, el único rastro de que ella ha usado su poder en esta manera es la magia que se filtra cuando se realiza. Los vampiros que pueden utilizar el glamour pueden convencer a los sujetos de su glamour a que tengan deseos completamente distintos. Es más fácil, por supuesto, sobre mentes frágiles, sobre aquellos que podrían haber sido convencidos con un poco de presión extra. Es más arduo en aquellos con mentes más firmes. En aquellos más acostumbrados a hallar sus propios caminos.”
Ethan me miró y elevó una ceja, como si me dispusiera a comprender.
“Creer que repelí a su glamour porque soy una testaruda?”
“Pienso que es, tal vez, una de las razones.”
Poniendo el absurdo general de la conversación a un lado – debatiendo la metafísica del glamour vampiro – obtuve mucho de su admisión, y no pude contener mi sonrisa. “Así que estás diciendo que mi testarudez es una bendición.”
Con un gruñido, encendió el Mercedes y lo puso suavemente de regreso sobre el camino. Supongo que lo animé sacándolo de su mal humor.
“Sabes, los vampiros son agotadores,” le dije, repitiendo una de las quejas favoritas de Catcher.
“Esta vez, Merit, no voy a estar en desacuerdo contigo.”



Traducido por Chloe y por mi

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